Buscar Poemas con Torvo


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Se han encontrado 18 poemas con la palabra torvo

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Abraham Valdelomar

Ritornello

-- de Abraham Valdelomar --

Para vivir en el amor
basta que un alma nos sonría.
¿Qué nos importa que el dolor
con un rictus de vencedor
exhiba su máscara fría?
Para vivir en el amor
basta que un alma nos sonría.

Para luchar contra el destino
basta que un alma nos escude.
Torvo y siniestro, en el camino,
que el búho envidioso y cetrino
nos grite al paso y se demude.
Para luchar contra el destino
basta que un alma nos escude.

Para librarnos del olvido
basta que un alma nos comprenda,
¿qué importa el ser o no haber sido
o que el destino adverso, herido,
sus iras trágicas encienda?
Para librarnos del olvido
basta que un alma nos comprenda.

Poema Ritornello de Abraham Valdelomar con fondo de libro

Alfonsina Storni

Aspecto

-- de Alfonsina Storni --

Vivo dentro de cuatro paredes matemáticas
alineadas a metro. Me rodean apáticas
almillas que no saben ni un ápice siquiera
de esta fiebre azulada que nutre mi quimera.

Uso una piel postiza que me la rayo en gris.
Cuervo que bajo el ala guarda una flor de lis.
Me causa cierta risa mi pico fiero y torvo
que yo misma me creo pura farsa y estorbo.

Poema Aspecto de Alfonsina Storni con fondo de libro

Amado Nervo

mater alma

-- de Amado Nervo --

Que tus ojos radien sobre mi destino,
que tu veste nívea, que la luz orló,
ampare mis culpas del torvo dios trino:
¡señora, te amo! ¡ni el grande agustino
ni el tierno bernardo te amaron cual yo!
que la luna, octante de bruñida plata,
escabel de plata de tu piel real,
por mi noche bogue, por mi noche ingrata,
y en su sombra sea místico fanal.
Que los albos lises de tu vestidura
el erial perfumen de mi senda dura,
y por ti mi vida brillará tan pura
cual los lises albos de tu vestidura.
Te daré mis versos: floración tardía;
mi piedad de niño: floración de abril;
e irán a tu solio, dulce madre mía,
mis castos amores en blanca theoría,
con cirio en las manos y toca monjil.

Poema mater alma de Amado Nervo con fondo de libro

Amado Nervo

predestinación

-- de Amado Nervo --

Para ciro b. Ceballos.
Grabó sobre mi faz descolorida
su mane thecel phares el dios fuerte,
y me agobian dos penas sin medida:
un disgusto infinito de la vida,
y un temor infinito de la muerte.
¿Ves cómo tiendo en rededor los ojos?
¡ay, busco abrigo con esfuerzos vanos...!
¡En medio de mi ruta, sólo abrojos!
¡al final de mi ruta, sólo arcanos!
¿qué hacer cuando la vida me repela
si la pálida muerte me acobarda?
digo a la vida: ¡sé piadosa, vuela...!
Digo a la muerte: ¡sé piadosa, tarda...!
¡Estaba escrito así! no más te afanes
por borrar de mi faz el torvo estigma;
impélenme furiosos huracanes,
y voy, entre los brazos de abrimanes,
a las fauces hambrientas del enigma.



Amado Nervo

perlas negras - ¡ven acércate más! el campo umbrío

-- de Amado Nervo --

¡ven acércate más! el campo umbrío,
el cielo torvo y el ambiente frío,
predisponen el alma a la tristeza.
Ven, apoya en mi hombro tu cabeza;
así, juntos, muy juntos, dueño mío.
Hablemos de tu amor; ¡de aquel soñado
amor! cuando el invierno desolado
reina doquier, y pálidas se ahuyentan
la ilusión y la fe, ¡cómo calientan
los recuerdos benditos del pasado!
ven, acércate más, mi dulce dueño . . .
Y en tanto agita con tenaz empeño
la niebla gris su colosal cimera,
sobre nosotros vuelque la quimera
el ánfora impalpable del ensueño.



Amado Nervo

nadie conoce el bien

-- de Amado Nervo --

Había un ángel cerca de mí,
mas no le vi...
Posó las plantas maravillosas
entre las zarzas de mi erial, y
yo, en tanto, estaba viendo otras cosas.
Cuando, callado, tendió su vuelo
y quedó al irse torvo mi cielo,
mi vida huérfana, mi alma vacía,
comprendí todo lo que perdía.
Alcé los ojos despavorido,
llamé al ausente con un gemido,
plegó mis labios convulso gesto...
Mas pronto el ángel dejó traspuesto,
con vuelo de ímpetu soberano,
las lindes negras del mundo arcano,
y todo vano fué... ¡Todo vano!
¡quién del espacio devuelve un ave!
¡qué imán atrae a un dios ya ido!
dice el proloquio que nadie sabe
el bien que tiene... ¡Sino perdido!



Leopoldo Lugones

la tarde clara

-- de Leopoldo Lugones --

En el jagüel, más trémulo, la rana
repercute sus teclas cristalinas.
La noche, por detrás de las colinas,
su ala de torvo azul tiende cercana.
No acaban de decir hasta mañana ,
locas de inmensidad las golondrinas...



Oliverio Girondo

recién entonces

-- de Oliverio Girondo --

Recién entonces
si el engaste
el subsobo
los trueques toques topos
las malacras
el desove
los topes
si el egohueco herniado
el covaciarse a cero
los elencos del asco
las acreencias
los finitos afines pudiesen menos
si no expudieran casi los escarbes vitales
el hartazgo en cadena
lo posmascado pálido
si el final torvo sorbo de luz niebla de ahogo no antepudiese tanto
ah
el verdever
el todo ver quizás en libre aleo el ser
el puro ser sin hojas ya sin costas ni ondas locas ni recontras
sólo su ámbito solo
recién
quizás
recién entonces



Pablo Neruda

los jugadores

-- de Pablo Neruda --

Juegan, juegan.
Agachados, arrugados, decrépitos.
Este hombre torvo
junto a los mares de su patria, más lejana que el sol,
cantó bellas canciones.
Canción de la belleza de la tierra,
canción de la belleza de la amada,
canción, canción
que no precisa fin.
Este otro de la mano en la frente,
pálido como la última hoja de un árbol,
debe tener hijas rubias
de carne apretada,
granada,
rosada.
Juegan, juegan.
Los miro entre la vaga bruma del gas y el humo.
Y mirando estos hombres sé que la vida es triste.



José Tomás de Cuellar

La caridad (II)

-- de José Tomás de Cuellar --

BLANCA la tez, y dulce la mirada
Cual de casta paloma;
Grave y noble el andar en la escarpada
Ruta que amante toma;
Pobre su vestidura,
Descalzo el pié sobre la peña dura.

Cerrado el labio; y la serena frente
Limpia como ese cielo
Que en invierno inclemente
No mancha torvo y nebuloso velo.



Juan Bautista Arriaza

La crueldad de la muerte

-- de Juan Bautista Arriaza --

Envuelta en sombras, alta la guadaña,
trazando golpes de dolor profundo,
iba la muerte recorriendo el mundo
desde el alcázar regio a la cabaña.

Cuando en aquel que Manzanares baña
fijando el ceño torvo y furibundo,
miró a la Esposa Real, de su fecundo
seno mil glorias prometiendo a España.

¡Dos víctimas! Gritó el espectro fiero:
¡Llanto de Reyes! ¡Pueblos afligidos!
¡Oh qué deleite! Y descargó el acero;

y dejando en un féretro tendidos
ambos despojos, se encumbró altanero,
triunfando entre lamentos y gemidos.



Manuel María Flores

adiós

-- de Manuel María Flores --

Adiós para siempre, mitad de mi vida,
un alma tan sólo teníamos los dos;
mas hoy es preciso que esta alma divida
la amarga palabra del último adiós.

¿Por qué nos separan? ¿no saben acaso
que pasa la vida cual pasa la flor?
cruzamos el mundo como aves de paso...
Mañana la tumba, ¿por qué hoy el dolor?

¿la dicha secreta de dos que se adoran
enoja a los cielos, y es fuerza sufrir?
¿tan sólo son gratas las almas que lloran
al torvo destino?... ¿La ley es morir?...

¿Quién es el destino?... Te arroja a mis brazos,
en mi alma te imprime, te infunde en mi ser,
y bárbaro luego me arranca a pedazos
el alma y la vida contigo... ¿Por qué?

adiós... Es preciso. No llores... Y parte.
La dicha de vernos nos quitan no más;
pero un solo instante dejar de adorarte,
hacer que te olvide, ¿lo pueden? ¡jamas!

con lazos eternos nos hemos unido;
en vano el destino nos hiere a los dos...
¡Las almas que se aman no tienen olvido,
no tienen ausencia, no tiene adiós!



Miguel Unamuno

a mi buitre I

-- de Miguel Unamuno --

Este buitre voraz de ceño torvo
que me devora las entrañas fiero
y es mi único constante compañero
labra mis penas con su pico corvo.
El día en que le toque el postrer sorbo
apurar de mi negra sangre, quiero
que me dejéis con él solo y señero
un momento, sin nadie como estorbo.
Pues quiero, triunfo haciendo mi agonía
mientras él mi último despojo traga,
sorprender en sus ojos la sombría
mirada al ver la suerte que le amaga
sin esta presa en que satisfacía
el hambre atroz que nunca se le apaga.



Miguel Unamuno

A mi buitre II

-- de Miguel Unamuno --

Este buitre voraz de ceño torvo
que me devora las entrañas fiero
y es mi único constante compañero
labra mis penas con su pico corvo.

El día en que le toque el postrer sorbo
apurar de mi negra sangre quiero
que me dejéis con él solo y señero
un momento, sin nadie como estorbo.



Numa Pompilio Llona

Los arqueros negros

-- de Numa Pompilio Llona --

Tras el hombro el carcaj: un pie adelante;
con el brazo fortísimo membrudo
tendiendo el arco; y, con mirar sañudo,
inclinado el etiópico semblante,

así, en hilera, el batallón gigante
de dolores me acecha torvo y mudo;
y sus saetas clava en mi desnudo
ensangrentado pecho palpitante!...

¡Mas no de tus flecheros me acobardo
ante el airado ejército sombrío;
sus golpes todos desdeñoso aguardo!...

¡Manda a tu hueste herirme, oh Hado impío,
hasta que lancen su postrero dardo!
Hasta que se halle su carcaj vacío.



Julio Flórez

De cabeza

-- de Julio Flórez --

Poem

Va cayendo, cayendo en el abismo de la noche sin fin, el ángel reo; del espacio profundo en el mutismo se escucha su satánico aleteo.

Nada detiene al trágico querube en su descenso del eterno día; nada!... Nada!... Ni un astro, ni una nube! ¡Sola siempre la bóveda vacía!

Los siglos, al pasar, y los milenos secaron en su mente el fuego sacro; mas, lleva de su cráneo entre los senos, de su vil rebelión, el simulacro.

Por eso, al traspasar los universos, como agitado por feroz instinto, con el torvo mirar de los perversos, torna los ojos al edén extinto.

Y amenaza los cielos y los mundos su recia mano que la rabia crispa, y salta de sus ojos furibundos del odio insano, la incendiaria chispa.

Mas, nada altera su caída, nada! Y en medio de la sombra, el gran proscrito, con la cabeza formidable, horada la silenciosa paz del infinito!



José Martí

ayer la vi en el salón

-- de José Martí --

xxi
ayer la vi en el salón
de los pintores, y ayer
detrás de aquella mujer
se me saltó el corazón.
Sentada en el suelo rudo
está en el lienzo: dormido
al pie, el esposo rendido
al seno el niño desnudo.
Sobre unas briznas de paja
se ven mendrugos mondados:
le cuelga el manto a los lados,
lo mismo que una mortaja.
No nace en el torvo suelo
ni una viola, ni una espiga:
¡muy lejos, la casa amiga,
muy triste y oscuro el cielo!...
¡Esa es la hermosa mujer
que me robó el corazón
en el soberbio salón
de los pintores de ayer!



José Martí

sombre mi hombro

-- de José Martí --

Ved: sentado lo llevo
sobre mi hombro:
oculto va, y visible
para mí solo!
él me ciñe las sienes
con su redondo
brazo, cuando a las fieras
penas me postro:
cuando el cabello hirsuto
yérguese y hosco,
cual de interna tormenta
símbolo torvo,
como un beso que vuela
siento en el tosco
cráneo: su mano amansa
el bridón loco!
cuando en medio del recio
camino lóbrego,
sonrío, y desmayado
del raro gozo,
la mano tiendo en busca
de amigo apoyo,
es que un beso invisible
me da el hermoso
niño que va sentado
sobre mi hombro.



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