Ejemplos con apoyándola

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Este tipo particular de sacrificio también se llama el truco del Gancho y la Escalera, para la dama blanca que está situada precariamente en la cima de la escalera, mientras que la torre está en la base, apoyándola.
Judit aún empuña, apoyándola en su espalda, la espada con la que ha realizado su venganza hace poco, con la otra mano, posada con un gesto cómplice sobre la espalda de la doncella, parece quererla contenerla, como turbada por un rumor exterior.
Lo comprendí porque ciertos cristianos repitieron la frase en castellano, con intención, apoyándola con repetidos ¡sí!, ¡sí!.
-Eso es -dijo don Roque, apoyándola muy ufano,- ¿qué ha de parecerle a ella? Lo que a nosotros.
Durante ellos, Irene, que ya salía a la mesa, aunque pálida y desalentada, dueña de todo su discurso y bien provista de resolución y de entereza, se vio tentada varias veces a provocar otra entrevista como la primera para resolver su conflicto con una negativa terminante, apoyándola, en caso necesario, en razones de buen temple, que tenía acopiadas para eso, pero, reflexionando que nadie había vuelto a decirla una palabra que tuviera la más remota conexión con el empecatado negocio, al paso que su padre y su madre hasta despilfarraban las de cariño, por si esto era señal de que, enjuiciadas las cabezas y vistas las cosas claras, se pretendía poner término al asunto de aquel modo tan prudente y delicado, que a ella le parecía de perlas, decidiose a callar también, y a la chita callanda observaba, para ajustar su conducta a los sucesos.
Quizá haya un momento en que, desembarazado de las preocupaciones que han precipitado la redacción de esta obrita, vuelva a refundirla en un plan nuevo, desnudándola de toda digresión accidental, y apoyándola en numerosos documentos oficiales, a que sólo hago ahora una ligera referencia.
Oyó Nones tranquilo y severo, con atención profunda, sin hacer aspavientos, sin mostrar sorpresa, como quien tiene por oficio oír y perdonar los mayores pecados, y luego que el otro echó la última palabra, apoyándola en un angustiado suspiro, volvió Nones a sacar la petaca y dijo con inalterable sosiego:.

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