Ejemplos con amonesta

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Cuando se comete una falta de manera involuntaria y sin incidentes el árbitro amonesta verbalmente al luchador y le quita uno o más puntos como penalización.
En la quinta cuestión amonesta a los que defraudan en en el pago del diezmo y ofrece al pueblo la posiblididad de enmendar su conducta y entonces Yahvéh abrirá las esclusas del cielo y derramará la benéfica lluvia.
La razón amonesta, el corazón recuerda.
esta promesa, he vivido borracha casi dos meses, porque él me amonesta con.
Grande es la insensibilidad de los obstinados en proseguir el mal camino que empiezan, pues ni le quieren dejar, ni dejar de afligir a quien los amonesta, ni conocen el portento ni el milagro.
Gabriel le toma cariñosamente y le amonesta:.
No es muy aficionado á la campanilla: á los de la oposición, cuando ve que los ministros se impacientan y que ya no hay mas remedio, les da un toque de atención, los amonesta suavemente y los requiere á entrar en la cuestión aunque estén dentro de ella: á los de la mayoría, si como sucede con frecuencia, se extravían con pesados episodios ó invierten en una rectificación hora y media, se contenta con empuñar la campanilla y sin sonarla amenazarlos con ella: á los ministros no es extraño que los deje hablar siempre y cuanto quieren porque así lo dispone el reglamento, pero cuando se salen de la cuestión, debería S.
Levantándose entonces Catón y mirándole indignado: “¿Cuándo o cómo- le dijo- he dado yo motivo sin saberlo para que se crea que he perdido el juicio? Nadie me amonesta y corrige por haber tomado alguna desacertada disposición, ¿y se me quiere prohibir que me dirija por mi razón y se me desarma? ¿Por qué, oh joven, no atas a tu padre, volviéndole las manos a la espalda hasta que venga César y me encuentre en estado de que ni siquiera pueda defenderme? Porque puedo muy bien no pedir la espada contra mí, cuando con detener un poco el aliento o con estrellarme contra la pared está en mi mano el morir”.
Con todo, levantándole y dándole la diestra, lo encomendó a Tuberón, y reuniendo después fuera de la tienda a sus hijos y yernos, y a los más jóvenes de los que tenían mando, estuvo largo rato pensativo entre sí con gran silencio, tanto, que todos estaban admirados, mas comenzando luego a disertar sobre la fortuna de los sucesos humanos: ¿Habrá hombre- exclamó- que en la presente prosperidad crea que le es dado engreírse y envanecerse de que ha sojuzgado una nación, una ciudad o un reino? La Fortuna, poniéndonos a la vista esta mudanza como un ejemplo en el que todo conquistador contemple la común flaqueza, nos amonesta que nada debemos considerar como estable y seguro, porque ¿cuál será el tiempo en que pueda el hombre vivir confiado, cuando el dominar a los otros obliga a estar más temeroso de la Fortuna, y la idea de que la suerte revuelve y acarrea por veces iguales desastres, ahora a unos y luego a otros, debe infundir recelos al que se huelga como más favorecido? ¿Acaso viendo que la herencia de Alejandro, cuyo poder y dominación llegó al grado más alto que se ha conocido, en menos de una hora la habéis humillado bajo vuestros pies, y que unos reyes, que poco ha imperaban a tantas legiones de infantería y a tantos escuadrones de caballería, reciben ahora la comida y bebida diaria de manos de los enemigos, podéis pensar que vuestras cosas han de tener una consistencia que pueda prevalecer contra el tiempo? ¿No será más razón que, dando de mano a ese orgullo y a esa vanidad de la victoria, reprimáis vuestros ánimos, estando siempre atentos a lo futuro, para ver qué fin prepara el hado a cada uno de vosotros en contrapeso de tamaña felicidad?” Pronunciadas estas y otras semejantes razones, se dice que despidió Emilio a aquellos jóvenes, y que los dejó muy corregidos de su vanagloria y altanería, conteniéndolos como un freno con aquella alocución.
Pero, atento a que suelen ser estériles las palabras sin las obras, se les amonesta que.
Porque virtud nos amonesta sufrir las tentaciones e no dar mal por mal, e especial, quando somos tentados por moços e no bien instrutos en lo mundano, en que con necia lealtad pierdan a sí e a sus amos, como agora tú a Calisto.

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