Ejemplos con amarguen

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

No estás envuelta en grasa como este pecador, ni tienes dolencias que te amarguen las noches.
Por fortuna me he redimido un tanto de las preocupaciones y falsas ideas del romanticismo, y aunque no del todo exento de ellas, pues aun me queda en el alma lamartiniana levadura, miro la vida de otro modo, no pretendo que todo sea a mi gusto y a medida de mi deseo, y vivo tranquilo, como vive toda buena persona, sin que me atormenten poéticos anhelos, ni me divaguen devaneos inútiles, ni me amarguen delicadas sensiblerías.
¡Oh tú, gloria y honor de cuantos visten las túnicas de acero y de diamante, luz y farol, sendero, norte y guía de aquellos que, dejando el torpe sueño y las ociosas plumas, se acomodan a usar el ejercicio intolerable de las sangrientas y pesadas armas! A ti digo ¡oh varón, como se debe por jamás alabado!, a ti, valiente juntamente y discreto don Quijote, de la Mancha esplendor, de España estrella, que para recobrar su estado primo la sin par Dulcinea del Toboso, es menester que Sancho, tu escudero, se dé tres mil azotes y trecientos en ambas sus valientes posaderas, al aire descubiertas, y de modo que le escuezan, le amarguen y le enfaden.
En la satisfacción completa de las necesidades morales y físicas, en el disfrute de la vida, sin amenazas ni cargas que la amarguen, están radicados tanto el interés particular de los individuos, como el de la colectividad.
por más que nos amarguen, todas son buenas:.
Déxame tú, que si yo les caygo en el rastro, quándo se veen e cómo, por dónde e a qué hora, no me ayas tú por hija de la pastellera vieja, que bien conosciste, si no hago que les amarguen los amores.
-Ya lo oyes, Gedeón -añadió el atildado célibe, rasgando su boca hasta los oídos, como si tras el gesto se dispusiera a dar el salto alevoso sobre su amigo para hincar en él el diente emponzoñado-, todos, aunque por diferente senda, hemos venido a parar al mismo punto: al presidio del matrimonio, en el cual lo menos que se pierde es la libertad del soltero, esa que nos permite vivir como el ave en el espacio, como el pez en el agua, tener por patria el mundo entero, y por soberano la voluntad, contemplar, en fin, el de la vida, con ojos serenos, sin que nos amarguen aquellos instantes supremos las lágrimas de los que dejamos si nos necesitan en el mundo, o el regocijo de los que nos heredan, esos tiernísimos pedazos de nuestro corazón, llamados hijos.

© Todos los derechos reservados Buscapalabra.com

Ariiba