Buscar Poemas con Trenzas


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Se han encontrado 16 poemas con la palabra trenzas

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Alfonsina Storni

Esta tarde

-- de Alfonsina Storni --

Ahora quiero amar algo lejano...
Algún hombre divino
Que sea como un ave por lo dulce,
Que haya habido mujeres infinitas
Y sepa de otras tierras, y florezca
La palabra en sus labios, perfumada:
Suerte de selva virgen bajo el viento...

Y quiero amarlo ahora. Está la tarde
Blanda y tranquila como espeso musgo,
Tiembla mi boca y mis dedos finos,
Se deshacen mis trenzas poco a poco.

Siento un vago rumor... Toda la tierra
Está cantando dulcemente... Lejos
Los bosques se han cargado de corolas,
Desbordan los arroyos de sus cauces
Y las aguas se filtran en la tierra
Así como mis ojos en los ojos
Que estoy sonañdo embelesada...

Pero
Ya está bajando el sol de los montes,
Las aves se acurrucan en sus nidos,
La tarde ha de morir y él está lejos...
Lejos como este sol que para nunca
Se marcha y me abandona, con las manos
Hundidas en las trenzas, con la boca
Húmeda y temblorosa, con el alma
Sutilizada, ardida en la esperanza
De este amor infinito que me vuelve
Dulce y hermosa...

Poema Esta tarde de Alfonsina Storni con fondo de libro

Alejandra Pizarnik

noche

-- de Alejandra Pizarnik --

Correr no sé donde
aquí o allá
singulares recodos desnudos
basta correr!
trenzas sujetan mi anochecer
de caspa y agua colonia
rosa quemada fósforo de cera
creación sincera en surco capilar
la noche desanuda su bagaje
de blancos y negros
tirar detener su devenir

salvación

se fuga la isla.
Y la muchacha vuelve a escalar el viento
y a descubrir la muerte del pájaro profeta.
Ahora
es la carne
la hoja
la piedra
perdidas en la fuente del tormento
como el navegante en el horror de la civilización
que purifica la caída de la noche.
Ahora
la muchacha halla la máscara del infinito
y rompe el muro de la poesiacutea.

Poema noche de Alejandra Pizarnik con fondo de libro

Amado Nervo

A Kempis

-- de Amado Nervo --

Ha muchos años que busco el yermo,
ha muchos años que vivo triste,
ha muchos años que estoy enfermo,
¡y es por el libro que tú escribiste!

¡Oh Kempis, antes de leerte amaba
la luz, las vegas, el mar Océano;
mas tú dijiste que todo acaba,
que todo muere, que todo es vano!

Antes, llevado de mis antojos,
besé los labios que al beso invitan,
las rubias trenzas, los grandes ojos,
¡sin acordarme que se marchitan!

Mas como afirman doctores graves,
que tú, maestro, citas y nombras,
que el hombre pasa como las naves,
como las nubes, como las sombras...,

Huyo de todo terreno lazo,
ningún cariño mi mente alegra,
y con tu libro bajo del brazo
voy recorriendo la noche negra...

¡Oh Kempis, Kempis, asceta yermo,
pálido asceta, qué mal me hiciste!
¡Ha muchos años que estoy enfermo,
y es por el libro que tú escribiste!

Poema A Kempis de Amado Nervo con fondo de libro

Luis Cañizal de la Fuente

tocan el clave con el carrick puesto

-- de Luis Cañizal de la Fuente --

Y parados en pie. Tocan el clave
como el que elige con sonrisa y manos entre
la vasta gama de la pesebrera.
Lo que escogen es prisma de anisados,
lascivo desperezo
de humo azul en pijama,
niebla constituida
y olor de lumbre abril.
Mientras tanto, ya el clave
rompe a trotar haciendo trenzas de agua,
remolinos minúsculos,
cantos ensimismados, como si no fueran
los hombres de estremoz los que consiguen
que se ponga talar hasta las barbas,
a semejanza de ellos
y de ciertos envueltos de tabaco
para insistir revolcándose en los graves.
Salen transfigurados del café:
campaneando como cruz alzada
y embarrancados en la culpa, al tiempo
que redimidos de ella. No sé si me explico.
Todo por obra y gracia
de unas hidroterapias al clave bien tostado.
Salen al implacable frío de las placetonas
anegadas de niebla,
y no saben si han muerto en una de ésas
y andan vagando por el trascastillo
como por el alfoz helado de la muerte.
Todo por obra y gracia
de un café al autoclave tomado en estremoz
un lunes de pasión.
Segunda feira,
onze de abril de mil e novecentos
e setenta e seis.



César Vallejo

Retablo (César Vallejo)

-- de César Vallejo --

Yo digo para mí: por fin escapo al ruido;
nadie me ve que voy a la nave sagrada.
Altas sombras acuden,
y Darío que pasa con su lira enlutada.

Con paso innumerable sale la dulce Musa,
y a ella van mis ojos, cual polluelos al grano.
La acosan tules de éter y azabaches dormidos,
en tanto sueña el mirlo de la vida en su mano.

Dios mío, eres piadoso, porque diste esta nave,
donde hacen estos brujos azules sus oficios.
Darío de las Américas celestes! Tal ellos se parecen
a ti! Y de tus trenzas frabrican sus cilicios.

Como ánimas que buscan entierros de oro absurdo,
aquellos arciprestes vagos del corazón,
se internan, y aparecen... Y, hablándonos de lejos,
nos lloran el suicidio monótono de Dios!



César Vallejo

Santoral

-- de César Vallejo --

Viejo Osiris! Llegué hasta la pared
de enfrente de la vida.

Y me parece. Que he tenido siempre
a la mano esta pared.

Soy la sombra, el reverso: todo va
bajo mis pasos de columna eterna.

Nada he traído por las trenzas; todo
fácil se vino a mí, como una herencia.

Sardanápalo. Tal, botón eléctrico.
De máquinas de sueño fue mi boca.

Así he llegado a la pared de enfrente;
y siempre ésta pared tuve a la mano.

Viejo Osiris! Perdónote! Que nada
alcanzó a requerirme, nada, nada ...



Octavio Paz

monólogo

-- de Octavio Paz --

Monólogo
bajo las rotas columnas,
entre la nada y el sueño,
cruzan mis horas insomnes
las sílabas de tu nombre.
Tu largo pelo rojizo,
relámpago del verano,
vibra con dulce violencia
en la espalda de la noche.
Corriente oscura del sueño
que mana entre las rüinas
y te construye de nada:
amargas trenzas, olvido,
húmeda costa nocturna
donde se tiende y golpea
un mar sonámbulo, ciego.



Pablo Neruda

soneto xliii cien sonetos de amor (1959) mediodía

-- de Pablo Neruda --

Un signo tuyo busco en todas las otras,
en el brusco, ondulante río de las mujeres,
trenzas, ojos apenas sumergidos,
pies claros que resbalan navegando en la espuma.
De pronto me parece que diviso tus uñas
oblongas, fugitivas, sobrinas de un cerezo,
y otra vez es tu pelo que pasa y me parece
ver arder en el agua tu retrato de hoguera.
Miré, pero ninguna llevaba tu latido,
tu luz, la greda oscura que trajiste del bosque,
ninguna tuvo tus diminutas orejas.
Tú eres total y breve, de todas eres una,
y así contigo voy recorriendo y amando
un ancho mississippi de estuario femenino.



Gustavo Adolfo Bécquer

rima xi

-- de Gustavo Adolfo Bécquer --

—yo soy ardiente, yo soy morena,
yo soy el símbolo de la pasión,
de ansia de goces mi alma está llena.
¿A mí me buscas?
—no es a ti, no.
—Mi frente es pálida, mis trenzas de oro:
puedo brindarte dichas sin fin,
yo de ternuras guardo un tesoro.
¿A mí me llamas?
—no, no es a ti.
—Yo soy un sueño, un imposible,
vano fantasma de niebla y luz;
soy incorpórea, soy intangible:
no puedo amarte.
—¡Oh ven, ven tú!



Marilina Rébora

dice la niña

-- de Marilina Rébora --

Dice la niña
«las madres las hicieron miles de blancanieves,
cientos de cenicientas y alguna rapunzel;
y por eso son lindas y de pisadas leves,
y tienen la frescura de la col en la piel.
»Las madres las hicieron... O rubias o morenas,
sus cabellos oscuros alféizar de ventana
o con trenzas de oro; pero siempre tan llenas
de besos en los labios, de noche y de mañana.
»Las madres las hicieron las buenas hadas juntas
con la varita puesta sobre sus corazones,
por eso nos contestan difíciles preguntas
y todo lo adivinan, y a todo dan razones.
Las madres las hicieron de esta manera, así,
con la varita mágica: ¡como te han hecho a ti!»



Miguel Unamuno

Dulce recuerdo

-- de Miguel Unamuno --

Te acuerdas? Fué en mañana del otoño
dulce de nuestra tierra, tan tranquilo,
en que esparce sus hojas aquel tilo
que sabes; eras tú verde retoño

con las trenzas no presas aun en moño
cuando pasando junto á mí yo el filo
no resistí de tu mirar y asilo
corrí á buscar al corazón bisoño



Juana de Ibarbourou

como la primavera

-- de Juana de Ibarbourou --

Como una ala negra tendí mis cabellos
sobre tus rodillas.
Cerrando los ojos su olor aspiraste,
dicendome luego:
-¿duermes sobre piedras cubiertas de musgos?
¿con ramas de sauces te atas las trenzas?
¿ tu almohada es de trébol? ¿las tienes tan negras
porque acaso en ella exprimiste un zumo
retinto y espeso de moras silvestres?
¡qué fresca y extraña fragancia te envuelve!
hueles a arroyuelos, a tierra y a selvas.
¿Que perfume usas? y riendo te dije:
-¡nintuno, ninguno!
te amo y soy joven, huelo a primavera.
Este olor que sientes es de carne firme,
de mejillas claras y de sangre nueva.
¡Te quiero y soy joven, por eso es que tengo
las mismas fragancias de la primavera!



Federico García Lorca

Reyerta

-- de Federico García Lorca --

En la mitad del barranco
las navajas de Albacete,
bellas de sangre contraria,
relucen como los peces.
Una dura luz de naipe
recorta en el agrio verde,
caballos enfurecidos
y perfiles de jinetes.
En la copa de un olivo
lloran dos viejas mujeres.
El toro de la reyerta
se sube por las paredes.
Ángeles negros traían
pañuelos y agua de nieve.
Ángeles con grandes alas
de navajas de Albacete.
Juan Antonio el de Montilla
rueda muerto la pendiente,
su cuerpo lleno de lirios
y una granada en las sienes.
Ahora monta cruz de fuego,
carretera de la muerte.

*

El juez, con guardia civil,
por los olivares viene.
Sangre resbalada gime
muda canción de serpiente.
Señores guardias civiles:
aquí pasó lo de siempre.
Han muerto cuatro romanos
y cinco cartagineses.

*

La tarde loca de higueras
y de rumores calientes
cae desmayada en los muslos
heridos de los jinetes.
Y ángeles negros volaban
por el aire del poniente.
Ángeles de largas trenzas
y corazones de aceite.



Fernando de Herrera

Quién osa desnudar la bella frente

-- de Fernando de Herrera --

¿Quién osa desnudar la bella frente
del puro resplandor y luz del cielo?
¿Quién niega el ornamento y gloria al suelo
de las crespas lazadas de oro ardiente?

El impío Febo este dolor consiente
con sacrílega envidia y mortal celo,
después que ve cubrir de oscuro velo
las llamas de sus hebras reluciente.

Con dura mano lleva los despojos
y quiere mejorar cuanto perdía,
y altivo, de sus trenzas se corona,

porque ya vean los mortales ojos
siempre con viva luz un claro día
en sus sagrados cercos y corona.



Francisco Villaespesa

canción del recuerdo X

-- de Francisco Villaespesa --

En la penumbra se destaca el lecho
donde la luz solar la sorprendía,
apoyada la sien sobre mi pecho
y dormida su mano entre la mía.
Brillan las trenzas largas y castañas...
Vela sus formas el ropaje blanco...
Duermen los ojos bajo sus pestañas,
y descansa su mano sobre el flanco...
«Duerme y sueña conmigo... No está... Muerta.
Ya la alondra cantó... ¡Mi amor, despierta!
¡alza tu frente sobre la almohada!»
ahoga el silencio el ansia de mi ruego...
Y palpo entre las sombras, como un ciego
que abre los ojos y no mira nada.



José Martí

la poesía es sagrada. nadie

-- de José Martí --

La poesía es sagrada. Nadie
de otro la tome, sino en sí. Ni nadie
como a esclava infeliz que el llanto enjuga
para acudir a su inclemente dueña,
la llame a voluntad: que vendrá entonces
pálida y sin amor, como una esclava.
Con desmayadas manos el cabello
peinará a su señora: en alta torre,
como pieza de gran repostería,
le apresará las trenzas; o con viles
rizados cubrirá la noble frente
por donde el alma su honradez enseña;
o lo atará mejor, mostrando el cuello,
sin otro adorno, en un discreto nudo.
¡Mas mientras la infeliz peina a la dama,
su triste corazón, cual ave roja
de alas heridas, estará temblando
lejos ¡ay! en el pecho de su amante,
como en invierno un pájaro en su nido!
maldiga dios a dueños y tiranos
que hacen andar los cuerpos sin ventura
por do no pueden ir los corazones!



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