Buscar Poemas con Vacas


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Se han encontrado 11 poemas con la palabra vacas

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Pedro Calderón de la Barca

Interpretación de José

-- de Pedro Calderón de la Barca --

Que el río jeroglífico haya sido
del tiempo -gran señor- prueba es bastante
que siempre corre y siempre va delante,
sin que nunca haya atrás retrocedido.

Luego es el tiempo, de quien ha nacido
en espigas y vacas, lo abundante;
y es el tiempo también el que inconstante
todo lo deja a nada reducido.

Siete fértiles años imagina
en espigas y vacas, cuyo halago
en otros siete estériles termina.

Y pues te avisa el golpe en el amago,
la abundancia prevén contra la ruina
y la felicidad contra el estrago.

Poema Interpretación de José de Pedro Calderón de la Barca con fondo de libro

Luis Cañizal de la Fuente

día de san meder

-- de Luis Cañizal de la Fuente --

San meder: un carretero
crucificado en efigie en su aguijada
y cuyo nombre cruje dulcemente
con el santificado tinieblario de carreta, bueyes
y sogueo de cuero para yugo de vacas.
Viene por el amanecer el tembloroso monumento
como si contuviese en su castillo andante
la luz delgada del amanecer,
y temiese verterla.
En ese cuello y pulsos trasparecen las venas:
digo en el cuerpo del va-a-ser-de-día.
*
Otoño es salir a pie de una ciudad
por el arrabal del olvido:
lo notas en la luz ensimismada,
lo conoces cuando empiezan las afueras granujas,
trascorrales del desconcierto cariacontecido
y calzadas juiciosas con garajes de racio-
cinio en pulsos.

Poema día de san meder de Luis Cañizal de la Fuente con fondo de libro

Emilio Bobadilla

La vuelta

-- de Emilio Bobadilla --

Salieron de sus pueblos en tristes caravanas,
en burros, a caballo, cargadas las carretas
de muebles y de ropas, los niños, las ancianas,
huyendo del encono de crueles bayonetas.

¡Delante, los ganados venteando la metralla,
con las orejas tiesas, el peligro previendo;
a lo lejos, el trueno del campo de batalla,
y auxilio entre las zarzas, el herido pidiendo!

Y vuelven a su tierra terminada la guerra:
sin vacas, sin carretas, el campo solitario
y hecha polvo, sin pájaros, la desgarrada tierra

y es la voz de un espectro que le pregunta a un muerto:
«¿en dónde está mi choza, en dónde el campanario,
y dónde está mi bosque y dónde está mi huerto?»

Poema La vuelta de Emilio Bobadilla con fondo de libro

Manuel José Othón

paisajes

-- de Manuel José Othón --

Meridies

rojo, desde el cenit, el sol caldea.
La torcaz cuenta al río sus congojas,
medio escondida entre las mustias hojas
que el viento apenas susurrando orea.

La milpa, ya en sazón, amarillea,
de espigas rebosante y de panojas,
y reveberan las techumbres rojas
en las vecinas casas de la aldea.

No se oye estremecerse el cocotero
ni en la ribera sollozar los sauces;
solos están la vega y el otero,

desierto el robledal, secos los cauces
y, tendido a la orilla de un estero,
abre el lagarto sus enormes fauces.

Ii
noctifer

todo es cantos, suspieros y rumores
agítanse los vientos tropicales
zumbando entre los verdes carrizales,
gárrulos y traviesos en las flores.

Bala el ganado, silban los pastores,
las vacas mugiendo a los corrales,
canta la codorniz en los maízales
y grita el guacamayo en los alcores.

El día va a morir; la tarde avanza.
Súbito llama a la oración la esquila
de la ruinosa erminta, en lontananza.

Y venus, melancólica y tranquila,
desde el perfil del horizonte lanza
la luz primera de su azul pupila.



Pedro Calderón de la Barca

Sueños del faraón

-- de Pedro Calderón de la Barca --

Yo soñé que de un río a la ribera
siete vacas bellísimas salían,
y cuando de sus márgenes pacían
las esmeraldas de la primavera;

vi que otras siete de laudosa esfera
tan flacas que esqueletos parecían,
saliendo contra ellas, consumían
la lozanía de su edad primera.

Después vi siete fértiles espigas,
lágrima cada grano del rocío,
y otras siete, que en áridas fatigas,

sin granarlas abril, taló el estío;
y lidiando unas y otras enemigas,
venció lo seco con llevarlo el río.



Anónimo

Romance del cerco de Baza

-- de Anónimo --

Sobre Baza estaba el rey,
lunes, después de yantar;
Miraba las ricas tiendas
que estaban en su real;
miraba las huertas grandes
y miraba el arrabal;
miraba el adarve fuerte
que tenía la ciudad;
miraba las torres espesas,
que no las puede contar.
Un moro tras una almena
comenzóle de hablar:
-Vete, el rey don Fernando,
non querrás aquí envernar,
que los fríos de esta tierra
no los podrás comportar.
Pan tenemos por diez años,
mil vacas para salar;
veinte mil moros hay dentro,
todos de armas tomar,
ochocientos de caballo
para el escaramuzar;
siete caudillos tenemos,
tan buenos como Roldán,
y juramento tienen hecho
antes morir que se dar.



Julio Herrera Reissig

Claroscuro (I)

-- de Julio Herrera Reissig --

En el dintel del cielo llamó por fin la esquila.
Tumban las carrasqueñas voces de los arrieros
que el eco multiplica por cien riscos y oteros,
donde laten bandadas de pañuelos en fila...

El humo de las chozas sube en el aire lila;
las vacas maternales ganan por los senderos;
y al hombro sus alforjas, leñadores austeros,
tornan su gesto opaco a la tarde tranquila...

Cerca del Cementerio -más allá de las granjas-,
el crepúsculo ha puesto largos toques naranjas.
Almizclan una abuela paz de las Escrituras

los vahos que trascienden a vacunos y cerdos...
Y palomas violetas salen como recuerdos
de las viejas paredes arrugadas y oscuras.



Julio Herrera Reissig

claroscuro

-- de Julio Herrera Reissig --

En el dintel del cielo llamó por fin la esquila.
Tumban las carrasqueñas voces de los arrieros
que el eco multiplica por cien riscos y oteros,
donde laten bandadas de pañuelos en fila...

El humo de las chozas sube en el aire lila;
las vacas maternales ganan por los senderos;
y al hombro sus alforjas, leñadores austeros,
tornan su gesto opaco a la tarde tranquila...

Cerca del cementerio -más allá de las granjas-,
el crepúsculo ha puesto largos toques naranjas.
Almizclan una abuela paz de las escrituras

los vahos que trascienden a vacunos y cerdos...
Y palomas violetas salen como recuerdos
de las viejas paredes arrugadas y oscuras.



Ramón López Velarde

suiza

-- de Ramón López Velarde --

Suiza
para bohemio
amanece: se iluminan
los vetustos lepontinos,
los aldeanos llevan leche
en los jarros blanquecinos,
y en los aires se dispersan
de los pájaros los trinos.
Perezosos van remando
los ancianos gondoleros,
de las vacas se perciben
los mugidos lastimeros,
y las nieves se deshacen
en los viejos ventisqueros.
Las campánulas se mecen
de la brisa al tibio halago;
y derrama el sol naciente
que matiza el cielo vago,
un reguero de colores
en la clámide del lago.



Ramón López Velarde

Suiza (poesía)

-- de Ramón López Velarde --

Para Bohemio

AMANECE: se iluminan
los vetustos Lepontinos,
los aldeanos llevan leche
en los jarros blanquecinos
y en los aires se dispersan
de los pájaros lor trinos.

Perezosos van remando
los ancianos gondoleros,
de las vacas se perciben
los mugidos lastimeros,
y las nieves se deshacen
en los viejos vestiqueros.

Las campánulas se mecen
de la brisa al tibio halago;
y derrama el sol naciente
que matiza el cielo vago,
el reguero de colores
en la clámide del lago.



Ramón María del Valle Inclán

rosa vespertina

-- de Ramón María del Valle Inclán --

Anochece: en la aldea,
un gallo cacarea
mirando el amapol
del sol.

Vacas y recentales
pacen en los herbales,
y canta una mociña
albina.

El refajo de grana
de la niña aldeana
enciende al cristalino
lino.

En el fondo del prado
el heno agavillado,
entre llovizna y bruma
perfuma.

Por la verde hondonada,
la luz anaranjada
que la tarde deslíe,
ríe.

Y abre sobre la loma
su curva policroma,
el arco que ventura
augura.

Y toda azul, la hora,
tiene el alma que llora
y reza, de una santa
infanta.

Con el rumor de un vuelo
tiembla el azul del cielo,
y un lucero florece.
Anochece.



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