Ejemplos con albedrío

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

El más importante punto de la temática de Mago: la Ascención es la noción que trajo el renacimiento a la vida de todos nosotros y que dentro de un contexto místico afectó de mayor forma a los magos dentro del juego: Destino, Suerte y libre albedrío, el cual nos enfrenta ante esta noción y la decición de como se compone el universo a un nivel más personal y místico.
El hombre es un ser privilegiado entre todas las criaturas de la Creación porque ha recibido la razón que le permite contemplar, acceder y comprender la sabiduría divina, este entendimiento debe guiar al hombre en el ejercicio del libre albedrío que Dios le ha otorgado: libertad para elegir entre hacer el mal, si se deja arrastrar por los instintos y las bajas pasiones descontroladas, o hacer el bien si atiende los dictados de la razón.
Hasta ese instante, Kain pensaba que Raziel únicamente serviría a sus planes, aunque el libre albedrío que Raziel poseía también podría ocasionar la destrucción de Kain.
El libre albedrío pierde en el hombre vigor y lozanía con el pecado de Adán, pero permanece la libertad de elección, pues incluso en el hombre caído hay un deseo de salvación y un esfuerzo en el bien obrar, previa la inspiración de lo alto.
Tal su poema Hay un sitio que dice en uno de sus fragmentos: Hay sinónimos claros, transparentes: / ser libre es vegetar sin albedrío, / robar es trabajar, amor es odio, / y vivir es morir desguarnecido.
El código de conducta de la American Psychological Association dice: Los psicólogos respetan la dignidad y valor de todas las personas y los derechos individuales a la privacidad, confidencialidad y libre albedrío , pero también los psicólogos son conscientes de que precauciones especiales pueden ser necesarias para proteger los derechos y el bienestar de personas o comunidades cuya vulnerabilidad impide la realización de decisiones autónomas.
El pensamiento filosófico que encierra, esto es, el triunfo del libre albedrío, aun contra las imperiosas tendencias de la naturaleza y de las coacciones morales de todo género, resulta comprobado con la inquebrantable resistencia de la virtuosa doncella cristiana y con el vencimiento y humillación de la falsa ciencia mágica de Cipriano y su pasión amorosa.
En el caso de los humanos, máquina de supervivencia de sus genes, según la definición de Richard Dawkins, al igual que sus características físicas, factores tan controvertidos como son el racismo, la desigualdad social, la competitividad, las guerras, el hambre, las enfermedades, la agresividad, las diferencias entre sexos, el libre albedrío o el altruismo, son justificados por los deterministas biológicos, esencialmente, a partir de factores heredados por los genes, los cuales a su vez se rigen por los procesos evolutivos que operan en la selección natural, establecidos por Charles Darwin en la segunda mitad del s.
Al igual que el hombre conoce el bien y el mal, pero dispone del libre albedrío para hacer el uno o el otro, aunque como criatura de Dios tiende a hacer el bien, la ciencia llevando en su seno el bien y el mal, como creación del hombre tiende por principio a hacer el bien.
Para Denck, Dios otorga su gracia a todos los humanos, a quienes confiere la dignidad responsable de la decisión frente a la misma gracia, el libre albedrío: no es suficiente que Dios esté en ti, tú debes estar en Dios.
Prionix, polémico robot asesino diseñado y programado por una sección radicalista secreta, se asume, indirectamente, que la función o meta primordial de este asesino autómata es el exterminio de los promotores del libre albedrío y la libertad de cultos en la sociedad, se identifica a este personaje como una representación de la corrupción o incluso, una efigie de la represión contra la libertad de expresión en general.
Aquel Juan brioso, que andaba siempre escondido en las ocasiones de fama y alarde, pero visible apenas se sabía de una prerrogativa de la patria desconocida o del decoro y albedrío de algún hombre hollados, aquel batallador temible y áspero, a quien jamás se atrevieron a llegar, avergonzadas de antemano, las ofertas y seducciones corruptoras a que otros vociferantes de temple venal habían prestado oídos, aquel que llevaba siempre en el rostro pálido y enjuto como el resplandor de una luz alta y desconocida, y en los ojos el centelleo de la hoja de una espada, aquel que no veía desdicha sin que creyese deber suyo remediarla, y se miraba como un delincuente cada vez que no podía poner remedio a una desdicha, aquel amantísimo corazón, que sobre todo desamparo vaciaba su piedad inagotable, y sobre toda humildad, energía o hermosura prodigaba apasionadamente su amor, había cedido, en su vida de libros y abstracciones, a la dulce necesidad, tantas veces funesta, de apretar sobre su corazón una manecita blanca.
Vinieron gentes nuevas, y como que el monte es corto y de forma bella, y desde él se ve a la ciudad, con sus casas bajas, de patios de arbolado, como una gran cesta de esmeraldas y ópalos, limpiaron de piedras y yerbajos la tierra que, bien abonada, no resultó ingrata, y de la mejor parte del monte hicieron un jardín que entre los pueblos de América no tiene rival, puesto que no es uno de esos jardinuelos de flores enclenques, y arbustos podados, con trocitos de césped entre enverjados de alambre, que más que cosa alguna dan idea de esclavitud y artificio, y de los que con desagrado se aparta la gente buena y discreta, sino uno como bosque de nuestras tierras, con nuestras propias y grandes flores y nuestros árboles frutales, dispuestos con tal arte que están allí con gracia y abandono, y en grupos irregulares y como poco cuidados, de tal manera que no parece que aquellos bambúes, plátanos y naranjos han sido llevados allí por las manos de jardinero, ni aquellos lirios de agua, puestos como en montón que bordan el estrecho arroyo cargado de aguas secas, fueron allí trasplantados como en realidad fueron: antes bien, parece que todo aquello floreció allí de suyo y con libre albedrío, de modo que allí el alma se goza y comunica sin temor, y no bien hay en la ciudad una persona feliz, ya necesita ir a decírselo al montecito que nunca se ve solo, ni de día ni de noche.
Hay, sin embargo, algo en el hombre que despierta antes que la razón y los sentidos, y levanta la voz y grita y no calla ni aun en esos momentos de duermevela en que flotan las ideas como cabos sueltos, sin que la voluntad, dormida todavía, haya tenido tiempo de atarlas y enderezarlas o torcerlas a su albedrío.
Pero no creo que disputamos hoy sobre el libre albedrío y la fatalidad, sino sobre si el alma al amar es desinteresada, porque busca su propio bien, aunque este propio bien estribe en el amor mismo.
En uno de los libros, al abrirle al acaso, tropezaron mis ojos con un nombre de mujer: ¡MATILDE! Así, entre dos admiraciones, como un grito de alegría, como la expresión de la más dulce esperanza, como la confesión de un afecto sofocado en el pecho, que un día se nos escapa irresistible y delata ante la malicia estudiantil, ante la cruel y dura indiscreción de los condiscípulos, que una mujer de ese nombre tiene en nuestro corazón un altar, donde recibe culto y homenajes, donde sólo ella reina, señora de todo afecto puro, dueño de todos los pensamientos, soberana de nuestro albedrío.
No veo el motivo de tanta Pues estamos frescos ¿Soy yo alguna máquina? ¿no tengo mi libre albedrío? ¿Qué se ha figurado usted de mí?.
Si adelanta usted un poquito más nos vamos a encontrar con el libre albedrío perdido.
¿Y el albedrío? ¿Quiere usted coartar el albedrío, los derechos individuales? Supóngase que la muchacha se encuentre mejor avenida con su honrada pobreza que con todos esos beneficios y ventajas que usted dice.
Satisfecha esta concupiscencia, le apremió la otra, incitándole nada menos que a cobrarse por su mano de los dos cuartos prometidos, tomándolos del montón que tenía allí delante, a su disposición y albedrío.
esto es: ya no tendrá para tí más el Bien que el Mal: ya elegirás entre ellos segun tus aficiones, o segun el estado de lucidez de tu conciencia: ya no regulará tus actos otra que la que dicten tus propios afectos: ya no servirá de límite a tu soberbio albedrío el angosto cauce de la : ya caerás en todos los abismos que te atraigan.
Levantaron pues el rancho, y diéronle a Andres una pollina en que fuese, pero él no la quiso, sino irse a pié, sirviendo de lacayo a Preciosa que sobre otra iba: ella contentísima de ver cómo triunfaba de su gallardo escudero, y él ni mas ni ménos de ver junto a sí a la que habia hecho señora de su albedrío.
Y así, aconsejada de una morisca, en un membrillo toledano dió a Tomas unos destos que llaman hechizos, creyendo que le daba cosa que le forzase la voluntad a quererla, como si hubiese en el mundo yerbas, encantos ni palabras suficientes a forzar el libre albedrío, y así, las que dan estas bebidas o comidas amatorias se llaman benéficas, porque no es otra cosa lo que hacen sino dar veneno a quien las toma, como lo tiene mostrado la esperiencia en muchas y diversas ocasiones.
Prometióselo don Quijote, y juró por vida de sus pensamientos no tocarle en el pelo de la ropa, y que dejaría en toda su voluntad y albedrío el azotarse cuando quisiese.
Agradeciéndoselo don Quijote, comió algo, y Sancho mucho, y echáronse a dormir entrambos, dejando a su albedrío y sin orden alguna pacer del abundosa yerba de que aquel prado estaba lleno a los dos continuos compañeros y amigos Rocinante y el rucio.
Canalla malvada y peor aconsejada, dejad en su libertad y libre albedrío a la persona que en esa vuestra fortaleza o prisión tenéis oprimida, alta o baja, de cualquiera suerte o calidad que sea, que yo soy don Quijote de la Mancha, llamado el Caballero de los Leones por otro nombre, a quien está reservada por orden de los altos cielos el dar fin felice a esta aventura.
Ninguna fuerza fuera bastante a torcer mi voluntad, y así, con la más libre que tengo te doy la mano de legítima esposa, y recibo la tuya, si es que me la das de tu libre albedrío, sin que la turbe ni contraste la calamidad en que tu discurso acelerado te ha puesto.
Sí, que no todos los poetas que alaban damas, debajo de un nombre que ellos a su albedrío les ponen, es verdad que las tienen.
Sólo digo ahora que la pena que me ha causado ver estas blancas canas y este rostro venerable en tanta fatiga, por alcahuete, me la ha quitado el adjunto de ser hechicero, aunque bien sé que no hay hechizos en el mundo que puedan mover y forzar la voluntad, como algunos simples piensan, que es libre nuestro albedrío, y no hay yerba ni encanto que le fuerce.

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