Buscar Poemas con Turbia


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Se han encontrado 13 poemas con la palabra turbia

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Luis Gonzaga Urbina

nuestras vidas son los ríos

-- de Luis Gonzaga Urbina --

Yo tenía una sola ilusión: era un manso
pensamiento: el río que ve próximo el mar
y quisiera un instante convertirse en remanso
y dormir a la sombra de algún viejo palmar.

Y decía mi alma: turbia voy y me canso
de correr las llanuras y los diques saltar;
ya pasó la tormenta; necesito descanso,
ser azul como antes y, en voz baja cantar.

Y tenía una sola ilusión, tan serena
que curaba mis males y alegraba mi pena
con el claro reflejo de una lumbre de hogar.

Y la vida me dijo: ¡alma ve turbia y sola,
sin un lirio en la margen ni una estrella en la ola,
a correr las llanuras y perderte en el mar!

Poema nuestras vidas son los ríos de Luis Gonzaga Urbina con fondo de libro

Amado Nervo

este libro

-- de Amado Nervo --

Un rimador obscuro
que no proyecta sombra,
un poeta maduro
a quien ya nadie nombra,
hizo este libro, amada,
para vaciar en él
como turbia oleada
de lágrimas y hiel.
Humilde florilegio,
pobre ramo de rimas,
su solo privilegio
es que acaso lo animas
tú, con tu santo soplo
de amor y de ternura,
desde el astro en que estás.
¡Un dolor infinito
labró en él con su escoplo
tu divina escultura,
como un recio granito,
para siempre jamás!

Poema este libro de Amado Nervo con fondo de libro

Jorge Isaacs

LA AGONÍA DEL HÉROE

-- de Jorge Isaacs --

Al fin de la batalla, y expirante
Sobre el caballo muerto,
Lo encontré en la ribera,
Rota la espada que empuñó triunfante,
Tinta en sangre a sus pies nuestra bandera.

La cabeza en mi pecho reclinada,
Un último destello
Del alma iluminó su rostro bello:
Trémulo el labio, turbia la mirada,
Dijo al asirse, ahogándose, a mi cuello:
"¡Ingratitud!... Mentía...
Que la perdono di.... ¡Ya nunca mía!"

Poema LA AGONÍA DEL HÉROE de Jorge Isaacs con fondo de libro

Jorge Luis Borges

camden, 1892

-- de Jorge Luis Borges --

El olor del café y de los periódicos.
El domingo y su tedio. La mañana
y en la entrevista página esa vana
publicación de versos alegóricos
de un colega feliz. El hombre viejo
está postrado y blanco en su decente
habitación de pobre. Ociosamente
mira su cara en el cansado espejo.
Piensa, ya sin asombro, que esa cara
es él. La distraída mano toca
la turbia barba y saqueada boca.
No está lejos el fin. Su voz declara:
casi no soy, pero mis versos ritman
la vida y su esplendor. Yo fui walt whitman.



José Tomás de Cuellar

Calla!

-- de José Tomás de Cuellar --

NO digas que hemos visto á las palomas
Besarse enamoradas....
Si te preguntan si las viste.... Mira,
No se lo digas ¡calla!
No digas si la linfa de la fuente
Estaba turbia ó clara....
Nunca hables de la sombra de aquel olmo...
Ni digas que en sus ramas
Parecía gemir la dulce brisa
Con notas acuitadas....
No confieses que has visto ni una rosa
Marchita ó deshojada....
Si te preguntan de todo esto.... Acuérdate,
No se lo digas... ¡Calla!...



Antonio Machado

Noviembre 1913

-- de Antonio Machado --

Un año más. El sembrador va echando
la semilla en los surcos de la tierra.
Dos lentas yuntas aran,
mientras pasan las nubes cenicientas
ensombreciendo el campo,
las pardas sementeras,
los grises olivares. Por el fondo
del valle, el río el agua turbia lleva.
Tiene Cazorla nieve,
y Mágina, tormenta;
su montera, Aznaitín. Hacia Granada,
montes con sol, montes de sol y piedra.



Anónimo

Romance de Fontefrida

-- de Anónimo --

Fontefrida, Fontefrida

Fontefrida y con amor,

do todas las avecicas

van tomar consolación,

sino es la tortolica,

que está viuda y con dolor.

Por ahí fuera a pasar

el traidor del ruiseñor;

las palabras que le dice

llenas son de traición:

«Si tú quisieses, señora,

yo sería tu servidor.»

«Vete de ahí, enemigo,

malo, falso, engañador,

que ni poso en ramo verde

ni en ramo que tenga flor,

que si el agua hallo clara

turbia la bebiera yo;

que no quiero haber marido

porque hijos no haya, no;

no quiero placer con ellos

ni menos consolación.

¡Déjame triste, enemigo,

malo, falso, mal traidor;

que no quiero ser tu amiga

ni casar contigo, no!»



Rosalía de Castro

Los tristes

-- de Rosalía de Castro --

LOS TRISTES

I

De la torpe ignorancia que confunde
Lo mezquino y lo inmenso;
De la dura injusticia del más alto,
De la saña mortal de los pequeños,
No es posible que huyáis cuando os conocen
Y os buscan, como busca el zorro hambriento
A la indefensa tórtola en los campos;
Y al querer esconderos
De sus cobardes iras, ya en el monte,
En la ciudad ó en el retiro estrecho,
¡Ahí val, exclaman. ¡Ahí va!, y allí os insultan
Y señalan con íntimo contento,
Cual la mano implacable y vengativa
Señala al triste y fugitivo reo.

II

Cayó por fin en la espumosa y turbia
Recia corriente, y descendió al abismo
Para no subir más á la serena



Miguel Unamuno

Inactual

-- de Miguel Unamuno --

He llegado harto pronto ó harto tarde
al mundo, en esta nuestra edad de hierro
en que rinden los hombres al becerro
de oro un mezquino corazón que arde

en turbia fiebre, un corazón cobarde
que se complace en su mortal encierro
y sigue á gozo el son del vil cencerro,
de triste servidumbre haciendo alarde.



Federico García Lorca

La balada del agua del mar

-- de Federico García Lorca --

El mar
sonríe a lo lejos.
Dientes de espuma,
labios de cielo.

-¿Qué vendes, oh joven turbia,
con los senos al aire?

-Vendo, señor, el agua
de los mares.

-¿Qué llevas, oh negro joven,
mezclado con tu sangre?

-Llevo, señor, el agua
de los mares.

-Esas lágrimas salobres
¿de dónde vienen, madre?

-Lloro, señor, el agua
de los mares.

-Corazón, y esta amargura
seria, ¿de dónde nace?

-¡Amarga mucho el agua
de los mares!

El mar
sonríe a lo lejos.
Dientes de espuma,
labios de cielo.



Federico García Lorca

Casida de la muchacha dorada

-- de Federico García Lorca --

La muchacha dorada
se bañaba en el agua
y el agua se doraba.

Las algas y las ramas
en sombra la asombraban
y el ruiseñor cantaba
por la muchacha blanca.

Vino la noche clara,
turbia de plata mata,
con peladas montañas
bajo la brisa parda.

La muchacha mojada
era blanca en el agua,
y el agua, llamarada.

Vino el alba sin mancha,
con mil caras de vaca,
yerta y amortajada
con heladas guirnaldas.

La muchacha de lágrimas
se bañaba entre llamas,
y el ruiseñor lloraba
con las alas quemadas.

La muchacha dorada
era una blanca garza
y el agua la doraba.



Francisco Villaespesa

ofelia

-- de Francisco Villaespesa --

Turbia de sombra, el agua del remanso
reflejó nuestras trémulas imágenes,
extáticas de amor, bajo el crepúsculo,
en la enferma esmeralda del paisaje...
Era el frágil olvido de las flores
en el azul silencio de la tarde,
un desfile de inquietas golondrinas
sobre pálidos cielos otoñales...
En un beso muy largo y muy profundo
nos bebimos las lágrimas del aire,
y fueron nuestras vidas como un sueño
y los minutos como eternidades...
Al despertar del éxtasis, había
una paz funeraria en el paisaje,
estertores de fiebre en nuestras manos
y en nuestras bocas un sabor de sangre...
Y en el remanso turbio de tristeza
flotaba la dulzura de la tarde,
enredada y sangrante entre los juncos,
con la inconsciencia inmóvil de un cadáver.



José Hernández

El carpintero (Hernández)

-- de José Hernández --

Al compás de su herramienta
Mientras trabaja afanoso
Así sus desdichas cuenta,
Así canta y se lamenta
Un carpintero amoroso.

«Es mi vida su mirada,
Y cuando su voz escucho,
Siento mi alma arrebatada
De tierno gozo inundada....
— Muchacho, trae el serrucho,

«Brotan de sus ojos bellos
Penetrando el corazón
Esos fúlgidos destellos
Y absorto me quedo en ellos....
Muchacho, trae el formón.

«De sus labios de granada
Se escapa de amor el soplo,
Y es ondeante y perfumada
Su cabellera rizada...
Muchacho, trae el escoplo.

«Y mi vida antes serena
Tornóse agitada y turbia
Cambióse el placer en frena,
De amor gimo en la cadena,
Muchacho, traeme la gurbia.

«Y cariñoso con ella
Inocente el cefirillo
Juega al mirarla tan bella
Fulgente como una estrella,
Muchacho, trae el cepillo.

«Por ella es este dolor
Por ella siento esta pena,
Y ella con su cruel rigor
Desdeña, ¡ingrata! mi amor:
Muchacho, trae la barrena.»

Y amante sigue sus llantos
Y sus eternas disputas
Aliviando sus quebrantos
Con sus amorosos cantos
Entre tablas y virutas.



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