Ejemplos con amenazando

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

En la Edad Media, la fuerza del viento fragmentó las dunas en trozos de forma de W, activándolas en agrupaciones de dunas vivas en V con el frente dirigido hacia el Este, amenazando los campos de cultivo, núcleos de población y destruyendo el bosque primitivo.
Esta casado con Nuria Van Den Berghe, mujer que va por los blogs del diario QUE! amenazando a sus usuarios con supuestas denuncias.
Etelfrido insistió una segunda y una tercera vez, prometiendo grandes cantidades de plata y amenazando con la guerra de no cumplirse sus deseos.
Al mando de su reforzada división se dirigió al puerto de Kingston, en Jamaica, amenazando a continuación a las plazas de Santa María y Cartagena de Indias, que ya habían sido conquistadas por Simón Bolívar.
El rey Carlos III enviaba una pragmática a la isla prohibiendo que se insultase a los antiguos judíos, gente laboriosa y honrada , amenazando con pena de presidio al que los llamase.
Calle usted, herejoteamonestó doña Emerenciana, amenazando con el abanico.
No empeoraba, porque ya no podía estar peor, y su vivir, más que vida, era agonía lenta, no muy penosa, amargándola solamente unas crisis de tos que traían a la garganta las flemas del pulmón deshecho, amenazando ahogar a la enferma.
Pero después de salir el sol, negros y espesos nubarrones que surgieron del horizonte de tierra, se habían acumulado sobre aquel paraje de la costa, amenazando descargar muy pronto su pesado fardo de agua.
Los jinetes de la guardia civil corrían al trote por la plaza, amenazando con sus sables.
Se celebraba en ella un gran mitin de protesta contra los patronos, por no querer aceptar las proposiciones de los mineros, los cuales venían amenazando con una huelga hacía dos meses.
Las señoras, amenazando con no comprar en los establecimientos cuyos dueños votasen al candidato liberal, el dinero, entrando en los barrios populares como un veneno que enloquecía a la gente y la hacía terminar sus disputas a palos y tiros, las damas ricas, deslizándose en los tugurios de los miserables, arrogantes como amazonas, con el bolso abierto y el paquete de papeletas electorales.
Que no le hablasen a él del populacho de las minas, corrompido y sin fe, hombres de todas las provincias, llegados en invasión, trayendo con ellos lo peor de España, contaminando con sus vicios la pureza del país, siempre descontentos y amenazando con huelgas, deseando el exterminio de los ricos y comparando su miseria con el bienestar de los demás, como si hasta en el cielo no existiesen categorías y clases.
En las noches tormentosas, cuando el viento pasa de parte a parte la casucha por sus resquicios y grietas, amenazando derribarla, los cuerpos vestidos y malolientes se buscan y se estrechan ansiando calor, y los sudores se juntan, las respiraciones se confunden, la suciedad fraterniza.
Somos un pueblo triste, Gabriel: lo llevamos en la médula, no sabemos cantar si no es amenazando o llorando, y la canción es más hermosa cuando tiene más suspiros, hipos dolorosos y estertores de agonía.
Hasta buscaron a la policía para que, amenazando a la chica, no molestase más al oficialete con sus terquedades de abandonada.
Pero las lluvias habían maltratado las bóvedas, amenazando destruirlas, y el cabildo cubrió la catedral con un techo de pardas tejas, que daba a la Iglesia Primada el aspecto de un almacén o de una inmensa casa de vecindad.
Afianzóse Martínez las gafas de oro, torció la descomunal cabeza, y amenazando a Currita con su gordo y porrón dedo, como hace el dómine que echa al niño una reprimenda cariñosa, le dijo:.
Las escenas de Lauzun, amenazando con el bastón a la duquesa de Montpensier, su esposa, y gritándole: ¡Luisa de Borbón, quítame las botas! , no eran, sin duda, desconocidas a la infeliz señora.
El gobernador comenzó a bufar de nuevo, amenazando entre enérgicas interjecciones hacer con mantillas y peinetas lo que Esquilache hizo con capas y sombreros.
Y como todo esto, en concepto del ventrudo patrón, era una deshonra para su establecimiento, al escuchar las murmuraciones de las comadres volvía a enfurecerse, amenazando con su cuchilla al tímido criado, o increpaba al tío para que corrigiese al pillete de su nieto.
Allí estaba la Valencia, enorme ascua de oro, brillante y luminosa desde la plataforma hasta el casco de la austera matrona que simboliza la gloria de la ciudad, y después, erguidos sobre los pedestales los santos patronos de las otras : San Vicente, con el índice imperioso, afirmando la unidad de Dios, San Miguel, con la espada en alto, enfurecido, amenazando al diablo sin decidirse a pegarle, la Fe, pobre ciega, ofreciendo el cáliz donde se bebe la calma del anulamiento, el Padre Eterno, con sus barbas de lino, mirando con torvo ceño a Adán y Eva, ligeritos de ropa como si presintiesen el verano, sin otra salvaguardia del pudor que el faldellín de hojas, la Virgen, con la vestidura azul y blanca, el pelo suelto, la mirada en el cielo y las manos sobre el pecho, y al final, lo grotesco, lo estrambótico, la bufonada, fiel remedo de la simpatía con que en pasadas épocas se trataban las cosas del infierno, la , Pintón coronado de verdes culebrones, con la roja horquilla en la diestra, y a sus pies, asomando entre guirnaldas de llamas y serpientes, los Pecados capitales, horribles carátulas con lacias y apolilladas greñas, que asustaban a los chicuelos y hacían reír a los grandes.
Queriendo intervenir en todo, todo se degrada a su contacto, hasta que, convencido, como el niño que quiere acariciar la luna, de su libre impotencia, resígnase escarmentado, oye razones, atiende a consejos y confía, áun amenazando con su cólera, a manos más expertas que las suyas, lo que estas rompen o desbaratan para que aquellas construyan o edifiquen.
Se armó tal zaragata, que tuvo que intervenir Ido con frases de concordia, y Segunda manoteaba, echando la culpa al calzonazos de su hermano, y este increpaba a Encarnación, y la chiquilla daba de rechazo contra Maxi, y fue tal el vocerío que hubo de presentarse en la puerta, que estaba abierta, Estupiñá, y penetró en la casa con ademanes policiacos, mandando callar a todo el mundo y amenazando con traer una pareja.
Completó su pensamiento, amenazando con el puño cerrado a un ser invisible: Tiene que volver ¿Pues tú qué creías? Y si él no me busca, le buscaré yo Yo tengo mi idea, y no hay quien me la quite.
—¡Ah viejo infame!—gritó Manuel, volviéndose hácia el caseron con el puño cerrado, como amenazando derribar aquellas paredes y sepultar bajo sus escombros a D.
La comedia era tal, que con ser yo un asno en esto de la poesía, me pareció que la habia compuesto el mismo Satanas para total ruina y perdicion del mismo poeta, que ya iba tragando saliva, viendo la soledad en que el auditorio le habia dejado, y no era mucho, si el alma présaga le decia allá dentro la desgracia que le estaba amenazando, que fué volver todos los recitantes, que pasaban de doce, y sin hablar palabra, asieron de mi poeta, y si no fuera porque la autoridad del autor llena de ruegos y voces se puso de por medio, sin duda le mantearan.
Llevaba designio el arraez de despuntar la isla, y tomar abrigo en ella por la banda del norte, mas sucedióle al reves su pensamiento, porque el viento cargó con tanta furia, que todo lo que habíamos navegado en dos dias, en poco mas de catorce horas nos vimos a seis millas o siete de la propia isla de donde habíamos partido, y sin remedio alguno íbamos a embestir en ella, y no en alguna playa, sino en unas muy levantadas peñas que a la vista se nos ofrecian, amenazando de inevitable muerte nuestras vidas: vimos a nuestro lado la galeota de nuestra conserva, donde estaba Leonisa, y todos sus turcos y cautivos remeros haciendo fuerza con los remos para entretenerse y no dar en las peñas: lo mismo hicieron los de la nuestra con mas ventaja y esfuerzo a lo que pareció, que los de la otra, los cuales cansados del trabajo, y vencidos del teson del viento y de la tormenta, soltando los remos se abandonaron y se dejaron ir a vista de nuestros ojos a embestir en las peñas, donde dió la galeota tan grande golpe, que toda se hizo pedazos: comenzaba a cerrar la noche, y fué tamaña la grita de los que se perdian y el sobresalto de los que en nuestro bajel temian perderse, que ninguna cosa de las que nuestro arraez mandaba se entendia ni se hacia, solo se atendia a no dejar los remos de las manos, tomando por remedio volver la proa al viento y echar dos áncoras a la mar para entretener con esto algun tiempo la muerte que por cierta tenian, y aunque el miedo de morir era general en todos, en mí era muy al contrario, porque con la esperanza engañosa de ver en el otro mundo a la que habia tan poco que deste se habia apartado, cada punto que la galeota tardaba en anegarse o en embestir en las peñas, era para mí un siglo de mas penosa muerte: las levantadas olas que por encima del bajel y de mi cabeza pasaban, me hacian estar atento a ver si en ellas venia el cuerpo de la desdichada Leonisa.
Los moros, que eran de poco ánimo, viendo hablar de aquella manera a su arráez, quedáronse espantados, y sin ninguno de todos ellos echar mano a las armas, que pocas o casi ningunas tenían, se dejaron, sin hablar alguna palabra, maniatar de los cristianos, los cuales con mucha presteza lo hicieron, amenazando a los moros que si alzaban por alguna vía o manera la voz, que luego al punto los pasarían todos a cuchillo.
Puestas y levantadas en alto las cortadoras espadas de los dos valerosos y enojados combatientes, no parecía sino que estaban amenazando al cielo, a la tierra y al abismo: tal era el denuedo y continente que tenían.
Dábanle voces sus amos que no le diese tanto y que le dejase, pero estaba ya el mozo picado y no quiso dejar el juego hasta envidar todo el resto de su cólera, y, acudiendo por los demás trozos de la lanza, los acabó de deshacer sobre el miserable caído, que, con toda aquella tempestad de palos que sobre él vía, no cerraba la boca, amenazando al cielo y a la tierra, y a los malandrines, que tal le parecían.

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