Ejemplos con aceñas

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

El monasterio tenía entre sus posesiones bastantes molinos y aceñas que constituían una verdadera riqueza.
Crearon sistemas de irrigación, asentaron granjas, aceñas, curtidoras, construyeron casas, iglesias y escuelas y establecieron nuevas industrias de algodón, lana, remolachas azucareras, etc.
De asentamiento tradicional los que se estime necesario proteger para preservar las formas tradicionales de ocupación humana del territorio que no se emplacen en suelo urbano, como Los elementos de arquitectura tradicional propios del suelo rural, tales como aceñas, apriscos, batanes, bodegas, brañas, cabañas, casas de teito, casetas de era, de pozo y de viña, chozos, cortines, esquileos, fuentes, guardaviñas, hórreos, invernales, majadas, molinos, palomares, paneras, refugios, tenadas y otros análogos, tanto aislados como agrupados, las alquerías y otros núcleos situados en el interior de dehesas, conjuntos monásticos desafectados y otras grandes explotaciones agropecuarias, los núcleos vinculados al servicio de las cañadas reales y demás vías pecuarias, las zonas en las que se constate la existencia histórica de poblamiento disperso y los núcleos de población abandonados, deshabitados o sin población permanente.
En el siglo XVIII se denominaba a esta zona El Espolón Nuevo ya por aquellas fechas se edificó parte del muro de piedra que encierra el terraplén hacia el cauce del río Pisuerga, que se empleaba para bajar a las antiguas aceñas.
Tornó don Roque a usar de la palabra, si tal nombre merecía la regurgitación intermitente de una porción de sonidos extraños, bárbaros, lamentables, que infundían tristeza y horror al mismo tiempo, y Marcones pudo colegir entonces que su jefe deseaba que hiciesen una batida por la villa, en busca de los criminales de las Aceñas.
El crimen de las Aceñas les disgustó, pero no causó en ellos la profunda desazón que en el resto del vecindario.
¿Qué don Laureano, el de la quinta?Sí, el de las Aceñas Dicen que a las dos y media, poco más o menos, entraron nueve hombres enmascarados en su casa, molieron a palos al criado, amarraron a la señora y a la criada y a don Laureano lo degollaron Antes creo que le hicieron sufrir mucho para obligarle a soltar el dinero El buen señor no tenía más que doce mil reales, y ellos empeñados en que había gato escondido Le amarraron por aquí, salva sea la parte, y tira que tira para hacerle cantar.
La quinta de las Aceñas estaba a una legua de la villa, en la soledad de un bosque de pinos, pero nadie tuvo esto en cuenta.
En cualquiera otra ocasión, los tertulios habrían observado que el que hubiera acaecido tal suceso en Sariego el año de cinco, no implicaba necesariamente que sucediese lo mismo en las Aceñas el año de sesenta.
Los ladrones de las Aceñas no habían sido habidos.
Como todo por aquellas cercanías es terreno quebrado, el agua baja a las hondonadas con ímpetu brioso: a veces se precipita en cascadas, y a veces pone en movimiento aceñas, batanes y martinetes.
¿No echa de ver que aquéllas son aceñas que están en el río, donde se muele el trigo?.
Y, alzando la voz, prosiguió diciendo, y mirando a las aceñas:.
En esto, descubrieron unas grandes aceñas que en la mitad del río estaban, y apenas las hubo visto don Quijote, cuando con voz alta dijo a Sancho:
Calla, Sancho dijo don Quijote, que, aunque parecen aceñas, no lo son, y ya te he dicho que todas las cosas trastruecan y mudan de su ser natural los encantos.
Los molineros de las aceñas, que vieron venir aquel barco por el río, y que se iba a embocar por el raudal de las ruedas, salieron con presteza muchos dellos con varas largas a detenerle, y, como salían enharinados, y cubiertos los rostros y los vestidos del polvo de la harina, representaban una mala vista.
Llegaron en esto los pescadores dueños del barco, a quien habían hecho pedazos las ruedas de las aceñas, y, viéndole roto, acometieron a desnudar a Sancho, y a pedir a don Quijote se lo pagase, el cual, con gran sosiego, como si no hubiera pasado nada por él, dijo a los molineros y pescadores que él pagaría el barco de bonísima gana, con condición que le diesen libre y sin cautela a la persona o personas que en aquel su castillo estaban oprimidas.
¿Qué personas o qué castillo dice respondió uno de los molineros, hombre sin juicio? ¿Quiéreste llevar por ventura las que vienen a moler trigo a estas aceñas?.
Los pescadores y molineros estaban admirados, mirando aquellas dos figuras tan fuera del uso, al parecer, de los otros hombres, y no acababan de entender a dó se encaminaban las razones y preguntas que don Quijote les decía, y, teniéndolos por locos, les dejaron y se recogieron a sus aceñas, y los pescadores a sus ranchos.
- Aceñas, Juan Aceñas, que no es lo mismo.
Sus idólatras, con Brezales a la cabeza, hacían otro tanto, y hasta pateaban y esgrimían los puños, el presidente desbadajó la campanilla a fuerza de zarandearla, otros señores declaraban que no les parecía el suceso para tanto vocerío, y esto sulfuraba más y más a los sulfurados, Aceñas, sin moverse de su silla, se reía como un inocente de los unos y de los otros, y azuzaba con sus gestos, provocativos de puro estúpidos, las iras de los más desbaratados.
-¿Por quién he de decirlo? Por ese bestia de Aceñas.
-Sí, señor, y aún me quedo con Aceñas, que, siquiera, me divierte.
Le remedaban la voz del presidente de La Alianza, que, por más que hubiera negado el hecho, se había querido burlar, se había burlado más de dos veces, de la seriedad de su excelente amigo, el gran muchacho, el gran patriota Sancho Vargas, y los rumores provocativos de los que apoyaban la sospechosa actitud del enfatuado presidente, y, sobre todo, las gansadas, los rebuznos del animalote de Aceñas, que había conseguido, gracias a ciertas tolerancias de mal gusto y de peor ley, disolver a coces, materialmente a coces, una reunión de la cual debió haber salido en triunfo, con hachas encendidas y en un coche tirado por la junta directiva, para mayor solemnidad, el ilustre autor de tan atrevidos planes.
» Y este otro era, como quien no dice nada, su gran amigo Sancho Vargas, y el proyecto estrafalario y estúpido a que él, Brezales, se había referido con justa indignación, el de Aceñas.
Pues bueno: al despertarse don Roque al día siguiente a la sesión borrascosa de La Alianza, no quiso pensar, por de pronto, en las murrias de Irene ni en lo que con estas murrias se eslabonaba por detrás y por delante, sino en el fracaso de los suyos y de los proyectos de Sancho Vargas, en las burradas de Aceñas, en la complicidad manifiesta del presidente, y en las palabritas cortantes del hipocritilla de marras al salir a oscuras de la sesión.
Se le ocurrió entonces mucho y nuevo que replicarle, y también al presidente, y a cuantos habían hecho la contra a los proyectos, y hasta al rocín de Aceñas, le entró con esto una comezón que no le dejaba parar en la cama, y levantose muy desazonado.
En cuanto a los planes de Aceñas, no eran, al fin y al cabo, más que un modo particular de ver en el asunto, con el mejor y más patriótico de los deseos.
-Aceñas -rectificó el aludido, entre una explosión de risotadas del concurso.

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