Buscar Poemas con Taciturno


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Se han encontrado 13 poemas con la palabra taciturno

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Salvador Novo

mi vida es como un lago

-- de Salvador Novo --

Mi vida es como un lago taciturno.
Si una nube lejana me saluda,
si hay un ave que canta, si una muda
y recóndita brisa
inmola el desaliento de las rosas,
si hay un rubor de sangre en la imprecisa
hora crepuscular,
yo me conturbo y tiendo mi sonrisa.
¡Mi vida es como un lago taciturno!
yo he sabido formar, gota por gota,
mi fondo azul de ver el universo.
Cada nuevo rumor me dio su nota,
cada matiz diverso
me dio su ritmo y me enseñó su verso.
Mi vida es como un lago taciturno....

Poema mi vida es como un lago de Salvador Novo con fondo de libro

Alfredo Mario Ferreiro

El árbol taciturno

-- de Alfredo Mario Ferreiro --

El árbol tenía un letrero
que solo los pájaros podían leer:

”Se alquilan ramas para nidos”,
decían las letras
que un hombre no habría podido leer.

A pesar del anuncio,
ningún pájaro vino
a hacer su nido
en este árbol, que muere de tristeza,
gacha la cabeza,
al borde del camino.

Poema El árbol taciturno de Alfredo Mario Ferreiro con fondo de libro

Jaime Torres Bodet

túnel

-- de Jaime Torres Bodet --

Una antorcha enemiga
alumbra mientras duermes el profundo
túnel que de mi amor a tu alma lleva.
Con invisibles puños
¿qué taciturno guardia la sustenta?
quiero avanzar... Y me detiene un muro
de colérico sol. Pretendo entonces
retroceder y siento que una puerta
se cierra tras de mí siempre que dudo...
En plena luz me quedo
trémulo, terco, ciego imaginando
no más el golpe brusco
con que, al cortar tu sueño,
me arrojará a la aurora, sin antorchas,
otro invisible centinela mudo.

Poema túnel de Jaime Torres Bodet con fondo de libro

César Vallejo

al fin, un monte

-- de César Vallejo --

Al fin, un monte
detrás de la bajura; al fin, humeante nimbo
alrededor, durante un rostro fijo.
Monte en honor del pozo,
sobre filones de gratuita plata de oro.
Es la franja a que arrástranse.
Seguras de sus tonos de verano,
las que eran largas válvulas difuntas;
el taciturno marco de este arranque
natural, de este augusto zapatazo,
de esta piel, de este intrínseco destello
digital, en que estoy entero, lúbrico.
Quehaceres en un pie, mecha de azufre,
oro de plata y plata hecha de plata
y mi muerte, mi hondura, mi colina.
¡Pasar
abrazado a mis brazos,
destaparme después o antes del corcho!
monte que tántas veces manara
oración, prosa fluvial de llanas lágrimas;
monte bajo, compuesto de suplicantes gradas
y, más allá, de torrenciales torres;
niebla entre el día y el alcohol del día,
caro verdor de coles, tibios asnos
complementarios, palos y maderas;
filones de gratuita plata de oro.



Delmira Agustini

Tu dormías

-- de Delmira Agustini --

Engastada en mis manos fulguraba
como oscura presea, tu cabeza;
yo la ideaba estuches, y preciaba
luz a luz, sombra a sombra su belleza.

En tus ojos tal vez se concentraba
la vida, como un filtro de tristeza
en dos vasos profundos... Yo soñaba
que era una flor del mármol tu cabeza;

cuando en tu frente nacarada a luna,
como un monstruo en la paz de una laguna
surgió un enorme ensueño taciturno.

¡Ah! tu cabeza me asustó. Fluía
de ella una ignota vida. Parecía
no sé qué mundo anónimo y nocturno.



Enrique González Martínez

tuércele el cuello al cisne...

-- de Enrique González Martínez --

Tuércele el cuello al cisne de engañoso plumaje
que da su nota blanca al azul de la fuente;
él pasea su gracia no más, pero no siente
el alma de las cosas ni la voz del paisaje.

Huye de toda forma y de todo lenguaje
que no vayan acordes con el ritmo latente
de la vida profunda. . .Y adora intensamente
la vida, y que la vida comprenda tu homenaje.

Mira al sapiente búho cómo tiende las alas
desde el olimpo, deja el regazo de palas
y posa en aquel árbol el vuelo taciturno. . .

El no tiene la gracia del cisne, mas su inquieta
pupila, que se clava en al sombra, interpreta
el misterioso libro del silencio nocturno.



Pablo Neruda

jardín de invierno

-- de Pablo Neruda --

Llega el invierno. Espléndido dictado
me dan las lentas hojas
vestidas de silencio y amarillo.
Soy un libro de nieve,
una espaciosa mano, una pradera,
un círculo que espera,
pertenezco a la tierra y a su invierno.
Creció el rumor del mundo en el follaje,
ardió después el trigo constelado
por flores rojas como quemaduras,
luego llegó el otoño a establecer
la escritura del vino:
todo pasó, fue cielo pasajero
la copa del estío,
y se apagó la nube navegante.
Yo esperé en el balcón tan enlutado,
como ayer con las yedras de mi infancia,
que la tierra extendiera
sus alas en mi amor deshabitado.
Yo supe que la rosa caería
y el hueso del durazno transitorio
volvería a dormir y a germinar:
y me embriagué con la copa del aire
hasta que todo el mar se hizo nocturno
y el arrebol se convirtió en ceniza.
La tierra vive ahora
tranquilizando su interrogatorio,
extendida la piel de su silencio.
Yo vuelvo a ser ahora
el taciturno que llegó de lejos
envuelto en lluvia fría y en campanas:
debo a la muerte pura de la tierra
la voluntad de mis germinaciones.



Pablo Neruda

soneto lxv cien sonetos de amor (1959) tarde

-- de Pablo Neruda --

Soneto lxv
matilde, dónde estás? noté, hacia abajo,
entre corbata y corazón, arriba,
cierta melancolía intercostal:
era que tú de pronto eras ausente.
Me hizo falta la luz de tu energía
y miré devorando la esperanza,
miré el vacío que es sin ti una casa,
no quedan sino trágicas ventanas.
De puro taciturno el techo escucha
caer antiguas lluvias deshojadas,
plumas, lo que la noche aprisionó:
y así te espero como casa sola
y volverás a verme y habitarme.
De otro modo me duelen las ventanas.



Teófilo V. Méndez Ramos

Seguiré mi camino

-- de Teófilo V. Méndez Ramos --

Seguiré mi camino soportando la carga
de un amor imposible. Siempre fiel al Destino,
seguiré mi camino
sin sospechar siquiera que la jornada es larga.

Mi juventud marchita dirá de la tristeza
de los años vividos... Y, compasiva e inquieta,
miraras al poeta
taciturno, que llora la sed de tu belleza;
Sin poder consolarle de secretas angustias,
rezarás tus plegarias al Señor, sabio y bueno;
sin embargo, el veneno
del amor, mis mejillas mantendrá siempre mustias.

Seguiré mi camino soportando la carga
de un amor imposible. Siempre fiel al Destino
seguiré mi camino
sin sospechar siquiera que la jornada es larga.



Vicente Gerbasi

canto ix

-- de Vicente Gerbasi --

Dejaste en mi existencia la nostalgia del mundo.
Adoro las ventanas que tiñen los crepúsculos,
contemplo las estampas de algún campo del norte,
elevo las aldeas a nevadas del cielo
y un reno silencioso se yergue en mi silencio.
Muero contra los pinos por ráfagas heladas,
a mis manos se acercan pájaros del invierno,
y un aire de mendigo difunde coros tristes.
No sé si alguna hora de copos solitarios,
esos que a veces caen en grises cementerios,
sobre harapientas sombras, en plazas vespertinas,
me espera en algún sitio lejano de la tierra.
Por ti, que caminabas con tus ropas pesadas,
entre los esqueletos vegetales del frío,
ya vago por la orilla de un lago taciturno,
oyendo una campana de antiguos molineros.



Julio Flórez

xv

-- de Julio Flórez --

Xv
en las tardes brumosas del invierno,
cuando el sol taciturno, paso a paso
va cayendo en las sombras del ocaso
como envuelto en las llamas de un infierno,
abro las mustias alas y me cierno
por la infinita bóveda al acaso,
falto de luz y de vigor escaso,
presa de las nostalgias de lo eterno.
Y subo, subo, y cuando el ojo mío
descubre entre los velos de la noche
mi supremo ideal, en el vacío
una mano brutal mis olas cierra
y caigo... Sin una ¡ay! sin un reproche,
sobre el fangal inmundo de la tierra.
Julio flórez



Julio Herrera Reissig

el guardabosque

-- de Julio Herrera Reissig --

La mesnada que aúlle o la sierpe se enrosque,
vela impávido, y sólo que un mal sueño lo exija,
suspicaz corno un gato, duérmese el guardabosque
con su brazo de almohada y el buen sol por cobija...

Él se mira en su selva como un padre en su hija.
Y aunque cruja la nieve y aunque el cielo se enfosque
la primera instantánea del oriente lo fija
como a un genio hierático, sacerdote del bosque.

Los domingos visita la cocina del noble,
y al entrar, en la puerta deja el palo de roble.
De jamón y pan duro y de lástimas toscas,

cuelga al hombro un surtido y echa a andar taciturno;
del cual comen, durante la semana, por turno
él, los gatos y el perro, la consorte y las moscas...



Clemente Althaus

El eco y la sombra

-- de Clemente Althaus --

Dios con el hombre a quien ama
siempre liberal y bueno,
un eco le dio a su voz
y dio una sombra a su cuerpo;
queriendo así que, aunque huelle
los más desnudos desiertos,
del todo solo no vaya
y lleve dos compañeros.
Al uno mudo contempla
ir a sus pies en el suelo,
su movimiento ajustando
a su mismo movimiento.
Al otro invisible escucha
que responde a sus acentos,
repitiendo a la distancia
sus sonidos postrimeros.
La sombra a los ojos sirve
de compañía y consuelo,
y es consuelo y compañía
de los oídos el eco.
De la sombra se imagina
el solitario viajero
que sus pasos acompaña
taciturno esclavo negro;
y del eco se figura
que amigo invisible genio
con él a solas conversa,
su largo viaje siguiendo.



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