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Se han encontrado 81 poemas con la palabra tirano

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José Martí

¿del tirano del tirano

-- de José Martí --

xxxviii
¿del tirano? del tirano
di todo, ¡di más!, y clava
con furia de mano esclava
sobre su oprobio al tirano.
¿Del error? pues del error
di el antro, di las veredas
oscuras: di cuanto puedas
del tirano y del error.
¿De mujer? bien puede ser
que mueras de su mordida;
¡pero no empañes tu vida
diciendo mal de mujer!

Poema ¿del tirano del tirano de José Martí con fondo de libro

Usurpa ufano ya el tirano viento

-- de Luis Carrillo y Sotomayor --

Usurpa ufano ya el tirano viento
a las velas los senos extendidos.
¡Adiós, playas, ya os pierdo! ¡Adiós, erguidos
montes a quien venció mi pensamiento!

Ya es mar también el uno y otro asiento
en mis ojos, de lágrimas ceñidos,
por perderos, oh montes, más perdidos:
tal pierdo, triste tal, así tal siento.

Ya esconde el ancho mar, en sí orgulloso,
las frentes de los cerros levantados,
en sus soberbias olas caudaloso.

Así divide ausencia mis cuidados;
mas no podrá jamás, ¡oh dueño hermoso!,
de ti, mis pensamientos abrasados.

Poema Usurpa ufano ya el tirano viento de Luis Carrillo y Sotomayor con fondo de libro

Rafael María Baralt

A Simón Bolívar (2)

-- de Rafael María Baralt --

Fiero en la lid y en la victoria humano
fuiste, ¡oh Bolívar!, salvador de un mundo,
nuevo Colón, cuando del mar profundo
de servidumbre le sacó la mano.

Clavado al asta el pabellón, en vano
tormenta y rayos contra ti iracundo
lanzó un tirano en la maldad fecundo:
lo quiso el cielo y sucumbió el tirano.

Y las naciones que fundó tu espada
sacra aureola de perpetua lumbre
a la frente radiosa te ciñeron.

Y al ver la antigua afrenta ya vengada,
de los soberbios Andes en la cumbre
las sombras de los incas sonrieron.

Poema A Simón Bolívar (2) de Rafael María Baralt con fondo de libro

José María Heredia

Himno al desterrado

-- de José María Heredia --

¡Cuba, Cuba, que vida me diste,
dulce tierra de luz y hermosura!
¡Cuánto sueño de gloria y ventura
tengo unido a tu sueño feliz!
¡Y te vuelvo a mirar...! Cuán severo,
hoy me oprime el rigor de mi suerte
la opresión me amenaza con muerte
en los campos do al mundo nací.
Mas ¿qué importa que truene el tirano?
pobre, sí, pero libre me encuentro.
Sólo el alma del alma es el centro:
¿Qué es el oro sin gloria ni paz?
Aunque errante y poscrito me miro,
y me oprime el destino severo;
por el cetro del déspota ibero
no quisiera mi suerte trocar.
¡Dulce Cuba!, en su seno se miran
en el grado más alto y profundo,
las bellezas del físico mundo,
los horrores del mundo moral.
Te hizo el cielo la flor de la tierra;
mas, tu fuerza y destinos ignoras,
y de España en el déspota adoras
al demonio sangriento del mal.
¡Cuba, al fin te verás libre y pura!
Como el aire de luz que respiras,
cual las ondas hirvientes que miras
de tus playas la arena besar.
Aunque viles traidores te sirvan,
del tirano es inútil la saña,
que no en vano entre Cuba y España
tiende inmenso sus olas el mar.



Francisco de Quevedo

las tres musas últimas castellanas 99

-- de Francisco de Quevedo --

Arde lorenzo y goza en las parrillas;
el tirano en lorenzo arde y padece,
viendo que su valor constante crece,
cuanto crecen las llamas amarillas.
Las brasas multiplica en maravillas,
y el sol entre carbones amanece,
y en alimento a su verdugo ofrece
guisadas del martirio, sus costillas.
A cristo imita en darse en alimento
a su enemigo: esfuerzo soberano
y ardiente imitación del sacramento.
Mírale el cielo eternizar lo humano,
y viendo victorioso el vencimiento,
menos abrasa que arde vil tirano.



Adelardo López de Ayala

La pluma (Ayala)

-- de Adelardo López de Ayala --

¡Pluma: cuando considero
los agravios y mercedes,
el mal y bien que tú puedes
causar en el mundo entero;
que un rasgo tuyo severo
puede matar a un tirano,
y que otro, torpe o liviano,
manchar puede un alma pura,
me estremezco de pavura
al alargarte la mano!



Leandro Fernández de Moratín

soneto. la noche de montiel

-- de Leandro Fernández de Moratín --

¿adónde adónde está, dice el infante,
ese feroz tirano de castilla?
pedro al verle, desnuda la cuchilla,
y se presenta a su rival delante.
Cierra con él, y en lucha vacilante
le postra, y pone al pecho la rodilla
beltrán (aunque sus glorias amancilla)
trueca a los hados el temido instante.
Herido el rey por la fraterna mano,
joven espira con horrenda muerte,
y el trono y los rencores abandona.
No aguarde premios en el mundo vano
la inocente virtud; si da la suerte
por un delito atroz, una corona.



Leandro Fernández de Moratín

La noche de Montiel

-- de Leandro Fernández de Moratín --

¿Adónde, adónde está, dice el Infante
ese feroz tirano de Castilla?
Pedro al verle, desnuda la cuchilla,
y se presenta a su rival delante.

Cierra con él, y en lucha vacilante
le postra, y pone al pecho la rodilla:
Beltrán (aunque sus glorias amancilla)
trueca a los hados del temido instante.

Herido el rey por la fraterna mano,
joven expira con horrenda muerte,
y el trono y los rencores abandona.

No aguardes premios en el Mundo vano
la inocente virtud; si das la suerte
por un delito atroz, una corona.



Lope de Vega

Águila, cuyo pico soberano

-- de Lope de Vega --

Águila, cuyo pico soberano
bañado en las corrientes celestiales
osó tocar los cándidos umbrales,
que apenas mira el pensamiento humano;

fénix, a quien el bárbaro tirano
pensó abrasar las alas inmortales,
de cuyo fuego a nueva vida sales,
la pluma de oro en la divina mano,

estima los afectos que recibes
del arte de imprimir, cuando resumas
la grandeza del Verbo, con que vives.

Pues de tu pluma han hecho tantas plumas,
que eternamente escriben lo que escribes,
y de tu suma innumerables sumas.



Lope de Vega

Bajaba del nubífero Carmelo

-- de Lope de Vega --

Bajaba del nubífero Carmelo
la sabia esposa de Nabal tirano
al ocurso del Rey, que airado en vano
la ofrenda acepta y el piadoso celo.
Del mismo baja, y aun del cielo al suelo,
pues baja de Alba el sol, del monte al llano
Teresa ilustre, cuya lengua y mano
templó las iras del airado cielo.
Desenójase Dios por la piadosa
ofrenda de los frutos que le ofrece,
hijos de su oración maravillosa.
El mundo muere en ella, el monte crece,
y como reina en Dios, de Cristo esposa,
en el carro abrasado resplandece.



Lope de Vega

Cuando imagino de mis breves días

-- de Lope de Vega --

Cuando imagino de mis breves días
los muchos que el tirano Amor me debe,
y en mi cabello anticipar la nieve,
más que los años, las tristezas mías,

veo que son sus falsas alegrías
veneno que en cristal la razón bebe,
por quien el apetito se le atreve
vestido de mil dulces fantasías.

¿Qué hierbas del olvido ha dado el gusto
a la razón, que, sin hacer su oficio
quiere contra razón satisfacelle?

Mas consolarse puede mi disgusto,
que es el deseo del remedio indicio,
y el remedio de amor querer vencelle.



Lope de Vega

Fue célebre Jahel, porque la frente

-- de Lope de Vega --

Fue célebre Jahel, porque la frente
a Sisara pasó con atrevida
mano, y el clavo de la frente herida
segunda piedra del pastor valiente,
y Engracia santa, porque heroicamente
la tierna suya, de laurel ceñida,
al clavo de un tirano dio rendida,
será también famosa eternamente.
Quiso imitar a su querido esposo,
y aunque él murió con tres, y ella tenía
uno sólo en el tránsito dichoso,
los dos, que le faltaron aquel día
tuvo en el corazón, tan amoroso,
que blanco de sus clavos parecía.



Lope de Vega

Yo soy la casta Dido celebrada

-- de Lope de Vega --

Yo soy la casta Dido celebrada,
y no la que Virgilio infama en vano,
porque jamás me vio Eneas Troyano,
ni a Libia descendió su Teucra armada.

No fue lascivo amor, fue casta espada
la que me hirió por Jarbas el tirano;
viví y matéme con mi propia mano,
mis muros levantados, y vengada.

Pues yo viví sin ofender las glorias
de mi fama y hazañas, ¿por qué inflamas
mi castidad, Virgilio, en versos tales?

Pero creed los que leéis historias
que no es mucho disfame humanas famas
quien se atreve a los dioses celestiales.



Lope de Vega

Al triunfo de Judit

-- de Lope de Vega --

Cuelga sangriento de la cama al suelo
el hombro diestro del feroz tirano,
que opuesto al muro de Betulia en vano,
despidió contra sí rayos al cielo.

Revuelto con el ansia el rojo velo
del pabellón a la siniestra mano,
descubre el espectáculo inhumano
del tronco horrible, convertido en hielo.

Vertido Baco, el fuerte arnés afea
los vasos y la mesa derribada,
duermen las guardas, que tan mal emplea;

y sobre la muralla coronada
del pueblo de Israel, la casta hebrea
con la cabeza resplandece armada.



Lope de Vega

Céfiro blando que mis quejas tristes

-- de Lope de Vega --

Céfiro blando, que mis quejas tristes
tantas veces llevaste; claras fuentes,
que con mis tiernas lágrimas ardientes
vuestro dulce liquor ponzoña hicistes;

selvas que mis querellas esparcites,
ásperos montes a mi mal presentes,
ríos, que de mis ojos siempre ausentes,
veneno al mar como tirano distes:

pues la aspereza de rigor tan fiero
no me permite voz articulada,
decid a mi desdén que por él muero.

Que si la viere el mundo transformada
en el laurel, que por dureza espero,
de ella veréis mi frente coronada.



Lope de Vega

Si culpa, el concebir; nacer tormento

-- de Lope de Vega --

Si culpa, el concebir; nacer tormento;
guerra, vivir, la muerte, fin humano;
si después de hombre, tierra y vil gusano,
y después de gusano, polvo y viento;
si viento nada, y nada el fundamento;
flor, la hermosura; la ambición, tirano;
la fama y gloria, pensamiento vano,
y vano, en cuanto piensa el pensamiento,
¿quién anda en este mar para anegarse?
¿De qué sirve en quimeras consumirse,
ni pensar otra cosa que salvarse?
¿De qué sirve estimarse y preferirse,
buscar memoria habiendo de olvidarse,
y edificar habiendo de partirse?



¡Con qué ligeros pasos vas corriendo!

-- de Luis Carrillo y Sotomayor --

¡Con qué ligeros pasos vas corriendo!
¡Oh cómo te me ausentas, tiempo vano!
¡Ay, de mi bien, y de mi ser tirano,
cómo tu altivo brazo voy siguiendo!

Detenerte pensé, pasaste huyendo;
seguíte, y ausentástete liviano;
gastéte a ti en buscarte, ¡oh inhumano!:
mientras más te busqué, te fui perdiendo.

Ya conozco tu furia, ya, humillado,
de tu guadaña pueblo los despojos;
¡oh amargo desengaño no admitido!

Ciego viví, y al fin, desengañado,
hecho Argos de mi mal con tristes ojos
huir te veo, y veo te he perdido.



Enmudeció el Amor la pluma y mano

-- de Luis Carrillo y Sotomayor --

Enmudeció el Amor la pluma y mano;
volvió el Amor a pluma y mano, lengua,
¡ay de mí!, quiere llore, por mi mengua,
agravios de sus manos con mi mano.

Tal Guadarrama, por su escarcha cano,
agravios del sol llora cuando mengua
sus nevados tesoros; tal, sin mengua
mis ojos trata Amor, Amor tirano.

Llorad, ojos, llorar, pues desatando
parte del mal, por quien estoy muriendo
irá en mi pecho su furor menguando.

En vano alivio con llorar pretendo,
si vuelve al pecho, por su mal, volando,
lo que de él sale, por su bien, corriendo.



Las honras, la osadía del Verano

-- de Luis Carrillo y Sotomayor --

Las honras, la osadía del Verano,
con que se ennobleció y atrevió al cielo,
al mejor cielo del más fértil suelo
hoy las traslada mi atrevida mano.

Parece es por demás al que es tirano,
de cuanto presunción honra su vuelo,
dar flores, si tus flores son recelo
a las del cielo, rostro soberano.

Dallas es por demás, si estás segura
envidian de tu rostro las más bellas
partes (y partes no, por no atreverse).

¡Ay, cuales, Celia, son!. ¡Da vida el vellas!
Flor eres; mientras flor, de tu hermosura
coge la flor, que es flor, y ha de perderse.



Luis Muñoz Rivera

himno

-- de Luis Muñoz Rivera --

Aceptareis, patriotas, inerte vuestra mano
la esclavitud abyecta, la servidumbre vil?
¿no veis cómo el tirano
azota a nuestro pueblo juzgándole servil?

la patria estaba muda; la patria estaba muerta;
el déspota la hería con bárbara crueldad:
la patria se despierta
y a nuestros brazos fía su sacra dignidad.

¿Vivir bajo la punta del látigo extranjero?
¿llorar en el oprobio y en la abyección gemir?
no, no: vibre el acero;
volemos, ciudadanos, volemos a morir.

¡Al arma, hijos del plata! cabezas de verdugos
exige nuestra tierra: herid sin compasión.
Así se rompen yugos
y donde fue la tribu se forja la nación.



Lupercio Leonardo de Argensola

Al sueño (Argensola)

-- de Lupercio Leonardo de Argensola --

Imagen espantosa de la muerte,
sueño cruel, no turbes más mi pecho,
mostrándome cortado el nudo estrecho,
consuelo solo de mi adversa suerte.

Busca de algún tirano el muro fuerte,
de jaspe las paredes, de oro el techo,
o el rico avaro en el angosto lecho
haz que temblando con sudor despierte.

El uno vea popular tumulto
romper con furia las herradas puertas,
o al sobornado siervo el hierro oculto;

el otro, sus riquezas descubiertas
con llave falsa o con violento insulto:
y déxale al amor sus glorias ciertas.



Manuel de Zequeira

el valor

-- de Manuel de Zequeira --

Brame si quiere encapotado el cielo:
terror infunda el lóbrego nublado
montes desquicie el bóreas desatado,
tiemble y caduque con espanto el suelo:

con hórrido estallido el negro velo
júpiter rompa de la nube airado:
quede el etna en las ondas sepultado:
quede el mar convertido en mongibelo:

la máquina del orbe desunida,
cumpliendo el vaticinio, y las supremas
leyes, caiga en cenizas reducida:

por estas de pavor causas extremas,
ni por las furias que el tirano
como temas a dios, a nada temas.



Manuel de Zequeira

El valor (Arango)

-- de Manuel de Zequeira --

Brame si quiere encapotado el cielo:
Terror infunda el lóbrego nublado:
Montes desquicie el Bóreas desatado,
tiemble y caduque con espanto el suelo:

Con hórrido estallido el negro velo
Júpiter rompa de la nube airado:
quede el Etna en las ondas sepultado:
quede el mar convertido en Mongibelo:

La máquina del orbe desunida,
cumpliendo el vaticinio, y las supremas
leyes, caiga en cenizas reducida:

Por estas de pavor causas extremas,
ni por las furias que el tirano anida,
como temas a Dios, a nada temas.



Manuel del Palacio

Los alfonsistas

-- de Manuel del Palacio --

¡Miradlos! ¡Ellos son! Turba cobarde,
Que de su afan en el delirio insano,
Empuja á Robespierr con una mano
Y acaricia con otra á Calomarde.

Ayer luchaba con bizarro alarde
Contra un poder estúpido y tirano;
Hoy por resucitar se esfuerza en vano
Aquella estirpe, de que Dios nos guarde.

Para ser de sus culpas Cirineo
Nada encuentra mejor que un niño intenso,
Si no por él, por su familia reo;

Y mezclando el hosanna y el responso
Desdeña el nombre de Tomás por feo,
Y se llena la boca de Alifonso.



Ignacio María de Acosta

Mis cantares

-- de Ignacio María de Acosta --

No es el Amor, con su poder tirano
quien inspira a mi canto la armonía,
que en el pecho desmiente el alma mia
lo que en el arpa preludió la mano.

Mi canto es ilusión, ensueño vano,
que fomenta a placer la fantasía;
cual enfermo febril que desvaría
con los placeres que gozaba sano.

Mi corazón ya muerto al sentimiento
del incendio voraz que Amor enciende,
goza tranquilo de envidiable calma.

Y si canta su ardor, es finjimiento
con qu ela lira publicar pretende
las dulces huellas que dejó en el alma.



Jorge Guillén

tarde mayor

-- de Jorge Guillén --

Libre nací y en libertad me fundo.
Cervantes
tostada cima de una madurez,
esplendiendo la tarde con su espíritu
visible nos envuelve en mocedad.
Así te yergues tú, para mis ojos
forma en sosiego de ese resplandor,
trasluz seguro de la luz versátil.
Si aquellas nubes tiemblan a merced,
un día, de un estrépito enemigo,
mescolanza de súbito voraz,
oscurecidos y desordenados
penaremos también. Y no habrá alud
que nos alcance en la ternura nuestra.
Esos árboles próceres se ahíncan
dedicando sus troncos al cénit,
a un cielo sin crepúsculos de crimen.
Si tal fronda perece fulminada,
rumoroso otra vez igual verdor
se alzará en el olvido del tirano.
Y pasará el camión de los feroces.
Castaños sin historia arrojarán
su florecilla al suelo blanquecino.
Un ámbito de tarde en perfección
tan desarmada humildemente opone,
por fin venciendo, su fragilidad
a ese desbarajuste sólo humano
que a golpes lucha contra el mismo azul
impasible, feroz también, profundo.
Fugaz la historia, vano el destructor.
Resplandece la tarde. Yo contigo.
Eterna al sol la brisa juvenil.



Jorge Luis Borges

elegía de la patria

-- de Jorge Luis Borges --

De hierro, no de oro, fue la aurora.
La forjaron un puerto y un desierto,
unos cuantos señores y el abierto
ámbito elemental de ayer y ahora.
Vino después la guerra con el godo.
Siempre el valor y siempre la victoria.
El brasil y el tirano. Aquella historia
desenfrenada. El todo por el todo.
Cifras rojas de los aniversarios,
pompas del mármol, arduos monumentos,
pompas de la palabra, parlamentos,
centenarios y sesquicentenarios,
son la ceniza apenas, la soflama
de los vestigios de esa antigua llama.



César Vallejo

Setiembre(Cesar Vallejo)

-- de César Vallejo --

Aquella noche de setiembre, fuiste
tan buena para mí... Hasta dolerme!
Yo no sé lo demás; y para eso,
no debiste ser buena, no debiste.

Aquella noche sollozaste al verme
hermético y tirano, enfermo y triste.
Yo no sé lo demás.. . Y para eso
yo no sé por qué fui triste..., Tan triste...!

Sólo esa noche de setiembre dulce,
tuve a tus ojos de Magdala, toda
la distancia. De Dios... Y te fui dulce!

Y también una tarde de setiembre
cuando sembré en tus brasas, desde un auto,
los charcos de esta noche de diciembre.



César Vallejo

setiembre

-- de César Vallejo --

Setiembre
aquella noche de setiembre, fuiste
tan buena para mí... Hasta dolerme!
yo no sé lo demás; y para eso,
no debiste ser buena, no debiste.
Aquella noche sollozaste al verme
hermético y tirano, enfermo y triste.
Yo no sé lo demás.. . Y para eso
yo no sé por qué fui triste. . . , Tan triste...!
Sólo esa noche de setiembre dulce,
tuve a tus ojos de magdala, toda
la distancia. De dios... Y te fui dulce!
y también una tarde de setiembre
cuando sembré en tus brasas, desde un auto,
los charcos de esta noche de diciembre.



César Vallejo

Setiembre (César Vallejo)

-- de César Vallejo --

Aquella noche de setiembre, fuiste
tan buena para mí... Hasta dolerme!
Yo no sé lo demás; y para eso,
no debiste ser buena, no debiste.

Aquella noche sollozaste al verme
hermético y tirano, enfermo y triste.
Yo no sé lo demás.. . Y para eso
yo no sé por qué fui triste..., Tan triste...!

Sólo esa noche de setiembre dulce,
tuve a tus ojos de Magdala, toda
la distancia. De Dios... Y te fui dulce!

Y también una tarde de setiembre
cuando sembré en tus brasas, desde un auto,
los charcos de esta noche de diciembre.



A un cortesano

-- de Dionisio de Solís --

Dicen que eres mudable, don Pepito,
que fuiste de Manolo cortesano,
soneteruelo del francés tirano
y de sus odres perennal mosquito;

que mudando de altar, de culto y rito
fuiste, tras esto, muratista insano
y, para postres, del Nerón hispano
semanalmente adorador contrito.

Pero no dicen bien; el pueblo miente,
ni menos hay razón por que afrentando
te esté, y traidor y apóstata te llame.

Antes en eso mismo que insolente
te echa Madrid en cara, estás mostrando
cuán firme has sido siempre en ser infame.



En media hora un soneto

-- de Dionisio de Solís --

¡En media hora un soneto! ¿A qué cristiano
a tan bárbaro afán se le condena?
¿Y es Filis quien lo quiere? ¿A qué otra pena
me sentenciara un Fálaris tirano?

Pues qué, ¿no hay más? O ¿están tan a la mano
los consonantes como en esta amena
margen del Turia la menuda arena
en que tu blanco pie se imprime ufano?

No, cara Filis; mándame otra cosa,
ora de riesgo sea, ora de afrenta;
que a cuanto de mis órdenes concedo.

Pero ¿un soneto, y qué, por ser tú hermosa,
en ello, al fin, mi necedad consienta?
No, Filis, no; perdóname: ¡no puedo!



Ernesto Cardenal

epigrama XX

-- de Ernesto Cardenal --

Uno se despierta con cañonazos
en la mañana
lleno de aviones
pareciera que fuera
la revolución
pero es el cumpleaños
del tirano.
Ileana
la galaxia de andrómeda,
a 700.000 Años luz
que se puede
mirar a simple vista
en una noche clara
está más cerca que tú
otros ojos solitarios están
mirándome desde andrómeda,
en la noche de ellos
yo a ti no te veo.
Ileana, la distancia es tiempo,
y el tiempo vuela.
A 200 millones
de millas por hora
el universo
se está expandiendo
hacia la nada
y tú estás lejos
de mí como
a millones de años.



José María Blanco White

A Dorila

-- de José María Blanco White --

Te engañas, mi Dorila,
si juzgas que rendido
de amar sin esperanza
se verá el pecho mío;
que no, no es tan tirano,
cual dicen, el Dios niño,
y sabe aun con las ansias
dar premios exquisitos.
Son necios los amantes
que llaman su dominio
cruel, y que maldicen
sus cadenas y grillos.
Dorila, yo te adoro;
y el ardor en que vivo,
es el premio y la gloria
que el adorarte pido.
Peno ¡ay triste! mas tengo
en tu rostro divino
de mis crueles ansias
un dulce y cierto alivio:
pues aun cuando mi pecho
más agitado miro,
volviendo a ti los ojos
ledo que da y tranquilo.
Y si del rostro amable
el influjo benigno
me es negado, y ausente
mi fuego es más activo,
tu dulce nombre entonces
tiernamente repito,
y un nuevo fuego enciendo,
con que aplaco el antiguo.
¡Ay! de esta suave llama
los amantes deliquios
sólo es dado gozarlos
a quien sabe sentirlos.
Zagala, no te engañes,
que aun el más afligido
pagado está, si logra
dar a tiempo un suspiro.



Pedro Soto de Rojas

Piedad declarada por rigor

-- de Pedro Soto de Rojas --

Puso en ti del Autor la sabia mano
alma quieta en sangre generosa,
anciano fruto en niña flor hermosa,
divino ingenio en un sujeto humano;

mas luego puso -¡ay, triste!- Amor tirano
entre blanco jazmín y fresca rosa
la ceraste mordaz más venenosa
que humor vertió de racional insano.

Tú, piadosa, quizá por no acabarme,
huyes y escondes su veneno esquivo,
como si esto bastara a remediarme;

pero es aumento que en mi mal recibo,
pues muero cuando dejas de matarme
y sólo al tiempo que me matas vivo.



Juan Antonio Pérez Bonalde

A un tirano

-- de Juan Antonio Pérez Bonalde --

¿Por qué la patria sumergida en llanto
por su preciosa libertad suspira?
¿Por qué infeliz, entre congojas, mira
roto en girones su estrellado manto?

¿Por qué en vez de ceñir el lauro santo,
ciñe la adelfa que tristeza inspira?
¿Por qué de gloria en su armoniosa lira
solo vibra la nota del quebranto?...

Es porque un día te confió su honra
la virgen Venezuelay su inocencia
de ignominia cubriste de deshonra!

¡Atrás, profanador! La frente impía
ve en el lodo á ocultar de tu conciencia,
y no avergüences más la patria mía



Juan Antonio Pérez Bonalde

Tienen Razón

-- de Juan Antonio Pérez Bonalde --

Tienen razón! Se equivocó mi mano
cuando guiada por noble patriotismo,
tu infamia títuló de despotismo,
verdugo del honor venezolano!

Tienen razón! Tú no eres Diocleciano,
ni Sila, ni Nerón, ni Rosas mismo!
Tú llevas la vileza al fanatismo
Tú eres muy bajo para ser tirano!

“Oprimir á mi patria”: esa es tu gloria,
“Egoísmo y codicia: ese es tu lema
“Vergüenza y deshonor: esa es tu historia;

Por eso, aún en su infortunio recio,
ya el pueblo no te lanza su anatema
El te escupe a la cara su desprecio!



Juan Bautista Arriaza

A Mariano de Arriaza

-- de Juan Bautista Arriaza --

Hoy se presenta a mi memoria triste
tu fin sangriento ¡oh malogrado hermano!
Con tanta pena, que la gloria en vano
tu cara imagen de laurel reviste.

«Viva mi patria, y muera yo» dijiste,
firme en el muro, y con espada en mano;
responde el trueno del cañón tirano,
y envuelto en sangre a su rigor cediste.

Consternación, pavor, silencio, y llama
siguió al desmayo de tu brazo fuerte,
y sobre tu sepulcro se derrama.

¡Ay! Que también en el morir hay suerte,
que el terror mismo enmudeció a la Fama,
y el mundo ignora tan gloriosa muerte.



Juan Bautista Arriaza

Brindando en un convite de bodas

-- de Juan Bautista Arriaza --

Constante Celia, a quien la suerte en vano
contradijo un afecto generoso,
yo te aplaudo el placer de hacer dichoso
a quien se enlaza a tu preciosa mano.

Amor, que un tiempo te afligió tirano,
hoy te arrebata en carro victorioso,
y coronada de su mirlo hermoso
al tálamo nupcial te lleva ufano.

Al blando yugo allí rindes el cuello;
y, cediendo a la noche misteriosa,
te mira el sol en su último destello.

Con el cariño que una flor dichosa,
que hoy la deja botón cerrado y bello,
para verla mañana abierta rosa.



Juan Bautista Arriaza

Constante Celia

-- de Juan Bautista Arriaza --

Constante Celia, a quien la suerte en vano
contradijo un afecto generoso,
yo te aplaudo el placer de hacer dichoso
a quien se enlaza a tu preciosa mano.

Amor, que un tiempo te afligió tirano,
hoy te arrebata en carro victorioso,
y coronada de su mirlo hermoso
al tálamo nupcial te lleva ufano.

Al blando yugo allí rindes el cuello;
y, cediendo a la noche misteriosa,
te mira el sol en su último destello.

Con el cariño que una flor dichosa,
que hoy la deja botón cerrado y bello,
para verla mañana abierta rosa.



Juan Bautista Arriaza

Sentimientos de la España

-- de Juan Bautista Arriaza --

Triste la España, «¿adónde vas, Fernando?»
al hijo fugitivo dice ansiosa;
y él sigue, y deja de su madre hermosa
llevar los vientos el acento blando.

Ya la materna falda abandonando
pisa de Francia la ribera odiosa;
y aún está oyendo aquella voz piadosa
que le repite, «¿adónde vas?» llorando.

No ve ya al hijo la infeliz matrona:
mas su voz oye, que con regio brío
dice: Tirano, es mía esa corona.

Ella, al primer dolor, gritó ¡hijo mío!
mas luego, vuelta al déspota en Bayona,
dame a Fernando, exclama, oh tiempo impío!



Juan Bautista Arriaza

Soñaba yo

-- de Juan Bautista Arriaza --

Soñaba yo; y en lecho damasquino
una hermosa matrona vi dormida
y entre su misma prole acometida
por un tirano y pérfido Tarquino.

En vano intentan del fatal destino
sus hijos redimir a la afligida;
que ellos sin armas luchan por su vida,
y armado estaba el bárbaro asesino.

Ya el traidor casi su maldad corona;
cuando junto a las márgenes del Duero
se alza un hijo de Marte y de Belona:

Vuela, llega, derriba al monstruo fiero;
y era la Iberia la infeliz matrona,
y era Wellington el audaz guerrero.



Juan Bautista Arriaza

Tres años de proezas singulares

-- de Juan Bautista Arriaza --

¡Tres años de proezas singulares,
sitios, asaltos, lides carniceras,
en que del corso las legiones fieras
el acero español siega a millares!

¡Hallarse, Iberia, yermos tus hogares,
o en ellos luto y quejas lastimeras;
de tus hijos por todas las riberas
bajando sangre a enrojecer los mares!

¡Ver la flor de Aragón y de Castilla
que al cautiverio la cerviz prosterna,
primero que al tirano la rodilla!

¿Y a tanto honor con frases de taberna
la gacetera chusma aún amancilla?
¡Raza de Juan Frerón serás eterna!



A una dama muerta

-- de Juan de Moncayo --

Muerta la vida y vivo el escarmiento,
luz sin luz, entre horrores eclipsada,
el más tirano triunfo de la nada
y del cielo el más justo sentimiento,

el sol, que al soplo frágil de un aliento
mostró toda su pompa deshojada,
beldad del mayo, en polvo desatada,
de la muerte el despojo más violento

es hoy tu efigie al orbe peregrina,
donde se ven destrozos de cristales
que anuncian de bellezas la rüina.

Voz muda que, en extremos desiguales,
a los rigores de la parca inclina
el milagro mayor de los mortales.



Gutierre de Cetina

el dulce fruto en la cobarde mano I

-- de Gutierre de Cetina --

Y casi puesto a la hambrienta boca,
de turbado lo suelta y no lo toca,
vencido de un temor bajo, villano,
vandalio; y el amor, fiero tirano,
que al alma asombra con sospecha loca,
mientra la vida deseando apoca,
la hambre cresce y cresce el temor vano.
En tanto, el caro fruto deseado
de la vista al pastor desaparesce,
y ni comer se deja ni tocarse;
cuando con un sospiro apasionado
dijo: «tal sea de aquél a quien se ofresce
un bien de que no sabe aprovecharse».



Gutierre de Cetina

por esta faz, por esta bella mano

-- de Gutierre de Cetina --

Que tan impresa está en el alma mía,
por estos ojos que hicieron vía
dentro en mi corazón a aquel tirano,
por esta boca que igualar en vano
a cosa terrenal presumiría,
y por este color que me desvía,
mirando su beldad, del ser humano,
por esta vaga frente que refrena,
ornada del color de estos cabellos,
el vano desear cuando más ciego,
juro que otra beldad no me da pena,
y llamo en testimonio de mí y de ellos,
el cielo, el aire, el mar, la tierra, el fuego.



Gutierre de Cetina

traducción de un soneto toscano

-- de Gutierre de Cetina --

Querría saber, amantes, cómo es hecha
esta amorosa red que a tantos prende,
cómo su fuerza en todo el mundo extiende
o cómo el tiempo ya no la desecha.
Si amor es ciego, ¿cómo se aprovecha
a hacer las saetas con que ofende?
si no las hace amor, ¿qué se las vende?
¿con cuál tesoro compra tanta flecha?
si tiene, como escriben los poetas,
en una mano el arco, en otra el fuego,
¿las saetas, la red, con qué las tira?
las armas del amor, tirano ciego,
un volver de ojos es que alegre os mira,
no el arco ni la red, fuego y saetas.



Salvador Díaz Mirón

a ti

-- de Salvador Díaz Mirón --

Portas al cuello la gentil nobleza
del heráldico lirio; y en la mano
el puro corte del cincel pagano;
¡y en los ojos abismos de belleza!

hay en tus rasgos acritud y alteza,
orgullo encrudecido en un arcano;
¡y resulto en mi prez un vil gusano
que a un astro empina la bestial cabeza!

¡quiero pugnar con el amor; y en vano
mi voluntad se agita y endereza,
como la grama tras el pie tirano!

humillas mi elación y mi fiereza;
¡y resulto en mi prez un vil gusano
que a un astro empina la bestial cabeza!

xalapa. El 25 de mayo de 1901.



Salvador Díaz Mirón

A ti (Salvador Díaz Mirón)

-- de Salvador Díaz Mirón --

Portas al cuello la gentil nobleza
del heráldico lirio; y en la mano
el puro corte del cincel pagano;
y en los ojos abismos de belleza.

Hay en tus rasgos acritud y alteza,
orgullo encrudecido en un arcano,
y resulto en mi prez un vil gusano
que a un astro empina la bestial cabeza.

Quiero pugnar con el amor, y en vano
mi voluntad se agita y endereza,
como la grama tras el pie tirano.

Humillas mi elación y mi fiereza;
y resulto en mi prez un vil gusano
que a un astro empina la bestial cabeza.



El anillo (Calderón)

-- de El Solitario --

Ve, pobre anillo, hasta la linda mano
de la hermosa que adora mi fiel pecho.
Ve, ve, cumple y disfruta satisfecho
de galardón tan alto y soberano.

Dile pues que en tu óvalo galano
quisiera yo enlazar con dulce estrecho
mi blando corazón, de cera hecho,
con el suyo, aunque helado y tan tirano.

En tu círculo de oro misterioso,
y en el firme diamante que te adorna,
el más constante eterno amor aprenda:

Mas si me vende, el cerco prodigioso,
tú mismo con estrépito trastorna,
y así esta magia su traición reprenda.



Sor Juana Inés de la Cruz

Este amoroso tormento

-- de Sor Juana Inés de la Cruz --

Este amoroso tormento
que en mi corazón se ve,
se que lo siento y no sé
la causa porque lo siento

Siento una grave agonía
por lograr un devaneo,
que empieza como deseo
y para en melancolía.

Y cuando con mas terneza
mi infeliz estado lloro
sé que estoy triste e ignoro
la causa de mi tristeza.

Siento un anhelo tirano
por la ocasión a que aspiro,
y cuando cerca la miro
yo misma aparto la mano.
Porque si acaso se ofrece,
después de tanto desvelo
la desazona el recelo
o el susto la desvanece.

Y si alguna vez sin susto
consigo tal posesión
(cualquiera) leve ocasión
me malogra todo el gusto.

Siento mal del mismo bien
con receloso temor
y me obliga el mismo amor
tal vez a mostrar desdén.



Tomás de Iriarte

Vióse un guerrero

-- de Tomás de Iriarte --

Viose un guerrero en lides y rüinas,
páganle en fama, voz que lleva el viento.
Desvelose un autor, y está contento
sólo con ver su nombre en las esquinas.

Cede un indiano el fruto de las minas
por que le den de conde el tratamiento.
Surca un viajero el pérfido elemento
para decir: «Estuve en Filipinas».

Sacrifica en palacio un cortesano
su salud, libertad, descanso y rentas,
sólo porque le mire el soberano.

Así yo sufro amor, celos, afrentas;
sirvo, pretendo, y tú, dueño tirano,
con sola una mirada me contentas.



Vicente García de la Huerta

A los desvelos de Hortelio

-- de Vicente García de la Huerta --

Busca el albergue en la tiniebla fría
de la noche el cansado caminante;
el rústico, artesano y negociante
acaban su fatiga con el día;

de los vientos la ruda rebeldía
en los puertos encierra al navegante,
y aun hace deponer su arnés brillante
a Marte del invierno la porfía;

reposa el ganadero en su majad
las abrasadas siestas del verano;
todos descansan por distintos modos.

Sólo Hortelio por ti, Filis amada,
nunca descansa de su afán tirano.
¿Por qué? porque interesa más que todos.



Vicente García de la Huerta

Preferencia dada a todas las desdichas sobre los celos

-- de Vicente García de la Huerta --

De tu dueño tirano los recelos,
castigo de una vil desconfianza,
con dilatar el fin a mi esperanza
defraudan de su logro a mis anhelos.

Él pena, Filis, con sus duros celos,
y como tanto mal a mí me alcanza,
dudo a donde se inclina la balanza,
Filis, si a su pesar o mis desvelos.

Él goza, aunque celoso, tu hermosura,
si bien aborrecido; yo, privado
de tanta gloria, aunque adorado, muero.

Pero, ¿dónde me lleva mi locura?
Muera mil veces yo desesperado,
que antes morir que estar celoso quiero.



Vicente Riva Palacio

La muerte del tirano

-- de Vicente Riva Palacio --

Herido está de muerte, vacilante
Y con el paso torpe y mal seguro
Apoyo busca en el cercano muro
Pero antes se desploma palpitante.

El que en rico palacio deslumbrante
Manchó el ambiente con su aliento impuro,
De ajeno hogar en el recinto oscuro
La negra eternidad mira delante.

Se extiende sin calor la corrompida
Y negra sangre que en el seno vierte
de sus cárdenos labios la ancha herida,

y el mundo dice al contemplarte inerte:
Escarnio a la virtud era su vida:
vindicta del derecho fue su muerte'.



Manuel María de Arjona

Triste cosa es gemir entre cadenas

-- de Manuel María de Arjona --

Triste cosa es gemir entre cadenas,
sufriendo a un dueño bárbaro y tirano,
triste cosa surcar el océano
cuando quebranta mástiles y antenas;

triste el pisar las líbicas arenas,
y el patrio nido recordar lejano,
y aún es más triste suspirar en vano
sembrando el aire de perdidas penas.

Mas ni dura prisión ni ola espantosa,
ni destierro en el Niger encendido,
ni sin fin esperanza fatigosa,

es, ¡oh cielos!, el mal de mi temido;
la pena más atroz, más horrorosa,
es de veras amar sin ser creído.



Mariano Melgar

Yaraví IX

-- de Mariano Melgar --

¿Con que al fin habeis tomado
La fatal resolucion
De abandonarme?
¿Al rigor de tus crueldades
Al tormento más atroz
Quieres matarme?

Habeis, pues, firmado al fin
La sentencia de mi muerte,
Dueño tirano;
Y yo tendré que beber
El veneno que tus manos
Me han preparado!

Venga el tósigo fatal
Y acabe con mi existencia
Tan miserable
Has logrado ya tu intento,
Pues me ves yerto cadáver,
Y sin aliento.

Cubre, pues, mi amante cuerpo
Con la gala que le es propia
Á aquel que ha muerto;
Pero, cruel, téme á mi sombra
Que con voz horrenda y triste
Siempre te nombra.



Mariano Melgar

Yaraví VII

-- de Mariano Melgar --

¿Con que al fin, tirano dueño,
Tanto amor, clamores tantos,
Tantas fatigas,
No han conseguido en tu pecho
Más premio que un duro golpe
De tiranía?

Tú me intimas que no te ame
Diciendo que no me quieres,
¡Ay vida mía!
¡Y que una ley tan tirana
Tenga de observar, perdiendo
Mi triste vida!

Yo procuraré olvidarte,
Y moriré bajo el peso
De mis desdichas;
Pero no pienses que el cielo
Deje de hacerte sentir
Sus justas iras.

Muerto yo, tú llorarás
El error de haber perdido
Un alma fina;
Y aun muerto sabrá vengarse
Este mísero viviente
Que hoy tiranizas.
Á todas horas mi sombra
Llenará de mil horrores
Tu fantasía;
Y acabará con tus gustos
El melancólico espectro
De mis cenizas.



Juan Meléndez Valdés

Cuál me lleva el Amor, cuál entre abrojos

-- de Juan Meléndez Valdés --

¡Cuál me lleva el Amor, cuál entre abrojos
me arrastra y me revuelve, y la memoria
deja en las breñas de mi triste historia
y el corazón entre ellas por despojos!

¡Cuál me hiere implacable y de los rojos
arroyos de mi sangre la victoria
celebra de su nombre? ¿Tanta gloria
dará mi humilde fin a sus enojos?

Muévate a compasión el dolorido
cuerpo, tirano Amor, muévate el ruego
de un infeliz y alíviame el tormento,

o de mis ayes, mísero, movido,
a Fili abrasa en tu divino fuego
y en mil dolores moriré contento.



Juan Meléndez Valdés

Quédese de tu templo ya colgados

-- de Juan Meléndez Valdés --

Quédese de tu templo ya colgados
vistiendo sus paredes mis despojos
ya basta Amor de engaños y de enojos
no quiero más tu guerra y tus cuidados.

Dos años te he seguido mal gastados
que inútilmente lloran hoy mis ojos;
flores pensé coger y halleme abrojos
vuelvo atrás de mis pasos mal andados.

Tuya es, oh Amor, la culpa (y yo la pena
llevo de te servir arrepentido)
que halagas blando y te descubres fiero.

Mas, ay, romper no puedo la cadena;
¡Oh tirano cruel que al que has rendido
guardas toda la vida prisionero!



Juan Nicasio Gallego

A Glicera

-- de Juan Nicasio Gallego --

¿Qué imposible no alcanza la hermosura?
¿Quién no cede a su hechizo soberano?
Adonde llega su poder tirano
la fábula, la historia lo asegura.

Renuncia Adán la celestial ventura,
su dulce halago resistiendo en vano;
por ella Paris el valor troyano
arma y conduce a perdición segura.

De una manzana la belleza rara
causó de entrambos la desdicha fiera
que de tu amor los gustos acibara:

mas si a verte llegara, mi Glicera,
el uno de tu mano la tomara,
el otro a tus encantos la rindiera.



Juan Nicasio Gallego

A Zaragoza

-- de Juan Nicasio Gallego --

Viendo el tirano que el valor ferviente
domar no puede del león de España,
ni el lazo odioso de coyunda extraña
dobla el fuerte Aragón la invicta frente,

y juró cruel venganza, y de repente
se hundió en el Orco, y con horrible saña
del reino oscuro que Aqueronte baña
alzó en su ayuda la implacable gente.

De allí el desmayo y la miseria adusta,
de allí la ardiente sed, la destructora
fiebre salieron y el contagio inmundo.

Ellos domaron la ciudad augusta;
no el hierro, no el poder. ¡Decanta ahora
tu triunfo, oh Corso, y tu valor al mundo!



Fernando de Herrera

De bosque en bosque, de uno en otro llano

-- de Fernando de Herrera --

De bosque en bosque, de uno en otro llano,
solo, en medroso horror y sombra oscura,
voy suspirando ausente, y la luz pura
busco, que me encubrió el amor tirano.

Corto el río y traspaso el monte en vano;
que no se debe más a mi ventura;
el bien que la esperanza me procura
huye y se me desliza de la mano.

En este duro estrecho me lamento,
porque sea mi daño manifiesto
y alguno se conduela en mi cuidado.

No cohorta al fin esto mi tormento;
que tanto mi dolor es más molesto
cuanto de ajeno pecho más llorado.



Fernando de Herrera

Desea descansar de tanta pena

-- de Fernando de Herrera --

Desea descansar de tanta pena,
conociendo ya tarde el desengaño,
mi alma, hecha a su dolor extraño,
y del perdido tiempo se condena.

Ve su triste esperanza de ansias llena,
poco bien, mucho mal, perpetuo daño,
y las glorias debidas cierto engaño,
que el su dulce tirano al fin ordena.

Siente sus fuerzas flacas y sin brío,
y su deseo vano y peligroso,
y medrosa levanta apena el vuelo.

Amor, porque no crezca en ella el frío,
el fuego aviva do arde, y sin reposo
busca y gime, hallando luz del cielo.



Fernando de Herrera

El duro hierro agudo que la mano

-- de Fernando de Herrera --

El duro hierro agudo que la mano,
rica de mis despojos por vos siente,
y la sangre esparció que amor ardiente
guardó cual néctar puro y soberano;

guiolo amor, y abrió manso y humano
lugar al dolor vuestro tiernamente;
que el mal que siento grave y vehemente,
blando siente el cruel pecho tirano.

La herida terrible que en mis ojos
de los vuestros entró, y causó mi pena,
venganza toma ahora en vuestro yerro.

No es culpa vuestra, es gloria a mis despojos;
y así, que os hiera el dulce amor ordena,
como a mí vuestros ojos, vuestro hierro.



Fernando de Herrera

Las hebras de oro puro que la frente

-- de Fernando de Herrera --

Las hebras de oro puro que la frente
cercan en ricas vueltas, do el tirano
señor teje los lazos con su mano,
y arde en la dulce luz resplandeciente;

cuando el invierno frío se presente,
vencedor de las flores del verano,
el purpúreo color tornando vano,
en plata volverán su lustre ardiente.

Y no por eso amor mudará el puesto;
que el valor lo asegura y cortesía,
el ingenio y del alma la nobleza.

Es mi cadena y fuego el pecho honesto,
y virtud generosa lumbre mía,
de vuestra eterna, angélica belleza.



Fernando de Herrera

Por qué renuevas este encendimiento

-- de Fernando de Herrera --

¿Por qué renuevas este encendimiento,
tirano Amor, en mi herido pecho?
que ya, casi olvidado del mal hecho,
vivía en soledad de mi tormento.

Cuando más descuidado y más contento,
rebuelves a meterm' en tanto estrecho;
oblígasme, cruel, qu' a mi despecho
procure contrastar tu fiero intento.

Las armas, en el templo ya colgadas,
visto, y el azerado escudo embraço,
y en mi vengança salgo a la batalla.

Mas ay, qu' a las saetas, que templadas
en la luz de mi Estrella están, y al braço
tuyo no puede resistir la malla.



Fernando de Herrera

Razón es ya que la cansada vida

-- de Fernando de Herrera --

Razón es ya que la cansada vida,
tanto tiempo sujeta al amor vano,
huya el fiero poder de este tirano,
y ya deslace mi cerviz caída.

Perezca la esperanza aborrecida,
el deseo abatido y mi liviano
intento; que mi bien ya está en mi mano,
ya tengo mi fortuna conocida.

Seguro podré ver de hoy más la suerte
del mísero amador, el vil denuesto,
el congojoso miedo, el celo frío;

que no podrá respeto de mi muerte
hacer que mude el curso al fin propuesto;
tal ejemplo es el grave dolor mío.



Fernando de Herrera

Sufro llorando, en vano error perdido

-- de Fernando de Herrera --

Sufro llorando, en vano error perdido,
el miedo y el dolor de mi cuidado,
sin esperanza; ajeno y entregado
al imperio tirano del sentido.

Mueve la voz Amor de mi gemido
y esfuerza el triste corazón cansado,
porque siendo en mis cartas celebrado
de él se aproveche nunca el ciego olvido.

Quien sabe y ve el rigor de su tormento,
si alcanza sus hazañas en mi llanto,
muestre alegre semblante a mi memoria.

Quien no, huya y no escuche mi lamento,
que para libres almas no es el canto
de quien sus daños cuenta por victoria.



Fernando de Herrera

Ya que nublosa sombra cubre, y frío

-- de Fernando de Herrera --

Ya que nublosa sombra cubre, y frío,
la blanca frente de este monte alzado,
y del grave Aquilón aliento helado
retarda el lento curso al hondo río,

siento de ingrata mano al pecho mío
nieve arrojada, y siento desmayado
mi fuego, y culpo mi deseo osado
y de Amor el tirano señorío;

que por un vano bien, que huye luego
y me deja dolor eterno, pierdo
de libertad amada la nobleza.

Mas ¡oh que acierta mal quien nada ciego!
y el que cuida, Fernando, ser más cuerdo,
descubre en tal hazaña más flaqueza.



Este Real de amor desbaratado

-- de Francisco de la Torre --

Este Real de amor desbaratado,
de rotas armas y despojos lleno,
aguda roca y mal seguro seno
de mi doliente espíritu cansado,

al enemigo vencedor amado
rendido francamente como bueno,
de mí le siento eternamente ajeno,
por verse de contrarios ocupado.

Y el tirano cruel de mi contento,
burladas mis antiguas confianzas,
los vencedores escuadrones sigue.

¿Quién podrá remediar mi perdimiento,
si faltan del amor las esperanzas,
y si quien amó tanto me persigue?



Francisco de Quevedo

las tres musas últimas castellanas 84

-- de Francisco de Quevedo --

Caín, por más bien visto, tu fiereza
quitó la vida a abel, porque ofrecía
a dios el mejor fruto que tenía,
como tú lo peor de tu riqueza.
A quien hizo mayor naturaleza,
hizo la envidia sólo alevosía
que a la sangre dio voz, y llanto al día;
a ti, condenación, miedo y tristeza.
Temblado vives, y el temblor advierte
que aunque mereces muerte por tirano,
que tiene en despreciarte honra la muerte.
La quijada de fiera, que en tu mano
sangre inocente de tu padre vierte,
la tuya chupará sobre tu hermano.



Francisco de Quevedo

las tres musas últimas castellanas 75

-- de Francisco de Quevedo --

Si nunca descortés preguntó, vano,
el polvo, vuelto en barro peligroso,
«¿por qué me obraste vil o generoso?»
al autor, a la rueda y a la mano;
él todo presumido de tirano,
a nueve lunas peso congojoso
(que llamarle gusano temeroso
es mortificación para el gusano),
¿de dónde ha derivado la osadía
de pedir la razón de su destino
al que con su palabra encendió el día?
¡oh, humo!, ¡oh, llama!, sigue buen camino:
que el secreto de dios no admite espía,
ni mérito desnudo le previno.



Francisco de Quevedo

las tres musas últimas castellanas 37

-- de Francisco de Quevedo --

Dejad que a voces diga el bien que pierdo,
si con mi llanto a lástima os provoco;
y permitidme hacer cosas de loco:
que parezco muy mal amante y cuerdo.
La red que rompo y la prisión que muerdo
y el tirano rigor que adoro y toco,
para mostrar mi pena son muy poco,
si por mi mal de lo que fui me acuerdo.
Óiganme todos: consentid siquiera
que, harto de esperar y de quejarme,
pues sin previo viví, sin juicio muera.
De gritar solamente quiero hartarme.
Sepa de mí, a lo menos, esta fiera
que he podido morir, y no mudarme.



Francisco de Quevedo

las tres musas últimas castellanas 40

-- de Francisco de Quevedo --

Esta color de rosa, y azucena,
y este mirar sabroso, dulce, honesto,
y este hermoso cuello blanco, inhiesto,
y boca de rubís, y perlas llena.
La mano alabastrina, que encadena
al que más contra amor está dispuesto;
y el más libre, y tirano presupuesto
destierra de las almas, y enajena.
Esta rica, y hermosa primavera,
cuyas flores de gracias, y hermosura
ofenderlas no puede el tiempo airado.
Son ocasión que viva yo, y que muera,
y son de mi descanso, y mi ventura
principio, y fin, y alabo del cuidado.



Francisco de Quevedo

las tres musas últimas castellanas 55

-- de Francisco de Quevedo --

¿qué imagen de la muerte rigurosa,
qué sombra del infierno me maltrata?
¿qué tirano cruel me sigue y mata
con vengativa mano licenciosa?
¿qué fantasma, en la noche temerosa,
el corazón del sueño me desata?
¿quién te vengó de mí, divina ingrata,
mas por mi mal que por tu bien hermosa?
¿quién, cuando, con dudoso pie y incierto,
piso la soledad de aquesta arena,
me puebla de cuidados el desierto?
¿quién el antiguo son de mi cadena
a mis orejas vuelve, si están cierto,
que aun no te acuerdas tú de darme pena?



Francisco de Quevedo

las tres musas últimas castellanas 3

-- de Francisco de Quevedo --

Disparado esmeril, toro herido;
fuego que libremente se ha soltado,
osa que los hijuelos le han robado,
rayo de pardas nubes escupido;
serpiente o áspid con el pie oprimido,
león que las prisiones ha quebrado,
caballo volador desenfrenado,
águila que le tocan a su nido;
espada que la rige loca mano,
pedernal sacudido del acero,
pólvora a quien llegó encendida mecha;
villano rico con poder tirano,
víbora, cocodrilo, caimán fiero
es la mujer si el hombre la desecha.



Francisco Sosa Escalante

A Hidalgo

-- de Francisco Sosa Escalante --

¡Ay del que osado á proclamar se atreve
La santa libertad de un pueblo hundido
En dura esclavitud! Ay si vencido
Al fin se mira por tirano aleve!

Que no basta cortar el hilo breve
De la vida del héroe aborrecido:
Por empañar su nombre esclarecido
Su lengua de áspid la calumnia mueve.

¡Oh grande Hidalgo! tu inmortal renombre
Hundir quisieran en la noche oscura
Los que del hombre hacen lobo del hombre.

Y en vano te denigran; que á la altura
En que supiste colocar tu nombre,
No llega el fango de la tierra impura!



José de Diego

maría de pacheco

-- de José de Diego --

Aun flotaba, en la atmósfera sangrienta
de los batidos campos de castilla,
el último suspiro de padilla
el último rumor de la tormenta.

De muerte herida, la viuda alienta
y a los verdugos de la patria humilla...
¡Fue un rayo aquel que todavía brilla,
del pueblo gloria, del tirano afrenta!

villalar dio principio al desenfreno
y, cuando todo es aparente calma,
la aristocracia se juzgó triunfante...

¡Guardaba iberia, en el materno seno,
para un emperador, hombre sin alma,
una mujer con alma de gigante!



José Martí

¡hala, hala!

-- de José Martí --

hala, hala
¡da vueltas a la noria, arrastra el ala!
rosa que alegra el aire al sol que asoma
de aires te deja ¡estúpida conseja!
y ven en la olla negra a echar tu aroma.
Alma, que dulcemente te consumes,
y en esta muerte ves sabrosa suerte,
¡almas abajo,abajo los perfumes!

la vida es un molino:
hay que ganar el pan y hacer el vino.
Ya sé que vas sangrando y malherida,
y a cada gota de tu sangre brota
una cruz de jacinto florecida.
Ya sé que a cada noche alzas el vuelo
a las estrellas y que bajas de ellas
con un dolor tan grande corno el cielo.
Morir es un deleite:
pero un tirano nos echó a la vida,
y a la terrible lámpara encendida,
¡alma infeliz! hay que nutrir de aceite.
¡Hala, alma, hala!
¡da vueltas a la noria, arrastra el ala!



José Martí

para aragón, en españa

-- de José Martí --

vii
para aragón, en españa,
tengo yo en mi corazón
un lugar todo aragón,
franco, fiero, fiel, sin saña.
Si quiere un tonto saber
por qué lo tengo, le digo
que allí tuve un buen amigo,
que allí quise a una mujer.
Allá, en la vega florida,
la de la heroica defensa,
por mantener lo que piensa
juega la gente la vida.
Y si un alcalde lo aprieta
o lo enoja un rey cazurro,
calza la manta el baturro
y muere con su escopeta.
Quiero a la tierra amarilla
que baña el ebro lodoso:
quiero el pilar azuloso
de lanuza y de padilla.
Estimo a quien de un revés
echa por tierra a un tirano:
lo estimo, si es un cubano;
lo estimo, si aragonés.
Amo a los patios sombríos
con escaleras bordadas;
amo las naves calladas
y los conventos vacíos.
Amo la tierra florida,
musulmana o española,
donde rompió su corola
la poca flor de mi vida.



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