Ejemplos con arrimados

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Machín padre y Machín hijo estaban los dos arrimados al fuego en la cocina.
Al mismo tiempo los objetos que le rodeaban, el armario, la cama, el lavabo, los bastones arrimados a la esquina, le aparecían de un tamaño diminuto.
Por las noches, arrimados a la lumbre si hacía frío, o reunidos en la sala baja, había de aguantar el chaparrón de la ojalatería carlista, que ni poco ni mucho me importaba.
Sentáronse los tres arrimados a una mesa, la dama y el Rey juntitos, mano con mano, frente a ellos Benifayó.
Si aquellos hermosos árboles no me fueron propicios, otros más arrimados al monte habían sido mis sagrados bosques citereos, y váyase lo uno por lo otro.
Como los españoles no habíamos visto, en lo que iba de siglo, Rey ni Roque a la moderna, más arrimados a la Libertad que al feo absolutismo, ardíamos en curiosidad por ver el cariz, el gesto, la prestancia del que nos mandaba Italia en reemplazo de los en buen hora despedidos Borbones.
En el fondo del patio se había establecido un sillero que hacía fondos de junco y tenía montones de ellos arrimados a la pared, los unos teñidos de rojo y puestos a secar, los otros sin teñir, cortados y apilados.
En cuanto le conocieron las intenciones los villavejanos más arrimados a la playa, le dieron tal zambullida en la mar, cogiéndole de improviso un anochecer, de diciembre, por más señas, y tal corrida de palos a la salida, que no esperó ni a mudarse la ropa para huir de Villavieja, lo mismo que un perro de aguas.
en su propósito, y hay otros, que vulgarmente los llaman arrimados a su proprio.
No lo fueron ni tanto siquiera, para mi gusto, las pocas que salieron a relucir después, mientras la mocetona rubia, y Facia, la mujer gris, que entraba y salía a menudo, daban los últimos toques a los condumios arrimados al fuego.
Dejado el pueblo atrás y comenzando ya a descender la cambera por la otra vertiente del monte, nos hallamos tope a tope con los dos comensales de marras, que estaban tomando el sol arrimados de espaldas a un vallado y apurando unas colillas.

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