Ejemplos con arremetían

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Muerto el gobernador y desbaratada la mayoría de la fuerza, los sobrevivientes regresaron a la precaria ciudad ante el temor de que los indios atacaran las mujeres y a los niños que habían quedado privados de defensa, y no se equivocaron porque de inmediato los indígenas arremetían contra las familias españolas.
El espíritu de caridad surgió en mí con irresistible fuerza, y sin acordarme de que la impostora me había ofendido, ni reparar en su raza usurera ni en su religión condenada, me fui contra los verdugos, y a uno le di un tajo en la cabeza, a otro tiré al suelo, y me harté de patearle mientras mis compañeros arremetían contra los demás y les ponían en rápida dispersión.
Pero Dios, que siempre protege a los débiles, quiso en aquel crítico día infundir en el alma de los pobres chicos una fuerza inaudita, y si los guardias arremetían con vigor, las descargas cerradas de aquella juventud impertérrita que no veía el peligro ni hacía caso de la muerte, detenían a los orgullosos veteranos.
El viejo se limpiaba las lagañas y daba unas carcajadas sin dientes, con tantos dobleces de mejillas que se arremetían a sollozos, mirando mi confusión.
¡Y era de ver, si llovía, cómo las delicadas sílfides, sacando fuerzas de flaqueza, arremetían con el lodo, cubriéndose el busto con la falda del vestido! ¡Y era hasta de admirar aquella procesión de blancas enaguas, iluminadas apenas por la mortecina luz de los veinticuatro faroles que enarbolaban los más obsequiosos acompañantes, a guisa de maceros o reyes de armas, en sus diestras!.
En la Edad Media, por ejemplo, ya en una encrucijada, ya en abierto palenque, topaba un caballero andante con otro, y para probar la bizarría respectiva o para hacer confesar al contrario, que su dama era la más hermosa, o por quítame allá esas pajas, se arremetían ambos con furia y se daban de lanzadas.
El espíritu de caridad surgió en mí con irresistible fuerza, y sin acordarme de que la impostora me había ofendido, ni reparar en su raza usurera ni en su religión condenada, me fui contra los verdugos, y a uno le di un tajo en la cabeza, a otro tiré al suelo, y me harté de patearle mientras mis compañeros arremetían contra los demás y les ponían en rápida dispersión.

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