Buscar Poemas con Tender


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Se han encontrado 11 poemas con la palabra tender

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Amado Nervo

espacio y tiempo

-- de Amado Nervo --

...esta cárcel, estos hierros
en que el alma está metida.
Santa teresa
espacio y tiempo, barrotes
de la jaula
en que el ánima, princesa
encantada,
está hilando, hilando cerca
de las ventanas
de los ojos (las únicas
aberturas por donde
suele asomarse, lánguida).
Espacio y tiempo, barrotes
de la jaula;
ya os romperéis, y acaso
muy pronto, porque cada
mes, hora, instante, os mellan,
¡y el pájaro de oro
acecha una rendija para tender las alas!
la princesa, ladina,
finge hilar; pero aguarda
que se rompa una reja...
En tanto, a las lejanas
estrellas dice: «amigas
tendedme vuestra escala
de la luz sobre el abismo.»
Y las estrellas pálidas
le responden: «¡espera,
espera, hermana,
y prevén tus esfuerzos:
ya tendemos la escala!»

Poema espacio y tiempo de Amado Nervo con fondo de libro

Lope de Vega

Cual engañado niño que, contento

-- de Lope de Vega --

Cual engañado niño que, contento,
pintado pajarillo tiene atado,
y le deja en la cuerda, confiado,
tender las alas por el manso viento;

y cuando más en esta gloria atento,
quebrándose el cordel, quedó burlado,
siguiéndole, en sus lágrimas bañado,
con los ojos y el triste pensamiento,

contigo he sido, Amor; que mi memoria
dejé llenar de pensamientos vanos,
colgados de la fuerza de un cabello.

Llevóse el viento el pájaro y mi gloria,
y dejóme el cordel entre las manos,
que habrá por fuerza de servirme al cuello.

Poema Cual engañado niño que, contento de Lope de Vega con fondo de libro

José Tomás de Cuellar

Goces de amor

-- de José Tomás de Cuellar --

¡QUÉ grato es en la noche sosegada
Al fulgor de la lámpara del cielo,
Tender al horizonte la mirada
Y dilatarla en el zafíreo velo!
¡Cuánta ilusión al ánima inspirada
Inunda de dulcísimo consuelo,
Cuántos goces de amor en esa hora
Puede cantar la cítara sonora!

Ese tranquilo luminar que lanza
A raudales su luz esplendorosa,

Poema Goces de amor de José Tomás de Cuellar con fondo de libro

José Ángel Buesa

poema de la duda

-- de José Ángel Buesa --

Nuestro amor ya es inútil como un mástil sin lona,
como un cauce sin agua, como un arco sin flecha,
pues lo que enciende un beso lo apaga una sospecha,
y en amor es culpable el que perdona.
Ya es sombra para siempre lo que miró la duda
con su mirada amarga como una fruta verde;
y el alma está perdida cuando pierde
el supremo pudor de estar desnuda.
Así, frente a la noche, te he de tender la mano
con un gesto cordial de despedida,
y tú no sabrás nunca lo que pesa en mi vida
la angustia irremediable de haberte amado en vano.



La soberbia

-- de El Solitario --

Yo vi una altiva populosa encina
tender sus ramos orgullosa al viento,
presumiendo tocar el firmamento
y avasallar el prado y la colina.

Yo vi el oro del sol con luz divina
la verde copa coronar contento,
y yo la vi en pomposo movimiento
mecer ufana al ave peregrina:

Mas vi también, cual precursor del llanto,
leve vapor crecer a nube airada,
tendiendo por la esfera el negro manto:

La vi rasgarse en llamas inflamada,
lanzar el rayo y miro con espanto
el árbol convertido en polvo, en nada.



Horas de delirio

-- de Vicenta Castro Cambón --

YO quisiera al espacio los ojos
alzar y poder
embriagarme de azul un instante.
Mi alma ¡ay! mi alma de azul tiene sed.

Yo quisiera del mar a la orilla
llegar una vez
y al medirlo con ávidos ojos
lejano horizonte por límite ver.

Yo quisiera de selvas inmensas
el verde dosel
contemplar una vez tan siquiera,
no importa a mi noche tornase después.

Yo quisiera en llanuras extensas
la vista tender,
o elevarla a esas cumbres nevadas
que con las estrellas de cerca se ven.

Son delirios mis ansias, comprendo;
yo nunca podré
¡ay! borrar la impresión de lo estrecho
que el mundo paréceme en torno a mi ser.

Solo sé que es el mundo muy grande
cuando oigo a través
de distancias inmensas las quejas
de seres hermanos que sufren también.

Son delirios mis ansias, comprendo...
Destino crüel! (sic)
Cielos, mares, llanuras y selvas,
montañas y estrellas ¡yo nunca os veré!...



José Asunción Silva

Crisálidas

-- de José Asunción Silva --

Cuando enferma la niña todavía
salió cierta mañana
y recorrió, con inseguro paso
la vecina montaña,
trajo, entre un ramo de silvestres flores
oculta una crisálida,
que en su aposento colocó, muy cerca
de la camita blanca...
.................................................................
Unos días después, en el momento
en que ella expiraba,
y todos la veían, con los ojos
nublados por las lágrimas,
en el instante en que murió, sentimos
leve rumor de alas
y vimos escapar, tender al vuelo
por la antigua ventana
que da sobre el jardín, una pequeña
mariposa dorada...
.................................................................
La prisión, ya vacía, del insecto
busqué con vista rápida;
al verla vi de la difunta niña
la frente mustia y pálida,
y pensé ¿si al dejar su cárcel triste
la mariposa alada,
la luz encuentra y el espacio inmenso,
y las campestres auras,
al dejar la prisión que las encierra
qué encontrarán las almas?



José Asunción Silva

Las noches del hogar

-- de José Asunción Silva --

Regresar fatigado del trabajo
de la diaria faena
e ir a mirarse en lo hondo retratado
de sus pupilas negras
cerca del rico piano —mientras vaga
sobre las blancas teclas
su mano de marfil— soñar despierto
felicidad eterna.
A la luz de la lámpara brillante
ver las rubias cabezas
de los risueños niños— de infantiles
ilusiones llenos.
¡La mirada tender sobre la cuna
que cual flor entreabierta
entre sus hojas perfumadas guarda
una existencia nueva!
¡Oh cuadro del hogar! oh perspectiva
cariñosa y risueña,
cuando en el paso por el falso mundo
ancha herida sangrienta,
el desengaño abrió, cuando sentimos
caer mustias y secas
de la primera juventud las rosas,
qué mortal no desea
dejar en tu silencio venturoso
deslizar la existencia
y guardar lo divino y delicado
que el alma herida encierra
en tu seno feliz —¡como la concha
lejos de las tormentas
guarda en el fondo del movible océano
las nacaradas perlas!



José Martí

mucho, señora, daría

-- de José Martí --

xliii
mucho, señora, daría
por tender sobre tu espalda
tu cabellera bravía,
tu cabellera de gualda:
despacio la tendería,
callado la besaría.
Por sobre la oreja fina
baja lujoso el cabello,
lo mismo que una cortina
que se levanta hacia el cuello.
La oreja es obra divina
de porcelana de china.
Mucho, señora, te diera
por desenredar el nudo
de tu roja cabellera
sobre tu cuello desnudo:
muy despacio la esparciera,
hilo por hilo la abriera.



Carolina Coronado

en un álbum portugués. la amapola de la raya

-- de Carolina Coronado --

Siempre al tender mi vista por el llano
del ámbito campestre que me encierra,
he visto el horizonte lusitano
lindando con los prados de mi tierra;
y he dibujado con mi propia mano
su hermoso valle y su cercana sierra
y he cogido las dobles amapolas
que ni son portuguesas ni españolas.
Una corona roja que mecía
la fresca brisa del humilde caya,
de una amapola que nació en la raya
el nombre de ambos reinos confundía;
yo la tomé con súbita alegría
y deshojando su corola gaya
las hojas hice tremolar al viento
haciendo por su vida un juramento...
Juramento de dama que en las flores
deteniendo pueril su vaga idea
con la más olvidada se recrea
suspendida admirando sus colores;
juré que porque nacen las mejores
plantas sobre el arroyo que serpea
uniendo a lusitania con castilla
iba a llenar la raya de semilla.
¡Oh qué placer reproducir la planta
y verla florecer en primavera
a la orilla de plácida ribera
que con sus gotas puras la abrillanta!
¡oh ya veréis entre sus brotes cuánta
amapola nos da la venidera
blanda estación, cuando ilumine el llano
nuestro sol español y lusitano!



Rubén Darío

cantos de vida y esperanza x

-- de Rubén Darío --

Un gran vuelo de cuervos mancha el azul celeste.
Un soplo milenario trae amagos de peste.
Se asesinan los hombres en el extremo este.
¿Ha nacido el apocalíptico anticristo?
se han sabido presagios y prodigios se han visto
y parece inminente el retorno del cristo.
La tierra está preñada de dolor tan profundo
que el soñador, imperial meditabundo,
sufre con las angustias del corazón del mundo.
Verdugos de ideales afligieron la tierra,
en un pozo de sombra la humanidad se encierra
con los rudos molosos del odio y de la guerra.
¡Oh, señor jesucristo!, ¿por qué tardas, qué esperas
para tender tu mano de luz sobre las fieras
y hacer brillar al sol tus divinas banderas?
surge de pronto y vierte la esencia de la vida
sobre tanta alma loca, triste o empedernida
que, amante de tinieblas, tu dulce aurora olvida.
Ven, señor, para hacer la gloria de ti mismo,
ven con temblor de estrellas y horror de cataclismo,
ven a traer amor y paz sobre el abismo.
Y tu caballo blanco, que miró el visionario,
pase. Y suene el divino clarín extraordinario.
Mi corazón será brasa de tu incensario.
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