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Alberti

INVITACIÓN AL AIRE

-- de Alberti --

Te invito, sombra, al aire.
Sombra de veinte siglos,
a la verdad del aire,
del aire, aire, aire.
Sombra que nunca sales
de tu cueva, y al mundo
no devolviste el silbo
que al nacer te dio el aire,
del aire, aire, aire.
Sombra sin luz, minera
por las profundidades
de veinte tumbas, veinte
siglos huecos sin aire,
del aire, aire, aire.
¡Sombra, a los picos, sombra,
de la verdad del aire,
del aire, aire, aire!

Poema INVITACIÓN AL AIRE de Alberti con fondo de libro

Josefina Pla

sueño de sueños

-- de Josefina Pla --

Secreta noche herida de menguante
cae donde no hay agua ni tierra.
Marcha a cortar el filo de la luna,
mis raíces, que están donde no estuve.

...Traerán mi corazón, negra violeta
que se durmió en la orilla de otro sueño.
Lo he de llamar y no sabrá su nombre.
Me ha de cantar, y no he de comprenderle.

Y llevaré, camino en mediodía
de veinte cielos con opuestos soles,
mi angustia en veinte voces sin mi sangre.

He de llorar mil años sin mi llanto
y he de dormir mil años sin mis ojos
noche con veinte pétalos de luna.

1938

Poema sueño de sueños de Josefina Pla con fondo de libro

Ernesto Cardenal

epigrama XVII

-- de Ernesto Cardenal --

Tú has trabajado
veinte años
para reunir
veinte millones de pesos
pero nosotros
daríamos veinte millones de pesos
para no trabajar

Poema epigrama XVII de Ernesto Cardenal con fondo de libro

Líber Falco

Sobre los muros

-- de Líber Falco --

Hoy subo veinte cometas.
¡Sobre los muros
veinte cometas!

............................

Debajo de un muro triste
estaba mi corazón.
Como un avaro oculto contando su dinero,
estaba mi corazón.
¿Como un avaro o como un prisionero?
Ah...

¡Júbilo marinero!
no más muro carcelero
ni corazón prisionero.
Ya sobre los viejos muros,
está mi corazón.
Y sobre el muro que el hombre
puso al hombre
está mi corazón.

Sube mi corazón, cometa mía.
Roja lágrima mía, encendida en el día
y en el día latiendo amaneceres.
¡Sube! Mi corazón...!



Francisco de Quevedo

las tres musas últimas castellanas 31

-- de Francisco de Quevedo --

El amor conyugal de su marido
su presencia en el pecho le revela;
teje de día en la curiosa tela
lo mismo que de noche ha destejido.
Danle combates interés y olvido,
y de fe y esperanza se abroquela,
hasta que, dando el viento en pompa y vela,
le restituye el mar a su marido.
Ulises llega, goza a su querida,
que por gozarla un día, dio veinte años
a la misma esperanza de un difunto.
Mas yo sé de una fiera embravecida,
que veinte mil tejiera por mis daños,
y al fin mis daños son no verme un punto.



Amado Nervo

ya todo es imposible

-- de Amado Nervo --

¡dios no ha de devolvértela porque llores!
mientras tú vas y vienes por la casa
vacía; mientras gimes,
la pobre está pudriéndose en su agujero.
¡Ya todo es imposible!
así llenaras veinte lacrimatorias
con la sal de tus ojos; así suspires
hasta luchar en ímpetu
con el viento que pasa, destrozando
las flores de tus jardines;
así solloces hasta herir la entraña
de la noche sublime,
nada obtendrás: la muerte no devuelve
sino cenizas a los tristes...
La pobre está pudriéndose en su agujero,
¡ya todo es imposible!
dios lo ha querido... Inclina la cabeza,
humíllate, humíllate
y aguarda, recogido, en las tinieblas,
¡el beso de la esfinge!



Lope de Vega

Alta sangre real, claro Felipe

-- de Lope de Vega --

Alta sangre real, claro Felipe,
a cuyo heroico y generoso pecho
el límite africano vino estrecho,
aunque en grandeza a Europa se anticipe,

porque el cielo ordenó que participe
de otro imperio mayor vuestro derecho
y que se ocupen en tan alto hecho
los cisnes de las fuentes de Aganipe;

tanto os estima a vos, Príncipe, solo,
que un día aventuró para ganaros
con cuatro reyes veinte mil personas,

trocando el bajo por el alto polo,
a Fez en Fe, y a vuestros montes claros
por claros cielos y por mil coronas.



Líber Falco

Un motivo de nuestra infancia

-- de Líber Falco --

¡Muchachos...!
A la quinta Recaeta,
cada cual con su cometa.
Ay, que la mía no sube.
Ay, que sube
Sube, sube, mi cometa
y no el viento
sino mi corazón
le presta el movimiento.

¡Muchachos...!
Ya no hay quinta Recaeta.
Y sin embargo... Cada uno
de nosotros, tenemos una cometa.

Más allá de los rascacielos
por arriba de los palacios
está el viento.
¡Amigos! ¡El viento...!
Yo tengo veinte cometas.
Subid vosotros las vuestras.
¡Arriba! ¡Al viento!

Tenso el hilo
y un nudo de amor en el corazón,
para pulsar el viento.
¡Amigos! ¡El viento...!



Jaime Sabines

dice rubén

-- de Jaime Sabines --

Dice rubén
dice rubén que quiere la eternidad, que pelea por esa memoria delos hombres para un siglo, o dos, o veinte. Y yo pienso que esa eternidadno es más que una prolongación, menguada y pobre, de nuestraexistencia.
Hay que estar frente a un muro. Y hay que saber que entre nuestros puñosque golpean y el lugar del golpe, allí está la eternidad.
Creer en la supervivencia del alma, o en la memoria de los hombres,es lo mismo que creer en dios, es lo mismo que cargar su tabla mucho antesdel naufragio.



César Vallejo

Masa

-- de César Vallejo --

Al fin de la batalla,
y muerto el combatiente, vino hacia él un hombre
y le dijo: "¡No mueras, te amo tanto!"
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

Se le acercaron dos repitiéronle:
"¡No nos dejes! ¡Valor! ¡Vuelve a la vida!"
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

Acudieron a él veinte, cien, mil, quinientos mil,
clamando "¡Tanto amor y no poder nada contra la muerte!"
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

Le rodearon millones de individuos,
con un ruego común: "¡Quédate hermano!"
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

Entonces, todos lo hombres de la tierra
le rodearon; les vio el cadáver triste, emocionado;
incorporóse lentamente,
abrazo al primer hombre; echóse a andar...

Regresar a España, aparta de mí este cáliz (1939)


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Octavio Paz

golden lotuses 2

-- de Octavio Paz --

Delgada y sinuosa
como la cuerda mágica.
Rubia y rauda:
dardo y milano.
Pero también inexorable rompehielos.
Senos de niña, ojos de esmalte.
Bailó en todas las terrazas y sótanos,
contempló un atardecer en san josé, costa rica,
durmió en las rodillas de los himalayas,
fatigó los bares y las sabanas de áfrica.
A los veinte dejó a su marido
por una alemana;
a los veintiuno dejó a la alemana
por un afgano;
a los cuarenta y cinco
vive en proserpina court, int. 2, Bombay.
Cada mes, en los días rituales,
llueven sapos y culebras en la casa,
los criados maldicen a la demonia
y su amante parsi apaga el fuego.
Tempestad en seco.
El buitre blanco
picotea su sombra.



Pablo Neruda

poema 6 veinte poemas de amor y una canción desesperada (1924)

-- de Pablo Neruda --

Poema 6
te recuerdo como eras en el último otoño.
Eras la boina gris y el corazón en calma.
En tus ojos peleaban las llamas del crepúsculo.
Y las hojas caían en el agua de tu alma.
Apegada a mis brazos como una enredadera,
las hojas recogían tu voz lenta y en calma.
Hoguera de estupor en que mi sed ardía.
Dulce jacinto azul torcido sobre mi alma.
Siento viajar tus ojos y es distante el otoño:
boina gris, voz de pájaro y corazón de casa
hacia donde emigraban mis profundos anhelos
y caían mis besos alegres como brasas.
Cielo desde un navío. Campo desde los cerros.
Tu recuerdo es de luz, de humo, de estanque en calma!
más allá de tus ojos ardían los crepúsculos.
Hojas secas de otoño giraban en tu alma.



Pablo Neruda

poema 19 veinte poemas de amor y una canción desesperada (1924)

-- de Pablo Neruda --

Niña morena y ágil, el sol que hace las frutas,
el que cuaja los trigos, el que tuerce las algas,
hizo tu cuerpo alegre, tus luminosos ojos
y tu boca que tiene la sonrisa del agua.
Un sol negro y ansioso se te arrolla en las hebras
de la negra melena, cuando estiras los brazos.
Tú juegas con el sol como con un estero
y él te deja en los ojos dos oscuros remansos.
Niña morena y ágil, nada hacia ti me acerca.
Todo de ti me aleja, como del mediodía.
Eres la delirante juventud de la abeja,
la embriaguez de la ola, la fuerza de la espiga.
Mi corazón sombrío te busca, sin embargo,
y amo tu cuerpo alegre, tu voz suelta y delgada.
Mariposa morena dulce y definitiva
como el trigal y el sol, la amapola y el agua.



Pablo Neruda

poema 12 veinte poemas de amor y una canción desesperada (1924)

-- de Pablo Neruda --

Para mi corazón basta tu pecho,
para tu libertad bastan mis alas.
Desde mi boca llegará hasta el cielo
lo que estaba dormido sobre tu alma.
Es en ti la ilusión de cada día.
Llegas como el rocío a las corolas.
Socavas el horizonte con tu ausencia.
Eternamente en fuga como la ola.
He dicho que cantabas en el viento
como los pinos y como los mástiles.
Como ellos eres alta y taciturna.
Y entristeces de pronto, como un viaje.
Acogedora como un viejo camino.
Te pueblan ecos y voces nostálgicas.
Yo desperté y a veces emigran y huyen
pájaros que dormían en tu alma.



Pablo Neruda

poema 8 veinte poemas de amor y una canción desesperada (1924)

-- de Pablo Neruda --

Abeja blanca zumbas ebria de miel en mi alma
y te tuerces en lentas espirales de humo.
Soy el desesperado, la palabra sin ecos,
el que lo perdió todo, y el que todo lo tuvo.
Última amarra, cruje en ti mi ansiedad última.
En mi tierra desierta eres la última rosa.
Ah silenciosa!
cierra tus ojos profundos. Allí aletea la noche.
Ah desnuda tu cuerpo de estatua temerosa.
Tienes ojos profundos donde la noche alea.
Frescos brazos de flor y regazo de rosa.
Se parecen tus senos a los caracoles blancos.
Ha venido a dormirse en tu vientre una mariposa de sombra.
Ah silenciosa!
he aquí la soledad de donde estás ausente.
Llueve. El viento del mar caza errantes gaviotas.
El agua anda descalza por las calles mojadas.
De aquel árbol se quejan, como enfermos, las hojas.
Abeja blanca, ausente, aún zumbas en mi alma.
Revives en el tiempo, delgada y silenciosa.
Ah silenciosa!



Pablo Neruda

poema 3 veinte poemas de amor y una canción desesperada (1924)

-- de Pablo Neruda --

Ah vastedad de pinos, rumor de olas quebrándose,
lento juego de luces, campana solitaria,
crepúsculo cayendo en tus ojos, muñeca,
caracola terrestre, en ti la tierra canta!
en ti los ríos cantan y mi alma en ellos huye
como tú lo desees y hacia donde tú quieras.
Márcame mi camino en tu arco de esperanza
y soltaré en delirio mi bandada de flechas.
En torno a mí estoy viendo tu cintura de niebla
y tu silencio acosa mis horas perseguidas,
y eres tú con tus brazos de piedra transparente
donde mis besos anclan y mi húmeda ansia anida.
Ah tu voz misteriosa que el amor tiñe y dobla
en el atardecer resonante y muriendo!
así en horas profundas sobre los campos he visto
doblarse las espigas en la boca del viento.



Pablo Neruda

poema 1 veinte poemas de amor y una canción desesperada (1924)

-- de Pablo Neruda --

Cuerpo de mujer, blancas colinas, muslos blancos,
te pareces al mundo en tu actitud de entrega.
Mi cuerpo de labriego salvaje te socava
y hace saltar el hijo del fondo de la tierra.
Fui solo como un túnel. De mí huían los pájaros
y en mí la noche entraba su invasión poderosa.
Para sobrevivirme te forjé como un arma,
como una flecha en mi arco, como una piedra en mi honda.
Pero cae la hora de la venganza, y te amo.
Cuerpo de piel, de musgo, de leche ávida y firme.
Ah los vasos del pecho! ah los ojos de ausencia!
ah las rosas del pubis! ah tu voz lenta y triste!
cuerpo de mujer mía, persistiré en tu gracia.
Mi sed, mi ansia sin límite, mi camino indeciso!
oscuros cauces donde la sed eterna sigue,
y la fatiga sigue, y el dolor infinito.



Pablo Neruda

poema 4 veinte poemas de amor y una canción desesperada (1924)

-- de Pablo Neruda --

Poema 4
es la mañana llena de tempestad
en el corazón del verano.
Como pañuelos blancos de adiós viajan las nubes,
el viento las sacude con sus viajeras manos.
Innumerable corazón del viento
latiendo sobre nuestro silencio enamorado.
Zumbando entre los árboles, orquestal y divino,
como una lengua llena de guerras y de cantos.
Viento que lleva en rápido robo la hojarasca
y desvía las flechas latientes de los pájaros.
Viento que la derriba en ola sin espuma
y sustancia sin peso, y fuegos inclinados.
Se rompe y se sumerge su volumen de besos
combatido en la puerta del viento del verano.



Pablo Neruda

poema 10 veinte poemas de amor y una canción desesperada (1924)

-- de Pablo Neruda --

Hemos perdido aun este crepúsculo.
Nadie nos vio esta tarde con las manos unidas
mientras la noche azul caía sobre el mundo.
He visto desde mi ventana
la fiesta del poniente en los cerros lejanos.
A veces como una moneda
se encendía un pedazo de sol entre mis manos.
Yo te recordaba con el alma apretada
de esa tristeza que tú me conoces.
Entonces, dónde estabas?
entre qué gentes?
diciendo qué palabras?
por qué se me vendrá todo el amor de golpe
cuando me siento triste, y te siento lejana?
cayó el libro que siempre se toma en el crepúsculo,
y como un perro herido rodó a mis pies mi capa.
Siempre, siempre te alejas en las tardes
hacia donde el crepúsculo corre borrando estatuas.



Pablo Neruda

poema 18 veinte poemas de amor y una canción desesperada (1924)

-- de Pablo Neruda --

Poema 18
aquí te amo.
En los oscuros pinos se desenreda el viento.
Fosforece la luna sobre las aguas errantes.
Andan días iguales persiguiéndose.
Se desciñe la niebla en danzantes figuras.
Una gaviota de plata se descuelga del ocaso.
A veces una vela. Altas, altas estrellas.
O la cruz negra de un barco.
Solo.
A veces amanezco, y hasta mi alma está húmeda.
Suena, resuena el mar lejano.
Este es un puerto.
Aquí te amo.
Aquí te amo y en vano te oculta el horizonte.
Te estoy amando aún entre estas frías cosas.
A veces van mis besos en esos barcos graves,
que corren por el mar hacia donde no llegan.
Ya me veo olvidado como estas viejas anclas.
Son más tristes los muelles cuando atraca la tarde.
Se fatiga mi vida inútilmente hambrienta.
Amo lo que no tengo. Estás tú tan distante.
Mi hastío forcejea con los lentos crepúsculos.
Pero la noche llega y comienza a cantarme.
La luna hace girar su rodaje de sueño.
Me miran con tus ojos las estrellas más grandes.
Y como yo te amo, los pinos en el viento, quieren cantar tu nombrecon sus hojas de alambre.



Pablo Neruda

poema 2 veinte poemas de amor y una canción desesperada (1924)

-- de Pablo Neruda --

Poema 2
en su llama mortal la luz te envuelve.
Absorta, pálida doliente, así situada
contra las viejas hélices del crepúsculo
que en torno a ti da vueltas.
Muda, mi amiga,
sola en lo solitario de esta hora de muertes
y llena de las vidas del fuego,
pura heredera del día destruido.
Del sol cae un racimo en tu vestido oscuro.
De la noche las grandes raíces
crecen de súbito desde tu alma,
y a lo exterior regresan las cosas en ti ocultas,
de modo que un pueblo pálido y azul
de ti recién nacido se alimenta.
Oh grandiosa y fecunda y magnética esclava
del círculo que en negro y dorado sucede:
erguida, trata y logra una creación tan viva
que sucumben sus flores, y llena es de tristeza.



Pablo Neruda

poema 7 veinte poemas de amor y una canción desesperada (1924)

-- de Pablo Neruda --

Inclinado en las tardes tiro mis tristes redes
a tus ojos oceánicos.
Allí se estira y arde en la más alta hoguera
mi soledad que da vueltas los brazos como un náufrago.
Hago rojas señales sobre tus ojos ausentes
que olean como el mar a la orilla de un faro.
Sólo guardas tinieblas, hembra distante y mía,
de tu mirada emerge a veces la costa del espanto.
Inclinado en las tardes echo mis tristes redes
a ese mar que sacude tus ojos oceánicos.
Los pájaros nocturnos picotean las primeras estrellas
que centellean como mi alma cuando te amo.
Galopa la noche en su yegua sombría
desparramando espigas azules sobre el campo.



Pablo Neruda

poema 9 veinte poemas de amor y una canción desesperada (1924)

-- de Pablo Neruda --

Poema 9
ebrio de trementina y largos besos,
estival, el velero de las rosas dirijo,
torcido hacia la muerte del delgado día,
cimentado en el sólido frenesí marino.
Pálido y amarrado a mi agua devorante
cruzo en el agrio olor del clima descubierto,
aún vestido de gris y sonidos amargos,
y una cimera triste de abandonada espuma.
Voy, duro de pasiones, montado en mi ola única,
lunar, solar, ardiente y frío, repentino,
dormido en la garganta de las afortunadas
islas blancas y dulces como caderas frescas.
Tiembla en la noche húmeda mi vestido de besos
locamente cargado de eléctricas gestiones,
de modo heroico dividido en sueños
y embriagadoras rosas practicándose en mí.
Aguas arriba, en medio de las olas externas,
tu paralelo cuerpo se sujeta en mis brazos
como un pez infinitamente pegado a mi alma
rápido y lento en la energía subceleste.



Pablo Neruda

poema 13 veinte poemas de amor y una canción desesperada (1924)

-- de Pablo Neruda --

Poema 13
he ido marcando con cruces de fuego
el atlas blanco de tu cuerpo.
Mi boca era una araña que cruzaba escondiéndose.
En ti, detrás de ti, temerosa, sedienta.
Historias que contarte a la orilla del crepúsculo,
muñeca triste y dulce, para que no estuvieras triste.
Un cisne, un árbol, algo lejano y alegre.
El tiempo de las uvas, el tiempo maduro y frutal.
Yo que viví en un puerto desde donde te amaba.
La soledad cruzada de sueño y de silencio.
Acorralado entre el mar y la tristeza.
Callado, delirante, entre dos gondoleros inmóviles.
Entre los labios y la voz, algo se va muriendo.
Algo con alas de pájaro, algo de angustia y de olvido.
Así como las redes no retienen el agua.
Muñeca mía, apenas quedan gotas temblando.
Sin embargo, algo canta entre estas palabras fugaces.
Algo canta, algo sube hasta mi ávida boca.
Oh poder celebrarte con todas las palabras de alegría.
Cantar, arder, huir, como un campanario en las manos de un loco.
Triste ternura mía, qué te haces de repente?
cuando he llegado al vértice más atrevido y frío
mi corazón se cierra como una flor nocturna.



Pablo Neruda

poema 15 veinte poemas de amor y una canción desesperada (1924)

-- de Pablo Neruda --

Me gustas cuando callas porque estás como ausente,
y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca.
Parece que los ojos se te hubieran volado
y parece que un beso te cerrara la boca.
Como todas las cosas están llenas de mi alma
emerges de las cosas, llena del alma mía.
Mariposa de sueño, te pareces a mi alma,
y te pareces a la palabra melancolía.
Me gustas cuando callas y estás como distante.
Y estás como quejándote, mariposa en arrullo.
Y me oyes desde lejos, y mi voz no te alcanza:
déjame que me calle con el silencio tuyo.
Déjame que te hable también con tu silencio
claro como una lámpara, simple como un anillo.
Eres como la noche, callada y constelada.
Tu silencio es de estrella, tan lejano y sencillo.
Me gustas cuando callas porque estás como ausente.
Distante y dolorosa como si hubieras muerto.
Una palabra entonces, una sonrisa bastan.
Y estoy alegre, alegre de que no sea cierto.



Pablo Neruda

poema 5 veinte poemas de amor y una canción desesperada (1924)

-- de Pablo Neruda --

Poema 5
para que tú me oigas
mis palabras
se adelgazan a veces
como las huellas de las gaviotas en las playas.
Collar, cascabel ebrio
para tus manos suaves como las uvas.
Y las miro lejanas mis palabras.
Más que mías son tuyas.
Van trepando en mi viejo dolor como las yedras.
Ellas trepan así por las paredes húmedas.
Eres tú la culpable de este juego sangriento.
Ellas están huyendo de mi guarida oscura.
Todo lo llenas tú, todo lo llenas.
Antes que tú poblaron la soledad que ocupas,
y están acostumbradas más que tú a mi tristeza.
Ahora quiero que digan lo que quiero decirte
para que tú las oigas como quiero que me oigas.
El viento de la angustia aún las suele arrastrar.
Huracanes de sueños aún a veces las tumban.
Escuchas otras voces en mi voz dolorida.
Llanto de viejas bocas, sangre de viejas súplicas.
Ámame, compañera. No me abandones. Sígueme.
Sígueme, compañera, en esa ola de angustia.
Pero se van tiñendo con tu amor mis palabras.
Todo lo ocupas tú, todo lo ocupas.
Voy haciendo de todas un collar infinito
para tus blancas manos, suaves como las uvas.



Pablo Neruda

poema 16 veinte poemas de amor y una canción desesperada (1924)

-- de Pablo Neruda --

Paráfrasis a r. Tagore
en mi cielo al crepúsculo eres como una nube
y tu color y forma son como yo los quiero.
Eres mía, eres mía, mujer de labios dulces,
y viven en tu vida mis infinitos sueños.
La lámpara de mi alma te sonrosa los pies,
el agrio vino mío es más dulce en tus labios:
oh segadora de mi canción de atardecer,
cómo te sienten mía mis sueños solitarios!
eres mía, eres mía, voy gritando en la brisa
de la tarde, y el viento arrastra mi voz viuda.
Cazadora del fondo de mis ojos, tu robo
estanca como el agua tu mirada nocturna.
En la red de mi música estás presa, amor mío,
y mis redes de música son anchas como el cielo.
Mi alma nace a la orilla de tus ojos de luto.
En tus ojos de luto comienza el país del sueño.



Pedro Salinas

versos 201 a 236

-- de Pedro Salinas --

Versos 201 a 236
«mañana». La palabra
iba suelta, vacante,
ingrávida, en el aire,
tan sin alma y sin cuerpo,
tan sin color ni beso,
que la dejé pasar
por mi lado, en mi hoy.
Pero de pronto tú
dijiste: «yo, mañana...»
Y todo se pobló
de carne y de banderas.
Se me precipitaban
encima las promesas
de seiscientos colores,
con vestidos de moda,
desnudas, pero todas
cargadas de caricias.
En trenes o en gacelas
me llegaban agudas,
sones de violines
esperanzas delgadas
de bocas virginales.
O veloces y grandes
como buques, de lejos,
como ballenas
desde mares distantes,
inmensas esperanzas
de un amor sin final.
¡Mañana! qué palabra
toda vibrante, tensa
de alma y carne rosada,
cuerda del arco donde
tú pusiste, agudísima,
arma de veinte años,
la flecha más segura
cuando dijiste: «yo...»



Félix María Samaniego

El brocal

-- de Félix María Samaniego --

El pozo de los padres trinitarios

tuvo brocales varios:

ya de mampostería,

ya de piedra de buena sillería,

en fin de berroqueño le pusieron,

el último que eterno ellos creyeron;

pero tal faena de sacar agua

en el convento había,

que al año ya tenía

el brocal una brecha grande y buena.

-¡Virgen!, el superior

dijo al saberlo,

que no sé ya qué materia hacerlo

para que no se roce o desmorone.

Llamar al albañil en el momento

a ver de qué dispone

se haga el brocal al pozo del convento.

El albañil llamado

al punto fue enterado,

y dijo: -Aquí lo que conviene

es hacer un brocal como

el que tiene mi mujer,

que ha veinte años cabalmente

que echo por él la soga de frecuente

con dos cubos que al par le han golpeado,

y ni una pizca se ha desmoronado.



Idea Vilariño

los orientales

-- de Idea Vilariño --

De todas partes vienen,
sangre y coraje,
para salvar su suelo
los orientales;
vienen de las cuchillas,
con lanza y sable,
entre las hierbas brotan
los orientales.

Salen de los poblados,
del monte salen,
en cada esquina esperan
los orientales.

Porque dejaron sus vidas,
sus amigos y sus bienes,
porque es más querida
la libertad que no tienen,
porque es ajena la tierra
y la libertad ajena
y porque siempre los pueblos
saben romper sus cadenas.

Eran diez, eran veinte,
eran cincuenta,
eran mil, eran miles,
ya no se cuentan.

Rebeldes y valientes
se van marchando,
las cosas que más quieren
abandonando.

Como un viento que arrasa
van arrasando,
como un agua que limpia
vienen limpiando.

Porque dejaron sus vidas...



Vicente Huidobro

puede venir

-- de Vicente Huidobro --

Y ahora vamos al minuto unánime
tras la gran cortina sacada de las olas
para las formaciones del corazón y su progreso
algo del cielo y sus interiores
algo de la partida hacia el lado opuesto
el doble tráfico en púrpura o sudario
despojado el aire de su océano
parecía saber lo que venía
como el hormiguero en marcha por la selva
en un ruido de arenas que se profanan
despojado el océano de sus olas
lloraba contra la lluvia
silbaba sus carbones para agrandarlos
y volver al origen autorizado a andar
cinco personas muertas y veinte heridas
dijo la catástrofe y se cubrió los ojos
el minuto unánime buscaba el corazón
tras la cortina sacada del océano
alguien miró el hogar que se alejaba
también el cielo al aire y sus interioridades
el problema es sencillo
las olas se separan
el avión se vuelca el aire canta
de un modo irremediable
el volcán suspira sus más viejos sueños
o sólo el corazón que dice ya está bueno
las olas se dan la mano y se despiden



Anónimo

Romance del cerco de Baza

-- de Anónimo --

Sobre Baza estaba el rey,
lunes, después de yantar;
Miraba las ricas tiendas
que estaban en su real;
miraba las huertas grandes
y miraba el arrabal;
miraba el adarve fuerte
que tenía la ciudad;
miraba las torres espesas,
que no las puede contar.
Un moro tras una almena
comenzóle de hablar:
-Vete, el rey don Fernando,
non querrás aquí envernar,
que los fríos de esta tierra
no los podrás comportar.
Pan tenemos por diez años,
mil vacas para salar;
veinte mil moros hay dentro,
todos de armas tomar,
ochocientos de caballo
para el escaramuzar;
siete caudillos tenemos,
tan buenos como Roldán,
y juramento tienen hecho
antes morir que se dar.



Mario Benedetti

elegir mi paisaje

-- de Mario Benedetti --

Si pudiera elegir mi paisaje
de cosas memorables, mi paisaje
de otoño desolado,
elegiría, robaría esta calle
que es anterior a mí y a todos.
Ella devuelve mi mirada inservible,
la de hace apenas quince o veinte años
cuando la casa verde envenenaba el ciclo.
Por eso es cruel dejarla recién atardecida
con tantos balcones como nidos a solas
y tantos pasos como nunca esperados.
Aquí estarán siempre, aquí, los enemigos,
los espías aleves de la soledad,
las piernas de mujer que arrastran a mis ojos
lejos de la ecuación de dos incógnitas.
Aquí hay pájaros, lluvia, alguna muerte,
hojas secas, bocinas y nombres desolados,
nubes que van creciendo en mi ventana
mientras la humedad trae larnentos y moscas.
Sin embargo existe también el pasado
con sus súbitas rosas y modestos escándalos
con sus duros sonidos de una ansiedad cualquiera
y su insignificante comezón de recuerdos.
Ah si pudiera elegir mi paisaje
elegiría, robaría esta calle,
esta calle recién atardecida
en la que encarnizadamente revivo
y de la que sé con estricta nostalgia
el número y el nombre de sus setenta árboles.



Federico García Lorca

La monja gitana

-- de Federico García Lorca --

Silencio de cal y mirto.
Malvas en las hierbas finas.
La monja borda alhelíes
sobre una tela pajiza.
Vuelan en la araña gris,
siete pájaros del prisma.
La iglesia gruñe a lo lejos
como un oso panza arriba.
¡Qué bien borda! ¡Con qué gracia!
Sobre la tela pajiza,
ella quisiera bordar
flores de su fantasía.
¡Qué girasol! ¡Qué magnolia
de lentejuelas y cintas!
¡Qué azafranes y qué lunas,
en el mantel de la misa!
Cinco toronjas se endulzan
en la cercana cocina.
Las cinco llagas de Cristo
cortadas en Almería.
Por los ojos de la monja
galopan dos caballistas.
Un rumor último y sordo
le despega la camisa,
y al mirar nubes y montes
en las yertas lejanías,
se quiebra su corazón
de azúcar y yerbaluisa.
¡Oh!, qué llanura empinada
con veinte soles arriba.
¡Qué ríos puestos de pie
vislumbra su fantasía!
Pero sigue con sus flores,
mientras que de pie, en la brisa,
la luz juega el ajedrez
alto de la celosía.



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