Ejemplos con aprisionaba

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Dordonii comienza a reírse mientras vapulea a su rival y lo acorrala en el aire mientras le insta a usar el bankai, sin embargo Ichigo logra liberarse con un Getsuga Tenshou que disuelve el aire que forma el tentáculo que lo aprisionaba, cae a tierra y trata de cortar a su rival, pero este detendrá su ataque con el antebrazo desnudo y lo rechazará lejos, tras lo cual, enfurecido une los dedos índice y meñique de cada una de sus manos, formando un rectángulo para lanzar un Cero como correctivo.
Pero Blasco Núñez continuaba en Lima las generalidades y violencias de que había venido dando muestras en el tránsito, con lo que crecía su impopularidad la conciencia que de ello tenía, aumentaba su desconfianza y ésta exasperaba mas su ánimo recelando aún de su predecesor Vaca de Castro, le aprisionaba en su mismo palacio, poniéndole después abordo de un buque: suponiéndole autor del pasquín antes citado pretendía ahorcar en su propia casa a Antonio del Solar, encomendero de Barranca, por último, en un arrebato de cólera mataba a puñaladas, con su propia mano y en su propia estancia.
Hasta principios de los noventa vivía en estas islas el célebre Peluso, un macho de avanzada edad que se haría popular tras una aparatosa operación de captura para liberarle de un aro de una red de pesca que le aprisionaba el cuerpo, y que murió posteriormente por causas desconocidas.
Allí, no pudo soltar a su amigo de la banda de acero que le aprisionaba la mano, por lo que Maedhros le volvió a pedir que acabase con su vida pero Fingon le cortó la mano por encima de la muñeca y, con la ayuda de Thorondor, volvieron a Mithrim.
Al día siguiente, a las once de la mañana, cambió el viento, al mismo tiempo que subía la marea, y la María Isabel se zafó del cieno que la aprisionaba y comenzó a navegar, saludada por los vivas y los hurras de los chilenos.
¿Para qué, entonces, la existencia de lo creado? ¿No tenía la humanidad otro fin que engañarse a sí misma, dando vueltas por su propio esfuerzo a la caja circular que la aprisionaba, como esos pájaros que con sus saltos mueven una jaula que es su cárcel?.
Un sabio aconsejaba que desde los primeros meses se les calzara con zapatos de suela, otro tronaba contra esta horrible costumbre y vaticinaba resultados tristísimos si se les aprisionaba los pies.
Era de un solo piso, vetusta, gran corredor de madera ya carcomida, cubierto casi todo él por una vigorosa parra, que lo aprisionaba por debajo con sus mil brazos secos y le servía de hermosa guirnalda por arriba, el vasto alero del tejado poblado de nidos de golondrinas, la puerta de la calle negra por el uso y partida al medio como las de toda aquella comarca, por entrambos lados huerta, cuyos árboles frutales aventajaban con mucho la altura de la pared.
El río, iluminado por los rayos oblicuos del sol, era un cinturón de plata bruñida que lo aprisionaba.
Otro bonito colorín, diestro cimbel, asido a la varilla saliente que estaba fija a una tabla de pino, volaba a cada momento hasta donde lo consentía el hilo largo que le aprisionaba, y volvía con mucho donaire a posarse en la varilla.
Parecíale sentir todavía el roce de los fantasmas groseros y cínicos, cubiertos de peste, oler hediondas emanaciones de sus podredumbres, respirar en la atmósfera fría, casi viscosa, de los subterráneos en que el delirio la aprisionaba.
Aquella jaula aprisionaba a un pichón salvaje, que tenía al cuello un collar de perlas admirables.
Sobre los hombros redondos llevaba una pañoleta roja, de largos flecos, prendida sobre el curvo seno con un broche que a la vez aprisionaba un manojito de malvas de olor y pencas de albahaca.
¿a ver? -dijo Gloria sacando las monedas del papelejo que las aprisionaba-.
Era un anciano de encapotados ojos, amauta famoso, que determinaba la hora y el lugar de las fiestas del Cápac Raymy cuando se aprisionaba al Sol para recibir el homenaje del pueblo.
–¡El Sol! ¿Sabes tú acaso, ingenuo pastor, o viejo noble, o alfarero que seas, sabes tú si somos los únicos hijos del Sol? ¿Tú sabes si cuando se oculta en las noches va a visitar otros reinados? El amauta Ticti, el que lo aprisionaba en su castillo, el que anunciaba su color, sus tristezas y sus luchas con las otras deidades, se lo contó a mi padre: el Sol tiene otros hijos.

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