Buscar Poemas con Tornadizo


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Se han encontrado 5 poemas con la palabra tornadizo

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Emilio Bobadilla

El emperador: 2

-- de Emilio Bobadilla --

¿No fué Dios quien le dijo que dominase el mundo?
¿No fué Dios quien profuso le daba las victorias?
¿Por qué contra él de pronto se vuelve furibundo,
convirtiendo en derrotas humillantes sus glorias?

¿Qué pensará a sus solas de ese Dios tornadizo?
—gran río que la margen acrecienta o derrubia —.
Si lo que cae es granizo, ¡bendito sea el granizo!
Si es lluvia fecundante, ¡bendita sea la lluvia!

Megalómano y duro, horripiló al planeta
y revolvió los mares, y, a la postre vencido,
arroja acobardado la espada y la careta,

y en su fuga de liebre -imperial contrabando-
los huérfanos le siguen con lúgubre alarido
y las míseras madres que le insultan llorando!

Poema El emperador: 2 de Emilio Bobadilla con fondo de libro

Marilina Rébora

la mariposa

-- de Marilina Rébora --

La mariposa
al pasar por la calle, cae una mariposa.
Revolando insegura se pierde entre la gente,
tornadizo vilano o pétalo de rosa,
burbuja de jabón, pajarita luciente.
Tras ella acude el alma, como ella, temerosa
de que tanto ajetreo le cause un accidente,
hasta que en tenue aleo detiénese y se posa
al borde de la acera, sin resguardo, imprudente.
Nadie ha visto la escena ni seguido la pista
del insecto, que, trémulo, no acierta a aventurarse
tan frágil, aferrado apenas a la arista
de la desnuda piedra, ardiente, del verano.
Mi corazón sensible no logra equilibrarse,
mientras la lanza al aire, decidida, mi mano.

Poema la mariposa de Marilina Rébora con fondo de libro

Miguel Unamuno

El fin de la vida

-- de Miguel Unamuno --

Fué flor que al árbol arrancó el granizo
y luego en tierra el sol la vió, despojo,
entre el polvo rodar por el rastrojo
del viento al albedrío tornadizo.

Mantillo al fin la oscura flor se hizo
al pié escondido de espinoso tojo
y en el trascurso de un ocaso rojo
la enterró vil gusano. De su hechizo

Poema El fin de la vida de Miguel Unamuno con fondo de libro

Ramón López Velarde

ser una casta pequeñez...

-- de Ramón López Velarde --

Ser una casta pequeñez...
A alfonso cravioto
fuérame dado remontar el río
de los años, y en una reconquista
feliz de mi ignorancia, ser de nuevo
la frente limpia y bárbara del niño...
Volver a ser el arrebol, y el húmedo
pétalo, y la llorosa y pulcra infancia
que deja el baño por secarse al sol...
Entonces, con instinto maternal,
me subirías al regazo, para
interrogarme, amor, si eras querida
hasta el agua inmanente de tu pozo
o hasta el penacho tornadizo y fágil
de tu naranjo en flor.
Yo, sintiéndome bien en la aromática
vecindad de tus hombros y en la limpia
fragancia de tus brazos,
te diría quererte más allá
de las torres gemelas.
Dejarías entonces en la bárbara
novedad de mi frente
el beso inaccesible
a mi experiencia licenciosa y fúnebre.
¿Por qué en la tarde inválida,
cuando los niños pasan por tu reja,
yo no soy una casta pequeñez
en tus manos adictas
y junto a la eficacia de tu boca?



Ramón López Velarde

Ser una casta pequeñez

-- de Ramón López Velarde --

Fuérame dado remontar el río
de los años, y en una reconquista
feliz de mi ignorancia, ser de nuevo
la frente limpia y bárbara del niño...

Volver a ser el arrebol, y el húmedo
pétalo, y la llorosa y pulcra infancia
que deja el baño para secarse al sol...
Entonces, con instinto maternal,
me subirías al regazo, para
interrogarme, Amor, si eras querida
hasta el agua inmanente de tu pozo
o hasta el penacho tornadizo y fágil
de tu naranjo en flor.

Yo, sintiéndome bien en la aromática
vecindad de tus hombros y en la limpia
fragancia de tus brazos,
te diría quererte más allá
de las torres gemelas.

Dejarías entonces en la bárbara
novedad de mi frente
el beso inaccesible
a mi experiencia licenciosa y fúnebre.

¿Por qué en la tarde inválida,
cuando los niños pasan por tu reja,
yo no soy una casta pequeñez
en tus manos adictas
y junto a la eficacia de tu boca?



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