Buscar Poemas con Vigilante


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Se han encontrado 8 poemas con la palabra vigilante

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Olegario Víctor Andrade

El orto

-- de Olegario Víctor Andrade --

(imitación de Longfellow)

Surgió del hondo mar adormecido
un viento vagabundo,
diciendo a las tinieblas: ¡Recogeos,
que ya despierta el mundo!

Pasó sobre los buques que veleros
rompen la onda sonora
gritándoles: ¡arriba, marineros,
que ya viene la aurora!

Se internó por la selva obscura y fría
poblada de visiones,
¡despertad! — murmurando, — ¡viene el día
germinador de frutos y pasiones!

A los añosos troncos de ancha copa
y gigantesca talla:
"De verdes hojas desplegad al aire
el pendón de batalla!"

Al ave que dormita en la espesura
el ala entumecida:
"Batid el vuelo, que se acerca el alba,
el ave de la vida!"

Al gallo vigilante de la choza
perdida en la llanura:
"Cantad, cantad que avanza el enemigo
de la tiniebla obscura!"

A la espiga del campo doblegada
al peso de su grano:
"La aurora, vuestra hermana, se levanta
tras el monte lejano!"

Al viejo campanario de la aldea
con lengua de metal: "Cantad el día"
y a los muertos del triste cementerio:
"Dormid, dormid, no es tiempo todavía!"

Poema El orto de Olegario Víctor Andrade con fondo de libro

Oliverio Girondo

milonga

-- de Oliverio Girondo --

Sobre las mesas, botellas decapitadas de champagne con corbatasblancas de payaso, baldes de níquel que trasuntan enflaquecidosbrazos y espaldas de cocottes.
El bandoneón canta con esperezos de gusano baboso, contradice elpelo rojo de la alfombra, imanta los pezones, los pubis y la punta delos zapatos.
Machos que se quiebran en un corte ritual, la cabeza hundida entre loshombros, la jeta hinchada de palabras soeces.
Hembras con las ancas nerviosas, un poquitito de espuma en las axilas,y los ojos demasiado aceitados.
De pronto se oye un fracaso de cristales. Las mesas dan un corcovo ypegan cuatro patadas en el aire. Un enorme espejo se derrumba con lascolumnas y la gente que tenía dentro; mientras entre un oleajede brazos y de espaldas estallan las trompadas, como una rueda decohetes de bengala.
Junto con el vigilante, entra la aurora vestida de violeta.

Poema milonga de Oliverio Girondo con fondo de libro

Oliverio Girondo

plaza

-- de Oliverio Girondo --

Los árboles filtran un ruido de ciudad.
Caminos que se enrojecen al abrazar la rechonchez de los parterres.Idilios que explican cualquiera negligencia culinaria. Hombresanestesiados de sol, que no se sabe si se han muerto.
La vida aquí es urbana y es simple.
Sólo la complican:
uno de esos hombres con bigotes de muñeco de cera, queenloquecen a las amas de cría y les ordeñan todo lo quehan ganado con sus ubres.
El guardián con su bomba, que es un manneken-pis.
Una señora que hace gestos de semáforo a un vigilante, alsentir que sus mellizos se están estrangulando en su barriga.

Poema plaza de Oliverio Girondo con fondo de libro

Oliverio Girondo

pedestre

-- de Oliverio Girondo --

En el fondo de la calle, un edificio público aspira el mal olorde la ciudad.
Las sombras se quiebran el espinazo en los umbrales, se acuestan parafornicar en la vereda.
Con un brazo prendido a la pared, un farol apagado tiene lavisión convexa de la gente que pasa en automóvil.
Las miradas de los transeúntes ensucian las cosas que se exhibenen los escaparates, adelgazan las piernas que cuelgan bajo las capotasde las victorias.
Junto al cordón de la vereda un quiosco acaba de tragarse unamujer.
Pasa: una inglesa idéntica a un farol. Un tranvía que esun colegio sobre ruedas. Un perro fracasado, con ojos de prostituta quenos da vergüenza mirarlo y dejarlo pasar (1).
De repente: el vigilante de la esquina detiene de un golpe de batutatodos los estremecimientos de la ciudad, para que se oiga en un solosusurro, el susurro de todos los senos al rozarse.



Pedro Soto de Rojas

Ausencia triste

-- de Pedro Soto de Rojas --

¿De qué te quejas, corazón? Resiste
los golpes duros de la ausencia fuerte,
pues dejaste la vida por la muerte,
cuyo triunfo en tu dolor consiste.

Mas, ay, que tanto la memoria asiste
-guerrero vigilante- en ofenderte,
que es fuerza que mi amor para valerte
en llanto te desate, en llanto triste.

Muda ya en mares, pues, los ojos míos
y este mi pecho en fuego: fuertes luchen
el agua y fuego con mi pecho roto;

viva muriendo en abrasados fríos,
donde los ecos de su voz escuchen
ausente Fénix y presente Cloto.



Juan Cruz Varela

A la muerte del Dr. D. Juan N. Sola

-- de Juan Cruz Varela --

¡Providencia adorable! ¿por qué dejas
en manos de la Parca fementida
a la más despreciable, hermosa vida
del pastor más amante a sus ovejas?

Insensible a su llanto ¿por qué alejas
al dulce padre, que a sus hijos cuida,
a una región en donde nunca oída
será la voz de sus sentidas quejas?

¡Oh providencia, árbitra infalible
del destino del hombre! tú lo hiciste.
Conformes recibimos el terrible

desapiadado golpe con que heriste
al pastor y al rebaño. Premio eterno
al pastor vigilante, al padre tierno.

II

Rebaño humilde, llora inconsolable
de tu amante pastor la eterna ausencia.
Su caridad, su celo, su paciencia
harán su pérdida siempre irreparable.

Su carácter suave, dulce, amable,
su apacible genial condescendencia,
su candidez con visos de inocencia,
le hicieron ejemplar inimitable.

¿Oh tú que viste dilatados días
su ejemplo, su virtud siempre en aumento,
empapa en llanto sus cenizas frías.

Víctima del dolor y el sentimiento,
clama al Eterno: Dios de bondad lleno
salva el rebaño, salva al pastor bueno.



Francisco de Quevedo

las tres musas últimas castellanas 90

-- de Francisco de Quevedo --

Atlante, que en la cruz sustentas cielo,
hércules que descansas sumo atlante,
alivia con tu fuerza el tierno amante
que, humilde, mide con la boca el suelo.
Mas no le des ayuda, que recelo
que das prisa a su muerte vigilante;
mas dásela, simón, que es importante
para la redención de todo el suelo.
Pero si con tus brazos se aligera
la carga, con tu culpa, del manzano,
también añades peso a su madera.
Llevar parte del leño soberano
es a la redención, que los espera,
llevarte tus pecados con tu mano.



Francisco Villaespesa

a rogelio buendía manzano. poeta joven IV

-- de Francisco Villaespesa --

No volveré a gozar en tu mirada
la luz del paraíso, ni el fragante
reposo de tu seno palpitante
servirá a mis cansancios de almohada,
que un ángel silencioso, con su espada
de fuego, en los umbrales vigilante,
guarda la estrecha puerta de diamante
de mi perdido edén única entrada.
Jamás mi alma renacer espera
en la paz de tu eterna primavera.
Para siempre tus rosas he perdido...
¡Oh paraíso de mi amor postrero,
cuya entrada defiende con su acero
el ángel silencioso del olvido!



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