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Abraham Valdelomar

En mi dolor pusisteis...

-- de Abraham Valdelomar --

En mi dolor pusisteis vuestro cordial consuelo;
en vuestro hogar mis penas encontraron un nido;
para mi soledad, vuestras almas han sido
como dos alas blancas bajo la paz del cielo.

Dios os pague la sombra que me dio vuestro pecho,
y el vino generoso que me dio vuestra mesa,
y aquella dulce paz de vuestras almas, y esa
serenidad de lago que disteis a mi pecho.

Por el beso de amor, por el pan de cariño,
por el trino del ave, por el llanto del niño,
por los dulces poemas que vuestro hogar me dio,

dirá mi corazón esta prez cotidiana,
al morir el crepúsculo y al nacer la mañana:
que el Señor os bendiga como os bendigo yo...

Poema En mi dolor pusisteis... de Abraham Valdelomar con fondo de libro

Garcilaso de la Vega

En fin, a vuestras manos he venido

-- de Garcilaso de la Vega --

En fin, a vuestras manos he venido,
do sé que he de morir tan apretado,
que aun aliviar con quejas mi cuidado,
como remedio, me es ya defendido;

mi vida no sé en qué se ha sostenido,
si no es en haber sido yo guardado
para que sólo en mí fuese probado
cuanto corta una espada en un rendido.

Mis lágrimas han sido derramadas
donde la sequedad y la aspereza
dieron mal fruto dellas y mi suerte:

¡basten las que por vos tengo lloradas;
no os venguéis más de mí con mi flaqueza;
allá os vengad, señora, con mi muerte!

Poema En fin, a vuestras manos he venido de Garcilaso de la Vega con fondo de libro

Federico García Lorca

Arboles

-- de Federico García Lorca --

¡Árboles!
¿Habéis sido flechas
caídas del azul?
¿Qué terribles guerreros os lanzaron?
¿Han sido las estrellas?

Vuestras músicas vienen del alma de los pájaros,
de los ojos de Dios,
de la pasión perfecta.
¡Arboles!
¿Conocerán vuestras raíces toscas
mi corazón en tierra?

Poema Arboles de Federico García Lorca con fondo de libro

Alberti

funerales

-- de Alberti --

¡pescadores, pescadores,
lanzad el arpón al viento
y en banderas sin colores
izad vuestro sentimiento!

lloren los ojos del puente
las aguas de treinta ríos;
que el puño de la corriente
rompa en el mar los navíos.

¡Lampiños guardias marinas,
que alegres guardáis las olas,
giman las negras bocinas
y callen las caracolas!

¡marineras, marineras,
mujeres del aire frío,
regad vuestras cabelleras
negras por el playerío!

¡sal hortelana del mar,
flotando, sobre tu huerto,
desnuda, para llorar
por el marinero muerto!

llueve sobre el agua, llueve
nieve negra de alga fría.
Entre glaciares de nieve,
abierta, la tumba mía.

¡Funerales de las olas!
¡el viento, en los arenales!
entre apagadas farolas
se hunden mis funerales.



Lope de Vega

lucinda, el alma, pluma y lengua mía

-- de Lope de Vega --

Lucinda, el alma, pluma y lengua mía
en vuestras alabanzas ocupara
si en mil comparaciones una hallara
para satisfacción de su porfía.
Ni en el lucero, el alba, el sol, el día,
la perla, el oro ni el diamante para,
que desde el cielo hasta la fénix rara
mil veces discurrió con osadía.
Con esto el pensamiento ya vencido,
no hallando igual con vos, compara aquella
que de vos en mi pecho amor estampa.
Ríndese la razón, calla el sentido,
y vos, porque confieso que es tan bella,
celos tenéis de vuestra misma estampa.



Lope de Vega

¡Ay cuantas horas de contento llenas

-- de Lope de Vega --

¡Ay cuántas horas de contento llenas
pensé tener, oh alegre prado mío!
mas, ¡quién se gobernó por desvarío
que las gozase de menguante ajenas?

Nazcan en vos claveles y azucenas
al seco fin del sagitario frío,
pues que pasaste del olvido el río,
volviendo en gloria un Ángel vuestras penas.

Que estén tan juntos una vega y prado,
yo en nieve y vos en flor, ¿a quién no ofende?
¡oh qué distinto, aunque es un propio estado!

¿Mas qué milagro, si su margen tiende
de aquellos pies angélicos pisado,
y que me hiele a mí quien no me enciende?



Lope de Vega

De vos se queja la pobreza humana

-- de Lope de Vega --

De vos se queja la pobreza humana,
Francisco, aunque conoce el santo celo,
que, desde que os subistes al Carmelo,
lloran por vos las puertas de Altozana.
Si de la vida activa, humilde y llana
a la contemplativa alzáis el vuelo,
vivid en Alcalá, mas quiere el Cielo
infundiros su ciencia soberana.
No son simpleza e ignorancia agravios,
para vuestras costumbres, de importancia,
si el Cielo purifica vuestros labios.
Pues sois de aquellos, para más ganancia,
por quien dijo Augustín que a los más sabios
le quita de las manos la ignorancia.



Lope de Vega

Mis recatos, mis ojos, mis pasiones

-- de Lope de Vega --

Mis recatos, mis ojos, mis pasiones,
más encogidas que mi amor quisiera;
mi fe, que en vuestras partes considera
la cifra de tan altas perfecciones;

el justo limitar demostraciones,
el mudo padecer que persevera;
la voluntad, que en siendo verdadera,
libra para las obras las razones;

todos, señora, os dicen que esperando
están de vos lo que el Amor concede
a los que saben padecer callando.

Si el tiempo vuela y la fortuna puede,
no hay esperar como callar amando,
ni amor que calle que sin premio quede.



Lope de Vega

Ojos, por quien llamé dichoso al día

-- de Lope de Vega --

Ojos, por quien llamé dichoso al día
en que nací, para morir por veros,
que por salir de noche a ser luceros,
cercáis de azul la luz que al sol envía;

hermosos ojos, que del alma mía
un inmortal engaste pienso haceros
de envidia del safir, que por quereros,
entre cristal y rosa el cielo cría;

agora sí, que vuestras luces bellas
son de mi noche celestial consuelo,
pues en azul engaste vengo a vellas.

Agora sí, que sois la luz del suelo,
agora sí, que sois, ojos estrellas,
que estáis en campo azul, color de cielo.



Lope de Vega

Viendo que iguala en su balanza Astrea

-- de Lope de Vega --

Viendo que iguala en su balanza Astrea
los rayos y las sombras desiguales,
Dauro no ha reparado en las señales
de la extranjera Vega que pasea.

Mas ya que el oro que le dais emplea,
en mis arenas a la Libia iguales,
florecerán mi Vega sus cristales,
y vos mi ingenio, de mi mundo idea.

A que sois primavera me resuelvo,
por quien las flores que perdí restauro:
tal abundancia vuestro ingenio cría.

Y así en tanto que al patrio Tajo vuelvo,
serán entre las márgenes del Dauro
las flores vuestras y la Vega mía.



Lope de Vega

Vos conocéis, Señor la compostura

-- de Lope de Vega --

Vos conocéis, Señor, la compostura
del hombre y sus primeros fundamentos;
Vos, de sus encontrados elementos
la guerra vil que hasta acabarle dura.
Vos, de qué suerte corre y se apresura
a convertirse en nada, y los intentos
con que fabrica en locos pensamientos
fantástica de error arquitectura.
Todo os obliga, cuando más airado,
a perdonarle, habiendo conocido
su culpa a vuestras plantas humillado.
Porque vos, vencedor esclarecido,
como sois noble, nunca habéis probado
lo que corta la espada en un rendido.



Despídese de su musa amor

-- de Luis Carrillo y Sotomayor --

Ya no compuesto hablar, ya no que aspire
a laurel docto o a sagrada musa;
mándalo, ¡oh Musa!, Amor, que en mí rehúsa
menos que el pecho su rigor suspire.
Ya va fuera de mí verso que admire
en pulido decir; mi llama excusa,
¡oh, sagrados despojos de Medusa!
que en vuestras aguas este ardor respire.
Otro alentad en el licor dichoso,
que ya, ausente de voz, al mal presente,
desata el pecho un río caudaloso.
Adiós, pues trueca Amor por vuestra fuente,
(mirad cual cantaré) de mi lloroso
pecho, en su ausencia larga, la corriente



Góngora

A Francisco de Quevedo

-- de Góngora --

Anacreonte español, no hay quien os tope,
que no diga con mucha cortesía,
que ya que vuestros pies son de elegía,
que vuestras suavidades son de arrope.

¿No imitaréis al terenciano Lope,
que al de Belerofonte cada día
sobre zuecos de cómica poesía
se calza espuelas, y le da un galope?

Con cuidado especial vuestros antojos
dicen que quieren traducir al griego,
no habiéndolo mirado vuestros ojos.

Prestádselos un rato a mi ojo ciego,
porque a luz saque ciertos versos flojos,
y entenderéis cualquier gregüesco luego.



Líber Falco

Un motivo de nuestra infancia

-- de Líber Falco --

¡Muchachos...!
A la quinta Recaeta,
cada cual con su cometa.
Ay, que la mía no sube.
Ay, que sube
Sube, sube, mi cometa
y no el viento
sino mi corazón
le presta el movimiento.

¡Muchachos...!
Ya no hay quinta Recaeta.
Y sin embargo... Cada uno
de nosotros, tenemos una cometa.

Más allá de los rascacielos
por arriba de los palacios
está el viento.
¡Amigos! ¡El viento...!
Yo tengo veinte cometas.
Subid vosotros las vuestras.
¡Arriba! ¡Al viento!

Tenso el hilo
y un nudo de amor en el corazón,
para pulsar el viento.
¡Amigos! ¡El viento...!



Manuel del Palacio

La guerra de dos pueblos

-- de Manuel del Palacio --

Eran ayer hermanos: de la ciencia
Los dos propagadores se llamaban,
Y la industria y el arte cultivaban
Felices en la paz y la opulencia.
Un hombre, en hora de fatal demencia
Irritó sus pasiones que callaban,
Y hoy con mares de sangre quizá lavan
El impuro borron de su conciencia.
¡Madres! Mañana al despuntar la aurora
No busqueis del hogar en los confines
Al que vuestras venturas atesora.
¿El eco no escuchais de los clarines?
¡Tras ellos va la furia asoladora
De esta maldita raza de Caínes!



Jorge Debravo

prevalecer

-- de Jorge Debravo --

Cuando el cielo os absorba las entrañas
y quiera avergonzaros comparándose
con el cielo animal de la mirada,
volved los ojos hacia la infinitud
que lleváis escondida debajo de los párpados.
Volved los ojos hacia los ojos mismos.
Con eso basta.

Y cuando el viento os quiera avergonzar
comparando sus manos infinitas
con vuestras dos sencillas, tiernas manos,
hundid las manos en el amor, echadlas
a madurar en pura sangre humana.
Echad las manos entre las manos mismas.
Con eso basta.



César Vallejo

Trilce: LXVI

-- de César Vallejo --

Dobla el dos de Noviembre.

Estas sillas son buenas acojidas.
La rama del presentimiento
va, viene, sube, ondea sudorosa,
fatigada en esta sala.
Dobla triste el dos de Noviembre.

Difuntos, qué bajo cortan vuestros dientes
abolidos, repasando ciegos nervios,
sin recordar la dura fibra
que cantores obreros redondos remiendan
con cáñamo inacabable, de innumerables nudos
latientes de encrucijada.

Vosotros, difuntos, de las nítidas rodillas
puras a fuerza de entregaros,
cómo aserráis el otro corazón
con vuestras blancas coronas, ralas
de cordialidad. Sí. Vosotros, difuntos.

Dobla triste el dos de Noviembre.
Y la rama del presentimiento
se la muerde un carro que simplemente
rueda por la calle.



César Vallejo

dobla el dos de noviembre

-- de César Vallejo --

lxvi
dobla el dos de noviembre.
Estas sillas son buenas acojidas.
La rama del presentimiento
va, viene, sube, ondea sudorosa,
fatigada en esta sala.
Dobla triste el dos de noviembre.
Difuntos, qué bajo cortan vuestros dientes
abolidos, repasando ciegos nervios,
sin recordar la dura fibra
que cantores obreros redondos remiendan
con cáñamo inacabable, de innumerables nudos
latientes de encrucijada.
Vosotros, difuntos, de las nítidas rodillas
puras a fuerza de entregaros,
cómo aserráis el otro corazón
con vuestras blancas coronas, ralas
de cordialidad. Sí. Vosotros, difuntos.
Dobla triste el dos de noviembre.
Y la rama del presentimiento
se la muerde un carro que simplemente
rueda por la calle.



Emilio Bobadilla

Sombras románticas

-- de Emilio Bobadilla --

La metralla tudesca con deleite derriba
vetustas catedrales de histórica prosapia
y en su odio secreto, que la impotencia aviva,
—odio al sol porque brilla— no deja en pie una tapia.

Del fondo de tu ciencia aturdidora y burda,
famélicos parece que salen tus instintos,
y sin que nada —¡nada, ni el dolor!— les aturda,
a tu ciencia retornan en sangre humana tintos.

Ni el resplandor del arte con sus siglos de gloria
ataja la embestida de tu terrible ariete.
No hay lirismo, ni lágrimas, ni tradición, ni historia,

que a su empuje respeten tus falanges atlánticas...
¡Oh sombras venerables de Schiller y de Goethe,
llorad en vuestras viejas sepulturas románticas!



Julián del Casal

a los estudiantes

-- de Julián del Casal --

Víctimas de cruenta alevosía,
doblasteis en la tierra vuestras frentes,
como en los campos llenos de simientes
palmas que troncha tempestad bravía.
Aún vagan en la atmósfera sombría
vuestros últimos gritos inocentes,
mezclados a los golpes estridentes
del látigo que suena todavía.
¡Dormid en paz los sueños postrimeros
en el seno profundo de la nada,
que nadie ha de venir a perturbaros;
los que ayer no supieron defenderos
sólo pueden, con alma resignada,
soportar la vergüenza de lloraros!



Manuel José Othón

el rio

-- de Manuel José Othón --

Triscad, oh linfas, con la grácil onda,
gorgoritas, alzad vuestras canciones.
Y vosotros, parleros borbollones,
dialogad con el viento y con la fronda.

Chorro garrulador, sobre la honda
cóncava quiebra, rómpete en jirones
y estrella contra riscos y peñones
tus diamantes y perlas de golconda.

Soy vuestro padre el río. Mis cabellos
son de la luna pálidos destellos,
cristal mis ojos del cerúleo manto.

Es de musgo mi barba trasparente,
ópalos desleídos son mi frente
y risa de las náyades mi canto.



José Ángel Buesa

otoño y jardín

-- de José Ángel Buesa --

Señora: es el crepúsculo. No importa si un retoño
se ha abierto en los rosales del jardín, todavía:
ya ha llegado el terrible crepúsculo de otoño,
que es decir un crepúsculo que dura todo el día.
Señora: es el otoño... Vuestras últimas rosas
las está deshojando no sé qué desaliento.
Y es que existe un otoño para todas las cosas,
y el amor y la vida se nos van en el viento.
Comprendedlo, señora: nada podrá el rocío,
ni siquiera las lágrimas. Ya todo será en vano;
pues no hay nada más triste que un retoño tardío,
y el amor es un poco de ceniza en la mano...



Juan de Tassis y Peralta

a un retrato

-- de Juan de Tassis y Peralta --

Ofensas son, señora, las que veo,
hechas a vuestras grandes perfecciones,
porque donde acredita sus pasiones
sólo amor las escribe y yo las leo.
Vencido queda el arte del deseo,
los imposibles dando por razones,
y en esta fe tan libre de opiniones
fundo lo que de vos no alcanzo y creo.
Si en lo menos se pierde más el tino,
en lo más, ¿qué será de aquel traslado
que procura sacar el arte en vano?
sólo yo tengo aquel tan peregrino
en que el original no está agraviado,
hecho en mi corazón por vuestra mano.



Garcilaso de la Vega

SONETO II

-- de Garcilaso de la Vega --

En fin, a vuestras manos he venido,
do sé que he de morir tan apretado,
que aun aliviar con quejas mi cuidado,
como remedio, me es ya defendido;

mi vida no sé en qué se ha sostenido,
si no es en haber sido yo guardado
para que sólo en mí fuese probado
cuanto corta una espada en un rendido.

Mis lágrimas han sido derramadas
donde la sequedad y la aspereza
dieron mal fruto dellas y mi suerte:

¡basten las que por vos tengo lloradas;
no os venguéis más de mí con mi flaqueza;
allá os vengad, señora, con mi muerte!



Garcilaso de la Vega

SONETO XI

-- de Garcilaso de la Vega --

Hermosas ninfas, que, en el río metidas,
contentas habitáis en las moradas
de relucientes piedras fabricadas
y en columnas de vidrio sostenidas;

agora estéis labrando embebecidas
o tejiendo las telas delicadas,
agora unas con otras apartadas
contándoos los amores y las vidas:

dejad un rato la labor, alzando
vuestras rubias cabezas a mirarme,
y no os detendréis mucho según ando,

que o no podréis de lástima escucharme,
o convertido en agua aquí llorando,
podréis allá despacio consolarme.



Garcilaso de la Vega

Hermosas ninfas, que, en el río metidas

-- de Garcilaso de la Vega --

Hermosas ninfas, que, en el río metidas,
contentas habitáis en las moradas
de relucientes piedras fabricadas
y en columnas de vidrio sostenidas;

agora estéis labrando embebecidas
o tejiendo las telas delicadas,
agora unas con otras apartadas
contándoos los amores y las vidas:

dejad un rato la labor, alzando
vuestras rubias cabezas a mirarme,
y no os detendréis mucho según ando,

que o no podréis de lástima escucharme,
o convertido en agua aquí llorando,
podréis allá despacio consolarme.



Gutierre de Cetina

al duque de alba

-- de Gutierre de Cetina --

Señor, mientra el valor que en vos contemplo,
el ánimo, el saber, alabar quiero,
con el bajo decir, torpe y grosero,
del alto desear la furia templo.
Vuestras obras serán, pues, vuestro ejemplo;
vos vuestro coronista verdadero;
vuestra virtud será el más cierto homero
que a la inmortalidad os abre el templo.
No dejéis, señor, ser alabado;
mas al principio que lleváis tan alto
dad en lo por venir alegre efeto:
que si el triunfo del mundo es pobre y falto,
si corresponde mal con tal sujeto,
allá os le tiene el cielo aparejado.



Gutierre de Cetina

no me engañaréis más, vana esperanza

-- de Gutierre de Cetina --

Mi desengaño ya cerró la puerta,
y esa falsa salud que os trae cubierta,
con el sueño se ira, como es su usanza.
Solía desear una mudanza,
hacer muy gran caudal de cosa incierta,
y agora el desear no se concierta
con mudar, que consiste en confianza.
Ya sé, falsa, quién sois; quitaos el velo;
no me engañarán más vuestras blanduras;
vivir podéis de hoy más con otro dueño.
¡Ay dura ley de amor! permite el cielo
que el cabo de tan grandes desventuras
sea mostrarme el bien durmiendo, en sueño.



Hernando de Acuña

Cierto escogí bien peligrosa vía

-- de Hernando de Acuña --

Cierto escogí bien peligrosa vía
cuando primero en vos los ojos puse,
pues a pasar tal vida me dispuse
cual vos, señora, veis que ahora es la mía.

Para más no vivir viví aquel día
y, porque el veros todo bien pospuse,
ni sé a quién acusar ni a quién excuse,
ni hallo parte en mí del que solía.

Mas tomar tanto gusto en muerte ajena,
contra tanta humildad tal aspereza,
y obras a muerte tan enderezadas,

sin dar jamás alivio a tanta pena,
ved vuestras manos, que de tal fiereza
por fuerza se han de ver ensangrentadas.



Sor Juana Inés de la Cruz

La sentencia de Justo

-- de Sor Juana Inés de la Cruz --

Firma Pilatos la que juzga ajena
Sentencia, y es la suya. ¡Oh caso fuerte!
¿Quién creerá que firmando ajena muerte
el mismo juez en ella se condena?

La ambición de sí tanto le enajena
Que con el vil temor ciego no advierte
Que carga sobre sí la infausta suerte,
Quien al Justo sentencia a injusta pena.

Jueces del mundo, detened la mano,
Aún no firméis, mirad si son violencias
Las que os pueden mover de odio inhumano;

Examinad primero las conciencias,
Mirad no haga el Juez recto y soberano
Que en la ajena firméis vuestras sentencias.



Tirso de Molina

Pastorcico nuevo

-- de Tirso de Molina --

Pastorcico nuevo
de color de azor,
bueno sois, vida mía,
para labrador.

Pastor de la oveja,
que buscáis perdida,
y ya reducida
viles pastos deja;
aunque vuelta abeja,
pace vuestras flores.
Si sembráis amores
y cogéis sudor;
bueno sois, vida mía,
para labrador.



Vicente Huidobro

Señora

-- de Vicente Huidobro --

Señora hay demasiados pájaros
En vuestro piano
Que atrae el otoño sobre una selva
Espesa de nervios palpitantes y libélulas

Los árboles en arpegios insospechados
A veces pierden la orientación del globo

Señora lo soporto todo. Sin cloroformo
Desciendo al fondo del alba
El ruiseñor rey de setiembre me informa
Que la noche se deja caer entre la lluvia
Burlando la vigilancia de vuestras miradas
Y que una voz canta lejos de la vida
Para sostener el espacio desclavado
El espacio tan lleno de estrellas que se va a caer

Señora a las diez huele a tabaco de artista
Amáis el nadir a cuerpo de pájaro
Sois un fenómeno ligero
Me voy solitario hacia el ocaso de los turistas
Es mucho más bello



Antonio Machado

Pascua de Resurrección

-- de Antonio Machado --

Mirad: el arco de la vida traza
el iris sobre el campo que verdea.
Buscad vuestros amores, doncellitas,
donde brota la fuente de la piedra.
En donde el agua ríe y sueña y pasa,
allí el romance del amor se cuenta.
¿No han de mirar un día, en vuestros brazos,
atónitos, el sol de primavera,
ojos que vienen a la luz cerrados,
y que al partirse dé la vida ciegan?
¿No beberán un día en vuestros senos
los que mañana labrarán la tierra?
¡Oh, celebrad este domingo claro,
madrecitas en flor, vuestras entrañas nuevas!
Gozad esta sonrisa de vuestra ruda madre.
Ya sus hermosos nidos habitan las cigüeñas,
y escriben en las torres sus blancos garabatos.
Como esmeraldas lucen los musgos de las peñas.
Entre los robles muerden
los negros toros la menuda hierba,
y el pastor que apacienta los merinos
su pardo sayo en la montaña deja.



Anónimo

Romance de doña Vrraca

-- de Anónimo --

Morir vos queredes, padre,
San Miguel vos haya el alma;
mandastes las vuestras tierras
a quien se vos antojara:
a don Sancho a Castilla,
Castilla la bien nombrada;
a don Alonso a León,
y a don García a Vizcaya.
A mí, porque soy mujer,
dejáisme desheredada.
Irme yo por esas tierras
como una mujer errada,
y este mi cuerpo daría
a quien se me antojara:
a los moros por dineros
y a los cristianos de gracia,
de lo que ganar pudiere
haré bien por la vuestra alma.
Alli preguntara el rey:
-¿Quién es esa que así habla?
Respondiera el Arzobispo:
-Vuestra hija doña Vrraca.
-Calledes, hija, calledes,
no digades tal palabra,
que mujer que tal decía
merece de ser quemada.
Allá en Castilla la Vieja
un rincón se me olvidaba,
Zamora había por nombre,
Zamora la bien cercada;
de una parte la cerca el Duero,
de otra, peña tajada;
del otro la morería.
Una cosa muy preciada,
quien os la tomare, hija,
la mi maldicion le caiga.
Todos dicen amen, amen,
sino don Sancho, que calla.



Miguel Unamuno

Me destierro a la memoria

-- de Miguel Unamuno --

Me destierro a la memoria,
voy a vivir del recuerdo.
Buscadme, si me os pierdo,
en el yermo de la historia,

que es enfermedad la vida
y muero viviendo enfermo.
Me voy, pues, me voy al yermo
donde la muerte me olvida.

Y os llevo conmigo, hermanos,
para poblar mi desierto.
Cuando me creáis más muerto
retemblaré en vuestras manos.

Aquí os dejo mi alma-libro,
hombre-mundo verdadero.
Cuando vibres todo entero,
soy yo, lector, que en ti vibro.



Miguel Unamuno

Authádeia

-- de Miguel Unamuno --

Dejadme solo que no quiero bandas;
menos si de ellas me quereis caudillo,
pues sé muy bien que empañareis mi brillo
con vuestra sombra. Un potro son las andas

que me ofreceis, aun cuando llven randas
de oro y laurel. No quiero de argandillo
servir para el devane del ovillo
de vuestras viles pasioncillas blandas.



Miguel Unamuno

Me destierro

-- de Miguel Unamuno --

Me destierro a la memoria,
voy a vivir del recuerdo.
Buscadme, si me os pierdo,
en el yermo de la historia,

que es enfermedad la vida
y muero viviendo enfermo.
Me voy, pues, me voy al yermo
donde la muerte me olvida.

Y os llevo conmigo, hermanos,
para poblar mi desierto.
Cuando me creáis más muerto
retemblaré en vuestras manos.

Aquí os dejo mi alma?libro,
hombre?mundo verdadero.
Cuando vibres todo entero,
soy yo, lector, que en ti vibro.



Juan Nicasio Gallego

Inestabilidad de las cosas humanas

-- de Juan Nicasio Gallego --

A la voz de los tiempos rigurosos
se desploman las torres elevadas:
los montes y las rocas encumbradas
se ocultan entre juncos cenagosos.

¿Do estáis, anfiteatros y colosos,
arcos soberbios, moles ponderadas?
¿Dónde están vuestras bóvedas sagradas,
templos de Olimpia y de Balbec famosos?

¡Todos yacéis! Del poderío griego,
del sirio y persa, del romano, y godo,
¿qué dejó su segur al hierro y fuego?

¿Y deberá extrañar, cayendo todo,
que una botella de licor manchego
consiga derribarme por el lodo?



Evaristo Carriego

Por las madrecitas modestas

-- de Evaristo Carriego --

Por el largo insomnio que tanto desvelo
os causó, — desvelo que tiene un testigo
en el perro amigo que como un abuelo
os compadecía... Por vosotras, digo:

San José y la Virgen, Señora Santa Ana,
con vuestras miradas fijas en la cuna,
rogad como anoche para que mañana
se despierte el niño sin dolencia alguna.

Para que se queden ellas sin la espina
de ver al marido marcharse a la esquina,
y para que libre de todo cuidado,

esta noche fría que no tiene lupa
gocen dulcemente de un sueño pesado:
Jesús Nazareno, velad por la cuna.



Federico García Lorca

El diamante

-- de Federico García Lorca --

El diamante de una estrella
Ha rayado el hondo cielo,
Pájaro de luz que quiere
Escapar del universo
Y huye del enorme nido
Donde estaba prisionero
Sin saber que lleva atada
Una cadena en el cuello.

Cazadores extrahumanos
Están cazando luceros,
Cisnes de plata maciza
En el agua del silencio.

Los chopos niños recitan
La cartilla. Es el maestro
Un chopo antiguo que mueve
Tranquilo sus brazos viejos.

Ahora en el monte lejano
jugarán todos los muertos
a la baraja. ¡Es tan triste
la vida en el cementerio!

¡Rana, empieza tu cantar!
¡Grillo, sal de tu agujero!
Haced un bosque sonoro
Con vuestras flautas. Yo vuelo
Hacia mi casa intranquilo.

Se agitan en mi recuerdo
Dos palomas campesinas
Y en el horizonte, lejos,
Se hunde el arcaduz del día.
¡Terrible noria del tiempo!



Fernando de Herrera

Largos, sutiles lazos esparcidos

-- de Fernando de Herrera --

Largos, sutiles lazos esparcidos
por el rosado cuello y blanca frente;
dorada diadema, ardor luciente,
llenos de mis despojos ofrecidos;

tiernos y bellos ojos encendidos,
rayos de amor, por quien mi pecho siente
la herida inmortal que llevo ausente
abrasada mi fuerza y mis sentidos;

dichoso yo, que merecí cadena
de vuestras ricas hebras, y la llama
que de voz procedió en estos mis ojos.

¡Oh, si pudiera acrecentar la pena
y avivar más el fuego que me inflama,
para daros debidos los despojos!



Fernando de Herrera

No puedo sufrir más el dolor fiero

-- de Fernando de Herrera --

No puedo sufrir más el dolor fiero,
ni ya tolerar más el duro asalto
de vuestras bellas luzes, antes falto
de paciencia y valor, en el postrero

trance, arrojando el yugo, desespero;
y, por do voy huyendo, el suelo esmalto
de rotos lazos; y levanto en alto
el cuello osado, y libertad espero.

Mas, ¿qué vale mostrar estos despojos,
y la ufanía d' alcançar la palma
d' un vano atrevimiento sin provecho?

El rayo que salió de vuestros ojos
puso su fuerça en abrasar mi alma,
dexando casi sin tocar el pecho.



Clemente Althaus

A los peruanos (2 Althaus)

-- de Clemente Althaus --

«Con temeroso son la fiera trompa»
los espacios asorda nuevamente:
¿A dónde corre esa confusa gente?
¿A quién amaga esa guerrera pompa?
¿Quizá con triple fulminante flota
España torna, de vengar sedienta
en vuestra ruina la insufrible afrenta
de su reciente rota?
Mas ¡ay! vana la vuelta vengadora
fuera ya de esa gente embravecida,
pues con insana lucha fratricida
vosotros mismos la vengáis ahora.
No su enemiga y envidiosa diestra
arranca a vuestras frentes, oh crüeles,
de Mayo los espléndidos laureles,
sino la propia vuestra.
Y de la patria que os implora en vano
despedazáis el delicado seno,
cual la crudeza del encono ajeno,
cual la barbarie del furor hispano.
Y va la Fama y su pregón avisa
a España ya vuestra discordia loca,
y ella su mengua olvida, y en su boca
brilla feroz sonrisa.



Cristóbal de Castillejo

a otro, por otro tanto

-- de Cristóbal de Castillejo --

Vuestras copias recibí,
y es cierto que, si no fuera
porque no digáis de mí
que de envidia no las vi,
de asco no las leyera.

Y porque daros razón
de los yerros que llevaban
era daros más pasión,
no os digo sino que son
cuales de vos se esperaban.



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