Buscar Poemas con Subiendo


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Se han encontrado 15 poemas con la palabra subiendo

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Manuel del Cabral

aire durando

-- de Manuel del Cabral --

¿quién ha matado este hombre
que su voz no está enterrada?

hay muertos que van subiendo
cuanto su ataúd más baja...

Este sudor... ¿Por quién muere?
¿por qué cosa muere un pobre?

¿quién ha matado estas manos?
¡no cabe en la muerte un hombre!

hay muertos que van subiendo
cuanto su ataúd más baja...

¿Quién acostó su estatura
que su voz está parada?

hay muertos como raíces
que hundidas... Dan fruto al ala.

¿Quién ha matado estas manos,
este sudor, esta cara?

hay muertos que van subiendo
cuanto más su ataúd baja..

Poema aire durando de Manuel del Cabral con fondo de libro

Alfonsina Storni

A Eros

-- de Alfonsina Storni --

He aquí que te cacé por el pescuezo
a la orilla del mar, mientras movías
las flechas de tu aljaba para herirme
y vi en el suelo tu floreal corona.

Como a un muñeco destripé tu vientre
y examiné sus ruedas engañosas
y muy envuelta en sus poleas de oro
hallé una trampa que decía: sexo.

Sobre la playa, ya un guiñapo triste,
te mostré al sol, buscón de tus hazañas,
ante un corro asustado de sirenas.

Iba subiendo por la cuesta albina
tu madrina de engaños, Doña Luna,
y te arrojé a la boca de las olas.

Poema A Eros de Alfonsina Storni con fondo de libro

Leopoldo Lugones

la cachila

-- de Leopoldo Lugones --

Un gemidito titila.
Por el aire, donde en vilo,
como colgada de un hilo
va subiendo la cachila.

Allá cerca ha hecho su nido,
de la huella que en el barro
deja la mula del carro
al pasar cuando ha llovido.

Y así el pajarillo blando,
entre el riesgo y el estruendo,
vive volando y gimiendo,
muere gimiendo y volando.

Poema la cachila de Leopoldo Lugones con fondo de libro

Lope de Vega

Caiga el hermoso como cedro y palma

-- de Lope de Vega --

Caiga el hermoso como cedro y palma,
caiga el Querub, que fue su nacimiento
con el aurora, y tuvo atrevimiento
donde todo poder se humilla y calma.
Caiga, perdiendo la vitoria y palma,
del monte del excelso Testamento,
y suba la humildad al mismo asiento,
a vos, Francisco humilde, en cuerpo y alma.
Si al crucifijo Serafín divino,
volvéis los rayos, sois espejo claro
tan parecido, cuando en vos se mira,
que ya sois serafín, y al justo vino,
subiendo a ser del que cayó reparo,
ángel no es mucho, mas llagado admira.



Lope de Vega

Don Juan, el hilo de oro de tu intento

-- de Lope de Vega --

Don Juan, el hilo de oro de tu intento
que por el laberinto de esta vida
llevaba el alma a la esperanza asida,
cortole el tiempo y esparciole el viento.

Al alto vuelo estaba el mundo atento
cuando la general fiera homicida,
de envidia armada, de traición vestida,
precipitó del sol tu pensamiento.

Ahora ¿quién habrá que el llanto enfrene
al Duero y a mis ojos, que a su vega
y a mí de dueño eternamente priva?

Conde, quien va subiendo, como tiene
un pie en vacío, si la muerte llega,
¡ay Dios! qué fácilmente le derriba.



Lope de Vega

Salió Faetón y amaneció el Oriente

-- de Lope de Vega --

Salió Faetón y amaneció el Oriente
vertiendo flores, perlas y tesoro,
pasó por alto del mar indio al moro
turbado de su luz resplandeciente.

Las montañas de nubes, al poniente,
iban subiendo, y de la Libra al Toro,
cuando cayó, sembrando el carro de oro,
del Erídano claro en la corriente.

Recibióle llorando la ribera,
de su temeridad castigo justo:
que tan alto subir, tan bajo para.

Pero mísero dél, ¿dónde cayera,
si con freno de fuerza, y no de gusto,
la voluntad de una mujer guiara?



César Vallejo

va corriendo, andando, huyendo

-- de César Vallejo --

Va corriendo, andando, huyendo
de sus pies...
Va con dos nubes en su nube,
sentado apócrifo, en la mano insertos
sus tristes paras, sus entonces fúnebres.
Corre de todo, andando
entre protestas incoloras; huye
subiendo, huye
bajando, huye
a paso de sotana, huye
alzando al mal en brazos,
huye
directamente a sollozar a solas.
Adonde vaya,
lejos de sus fragosos, cáusticos talones,
lejos del aire, lejos de su viaje,
a fin de huir, huir y huir y huir
de sus pies hombre en dos pies, parado
de tánto huir habrá sed de correr.
¡Y ni el árbol, si endosa hierro de oro!
¡y ni el hierro, si cubre su hojarasca!
nada, sino sus pies,
nada sino su breve calofrío,
sus paras vivos, sus entonces vivos...



Ernesto Cardenal

epigrama VII

-- de Ernesto Cardenal --

Las pesadas
gotas parecen
subiendo
la grada
y el viento golpeando
la puerta
una mujer
que va a entrar.



Pablo Neruda

soneto xxxvi cien sonetos de amor (1959) mediodía

-- de Pablo Neruda --

Corazón mío, reina del apio y de la artesa:
pequeña leoparda del hilo y la cebolla:
me gusta ver brillar tu imperio diminuto,
las armas de la cera, del vino, del aceite,
del ajo, de la tierra por tus manos abierta
de la sustancia azul encendida en tus manos,
de la transmigración del sueño a la ensalada,
del reptil enrollado en la manguera.
Tú con tu podadora levantando el perfume,
tú, con la dirección del jabón en la espuma,
tú, subiendo mis locas escalas y escaleras,
tú, manejando el síntoma de mi caligrafía
y encontrando en la arena del cuaderno
las letras extraviadas que buscaban tu boca.



Gutierre de Cetina

amor mueve mis alas, y tan alto

-- de Gutierre de Cetina --

Amor mueve mis alas, y tan alto
las lleva el amoroso pensamiento,
que de hora en hora así subiendo siento
quedar mi padescer más corto y falto.
Temo tal vez mientra mi vuelo exalto,
mas llega luego a mí el conoscimiento
y pruébase que es poco en tal tormento
por inmortal honor un mortal salto.
Que si otro puso al mar perpetuo nombre
do el soberbio valor le dio la muerte,
presumiendo de sí más que podía,
de mí dirán: «aquí fue muerto un hombre
que si al cielo llegar negó su suerte,
la vida le faltó, no la osadía.»



Vicente Wenceslao Querol

Golondrina de otoño

-- de Vicente Wenceslao Querol --

Del norte huyendo las glaciales brumas,
de África busca el prolongado estío,
y rauda pasa, las azules plumas
rozando leve en el cristal del río.

Si atrás pudiera yo, corazón mío,
dejar así el dolor con que me abrumas,
el nido huyendo de mi hogar vacío,
surcara, oh mar, tus pérfidas espumas.

Pero ella ve el turbión que se avecina
y va a otros climas de apacible calma,
porque remonta hasta el cenit su vuelo.

Yo imitaré a esa pobre golondrina
y hallaré la perdida paz del alma
subiendo en alas de la fe hasta el cielo.



Antonio Machado

Canción

-- de Antonio Machado --

Ya va subiendo la luna
sobre el naranjal.
Luce Venus como una
pajarita de cristal.
Ámbar y berilo,
tras de la sierra lejana,
el cielo, y de porcelana
morada en el mar tranquilo.
Ya es de noche en el jardín
—¡el agua en sus atanores!—
y sólo huele a jazmín,
ruiseñor de los olores.
¡Cómo parece dormida
la guerra, de mar a mar,
mientras Valencia florida
se bebe el Guadalaviar!
Valencia de finas torres
y suaves noches, Valencia,
¿estaré contigo,
cuando mirarte no pueda,
donde crece la arena del campo
y se aleja la mar de violeta?



Antonio Machado

Caminos

-- de Antonio Machado --

De la ciudad moruna
tras las murallas viejas,
yo contemplo la tarde silenciosa,
a solas con mi sombra y con mi pena.
El río va corriendo,
entre sombrías huertas
y grises olivares,
por los alegres campos de Baeza.
Tienen las vides pámpanos dorados
sobre las rojas cepas.
Guadalquivir, como un alfanje roto
y disperso, reluce y espejea.
Lejos, los montes duermen
envueltos en la niebla,
niebla de otoño, maternal; descansan
las rudas moles de su ser de piedra
en esta tibia tarde de noviembre,
tarde piadosa, cárdena y violeta.
El viento ha sacudido
los mustios olmos de la carretera,
levantando en rosados torbellinos
el polvo de la tierra.
La luna está subiendo
amoratada, jadeante y llena.
Los caminitos blancos
se cruzan y se alejan,
buscando los dispersos caseríos
del valle y de la sierra.
Caminos de los campos...
¡Ay, ya no puedo caminar con ella!



Rosalía de Castro

Los unos altísimos

-- de Rosalía de Castro --

Los unos altísimos,
Los otros menores,
Con su eterno verdor y frescura,
Que inspira a las almas
Agrestes canciones,
Mientras gime al rozar con las aguas
La brisa marina, de aromas salobres,
Van en ondas subiendo hacia el cielo
Los pinos del monte.

De la altura la bruma desciende
Y envuelve las copas
Perfumadas, sonoras y altivas
De aquellos gigantes
Que el Castro coronan;
Brilla en tanto a sus pies el arroyo
Que alumbra risueña
La luz de la aurora,
Y los cuervos sacuden sus alas,
Lanzando graznidos
Y huyendo la sombra.



Meira Delmar

soneto en el amor

-- de Meira Delmar --

Estoy, amor, en ti y en el dorado
desvelo de tu clima deleitoso,
con el ardido corazón gozoso
de su vivo tormento enamorado.
Y te nombro mi día iluminado.
Y te digo mi tiempo jubiloso.
Alto mar de hermosura sin reposo
a la cima del sueño levantado.
Estoy, amor, en ti. Bajo tu cielo
lejanamente mío, crece el duelo
y crece la sonrisa, dulcemente.
Y el canto va subiendo, sostenido
por tu mano, azahar desvanecido,
a la orilla del alba transparente.
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