Ejemplos con aristocracias

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Más allá de su sentido originario, para griegos y romanos las aristocracias fueron clases sociales bien definidas, que ejercían el poder o se empeñaban en manejarlo detrás de la escena.
La mayoría de las aristocracias surgen a partir de señores de la guerra, quienes se arrebataban mutuamente lo que podían, con lo que esta explicación es plausible.
La nueva clase social, designada por la partícula Vor al principio de sus apellidos, conserva cierto parecido con las aristocracias europeas del siglo XIX.
Las democracias y aristocracias tienen menos problemas a la hora de la sucesión, pero en el caso de la monarquía, es un tema más complejo, la dificultad más destacada en la sucesión monárquica es el derecho de sucesión.
Estas monarquías eran verdaderas aristocracias militares, en las que el rey era más un primus inter pares que un verdadero monarca absoluto.
Una de las principales limitaciones impuestas por los regimenes criollos fue el deseo de las aristocracias criollas locales de tener su pais propio dependiendo si la oportunidad se presentaba propicia.
, las aristocracias tenían que luchar para evitar ser derrocadas y reemplazadas por tiranos populistas.
En el transcurso de la primera mitad del siglo V, la degradación del comercio interprovincial hasta niveles testimoniales, el desgajamiento de la Bética de la estructura estatal imperial y la presencia de poderosas aristocracias terratenientes - que consideraban a la ciudad como marco ideal y necesario para dar rienda suelta a sus deseos de prestigio social e instrumento útil de dominio sobre las masas dependientes-, hicieron de Astigi un centro político independiente controlador de buena parte del valle del Genil, dentro de la que quedarían englobados y mediatizados tanto los centro urbanos de menor importancia como las aglomeraciones rurales.
Estos privilegiados afianzaran aún más la riqueza y el poder de las aristocracias nativas, a expensas de las masas y de sus conciudadanos peregrini.
La Circasia de esa época se dividía en dos regiones geográficas y étnicas, ocupadas por un gran número de tribus guerreras y gobernadas por aristocracias reales.
Cuando se hace referencia a las aristocracias en Ecuador, y éste como parte de Latinoamérica, hemos de tomar en cuenta que estas élites son producto del amalgamiento de instituciones indígenas y españolas.
Ella consagra, como las aristocracias, la distinción de calidad, pero las resuelve a favor de las calidades realmente superioreslas de la virtud, el carácter, el espíritu, y sin pretender inmovilizarlas en clases constituídas aparte de las otras, que mantengan a su favor el privilegio execrable de la casta, renueva sin cesar su aristocracia dirigente en las fuentes vivas del pueblo y la hace aceptar por la justicia y el amor.
El carácter odioso de las aristocracias tradicionales se originaba de que ellas eran injustas, por su fundamento, y opresoras, por cuanto su autoridad era una imposición.
Y ella que, cuando amenaza con lo innoble del rasero nivelador, justifica las protestas airadas y las amargas melancolías de los que creyeron sacrificados por su triunfo toda distinción intelectual, todo ensueño de arte, toda delicadeza de la vida, tendrá, aún más que las viejas aristocracias, inviolables seguros para el cultivo de las flores del alma que se marchitan y perecen en el ambiente de la vulgaridad y entre las impiedades del tumulto.
Si me afligió por un lado el saber que mi dama no estaba capacitada para segundas nupcias, me agradó mucho conocer su abolengo liberal, rancio y clarísimo, como esas aristocracias cargadas de blasones.
La ópera es el puro señorío, y el aquel más fino de las aristocracias nobles, como quien dice, porque todo allí es de familias reales, y por eso el teatro se llama Real, siendo reyes los tenores y reinas las cantarinas, o tiples.
Cuento entre mis amistades, , hombres maduros de ambas aristocracias, y damas y señoritas o de la más alta distinción.
Gala es de ambas aristocracias, castellana y aragonesa, y digna de que se estampe con letras de oro en el libro de la fama su bonito nombre: Pilar de Loaysa, por nacimiento Condesa de Arista, amén de otros sonoros títulos, por enlace, Condesa-Duquesa de Cardeña y Ruy-Díaz.
Pero darle semejante nombre, hoy que su menos importante uso es el que nos sirve de pretexto para llevarlo a todas partes, recordarle su pecado original, hoy que esos mismos franceses no admiten más aristocracias que la del talento, la de la virtud y la del que ha tenido el talento y la virtud de matar muchos hombres, llamar, en fín, al pañuelo, cuando todos los idiomas se afanan de consuno en dar denominaciones figuradas y a otras cosas que se emplean en peores usos, es notoria injusticia, es atroz atentado, es horrible arbitrariedad que rechaza la hidalguía española, y que de obligación toca combatir a los descendientes del nunca bien ponderado desfacedor de agravios D.
todas las aristocracias contra la vil canalla de las calles.
Juzgándose de la estirpe de los privilegiados de la tierra, profesó en política como conservador y rabioso defensor de aristocracias.
En estos balcones, trescientos mil espectadores romanos, italianos, extranjeros venidos de las cuatro partes del mundo, reunidas todas las aristocracias de nacimiento, de dinero, de talento, mujeres encantadoras, que sufriendo la influencia de aquel espectáculo se inclinan sobre los balcones y fuera de las ventanas, hacen llover sobre los carruajes que pasan una granizada de confites, que se les devuelve con ramilletes, el aire se vuelve enrarecido por los dulces que descienden y las flores que suben, y sobre el pavimento de las calles una turba gozosa, incesante, loca, con trajes variados, gigantescas coliflores que se pasean, cabezas de búfalo que mugen sobre cuerpos de hombres, perros que parecen andar con las patas delanteras, en medio de todo esto una máscara que se levanta, y en esa tentación de San Antonio soñada por Cattot, algún Asfarteo que ve un rostro encantador a quien quiere seguir, y del cual se ve separado por especies de demonios semejantes a los que se ven en sueños, y tendrá una débil idea de lo que es el Carnaval en Roma.
La ópera es el puro señorío, y el aquel más fino de las aristocracias nobles, como quien dice, porque todo allí es de familias reales, y por eso el teatro se llama Real, siendo reyes los tenores y reinas las cantarinas, o verbigracia tiples.
Tal fue la primera parte de mis primeros amores serios, que no pasaron, naturalmente, inadvertidos para don Inginio, quien no les puso obstáculos, sin embargo, considerando que el hijo de Gómez Herrera y la hija de Rivas estaban destinados el uno a la otra, por la ley sociológica que rige a las grandes casas solariegas, en el sentir de los creyentes, todavía numerosos, en estas aristocracias de nuevo o de viejo cuño.
Así como las tituladas democracias no lo son, las pretendidas aristocracias no pueden serlo.
Tampoco el elemento mercantil, que todo lo fía al sosiego y a la tranquilidad, me miraba de buen ojo, por los mismos defectos de juventud o inexperiencia, y en cuanto a las aristocracias de los pergaminos y del dinero, ¿cómo habían de simpatizar con un matón de barricada, convertido en personaje político de la noche a la mañana? En cambio, estas dos importantes porciones de aquella sociedad heterogénea, eran muy partidarias de mi mujer, por lo mismo que ésta llevaba, como su madre, pintado en la cara el asco que le producían gentes y cosas del nuevo orden, lo cual era, entre los liberales crudos, otro pecado notorio que pesaba sobre mí.
Las aristocracias son lógicas al desdeñar a los advenedizos: los consideran descendientes de criados enriquecidos y suponen que han heredado su domesticidad al mismo tiempo que las talegas.
En el pueblo mejicano es, pues, instintiva la sociabilidad, y siendo alegre, decidor, chungón y músico y bailador, como el andaluz, una de estas fiestas campestres reúne el doble de encanto de la llaneza labriega y la profusión espontánea de la hospitalidad rumbosa de las dos aristocracias del oro y de la sangre.
Hay una ‘’vis medicatrix naturae’’ que corrige el abellacamiento de las naciones: la formación intermitente de sucesivas aristocracias del mérito.
En cambio, es ridículo el concepto de las aristocracias tradicionales: conciben la sociedad como un botín reservado a una casta, que usufructúa sus beneficios sin estar compuesta por los mejores hombres de su tiempo.

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