Buscar Poemas con Tocar


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Se han encontrado 48 poemas con la palabra tocar

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César Vallejo

El pan nuestro

-- de César Vallejo --

Se bebe el desayuno... Húmeda tierra
de cementerio huele a sangre amada.
Ciudad de invierno... La mordaz cruzada
de una carreta que arrastrar parece
una emoción de ayuno encadenada!

Se quisiera tocar todas las puertas,
y preguntar por no sé quién; y luego
ver a los pobres, y, llorando quedos,
dar pedacitos de pan fresco a todos.
Y saquear a los ricos sus viñedos
con las dos manos santas
que a un golpe de luz
volaron desclavadas de la Cruz!

Pestaña matinal, no os levantéis!
¡El pan nuestro de cada día dánoslo,
Señor...!

Todos mis huesos son ajenos;
yo talvez los robé!
Yo vine a darme lo que acaso estuvo
asignado para otro;
y pienso que, si no hubiera nacido,
otro pobre tomara este café!
Yo soy un mal ladrón... A dónde iré!

Y en esta hora fría, en que la tierra
trasciende a polvo humano y es tan triste,
quisiera yo tocar todas las puertas,
y suplicar a no sé quién, perdón,
y hacerle pedacitos de pan fresco
aquí, en el horno de mi corazón...!

Poema El pan nuestro de César Vallejo con fondo de libro

Alfonso Reyes

arte poética

-- de Alfonso Reyes --

1
asustadiza gracia del poema:
flor temerosa, recatada en llema.
2
Y se cierra, como la sensitiva,
si la llega a tocar la mano viva.
3
Mano mejor que la mano de orfeo,
mano que la presumo y no la creo,
4
para traer la eurídice dormida
hasta la superficie de la vida.

Poema arte poética de Alfonso Reyes con fondo de libro

Amado Nervo

cantos escolares. los sentidos

-- de Amado Nervo --

Niño, vamos a cantar
una bonita canción;
yo te voy a preguntar,
tu me vas a responder:
los ojos, ¿para qué son?
los ojos son para ver.
¿Y el tacto? para tocar.
¿Y el oído? para oír.
¿Y el gusto? para gustar.
¿Y el olfato? para oler.
¿El alma? para sentir,
para querer y pensar.

Poema cantos escolares. los sentidos de Amado Nervo con fondo de libro

Lope de Vega

Águila, cuyo pico soberano

-- de Lope de Vega --

Águila, cuyo pico soberano
bañado en las corrientes celestiales
osó tocar los cándidos umbrales,
que apenas mira el pensamiento humano;

fénix, a quien el bárbaro tirano
pensó abrasar las alas inmortales,
de cuyo fuego a nueva vida sales,
la pluma de oro en la divina mano,

estima los afectos que recibes
del arte de imprimir, cuando resumas
la grandeza del Verbo, con que vives.

Pues de tu pluma han hecho tantas plumas,
que eternamente escriben lo que escribes,
y de tu suma innumerables sumas.



Lope de Vega

De hoy más las crespas sienes de olorosa

-- de Lope de Vega --

De hoy más las crespas sienes de olorosa
verbena y mirto coronarte puedes,
juncoso Manzanares, pues excedes
del Tajo la corriente caudalosa.
Lucinda en ti bañó su planta hermosa;
bien es que su dorado nombre heredes
y que con perlas por arenas quedes
mereciendo besar su nieve y rosa.
Y yo envidiar pudiera tu fortuna,
mas he llorado en ti lágrimas tantas,
(tú, buen testigo de mi amargo lloro),
que mezclada en tus aguas pudo alguna
de Lucinda tocar las tiernas plantas,
y convertirse en tus arenas de oro.



Lope de Vega

El cabello tendido por el manto

-- de Lope de Vega --

El cabello tendido por el manto,
que humilde el sol para corona estima,
María llega a que en su prima imprima,
amor los brazos, que ella baña en llanto.
«Bendito el fruto de tu vientre santo»,
dice Isabel a su querida prima,
y ella responde: «Mi humildad sublima
Dios, que por ella me engrandece tanto».
El monte se conmueve a su alabanza,
y los pastores tan alegremente,
que reventaba por hablar un mudo.
Juan de contento salta, baila y danza,
que el maestro que entonces tiene enfrente,
es el más primo que tocar le pudo.



Lope de Vega

Encaneció las ondas con espuma

-- de Lope de Vega --

Encaneció las ondas con espuma
Argos, primera nave, y sin temellas
osó tocar la gavia las estrellas,
y hasta el cerco del sol volar sin pluma.
Y aunque Anfitrite airada se consuma,
dividen el cristal sus ninfas bellas,
y hasta Colcos Jasón pasa por ellas,
por más que el viento resistir presuma.
Más era el agua que el dragón y el toro,
mas no le estorba que su campo arase
la fuerte proa entre una y otra sierra.
Rompióse al fin por dos manzanas de oro,
para que el mar cruel no se alabase,
que por lo mismo se perdió la tierra.



Lope de Vega

Peniso amigo, codiciar mi muerte

-- de Lope de Vega --

Peniso amigo, codiciar mi muerte,
y ofrecer que, a mis honras funerales,
harás una oración como otras tales
de que tu ingenio, acción y voz me advierte,

es amistad que yo quisiera hacerte.
Todos para morir somos iguales,
que por la condición de ser mortales
también te puede a ti tocar la suerte.

No tomo la palabra, aunque me arguyas
de ingrato a los favores que me hacías,
que cuando eternidades constituyas,

mejor es que yo escriba en tales días
sonetos tristes a la honras tuyas,
que no que tú prediques a las mías.



Lope de Vega

Pusieron los armígeros gigantes

-- de Lope de Vega --

Pusieron los armígeros gigantes
un monte en otro por subir al cielo,
que la soberbia, que produce el suelo,
engendra pensamientos semejantes.
Mas cuando de sus fúlgidos diamantes
tocar pensaron el celeste velo,
cayeron con Nembrod, y el fuego en hielo
sepultó sus cervices arrogantes.
Vos, Gigante divino, de otro modo
subís al cielo, sin que el paso os tuerza
para alcanzarle, la que más le impide;
pues le tenéis sobre los hombros todo,
que aunque el Reino de Dios padece fuerza
no la consiente a quien sin Dios le pide.



Luis Cañizal de la Fuente

la hora todavía

-- de Luis Cañizal de la Fuente --

La hora todavía
se dejaba tocar en la cabeza.
Qué descanso: estar vivo
era seguir durmiendo.
Luis cañizal de la fuente



Luis Cernuda

el viento y el alma

-- de Luis Cernuda --

Con tal vehemencia el viento
viene del mar, que sus sones
elementales contagian
el silencio de la noche.
Solo en tu cama le escuchas
insistente en los cristales
tocar, llorando y llamando
como perdido sin nadie.
Mas no es él quien en desvelo
te tiene, sino otra fuerza
de que tu cuerpo es hoy cárcel,
fue viento libre, y recuerda.



Luis Palés Matos

neurosis

-- de Luis Palés Matos --

Yo no sé si soy sonámbulo o neurótico;
siento algos en el alma, y no son míos...
El ambiente me sofoca, como a exótico
en un pueblo enteramente de judíos.

Vivo en ml y no comprendo; hormigueos
van abriendo filtraciones de erotismo
en mi pecho, y un enjambre de deseos
mancha ci cisne de mi estricto misticismo.

Poco a poco de mi juicio van comiendo
y un volcán de efervescencia promoviendo
al tocar de mis recuerdos el tropel;

que se agitan como cuervos plutonianos,
como duendes, como brujas, como enanos
del imperio revoltoso de luzbel.



Manuel de Zequeira

Las mujeres aman a los hombres

-- de Manuel de Zequeira --

Verás amigo un burro alivolante,
a un buey tocar la flauta dulcemente,
correr una tortuga velozmente
y hacer de volatín un elefante:

En requesones vuelto el mar de Atlante,
y de Guadiana el agua en aguardiente,
el Ebro, y Duero y Tajo con corriente
de generoso vino de Alicante:

Verás durante el sol lucir la luna,
verás de noche el sol claro y entero,
verás parar su rueda la fortuna:

Estos portentos, sí, verás primero
que puedas encontrar mujer alguna
que quiera al hombre falto de dinero.



Jaime Torres Bodet

invitación al viaje I

-- de Jaime Torres Bodet --

Por el caminito
de la tarde clara,
con las manos juntas,
vámonos amada.
Con las manos juntas,
en la tarde clara,
vámonos al bosque
de la sien de plata.
Cogeremos rosas,
cortaremos ramas,
buscaremos nidos,
romperemos bayas...
Bajo los pinares,
junto a la cañada,
hay un agua limpia
que hace dulce el alma.
Bajaremos juntos,
juntos a mirarla
y a mirarnos juntos
en sus ondas claras...
Bajo el cielo de oro,
hay en la montaña
una encina negra
que hace oscura el alma:
subiremos juntos
a tocar sus ramas
y oler el perfume
de sus mieles ásperas...
Otoño nos cita
con su son de flautas:
vámonos al bosque
de la sien de plata,
besaré tu boca
con mi boca amarga:
vámonos cantando
por la tarde clara.



Jaime Torres Bodet

la doble

-- de Jaime Torres Bodet --

Era de noche tan rubia
como de día morena.
Cambiaba, a cada momento
de color y de tristeza,
y en jugar a los reflejos
se le iba la existencia,
como el niño que, en el mar,
quiere pescar una estrella
y no la puede tocar
porque su mano la quiebra.
De noche, cuando cantaba,
olía su cabellera
a luz, como un despertar
de pájaros en la selva,
y si cantaba en el sol
se hacía su voz tan lenta,
tan íntima, tan opaca,
que apenas iluminaba
el sitio que, entre la yerba,
alumbra al amanecer
el brillo de una luciérnaga.
¡Era de noche tan rubia
y de día tan morena!
suspiraba sin razón
en lo mejor de las fiestas
y, puesta frente a la dicha,
se equivocaba de puerta.
No se atrevía a escoger
entre el oro de la mies
y el oro de la hoja seca,
y tal vez por eso no
supe jamás entenderla,
porque de noche era rubia
y de mañana morena...



Jaime Torres Bodet

invitación al viaje II

-- de Jaime Torres Bodet --

Con las manos juntas,
en la tarde clara,
vámonos al bosque
de la sien de plata.

Bajo los pinares,
junto a la cañada,
hay un agua limpia
que hace limpia el alma.

Bajaremos juntos,
juntos a mirarla
y a mirarnos juntos
en sus ondas rápidas...

Bajo el cielo de oro
hay en la montaña
una encina negra
que hace negra el alma:
subiremos juntos
a tocar sus ramas
y oler el perfume
de sus mieles ásperas...

Otoño nos cita
con un son de flautas:
vamos a buscarlo
por la tarde clara.



Jorge Luis Borges

el alquimista

-- de Jorge Luis Borges --

Lento en el alba un joven que han gastado
la larga reflexión y las avaras
vigilias considera ensimismado
los insomnes braseros y alquitaras.
Sabe que el oro, ese proteo, acecha
bajo cualquier azar, como el destino;
sabe que está en el polvo del camino,
en el arco, en el brazo y en la flecha.
En su oscura visión de un ser secreto
que se oculta en el astro y en el lodo,
late aquel otro sueño de que todo
es agua, que vio tales de mileto.
Otra visión habrá; la de un eterno
dios cuya ubicua faz es cada cosa,
que explicará el geométrico spinoza
en un libro más arduo que el averno
en los vastos confines orientales
del azul palidecen los planetas,
el alquimista piensa en las secretas
leyes que unen planetas y metales.
Y mientras cree tocar enardecido
el oro aquel que matará la muerte,
dios, que sabe de alquimia, lo convierte
en polvo, en nadie, en nada y en olvido.



Diego de Torres Villarroel

a la memoria de d. juan domingo de haro y guzmán

-- de Diego de Torres Villarroel --

La tierra, el polvo, el humo, en fin, la nada,
al héroe más insigne y portentoso,
es el único triunfo, el más glorioso,
que robar has logrado, muerte airada.
La vida de su fama celebrada,
fe, virtud y valor y celo ansioso,
exentos de tu brazo pavoroso,
en lo eterno aseguran su morada.
Al honor, al aplauso, al ardimiento,
a la piedad, al culto y a la gloria
tocar no pudo tu furor violento.
Pues si de tantas vidas la memoria
eterna vive en este monumento,
¿en qué fundas, oh parca, tu victoria?



Duque de Ribas

El álamo derribado

-- de Duque de Ribas --

Gallardo alzaba la pomposa frente,
yedras y antiguas parras tremolando,
el álamo de Alcides, despreciando
la parada nube, y trueno y rayo ardiente;

cuando de la alta sierra de repente
desprendido huracán bajó silbando,
que el ancho tronco por el pie tronchando,
lo arrebató en su rápida corriente.

Ejemplo sea del mortal que en vano
se alza orgulloso hasta tocar la luna,
y se juzga seguro en su altiveza:

Cuando esté más soberbio y más ufano,
vendrá un contrario soplo de fortuna
y adiós oro, poder, favor, fortuna.



José María Blanco White

A doña María Ana Beck

-- de José María Blanco White --

Cual tañedor de armónico instrumento
Que deseando complacer, lo mira,
Hiere al azar sus cuerdas, y suspira
Incierto, temeroso y descontento;

Si escucha un conocido, tierno acento,
Anhelante despierta, en torno gira
los arrasados ojos y respira
Poseído de un nuevo y alto aliento,

Tal, si aún viviese en mí la pura llama
Y el don de la divina poesía,
Pudiera yo cantar a tu mandado;

Mas el poeta humilde que te ama,
Teme tocar ¡oh María Ana mía!
Un laúd que la edad ha destemplado.



Pablo Neruda

soneto xc cien sonetos de amor (1959) noche

-- de Pablo Neruda --

Soneto xc
pensé morir, sentí de cerca el frío,
y de cuanto viví sólo a ti te dejaba:
tu boca eran mi día y mi noche terrestres
y tu piel la república fundada por mis besos.
En ese instante se terminaron los libros,
la amistad, los tesoros sin tregua acumulados,
la casa transparente que tú y yo construimos:
todo dejó de ser, menos tus ojos.
Porque el amor, mientras la vida nos acosa,
es simplemente una ola alta sobre las olas,
pero ay cuando la muerte viene a tocar a la puerta
hay sólo tu mirada para tanto vacío,
sólo tu claridad para no seguir siendo,
sólo tu amor para cerrar la sombra.



Pablo Neruda

soneto xxiv cien sonetos de amor (1959) mañana

-- de Pablo Neruda --

Amor, amor, las nubes a la torre del cielo
subieron como triunfantes lavanderas,
y todo ardió en azul, todo fue estrella:
el mar, la nave, el día se desterraron juntos.
Ven a ver los cerezos del agua constelada
y la clave redonda del rápido universo,
ven a tocar el fuego del azul instantáneo,
ven antes de que sus pétalos se consuman.
No hay aquí sino luz, cantidades, racimos,
espacio abierto por las virtudes del viento
hasta entregar los últimos secretos de la espuma.
Y entre tantos azules celestes, sumergidos,
se pierden nuestros ojos adivinando apenas
los poderes del aire, las llaves submarinas.



Pablo Neruda

el daño

-- de Pablo Neruda --

Te he hecho daño, alma mía,
he desgarrado tu alma.
Entiéndeme.
Todos saben quién soy,
pero ese soy
es además un hombre
para ti.
En ti vacilo, caigo
y me levanto ardiendo.
Tú entre todos los seres
tienes derecho
a verme débil.
Y tu pequeña mano
de pan y de guitarra
debe tocar mi pecho
cuando sale al combate.
Por eso busco en ti la firme piedra.
Ásperas manos en tu sangre clavo
buscando tu firmeza
y la profundidad que necesito,
y si no encuentro
sino tu risa de metal, si no hallo
nada en qué sostener mis duros pasos,
adorada, recibe
mi tristeza y mi cólera,
mis manos enemigas
destruyéndote un poco
para que te levantes de la arcilla,
hecha de nuevo para mis combates.



José Tomás de Cuellar

Jesucristo en la cruz

-- de José Tomás de Cuellar --

El que ha podido hacer adorar una
cruz, el que ha ofrecido por culto á
los hombres la humanidad doliente y
la virtud perseguida, éste, lo juramos,
no puede menos de ser un Dios.

CHATEAUBRIAND.

¡Calle el mundo á mi voz! El arpa mía
Va á repetir el eco del Calvario
Con mágico concento,
Que en alas de la mística poesía
Se eleve presuroso y solitario
Hasta tocar el alto firmamento.

¡Calle el mundo á mi voz! Altivos reyes,
Pueblos que venerais la augusta enseña
Con júbilo infinito,



José Zorrilla

aparta de tus ojos la nube perfumada

-- de José Zorrilla --

Aparta de tus ojos la nube perfumada
que el resplandor nos vela que tu semblante da,
y tiéndenos, maría, tu maternal mirada,
donde la paz, la vida y el páramo está.
Tú, bálsamo de mirra; tú, cáliz de pureza;
tú, flor de paraíso y de los astros luz,
escudo sé y amparo de la mortal flaqueza
por la divina sangre del que murió en la cruz.
Tú eres, oh maría!, un faro de esperanza
que brilla de la vida junto al revuelto mar,
y hacia tu luz bendita desfallecido avanza
el náufrago que anhela en el edén tocar.
Impela, oh madre augusta!, tu soplo soberano
la destrozada vela de mi infeliz batel;
enséñale su rumbo con compasiva mano,
no dejes que se pierda mi corazón en él.



José Zorrilla

a maría plegaria

-- de José Zorrilla --

Aparta de tus ojos la nube perfumada
que el resplandor nos vela que tu semblante da,
y tiéndenos, maría, tu maternal mirada,
donde la paz, la vida y el paraíso está.
Tú, bálsamo de mirra; tú, cáliz de pureza:
tú, flor del paraíso y de los astros luz,
escudo sé y amparo de la mortal flaqueza
por la divina sangre del que murió en la cruz.
Tú eres ¡oh maría! un faro de esperanza
que brilla de la vida junto al revuelto mar,
y hacia tu luz bendita desfallecido avanza
el náufrago que anhela en el edén tocar.
Impela ¡oh madre augusta! tu soplo soberano
la destrozada vela de mi infeliz batel;
enséñale su rumbo con compasiva mano,
no dejes que se pierda mi corazón en él.



José Ángel Buesa

poema del secreto

-- de José Ángel Buesa --

Puedo tocar tu mano sin que tiemble la mía,
y no volver el rostro para verte pasar.
Puedo apretar mis labios un día y otro día...
Y no puedo olvidar.
Puedo mirar tus ojos y hablar frívolamente,
casi aburridamente, sobre un tema vulgar,
puedo decir tu nombre con voz indiferente...
Y no puedo olvidar.
Puedo estar a tu lado como si no estuviera,
y encontrarte cien veces, así como al azar...
Puedo verte con otro, sin suspirar siquiera,
y no puedo olvidar.
Ya vez: tú no sospechas este secreto amargo,
más amargo y profundo que el secreto del mar...
Porque puedo dejarte de amar, y sin embargo...
¡No te puedo olvidar!



José Ángel Buesa

mejor no quiero verte

-- de José Ángel Buesa --

Mejor no quiero verte...
Sería tan sencillo cruzar dos o tres calles
y tocar en tu puerta...
Y tú me mirarías con tus ojos sin brillo,
sin poder sonreírme:
con tu sonrisa muerta.
Mejor no quiero verte;
porque va a hacerme daño
pasar por aquel parque
de la primera cita.
Y no sé si aún florecen
los jazmines de antaño,
ni sé quién es ahora
la mujer más bonita.
Mejor no quiero verte;
porque andando en tu acera,
sentiré casi ajeno
todo lo que fue mío.
Aunque es sólo una esquina
donde nadie me espera,
y unos cristales rotos
en un balcón vacío.
Sí. Seguiré muriendo
de mi pequeña muerte
de hace ya tantos años,
el día que me fui.
Pues por no verte vieja,
mejor no quiero verte.
Pero tampoco quiero
que me veas tú a mí.



Juan de Arguijo

Orfeo (1-Arguijo)

-- de Juan de Arguijo --

«Desiertas selvas, monte yerto y frío,
Ródope, que en el cielo tocar osas;
Vosotras, de Estrimon ondas hermosas,
A quien vencer presume el llanto mio,

»Seréis testigos largo tiempo, fio,
De mi dolor y quejas lastimosas,
Que en vano esparzo al aire, y con piadosas
Voces al rey del lago obscuro envio.»

Así cantando llora el tracio amante;
Y á sus blandos acentos enmudece
El viento, y la agua su corriente enfrena;

Y enternecidas truecan el semblante
Las fieras ¡corto alivio! mientras crece
Del ya perdido bien la justa pena.



Gabriela Mistral

la lluvia lenta

-- de Gabriela Mistral --

Esta agua medrosa y triste,
como un niño que padece,
antes de tocar la tierra
desfallece.
Quieto el árbol, quieto el viento,
¡y en el silencio estupendo,
este fino llanto amargo
cayendo!
el cielo es como un inmenso
corazón que se abre, amargo.
No llueve: es un sangrar lento
y largo.
Dentro del hogar, los hombres
no sienten esta amargura,
este envío de agua triste
de la altura.
Este largo y fatigante
descender de aguas vencidas,
hacia la tierra yacente
y transida.
Llueve... Y como un chacal trágico
la noche acecha en la sierra.
¿Qué va a surgir, en la sombra,
de la tierra?
¿dormiréis, mientras afuera
cae, sufriendo, esta agua inerte,
esta agua letal, hermana
de la muerte?



La soberbia

-- de El Solitario --

Yo vi una altiva populosa encina
tender sus ramos orgullosa al viento,
presumiendo tocar el firmamento
y avasallar el prado y la colina.

Yo vi el oro del sol con luz divina
la verde copa coronar contento,
y yo la vi en pomposo movimiento
mecer ufana al ave peregrina:

Mas vi también, cual precursor del llanto,
leve vapor crecer a nube airada,
tendiendo por la esfera el negro manto:

La vi rasgarse en llamas inflamada,
lanzar el rayo y miro con espanto
el árbol convertido en polvo, en nada.



Meira Delmar

regresos

-- de Meira Delmar --

Quiero volver a la que un día
llamamos todos nuestra casa.
Subir las viejas escaleras,
abrir las puertas, las ventanas.
Quiero quedarme un rato, un rato
oyendo aquella misma lluvia
que nunca supe a ciencia cierta
si era de agua o si era música.
Quiero salir a los balcones
donde una niña se asomaba
a ver llegar las golondrinas
que con diciembre regresaban.
Tal vez la encuentre todavía
fijos los ojos en el tiempo,
con una llama de distancias
en la pequeña frente ardiendo.
Quiero cruzar el patio tibio
de sol y rosas y cigarras.
Tocar los muros encalados,
el eco ausente de las jaulas.
Acaso aún estén volando
en torno suyo las palomas,
y me señalen el camino
que va borrándose en la sombra.
Quiero saber si lo que busco
queda en el sueño o en la infancia.
Que voy perdido y he de hallarme
en otro sitio, rostro y alma.
!--Img



Miguel Unamuno

Fraternidad (RSL)

-- de Miguel Unamuno --

Tiéndele tu mirada, blanda mano
de salvación, y así tal vez su pecho
sollozando alzará del duro lecho
de su vergüenza y su dolor insano.

Más de uno á quien pecar le puso cano,
rodando por el polvo, ya maltrecho,
sintió de pronto el corazón rehecho
al tocar la sonrisa de un hermano.



Juan Gelman

hace frío en esta zona del país...

-- de Juan Gelman --

Hace frío en esta zona del país
donde tu cuerpo no está y hace falta
el calor de tu cuerpo y no vivo
dolorido o arrepentido o triste sino
solo nomás
hemos aprendido a tenernos
hemos aprendido a perdernos
¿por qué hace tanto frío mi dios?
no comprendo qué pasa los cosmonautas
rajan la noche por encima de aquí
y nosotros
que no hemos salido al espacio
que no hemos salido a tocar las estrellas
que ni siquiera hemos salido de esta casa
temblamos como locos crepitábamos
como cegados por el sol
desnudos puros sin hablar como bestias
o mundos
girando en la paciencia universal



Evaristo Carriego

Reproche musical

-- de Evaristo Carriego --

Si te sientas como anoche junto al piano,
a mis ruegos insensible, taciturna:
fugitiva de aquel aire wagneriano
que tú sabes. Si, cual trágica nocturna,

traes la sombra del mutismo caprichoso
de unos celos singulares y tardíos,
volveremos a rozar el enojoso
viejo tema del porqué de tus hastíos.

¿Ves, amada? Ya se ha oído la sombría
voz solemne del Maestro: ya ha asomado
su faz grave la orquestal Melancolía,
y el esplín contagia el alma del teclado.

Deja ¡loca! de tocar... Risueñamente,
ven y cura tus neurosis, flor de anemia,
con las risas que destilan el ardiente
rojo filtro de la música bohemia:



Federico García Lorca

Gacela de la huida

-- de Federico García Lorca --

Me he perdido muchas veces por el mar
con el oído lleno de flores recién cortadas.
Con la lengua llena de amor y de agonía
muchas veces me he perdido por el mar,
como me pierdo en el corazón de algunos niños.

No hay nadie que al dar un beso
no sienta la sonrisa de la gente sin rostro,
ni nadie que al tocar un recién nacido
olvide las inmóviles calaveras de caballo.

Porque las rosas buscan en la frente
un duro paisaje de hueso
y las manos del hombre no tienen más sentido
que imitar a las raíces bajo tierra.

Como me pierdo en el corazón de algunos niños,
me he perdido muchas veces por el mar.
Ignorante del agua, voy buscando
una muerte de luz que me consuma.



Fernando de Herrera

No puedo sufrir más el dolor fiero

-- de Fernando de Herrera --

No puedo sufrir más el dolor fiero,
ni ya tolerar más el duro asalto
de vuestras bellas luzes, antes falto
de paciencia y valor, en el postrero

trance, arrojando el yugo, desespero;
y, por do voy huyendo, el suelo esmalto
de rotos lazos; y levanto en alto
el cuello osado, y libertad espero.

Mas, ¿qué vale mostrar estos despojos,
y la ufanía d' alcançar la palma
d' un vano atrevimiento sin provecho?

El rayo que salió de vuestros ojos
puso su fuerça en abrasar mi alma,
dexando casi sin tocar el pecho.



Francisco de Quevedo

las tres musas últimas castellanas 46

-- de Francisco de Quevedo --

Cuando con atención miro y contemplo
la soberana raza, y compostura
de esta divina, y celestial figura,
que de su hacedor es vivo ejemplo.
La prima con razón bajo, y contemplo
del indigno instrumento, que procura
tocar los puntos de mayor altura,
que la madre de amor oyó en su templo.
Pues no es bien ofenderos, y agraviaros
cortamente alabando la riqueza
de los raros extremos, que en vos veo.
Sólo se ocupe el alma en contemplaros,
y estos ojos en ver esta belleza,
que es último sujeto del deseo.



Francisco Sosa Escalante

Desolación (Sosa Escalante)

-- de Francisco Sosa Escalante --

Rugió la tempestad, cubrióse el cielo
Con negro manto funeral, sombrío,
Y al triste navegante el mar bravío
Hundió en abismo de profundo duelo.

Al ave incauta que tendiera el vuelo
Hácia ignota region por el vacío,
Allí la sorprendió; cadáver frío
Era al tocar con su plumaje el suelo.

Las verdes ondas del sereno lago
Que el cielo azul y las pintadas flores
Ayer copiaban con amante halago,

Hoy agitan los vientos bramadores,
Y siembra por doquier luto y estrago
La horrenda tempestad en sus furores!



José Hierro

razón alegría (1947)

-- de José Hierro --

Tal vez porque cantamos embriagados la vida
crees que fue con nosotros lo que tú llamas buena.
Puedes aproximarte, puedes tocar la herida
de amargura y de sangre hasta los bordes llena.
Ganamos la alegría bajo un cielo sombrío,
mientras el desaliento nos prendía en sus redes.
Hemos tenido sueño, hemos tenido frío,
hemos estado solos entre cuatro paredes.
Vivimos... Llena el alma la hermosura más plena.
En países de nieblas también nacen flores.
Después de la amargura y después de la pena
es cuando da la vida sus más bellos colores.



José Hierro

cumbre tierra sin nosotros (1947)

-- de José Hierro --

Firme, bajo mi pie, cierta y segura,
de piedra y música te tengo;
no como entonces, cuando a cada instante
te levantabas de mi sueño.
Ahora puedo tocar tus lomas tiernas,
el verde fresco de tus aguas.
Ahora estamos, de nuevo, frente a frente
como dos viejos camaradas.
Nueva canción con nuevos instrumentos.
Cantas, me duermes y me acunas.
Haces eternidad de mi pasado.
Y luego el tiempo se desnuda.
¡Cantarte, abrir la cárcel donde espera
tanta pasión acumulada!
y ver perderse nuestra antigua imagen
arrebatada por el agua.
Firme, bajo mi pie, cierta y segura,
de piedra y música te tengo.
Señor, señor, señor: todo lo mismo.
Pero, ¿qué has hecho de mi tiempo?



Ramón López Velarde

muerta

-- de Ramón López Velarde --

Muerta
por débil y pequeña,
oh flor de paraíso,
cabías en el vértice
del corazón en fiesta que te quiso.
Salíamos al campo
y tu cuerpo minúsculo
se destacaba airoso
en la grana y el oro del crepúsculo.
¡Oh noches enlunadas
oh provinciana orquesta,
oh, tu alma piadosa!
¡oh mi incansable corazón en fiesta!
y una noche moriste
con la paz de un lamento
que se va con la brisa
al brocado ideal del firmamento.
Se derramó tu espíritu
cual vaso de ambrosía,
y en tu mano difunta
puso mi amor una azucena pía.
Sorda estás para siempre,
el recuerdo me abrasa
y al tocar en la puerta
turba el ruido el silencio de la casa.
¡Oh ilusión fallecida
en abril! ¡oh alma presta
a todos los ensueños
del incansable corazón en fiesta!



Ramón López Velarde

Huerta

-- de Ramón López Velarde --

Por débil y pequeña,
oh flor de paraíso,
cabías en el vértice
del corazón en fiesta que te quiso.

Salíamos al campo
y tu cuerpo minúsculo
se destacaba airoso
en la grana y el oro del crepúsculo.

¡Oh noches enlunadas
oh provinciana orquesta,
oh tu alma piadosa!
¡Oh mi incansable corazón en fiesta!

Y una noche moriste
con la paz de un lamento
que se va con la brisa
al brocado ideal del firmamento.

Se derramó tu espíritu
cual vaso de ambrosía,
y en tu mano difunta
puso mi amor una azucena pía.

Sorda estás para siempre,
el recuerdo me abrasa
y al tocar en la puerta
turba el ruido el silencio de la casa.

¡Oh ilusión fallecida
en abril! ¡Oh alma presta
a todos los ensueños
del incansable corazón en fiesta!



Ramón María del Valle Inclán

Milagro de la mañana

-- de Ramón María del Valle Inclán --

AÑÍA una campana
En el azul cristal
De la santa mañana.

Oración campesina
Que temblaba en la azul
Santidad matutina.

Y en el viejo camino
Cantaba un ruiseñor,
Y era de luz su trino.

La campana de aldea
Le dice con su voz,
Al pájaro, que crea.

La campana aldeana
En la gloria del sol
Era alma cristiana.

Al tocar, esparcía
Aromas del rosal
De la Virgen María.

Esta santa conseja
La recuerda un cantar
En una fabla vieja:

Campana, campaniña
Do Pico Sagro,
Toca por que floreza
A rosa de milagro.

Ramón del Valle Inclán.



Roberto Juarroz

un caos lúcido

-- de Roberto Juarroz --

Un caos lúcido,
un caos de ventanas abiertas.
Una confusión de vértigos claros
donde la incandescencia se construye
con el movimiento total de la ruptura.
Viajar por las líneas
que se quiebran a cada instante
y rodar como un émbolo sin guía
hacia los núcleos aleatorios
de las cancelaciones primigenias.
Tocar las vértebras sin eje,
los círculos sin centro,
las particiones sin unidad,
los choques sin contacto,
las caídas sin escuadra,
los pensamientos sin quien piense,
los hombres sin más rostro que su dolor.
Y recoger allí la ley de lo casual,
la norma de lo imposible:
cada forma es un borde cortante del caos,
un ángulo perplejo de sus ojos abiertos,
los únicos abiertos.
Porque el caos es la tregua de la nada,
la lucidez sin compromiso,
la intersección aguda
de un espacio sin interés por los objetos
y de un tiempo pensante.



Roberto Juarroz

el poema respira por sus manos

-- de Roberto Juarroz --

El poema respira por sus manos,
que no toman las cosas: las respiran
como pulmones de palabras,
como carne verbal ronca de mundo.
Debajo de esas manos
todo adquiere la forma
de un nudoso dios vivo,
de un encuentro de dioses ya maduros.
Las manos del poema
reconquistan la antigua reciedumbre
de tocar a las cosas con las cosas.



Roque Dalton García

solidaridad

-- de Roque Dalton García --

En el pasillo el anciano se prepara para la pelea
teme particularmente los jabs al hígado
y no va dar razón a la colmena ávida
es un hombre completamente de este siglo
al albañil algebraico aguardentoso
acostumbrado a saltar con ayuda del báculo
por sobre las parejas que hacen como pichones caídos
el amor
el pasillo le queda un tanto corto
porque al fin y al cabo el campeón es el campeón
pero no todos pueden tocar el arcoiris
la peor es la colmena que ahora mismo en las calles
recoge como colillas de cigarro el rencor
es lo más que se me ocurre decir al respecto



Rosario Castellanos

amor

-- de Rosario Castellanos --

Sólo la voz, la piel, la superficie
pulida de las cosas.

Basta. No quiere más la oreja, que su cuenco
rebalsaría y la mano ya no alcanza
a tocar más allá.

Distraída, resbala, acariciando
y lentamente sabe del contorno.
Se retira saciada
sin advertir el ulular inútil
de la cautividad de las entrañas
ni el ímpetu del cuajo de la sangre
que embiste la compuerta del borbotón, ni el nudo
ya para siempre ciego del sollozo.

El que se va se lleva su memoria,
su modo de ser río, de ser aire,
de ser adiós y nunca.

Hasta que un día otro lo para, lo detiene
y lo reduce a voz, a piel, a superficie
ofrecida, entregada, mientras dentro de sí
la oculta soledad aguarda y tiembla.



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