Ejemplos con ascos

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Bien pagado, supera todos sus ascos, haciendo su tribunal a las esposas de los hombres más ricos y obtiene cerca de una de ellas un tipo de oficina para la obtención de favores de Estado.
¿Esas tenemos? ¿Con escrúpulos de monja nos venimos? Pues cuente usted desde ahora con que le han de ocurrir en el distrito doscientos lances por el estilo, y si usted está resuelto a hacerles ascos a todos, ya puede volverse a su casa en la seguridad de no sentarse en los bancos del Congreso.
Este es el modo, que, según yo llevo observado, desde a están los ascos y los reparos, desde para arriba, ya todos somos iguales, y todo nos está bien.
Te veo muy tonto con los ascos que haces a la plata de y de , y nada más hablaremos de ello por ahora.
Yo me resistí, hice muchos ascos, pero tales fueron las instancias de y tan extremados y persuasivos sus elogios de la virtud de aquel licor, que me determiné a probarlo.
Si algún recado envía esa señora a sus hijos, será recomendándoles que no hagan ascos al Progreso, y que sean príncipes ilustrados, filósofos, y se penetren bien, como dice Milagro, del.
Por lo demás, le veía con gusto entre los pocos eclesiásticos que hacían ascos a la facción, y se agarraban a las falditas de la , pues el carlismo no habla de triunfar, y el porvenir era de los de acá, conforme al.
Y para concluir por hoy, ¿necesita usted algo? Si no puede criar, no se apure, le pondremos un ama a este caballerito, que me parece no habría de hacerle ascos.
No olvides de liarte un pañuelo de seda en la cabeza, de noche, cuando te acuestes, y yo que tú empezaría a tomar el agua de brea No hagas ascos.
La de la droguería hacía muchos ascos, diciendo: ¡Uy, cómo apesta eso, hija, guarda, guarda esas ordinarieces!.
¡Cosa inaudita! Sor Marcela dio una chupada y después arrojó el cigarro, haciendo ascos, escupiendo mucho y poniendo una cara tan fea como la de esos fetiches monstruosos de las idolatrías malayas.
¡Y quién me había de decir a mí que le haría ascos a la comida, yo que jamás le he preguntado a ningún plato por sus intenciones! El estómago se me quiere jubilar antes que lo demás del cuerpo, y ya debes suponer que faltando el jefe de la oficina En fin, qué le hemos de hacer.
Conociole doña Lupe en la cara la desazón, y le preguntó con gran interés: ¿Tienes ascos, mareos?.
Hizo algunos ascos, pero al fin pudo más el hambre que los remilgos, y apencó con la teta artificial.
¿Tienes o no confianza en mí? Tocante a esos polvos, encárgate tú de guardarlos, y si el caso llega, chico, no seré yo quien les haga ascos, porque, bien mirado, para lo que sirve esta vida Lucidas estamos, ¡siempre penando, siempre penando! Espera que te espera, y cada día un desengaño Te aseguro que el vivir es una broma pesada.
Como vuelvas a traer aquí tales ascos, verás, verás.
¡Música celestial! Si hace ascos la traigo arrastrando por la trenza.
esas cosas y tiene esos modos, y hace ascos de la comida cuando tiene azafrán, y siempre saca lo que ha visto en las tierras de allá, le traen entre ojos, y sabe Dios.
que una niña bien criada diga: Me quiero casar, sí señor, venga marido ? Al contrario, es ley que hasta el último momento hagan mil ascos al matrimonio, diciendo que les da vergüenza.
Y tanto y tanto menudeaban las remesas del cuzqueño, que hasta el rey empezó a mirar con aire receloso al conde de Aranda, único cortesano a quien no deleitaba el aroma de la golosina, y que tenía el mal gusto de desayunarse con un cangilón del vulgar soconusco, haciendo ascos al divino manjar que enviaban los jesuitas.
Una clase de entes no va a estas funciones: esa bandada de sentimentales que han pasado el Bidasoa, que en sus aguas, como pudieran en las del Leteo, se despojaron de todo lo español que llevaban, y volvieron a los dos meses, haciendo ascos de su antiguo puchero, buscando la calle en que vivieron, y no sabiendo cómo llamar a su padre, éstos están fuera de combate, y tienen sobrada dicha con que no les obliguen a gastar paño de Tarrasa en sus vestidos, con que los dejen desafiarse todos los días a primera sangre, tropezar, pisar, enderezar el lente, pegar con el látigo, insultar y hacer reír a todo el mundo en el Prado, en el teatro, en las concurrencias, disputar mucho sobre las óperas sin entender una nota de música, y hablar una jerigonza de francés, italiano, inglés y español, etc.
Nada conoce, nada lee nuevo, pero de todo juzga, de todo hace ascos.
¡Oh sabio don Timoteo! ¿Quién me diera a mí hacer una mala oda para echarme a dormir sobre el colchón de mis laureles, para hablar de mis afanes literarios, de mis persecuciones y de las intrigas y revueltas de los tiempos, para hacer ascos de la literatura, para recibir a las gentes sentado, para no devolver visitas, para vestir mal, para no tener que leer, para decir del alumno de las musas que más haga: «Es un mancebo de dotes muy recomendables, es mozo que promete», para mirarle a la cara con aire de protección y darle alguna suave palmadita en la mejilla, como para comunicarle por medio del contacto mi saber, para pensar que el que hace versos, o sabe dónde han de ponerse las comas, y cuál palabra se halla en Cervantes, y cuál no, ha llegado al summum del saber humano, para llorar sobre los adelantos de las ciencias útiles, para tener orgullo y amor propio, para hablar pedantesco y ahuecado, para vivir en contradicción con los usos sociales, para ser, en fin, ridículo en sociedad, sin parecérselo a nadie?.
Era pobre de bienes, porque sus padres vivían de prestado, al paso que él ya no lo era con lo heredado de sus bienhechores, no tenía vicios ni le hacía ascos al trabajo, y de estampa, aunque le estuviera mal el decirlo, andaba bastante bien.
Entre tanto, la casa está patas arriba, y tu autoridad como la casa, porque la señora come a horas intempestivas las cosas más extravagantes, y tiene ascos, y náuseas, y todo lo escupe.
-Después, volvemos a los ascos del principio, y a los síntomas de marras, y a todas las enumeradas peripecias.
No saludaba con las dos, porque la izquierda se la oprimía dulce y clandestinamente Joaquinito Orgaz, quien jamás hizo ascos a platos de segunda mesa, en siendo suculentos.
Frígilis era apóstol ferviente del transformismo, le parecía absurdo y hasta ridículo hacer ascos al abolengo animal.
Haces ascos a mis guisos, porque comes en la mesa redonda de la fonda del Príncipe o en el café de París.
Este es el modo, que, según yo llevo observado, desde nada a bastante están los ascos y los reparos, desde bastante para arriba, ya todos somos iguales, y todo nos está bien.

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