Ejemplos con alemán

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Un pensador ilustre, que comparaba al esclavo de las sociedades antiguas con una partícula no digerida por el organismo social, podría quizá tener una comparación semejante para caracterizar la situación de ese fuerte colono de procedencia germánica, que establecido en los Estados del centro y del Far-West conserva intacta en su naturaleza, en su sociabilidad, en sus costumbres, la impresión del genio alemán, que en muchas de sus condiciones características más profundas y enérgicas debe ser considerado una verdadera antítesis del genio americano.
Desde que nuestro siglo asumió personalidad e independencia en la evolución de las ideas, mientras el idealismo alemán rectificaba la utopía igualitaria de la filosofía del siglo XVIII y sublimaba, si bien con viciosa tendencia cesarista, el papel reservado en la historia a la superioridad individual, el positivismo de Comte, desconociendo a la igualdad democrática otro carácter que el de un disolvente transitorio de las desigualdades antiguas y negando con igual convicción la eficacia definitiva de la soberanía popular, buscaba en los principios de las clasificaciones naturales el fundamento de la clasificación social que habría de substituir a las jerarquías recientemente destruídas.
Por primera vez la gran fecha de Francia era festejada en un buque alemán, y mientras los músicos seguían paseando por los diversos pisos una Marsellesa galopante, sudorosa y con el pelo suelto, los grupos matinales comentaban el suceso.
¡Una espía! Por todos lados se tropezaba con los manejos del espionaje alemán.
Un negociante marsellés amigo de Ferragut se acordaba de que, algunos meses antes, había sido ejecutado un espía alemán sorprendido en el puerto.
El dueño del , un alemán gordo de piernas, cuadrado de cabeza, con pelos duros de cepillo y mostachos colgantes, respondía al apodo de.
Nos instalamos en esta casa, que es de un electricista alemán amigo de la doctora.
Podía responder negativamente a tales preguntas, le sería difícil al alemán probar sus afirmaciones, pero prefirió decir la verdad, con la sencillez del que no intenta disimular su culpa, describiéndose tal como había sido, ciego de torpe pasión, arrastrado por los artificios amorosos de una aventurera.
Su mirada sostuvo la mirada del alemán, y le habló en español con voz sorda.
Un telón pareció rasgarse en su memoria con doloroso crujido, dejando pasar torrentes de luz Era el falso conde ruso, estaba seguro de ello, Von Kramer, el marino alemán, afeitado y desfigurado, que trabajaba sin duda en Marsella, montando nuevos servicios, meses después de haber preparado la entrada de los sumergibles en el Mediterráneo.
El espionaje alemán se agitaba como los personajes de una novela policíaca, y la gente no quería creer en sus trabajos, aunque estos trabajos pasasen ante sus ojos, por parecerle demasiado gastados y fuera de moda.
Si les sorprendía la noche en su encierro, se dirigían a toda prisa a un café del interior de la ciudad, una cervecería, cuyo dueño hablaba en voz baja con Freya, empleando el idioma alemán.
Representaban los tales puestecillos la industria chica y modesta, aquí un viejo alemán pregonaba vasos de cristal para beber las aguas, y con una rueda de esmerilar, a vista del comprador, grababa en el cristal las iniciales de su nombre, allá un suizo ofrecía juguetes, muñecos, cajitas y plegaderas grabados en leño de haya por los pastores, acá se feriaban lentes, acullá peines y objetos de escritorio.
Este burgués indignado era un alemán: uno de los que ayudaban a la doctora.
Había nacido de la unión de un alemán y una italiana, igual que la otra Pero la púdica emperatriz sonreía ahora de su desnudez, estaba satisfecha de ser simplemente Freya.
Después de publicar el grandioso manifiesto de Montecristi de despachar el barco expedicionario para Maceo, de vencer cuantas dificultades le salieron al camino, se embarcó, en unión de cinco compañeros, Máximo Gómez, Paquito Borrero, Ángel Guerra, César Salas y Marcos del Rosario, en un vapor alemán que había llegado de paso a Cabo Haitiano, y que según la promesa de su Capitán a Martí, los conduciría cerca de las costas de Cuba y les cedería un bote para llegar a tierra.
Felipe IIcontinuóera un extranjero, alemán hasta los huesos.
Era el fraile alemán, que llegaba con su brutalidad devota y su locura teológica, no templada, como en España, por la cultura semita.
Algo atisbó, sin embargo, que vino a despertarle la sospecha de que el tal proyecto de tratado secreto no era precisamente con el Gobierno alemán, sino con la repostería de Lhardy, poderosa potencia gastronómica de la Carrera de San Jerónimo: entre los peludos dedos del diplomático asomaba por una esquinita la viñeta de las cuentas del célebre Emilio.
Allí hablan de un alemán, cuyo nombre no recuerdo porque es muy largo y muy revesado, del cual dicen que tiene ideas así como las tuyas.
Y, siendo esto así, razón sería se estendiese esta costumbre por todas las naciones, y que no se desestimase el poeta alemán porque escribe en su lengua, ni el castellano, ni aun el vizcaíno, que escribe en la suya.

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