Ejemplos con amarillentas

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Las plumas remeras son más oscuras con las orillas amarillentas y en la cola las rectrices también son más oscuras.
Da unas flores blancas o amarillentas y que despiden una peculiar fragancia.
Tiene muy fuertes espinas amarillentas, a la madurez las pierde.
Hay una fila de manchas obscuras y amarillentas a cada lado, a veces unida a una banda ondulada.
Cuerpo pardo grisáceo oscuro, y partes ventrales amarillentas, cabeza negruzca con manchas manchas blancas debajo de los ojos, orejas grandes, cola bicolor negra y blanca.
También emotivos elogios abundan en las amarillentas páginas de los álbumes que se acumulan en la oscuridad de un antiguo baúl.
Poseen el cuerpo aplanado, de color negro, a veces con manchas amarillentas o rojas, y el tegumento es blando.
Flores blancas amarillentas, muy pequeñas, axilares, se disponen de a tres sobre un pedúnculo común, y florece en verano.
La mayor parte de ellas tienen flores pequeñas de color blanco o amarillentas que a menudo estas escondidas entre las brácteas.
Flores grandes, terminales, blancas amarillentas, dispuestas en capítulos en inflorescencias densas.
En el otoño las hojas toman coloraciones rojizas y amarillentas.
Su cara y la garganta son claras pardo amarillentas.
Flores en espigas, cilíndricas, tubulosas, amarillentas, muy perfumadas, floreciendo en primavera.
De las ramas fértiles sale un pedúnculo terminal con dos o tres espigas florales cubiertas de brácteas ovales amarillentas, que en sus axilas tienen los esporangios amarillos y resinosos.
Le tenía cogido de las manos, le miraba cariñosamente con sus pupilas amarillentas.
Ella le había enseñado algo de francés y un poco de piano en un antiguo instrumento de teclas amarillentas y gran frontispicio de seda roja que casi llegaba al techo.
Se adivinaba su trabajo por las pequeñas nubes amarillentas que flotaban en el aire, por las columnas de humo que surgían en varios puntos del paisaje, allí donde había ocultas tropas alemanas formando una línea que se perdía en el infinito.
Las mujeres le enseñaban sus criaturas amarillentas, con los ojos velados por el hambre y una respiración apenas perceptible.
Los capotes azules se habían convertido en vestiduras andrajosas y amarillentas, los pantalones rojos blanqueaban con un color de ladrillo mal cocido, los zapatos eran bolas de barro.
El sol del otoño enrojecía las amarillentas montañas del litoral, secas y olorosas, cubiertas de hierbas de bravos perfumes que se esparcían a largas distancias.
En su bahía, de cortas olas, se alzaban varias islas amarillentas, con franjas de espuma, y sobre una de ellas las torres robustas del novelesco castillo de If.
Y las dos señoras iban a ver unas pinturas borrosas que demuestran cómo no hay nada nuevo y original en este mundo: figuras amarillentas y desnudas, iguales a primera vista, sin otra novedad que el exagerado abultamiento del sexo diferencial.
Era algo de irresistible novedad para este ruedamundo que sólo había conocido cobrizas de carcajada bestial, asiáticas amarillentas de gestos felinos o europeas de los grandes puertos, que a las primeras palabras piden de beber y cantan sobre las rodillas del invitante, poniéndose su gorra como testimonio de amor.
El campanero, el manchador, el zapatero y el subían por la noche a las habitaciones de la torre sin llamar al maestro, y allí exhalaban su odio contra lo existente, frente a las estampas olvidadas, amarillentas y rugosas que reproducían los episodios sin gloria de la guerra carlista.
La barraca y la fortuna del odiado intruso alumbrarán tu cadáver mejor que los cirios comprados por la desolada Pepeta, amarillentas lágrimas de luz.
En la una, las patatas amarillentas, los reventones garbanzos sacando fuera del estuche de piel su carne rojiza, la col, que se deshacía como manteca vegetal, los nabos blancos y tiernos, con su olorcillo amargo, y en la otra fuente las grandes tajadas de ternera, con su complicada filamenta y su brillante jugo, el tocino temblón como gelatina nacarada, la negra morcilla reventando, para asomar sus entrañas al través de la envoltura de tripa, y el escandaloso chorizo, demagogo del cocido, que todo lo pinta de rojo, comunicando al caldo el ardor de un discurso de club.
Mirábase al espejo por las mañanas, y en aquella consulta infalible notaba fláccidas y amarillentas sus mejillas, antes lozanas, la frente se apergaminaba, y tenía los ojos enrojecidos y llorones.
Sobre la verja se inclinaba añoso olivo, donde nidaban mil gorriones alborotadores, que a veces azotaban y sacudían el ramaje con su voleteo apresurado, y hacíale frente una enorme mata de hortensia, mustia y doblegada por las lluvias de la estación, graciosamente enfermiza, con sus mazorcas de desmayadas flores azules y amarillentas.
Al pie mismo de la torre, el huerto de los Pazos se asemejaba a verde alfombra con cenefas amarillentas, en cuyo centro se engastaba la luna de un gran espejo, que no era sino la superficie del estanque.
—Los románticos son idólatras de sí mismos, de sus pasiones, de sus afectos, de sus amarillentas adoradas y de otras pobrezas terrenales.

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