Buscar Poemas con Tornan


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Se han encontrado 13 poemas con la palabra tornan

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César Vallejo

Trilce: LXIX

-- de César Vallejo --

Qué nos buscas, oh mar, con tus volúmenes
docentes! Qué inconsolable, qué atroz
estás en la febril solana.

Con tus azadones saltas,
con tus hojas saltas,
hachando, hachando en loco sésamo,
mientras tornan llorando las olas, después
de descalcar los cuatro vientos
y todos los recuerdos, en labiados plateles
de tungsteno, contractos de colmillos
y estáticas eles quelonias.

Filosofía de alas negras que vibran
al medroso temblor de los hombros del día.

El mar, y una edición en pie,
en su única hoja el anverso
de cara al reverso.

Poema Trilce: LXIX de César Vallejo con fondo de libro

César Vallejo

fue domingo en las claras orejas de mi burro...

-- de César Vallejo --

Fue domingo en las claras orejas de mi burro,
de mi burro peruano en el perú (perdonen la tristeza)
mas hoy ya son las once en mi experiencia personal,
experiencia de un solo ojo, clavado en pleno pecho,
de una sola burrada, clavada en pleno pecho,
de una sola hecatombe, clavada en pleno pecho.
Tal de mi tierra veo los cerros retrasados,
ricos en burros, hijos de burros, padres hoy de vista,
que tornan ya pintados de creencias,
cerros horizontales de mis penas.
En su estatua, de espada,
voltaire cruza su capa y mira el zócalo,
pero el sol me penetra y espanta de mis dientes incisivos
un número crecido de cuerpos inorgánicos.
Y entonces sueño en una piedra
verduzca, diecisiete,
peñasco numeral que he olvidado,
sonido de años en el rumor de aguja de mi brazo,
lluvia y sol en europa, y ¡cómo toso! ¡cómovivo!
¡cómo me duele el pelo al columbrar los siglos semanales!
y cómo, por recodo, mi ciclo microbiano,
quiero decir mi trémulo, patriótico peinado.

Poema fue domingo en las claras orejas de mi burro... de César Vallejo con fondo de libro

César Vallejo

qué nos buscas, oh mar, con tus volúmenes

-- de César Vallejo --

lxix
qué nos buscas, oh mar, con tus volúmenes
docentes! qué inconsolable, qué atroz
estás en la febril solana.
Con tus azadones saltas,
con tus hojas saltas,
hachando, hachando en loco sésamo,
mientras tornan llorando las olas, después
de descalcar los cuatro vientos
y todos los recuerdos, en labiados plateles
de tungsteno, contractos de colmillos
y estáticas eles quelonias.
Filosofía de alas negras que vibran
al medroso temblor de los hombros del día.
El mar, y una edición en pie,
en su única hoja el anverso
de cara al reverso.

Poema qué nos buscas, oh mar, con tus volúmenes de César Vallejo con fondo de libro

Pedro Antonio de Alarcón

¡El amanecer!

-- de Pedro Antonio de Alarcón --

El gallo canta... Y la mañana impía
despierta con su luz a los humanos,
haciéndoles trocar delirios vanos
por el forzoso afán de un nuevo día.

Tornan, pues, a embestirles con porfía
la ambición y el amor, fieros tiranos,
los ímprobos trabajos cotidianos...
La deuda, el jefe, el tedio, la manía...

Y, en tanto, el amador desposeído,
que en sueños compartía la almohada
con tal o cual mujer que hubo querido,

el implacable día lo despierta
para hacerle mirar a su ex amada
vieja, casada, monja loca o muerta.



Teófilo V. Méndez Ramos

El ulular de las galgas

-- de Teófilo V. Méndez Ramos --

Nadie es autor de este poema mío, Wladimiro Mayakovski

El sol ha aterrizado más allá de los trigales dorados,
enviando a las montañas atestadas de altos vellones
una mirada sensual que se resuelve en el rubor del crepúsculo.
Abandonando la ciudad amorfa, hacia la choza cordial
Marchan los campesinos, entonando canciones sencillas.
Mujeres de rostro bronceado acarician a los hombres de piedra,
luego las caricias se tornan en floración de risas ingenuas.
Empieza la ascensión de la montaña. La marcha es lenta.
La hierba sagrada anestesia al cansancio
de diez horas de rudo trabajo con la espalda encorvada.
La gavilla de risas ingenuas se ha convertido en silencio,
las mujeres de rostro bronceado no acarician a los hombres de piedra;
así ganan la cima.
Hacen alto. Un extraño rumor les tamborilea en el oído,
trémulos de emoción auscultan tan extraño rumor;
y, admirados, descubren el ulular de las Galgas,
que, exaltadas vociferan en el soñoliento paisaje:
¡Tómanos en tus brazos y en ímpetu salvaje arrójanos a la ciudad!
Beethoven
La noche es una sinfonía de estrellas.



Rosalía de Castro

En mi pequeño huerto

-- de Rosalía de Castro --

I

En mi pequeño huerto
Brilla la sonrosada margarita,
Tan fecunda y humilde,
Como agreste y sencilla.

Ella borda primores en el césped,
Y finge maravillas
Entre el fresco verdor de las praderas
Do proyectan sus sombras las encinas,
Y a orillas de la fuente y del arroyo
Que recorre en silencio las umbrías.

Y aun cuando el pie la huella, ella revive
Y vuelve a levantarse siempre limpia,
A semejanza de las almas blancas
Que en vano quiere ennegrecer la envidia.

II

Cuando llega diciembre y las lluvias abundan,
Ellas con las acacias tornan a florecer,
Tan puras y tan frescas y tan llenas de aroma
Como aquellas que un tiempo con fervor adoré.



Rosalía de Castro

La canción que oyó en sueños el viejo

-- de Rosalía de Castro --

LA CANCIÓN

QUE OYÓ EN SUEÑOS EL VIEJO

A la luz de esa aurora primaveral, tu pecho
Vuelve a agitarse ansioso de glorias y de amor,
Loco!... Corre a esconderte en el asilo obscuro
Donde ya no penetra la viva luz del sol.

Aquí tu sangre torna a circular activa,
Y tus pasiones tornan a rejuvenecer...
Huye hacia el antro en donde aguarda resignada,
Por la infalible muerte, la implacable vejez.

Sonrisa en labio enjuto, hiela y repele á un tiempo;
Flores sobre un cadáver, causan al alma espanto:
Ni flores, ni sonrisas, ni sol de primavera
Busques, cuando tu vida llegó triste á su ocaso.



Julio Herrera Reissig

Claroscuro (I)

-- de Julio Herrera Reissig --

En el dintel del cielo llamó por fin la esquila.
Tumban las carrasqueñas voces de los arrieros
que el eco multiplica por cien riscos y oteros,
donde laten bandadas de pañuelos en fila...

El humo de las chozas sube en el aire lila;
las vacas maternales ganan por los senderos;
y al hombro sus alforjas, leñadores austeros,
tornan su gesto opaco a la tarde tranquila...

Cerca del Cementerio -más allá de las granjas-,
el crepúsculo ha puesto largos toques naranjas.
Almizclan una abuela paz de las Escrituras

los vahos que trascienden a vacunos y cerdos...
Y palomas violetas salen como recuerdos
de las viejas paredes arrugadas y oscuras.



Julio Herrera Reissig

claroscuro

-- de Julio Herrera Reissig --

En el dintel del cielo llamó por fin la esquila.
Tumban las carrasqueñas voces de los arrieros
que el eco multiplica por cien riscos y oteros,
donde laten bandadas de pañuelos en fila...

El humo de las chozas sube en el aire lila;
las vacas maternales ganan por los senderos;
y al hombro sus alforjas, leñadores austeros,
tornan su gesto opaco a la tarde tranquila...

Cerca del cementerio -más allá de las granjas-,
el crepúsculo ha puesto largos toques naranjas.
Almizclan una abuela paz de las escrituras

los vahos que trascienden a vacunos y cerdos...
Y palomas violetas salen como recuerdos
de las viejas paredes arrugadas y oscuras.



Federico García Lorca

Cazador

-- de Federico García Lorca --

¡Alto pinar!
Cuatro palomas por el aire van.

Cuatro palomas
vuelan y tornan.
Llevan heridas
sus cuatro sombras.

¡Bajo pinar!
Cuatro palomas en la tierra están.



Francisco Sosa Escalante

La pecadora

-- de Francisco Sosa Escalante --

Si fuera cierto que el amor redime,
Y la angustia y dolor en paz serena
Se tornan, una vez que el alma llena
De encanto celestial pasión sublime,

Oh Laura seductora! acaso, dime
¿No serias contrita Magdalena?
Allí en tu frente blanca de azucena
¿Qué haria la mancha que el pecado imprime?

Amor te daba el corazón ardiente
Del hombre que te habia perdonado;
Mas ay! en tu alma destructor torrente

Existe contenido, no cegado,
Y á pesar de los sueños del presente
Se mira que renace tu pasado.



José Asunción Silva

crepúsculo I

-- de José Asunción Silva --

Tableau mistérieux que la
vue offre à la pensée.
Charles nodier
es la hora de misterio en que el labriego
al resonar del ángelus el toque
adiós que dice al moribundo día,
la campanada bronca,
en su casita blanca, a lento paso
humilde se recoge.
Es la hora en que las nubes del poniente
de fuego orlanlas tardes,
en que el sol de los muertos ilumina
los prados ylos bosques,
y el ángel de la tarde a dios conduce
las mudas oraciones,
es la hora en que levantan de los lagos
las nieblassin colores,
como del fondo oscuro del espíritu
los coros devisiones
en que es feéricos cuentos invocados
o en relatosinformes
tornan a las estancias de los niños
los duendesprotectores,
es la hora de dulcísima armonía
y de místicasvoces,
en que al través de nieblas y de brumas,
ansiosa el almatorna
a los felices días de la infancia
que pasaronveloces,
es la hora en que la brisa entre los árboles
tiene vagosrumores,
es la hora en que la vida se adormece
al beso de lanoche.



José Asunción Silva

Crepúsculo2

-- de José Asunción Silva --

Es la hora de misterio en que el labriego
al resonar del Ángelus el toque
adiós que dice al moribundo día,
la campanada bronca,
en su casita blanca, a lento paso
humilde se recoge.
Es la hora en que las nubes del poniente
de fuego orlan las tardes,
en que el sol de los muertos ilumina
los prados y los bosques,
y el ángel de la tarde a Dios conduce
las mudas oraciones,
es la hora en que levantan de los lagos
las nieblas sin colores,
como del fondo oscuro del espíritu
los coros de visiones
en que es feéricos cuentos invocados
o en relatos informes
tornan a las estancias de los niños
los duendes protectores,
es la hora de dulcísima armonía
y de místicas voces,
en que al través de nieblas y de brumas,
ansiosa el alma torna
a los felices días de la infancia
que pasaron veloces,
es la hora en que la brisa entre los árboles
tiene vagos rumores,
es la hora en que la vida se adormece
al beso de la noche.



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