Buscar Poemas con Sonríen


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Se han encontrado 12 poemas con la palabra sonríen

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César Vallejo

todos sonríen del desgaire con que voyme a fondo

-- de César Vallejo --

lxx
todos sonríen del desgaire con que voyme a fondo,
celular de comer bien y bien beber.
Los soles andan sin yantar? o hay quien
les da granos como a pajarillos? francamente,
yo no sé de esto casi nada.
Oh piedra, almohada bienfaciente al fin. Amémonos los vivos alos vivos, que a las buenas cosas muertas será después. Cuánto tenemos que quererlas
y estrecharlas, cuánto. Amemos las actualidades, que
siempre no estaremos como estamos.
Que interinos barrancos no hay en los esenciales cementerios.
El porteo va en el alfar, a pico. La jornada nos da en el cogollo, con su docena de escaleras, escaladas, en horizontizante frustración de pies, por pávidas sandaliasvacantes.
Y temblamos avanzar el paso, que no sabemos si damos con el péndulo, o ya lo hemos cruzado.

Poema todos sonríen del desgaire con que voyme a fondo de César Vallejo con fondo de libro

Luis Cernuda

he venido para ver

-- de Luis Cernuda --

He venido para ver
he venido para ver semblantes
amables como viejas escobas,
he venido para ver las sombras
que desde lejos me sonríen.
He venido para ver los muros
en el suelo o en pie indistintamente,
he venido para ver las cosas,
las cosas soñolientas por aquí.
He venido para ver los mares
dormidos en cestillo italiano,
he venido para ver las puertas,
el trabajo, los tejados, las virtudes
de color amarillo ya caduco.
He venido para ver la muerte
y su graciosa red de cazar mariposas,
he venido para esperarte
con los brazos un tanto en el aire,
he venido no sé por qué;
un día abrí los ojos: he venido.
Por ello quiero saludar sin insistencia
a tantas cosas más que amables:
los amigos de color celeste,
los días de color variable,
la libertad del color de mis ojos;
los niñitos de seda tan clara,
los entierros aburridos como piedras,
la seguridad, ese insecto
que anida en los volantes de la luz.
Adiós, dulces amantes invisibles,
siento no haber dormido en vuestros brazos.
Vine por esos besos solamente;
guardad los labios por si vuelvo.

Poema he venido para ver de Luis Cernuda con fondo de libro

Luis Cernuda

los marineros son las alas del amor

-- de Luis Cernuda --

Los marineros son las alas del amor,
son los espejos del amor,
el mar les acompaña,
y sus ojos son rubios lo mismo que el amor
rubio es también, igual que son sus ojos.
La alegría vivaz que vierten en las venas
rubia es también,
idéntica a la piel que asoman;
no les dejéis marchar porque sonríen
como la libertad sonríe,
luz cegadora erguida sobre el mar.
Si un marinero es mar,
rubio mar amoroso cuya presencia es cántico,
no quiero la ciudad hecha de sueños grises;
quiero sólo ir al mar donde me anegue,
barca sin norte,
cuerpo sin norte hundirme en su luz rubia.

Poema los marineros son las alas del amor de Luis Cernuda con fondo de libro

Líber Falco

Parábola (Líber Falco)

-- de Líber Falco --

Es de noche y la ciudad dormida,
duerme.
Y el mar espera.
Y la noche espera.
Y en el cielo una sola estrella
sola espera.
Zumba de pronto un tranvía.
Zumba que zumba en la vía.
Sube la cuesta de una calle
se balancea, zumba, cabecea
y cae
y sube
ya fuera de la vía, sube
un tranvía.
..............................
En la línea del mar,
donde el mar es mar y es cielo,
en una isla, en la línea más alta del mar,
un guarda y un motorman se abrazan,
se restregan las manos
se suben a los árboles
se miran y sonríen.
... En una isla
en la línea más alta del mar.

Uno dice:
"Qué bellas naranjas color de oro".
Y el otro alborozado:
—El oro es un color ahora, camarada.
El sol también es Sol
y el agua, agua.
Un color más tiene la vida ahora.
Y nosotros más vida
y menos muerte.



César Vallejo

Trilce: LXX

-- de César Vallejo --

Todos sonríen del desgaire con que voyme a fondo, celular de comer
bien y bien beber.

Los soles andan sin yantar? O hay quien
les da granos como a pajarillos? Francamente,
yo no sé de esto casi nada.

Oh piedra, almohada bienfaciente al fin. Amémonos os vivos a los
vivos, que a las buenas cosas muertas será después. Cuánto tenemos que
quererlas
y estrecharlas, cuánto. Amemos las actualidades, que siempre no
estaremos como estamos.
Que interinos Barrancos no hay en los esenciales cementerios.

El porteo va en el alfar, a pico. La jornada nos da en el cogollo, con su
docena de escaleras, escala das, en horizontizante frustración de pies,
por pávidas sandalias vacantes.

Y temblamos avanzar el paso, que no sabemos si damos con el
péndulo, o ya lo hemos cruzado.



Rafael Obligado

laetitia

-- de Rafael Obligado --

Con tu sonrisa embelleces
y haces tus quince lucir;
te lo habrán dicho mil veces:
blanco pimpollo pareces
que comienza a entreabrir.

Sobre tu seno palpitan
no sé qué lumbres dudosas;
cuando tus formas se agitan,
a respirarlas incitan
como un manojo de rosas.

En tu infantil hermosura,
llena de vivos sonrojos,
hay tal hechizo y frescura,
que hasta la luz es más pura
en el cristal de tus ojos.

Cuando caminas, tu traje
hace susurro de espumas;
y, por rendirte homenaje,
de tu sombrero en las plumas
canta la brisa salvaje.

Los que te miran pasar
con esa audacia triunfante
y esa sonrisa sin par,
juran, al ver tu semblante,
que tú no sabes llorar.

Juran verdad. ¡Pues mejor!
¡fuera pesares y engaños,
y no contraiga el dolor
esos dos labios en flor
donde sonríen quince años!



Gustavo Adolfo Bécquer

rima xvii

-- de Gustavo Adolfo Bécquer --

Hoy la tierra y los cielos me sonríen;
hoy llega al fondo de mi alma el sol;
hoy la he visto.., La he visto y me ha mirado...
¡Hoy creo en Dios!



Antonio Machado

Sobre la tierra amarga

-- de Antonio Machado --

Sobre la tierra amarga,
caminos tiene el sueño
laberínticos, sendas tortuosas,
parques en flor y en sombra y en silencio;
criptas hondas, escalas sobre estrellas;
retablos de esperanzas y recuerdos.
Figurillas que pasan y sonríen
—juguetes melancólicos de viejo—;
imágenes amigas,
a la vuelta florida del sendero,
y quimeras rosadas
que hacen camino... Lejos...



Rosalía de Castro

Era la última noche

-- de Rosalía de Castro --

I

Era la última noche,
La noche de las tristes despedidas,
Y apenas si una lágrima empañaba
Sus serenas pupilas.
Como el criado que deja
Al amo que le hostiga,
Arreglando su hatillo, murmuraba
Casi con la emoción de la alegría:

— ¡Llorar! ¿Por qué? Fortuna es que podamos
Abandonar nuestras humildes tierras;
El duro pan que nos negó la patria,
Por más que los extraños nos maltraten,
No ha de faltarnos en la patria ajena.

Y los hijos contentos se sonríen,
Y la esposa, aunque triste, se consuela
Con la firme esperanza
De que el que parte ha de volver por ella.
Pensar que han de partir, ese es el sueño
Que da fuerza en su angustia a los que quedan;



Medardo Ángel Silva

La muerte enmascarada

-- de Medardo Ángel Silva --

Silenciosa y eternamente va a nuestro lado,
con paso sin rumor, enigmático y ledo,
grávido de misterios el rostro enmascarado,
seguido del horror, la tiniebla y el miedo.

Pasan las horas dulces en cortejo rosado,
y sonríen. Yo intento sonreír... Y no puedo,
porque, al saberme siempre por ella acompañado,
como quien ve un abismo súbitamente quedo.

Cuando pueblan la estancia las horribles visiones
que hace la neurastenia surgir en los rincones,
entre los cortinajes de azul desconocido,

¡ay, apagad las luces y velad los espejos!
Temo ver en sus lunas de borrosos reflejos,
junto a la Enmascarada, mi faz de aparecido.



Federico García Lorca

Canción del mariquita

-- de Federico García Lorca --

El mariquita se peina
en su peinador de seda.

Los vecinos se sonríen
en sus ventanas postreras.

El mariquita organiza
los bucles de su cabeza.

Por los patios gritan loros,
surtidores y planetas.

El mariquita se adorna
con un jazmín sinvergüenza.

La tarde se pone extraña
de peines y enredaderas.

El escándalo temblaba
rayado como una cebra.

¡Los mariquitas del Sur,
cantan en las azoteas!



Rosario Castellanos

agonía fuera del muro

-- de Rosario Castellanos --

Miro las herramientas,
el mundo que los hombres hacen, donde se afanan,
sudan, paren , cohabitan.

El cuerpo de los hombres prensado por los días,
su noche de ronquido y de zarpazo
y las encrucijadas en que se reconocen.

Hay ceguera y el hambre los alumbra
y la necesidad, más dura que metales.

Sin orgullo (¿qué es el orgullo? ¿una vértebra
que todavía la especie no produce?)
los hombres roban, mienten,
como animal de presa olfatean, devoran
y disputan a otro la carroña.

Y cuando bailan, cuando se deslizan
o cuando burlan una ley o cuando
se envilecen, sonríen,
entornan levemente los párpados, contemplan
el vacío que se abre en sus entrañas
y se entregan a un éxtasis vegetal, inhumano.

Yo soy de alguna orilla, de otra parte,
soy de los que no saben ni arrebatar ni dar,
gente a quien compartir es imposible.

No te acerques a mi, hombre que haces el mundo,
déjame, no es preciso que me mates.
Yo soy de los que mueren solos, de los que mueren
de algo peor que vergüenza.
Yo muero de mirarte y no entender.



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