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Se han encontrado 77 poemas con la palabra viento

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Francisco Villaespesa

balada de amor

-- de Francisco Villaespesa --

Llaman a la puerta, madre. ¿Quién será?
es el viento, hija mía, que gime al pasar.
No es el viento, madre. ¿No oyes suspirar?
es el viento que al paso deshoja un rosal.
No es viento, madre. ¿No escuchas hablar?
el viento que agita las olas del mar.
No es el viento. ¿Oíste una voz gritar?
el viento que al paso rompió algún cristal.
Soy el amor dicen, que aquí quiere entrar...
Duérmete, hija mía..., Es el viento no más.

Poema balada de amor de Francisco Villaespesa con fondo de libro

Líber Falco

Un motivo de nuestra infancia

-- de Líber Falco --

¡Muchachos...!
A la quinta Recaeta,
cada cual con su cometa.
Ay, que la mía no sube.
Ay, que sube
Sube, sube, mi cometa
y no el viento
sino mi corazón
le presta el movimiento.

¡Muchachos...!
Ya no hay quinta Recaeta.
Y sin embargo... Cada uno
de nosotros, tenemos una cometa.

Más allá de los rascacielos
por arriba de los palacios
está el viento.
¡Amigos! ¡El viento...!
Yo tengo veinte cometas.
Subid vosotros las vuestras.
¡Arriba! ¡Al viento!

Tenso el hilo
y un nudo de amor en el corazón,
para pulsar el viento.
¡Amigos! ¡El viento...!

Poema Un motivo de nuestra infancia de Líber Falco con fondo de libro

José Hierro

con las piedras, con el viento con las piedras, con el viento... (1950)

-- de José Hierro --

Mi reino vivirá mientras
estén verdes mis recuerdos.
Cómo se pueden venir
nuestras murallas al suelo.
Cómo se puede no hablar
de todo aquello.
El viento no escucha. No
escuchan las piedras, pero
hay que hablar, comunicar,
con las piedras, con el viento.
Hay que no sentirse solo.
Compañía presta el eco.
El atormentado grita
su amargura en el desierto.
Hay que desendemoniarse,
liberarse de su peso.
Quien no responde, parece
que nos entiende,
como las piedras o el viento.
Se exprime así el alma. Así
se libra de su veneno.
Descansa, comunicando
con las piedras, con el viento.

Poema con las piedras, con el viento   con las piedras, con el viento... (1950) de José Hierro con fondo de libro

Octavio Paz

viento

-- de Octavio Paz --

Cantan las hojas,
bailan las peras en el peral;
gira la rosa,
rosa del viento, no del rosal.
Nubes y nubes
flotan dormidas, algas del aire;
todo el espacio
gira con ellas, fuerza de nadie.
Todo es espacio;
vibra la vara de la amapola
y una desnuda
vuela en el viento lomo de ola.
Nada soy yo,
cuerpo que flota, luz, oleaje;
todo es del viento
y el viento es aire siempre de viaje.



Pablo Neruda

poema 4 veinte poemas de amor y una canción desesperada (1924)

-- de Pablo Neruda --

Poema 4
es la mañana llena de tempestad
en el corazón del verano.
Como pañuelos blancos de adiós viajan las nubes,
el viento las sacude con sus viajeras manos.
Innumerable corazón del viento
latiendo sobre nuestro silencio enamorado.
Zumbando entre los árboles, orquestal y divino,
como una lengua llena de guerras y de cantos.
Viento que lleva en rápido robo la hojarasca
y desvía las flechas latientes de los pájaros.
Viento que la derriba en ola sin espuma
y sustancia sin peso, y fuegos inclinados.
Se rompe y se sumerge su volumen de besos
combatido en la puerta del viento del verano.



Pablo Neruda

el viento en al isla

-- de Pablo Neruda --

El viento es un caballo:
óyelo cómo corre
por el mar, por el cielo.
Quiere llevarme: escucha
cómo recorre el mundo
para llevarme lejos.
Escóndeme en tus brazos
por esta noche sola,
mientras la lluvia rompe
contra el mar y la tierra
su boca innumerable.
Escucha como el viento
me llama galopando
para llevarme lejos.
Con tu frente en mi frente,
con tu boca en mi boca,
atados nuestros cuerpos
al amor que nos quema,
deja que el viento pase
sin que pueda llevarme.
Deja que el viento corra
coronado de espuma,
que me llame y me busque
galopando en la sombra,
mientras yo, sumergido
bajo tus grandes ojos,
por esta noche sola
descansaré, amor mío.



José Ángel Buesa

símil del viento

-- de José Ángel Buesa --

Te sentí, como el viento, cuando pasabas ya;
como el viento, que ignora si llega o si se va...
Fuiste como una fuente que brotó junto a mí.
Y yo, naturalmente, sentí sed y bebí.
Llegaste como el viento, náufraga del azar,
con tus ojos alegres entristeciendo el mar.
Y, para que la tarde pudiera anochecer,
te fuiste como el viento, que no sabe volver.



Vicente Huidobro

Fatiga

-- de Vicente Huidobro --

Marcho día y noche
como un parque desolado.
Marcho día y noche entre esfinges caídas de mis ojos;
miro el cielo y su hierba que aprende a cantar;
miro el campo herido a grandes gritos,
y el sol en medio del viento.

Acaricio mi sombrero lleno de luz especial;
paso la mano sobre el lomo del viento;
los vientos, que pasan como las semanas;
los vientos y las luces con gestos de fruta y sed de sangre;
las luces, que pasan como los meses;
cuando la noche se apoya sobre las casas,
y el perfume de los claveles gira en torno de su eje.

Tomo asiento, como el canto de los pájaros;
es la fatiga lejana y la neblina;
caigo como el viento sobre la luz.

Caigo sobre mi alma.
He ahí el pájaro de los milagros;
he ahí los tatuajes de mi castillo;
he ahí mis plumas sobre el mar, que grita adiós.

Caigo de mi alma.
Y me rompo en pedazos de alma sobre el invierno;
caigo del viento sobre la luz;
caigo de la paloma sobre el viento.



Vicente Riva Palacio

Al viento

-- de Vicente Riva Palacio --

Cuando era niño, con pavor te oía
en las puertas gemir de mi aposento;
doloroso, tristísimo lamento
de misteriosos seres te creía.

Cuando era joven, tu rumor decía
frases que adivino mi pensamiento,
y cruzando después el campamento,
Patria', tu ronca voz me repetía.

Hoy te siento azotando, en las oscuras
noches, de mi prisión las fuertes rejas;
pero hánme dicho ya mis desventuras

que eres viento, no más, cuando te quejas,
eres viento si ruges o murmuras,
viento si llegas, viento si te alejas.



Ramón María del Valle Inclán

rosa deshojada

-- de Ramón María del Valle Inclán --

Alto y triste el cielo,
viento tardecino,
campana, mochuelo
y luna en hocino...

¿Por qué de la vida?
¿qué fin truje a ella?
¿qué senda perdida
labré con mi huella?

¡adiós ilusiones!
ya logran mis años
las quietas razones
de los desengaños.

Perecen las glorias,
se apagan los días,
quedan por memorias
las cenizas frías.

De aquel ardimiento
ni aun ceniza queda,
se la lleva el viento,
viento y polvareda.

Viento entre las mieses,
croar de las ranas,
callados cipreses
y luces livianas.

Nocherniegas cruces,
nocherniega vía,
nocherniegas luces,
del último día.

Alto y triste el cielo,
viento tardecino,
campana, mochuelo
y luna en hocino....



Pablo Neruda

me peina el viento los cabellos

-- de Pablo Neruda --

Me peina el viento los cabellos
como una mano maternal:
abro la puerta del recuerdo
y el pensamiento se me va.
Son otras voces las que llevo,
es de otros labios mi cantar:
hasta mi gruta de recuerdos
tiene una extraña claridad!
frutos de tierras extranjeras,
olas azules de otro mar,
amores de otros hombres, penas
que no me atrevo a recordar.
Y el viento, el viento que me peina
como una mano maternal!
mi verdad :se pierde en la noche:
no tengo noche ni verdad!
tendido en medio del camino
deben pisarme para andar.
Pasan por mí sus corazones
ebrios de vino y de soñar.
Yo soy un puente inmóvil entre
tu corazón y la eternidad.
Si me muriera de repente
no dejaría de cantar!



José Tomás de Cuellar

El viento de la noche

-- de José Tomás de Cuellar --

OYES? Ya baja á nuestro espacio umbrío
De las etéreas salas
El viento de la noche rudo y frío
Rasgando nubes con sus negras alas.

Oyes? Como rumor de tristes voces....
Ecos de llanto, vuelos de suspiros....
Como tropel de ayes.... Como voces
De incomprensibles y volubles jiros....

Es que el viento recoje con empeño
Escorias de dolor, restos de llanto,
En la hora del sueño,
En que por bien de Dios se olvida tanto.

Es que el viento, divino mensajero
De la morada pía,
Barre el valle de lágrimas entero;
Pues si la aurora del risueño día
Viera tanta miseria.... No saldría.



Miguel Unamuno

¿Qué es tu vida, alma mía?

-- de Miguel Unamuno --

¿Qué es tu vida, alma mía?, ¿cuál tu pago?,
¡Lluvia en el lago!
¿Qué es tu vida, alma mía, tu costumbre?
¡Viento en la cumbre!

¿Cómo tu vida, mi alma, se renueva?,
¡Sombra en la cueva!,
¡Lluvia en el lago!,
¡Viento en la cumbre!,
¡Sombra en la cueva!

Lágrimas es la lluvia desde el cielo,
y es el viento sollozo sin partida,
pesar, la sombra sin ningún consuelo,
y lluvia y viento y sombra hacen la vida.



Miguel Unamuno

Qué es tu vida

-- de Miguel Unamuno --

¿Qué es tu vida, alma mía?, ¿cuál tu pago?,
¡lluvia en el lago!
¿Qué es tu vida, alma mía, tu costumbre?
¡viento en la cumbre!

¿Cómo tu vida, mi alma, se renueva?,
¡sombra en la cueva!,
¡lluvia en el lago!,
¡viento en la cumbre!,
¡sombra en la cueva!

Lágrimas es la lluvia desde el cielo,
y es el viento sollozo sin partida,
pesar, la sombra sin ningún consuelo,
y lluvia y viento y sombra hacen la vida.



Claudio Rodríguez

un viento

-- de Claudio Rodríguez --

Dejad que el viento me traspase el cuerpo
y lo ilumine. Viento sur, salino,
muy soleado y muy recién lavado
de intimidad y redención, y de
impaciencia. Entra, entra en mi lumbre,
ábreme ese camino
nunca sabido: el de la claridad.
Suena con sed de espacio,
viento de junio, tan intenso y libre
que la respiración, que ahora es deseo
me salve. Ven
conocimiento mío, a través de
tanta materia deslumbrada por tu honda
gracia.
Cuán a fondo me asaltas y me enseñas
a vivir, a olvidar,
tú, con tu clara música.
Y cómo alzas mi vida
muy silenciosamente,
muy de mañana y amorosamente
con esa puerta luminosa y cierta
que se me abre serena
porque contigo no me importa nunca
que algo me nuble el alma.



Luis Cernuda

el viento y el alma

-- de Luis Cernuda --

Con tal vehemencia el viento
viene del mar, que sus sones
elementales contagian
el silencio de la noche.
Solo en tu cama le escuchas
insistente en los cristales
tocar, llorando y llamando
como perdido sin nadie.
Mas no es él quien en desvelo
te tiene, sino otra fuerza
de que tu cuerpo es hoy cárcel,
fue viento libre, y recuerda.



Dulce María Loynaz

tierra cansada

-- de Dulce María Loynaz --

La tierra se va cansando,
la rosa no huele a rosa.
La tierra se va cansando
de entibiar semillas rotas,
y el cansando de la tierra
sube en la flor que deshoja
el viento... Y allí, en el viento
se queda...

La mariposa
volará toda una tarde
para reunir una gota
de miel...

Ya no son las frutas
tan dulces como eran otras...
Las canas enjutas hacen
azúcar flojo... Y la poca
uva, vino que no alegra...
La rosa no huele a rosa.
La tierra se va cansando
de la raíz a las hojas,
la tierra se va cansando.
(Rosa, rosita de aromas...,
La de la virgen de mayo,
la de mi blanca corona...
¿Que viento la deshojo?)
¡me duele el alma de sola!...

(La virgen se qued6 arriba
toda cubierta de rosas...)

¡No me esperes si me esperas,
rosa mas linda que todas!...

La tierra se va cansando...
El corazón quiere sombra...



José Ángel Buesa

canción del amor lejano

-- de José Ángel Buesa --

Ella no fue, entre todas, la más bella,
pero me dio el amor más hondo y largo.
Otras me amaron más; y, sin embargo,
a ninguna la quise como a ella.
Acaso fue porque la amé de lejos,
como una estrella desde mi ventana...
Y la estrella que brilla más lejana
nos parece que tiene más reflejos.
Tuve su amor como una cosa ajena
como una playa cada vez más sola,
que únicamente guarda de la ola
una humedad de sal sobre la arena.
Ella estuvo en mis brazos sin ser mía,
como el agua en cántaro sediento,
como un perfume que se fue en el viento
y que vuelve en el viento todavía.
Me penetró su sed insatisfecha
como un arado sobre llanura,
abriendo en su fugaz desgarradura
la esperanza feliz de la cosecha.
Ella fue lo cercano en lo remoto,
pero llenaba todo lo vacío,
como el viento en las velas del navío,
como la luz en el espejo roto.
Por eso aún pienso en la mujer aquella,
la que me dio el amor más hondo y largo...
Nunca fue mía. No era la más bella.
Otras me amaron más... Y, sin embargo,
a ninguna la quise como a ella.



Antonio Machado

Era una mañana y abril sonreía

-- de Antonio Machado --

Era una mañana y abril sonreía.
Frente al horizonte dorado moría
la luna, muy blanca y opaca; tras ella,
cual tenue ligera quimera, corría
la nube que apenas enturbia una estrella.
........................................
Como sonreía la rosa mañana,
al sol del oriente abrí mi ventana;
y en mi triste alcoba penetró el oriente
en canto de alondras, en risa de fuente
y en suave perfume de flora temprana.
Fue una clara tarde de melancolía.
Abril sonreía. Yo abrí las ventanas
de mi casa al viento... El viento traía
perfumes de rosas, doblar de campanas...
Doblar de campanas lejanas, llorosas,
süave de rosas aromado aliento...
...¿Dónde están los huertos floridos de rosas?
¿Qué dicen las dulces campanas al viento?
......................................
Pregunté a la tarde de abril que moría:
—¿Al fin la alegría se acerca a mi casa?
La tarde de abril sonrió: —La alegría
pasó por tu puerta-y luego, sombría—:
Pasó por tu puerta. Dos veces no pasa.



Antonio Machado

Húmedo está, bajo el laurel, el banco

-- de Antonio Machado --

Húmedo está, bajo el laurel, el banco
de verdinosa piedra;
lavó la lluvia, sobre el muro blanco,
las empolvadas hojas de la hiedra.
Del viento del otoño el tibio aliento
los céspedes undula, y la alameda
conversa con el viento...
¡El viento de la tarde en la arboleda!
Mientras el sol en el ocaso esplende
que los racimos de la vid orea,
y el buen burgués, en su balcón enciende
la estoica pipa en que el tabaco humea,
voy recordando versos juveniles...
¿Qué fue de aquel mi corazón sonoro?
¿Será cierto que os vais, sombras gentiles,
huyendo entre los árboles de oro?



José Hierro

viento de otoño alegría (1947)

-- de José Hierro --

Hemos visto, ¡alegría!, dar el viento
gloria final a las hojas doradas.
Arder, fundirse el monte en llamaradas
crepusculares, trágico y sangriento.
Gira, asciende, enloquece, pensamiento.
Hoy da el otoño suelta a sus manadas.
¿No sientes a lo lejos sus pisadas?
pasan, dejando el campo amarillento.
Por esto, por sentirnos todavía
música y viento y hojas, ¡alegría!
por el dolor que nos tiene cautivos,
por la sangre que mana de la herida
¡alegría en el nombre de la vida!
somos alegres porque estamos vivos.



José Lezama Lima

una oscura pradera me convida

-- de José Lezama Lima --

Una oscura pradera me convida,
sus manteles estables y ceñidos,
giran en mí, en mi balcón se aduermen.
Dominan su extensión, su indefinida
cúpula de alabastro se recrea.
Sobre las aguas del espejo,
breve la voz en mitad de cien caminos,
mi memoria prepara su sorpresa:
gamo en el cielo, rocío, llamarada.
Sin sentir que me llaman
penetro en la pradera despacioso,
ufano en nuevo laberinto derretido.

Allí se ven, ilustres restos,
cien cabezas, cornetas, mil funciones
abren su cielo, su girasol callando.
Extraña la sorpresa en este cielo,
donde sin querer vuelven pisadas
y suenan las voces en su centro henchido.
Una oscura pradera va pasando.
Entre los dos, viento o fino papel,
el viento, herido viento de esta muerte
mágica, una y despedida.
Un pájaro y otro ya no tiemblan.



Alberti

AMARANTA

-- de Alberti --

... calzó de viento ...

GÓNGORA

Rubios, pulidos senos de Amaranta,
por una lengua de lebrel limados.
Pórticos de limones, desviados
por el canal que asciende a tu garganta.

Rojo, un puente de rizos se adelanta
e incendia tus marfiles ondulados.
Muerde, heridor, tus dientes desangrados,
y corvo, en vilo, al viento te levanta.

La soledad, dormida en la espesura,
calza su pie de céfiro y desciende
del olmo alto al mar de la llanura.

Su cuerpo en sombra, oscuro, se le enciende,
y gladiadora, como un ascua impura,
entre Amaranta y su amador se tiende.



Alberti

dime que sí

-- de Alberti --

Dime que sí,
compañera,
marinera,
dime que sí.

Dime que he de ver la mar,
que en la mar he de quererte.
Compañera,
dime que sí.

Dime que he de ver el viento,
que en el viento he de quererte.
Marinera,
dime que sí.

Dime que sí,
compañera,
dime,
dime que sí.



Alberti

funerales

-- de Alberti --

¡pescadores, pescadores,
lanzad el arpón al viento
y en banderas sin colores
izad vuestro sentimiento!

lloren los ojos del puente
las aguas de treinta ríos;
que el puño de la corriente
rompa en el mar los navíos.

¡Lampiños guardias marinas,
que alegres guardáis las olas,
giman las negras bocinas
y callen las caracolas!

¡marineras, marineras,
mujeres del aire frío,
regad vuestras cabelleras
negras por el playerío!

¡sal hortelana del mar,
flotando, sobre tu huerto,
desnuda, para llorar
por el marinero muerto!

llueve sobre el agua, llueve
nieve negra de alga fría.
Entre glaciares de nieve,
abierta, la tumba mía.

¡Funerales de las olas!
¡el viento, en los arenales!
entre apagadas farolas
se hunden mis funerales.



Alejandra Pizarnik

peregrinaje

-- de Alejandra Pizarnik --

A elizabeth azcona cranwell

llamé, llamé como la náufraga dichosa
a las olas verdugas
que conocen el verdadero nombre
de la muerte.

He llamado al viento,
le confié mi ser.

Pero un pájaro muerto
vuela hacia la desesperanza
en medio de la música
cuando brujas y flores
cortan la mano de la bruma.
Un pájaro muerto llamado azul.

No es la soledad con alas,
es el silencio de la prisionera,
es la mudez de pájaros y viento,
es el mundo enojado con mi risa
o los guardianes del infierno
rompiendo mis cartas.

He llamado, he llamado.
He llamado hacia nunca.



Alfonsina Storni

Vientos marinos

-- de Alfonsina Storni --

Mi corazón era una flor,
de espuma;
un pétalo de nieve,
otro de sal;
Viento marino lo tomó
y lo puso
sobre mano ruda
sobre una mano
encallecida a mar.
Tan fino encaje
¿cómo podía anclar?
Golpe de viento
se lo llevó a tumbos
por la inmensidad.
Rodando aún está.
Se enreda a las cadenas
que golpean los flancos
de los buques... ¡Ay!...



Amado Nervo

el éxodo y las flores del camino (1902). viejo estribillo

-- de Amado Nervo --

¿quién es esa sirena de la voz tan doliente,
de las carnes tan blancas, de la trenza tan bruna?
es un rayo de luna que se baña en la fuente,
es un rayo de luna...
¿Quién gritando mi nombre la morada recorre?
¿quién me llama en las noches con tan trémulo acento?
es un soplo de viento que solloza en la torre,
es un soplo de viento...
Di, ¿quién eres, arcángel cuyas alas se abrasan
en el fuego divino de la tarde y que subes
por la gloria del éter? son las nubes que pasan;
mira bien, son las nubes...
¿Quién regó sus collares en el agua, dios mío?
lluvia son de diamantes en azul terciopelo...
Es la imagen del cielo que palpita en el río,
es la imagen del cielo...
¡Oh señor! la belleza sólo es, pues, espejismo;
nada más tú eres cierto: ¡sé tú mi último dueño!
¿dónde hallarte, en el éter, en la tierra, en mí mismo?
un poquito de ensueño te guiará en cada abismo,
un poquito de ensueño...



Amado Nervo

El metro de doce

-- de Amado Nervo --

El metro de doce son cuatro donceles,
donceles latinos de rítmica tropa,
son cuatro hijosdalgo con cuatro corceles;
el metro de doce galopa, galopa...

Eximia cuadriga de casco sonoro
que arranca al guijarro sus chispas de oro,
caballos que en crines de seda se arropan
o al viento las tienden como pabellones,
pegasos fantasmas, los cuatro bridones
galopan, galopan, galopan, galopan...

¡Oh metro potente, doncel soberano
que montas nervioso bridón castellano
cubierto de espumas perladas y blancas,
apura la fiebre del viento en la copa
y luego galopa, galopa, galopa,
llevando el Ensueño prendido a tus ancas!

El metro de doce son cuatro garzones,
garzones latinos de rítmica tropa,
son cuatro hijosdalgo con cuatro bridones,
el metro de doce galopa, galopa...



Amado Nervo

Viejo estribillo

-- de Amado Nervo --

¿Quién es esa sirena de la voz tan doliente,
de las carnes tan blancas, de la trenza tan bruna?
-Es un rayo de luna que se baña en la fuente,
es un rayo de luna...

¿Quién gritando mi nombre la morada recorre?
¿Quién me llama en las noches con tan trémulo acento?
-Es un soplo de viento que solloza en la torre,
es un soplo de viento...

Dí, quién eres, arcángel cuyas alas se abrasan
en el fuego divino de la tarde y que subes
por la gloria del éter? -Son las nubes que pasan;
mira bien, son las nubes...

¿Quién regó sus collares en el agua, Dios mío?
Lluvia son de diamantes en azul terciopelo...
-Es la imagen del cielo que palpita en el río,
es la imagen del cielo...

¡Oh Señor! La belleza sólo es, pues, espejismo;
nada más Tú eres cierto: ¡Se Tú mi último Dueño!
¿Dónde hallarte, en el éter, en la tierra, en mí mismo?
-Un poquito de ensueño te guiará en cada abismo,
un poquito de ensueño...



Leandro Fernández de Moratín

oda. traducción de horacio - rumbo mejor, licino

-- de Leandro Fernández de Moratín --

Rumbo mejor, licino,
seguirás no engolfándote en la altura,
ni aproximando el pino
a playa mal segura,
por evitar la tempestad oscura.
El que la medianía
preciosa amó, del techo quebrantado
y pobre se desvía
como del envidiado
alcázar, de oro y pórfidos labrado.
Muchas veces el viento
árboles altos rompe; levantadas
torres, con más violento
golpe caen arruinadas;
hiere el rayo las cumbres elevadas.
No en la dicha confía
el varón fuerte; en la aflicción espera
más favorable día:
jove la estación fiera
del hielo vuelve en grata primavera.
Si mal sucede ahora,
no siempre mal será. Tal vez no excusa
con cítara sonora,
febo, animar la musa;
tal vez el arco por los bosques usa.
En la desgracia sabe
mostrar al riesgo el corazón valiente;
y si el viento tu nave
sopla serenamente,
la hinchada vela cogerás prudente.



Leandro Fernández de Moratín

oda. traducción de horacio - más seguro ¡oh! licino

-- de Leandro Fernández de Moratín --

Más seguro ¡oh! licino
vivirás no engolfándote en la altura,
ni aproximando el pino
a playa mal segura,
por evitar la tempestad obscura.
El que la medianía
preciosa amó, del techo quebrantado
y pobre se desvía
como del envidiado
albergue en oro y pórfidos labrado.
Muchas veces el viento
árboles altos rompe; levantadas
torres con más violento
golpe caen arruinadas;
hiere el rayo las cumbres elevadas.
No en la dicha confía
el varón fuerte; en su aflicción espera
más favorable día:
jove la estación fiera
del hielo vuelve en grata primavera.
Si mal sucede ahora,
no siempre mal será. Tal vez no excusa
con cítara sonora
febo animar la musa;
tal vez el arco por los bosques usa.
En la desgracia sabe
mostrar al riesgo el corazón valiente
y si el viento tu nave
sopla serenamente
la hinchada vela cogerás prudente.



Lope de Vega

A la primera luz que al viento mueve

-- de Lope de Vega --

A la primera luz que al viento mueve,
trágico ruiseñor en la ribera,
joven almendro erró la primavera,
y, anticipado, a florecer se atreve.

Pero trocando en átomos de nieve
el blando soplo al céfiro, la fiera
mano del austro, en turbulenta esfera,
las flores desmayó fímera breve.

Así mozo infeliz, cuando le advierte
el valle, el prado en flor anticipada,
desmaya ramas y pimpollos vierte.

Siendo de aquella fábrica dorada
tan breve el fin, que aun ignoró la Muerte
si fue con la desdicha o con la espada.



Lope de Vega

Al viento se encomienda, al mar se entrega

-- de Lope de Vega --

Al viento se encomienda, al mar se entrega,
conjura un áspid, ablandar procura
con tiernos ruegos una peña dura,
o las rocas del mar donde navega;

pide seguridad a la fe griega,
consejo al loco y al enfermo cura,
verdad al juego, sol en noche oscura,
y fruta al polo donde el sol no llega;

que juzgue de colores pide al ciego,
desnudo y solo al salteador se atreve,
licor precioso de las piedras saca;

fuego busca en el mar, agua en el fuego,
en Libia flor, en Etiopía nieve,
quien pone su esperanza en mujer flaca.



Lope de Vega

Cayó la torre que en el viento hacían

-- de Lope de Vega --

Cayó la torre que en el viento hacían
mis altos pensamientos castigados,
que yacen por el suelo derribados,
cuando con sus extremos competían.
Atrevidos al sol llegar querían,
y morir en sus rayos abrasados,
de cuya luz contentos y engañados,
como la ciega mariposa, ardían.
¡Oh, siempre aborrecido desengaño,
amado al procurarte, odioso al verte,
que en lugar de sanar, abres la herida!
Plugiera a Dios duraras, dulce engaño:
que si ha de dar un desengaño muerte,
mejor es un engaño que da vida.



Lope de Vega

Cual engañado niño que, contento

-- de Lope de Vega --

Cual engañado niño que, contento,
pintado pajarillo tiene atado,
y le deja en la cuerda, confiado,
tender las alas por el manso viento;

y cuando más en esta gloria atento,
quebrándose el cordel, quedó burlado,
siguiéndole, en sus lágrimas bañado,
con los ojos y el triste pensamiento,

contigo he sido, Amor; que mi memoria
dejé llenar de pensamientos vanos,
colgados de la fuerza de un cabello.

Llevóse el viento el pájaro y mi gloria,
y dejóme el cordel entre las manos,
que habrá por fuerza de servirme al cuello.



Lope de Vega

Si culpa, el concebir; nacer tormento

-- de Lope de Vega --

Si culpa, el concebir; nacer tormento;
guerra, vivir, la muerte, fin humano;
si después de hombre, tierra y vil gusano,
y después de gusano, polvo y viento;
si viento nada, y nada el fundamento;
flor, la hermosura; la ambición, tirano;
la fama y gloria, pensamiento vano,
y vano, en cuanto piensa el pensamiento,
¿quién anda en este mar para anegarse?
¿De qué sirve en quimeras consumirse,
ni pensar otra cosa que salvarse?
¿De qué sirve estimarse y preferirse,
buscar memoria habiendo de olvidarse,
y edificar habiendo de partirse?



Usurpa ufano ya el tirano viento

-- de Luis Carrillo y Sotomayor --

Usurpa ufano ya el tirano viento
a las velas los senos extendidos.
¡Adiós, playas, ya os pierdo! ¡Adiós, erguidos
montes a quien venció mi pensamiento!

Ya es mar también el uno y otro asiento
en mis ojos, de lágrimas ceñidos,
por perderos, oh montes, más perdidos:
tal pierdo, triste tal, así tal siento.

Ya esconde el ancho mar, en sí orgulloso,
las frentes de los cerros levantados,
en sus soberbias olas caudaloso.

Así divide ausencia mis cuidados;
mas no podrá jamás, ¡oh dueño hermoso!,
de ti, mis pensamientos abrasados.



Líber Falco

La noche, afuera, era un vuelo oscuro

-- de Líber Falco --

La noche, afuera, era un vuelo oscuro.
Un viento oscuro, arrebatando el mundo.
Un ferrocarril, como un inquieta lombriz
remontaba los aires.
Tristes gallos quejándose con su sola nota.
Tristes aullaban los ferrocarriles, y por el aire
con su sola nota quejábanse los gallos.
Los perros gemían trasqueando rabiosamente
la enorme masa oscura que pasa y que los lleva.

La noche era un viento.
Un vuelo oscuro.
Y tú un prisionero a solas
con un solo pensamiento.



Jaime Torres Bodet

agosto

-- de Jaime Torres Bodet --

Va a llover... Lo ha dicho al césped
el canto fresco del río;
el viento lo ha dicho al bosque
y el bosque al viento y al río.

Va a llover... Crujen las ramas
y huele a sombra en los pinos.

Naufraga en verde el paisaje.
Pasan pájaros perdidos.

Va a llover... Ya el cielo empieza
a madurar en el fondo
de tus ojos pensativos.



Jorge Guillén

las doce en el reloj

-- de Jorge Guillén --

Dije: todo ya pleno.
Un álamo vibró.
Las hojas plateadas
sonaron con amor.
Los verdes eran grises,
el amor era sol.
Entonces, mediodía,
un pájaro sumió
su cantar en el viento
con tal adoración
que se sintió cantada
bajo el viento la flor
crecida entre las mieses,
más altas. Era yo,
centro en aquel instante
de tanto alrededor,
quien lo veía todo
completo para un dios.
Dije: todo, completo.
¡Las doce en el reloj!



César Vallejo

varios días el aire, compañeros

-- de César Vallejo --

Varios días el aire, compañeros,
muchos días el viento cambia de aire,
el terreno, de filo,
de nivel el fusil republicano.
Varios días españa está española.
Varios días el mal
mobiliza sus órbitas, se abstiene,
paraliza sus ojos escuchándolos.
Varios días orando con sudor desnudo,
los milicianos cuélganse del hombre.
Varios días, el mundo, camaradas,
el mundo está español hasta la muerte.
Varios días ha muerto aquí el disparo
y ha muerto el cuerpo en su papel de espíritu
y el alma es ya nuestra alma, compañeros.
Varios días el cielo,
éste, el del día, el de la pata enorme.
Varios días, gijón;
muchos días, gijón;
mucho tiempo, gijón;
mucha tierra, gijón;
mucho hombre, gijón;
y mucho dios, gijón,
muchísimas españas ¡ay! gijón.
Camaradas,
varios días el viento cambia de aire.



César Vallejo

Varios días el aire, compañeros ...

-- de César Vallejo --

Varios días el aire, compañeros,
muchos días el viento cambia de aire,
el terreno, de filo,
de nivel el fusil republicano.
Varios días España está española.

Varios días el mal
moviliza sus órbitas, se abstiene,
paraliza sus ojos escuchándolos.
Varios días orando con sudor desnudo,
los milícianos cuélganse del hombre.
Varios días, el mundo, camarada,
el mundo está español hasta la muerte.

Varios días ha muerto aquí el disparo
y ha muerto el cuerpo en su papel de espíritu
y el alma es ya nuestra alma, compañeros.
Varios días el cielo,
éste, el del día, el de la pata enorme.

Varios días, Gijón;
muchos días, Gijón;
mucho tiempo, Gijón;
mucha tierra, Gijón;
mucho hombre, Gijón;
y mucho dios, Gijón,
muchísimas Españas ¡ay! Gijón.

Camaradas,
varios días el viento cambia de aire.

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Delmira Agustini

La barca milagrosa

-- de Delmira Agustini --

Preparadme una barca como un gran pensamiento...
La llamarán "La Sombra" unos; otros, "La Estrella".
No ha de estar al capricho de una mano o de un viento;
Yo la quiero consciente, indomable y bella.

La moverá en gran ritmo de tu corazón sangriento
De vida sobrehumana; he de sentirme en ella
Fuerte como en los brazos de Dios. ¡En todo viento,
En todo mar templadme su ropa de centella!

La cargaré de toda mi tristeza, y, sin rumbo,
Iré como la rota corola de un nelumbo
Por sobre el horizonte líquido de la mar...

Barca, alma hermana: ¿Hacia qué tierras nunca vistas,
de hondas revelaciones, de cosas imprevistas
Irémos?...Yo ya muero de vivir y soñar...



Dulce María Loynaz

el madrigal de la muchacha coja

-- de Dulce María Loynaz --

Era coja la niña.

Y aquella
su cojera
era
como un ondulamiento
de viento
en un trigal...

Era coja la doncella,
trazaba eses de plata sobre el viento,
hecha a no sé qué curva sideral...

Cristal quebrado era la niña... Mella
de rosas, por el pie quebrada
(¡y sin cristal que la tuviera alzada!...):
Una rosa cortada
que cae al suelo y que el que pasa huella.

La niña cojeaba
y su cojera en una sonrisa recataba
sin acritud de llanto ni querella:

como la noche sella
su honda herida de luz-alba o centella-,
así sellaba
ella
la herida que en su pie se adivinaba...

Nadie la hallara bella;
pero había en ella
como una huella
celeste... Era coja la niña:

se hincó el pie con la punta de una estrella.



Octavio Paz

sonetos iii

-- de Octavio Paz --

Del verdecido júbilo del cielo
luces recobras que la luna pierde
porque la luz de sí misma recuerde
relámpagos y otoños en tu pelo.
El viento bebe viento en su revuelo,
mueve las hojas y su lluvia verde
moja tus hombros, tus espaldas muerde
y te desnuda y quema y vuelve yelo.
Dos barcos de velamen desplegado
tus dos pechos. Tu espalda es un torrente.
Tu vientre es un jardín petrificado.
Es otoño en tu nuca: sol y bruma.
Bajo el verde cielo adolescente,
tu cuerpo da su enamorada suma.



Octavio Paz

jardín

-- de Octavio Paz --

A juan gil-albert
nubes a la deriva, continentes
sonámbulos, países sin substancia
ni peso, geografías dibujadas
por el sol y borradas por el viento.
Cuatro muros de adobe. Buganvillas:
en sus llamas pacíficas mis ojos
se bañan. Pasa el viento entre alabanzas
de follajes y yerbas de rodillas.
El heliotropo con morados pasos
cruza envuelto en su aroma. Hay un profeta:
el fresno y un meditabundo: el pino.
El jardín es pequeño, el cielo inmenso.
Verdor sobreviviente en mis escombros:
en mis ojos te miras y te tocas,
te conoces en mí y en mí te piensas,
en mí duras y en mí te desvaneces.



Octavio Paz

la cara y el viento

-- de Octavio Paz --

Bajo un sol inflexible
llanos ocres, colinas leonadas.
Trepé por un breñal una cuesta de cabras
hacia un lugar de escombros:
pilastras desgajadas, dioses decapitados.
A veces, centelleos subrepticios:
una culebra, alguna lagartija.
Agazapados en las piedras,
color de tinta ponzoñosa,
pueblos de bichos quebradizos.
Un patio circular, un muro hendido.
Agarrada a la tierra nudo ciego,
árbol todo raíces la higuera religiosa.
Lluvia de luz. Un bulto gris: el buda.
Una masa borrosa sus facciones,
por las escarpaduras de su cara
subían y bajaban las hormigas.
Intacta todavía,
todavía sonrisa, la sonrisa:
golfo de claridad pacífica.
Y fui por un instante diáfano
viento que se detiene,
gira sobre sí mismo y se disipa.



Pablo Neruda

soneto xxviii cien sonetos de amor (1959) mañana

-- de Pablo Neruda --

Soneto xxviii
amor, de grano a grano, de planeta a planeta,
la red del viento con sus países sombríos,
la guerra con sus zapatos de sangre,
o bien el día y la noche de la espiga.
Por donde fuimos, islas o puentes o banderas,
violines del fugaz otoño acribillado,
repitió la alegría los labios de la copa,
el dolor nos detuvo con su lección de llanto.
En todas las repúblicas desarrollaba el viento
su pabellón impune, su glacial cabellera
y luego regresaba la flor a sus trabajos.
Pero en nosotros nunca se calcinó el otoño.
Y en nuestra patria inmóvil germinaba y crecía
el amor con los derechos del rocío.



Pablo Neruda

poema 18 veinte poemas de amor y una canción desesperada (1924)

-- de Pablo Neruda --

Poema 18
aquí te amo.
En los oscuros pinos se desenreda el viento.
Fosforece la luna sobre las aguas errantes.
Andan días iguales persiguiéndose.
Se desciñe la niebla en danzantes figuras.
Una gaviota de plata se descuelga del ocaso.
A veces una vela. Altas, altas estrellas.
O la cruz negra de un barco.
Solo.
A veces amanezco, y hasta mi alma está húmeda.
Suena, resuena el mar lejano.
Este es un puerto.
Aquí te amo.
Aquí te amo y en vano te oculta el horizonte.
Te estoy amando aún entre estas frías cosas.
A veces van mis besos en esos barcos graves,
que corren por el mar hacia donde no llegan.
Ya me veo olvidado como estas viejas anclas.
Son más tristes los muelles cuando atraca la tarde.
Se fatiga mi vida inútilmente hambrienta.
Amo lo que no tengo. Estás tú tan distante.
Mi hastío forcejea con los lentos crepúsculos.
Pero la noche llega y comienza a cantarme.
La luna hace girar su rodaje de sueño.
Me miran con tus ojos las estrellas más grandes.
Y como yo te amo, los pinos en el viento, quieren cantar tu nombrecon sus hojas de alambre.



Pablo Neruda

piedras antárticas

-- de Pablo Neruda --

Allí termina todo
y no termina:
allí comienza todo:
se despiden los ríos en el hielo,
el aire se ha casado con la nieve,
no hay calles ni caballos
y el único edificio
lo construyó la piedra.
Nadie habita el castillo
ni las almas perdidas
que frío y viento frío
amedrentaron:
es sola allí la soledad del mundo,
y por eso la piedra
se hizo música,
elevó sus delgadas estaturas,
se levantó para gritar o cantar,
pero se quedó muda.
Sólo el viento,
el látigo
del polo sur que silba,
sólo el vacío blanco
y un sonido de pájaros de lluvia
sobre el castillo de la soledad.



Pedro Soto de Rojas

Mirando un incendio

-- de Pedro Soto de Rojas --

Subes, oh llama, con veloz carrera
de estos cansados leños desatada,
solicitando en humos transformada
el distante reposo de tu esfera;

pero al subir por la región ligera
te vuelve el viento burlador en nada;
¡ay de ti, cuanto amante, desdichada,
de mi más dulce acción imagen fiera!

Así disuelta sube el alma mía
del corazón solicitando asiento
a la esfera veloz de su alegría,

y nunca llega a conseguir su intento:
que es humo mi ardor, y a su porfía
es un desdén dificultad del viento.



Pedro Soto de Rojas

Tristes quejas de amor dilato al viento

-- de Pedro Soto de Rojas --

Proemio

Tristes quejas de amor dilato al viento.
Serán, por tristes, de mi error castigo;
por quejas, nuevo honor de mi enemigo;
y por de amor, de amantes escarmiento.

Será también la voz de mi instrumento
en el proceso de mi edad testigo,
y yo el áspero actor que a mí me sigo
y el culpado que canta en el tormento.

Vosotros, o jueces, o fiscales
(bien así que mis males, infinitos),
no me juzguéis si no sentís mis males;

que si buscáis castigo a mis delitos,
castigos tienen a su culpa iguales:
fuegos de amor abrasan mis escritos.



José María Heredia

la melancolía. letrilla

-- de José María Heredia --

La melancolía
letrilla
hoja solitaria y mustia,
que de tu árbol arrancada,
por el viento arrebatada
triste murmurando vas,
¿do te diriges? lo ignoro,
de la encina que adornaba
este prado, y me apoyaba,
los restos mirando estás.
Bajo su sombra felice
las zagalas y pastores
cantaban, y sus amores
contenta escuchaba yo,
nise; la joven más bella
que jamás ornó éste prado
tal vez pensando en su amado,
en el tronco se apoyó.
Mas contrastada la encina
por huracán inclemente
abatió su altiva frente
dejándose despojar.
Desde entonces cada día
raudo el viento me arrebata,
y aunque feroz me maltrata
ni aun oso quejarme de él.
Voy, de su impulso llevado
del valle a la selva umbrosa,
do van las hojas de rosa
y las hojas de laurel.



José María Heredia

La melancolía

-- de José María Heredia --

Hoja solitaria y mustia,
que de tu árbol arrancada,
por el viento arrebatada
triste murmurando vas,
¿do te diriges? —Lo ignoro,
de la encina que adornaba
este prado, y me apoyaba,
los restos mirando estás.

Bajo su sombra felice
las zagalas y pastores
cantaban, y sus amores
contenta escuchaba yo,
Nise; la joven más bella
que jamás ornó éste prado
tal vez pensando en su amado,
en el tronco se apoyó.

Mas contrastada la encina
por huracán inclemente
abatió su altiva frente
dejándose despojar.
Desde entonces cada día
raudo el viento me arrebata,
y aunque feroz me maltrata
ni aun oso quejarme de él.

Voy, de su impulso llevado
del valle a la selva umbrosa,
do van las hojas de rosa
y las hojas de laurel.



José Tomás de Cuellar

El suspiro y la lágrima

-- de José Tomás de Cuellar --

— A donde vas? — una furtiva lágrima
Le preguntó á un suspiro —
¿Cual todos tus hermanos vas al viento
Sin rumbo y sin destino?

— Voy en alas del viento do me manda
Un pecho conmovido —
Dijo al pasar junto á la tibia lágrima
El íntimo suspiro —
Voy á un punto del cielo muy remoto,
Pero con rumbo fijo,
Y nadie vé la senda misteriosa
Por donde yo camino.
Tiene poder sobrado quien me manda,
De la piedad soy hijo



José Tomás de Cuellar

Los desgraciados

-- de José Tomás de Cuellar --

SI en las tranquilas horas de la tarde,
Del viento en el monótono sonar,
Oís entre las hojas de los árboles,
Gemir ó suspirar,

Y os parece ilusión de los sentidos
Y que es rumor de hojas nada más;
Pensad en los que lloran en el mundo
Con angustioso afán,

Y sabréis como el viento ha arrebatado
Al tedio, á la miseria, á la orfandad,
Esas notas tristísimas que suenan
Allá en la soledad.

Si os asomais al cristalino arroyo
En una hora de calma y de soláz,



José Ángel Buesa

poema nocturno

-- de José Ángel Buesa --

Muchacha de una noche de viento y hojas secas,
que una sonrisa tuya pobló de mariposas,
como si aún recordaras tus últimas muñecas
junto a un hombre lejano que olvidó tantas cosas...
Muchacha de una noche de cigarrillos lentos,
cuando quedó en la mesa la flor de tu corpiño:
tú eras la pastorcita de los libros de cuentos,
y yo fui el niño triste que no supo ser niño.
Muchacha de una noche par ael amor errante,
cuando crece el otoño con su vaho profundo,
y el alma es el navío de un solo tripulante
que despliega sus lonas al viento de otro mundo.
Muchacha de un noche: yo pienso todavía
que hubiera sido hermoso que nunca amaneciera,
ahora que, fatalmente, comienza un nuevo dia,
que ha de ser, para tantos, otro dia cualquiera...



Félix María Samaniego

El gallo y el zorro

-- de Félix María Samaniego --

Un gallo muy maduro,
de edad provecta, duros espolones,
pacífico y seguro,
sobre un árbol oía las razones
de un zorro muy cortés y muy atento,
más elocuente cuanto más hambriento.

«Hermano», le decía,
«ya cesó entre nosotros una guerra
que cruel repartía
sangre y plumas al viento y a la tierra.
Baja; daré, para perpetuo sello,
mis amorosos brazos a tu cuello.»

«Amigo de mi alma»,
responde el gallo, «¡qué placer inmenso
en deliciosa calma
deja esta vez mi espíritu suspenso!
Allá bajo, allá voy tierno y ansioso
a gozar en tu seno mi reposo.

«Pero aguarda un instante,
porque vienen, ligeros como el viento,
y ya están adelante,
dos correos que llegan al momento,
de esta noticia portadores fieles,
y son, según la traza, dos lebreles.»

«Adiós, adiós, amigo,
dijo el zorro, «que estoy muy ocupado;
luego hablaré contigo
para finalizar este tratado.»
El gallo se quedó lleno de gloria,
cantando en esta letra su victoria:

Siempre trabaja en su daño
el astuto engañador;
a un engaño hay otro engaño,
a un pícaro otro mayor.



Gabriela Mistral

el pavo real

-- de Gabriela Mistral --

Que sopló el viento y se llevó las nubes
y que en las nubes iba un pavo real,
que el pavo real era para mi mano
y que la mano se me va a secar,
y que la mano le di esta mañana
al rey que vino para desposar.
¡Ay que el cielo, ay que el viento, y la nube
que se van con el pavo real!



Gabriela Mistral

el ángel guardián

-- de Gabriela Mistral --

Es verdad, no es un cuento;
hay un ángel guardián
que te toma y te lleva como el viento
y con los niños va por donde van.
Tiene cabellos suaves
que van en la venteada,
ojos dulces y graves
que te sosiegan con una mirada
y matan miedos dando claridad.
(No es un cuento, es verdad.)
Él tiene cuerpo, manos y pies de alas
y las seis alas vuelan o resbalan,
las seis te llevan de su aire batido
y lo mismo te llevan de dormido.
Hace más dulce la pulpa madura
que entre tus labios golosos estrujas;
rompe a la nuez su taimada envoltura
y es quien te libra de gnomos y brujas.
Es quien te ayuda a que cortes las rosas,
que están sentadas en trampas de espinas,
el que te pasa las aguas mañosas
y el que te sube las cuestas más pinas.
Y aunque camine contigo apareado,
como la guinda y la guinda bermeja,
cuando su seña te pone el pecado
recoge tu alma y el cuerpo te deja.
Es verdad, no es un cuento:
hay un ángel guardián
que te toma y te lleva como el viento
y con los niños va por donde van.



Garcilaso de la Vega

SONETO XXIII

-- de Garcilaso de la Vega --

En tanto que de rosa y de azucena
se muestra la color en vuestro gesto,
y que vuestro mirar ardiente, honesto,
con clara luz la tempestad serena;

y en tanto que el cabello, que en la vena
del oro se escogió, con vuelo presto
por el hermoso cuello blanco, enhiesto,
el viento mueve, esparce y desordena:

coged de vuestra alegre primavera
el dulce fruto antes que el tiempo airado
cubra de nieve la hermosa cumbre.

Marchitará la rosa el viento helado,
todo lo mudará la edad ligera
por no hacer mudanza en su costumbre.



Garcilaso de la Vega

En tanto que de rosa y azucena

-- de Garcilaso de la Vega --

En tanto que de rosa y azucena
se muestra la color en vuestro gesto,
y que vuestro mirar ardiente, honesto,
enciende al corazón y lo refrena;

y en tanto que el cabello, que en la vena
del oro se escogió, con vuelo presto,
por el hermoso cuello blanco, enhiesto,
el viento mueve, esparce y desordena:

coged de vuestra alegre primavera
el dulce fruto, antes que el tiempo airado
cubra de nieve la hermosa cumbre.

Marchitará la rosa el viento helado,
todo lo mudará la edad ligera
por no hacer mudanza en su costumbre.



Gastón Fernando Deligne

cantiga

-- de Gastón Fernando Deligne --

Cuando el viento ladra;
cuando gruñe el trueno;
a pares se miran
los nidos repletos.

Si el mal confinante
fulmina certero
sobre un ala sola,
¡herirá dos pechos!

así de las almas:
con doblados nexos
se juntan y ligan,
cuando gruñe el trueno,
cuando el viento ladra,
cuando oprime el cerco
de egolatrías sordas
e intereses ciegos.

Viandantes amables,
vosotros -¡sea presto!-
seréis de la vida
conjuntos viajeros;
¡y el mal circunstante
no podrá soberbio
descargar un golpe,
sin alzar dos ecos!

que sólo os fulminen
(¡mi voto oiga el cielo!)
nublados de rosas,
granizos de ensueño.

Y ya de partida,
vosotros -¡sea presto!-
hagáis el gran viaje,
cantando y riendo.



Gutierre de Cetina

venturoso ventalle a quien ha dado

-- de Gutierre de Cetina --

Fortuna todo el bien que pudo darte,
tus obras y color han sido en parte
pronóstico a mi mal desventurado.
Yo en los efectos soy enamorado,
tú lo muestras estar con algún arte;
viento sacas al fin de trabajarte,
yo de mi trabajar viento he sacado.
Si el favor de que gozas conocieses,
¿quién podría contigo de contento,
ya que de ufano no ensoberbecieses?
envidia habría de ti si el mal que siento
sintieras; pero ya que lo sintieses,
tú la deberías haber de mi tormento.



Gutierre de Cetina

corre con tempestad furiosa y fuerte

-- de Gutierre de Cetina --

El más cuerdo piloto, el más experto,
y en viendo cerca el deseado puerto,
el miedo en esperanza se convierte;
mas queriendo surgir la mala suerte,
lo torna con extraño desconcierto;
sale un viento cruel, contrario, incierto,
que atrás lo vuelve a recelar la muerte.
Así yo, en la fortuna del deseo
a vos vengo, que sois el puerto mío,
donde de tanto mal pienso salvarme;
mas, ¡ay, hado cruel!, que apena os veo,
cuando un contrario viento de un desvío
hace que en el dolor vuelva a engolfarme.



Hernando de Acuña

Si los suspiros que ha esparcido el viento

-- de Hernando de Acuña --

Si los suspiros que ha esparcido el viento,
ausente de mi bien, con mil dolores,
y con ellos mis quejas y clamores
en bajo, triste y doloroso acento;

si la flaca esperanza cual la siento,
puesta en el medio de cien mil temores,
vinieren a noticia de pastores
do llegue el amoroso sentimiento,

sujeto les será mi triste llanto
por Galatea, y mi pasión tamaña
y, en ausencia, mi fe tan verdadera

pasar continuo y doloroso canto
por todos estos llanos y campaña
del famoso Danubio y su ribera.



Salvador Novo

el retorno

-- de Salvador Novo --

Vieja alameda triste en que el árbol medita,
en que la nube azul contagia su quebranto
y en que el rosal se inclina al viento que dormita:
te traigo mi dolor y te ofrezco mi llanto.

He vuelto. Soy el mismo. La misma sed que me aqueja
y embelesa mi oído idéntica canción,
y soy aquel que ama el minuto que deja
un poco más de llanto dentro del corazón.

He vuelto. A tu silencio otoñal, he buscado
vanamente mis huellas entre todas las huellas,
y mi ilusión es una hoja muerta de aquellas
que estremecía el viento y que el sol ha dorado.

Y mientras quiero acaso recomenzar la senda
y un mal irremediable consume los destellos
del sol, vieja alameda, y te guardo mi ofrenda,
tú contemplas mis ojos y miras mis cabellos.



Vicente Huidobro

vocación de altura

-- de Vicente Huidobro --

Es inútil andar por el desprecio con el desprecio a cuestas
es inútil marchar por el cielo y con el cielo al hombro
es inútil ser mar con grandes alas como noches
nunca la verde pluma solitaria tan alta y musical
calmará sus anhelos ni las rocas violentas del planeta
el viento pasa a través del esqueleto
hace sonar marfiles al fondo del tiempo y de mi soledad
bate alturas derramadas y llantos de lejanas circunstancias
tiene tanto sabor de cielo malherido
que la voz se acaricia como la sombra de un barco muriéndose deangustia
los árboles no cantan en sus orillas deseadas
pero la noche tiene un agua suave
hay cosas puras como el muerto entre sus velas
hay cosas dulces como la aldea en sus ventanas y sus enredaderas
hay cosas tristes como la lámpara de ciertas tumbas para leer unnombre
el viento pasa a través de los hombres
y lleva el olor de su planeta



Vicente Huidobro

Depart

-- de Vicente Huidobro --

De qué garganta sin plumas
brotaban las canciones

Una nube de humo y un pañuelo
Se batían al viento

Las flores del solsticio
Florecen al vacío

Y en vano hemos llorado
sin poder recogerlas

El último verso nunca será cantado

Levantando un niño al viento
Una mujer decía adiós desde la playa

Todas las golondrinas se rompieron las alas.



Vicente Huidobro

Poema funerario

-- de Vicente Huidobro --

El pájaro de lujo ha mudado de estrella
Aparejad bajo la tempestad de las lágrimas
Vuestro ataúd a vela
Donde se aleja el instrumento del encanto

En las vegetaciones de los recuerdos
Las horas en torno de nosotros hacen sus viajes

Va rápido
Va rápido impulsado por los suspiros
El mar está cargado de naufragios
Y yo he alfombrado el mar para su paso

Así es el viaje primordial y sin pasaje
El viaje instructivo y secreto
En los corredores del viento

Las nubes se apartan para que él pueda pasar
Y las estrellas se encienden para mostrar el camino

Qué buscas en los bolsillos de tu chaqueta
Has perdido la llave

En medio de ese zumbido celeste
Vuelves a encontrar en todas partes tus horas envejecidas

El viento es negro y hay estalactitas en mi voz
Dime Guillermo
Has perdido la llave del infinito

Una estrella impaciente iba a decir que hace frío

La lluvia aguzada comienza a coser la noche



Andrés Héctor Lerena Acevedo

Mar pagano

-- de Andrés Héctor Lerena Acevedo --

Llega un viento salobre. Leve arrebol
ruboriza las nubes, níveas y puras,
donde duermen las diosas de albas cinturas.
Como una lona náutica se anuncia el sol.

Las olas espumosas, veloz cuadriga,
se encabritan hinchando sus pechos de oro,
y hace chasquear el viento, frío y sonoro,
su látigo flexible como un auriga.

Resuenan estruendosas las olas hímnicas;
azules y festivas las aguas rítmicas
retozan bajo el ancho cielo amapola.

Y, luciente de espumas y de mariscos
Anfitrite, desnuda, sopla en los riscos,
con sus pulmones jóvenes, la caracola.



Antonio Machado

Llamo a mi corazón, un claro día

-- de Antonio Machado --

Llamó a mi corazón, un claro día,
con un perfume de jazmín, el viento.
-A cambio de este aroma,
todo el aroma de tus rosas quiero.
-No tengo rosas; flores
en mi jardín no hay ya, todas han muerto.
Me llevaré los llantos de las fuentes,
las hojas amarillas y los mustios pétalos.
Y el viento huyó... Mi corazón sangraba...
Alma, ¿qué has hecho de tu pobre huerto?



Antonio Machado

A Juan Ramón Jimenez

-- de Antonio Machado --

Era una noche del mes
de mayo, azul y serena.
Sobre el agudo ciprés
brillaba la luna llena,
iluminando la fuente
en donde el agua surtía
sollozando intermitente.
Sólo la fuente se oía.
Después, se escuchó el acento
de un ocultó ruiseñor.
Quebró una racha de viento
la curva del surtidor.
Y una dulce melodía
vagó por todo el jardín:
entre los mirtos tañía
un músico su violín.
Era un acorde lamento
de juventud y de amor
para la luna y el viento,
el agua y el ruiseñor.
«El jardín tiene una fuente
y la fuente una quimera...»
Cantaba una voz doliente,
alma de la primavera.
Calló la voz y el violín
apagó su melodía.
Quedó la melancolía
vagando por el jardín.
Sólo la fuente se oía.



Antonio Machado

Llamó a mi corazón, un claro día

-- de Antonio Machado --

Llamó a mi corazón, un claro día,
con un perfume de jazmín, el viento.
-A cambio de este aroma,
todo el aroma de tus rosas quiero.
-No tengo rosas; flores
en mi jardín no hay ya, todas han muerto.
Me llevaré los llantos de las fuentes,
las hojas amarillas y los mustios pétalos.
Y el viento huyó... Mi corazón sangraba...
Alma, ¿qué has hecho de tu pobre huerto?



Antonio Machado

Los árboles conservan

-- de Antonio Machado --

Los árboles conservan
verdes aún las copas,
pero del verde mustio
de las marchitas frondas.
El agua de la fuente,
sobre la piedra tosca
y de verdín cubierta,
resbala silenciosa.
Arrastra el viento algunas
amarillentas hojas.
¡El viento de la tarde
sobre la tierra en sombra!



Rosalía de Castro

En los ecos del órgano o en el rumor del viento

-- de Rosalía de Castro --

I

En los ecos del órgano o en el rumor del viento,
En el fulgor de un astro o en la gota de lluvia,
Te adivinaba en todo y en todo te buscaba,
Sin encontrarte nunca.

Quizás después te ha hallado, te ha hallado y te ha perdido
Otra vez, de la vida en la batalla ruda,
Ya que sigue buscándote y te adivina en todo,
Sin encontrarte nunca.

Pero sabe que existes y no eres vano sueño,
Hermosura sin nombre, pero perfecta y única;
Por eso vive triste, porque te busca siempre,
Sin encontrarte nunca.

II

Yo no sé lo que busco eternamente
En la tierra, en el aire y en el cielo;
Yo no sé lo que busco, pero es algo
Que perdí no sé cuándo y que no encuentro,



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