Buscar Poemas con Sutil


  ·En el buscador de poemas puedes encontrar entre más de doce mil poemas todos aquellos que contienen las palabras de búsqueda. Los poemas forman parte de la antología poética de los 344 poetas más importantes en lengua Española de todos los tiempo. Puedes elegir entre dos tipos de búsqueda:
  ·Buscar entre todos los poemas los que contienen las palabras de la búsqueda.
  ·Buscar sólo los poemas cortos -aquellos que tienen 8 versos o menos- que coinciden con el criterio de búsqueda.

Se han encontrado 71 poemas con la palabra sutil

Si lo prefieres puedes ver sólo los poemas cortos, aquellos que tienen ocho versos o menos aquí

Abraham Valdelomar

Corazón, ponte en pie...

-- de Abraham Valdelomar --

¡Corazón, ponte en pie! Cierra tu herida.
Seca tu llanto, alegra tu mansión,
olvida tu dolor, tu pena olvida,
cubre de flores, tu sutil guarida
y hoy que la Primavera te convida,
¡Corazón, ponte en pie, cierra tu herida
toma el tricornio y canta, Corazón!

No invoques a la musa, hoy que te implora
tu propio dueño una sutil canción,
para cantar un cielo que se adora,
para decirle a un pueblo que se llora,
cuando llega esta hora
de la separación,
para triste decir
¡tú eres la única musa, Corazón!

Poema Corazón, ponte en pie... de Abraham Valdelomar con fondo de libro

Adelardo López de Ayala

Mis deseos (López de Ayala)

-- de Adelardo López de Ayala --

Quisiera adivinarte los antojos,
y de súbito en ellos transformarme;
ser tu sueño, y callado apoderarme
de todos tus riquísimos despojos;

aire sutil que con tus labios rojos
tuvieras que beberme y respirarme:
quisiera ser tu alma, y asomarme
a las claras ventanas de tus ojos.

Quisiera ser la música que en calma
te adula el corazón: mas si constante
mi fe consigue la escondida palma

ni aire sutil, ni sueño penetrante,
ni música de amor, ni ser tu alma,
nada es tan dulce como ser tu amante.

Poema Mis deseos (López de Ayala) de Adelardo López de Ayala con fondo de libro

Lope de Vega

Oh, qué secreto, damas; oh galanes

-- de Lope de Vega --

¡Oh, qué secreto, damas; oh galanes,
qué secreto de amor; oh, qué secreto,
qué ilustre idea, qué sutil conceto!
¡Por Dios que es hoja de me fecit Ioanes!

Hoy cesan los melindres y ademanes,
todo interés, todo celoso efeto;
de hoy más Amor será firme y perfeto,
sin ver jardines, ni escalar desvanes.

No es esto filosófica fatiga,
trasmutación sutil o alquimia vana,
sino esencia real, que al tacto obliga.

Va de secreto, pero cosa es llana,
que quiere el buen letor que se le diga:
pues váyase con Dios hasta mañana.

Poema Oh, qué secreto, damas; oh galanes de Lope de Vega con fondo de libro

A una mariposa

-- de Vicenta Castro Cambón --

MARIPOSITA sutil
tú lejos del lodo habitas
porque tus tenues alitas
te elevan a cimas mil.

En cada flor un panal
te prodiga la Natura
con miel de suave dulzura
que no ha de saberte mal.

Para tu sed, en las hojas
hallas gotas de rocío,
y vuelas a tu albedrío
sin ansias y sin congojas.

Nadie envidiará tus galas
ni tu existencia dichosa,
pero yo sé, mariposa,
que alguien envidia tus alas...

Te elevas a cimas mil
por gracia de esas alitas,
y lejos del lodo habitas,
mariposita sutil.



Adelardo López de Ayala

Sin palabras

-- de Adelardo López de Ayala --

Mil veces con palabras de dulzura
esta pasión comunicarte ansío:
mas ¿qué palabras hallaré, bien mío,
que no haya profanado la impostura?

Penetre en ti callada mi ternura
sin detenerse en el menor desvío;
como rayo de luna en claro río,
como aroma sutil en aura pura.

Ábreme el alma silenciosamente,
y déjame que inunde satisfecho
sus regiones, de amor y encanto llenas.

Fiel pensamiento, animaré tu mente;
afecto dulce, viviré en tu pecho;
llama suave, correré en tus venas.



Amado Nervo

si una espina me hiere...

-- de Amado Nervo --

¡si una espina me hiere, me aparto de la espina,
...Pero no la aborrezco! cuando la mezquindad
envidiosa en mí clava los dardos de su inquina,
esquívase en silencio mi planta, y se encamina,
hacia más puro ambiente de amor y caridad.
¿Rencores? ¡de qué sirven! ¡qué logranlos rencores!
ni restañan heridas, ni corrigen el mal.
Mi rosal tiene apenas tiempo para dar flores,
y no prodiga savias en pinchos punzadores:
si pasa mi enemigo cerca de mi rosal,
se llevará las rosas de más sutil esencia;
y si notare en ellas algún rojo vivaz,
¡será el de aquella sangre que su malevolencia
de ayer, vertió, al herirme con encono y violencia,
y que el rosal devuelve, trocada en flor de paz!



Amado Nervo

lejanía

-- de Amado Nervo --

¡parece mentira que hayas existido!
te veo tan lejos...
Tu mirada, tu voz, tu sonrisa,
me llegan al fondo de un pasado inmenso...
Eras más sutil
que mi propio ensueño;
eres el fantasma de un fantasma,
eres el espectro de un espectro...
Para reconstruír tu imagen remota
he menester ya de un enorme esfuerzo.
¿De veras me quisiste? ¿de veras me besabas?
¿de veras recorrías la casa, hoy en silencio?
¿de veras, en diez años, tu cabecita rubia
reposó por las noches, confiada en mi pecho?
¡ay qué perspectivas esas de la muerte!
¡qué horizontes tan bellos!
¡cuál os divinizan, oh difuntas jóvenes,
con sus lejanías llenas de misterio!
¡qué consagraciones tan definitivas
las que da el silencio!...
¡Cuál os vuelve míticas, casi fabulosas!
¡qué tristes mujeres de carne y de hueso,
con sus pobres encantos efímeros,
podrían venceros?
tenéis un augusto prestigio de estatua,
y por un fenómeno de rareza lleno,
mientras más distantes, más imperïosas
vais agigantandoos en el pensamiento.



Amado Nervo

esquiva

-- de Amado Nervo --

Para m. Larrañaga y portugal.
¡No te amaré! muriera de sonrojos
antes bien, yo que fui cantar maldito
de blancas hostias y de nimbos rojos;
yo que sólo he alentado los antojos
de un connubio inmortal con lo infinito.
¡No te amaré! mi espíritu atesora
el perfume sutil de otras edades
de realeza y de fe consoladora,
y ese noble perfume se evapora
al beso de mezquinas liviandades.
Mi mundo no eres tú: fueron los priores
militantes, caudillos de sus greyes;
el mundo en que, magníficos señores,
fulminaron los papas triunfadores
su anatema fatal contra los reyes.
Fue la etapa viril en que se cruza,
con bayardo que esgrime su tizona,
escot que sus dialécticas aguza:
la edad en que la negra caperuza
forjaba el silogismo en la sorbona.
Y no sé de pasión, y me contrista
vibrar la lira del amor precario.
¡Sólo brotan mis versos de amatista
al beso de daniel, el simbolista,
y al ósculo de juan, el visionario!



Amado Nervo

los muertos

-- de Amado Nervo --

El paraíso existe;
pero no es un lugar (cual la creencia
común pretende) tras el hosco y triste
bregar del mundo; el paraíso existe;
pero es sólo un estado de conciencia.
Los muertos no se van a parte alguna,
no emprenden al azul remotos viajes,
ni anidan en los cándidos celajes,
ni tiemblan en los rayos de la luna...
Son voluntades lúcidas, atentos
y alados pensamientos
que flotan en redor, como diluidos
en la sombra; son límpidos intentos
de servirnos en todos los momentos;
son amores custodios, escondidos.
Son númenes propicios que se escudan
en el arcano, mas que no se mudan
para nosotros; que obran en las cosas
por nuestro bien; son fuerzas misteriosas,
que, si las invocamos, nos ayudan.
¡Feliz quien a su lado
tiene el alma de un muerto idolatrado
y en las angustias del camino siente
sutil, mansa, impalpable, la delicia
de su santa caricia,
como un soplo de paz sobre la frente!



Amado Nervo

si tú me dices «¡ven!»

-- de Amado Nervo --

Si tú me dices «¡ven!», lo dejo todo...
No volveré siquiera la mirada
para mirar a la mujer amada...
Pero dímelo fuerte, de tal modo
que tu voz, como toque de llamada,
vibre hasta el más íntimo recodo
del ser, levante el alma de su lodo
y hiera el corazón como una espada.
Si tú me dices «¡ven!», todo lo dejo.
Llegaré a tu santuario casi viejo,
y al fulgor de la luz crepuscular;
mas he de compensarte mi retardo,
difundiéndome ¡oh cristo! ¡como un nardo
de perfume sutil, ante tu altar!



Amado Nervo

¡está bien!

-- de Amado Nervo --

Porque contemplo aún albas radiosas
y hay rosas, muchas rosas, muchas rosas
en que tiembla el lucero de belén,
y hay rosas, muchas rosas, muchas rosas
gracias, ¡está bien!
porque en las tardes, con sutil desmayo,
piadosamente besa el sol mi sien,
y aun la transfigura con su rayo:
gracias, ¡está bien!
porque en las noches una voz me nombra
(¡voz de quien yo me sél), y hay un edén
escondido en los pliegues de mi sombra:
gracias, ¡está bien!
porque hasta el mal en mí don es del cielo,
pues que, al minarme va, con rudo celo,
desmoronando mi prisión también;
porque se acerca ya mi primer vuelo:
gracias, ¡está bien!



Amado Nervo

la santidad de la muerte

-- de Amado Nervo --

La santidad de la muerte
llenó de paz tu semblante,
y yo no puedo ya verte
de mi memoria delante,
sino en el sosiego inerte
y glacial de aquel instante.
En el ataúd exiguo,
de ceras a la luz fatua,
tenía tu rostro ambiguo
qiuetud augusta de estatua
en un sarcófago antiguo.
Quietud con yo no sé qué
de dulce y meditativo;
majestad de lo que fue;
reposo definitivo
de quién ya sabe el porqué.
Placidez, honda, sumisa
a la ley; y en la gentil
boca breve, una sonrisa
enigmática, sutil,
iluminando indecisa
la tez color de marfil.
A pesar de tanta pena
como desde entonces siento,
aquella visión me llena
de blando recogimiento
y unción..., Como cuando suena
la esquila de algún convento
en una tarde serena...



Amado Nervo

aquel olor...

-- de Amado Nervo --

Era unamicizia di terra lontana
gabriele d'annunzio
¿en qué cuento te leí?
¿en qué sueño te soñé?
¿en qué planeta te vi
antes de mirarte aquí?
¡ah! ¡no lo sé..., No lo sé!
pero brotó nuestro amor
con un antiguo fervor,
y hubo, al tendernos la mano,
cierta emoción anterior,
venido de lo lejano.
Tenía nuestra amistad
desde el comienzo un cariz
de otro sitio, de otra edad,
y una familiaridad
de indefinible matiz...
Explique alguien (si lo osa)
el hecho, y por qué, además,
de tus caricias de diosa
me queda una misteriosa
esencia sutil de rosa
que vienen de un siglo atras...



Amado Nervo

Si tú me dices: ¡Ven!

-- de Amado Nervo --

Si tú me dices: "¡ven"!, Lo dejo todo...
No volveré siquiera la mirada,
para mirar a la mujer amada...
Pero dímelo fuerte, de tal modo,

que tu voz, como toque de llamada,
vibre hasta en el más intimo recodo,
del ser, levante el alma de su lodo,
y hiera el corazón como una espada.

Si tú me dices: "¡ven!", Todo lo dejo.
Llegaré a tu santuario casi viejo,
y al fulgor de la luz crepuscular;

mas he de compensarte mi retardo,
difundiéndome, ¡oh, Cristo!, Como un nardo
de perfume sutil, ¡ante tu altar!



Amado Nervo

Esta niña dulce y grave...

-- de Amado Nervo --

Esta niña dulce y grave,
tiene un largo cuello de ave,
cuello lánguido y sutil
cuyo gálibo suave
finge prora de una nave,
de una nave de marfil.

Y hay en ella cuando inclina
la cabeza arcaica y fina,
-que semeja peregrina
flor de oro- al saludar,
cierto ritmo de latina,
cierto porte de menina
y una gracia palatina
muy difícil de explicar...



Amado Nervo

Si una espina me hiere

-- de Amado Nervo --

Si una espina me hiere, me aparto de la espina,
...Pero no la aborrezco! Cuando la mezquindad
envidiosa en mi clava los dardos de su inquina,
esquívase en silencio mi planta, y se encamina hacia más puro
ambiente de amor y caridad.

¿Rencores? ¡De qué sirven! ¿Qué logran los rencores?
Ni restañan heridas, ni corrigen el mal.
Mi rosal tiene apenas tiempo para dar flores,
y no prodiga savias en pinchos punzadores:
si pasa mi enemigo cerca de mi rosal,

se llevará las rosas de más sutil esencia;
y si notare en ellas algún rojo vivaz,
será el de aquella sangre que su malevolencia
de ayer vertió, al herirme con encono y violencia,
y que el rosal devuelve, trocado en flor de paz!



Amado Nervo

Triste (Nervo)

-- de Amado Nervo --

Mano experta en las caricias,
labios, urna de delicias,
blancos senos, cabezal
para todos los soñares,
ojos glaucos, verdes mares,
verdes mares de cristal...

Ya sois idas, ya estáis yertas,
manos pálidas y expertas,
largas manos de marfil;
Ya estáis yertos, ya sois idos,
ojos glaucos y dormidos,
de narcótico sutil.

Cabecita auri-rizada,
hay un hueco en la almohada
de mi tálamo de amor;
cabecita de oro intenso,
¡qué vacío tan inmenso,
tan inmenso! en derredor...



Leopoldo Lugones

Delectación morosa

-- de Leopoldo Lugones --

La tarde, con ligera pincelada
que iluminó la paz de nuestro asilo,
apuntó en su matiz crisoberilo
una sutil decoración morada.

Surgió enorme la luna en la enramada;
las hojas agravaban su sigilo,
y una araña en la punta de su hilo,
tejía sobre el astro, hipnotizada.

Poblóse de murciélagos el combo
cielo, a manera de chinesco biombo;
tus rodillas exangües sobre el plinto

manifestaban la delicia inerte,
y a nuestros pies un río de jacinto
corría sin rumor hacia la muerte



Leopoldo Lugones

El zorzal

-- de Leopoldo Lugones --

Al matinal
cielo de añil,
desde el pensil
lanza el zorzal,
silbo viril,
loa jovial,
que rompe el tul
inmaterial
del alba azul
y angelical.

Largo arrebol
dilata el sol
por el tapial
de aquel vergel,
donde rival
más claro que él,
trina, genial,
cantas, sutil,
pueril zorzal,
zorzal gentil.



Leopoldo Lugones

Las horas doradas

-- de Leopoldo Lugones --

Cuatro bellezas tiene el año,
Cuatro bellezas como tú,
Que me enumera el bonzo extraño
Con su puntero de bambú.

Es la primera, al desperezo
De un amor todavía leve,
La temprana flor del cerezo
Que se mezcla a la última nieve.

La segunda es el sol del estío,
Que en el kaki de fuego y miel,
Pinta al amante desvarío
La mordedura dulce y cruel.

Cuando el amor se acendra en lloro
Y el otoño agobia la rama,
La tercera es la luna de oro
Sobre el lejano Fuziyama.

Y la belleza del invierno
Es el frío, el frío sutil
Que refugia en mi pecho tierno
Tus lentas manos de marfil.

Mas se equivoca el bonzo extraño
Con su doctrina y su bambú.
Cuatro bellezas tiene el año,
Pero ninguna como tú.



Lope de Vega

¿Cómo es posible que de bueno den

-- de Lope de Vega --

¿Cómo es posible que de bueno den
nombre a un ladrón, si el bueno se ha de dar
al más sutil en escalar y entrar
lo más guardado que sus ojos ven?
Pues Dimas, no contento de que estén
las manos y los pies de par en par,
otra puerta mayor quiere aguardar,
y por la principal entrar más bien.
Si dijo el mismo Dios que no es ladrón
quien entra por la puerta, claro está
que no lo es ya, pues cinco puertas son.
Ladrón por lo pasado se dirá,
que por subir al cielo no es razón,
pues no se roba aquello que se da.



Lope de Vega

Con nuevos lazos, como el mismo Apolo

-- de Lope de Vega --

Con nuevos lazos, como el mismo Apolo,
hallé en cabello a mi Lucinda un día,
tan hermosa, que al cielo parecía
en la risa del alba, abriendo el polo.
Vino un aire sutil, y desatólo
con blando golpe por la frente mía,
y dije a Amor que para qué tejía
mil cuerdas juntas para un arco solo.
Pero él responde: «Fugitivo mío,
que burlaste mis brazos, hoy aguardo
de nuevo echar prisión a tu albedrío».
Yo, triste, que por ella muero y ardo,
la red quise romper; ¡qué desvarío!,
pues más me enredo mientras más me guardo.



Lope de Vega

El ave santa, en cuyo pico asido

-- de Lope de Vega --

El ave santa, en cuyo pico asido
vio el mundo el ramo de la paz humana,
y a cuyos pies el cielo de Diana
sirve de trono, aunque de sol vestido,
con más süave y más sutil sonido
que el aura al alba envuelta en nieve y grana,
batió bañada en dulce tramontana
las alas de oro al Carmelita nido.
Simón, nuevo Eliseo, pastor santo,
adornando la fénix del Carmelo,
«Éstas, dijo, serán la salas mías».
Asió la fimbria del celeste manto,
formando entre los dos escala al cielo,
hasta que vuelva de su carro Elías.



Lope de Vega

Espíritus sanguíneos vaporosos

-- de Lope de Vega --

Espíritus sanguíneos vaporosos
suben del corazón. A la cabeza,
y, saliendo a los ojos, su pureza
pasan a los que miran, amorosos.

El corazón, opuesto, los fogosos
rayos sintiendo en la sutil belleza,
como de ajena son naturaleza,
inquiétase en ardores congojosos.

Esos puros espíritus que envía
tu corazón al mío, por extraños
me inquietan, como cosa que no es mía.

Mira, Juana, qué amor; mira qué engaños;
pues hablo en natural filosofía
a quien me escucha jabonando paños.



Luis Palés Matos

el beso

-- de Luis Palés Matos --

El champagne de la tarde sedativa
embriagó la montaña y el abismo,
de una sedosidad de misticismo,
y de una opalescencia compasiva.

Hundiste el puñal zarco de tu altiva
mirada en mis adentros, y el lirismo
cundió mi alma de romanticismo:
rodó la gema de la estrofa viva.

Entonces gimió el cisne de mi ansia,
por el remanso lleno de arrogancia
de tus ojos nostálgicos y sabios;

y la dorada abeja del deseo,
en su errante y sutil revoloteo
buscó el clavel sangriento de tus labios.



Luis Palés Matos

la guajana

-- de Luis Palés Matos --

Como si una nube se hubiese dormido
sobre la esmeralda del cañaveral,
con un gris sedoso, media desteñido
la guajana flecha la vista espectral.

En su pesadumbre de esfuerzo perdido,
de una neurastenia lánguida, eternal,
tiene la elocuencia sutil del olvido,
y un sugestionismo lúgubre y fatal.

La llanura sufre la calenturienta
sensación de un ansia; sobre ella revienta
la guajana coma el copo de amargar,

y en aquella eterna sonata de almíbar,
irrumpe la triste lágrima de acíbar
como en la alegría revienta el dolor.



Ignacio María de Acosta

Amor primero

-- de Ignacio María de Acosta --

Jugando Dorila
con un pastorcillo,
del pié de un tomillo
su planta picó
aleve una abeja,
que estaba formado
en niño vendado,
el pícaro Amor.

Sintió la zagala
al punto el veneno
correr por su seno
activo, sutil
vagó por sus labios
preciosa sonrisa,
que el alma electriza
del tierno pastor.

Alzó los ojuelos
que amores bañaban...
Al jóven miraban
con tanta expresión...
Mas ¡cielos! la abeja
voló del tomillo,
y del pastorcillo
el seno picó...

Cubrióse de grana
su nívea mejilla—
la niña sencilla
también se turbó.
Sentáronse juntos,
habláronse tiernos,
y amantes eternos
el mundo los vió.



Jaime Torres Bodet

paisaje

-- de Jaime Torres Bodet --

Paisaje lento de mi poesía...
¿Otoño? no. Más bien, tras de la lluvia,
entre el líquido verde de las hojas,
amanecer sombrío de la luna.
Ambigua luz de incienso en las volutas
doradas de una música nocturna;
enrejado sutil de sicomoros
sobre la plata azul de una laguna:
paisaje sin momentos
y sin aristas bruscas,
diluído en matices,
hecho todo de ritmos sin premura,
más lento cada vez y realizado
en una flor perfecta y taciturna,
como se queda el alma sostenida
en esa onda última
alta, vibrante, sólida
de la marea blanda de la música...



Jaime Torres Bodet

méxico canta en la ronda de mis canciones

-- de Jaime Torres Bodet --

Canta
en la ronda de mis canciones

méxico está en mis canciones,
méxico dulce y cruel,
que acendra los corazones
en finas gotas de miel.

Lo tuve siempre presente
cuando hacía esta canción;
¡su cielo estaba en mi frente,
su tierra en mi corazón!

méxico canta en la ronda
de mis canciones de amor,
y en la guirnalda con la ronda
la tarde trenza su flor.

Lo conoceréis un día,
amigos de otro país:
¡tiene un color de alegría
y un acre sabor de anís!

es tan fecundo que huele
como vainilla en sazón
¡y es sutil! para que vuele
basta un soplo de oración...

En la duda arcana y terca,
méxico quiere inquirir:
un disco de horror lo cerca...
Cómo será el porvenir?

¡el porvenir! ¡no lo espera!
prefiere, mientras, cantar,
que toda la vida entera
es una gota en el mar;

una gota pequeñita
que cabe en el corazón:
dios la pone, dios la quita...
(¡Cantemos nuestra canción!)



Jorge Luis Borges

el enamorado

-- de Jorge Luis Borges --

Lunas, marfiles, instrumentos, rosas,
lámparas y la línea de durero,
las nueve cifras y el cambiante cero,
debo fingir que existen esas cosas.
Debo fingir que en el pasado fueron
persépolis y roma y que una arena
sutil midió la suerte de la almena
que los siglos de hierro deshicieron.
Debo fingir las armas y la pira
de la epopeya y los pesados mares
que roen de la tierra los pilares.
Debo fingir que hay otros. Es mentira.
Sólo tú eres. Tú, mi desventura
y mi ventura, inagotable y pura.



Jorge Luis Borges

la plaza san martín

-- de Jorge Luis Borges --

A macedonio fernández
en busca de la tarde
fui apurando en vano las calles.
Ya estaban los zaguanes entorpecidos de sombra.
Con fino bruñimiento de caoba
la tarde entera se había remansado en la plaza,
serena y sazonada,
bienhechora y sutil como una lámpara,
clara como una frente,
grave como un ademán de hombre enlutado.
Todo sentir se aquieta
bajo la absolución de los árboles
jacarandás, acacias
cuyas piadosas curvas
atenúan la rigidez de la imposible estatua
y en cuya red se exalta
la gloria de las luces equidistantes
del leve azul y de la tierra rojiza.
¡Qué bien se ve la tarde
desde el fácil sosiego de los bancos!
abajo
el puerto anhela latitudes lejanas
y la honda plaza igualadora de almas
se abre como la muerte, como el sueño.



Diego de Torres Villarroel

Engulle el poderoso rica sopa

-- de Diego de Torres Villarroel --

Engulle el poderoso rica sopa
cuando a mí me contenta una zurrapa;
y siendo el mundo dilatado mapa
le parece a su vicio estrecha copa.

Con bordada, sutil y blanda ropa
el barro humano diligente tapa;
y a mí me envuelve miserable capa
y un negro camisón de ruda estopa.

Ostenta a todos la gotosa tripa
y puede ser el que mejor me sepa
a mí la sucia bota que a él su pipa.

De la humana miseria huyendo trepa;
pero, por más que puja, anda y ahipa,
todos somos racimos de una cepa.



Enrique González Martínez

cuando sepas hallar una sonrisa...

-- de Enrique González Martínez --

Cuando sepas hallar una sonrisa
en la gota sutil que se rezuma
de las porosas piedras, en la bruma,
en el sol, en el ave y en la brisa;

cuando nada a tus ojos quede inerte,
ni informe, ni incoloro, ni lejano,
y penetres la vida y el arcano
del silencio, las sombras y la muerte;

cuando tiendas la vista a los diversos
rumbos del cosmos, y tu esfuerzo propio
sea como potente microscopio
que va hallando invisibles universos,

entonces en las flamas de la hoguera
de un amor infinito y sobrehumano,
como el santo de asís, dirás hermano
al árbol, al celaje y a la fiera.

Sentirás en la inmensa muchedumbre
de seres y de cosas tu ser mismo;
serás todo pavor con el abismo
y serás todo orgullo con la cumbre.

Sacudirá tu amor el polvo infecto
que macula el blancor de la azucena,
bendecirás las márgenes de arena
y adorarás el vuelo del insecto;

y besarás el garfio del espino
y el sedeño ropaje de las dalias. . .
Y quitarás piadoso tus sandalias
por no herir a las piedras del camino.



Arturo Borja

A Lola Guarderas de Cabrera

-- de Arturo Borja --

Te haré una rima de encaje con sutil hilo de luna,
cantaré a tus ojos puros una canción de cristal
y soñaré con el coro de tus cabellos en una
mañana primaveral.
(...)
Te evocaré yo a la grupa de un negro corcel de ensueño.
Conducido por el mago caballero Lohengrín.
Tendrán tus hondas pupilas ese místico beleño
de las vírgenes del Rhin.

Serás una dogaresa veneciana. Por la noche
te cantará barcarolas algún pobre trovador,
y se unirá a la del bardo que te dice su reproche
la canción del ruiseñor.
(...)
...Y repasando tus sueños por ignoradas, riberas, .
En la tarde, bajo el fuego del crepúsculo estival,
recordarás a un bohemio que un día quiso que oyeras
una canción de cristal.



José Agustín Goytisolo

el oficio del poeta

-- de José Agustín Goytisolo --

Contemplar las palabras
sobre el papel escritas,
medirlas, sopesar
su cuerpo en el conjunto
del poema, y después,
igual que un artesano,
separarse a mirar
cómo la luz emerge
de la sutil textura.
Así es el viejo oficio
del poeta, que comienza
en la idea, en el soplo
sobre el polvo infinito
de la memoria, sobre
la experiencia vivida,
la historia, los deseos,
las pasiones del hombre.
La materia del canto
nos lo ha ofrecido el pueblo
con su voz. Devolvamos
las palabras reunidas
a su auténtico dueño.



José María Blanco White

El sol y la vida

-- de José María Blanco White --

¡Oh noche! Cuando a Adán fue revelado
quién eras, y aun no vista, oyó nombrarte,
¿no temió que enlutase tu estandarte
el bello alcázar de zafir dorado?

Mas ya el celaje etéreo, blanqueado
del rayo occidental. Héspero parte;
su hueste por los cielos se reparte,
y el hombre nuevos mundos ve admirado.

¡Cuánta sombra en tus llamas ocultabas,
oh Sol! ¿Quién acertara, cuando ostenta
la brizna más sutil tu luz mentida,

esos orbes sin fin que nos velabas?
¡Oh mortal! Y ¿el sepulcro te amedrenta?
Si engañó el Sol, ¿no engañara la vida?



Julián del Casal

a la primavera

-- de Julián del Casal --

Rasgando las neblinas del invierno
como velo sutil de níveo encaje,
apareces envuelta en el ropaje
donde fulgura tu verdor eterno.
El cielo se colora de azul tierno,
de rojo el sol, de nácar el celaje,
y hasta el postrer retoño del boscaje
toma también tu verde sempiterno.
¡Cuán triste me parece tu llegada!
¡qué insípidos tus dones conocidos!
¡cómo al verte el hastío me consume!
muere al fin, creadora ya agotada,
o brinda algo de nuevo a los sentidos...
¡Ya un color, ya un sonido, ya un perfume!



Octavio Paz

ii. bajo tu clara sombra

-- de Octavio Paz --

Ii
tengo que hablaros de ella.
Suscita fuentes en el día,
puebla de mármoles la noche.
La huella de su pie
es el centro visible de la tierra,
la frontera del mundo,
sitio sutil, encadenado y libre;
discípula de pájaros y nubes
hace girar al cielo;
su voz, alba terrestre,
nos anuncia el rescate de las aguas,
el regreso del fuego,
la vuelta de la espiga,
las primeras palabras de los árboles,
la blanca monarquía de las alas.
No vio nacer al mundo,
mas se enciende su sangre cada noche
con la sangre nocturna de las cosas
y en su latir reanuda
el son de las mareas
que alzan las orillas del planeta,
un pasado de agua y de silencio
y las primeras formas de la materia fértil.
Tengo que hablaros de ella,
de su fresca costumbre
de ser simple tormenta, rama tierna.



Pablo Neruda

soneto xxvii cien sonetos de amor (1959) mañana

-- de Pablo Neruda --

Desnuda eres tan simple como una de tus manos,
lisa, terrestre, mínima, redonda, transparente,
tienes líneas de luna, caminos de manzana,
desnuda eres delgada como el trigo desnudo.
Desnuda eres azul como la noche en cuba,
tienes enredaderas y estrellas en el pelo,
desnuda eres enorme y amarilla
como el verano en una iglesia de oro.
Desnuda eres pequeña como una de tus uñas,
curva, sutil, rosada hasta que nace el día
y te metes en el subterráneo del mundo
como en un largo túnel de trajes y trabajos:
tu claridad se apaga, se viste, se deshoja
y otra vez vuelve a ser una mano desnuda.



José Ángel Buesa

poema para olvidarte

-- de José Ángel Buesa --

Amar nadie lo ignora viene a ser como un juego:
el juego de dos almas y el juego de dos vidas.
Y hay quien gana y quien pierde. Tal vez lo sabrás luego,
si yo logro olvidarte pero tú no me olvidas.
Yo sé por qué lo digo. La vida tiene un modo
sutil de detenerse mientras sigue adelante,
y una mujer bonita puede olvidarlo todo
menos su última cita con su primer amante.
Por eso, allá... Tan lejos... En tus tardes de hastío,
puede ser que comprendas que el hombre a quien quisiste
llenó de mariposas tu corazón vacío
y de fechas alegres tu calendario triste.
Y como tu pasado no pasó todavía
tendrás que recordarme viendo en tu tocador
aquellos espejuelos oscuros con que un día
disimulaste un poco tus tijeras de amor.
Y yo sé que otro día, de rezos y conjuros,
te dirán que me he muerto yo sé que será así
y te pondrás los mismos espejuelos oscuros
para que nadie sepa que lloraste por mí.



José Ángel Buesa

poema crepuscular

-- de José Ángel Buesa --

En el recogimiento de la tarde que muere,
entre las imprecisas brumas crepusculares,
cada jirón de sombras cobra vida, y sugiere
vaporosas siluetas familiares.
En la brisa que pasa, parece que suspira
la virgen de ojos claros que aún sueña en mi regreso;
el rumor de las frondas abre el ala de un beso,
y desde aquella estrella, alguien me mira
allá, entre la alameda, se perfila la sombra
grácil de la mujer que amé más en la vida,
y en la voz de la fuente vibra una voz querida,
que en su canción de oro y cristal me nombra
todo canta, a esa hora, la canción olvidada,
todo sueña el ensueño que quedó trunco undía,
y verdece de nuevo la ilusión agostada,
ebria de fe, de ardor y de armonía
y entre la sutil bruma de prestigios de incienso
que exalta mis recuerdos y mi melancolía,
en la paz de este parque abandonado, pienso
en la mujer que nunca será mía



José Ángel Buesa

de muerte en flor

-- de José Ángel Buesa --

Morir de muerte en flor toda la vida,
en este sueño vertical, en este
fugaz contacto azul con lo celeste,
en esta vieja sed recién nacida...
Y volver luego con el alma erguida,
a la vez norte y sur, este y oeste,
de la propia emoción, ya en ansia agreste.
En inquietud sutil o en paz pulida.
Y resurgir de cada muerte diaria
más dueño de la vida, al ser más dueño
de esta muerte parcial y necesaria.
Y con esa cordial melancolía
de los pocos que saben cada día
morir y renacer dentro de un sueño.



Juan Arolas

El navegante

-- de Juan Arolas --

Apartado de ti surco los mares,
¡oh cándida mujer!
Triste víctima he sido en tus altares,
¿y mía no has de ser?
¡Qué terrible en sus tétricos horrores
se muestra el mar, mi bien!
Pues yo temo más que sus rigores,
tu enfado o tu desdén.
El bramido de recios vendavales
no me intimida a mí;
no temo todo el peso de los males;
tu olvido, hermosa, sí.
Tú, sobre leves plumas reclinada
no sientes aflicción;
sostiene mi cabeza acalorada
la dura tablazón.
Si de volverte a ver tengo el consuelo,
te juro, por mi fe,
que tú serás mis glorias y mi cielo,
y al mar no volveré.
Si Dios me da que pueda coronarte
la sien de albo jazmín,
y un ósculo tomar al despertarte
del labio de carmín;
que en cambio de una lágrima muy pura
me des tus alegrías,
y cubras con un velo de ventura
mis noches y mis días,
jamás será que fíe en la bonanza
del mar y sus arenas,
ni cuelgue el sutil lienzo de esperanza
de débiles antenas.



Garcilaso de la Vega

SONETO XXXIV

-- de Garcilaso de la Vega --

Gracias al cielo doy que ya del cuello
del todo el grave yugo ha desasido,
y que del viento el mar embravecido
veré desde lo alto sin temello;

veré colgada de un sutil cabello
la vida del amante embebecido
en su error, en engaño adormecido,
sordo a las voces que le avisan dello.

Alegrárame el mal de los mortales,
y yo en aquesto no tan inhumano
seré contra mi ser cuanto parece:

alegraréme , como hace el sano,
no de ver a los otros en los males,
sino de ver que dellos él carece.



Garcilaso de la Vega

Gracias al cielo doy que ya del cuello

-- de Garcilaso de la Vega --

Gracias al cielo doy que ya del cuello
del todo el grave yugo he sacudido,
y que del viento el mar embravecido
veré desde lo alto sin temello;

Veré colgada de un sutil cabello
la vida del amante embebecido
en su error, y en su engaño adormecido,
sordo a las voces que le avisan dello.

Alegraráme el mal de los mortales;
mas no es mi corazón tan inhumano
en aquesta opinión como parece,

porque yo huelgo, como huelga el sano,
no de ver a los otros en aquellos males,
sino de ver que dellos él carece.



Salvador Díaz Mirón

mudanza

-- de Salvador Díaz Mirón --

Ayer, el cielo azul, la mar en calma
y el sol ignipotente y cremesino,
y muchas ilusiones en mi alma
y flores por doquier en mi camino.

Mi vida toda júbilos y encantos,
mi pecho rebosando de pureza,
mi carmen pleno de perfume y cantos
y muy lejos, muy lejos, la tristeza.

Ayer, la inspiración rica y galana
llenando mi cerebro de fulgores;
y tú, sonriente y dulce en tu ventana,
hablándome de dichas y de amores.

Ayer, cuanto era luz y poesía:
las albas puras y las tardes bellas
henchidas de sutil melancolía,
y las noches pletóricas de estrellas...

Y hoy... La sombra y el ansia del desierto,
perdida la esperanza, y la creencia,
y el amor en tu espíritu ya muerto,
y sembrada de espinas la existencia.



Salvador Díaz Mirón

Gris perla

-- de Salvador Díaz Mirón --

Siempre aguijo el ingenio en la lírica;
y él en vano al misterio se asoma
a buscar a la flor del Deseo
vaso digno del puro Ideal.
¡Quién hiciera una trova tan dulce,
que al espíritu fuese un aroma,
un ungüento de suaves caricias,
con suspiros de luz musical!

Por desdén a la pista plebeya,
la Ilusión empinada en su loma
quiere asir, ante límpidas nubes,
virtud alta en sutil material;
Pero el Alma en el barro se yergue,
y el magnífico afán se desploma-,
y revuelca sus nobles armiños
en el negro y batido fangal.

La palabra en el metro resulta
baja y fútil pirueta en maroma;
un funámbulo erecto pontífice
lleva manto de pompa caudal;
y si el Gusto en sus ricas finezas
pide nuevo poder al idioma,
¡aseméjase al ángel rebelde
que concita en el reino del mal!
¡Quién hiciera una trova tan dulce,
que al espíritu fuese un aroma,
un ungüento de suaves caricias,
con suspiros de luz musical!



Salvador Díaz Mirón

Mudanza (Salvador Díaz Mirón)

-- de Salvador Díaz Mirón --

Ayer, el cielo azul, la mar en calma
y el sol ignipotente y cremesino,
y muchas ilusiones en mi alma
y flores por doquier en mi camino.

Mi vida toda júbilos y encantos,
mi pecho rebosando de pureza,
mi carmen pleno de perfume y cantos
y muy lejos, muy lejos, la tristeza.

Ayer, la inspiración rica y galana
llenando mi cerebro de fulgores;
y tú, sonriente y dulce en tu ventana,
hablándome de dichas y de amores.

Ayer, cuanto era luz y poesía,
las albas puras y las tardes bellas
henchidas de sutil melancolía,
y las noches pletóricas de estrellas...

Y hoy... La sombra y el ansia y el desierto,
perdida la esperanza, y la creencia,
y el amor en tu espíritu ya muerto,
y sembrada de espinas la existencia.



¡Oh, si fuera en el mes de las lilas!...

-- de Vicenta Castro Cambón --

EN setiembre florecen las lilas;
se puebla el jardín
de jacintos, narcisos y lirios
y el rosal empieza las rosas a abrir.

En setiembre las flores del pero
llueven mil a mil;
el naranjo se viste de azahares
y tiernos retoños ostenta e1 jazmín.

En setiembre las aves viajeras
vuelven al país,
y se llena de trinos el aire
y todo en setiembre convida a vivir.

Yo también soy un ave viajera;
al mundo nací
en el mes en que se abren las lilas
y exhalan los lirios perfume sutil;

pero a poco que anduve en la vida
mis alas sentí
destrozadas por flecha traidora
y fué un cautiverio mi triste existir.

Pero un día... De nuevo tendré alas.
Un día feliz
volaré como las golondrinas
y volaré lejos... Muy lejos de aquí!



Marilina Rébora

yo me pregunto, madre...

-- de Marilina Rébora --

Yo me pregunto, madre...
Yo me pregunto, madre: ¿no se gasta la pila
que la sutil luciérnaga para alumbrarse tiene?
¿y tampoco concluye cuando la araña hila
el misterioso ovillo que encubierto mantiene?
¿en qué forma se ensartan anillos las orugas;
bolitas coloradas por ojos los conejos;
abrigos con recuadros se buscan las tortugas,
y en lerda marcha atrás se mueven los cangrejos?
¡saber! ¡saber! ¡saber! si es cuello de algodón
el que se anuda el cóndor o si usa de almidón;
si el parlanchín lenguaje de la locuaz cotorra
es remedo del nuestro; si la pícara zorra
es tan inteligente como sabio mi padre
aunque calla, y tú cuentas cuánto pregunto, madre!



Mario Benedetti

recién nacido

-- de Mario Benedetti --

Ignorante del mundo y de sí mismo
deja el recién nacido su caverna
lejos y cerca de la piel materna
inaugura el candor de su egoísmo
mira en su entorno y es un espejismo
la apenas asumida vida externa
no es todavía despiadada o tierna
pero ya muestra señas del abismo
aprenderá sin duda ese paisaje
que poco a poco en niebla se convierte
y empezará a enterarse del mensaje
donde estará la clave de su suerte
ya ha reservado sitio para el viaje
sutil e inexorable hacia la muerte



Medardo Ángel Silva

El cazador

-- de Medardo Ángel Silva --

Satán es cazador furtivo en la celeste
selva donde divaga el místico redil
y, como un joven sátiro, en la dulzura agreste,
suena la tentación de su flauta sutil.

¡Ay, del que oyera el canto del Malo!, quien oyera
la perversa sirena del Pecado Mortal,
ni rasgando su carne poseída pudiera
extirpar la ponzoña del hechizo fatal.

¡Y bien lo sabes tú, melodiosa alma mía,
alondra cantarina en la clara harmonía
del bosque donde pulsan los Coros sus laúdes,

tú, que del cazador en las manos lascivas,
en las velludas manos, viste llevar cautivas
a las siete palomas de tus siete virtudes!



Medardo Ángel Silva

La libertadora

-- de Medardo Ángel Silva --

Desde mi torre de marfil
miro la vida que discurre.
Mi alma romántica y sutil
suspira, sonríe y se aburre.

Hay un jardín de negras rosas,
hay un jardín de blancos lirios:
son mis tristezas negras rosas,
mis ilusiones blancos lirios.

A veces en el aire azul,
solloza el viento un miserere,
huye un ave de alas de tul:
es algún lirio que se muere.

Y tantos son los que se han muerto,
calladamente, uno por uno,
que el jardín va a quedar desierto
y pronto no ha de haber ninguno.

Ya queda de mi Primavera
sólo un olor a rosa seca...
Y mi alma espera, espera, espera,
hilando sueños de su rueca.

Espera oír en el confín,
al dulce final de su suerte,
la voz aguda del clarín
de la Muerte.

Caerán las duras cadenas,
se abrirá la puerta de hierro:
y, entre un perfume de azucenas,
¡el alma saldrá de su encierro!



Miguel Unamuno

Horas serenas del ocaso breve

-- de Miguel Unamuno --

Horas serenas del ocaso breve,
cuando la mar se abraza con el cielo
y se despierta el inmortal anhelo
que al fundirse la lumbre, la lumbre bebe.

Copos perdidos de encendida nieve,
las estrellas se posan en el suelo
de la noche celeste, y su consuelo
nos dan piadosas con su brillo leve.

Como en concha sutil perla perdida,
lágrima de las olas gemebundas,
entre el cielo y la mar sobrecogida

el alma cuaja luces moribundas
y recoge en el lecho de su vida
el poso de sus penas más profundas.



Miguel Unamuno

La mar ciñe a la noche su regazo

-- de Miguel Unamuno --

La mar ciñe a la noche en su regazo
y la noche a la mar; la luna, ausente;
se besan en los ojos y en la frente;
los besos dejan misterioso trazo.

Derrítense después en un abrazo,
tiritan las estrellas con ardiente
pasión de mero amor, y el alma siente
que noche y mar se enredan en su lazo.

Y se baña en la oscura lejanía
de su germen eterno, de su origen,
cuando con ella Dios amanecía,

y aunque los necios sabios leyes fijen,
ve la piedad del alma la anarquía
y que leyes no son las que nos rigen.

Horas serenas del ocaso breve,
cuando la mar se abraza con el cielo
y se despierta el inmortal anhelo
que al fundirse la lumbre, lumbre bebe.

Copos perdidos de encendida nieve,
las estrellas se posan en el suelo
de la noche celeste, y su consuelo
nos dan piadosas con su brillo leve.

Como en concha sutil perla perdida,
lágrima de las olas gemebundas,
entre el cielo y la mar sobrecogida

el alma cuaja luces moribundas
y recoge en el lecho de su vida
el poso de sus penas más profundas.



Miguel Unamuno

A Mercurio cristiano

-- de Miguel Unamuno --

Oh cristiano Mercurio, de ti impetro
una patria feliz, pues de ti Marte
dependiendo su espada ha de ofrendarte;
ese que empuñas, formidable cetro

el de lira y afloja sutil metro
rige á la tierra; sobre tu baluarte
brilla la cruz en el áureo estandarte
de esa tu religión de pacto retro.



Miguel Unamuno

Horas serenas

-- de Miguel Unamuno --

Horas serenas del ocaso breve,
cuando la mar se abraza con el cielo
y se despierta el inmortal anhelo
que al fundirse la lumbre, lumbre bebe.

Copos perdidos de encendida nieve,
las estrellas se posan en el suelo
de la noche celeste, y su consuelo
nos dan piadosas con su brillo leve.

Como en concha sutil perla perdida,
lágrima de las olas gemebundas,
entre el cielo y la mar sobrecogida

el alma cuaja luces moribundas
y recoge en el lecho de su vida
el poso de sus penas más profundas.



Nicolás Guillén

canción

-- de Nicolás Guillén --

¡de qué callada manera
se me adentra usted sonriendo,
como si fuera
la primavera!
(yo, muriendo.)
Y de qué modo sutil
me derramó en la camisa
todas las flores de abril.
¿Quién le dijo que yo era
risa siempre, nunca llanto,
como si fuera
la primavera?
(no soy tanto.)
En cambio, ¡qué espiritual
que usted me brinde una rosa
de su rosal principal!
¡de qué callada manera
se me adentra usted sonriendo,
como si fuera
la primavera!
(yo, muriendo.)



Juan Pablo Forner

Desordenado en desaliño airoso

-- de Juan Pablo Forner --

Desordenado en desaliño airoso
al bullicioso céfiro permite
Nisa el cabello, porque no limite
su nativo esplendor lazo industrioso.

Velo sutil sobre su pecho hermoso
al gusto esconde lo que al gusto incite;
ni tanto que el tesoro facilite,
ni tanto que de él dude el ojo ansioso.

Así en traje sucinto reclinada
en alcatifa generosa yace
su gentileza y gala peregrina;

así la halla Cendón y la taimada
del necio que su pompa satisface
cobra el oro, y a Alexi lo destina.



Julio Herrera Reissig

luna de miel

-- de Julio Herrera Reissig --

Huyó, bajo sus velos soñadores,
la tarde. Y en los torvos carrizales
zumbaba con dulzuras patriarcales
el cuerno de los últimos pastores.

Entre columnas, ánforas y flores
y cúpulas de vivas catedrales,
gemí en tu casta desnudez rituales
artísticos de eróticos fervores.

Luego de aquella voluptuosa angustia
que dio a tu faz una belleza mustia,
surgiendo entre la gasa cristalina

tu seno apareció como la luna
de nuestra dicha y su reflejo en una
linfa sutil de suavidad felina.



Esteban Echeverría

el desamor

-- de Esteban Echeverría --

Acongojada mi alma
día y noche delira,
el corazón suspira
por ilusorio bien;
mas las horas fugaces
pasan en raudo vuelo,
sin que ningún consuelo
a mi congoja den.

Entre mis venas corre
sutil, ardiente llama,
que sin cesar me inflama,
y llena de dolor.
Pero una voz secreta
me dice: ¡infortunada!
vivirás condenada
a eterno desamor.

Como muere la antorcha
escasa de alimento,
así morir me siento
en mi temprano albor:
ningún soplo benigno
da vigor a mi vida,
pues vivo sumergida
en triste desamor.

Como fatuo destello
que brilla y se evapora,
se disipó en su aurora
el astro de mi amor:
fuese con él mi dicha,
fuese con él mi calma;
quedóle sólo a mi alma
perpetuo desamor.

V



Evaristo Ribera Chevremont

espuma

-- de Evaristo Ribera Chevremont --

De lo ligero de la madrugada;
de lo sutil en lo fugaz -neblina,
vapor o nube- queda en el mar fina,
fluyente y tremulante pincelada.

De lo que el mar en su extensión afina
-perla en matización, concha irisada-,
queda un halo brillante en la oleada.
Halo que en pulcra irradiación culmina.

Los pétalos del lirio da la tierra
al mar, y el mar los tiene. El mar encierra
gracias, y gracias a sus gracias suma.

Y va mostrando, cuando la aureola
de la belleza ciñe en mar y ola,
el blanco indecible de la espuma.



Fernando de Herrera

Cual de oro el cabello ensortijado

-- de Fernando de Herrera --

Cual de oro el cabello ensortijado
y en mil varias lazadas dividido,
y cuanto en más figuras esparcido
tanto de más centellas ilustrado.

Tal de lucientes hebras coronado,
Febo aparece en llamas encendido,
tal discurre en el cielo esclarecido
un ardiente cometa arrebatado.

Debajo el puro, propio y sutil velo,
amor, gracia y valor y la belleza
templada en nieve y púrpura se vía.

Pensaba que se abrió esta vez el cielo
y mostró su poder y su riqueza,
si no fuera la Luz del alma mía.



Francisco Villaespesa

a rogelio buendía manzano. poeta joven III

-- de Francisco Villaespesa --

Si yo fuese un orfebre florentino,
sobre el cristal de una esmeralda clara
con unción religiosa, cincelara
la línea audaz de tu perfil latino.
Y en el más puro oro, en el más fino,
después, como una lágrima engarzara
la verde gema, para que brillara
en medio de tu seno alabastrino.
Y si fuera pintor, ¡con qué cuidado,
con mi pincel, por el amor guiado,
diluiría en la cándida vitela
de un abanico tu sutil figura,
entre el rosa fragante y la frescura
de un florido paisaje de acuarela!



José Asunción Silva

Cápsulas

-- de José Asunción Silva --

El pobre Juan de Dios, tras de los éxtasis
del amor de Aniceta, fue infeliz.
Pasó tres meses de amarguras graves,
y, tras lento sufrir,
se curó con copaiba y con las cápsulas
de Sándalo Midy.

Enamorado luego de la histérica Luisa,
rubia sentimental,
se enflaqueció, se fue poniendo tísico
y al año y medio o más
se curó con bromuro y con las cápsulas
de éter de Clertán.

Luego, desencantado de la vida,
filósofo sutil,
a Leopardi leyó, y a Schopenhauer
y en un rato de spleen,
se curó para siempre con las cápsulas
de plomo de un fusil.



José Joaquín de Mora

El tachonado y puro firmamento

-- de José Joaquín de Mora --

El tachonado y puro firmamento
con todas sus lumbreras inmortales,
esa luz que nos vierte sus raudales,
más sutil, más veloz que el pensamiento.

El misterioso y grave movimiento
de sus revoluciones desiguales,
¡qué de goces intensos, celestiales,
no dan al atrevido entendimiento!

¡Y está serena el alma, y no palpita
rápido el corazón! ¡Ni estalla el labio,
cediendo al entusiasmo que lo agita!

Hombre, suelta el compás y el astrolabio;
mentido es tu saber, siente y medita:
quien más medita y siente es el más sabio.



Bartolomé de Argensola

Firmio, en tu edad ningún peligro hay leve

-- de Bartolomé de Argensola --

Firmio, en tu edad ningún peligro hay leve;
porque nos hablas ya con voz oscura,
y, aunque dudoso, el bozo a tu blancura
sobre ese labio superior se atreve.

Y en ti, oh, Drusila, de sutil relieve
el pecho sus dos bultos apresura,
y en cada cual, sobre la cumbre pura,
vivo forma un rubí su centro breve.

Sienta vuestra amistad leyes mayores:
que siempre Amor para el primer veneno
busca la inadvertencia más sencilla.

Si astuto el áspid se escondió en lo ameno
de un campo fértil, ¿quién se maravilla
de que pierdan el crédito sus flores?



Blas de Otero

[cuerpo de mujer; río de oro]. ángel fieramente humano (1950)

-- de Blas de Otero --

... tántalo en fugitiva fuente de oro.
F. De quevedo
cuerpo de la mujer, río de oro
donde, hundidos los brazos, recibimos
un relámpago azul, unos racimos
de luz rasgada en un frondor de oro.
Cuerpo de la mujer o mar de oro
donde, amando las manos, no sabemos,
si los senos son olas, si son remos
los brazos, si son alas solas de oro...
Cuerpo de la mujer, fuente de llanto
donde, después de tanta luz, de tanto
tacto sutil, de tántalo es la pena.
Suena la soledad de dios. Sentimos
la soledad de dos. Y una cadena
que no suena, ancla en dios almas y limos.



Ramón María del Valle Inclán

rosa de furias

-- de Ramón María del Valle Inclán --

Como el cisne de la laguna
iba mi barca de marfil,
en el plenilunio de abril
sobre la estela de la luna.

Bogando en ondas de fortuna
hiló mi ensueño juvenil,
el hilo de plata sutil
de un cuento de las mil y una.

Y era el abril, cuando ululante
por mi vida pasó un ciclón,
y adelante, siempre adelante,

violento como un león,
estrujé en la garra rampante,
humeante, mi corazón.



Rubén Darío

J. J. Palma

-- de Rubén Darío --

Ya de un corintio templo cincela una metopa,
Ya de un morisco alcázar el capitel sutil;
Ya, como Benvenuto, del oro de una copa
Forma un joyel artístico, prodigio del buril.

Pinta las dulces Gracias, o la desnuda Europa,
En el pulido borde de un vaso de marfil,
O a Diana, diosa virgen de desceñida ropa,
Con aire cinegético, o en grupo pastoril.

La musa que al poeta sus cánticos inspira
No lleva la vibrante trompeta de metal,
Ni es la bacante loca que canta y que delira,

En el amor fogosa, y en el placer triunfal:
Ella al cantor ofrece la septicorde lira,
O, rítmica y sonora, la flauta de cristal.



Rubén Darío

Las Ánforas de Epicuro

-- de Rubén Darío --

La espiga.

IRA el signo, sutil que los dedos del viento

Hacen al agitar el tallo que se inclina
Y se alza en una rítmica virtud de movimiento.
Con el áureo pincel de la flor de la harina



© Todos los derechos reservados Buscapalabra.com

Ariiba