Buscar Poemas con Tuviste


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Se han encontrado 15 poemas con la palabra tuviste

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Líber Falco

Última cita

-- de Líber Falco --

Ya por el aire navega tu memoria
y todo viene a mí como fue entonces.
Oh! sueño, ensueño, tiempo y tiempo
para siempre y siempre detenido.

Monstruosamente múltiple
se alza
se alzaba el mar sobre los malecones
mordiendo los costados de la tierra.
Y tú tuviste miedo, frío, amor tuviste.
Y amor hubo, miedo, amor, en nuestros corazones.

Cuando entonces por eso
se puebla el mar a tu conjuro
y un aire conocido dispone sus fantasmas,
y yo estoy solo, y la furia del mar puebla la tierra,
seres de niebla, blancos, se sientan a mi lado
y conmigo conversan como hermanos.

Luego vienes tú, flotando como harina.
Y silenciosa y blanca, fina y fría
vas diciendo tu nombre, hermana mía,
y en el aire derramas tu aire triste.

Mas, ya no basta tu nombre y su dulzura
cuando ahora, el recuerdo de todo me golpea.
Tú del mar venida, hecha de bruma acaso,
o de los sueños acaso rescatada,
vete y déjame solo.

Deja morir lo que ha muerto.
Lo que hemos dejado morir,
muerto de frío
del otro lado de sus sueños, sueña.
Del otro lado está, y para siempre,
en un aterdecer de mar y olvido.

Poema Última cita de Líber Falco con fondo de libro

Gabriela Mistral

me tuviste

-- de Gabriela Mistral --

Duérmete, mi niño,
duérmete sonriendo,
que es la ronda de astros
quien te va meciendo.
Gozaste la luz
y fuiste feliz.
Todo bien tuviste
al tenerme a mí.
Duérmete, mi niño,
duérmete sonriendo,
que es la tierra amante
quien te va meciendo.
Miraste la ardiente
rosa carmesí.
Estrechaste al mundo:
me estrechaste a mí.
Duérmete, mi niño,
duérmete sonriendo,
que es dios en la sombra
el que va meciendo.

Poema me tuviste de Gabriela Mistral con fondo de libro

Amado Nervo

al cristo

-- de Amado Nervo --

Para ezzequiel a. Chávez.
Señor, entre la sombra voy sin tino;
la fe de mis mayores ya no vierte
su apacible fulgor en mi camino:
¡mi espíritu está triste hasta la muerte!
busco en vano una estrella que me alumbre;
busco en vano un amor que me redima;
mi divino ideal está en la cumbre,
y yo, ¡pobre de mí!, yazgo en la sima...
La lira que me diste, entre las mofas
de los mundanos, vibra sin concierto;
¡se pierden en la noche mis estrofas,
como el grito de agar en el desierto!
y paria de la dicha y solitario,
siento hastío de todo cuanto existe...
Yo, maestro, cual tú, subo al calvario,
y no tuve tabor, cual lo tuviste...
Ten piedad de mi mal; dura es mi pena;
numerosas las lides en que lucho;
fija en mi tu mirada que serena,
y dame, como un tiempo a magdalena,
la calma: ¡yo también he amado mucho!

Poema al cristo de Amado Nervo con fondo de libro

Leopoldo Lugones

Al jorobado

-- de Leopoldo Lugones --

Sabio jorobado, pide a la taberna,
Comadre del diablo, su teta de loba.
El vino te enciende como una linterna
Y en turris ebúrnea trueca tu joroba,
Porque de nodriza tuviste una loba
Como los gemelos de Roma la Eterna.

Sabio jorobado, tu pálida mueca
Tiene óxidos de odio como los puñales,
Y los dados sueltos de tu risa seca
Con los cascabeles disuenan rivales.
Tu risa amenaza como los puñales,
Como un moribundo se tuerce tu mueca.

Sabio jorobado, la pálida estrella
Que tú enamorabas desde una cornisa,
Como blanca novia, como astral doncella,
Del balcón del cielo cuelga su camisa.
Un gato me ha dicho desde la cornisa,
Sabio jorobado, que duermes con ella.

Demanda a la luna tu disfraz de boda
Y en íntimo lance finge a Pulcinela.
Pulula en el río tanta lentejuela
Para esos brocatos a la última moda,
Que en su fondo debes celebrar tu boda
Tal como un lunólogo dandy a la alta escuela.



Lope de Vega

Cuando del mundo universal las llaves

-- de Lope de Vega --

Cuando del mundo universal las llaves
tuviste, y sus cabezas humilladas,
rendido Mitridates, y alcanzadas
tantas victorias, y tres triunfos graves,

¿quién dijera, oh Pompeyo, que (las naves
en las peñas del Nilo quebrantadas)
quemaran tus reliquias, arrojadas
a los peces, y dellos a las aves?

Y a ti, César dichoso, que en Farsalia
por la toga trocaste el blanco acero,
todos los enemigos sosegados,

¿quién te dijera, gobernando a Italia,
tu amargo fin, a no saber primero
que no se pueden resistir los hados?



Jaime Torres Bodet

sangre

-- de Jaime Torres Bodet --

Me tuviste miedo.
Me había pintado, en las rosas,
de rojo los dedos.



Arturo Borja

En el blanco cementerio

-- de Arturo Borja --

Para Carmen Rosa

En el blanco cementerio
fue la cita. Tú viniste
toda dulzura y misterio,
delicadamente triste

Tu voz fina y temblorosa
se deshojó en el ambiente
como si fuera una rosa
que se muere lentamente

Íbamos por la avenida
llena de cruces y flores
como sombras de ultravida
que renuevan sus amores.

Tus labios revoloteaban
como una mariposa,
y sus llamas inquietaban
mi delectación morosa.

Yo estaba loco, tú loca,
y sangraron de pasión
mi corazón y tu boca
roja, como un corazón.

La tarde iba ya cayendo;
tuviste miedo y llorando
yo te dije:– Estoy muriendo
porque tú me estás matando.

En el blanco cementerio
fue la cita. Tú te fuiste
dejándome en el misterio
como nadie, solo y triste.



Julián del Casal

a un dictador

-- de Julián del Casal --

Noble y altivo, generoso y bueno
apareciste en tu nativa tierra,
como sobre la nieve de alta sierra
de claro día el resplandor sereno.
Torpe ambición emponzoñó tu seno
y, en el bridón siniestro de la guerra,
trocaste el suelo que tu polvo encierra
en abismo de llanto, sangre y cieno.
Mas si hoy execra tu memoria el hombre,
no del futuro en la extensión remota
tus manes han de ser escarnecidos;
porque tuviste, paladín sin nombre,
en la hora cruel de la derrota,
el supremo valor de los vencidos.



José Ángel Buesa

poema de las cosas

-- de José Ángel Buesa --

Quizás estando sola, de noche, en tu aposento
oirás que alguien te llama sin que tu sepas quién
y aprenderás entonces, que hay cosas como el viento
que existen ciertamente, pero que no se ven...
Y también es posible que una tarde de hastío
como florece un surco, te renazca un afán
y aprenderás entonces que hay cosas como el río
que se estan yendo siempre, pero que no se van...
O al cruzar una calle, tu corazón risueño
recordará una pena que no tuviste ayer
y aprenderás entonces que hay cosas como el sueño,
cosas que nunca han sido, pero que pueden ser...
Por más que tu prefieras ignorar estas cosas
sabrás por qué suspiras oyendo una canción
y aprenderás entonces que hay cosas como rosas,
cosas que son hermosas, sin saber que lo son...
Y una tarde cualquiera, sentirás que te has ido
y un soplo de ceniza regará tu jardín
y aprenderás entonces, que el tiempo y el olvido
son las únicas cosas que nunca tienen fin.



Anónimo

Romance de Marquillos

-- de Anónimo --

¡Cuán traidor eres, Marquillos!
¡Cuán traidor de corazón!
Por dormir con tu señora
habías muerto a tu señor.
Desque lo tuviste muerto
quitástele el chapirón;
fuéraste al castillo fuerte
donde está la Blanca Flor.
-Ábreme, linda señora,
que aquí viene mi señor;
si no lo quieres creer,
veis aquí su chapirón.
Blanca Flor, desque lo viera,
las puertas luego le abrió;
echóle brazos al cuello,
allí luego la besó;
abrazándola y besando
a un palacio la metió.
-Marquillos, por Dios te ruego
que me otorgases un don:
que no durmieses conmigo
hasta que rayase el sol.
Marquillos, como es hidalgo,
el don luego le otorgó;
como viene tan cansado
en llegado se adurmió.
Levantóse muy ligera
la hermosa Blanca Flor,
tomara cuchillo en mano
y a Marquillos degolló.



José Martí

en el extraño bazar

-- de José Martí --

xlii
en el extraño bazar
del amor, junto a la mar,
la perla triste y sin par
le tocó por suerte a agar.
Agar, de tanto tenerla
al pecho, de tanto verla
agar, llegó a aborrecerla:
majó, tiró al mar la perla.
Y cuando agar, venenosa
de inútil furia, y llorosa,
pidió al mar la perla hermosa,
dijo la mar borrascosa:
«¿qué hiciste, torpe, qué hiciste
de la perla que tuviste?
la majaste, me la diste:
yo guardo la perla triste».



Ramón López Velarde

A una ausente seráfica

-- de Ramón López Velarde --

Estos, amada, son sitios vulgares
en que en el ruido mundanal se asusta
el alma fidelísima, que gusta
de evocar tus encantos familiares.

Añoro dulcemente los lugares
en donde imperas cual señora justa,
tu voz real y tu mirada augusta
que ungieron con su gracia mis pesares.

Y recuerdo que en época lejana,
por tus raras virtudes milagrosas
y tu amable modestia provinciana,

ebrio de amor te comparó el poeta
con la mejor de las piedras preciosas
oculta en pobres hojas de violeta.

Tuviste, en la delicia de mi sueño,
fuerza de mano que se da al caído
y la piedad de un pájaro agoreño
que en la rama caduca pone el nido.

De tu falda al seráfico pergeño
cual párvulo medroso estoy asido,
que en la infantil iglesia de mi ensueño
las imágenes rotas han caído.

Yo sé que en mis catástrofes internas
no más quedas tú en pie, señora alta,
de frente noble y de miradas tiernas.

Condúceme en las noches inclementes
porque sin ti, para marchar, me falta
el óleo de las vírgenes prudentes.



Roberto Juarroz

menos que el circo ajado de tus sueños

-- de Roberto Juarroz --

Menos que el circo ajado de tus sueños
y que el signo ya roto entre tus manos.
Menos que el lomo absorto de tus libros
y que el libro escondido
de páginas en blanco.
Menos que los amores que tuviste
y que el tizne que alarga los amores.
Menos que el dios que alguna vez fue ausencia
y hoy ni siquiera es ausencia.
Menos que el cielo que no tiene estrellas,
menos que el canto que perdió su música,
menos que el hombre que vendió su hambre,
menos que el ojo seco de los muertos,
menos que el humo que olvidó su aire.
Y ya en la zona del más puro menos
colocar todavía un signo menos
y empezar hacia atrás a unir de nuevo
la primera palabra,
a unir su forma de contacto oscuro,
su forma anterior a sus letras,
la vértebra inicial del verbo oblicuo
donde se funda el tiempo transparente
del firme aprendizaje de la nada.
Y tener buen cuidado
de no errar otra vez el camino
y aprender nuevamente
la farsa de ser algo.



Rubén Darío

rima ix

-- de Rubén Darío --

Tenía una cifra
tu blanco pañuelo,
roja cifra de un nombre que no era
el tuyo, mi dueño.
La fina batista
crujía en tus dedos,
-¡qué bien luce en la albura la sangre!...-
Te dije riendo.
Te pusiste pálida,
me tuviste miedo...
¿Qué miraste? ¿conoces acaso
la risa de otelo?



Rubén Darío

Rima IX (Rubén Darío)

-- de Rubén Darío --

Tenía una cifra
tu blanco pañuelo,
roja cifra de un nombre que no era
el tuyo, mi dueño.
La fina batista
crujía en tus dedos,
-¡Qué bien luce en la albura la sangre!...-
Te dije riendo.
Te pusiste pálida,
Me tuviste miedo...
¿Qué miraste? ¿Conoces acaso
la risa de Otelo?



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