Buscar Poemas con Somos


  ·En el buscador de poemas puedes encontrar entre más de doce mil poemas todos aquellos que contienen las palabras de búsqueda. Los poemas forman parte de la antología poética de los 344 poetas más importantes en lengua Española de todos los tiempo. Puedes elegir entre dos tipos de búsqueda:
  ·Buscar entre todos los poemas los que contienen las palabras de la búsqueda.
  ·Buscar sólo los poemas cortos -aquellos que tienen 8 versos o menos- que coinciden con el criterio de búsqueda.

Se han encontrado 74 poemas con la palabra somos

Si lo prefieres puedes ver sólo los poemas cortos, aquellos que tienen ocho versos o menos aquí

Jorge Luis Borges

son los ríos

-- de Jorge Luis Borges --

Somos el tiempo. Somos la famosa
parábola de heráclito el oscuro.
Somos el agua, no el diamante duro,
la que se pierde, no la que reposa.
Somos el río y somos aquel griego
que se mira en el río. Su reflejo
cambia en el agua del cambiante espejo,
en el cristal que cambia como el fuego.
Somos el vano río prefijado,
rumbo a su mar. La sombra lo ha cercado.
Todo nos dijo adiós, todo se aleja.
La memoria no acuña su moneda.
Y sin embargo hay algo que se queda
y sin embargo hay algo que se queja.

Poema son los ríos de Jorge Luis Borges con fondo de libro

Mario Benedetti

te quiero

-- de Mario Benedetti --

Tus manos son mi caricia
mis acordes cotidianos
te quiero porque tus manos
trabajan por la justicia
si te quiero es porque sos
mi amor mi cómplice y todo
y en la calle codo a codo
somos mucho más que dos
tus ojos son mi conjuro
contra la mala jornada
te quiero por tu mirada
que mira y siembra futuro
tu boca que es tuya y mía
tu boca no se equivoca
te quiero porque tu boca
sabe gritar rebeldía
si te quiero es porque sos
mi amor mi cómplice y todo
y en la calle codo a codo
somos mucho más que dos
y por tu rostro sincero
y tu paso vagabundo
y tu llanto por el mundo
porque sos pueblo te quiero
y porque amor no es aureola
ni cándida moraleja
y porque somos pareja
que sabe que no está sola
te quiero en mi paraíso
es decir que en mi país
la gente viva feliz
aunque no tenga permiso
si te quiero es porque sos
mi amor mi cómplice y todo
y en la calle codo a codo
somos mucho más que dos.

Poema te quiero de Mario Benedetti con fondo de libro

Jorge Luis Borges

elegía de un parque

-- de Jorge Luis Borges --

Se perdió el laberinto. Se perdieron
todos los eucaliptos ordenados,
los toldos del verano y la vigilia
del incesante espejo, repitiendo
cada expresión de cada rostro humano,
cada fugacidad. El detenido
reloj, la entretejida madreselva,
la glorieta, las frívolas estatuas,
el otro lado de la tarde, el trino,
el mirador y el ocio de la fuente
son cosas del pasado. ¿Del pasado?
si no hubo un principio ni habrá un término,
si nos aguarda una infinita suma
de blancos días y de negras noches,
ya somos el pasado que seremos.
Somos el tiempo, el río indivisible,
somos uxmal, cartago y la borrada
muralla del romano y el perdido
parque que conmemoran estos versos.

Poema elegía de un parque de Jorge Luis Borges con fondo de libro

Lope de Vega

—¿quién llora aquí —tres somos. quita el manto

-- de Lope de Vega --

A la muerte del duque de pastrana
soneto 100
—¿quién llora aquí? —tres somos, quita el manto.
—La muerte soy. —¿La muerte? pues ¿tú lloras?
—sí, qué conté de sus fatales horas
a un césar español término tanto.
—¿Y tú, robusto? —marte soy. —¿Con llanto
el resplandor del claro arnés desdoras?
—perdí por otras manos vencedoras
yo luz, españa sol, flandes espanto.
—Y tú, niño, ¿quién eres? —antes era
amor, pero murió mi nombre y llama,
muerto el más bello que la fama escribe.
—Muerte, amor, marte, no lloréis que muera
don rodrigo de silva: que la fama
de su valor eternamente vive



Lope de Vega

—¿Quién llora aquí? —Tres somos. Quita el manto

-- de Lope de Vega --

—¿Quién llora aquí? —Tres somos, Quita el manto.
—La Muerte soy. —¿La Muerte? Pues ¿tú lloras?
—Sí, qué conté de sus fatales horas
a un César español término tanto.

—¿Y tú, robusto? —Marte soy. —¿Con llanto
el resplandor del claro arnés desdoras?
—Perdí por otras manos vencedoras
yo luz, España sol, Flandes espanto.

—Y tú, niño, ¿quién eres? —Antes era
Amor, pero murió mi nombre y llama,
muerto el más bello que la fama escribe.

—Muerte, Amor, Marte, no lloréis que muera
don Rodrigo de Silva: que la fama
de su valor eternamente vive



Jorge Luis Borges

el hacedor

-- de Jorge Luis Borges --

Somos el río que invocaste, heráclito.
Somos el tiempo. Su intangible curso
acarrea leones y montañas,
llorado amor, ceniza del deleite,
insidiosa esperanza interminable,
vastos nombres de imperios que son polvo,
hexámetros del griego y del romano,
lóbrego un mar bajo el poder del alba,
el sueño, ese pregusto de la muerte,
las armas y el guerrero, monumentos,
las dos caras de jano que se ignoran,
los laberintos de marfil que urden
las piezas de ajedrez en el tablero,
la roja mano de macbeth que puede
ensangrentar los mares, la secreta
labor de los relojes en la sombra,
un incesante espejo que se mira
en otro espejo y nadie para verlos,
láminas en acero, letra gótica,
una barra de azufre en un armario,
pesadas campanadas del insomnio,
auroras, ponientes y crepúsculos,
ecos, resaca, arena, liquen, sueños.
Otra cosa no soy que esas imágenes
que baraja el azar y nombra el tedio.
Con ellas, aunque ciego y quebrantado,
he de labrar el verso incorruptible
y (es mi deber) salvarme.



Jorge Luis Borges

edipo y el enigma

-- de Jorge Luis Borges --

Cuadrúpedo en la aurora, alto en el día
y con tres pies errando por en vano
ámbito de la tarde, así veía
la eterna esfinge a su inconstante hermano,
el hombre, y con la tarde un hombre vino
que descifró aterrado en el espejo
de la monstruosa imagen, el reflejo
de su declinación y su destino.
Somos edipo y de un eterno modo
la larga y triple bestia somos, todo
lo que seremos y lo que hemos sido.
Nos aniquilaría ver la ingente
forma de nuestro ser; piadosamente
dios nos depara sucesión y olvido.



Emilio Bobadilla

Combatiente empedernido

-- de Emilio Bobadilla --

Somos de pulpa y hueso, componentes bien frágiles,
y en atómico polvo al fin nos convertimos:
somos como los tigres, carnívoros y ágiles,
y nos vencen a ratos el amor y los mimos.

Y el hombre contra el hombre, su hermano, inventa medios
de destrucción: cañones, dinamita, fusiles...
Con que pone a su vida y su riqueza asedios,
a rendirse obligándole en condiciones viles.

Los placeres olvida; lo que su ingenio un día
creó de grande y noble, destruye convulsivo
en sus horas frenéticas de fiebre y anarquía.

¡Y su carne resiste sangrando y no se abate
y hasta en el mismo campo —su odio siempre vivo—
le sorprenden los siglos en el mismo combate!



Octavio Paz

la llama, el habla

-- de Octavio Paz --

En un poema leo:
conversar es divino.
Pero los diosa no hablan:
hacen, deshacen mundos
mientras los hombres hablan.
Los dioses, sin palabras,
juegan juegos terribles.
El espíritu baja
y desata las lenguas
pero no habla palabras:
habla lumbre. El lenguaje,
por el dios encendido,
es una profecía
de llamas y una torre
de humo y un desplome
de sílabas quemadas:
ceniza sin sentido.
La palabra del hombre
es hija de la muerte.
Hablamos porque somos
mortales: las palabras
no son signos, son años.
Al decir lo que dicen
los nombres que decimos
dicen tiempo: nos dicen.
Somos nombres del tiempo.
Mudos, también los muertos
pronuncian las palabras
que decimos los vivos.
El lenguaje es la casa
de todos en el flanco
del abismo colgada.
Conversar es humano.



Octavio Paz

conversar

-- de Octavio Paz --

En un poema leo:
conversar es divino.
Pero los diosa no hablan:
hacen, deshacen mundos
mientras los hombres hablan.
Los dioses, sin palabras,
juegan juegos terribles.
El espíritu baja
y desata las lenguas
pero no habla palabras:
habla lumbre. El lenguaje,
por el dios encendido,
es una profecía
de llamas y una torre
de humo y un desplome
de sílabas quemadas:
ceniza sin sentido.
La palabra del hombre
es hija de la muerte.
Hablamos porque somos
mortales: las palabras
no son signos, son años.
Al decir lo que dicen
los nombres que decimos
dicen tiempo: nos dicen.
Somos nombres del tiempo.
Conversar es humano.



Gabriel Celaya

la vida es tan sencilla...

-- de Gabriel Celaya --

La vida es tan sencilla...
La vida es tan sencilla que se explica por sí misma,
se basta a sí misma.
¡Mira! todo está hecho. Todo está ya dado.
Nos basta aceptar
o quizá somos humanos alabar
y cantar
a lo que nos maquina sin dejarse pensar.
Todo está aquí. ¿No lo ves?
no hay razón ni más allá.
¡Somos felices! vivimos los instantes explosivos
de alegría o de dolor, de rabia o de amor,
y si no
es que estamos distraídos, aburridos.
No hay nada que esperar. No hay nada que temer.
También la muerte
llegará cuando nos sea fielmente necesaria
y la recibiremos con verdadera ansia.
Desde que nacimos
nos estamos preparando para que nos consuma.



Nicolás Guillén

no sé por qué piensas tú

-- de Nicolás Guillén --

No sé por qué piensas tú,
soldado, que te odio yo,
si somos la misma cosa
yo,
tú.
Tú eres pobre, lo soy yo;
soy de abajo, lo eres tú;
¿de dónde has sacado tú,
soldado, que te odio yo?
me duele que a veces tú
te olvides de quién soy yo;
caramba, si yo soy tú,
lo mismo que tú eres yo.
Pero no por eso yo
he de malquererte, tú;
si somos la misma cosa,
yo,
tú,
no sé por qué piensas tú,
soldado, que te odio yo.
Ya nos veremos yo y tú,
juntos en la misma calle,
hombro con hombro, tú y yo,
sin odios ni yo ni tú,
pero sabiendo tú y yo,
a dónde vamos yo y tú...
¡No sé por qué piensas tú,
soldado, que te odio yo!



Blanca Andreu

vendrá sin las estrellas lácteas

-- de Blanca Andreu --

Vendrá la muerte y tendrá tus ojos.
C. Pavese
vendrá sin las estrellas lácteas
y sin tiranosaurios de luz,
maroma umbilical para niños marítimos
que se ahorcaron con algas y cabellos oceánicos
huyendo en hipocampos de sueño de aquel parto, en la columna vertical mayor,
entre jarcias y vértebras.
Pues somos una saga.
Oleaje escarlata en delito, y cimas de cianuro,
y golpes de cerezo.
Pues somos, en mi cuerpo, una saga con luna abdicante,
que recuerda colegios, mapas del mundo en otoño,
complicadísimas hidrólisis,
pero nunca marfil y mediodía.
Colegio: niña que bebía los pomelos
directamente en labios de la noche,
que juraba acostarse con el miedo en la cama de nadie,
que juraba que el miedo
la había violado hasta doscientos hijos.
Amor, la niña rusa
que comulgaba reno asado
y bebía liquen.
Amor, la niña rusa que leía tom wolfe.



Alejandro Tapia y Rivera

Himno-salve a la Virgen de la Providencia

-- de Alejandro Tapia y Rivera --

CORO
Dios te saluda, oh María:
trajiste a la tierra amor
y el hombre en su desamparo
«Providencia» te llamó.

Llena estás de eterna gracia,
flor preciosa
y amorosa
que el eterno cultivó;
y cuando a la tierra fuiste
enviada,
perfumada
para siempre ella quedó.

El Señor está contigo:
su clemencia
y alta esencia
te dio, virgen inmortal;
bendita entre las mujeres,
la más bella,
cual estrella
luz y norte celestial.

Y bendito ha sido el fruto
venturoso
que amoroso
al mundo anunció Gabriel,
pues con su sangre querida
y su cruz y
su luz
nos redimió de Luzbel.

Si los ángeles te cantan
melodías,
que alegrías
dan a tu egregia mansión;
ángeles somos nosotros
por ti amados,
¡desterrados!...
Danos pues tu bendición.



Alfonso Reyes

apenas

-- de Alfonso Reyes --

A veces, hecho de nada,
sube un efluvio del suelo.
De repente, a la callada,
suspira de aroma el cedro.
Como somos la delgada
disolución de un secreto,
a poco que cede el alma
desborda la fuente de un sueño.
¡Mísera cosa la vaga
razón cuando, en el silencio,
una como resolana
me baja, de tu recuerdo!



Leandro Fernández de Moratín

Por nada, como ves

-- de Leandro Fernández de Moratín --

-Siete duros al mes de peluquero;
para calzarme, nueve; las criadas
-que necesito dos- no están pagadas
si no les doy cien reales en dinero.

Diez duros al bribón de mi casero;
telas, plumas, caireles, arracadas,
blondas, medias, hechuras y puntadas
de madama Burlet y del platero...

Noventa duros, poco más. -Noventa,
diez, siete, nueve, cinco... ¡Y la comida!
-¿No la quiere pagar, y somos cuatro?

-¿Y esto en un mes? -Si a usted no le contenta...
-Sí, calla. Bien. ¡Hermosa de mi vida!...
¡Ay del que tiene amor en el teatro!



Lope de Vega

Peniso amigo, codiciar mi muerte

-- de Lope de Vega --

Peniso amigo, codiciar mi muerte,
y ofrecer que, a mis honras funerales,
harás una oración como otras tales
de que tu ingenio, acción y voz me advierte,

es amistad que yo quisiera hacerte.
Todos para morir somos iguales,
que por la condición de ser mortales
también te puede a ti tocar la suerte.

No tomo la palabra, aunque me arguyas
de ingrato a los favores que me hacías,
que cuando eternidades constituyas,

mejor es que yo escriba en tales días
sonetos tristes a la honras tuyas,
que no que tú prediques a las mías.



Luis Rosales

canción de la nieve que unifica al mundo

-- de Luis Rosales --

Somos hombres, señor, y lo viviente
ya no puede servirnos de semilla;
entre un mar y otro mar no existe orilla;
la misma voz con que te canto miente.
La culpa es culpa y oscurece el bien;
sólo queda la nieve blanca y fría,
y andar, andar, andar hasta que un día
lleguemos, sin saberlo, hasta belén.
La nieve borra los caminos; ella
nos llevará hacia ti que nunca duermes;
su luz alumbrará los pies inermes,
su resplandor nos servirá de estrella.
Llegaremos de noche, y el helor
de nuestra propia sangre te daremos.
Éste es nuestro regalo: no tenemos
más que dolor, dolor, dolor, dolor.



Manuel del Cabral

hombre y perro

-- de Manuel del Cabral --

Hombre que vas con tu perro:
con tu guardián.

Cuida mi voz, como el perro
cuida tu pan.

Perro que vas con un hombre
que amigo tuyo no es...
Acércate un poco al pobre,
huélelo bien.

Fíjate que tengo boca,
fíjate en mí.

Mira que soy hombre, pero ..,
Con estas manos vacías
cómo me parezco a ti.

Perro que vas con tu amo,
fíjate bien:
que al hablar contigo, hablo
conmigo mismo... ¿No ves
que tan cerca del patrón,
no somos tres,
sino dos...?

Hombre que vas con tu perro:
tu servidor.

¡Qué grueso que está tu perro,
y qué flaco que estoy yo!
¡estoy flaco porque tengo
gorda la voz!



Jacinto de Salas y Quiroga

La indiferente (Salas y Quiroga)

-- de Jacinto de Salas y Quiroga --

La indiferente y bella Flora
del amor ciego se burlaba,
sin experiencia a toda hora
la pobrecilla así cantaba:
«No temo, amor, tu poderío,
a pesar de toda tu saña,
libre seré de tu albedrío;
tu buena cara no me engaña».

«Me lo han dicho mis compañeras,
los hombres son muy inconstantes;
si con ellos somos severas
suelen mostrarse muy amantes;
si nos rendimos, los bribones
nos abandonan cruelmente;
¡ay! Quien se fía de tal gente
merece males a millones».
Pero el amor lo vence todo,
y a su poder se rindió Flora;
pronto, humilde, y de mejor modo
así cantaba a toda hora:
Amor, me rindo... ¡Qué dulzura
sobre mi pecho has esparcido!
¡Por qué tan tarde he conocido
tu dulce imperio y mi locura!



Jaime Sabines

doña luz xvii

-- de Jaime Sabines --

Doña luz xvii
lloverás en el tiempo de lluvia,
harás calor en el verano,
harás frío en el atardecer.
Volverás a morir otras mil veces.
Florecerás cuando todo florezca.
No eres nada, nadie, madre.
De nosotros quedará la misma huella,
la semilla del viento en el agua,
el esqueleto de las hojas en la tierra.
Sobre las rocas, el tatuaje de las sombras,
en el corazón de los árboles la palabra amor.
No somos nada, nadie, madre.
Es inútil vivir
pero es más inútil morir.



Jaime Sabines

he aquí que tú estás sola y que yo estoy solo

-- de Jaime Sabines --

Haces cosas diariamente y piensas
y yo pienso y recuerdo y estoy solo.
A la misma hora nos recordamos algo
y nos sufrimos. Como una droga mía y tuya
somos, y una locura celular nos recorre
y una sangre rebelde y sin cansancio.
Se me va a hacer llagas este cuerpo solo,
se me caerá la carne trozo a trozo.
Esto es lejía y muerte.
El corrosivo estar, el malestar
muriendo es nuestra muerte.
Yo no sé dónde estás. Yo ya he olvidado
quién eres, dónde estás, cómo te llamas.
Yo soy sólo una parte, sólo un brazo,
una mitad apenas, sólo un brazo.
Te recuerdo en mi boca y en mis manos.
Con mi lengua y mis ojos y mis manos
te sé, sabes a amor, a dulce amor, a carne,
a siembra, a flor, hueles a amor, y a mí.
En mis labios te sé, te reconozco,
y giras y eres y miras incansable
y toda tu me suenas
dentro del corazón como mi sangre.
Te digo que estoy solo y que me faltas.
Nos faltamos, amor, y nos morimos
y nada haremos ya sino morirnos.
Esto lo sé, amor, esto sabemos.
Hoy y mañana, así, y cuando estemos
en estos brazos simples y cansados,
me faltarás, amor, nos faltaremos.



Jaime Sabines

adán y eva iv

-- de Jaime Sabines --

Adán y eva iv
ayer estuve observando a los animales y me puse a pensar en ti. Las hembrasson más tersas, más suaves y más dañinas. Antesde entregarse maltratan al macho, o huyen, se defienden. ¿Por qué?te he visto a ti también, como las palomas, enardeciéndotecuando yo estoy tranquilo. ¿Es que tu sangre y la mía seencienden a diferentes horas?
ahora que estás dormida debías responderme. Tu respiraciónes tranquilany tienes el rostro desatado y los labios abiertos. Podríasdecirlo todo sin aflicción, sin risas.
¿Es que somos distintos? ¿no te hicieron, pues, de micostado, no me dueles?
cuando estoy en ti, cuando me hago pequeño y me abrazas y meenvuelves y te cierras como la flor con el insecto, sé algo, sabemosalgo. La hembra es siempre más grande, de algún modo.
Nosotros nos salvamos de la muerte. ¿Por qué? todas lasnoches nos salvamos. Quedamos juntos, en nuestros brazos, y yo empiezoa crecer como el día.
Algo he de andar buscando en ti, algo mío que tú eresy que no has de darme nunca.
¿Por qué nos separaron? me haces falta para andar, paraver, como un tercer ojo, como otro pie que sólo yo sé quetuve.



Jaime Sabines

tlaltelolco - dentro de la revolución

-- de Jaime Sabines --

Dentro de la revolución.
El gobierno apadrina a los héroes.
El peso mexicano está firme
y el desarrollo del país es ascendente.
Siguen las tiras cómicas y los bandidos en la televisión.
Hemos demostrado al mundo que somos capaces,
respetuosos, hospitalarios, sensibles
(¡qué olimpiada maravillosa!),
y ahora vamos a seguir con el metro
porque el progreso no puede detenerse.

La mujeres, de rosa,
los hombres, de azul cielo,
desfilan los mexicanos en la unidad gloriosa
que constituye la patria de nuestros sueños.



Jorge Guillén

fuera del mundo

-- de Jorge Guillén --

Fuera del mundo
6
cuanto nosotros somos y tenemos
forma un curso que va a su desenlace:
la pérdida total.
No es un fracaso.
Es el término justo de una historia,
historia sabiamente organizada.
Si naces, morirás. ¿De qué te quejas?
sean los dioses, ellos, inmortales.
Natural que, por fin, decline y me consuma.
Haya muerte serena entre los míos.
Algún día ¿tal vez penosamente?
me moriré, tranquilo, sosegado.
No me despertaré por la mañana
ni por la tarde. ¿Nunca?
¿monstruo sin cuerpo yo?
se cumpla el orden.
No te entristezca el muerto solitario.
En esa soledad no está, no existe.
Nadie en los cementerios.
¡Qué solas se quedan las tumbas!



Jorge Luis Borges

al espejo

-- de Jorge Luis Borges --

¿por qué persistes, incesante espejo?
¿por qué duplicas, misterioso hermano,
el movimiento de mi mano?
¿por qué en la sombra el súbito reflejo?
eres el otro yo de que habla el griego
y acechas desde siempre. En la tersura
del agua incierta o del cristal que dura
me buscas y es inútil estar ciego.
El hecho de no verte y de saberte
te agrega horror, cosa de magia que osas
multiplicar la cifra de las cosas
que somos y que abarcan nuestra suerte.
Cuando esté muerto, copiarás a otro
y luego a otro, a otro, a otro, a otro



Jorge Luis Borges

al hijo

-- de Jorge Luis Borges --

No soy yo quien te engendra. Son los muertos.
Son mi padre, su padre y sus mayores;
son los que un largo dédalo de amores
trazaron desde adán y los desiertos
de caín y de abel, en una aurora
tan antigua que ya es mitología,
y llegan, sangre y médula, a este día
del porvenir, en que te engendro ahora.
Siento su multitud. Somos nosotros
y, entre nosotros, tú y los venideros
hijos que has de engendrar. Los postrimeros
y los del rojo adán. Soy esos otros,
también. La eternidad está en las cosas
del tiempo, que son formas presurosas.



Jorge Luis Borges

hilario ascasubi (1807 1875)

-- de Jorge Luis Borges --

(1807-1875)
alguna vez hubo una dicha. El hombre
aceptaba el amor y la batalla
con igual regocijo. La canalla
sentimental no había usurpado el nombre
del pueblo. En esa aurora, hoy ultrajada,
vivió ascasubi y se batió, cantando
entre los gauchos de la patria cuando
los llamó una divisa a la patriada.
Fue muchos hombres. Fue el cantor y el coro;
por el río del tiempo fue proteo.
Fue soldado en la azul montevideo
y en california, buscador de oro.
Fue suya la alegría de una espada
en la mañana. Hoy somos noche y nada.



Diego de Torres Villarroel

Engulle el poderoso rica sopa

-- de Diego de Torres Villarroel --

Engulle el poderoso rica sopa
cuando a mí me contenta una zurrapa;
y siendo el mundo dilatado mapa
le parece a su vicio estrecha copa.

Con bordada, sutil y blanda ropa
el barro humano diligente tapa;
y a mí me envuelve miserable capa
y un negro camisón de ruda estopa.

Ostenta a todos la gotosa tripa
y puede ser el que mejor me sepa
a mí la sucia bota que a él su pipa.

De la humana miseria huyendo trepa;
pero, por más que puja, anda y ahipa,
todos somos racimos de una cepa.



Diego Hurtado de Mendoza

Planta enemiga al mundo, y aun al cielo

-- de Diego Hurtado de Mendoza --

Planta enemiga al mundo, y aun al cielo,
Que nos encubres tanta hermosura,
Véate yo perdida la verdura
Y esparcidas las hojas por el suelo.

Si la escondes movida con buen celo,
Porque no pueda verse tal figura
Sin muerte y conocida sepultura,
Aunque en miralla no falta consuelo.

El ser della vencido es la vitoria,
Y la muerte peor es el no vella;
Mas ya que porque no mueran los vivos

Acuerdas de engañarnos y escondella,
A los que somos muertos y cautivos
¿Por qué quieres quitarnos esta gloria?



Enrique Lihn

kafka

-- de Enrique Lihn --

Soy sensible a este abismo, me enternece
de otra manera la lectura de kafka:
pruebo, con frialdad, el gusto de la muerte
que nos hace falta algo
junto a lo cual no somos nada
una cámara oscura
que proyecta esta ausencia pavorosa
pruébese lo contrario
con lujo de razones luminosas,
igual el sol parece que cavila
sobre el origen de sus manchas, sí:
en cada cosa hay un fantasma oculto
nuestro trabajo, ¿no es un exorcismo,
una respuesta al desafío oscuro?



Enrique Lihn

nocturno

-- de Enrique Lihn --

Eres la primera que te me paseas por aquí
en mucho tiempo a la redonda:
«víveme, víveme, yo soy inagotable»,
con tu absurda existencia al desnudo:
«has visto tú qué linda soy dímelo chico»
pequeños senos duros rompeolas y el juego de las nalguitas:
«me canso en todo, menos en esto»
y apruebo lo de mulata canela que te dicen, el relajo
ése de «óyeme, enfermona, tú,
que no somos de palo ni de hierros»
vaya, como en cada uno de tus condenadas historias
jálate también aquí una conga del carajo.



Enrique Lihn

familia

-- de Enrique Lihn --

Familia, me declaro culpable, tú
la culpa me empuja a la culpa,
ahora la absolucion misma sería su levadura.
En esta maleta cabe todo el fango del mundo y de sus alrededores,
cualquiera pequeña historia soez,
la idea del pecado original y eso
de ser capado a uña y sin dolor
entre misterios idiotas
lo que es el colmo de la humillación
el sueño, nada de interpretaciones
digo que allí ensayamos, pero groseramente,
el mal del que somos a la luz del día
un juego de sombras contagiosas
no viajo, huyo, mis propios sueños no me dejan dormir
quejándome del insomnio de la vejez tan prematuramente
todo para ocultarle la verdad a mis acreedores
gente sencilla,
que mi negocio es más sucio de lo que parece:
no engaño, atormento. No me mueve el interés personalsino el afán de la bancarrota,
la obsesión de la quiebra, en una palabra el miedo
por el que empieza la barbarie.



Ernesto Cardenal

epigrama XXVIII

-- de Ernesto Cardenal --

Cuando los dorados
corteses florecieron
nosotros dos
estábamos enamorados
todavía
tienen flores
los corteses
y nosotros
ya somos
dos extraños



Octavio Paz

antes del comienzo

-- de Octavio Paz --

Ruidos confusos, claridad incierta
otro día comienza.
Es un cuarto en penumbra
y dos cuerpos tendidos.
En mi frente me pierdo
por un llano sin nadie.
Ya las horas afilan sus navajas.
Pero a mi lado tú respiras;
entrañable y remota
fluyes y no te mueves.
Inaccesible si te pienso,
con los ojos te palpo,
te miro con las manos.
Los sueños nos separan
y la sangre nos junta:
somos un río de latidos.
Bajo tus párpados madura
la semilla del sol.
El mundo
no es real todavía,
el tiempo duda:
sólo es cierto
el calor de tu piel.
En tu respiración escucho
la marea del ser,
la sílaba olvidada del comienzo.



Pablo Neruda

soneto lxix cien sonetos de amor (1959) tarde

-- de Pablo Neruda --

Tal vez no ser es ser sin que tú seas,
sin que vayas cortando el mediodía
como una flor azul, sin que camines
más tarde por la niebla y los ladrillos,
sin esa luz que llevas en la mano
que tal vez otros no verán dorada,
que tal vez nadie supo que crecía
como el origen rojo de la rosa,
sin que seas, en fin, sin que vinieras
brusca, incitante, a conocer mi vida,
ráfaga de rosal, trigo del viento,
y desde entonces soy porque tú eres,
y desde entonces eres, soy y somos,
y por amor seré, serás, seremos.



Pablo Neruda

soneto lxxxii cien sonetos de amor (1959) noche

-- de Pablo Neruda --

Amor mío, al cerrar esta puerta nocturna
te pido, amor, un viaje por oscuro recinto:
cierra tus sueños, entra con tu cielo en mis ojos,
extiéndete en mi sangre como en un ancho río.
Adiós, adiós, cruel claridad que fue cayendo
en el saco de cada día del pasado,
adiós a cada rayo de reloj o naranja,
salud oh sombra, intermitente compañera!
en esta nave o agua o muerte o nueva vida,
una vez más unidos, dormidos, resurrectos,
somos el matrimonio de la noche en la sangre.
No sé quién vive o muere, quién reposa o despierta,
pero es tu corazón el que reparte
en mi pecho los dones de la aurora.



Pablo Neruda

soneto xxiii cien sonetos de amor (1959) mañana

-- de Pablo Neruda --

Fue luz el fuego y pan la luna rencorosa,
el jazmín duplicó su estrellado secreto,
y del terrible amor las suaves manos puras
dieron paz a mis ojos y sol a mis sentidos.
Oh amor, cómo de pronto, de las desgarraduras
hiciste el edificio de la dulce firmeza,
derrotaste las uñas malignas y celosas
y hoy frente al mundo somos como una sola vida.
Así fue, así es y así será hasta cuando,
salvaje y dulce amor, bienamada matilde,
el tiempo nos señale la flor final del día.
Sin ti, sin mí, sin luz ya no seremos:
entonces más allá del la tierra y la sombra
el resplandor de nuestro amor seguirá vivo.



Pablo Neruda

soneto lxviii cien sonetos de amor (1959) tarde

-- de Pablo Neruda --

(mascarón de proa)
la niña de madera no llegó caminando:
allí de pronto estuvo sentada en los ladrillos,
viejas flores del mar cubrían su cabeza,
su mirada tenía tristeza de raíces.
Allí quedó mirando nuestras vidas abiertas,
el ir y ser y andar y volver por la tierra,
el día destiñendo sus pétalos graduales.
Vigilaba sin vernos la niña de madera.
La niña coronada por las antiguas olas,
allí miraba con sus ojos derrotados:
sabía que vivimos en una red remota
de tiempo y agua y olas y sonidos y lluvia,
sin saber si existimos o si somos su sueño.
Ésta es la historia de la muchacha de madera.



Pablo Neruda

soneto xcv cien sonetos de amor (1959) noche

-- de Pablo Neruda --

Quiénes se amaron como nosotros? busquemos
las antiguas cenizas del corazón quemado
y allí que caigan uno por uno nuestros besos
hasta que resucite la flor deshabitada.
Amemos el amor que consumió su fruto
y descendió a la tierra con rostro y poderío:
tú y yo somos la luz que continúa,
su inquebrantable espiga delicada.
Al amor sepultado por tanto tiempo frío,
por nieve y primavera, por olvido y otoño,
acerquemos la luz de una nueva manzana,
de la frescura abierta por una nueva herida,
como el amor antiguo que camina en silencio
por una eternidad de bocas enterradas.



Pablo Neruda

soneto lxxxiv cien sonetos de amor (1959) noche

-- de Pablo Neruda --

Soneto lxxxiv
una vez más, amor, la red del día extingue
trabajos, ruedas, fuegos, estertores, adioses,
y a la noche entregamos el trigo vacilante
que el mediodía obtuvo de la luz y la tierra.
Sólo la luna en medio de su página pura
sostiene las columnas del estuario del cielo,
la habitación adopta la lentitud del oro
y van y van tus manos preparando la noche.
Oh amor, oh noche, oh cúpula cerrada por un río
de impenetrables aguas en la sombra del cielo
que destaca y sumerge sus uvas tempestuosas,
hasta que sólo somos un solo espacio oscuro,
una copa en que cae la ceniza celeste,
una gota en el pulso de un lento y largo río.



Pablo Neruda

el alfarero

-- de Pablo Neruda --

El alfarero
todo tu cuerpo tiene
copa o dulzura destinada a mí
cuando subo la mano
encuentro en cada sitio una paloma
que me buscaba, como
si te hubieran, amor, hecho de arcilla
para mis propias manos de alfarero.
Tus rodillas, tus senos,
tu cintura
faltan en mí como en el hueco
de una tierra sedienta
de la que desprendieron
una forma,
y juntos
somos completos como un solo río,
como una sola arena.



Pablo Neruda

soneto lxxiv cien sonetos de amor (1959) tarde

-- de Pablo Neruda --

Soneto lxxiv
el camino mojado por el agua de agosto
brilla como si fuera cortado en plena luna,
en plena claridad de la manzana,
en mitad de la fruta del otoño.
Neblina, espacio o cielo, la vaga red del día
crece con fríos sueños, sonidos y pescados,
el vapor de las islas combate la comarca,
palpita el mar sobre la luz de chile.
Todo se reconcentra como el metal, se esconden
las hojas, el invierno enmascara su estirpe
y sólo ciegos somos, sin cesar, solamente.
Solamente sujetos al cauce sigiloso
del movimiento, adiós, del viaje, del camino:
adiós, caen las lágrimas de la naturaleza.



Pablo Neruda

la pobreza

-- de Pablo Neruda --

La pobreza
ay no quieres,
te asusta
la pobreza,
no quieres
ir con zapatos rotos al mercado
y volver con el viejo vestido.
Amor, no amamos,
como quieren los ricos,
la miseria. Nosotros
la extirparemos como diente maligno
que hasta ahora ha mordido el corazón del hombre.
Pero no quiero
que la temas.
Si llega por mi culpa a tu morada,
si la pobreza expulsa
tus zapatos dorados,
que no expulse tu risa que es el pan de mi vida.
Si no puedes pagar el alquiler
sal al trabajo con paso orgulloso,
y piensa, amor, que yo te estoy mirando
y somos juntos la mayor riqueza
que jamás se reunió sobre la tierra.



Pedro Salinas

versos 1728 a 1764

-- de Pedro Salinas --

Versos 1728 a 1764
tú no puedes quererme:
estás alta, ¡qué arriba!
y para consolarme
me envías sombras, copias,
retratos, simulacros,
todos tan parecidos
como si fueses tú.
Entre figuraciones
vivo, de ti, sin ti.
Me quieren,
me acompañan. Nos vamos
por los claustros del agua,
por los hielos flotantes,
por la pampa, o a cines
minúsculos y hondos.
Siempre hablando de ti.
Me dicen:
«no somos ella, pero
¡si tú vieras qué iguales!»
tus espectros, qué brazos
largos, qué labios duros
tienen: sí, como tú.
Por fingir que me quieres,
me abrazan y me besan.
Sus voces tiernas dicen
que tú abrazas, que tú
besas así. Yo vivo
de sombras, entre sombras
de carne tibia, bella,
con tus ojos, tu cuerpo,
tus besos, sí, con todo
lo tuyo menos tú.
Con criaturas falsas,
divinas, interpuestas
para que ese gran beso
que no podemos darnos
me lo den, se lo dé.



Gabriela Mistral

ausencia

-- de Gabriela Mistral --

Se va de ti mi cuerpo gota a gota.
Se va mi cara en un óleo sordo;
se van mis manos en azogue suelto;
se van mis pies en dos tiempos de polvo.
¡Se te va todo, se nos va todo!
se va mi voz, que te hacía campana
cerrada a cuanto no somos nosotros.
Se van mis gestos que se devanaban,
en lanzaderas, debajo tus ojos.
Y se te va la mirada que entrega,
cuando te mira, el enebro y el olmo.
Me voy de ti con tus mismos alientos:
como humedad de tu cuerpo evaporo.
Me voy de ti con vigilia y con sueño,
y en tu recuerdo más fiel ya me borro.
Y en tu memoria me vuelvo como esos
que no nacieron ni en llanos ni en sotos.
Sangre sería y me fuese en las palmas
de tu labor, y en tu boca de mosto.
Tu entraña fuese, y sería quemada
en marchas tuyas que nunca más oigo,
¡y en tu pasión que retumba en la noche
como demencia de mares solos!
¡se nos va todo, se nos va todo!



Hernando de Acuña

Pareciéndome flores los abrojos

-- de Hernando de Acuña --

Pareciéndome flores los abrojos,
teniendo por atajo un gran rodeo,
corrí tras la esperanza y el deseo,
dejada la razón por los antojos;

mas la miseria humana y sus enojos
me mostraron en fin mi devaneo
de suerte que, no viendo, ahora veo,
que, yendo a despeñarme, abrí los ojos.

Desde entonces quedé considerando
de cuán débil materia era el cimiento
donde fundé mil pensamientos vanos;

y esfuerza mi flaqueza, procurando
seguir con obras al entendimiento,
mas, señor don Martín, somos humanos.



Idea Vilariño

un huésped

-- de Idea Vilariño --

No sos mío
no estás
en mi vida
a mi lado
no comés en mi mesa
ni reís ni cantás
ni vivís para mí.

Somos ajenos

y yo misma
y mi casa.

Sos un extraño
un huésped
que no busca no quiere
más que una cama
a veces.

Qué puedo hacer
cedértela.

Pero yo vivo sola.



Vicente Huidobro

poemas póstumos 5

-- de Vicente Huidobro --

La noche viene a esperarse en mí
los astros inauguran sus abismos
para vivir fuera de la verde presencia
para tener su encuentro en ojos olvidados
aunque seguros de sus lluvias
como un espacio que va a hacerse nieve
la noche me ha elegido para sí misma
me dice al oído cosas de su agua
y que somos capaces de cualquier crimen
como de la mayor bondad y grandes sacrificios



Marilina Rébora

la arcilla de khayyam

-- de Marilina Rébora --

La arcilla de khayyam
¡cómo insiste khayyam con los muertos! ¡la arcilla!
la arcilla de las ánforas, la arcilla de la copa,
diciendo que allí están, y que, al rozar la orilla,
al beber, nuestros labios, se encuentran con su boca.
Que henchiremos la cámara que otrora ellos llenaran,
yendo a complementar nuestra capa en la tierra
con profetas, sultanes y sabios que pasaran.
(¡Yo sólo pienso en dios, que nuestros ojos cierra!)
¡ah, mi dios! ¡tú, el unico que todo lo dispones!
¿será cierto, tal vez, lo que khayyam arguye
puesto que polvo somos y a polvo volveremos?
pero no convirtamos, en la vida que huye
y en lo perecedero, las solas obsesiones,
sino en el alma eterna y en los goces supremos.



Marilina Rébora

khalil gibrán

-- de Marilina Rébora --

Khalil gibrán
no es suficiente dar, ni dar con alegría;
ni tampoco es bastante dar con renunciamiento;
menos, dar con dolor, un poco cada día,
esperando de otros el reconocimiento.
Y no basta siquiera el dar por ser virtuoso,
aunque el alma egoísta, aleccionada, calle;
hay que dar, simplemente, como el mirto oloroso
que esparce, sin saberlo, su fragancia en el valle.
Más aún: es forzoso merecer ser donante,
que a través de esas manos diga dios lo que piensa
y sonría dichoso detrás de la mirada.
El poeta oriental nos pone por delante
la sola realidad de la íntima conciencia,
testigos, como somos, sin ser dueños de nada.



Mario Benedetti

oda a la pacificación

-- de Mario Benedetti --

No sé hasta dónde irán los pacificadores con su ruido metálico de paz
pero hay ciertos corredores de seguros que ya colocan pólizascontra la pacificación
y hay quienes reclaman la pena del garrote para los que no quieren ser pacificados
cuando los pacificadores apuntan por supuesto tiran a pacificar
y a veces hasta pacifican dos pájaros de un tiro
es claro que siempre hay algún necio que se niega a ser pacificado por la espalda
o algún estúpido que resiste la pacificación a fuego lento
en realidad somos un país tan peculiar
que quien pacifique a los pacificadores un buen pacificador será.



Mario Benedetti

intimidad

-- de Mario Benedetti --

Soñamos juntos
juntos despertamos
el tiempo
mientras tanto
hace o deshace
no le importan
tu sueño
ni mi sueño
somos dóciles
torpes
destructibles
pensamos que no cae
esa gaviota
que hay más allá del fin
hay otra orilla
que la batalla es nuestra
o de ninguno
vivimos juntos
juntos
nos destruimos
pero la destrucción es una broma
un detalle
una ráfaga
un instante
un abrir y cerrarse
de ojos ciegos
ah nuestra intimidad
es tan inmensa
que la muerte la esconde
en su vacío.



Mario Benedetti

la vida ese paréntesis

-- de Mario Benedetti --

Cuando el no ser queda en suspenso
se abre la vida ese paréntesis
con un vagido universal de hambre
somos hambrientos desde el vamos
y lo seremos hasta el vámonos
después de mucho descubrir
y brevemente amar y acostumbrarnos
a la fallida eternidad
la vida se clausura en vida
la vida ese paréntesis
también se cierra incurre
en un vagido universal
el último
y entonces sólo entonces
el no ser sigue para siempre



Mario Benedetti

todo lo contrario

-- de Mario Benedetti --

Martín santomé
colecciono pronósticos
anuncios y matices
y signos
y sospechas
y señales
imagino proyectos de promesas
quisiera no perderme
un solo indicio
ayer
sin ir más lejos
ese ayer que empezó siendo aciago
se convirtió en buen día
a las nueve y catorce
cuando vos
inocente
dijiste así al pasar
que no hallabas factible
la pareja
la pareja de amor
naturalmente
no vacilé un segundo
me aferré a ese dictamen
porque vos y yo somos
la despareja.



Mario Benedetti

vamos juntos

-- de Mario Benedetti --

Con tu puedo y con mi quiero
vamos juntos compañero
compañero te desvela
la misma suerte que a mí
prometiste y prometí
encender esta candela
con tu puedo y con mi quiero
vamos juntos compañero
la muerte mata y escucha
la vida viene después
la unidad que sirve es
la que nos une en la lucha
con tu puedo y con mi quiero
vamos juntos compañero
la historia tañe sonora
su lección como campana
para gozar el mañana
hay que pelear el ahora
con tu puedo y con mi quiero
vamos juntos compañero
ya no somos inocentes
ni en la mala ni en la buena
cada cual en su faena
porque en esto no hay suplentes
con tu puedo y con mi quiero
vamos juntos compañero
algunos cantan victoria
porque el pueblo paga vidas
pero esas muertes queridas
van escribiendo la historia
con tu puedo y con mi quiero
vamos juntos compañero.



Medardo Ángel Silva

El mendigo (Silva)

-- de Medardo Ángel Silva --

¡Oh, angustia de querer expresar lo inefable,
cuando, ave prisionera, una emoción agita
sus alas en la cárcel del verbo miserable,
que no traduce en ritmos su dulzura infinita!

¡Ay, vale más el pájaro cuya garganta trina
su amor y su dolor, que la lengua del hombre,
cuya alma dolorosa lo infinito adivina,
siente la Eternidad... Y no sabe su nombre!

Somos como un mendigo que, teniendo un tesoro
en su alforja, suplica dádivas de la tierra...
¡Una vez que otra cae una moneda de oro
cuyo brillo denuncia lo que la alforja encierra!



Meira Delmar

el árbol en flor

-- de Meira Delmar --

Contra el azul del cielo este cielo tan limpio
que parece lavado por la mano de dios
¡qué bien luce aquel árbol, dulcemente inclinado,
bajo el rosado peso de su ramaje en flor!
apoyada la frente en los cristales blancos
del ventanal, lo miro: y me recuerda, así
todo lleno de flores, mariposas y trinos,
un pequeño poema que él solía decir...
¡Quién sabe qué de cosas le contará la luna
cuando en las noches viene a conversar con él!
muchas veces lo he visto extasiado, escucharla
extrañamente quieto hasta el amanecer...
¡Y ya no va la brisa desnuda por los campos!
él, todas las mañanas, cuando la ve pasar,
una capa muy linda de pétalos de raso
a los hombros le tira, con gentil ademán.
¡Somos hace ya tiempo, los mejores amigos!
y yo, que a nadie digo mi secreto de amor,
he dejado que el alma se me acerque a los labios,
¡y se lo he dado todo al buen árbol en flor!...
!--Img



Nicanor Parra

solo de piano

-- de Nicanor Parra --

Ya que la vida del hombre no es sino una acción a distancia,
un poco de espuma que brilla en el interior de un vaso;
ya que los árboles no son sino muebles que se agitan:
no son sino sillas y mesas en movimiento perpetuo;
ya que nosotros mismos no somos más que seres
(como el dios mismo no es otra cosa que dios)
ya que no hablamos para ser escuchados
sino para que los demás hablen
y el eco es anterior a las voces que lo producen;
ya que ni siquiera tenemos el consuelo de un caos
en el jardín que bosteza y que se llena de aire,
un rompecabezas que es preciso resolver antes de morir
para poder resucitar después tranquilamente
cuando se ha usado en exceso de la mujer;
ya que también existe un cielo en el infierno,
dejad que yo también haga algunas cosas:
yo quiero hacer un ruido con los pies
y quiero que mi alma encuentre su cuerpo.



Nicanor Parra

creo en un + allá

-- de Nicanor Parra --

Donde se cumplen todos los ideales
amistad
igualdad
fraternidad
excepción hecha de la libertad
ésa no se consigue en ninguna parte
somos esclavos x naturaleza



Nicomedes Santa Cruz

la noche

-- de Nicomedes Santa Cruz --

En esas doce horas que somos la espalda del mundo
en aquel diario eclipse
eclipse de pueblos
ecllipse de montes y páramos
eclipse de humanos
eclipse de mar
el negro le tiñe a la tierra mitad de la cara
por más que se ponga luz artificial
negrura de sombra
sombra de negrura
que a nadie le asombra
y a todo perdura
obscura la españa
y claro japón
obscura caracas
y claro cantón
y siempre girando hacia el este
aquí está tiznando
allá está celeste
esa sombra inmensa
esa sombra eterna
que tuvo comienzo al comienzo del comienzo
rotativo eclipse
eclipse total
pide a los humanos un solemne rito
que es horizontal
y cada doce horas que llega me alegro
porque medio mundo se tiñe de negro
y en ello no cabe distingo racial
nicomedes santa cruz (1959)



Juan Gelman

xviii

-- de Juan Gelman --

El viento que entra en la cocina sacude el cartelón con elrostro de alguna
actriz del cine mudo. Mary pickford tal vez. Es bella, sus ojos brillan
suavemente y con la boca construyen una semisonrisa tiernísima,callada
también nosotros, aquí, somos actores mudos. Tenemosbrillos
suaves, ternuras sucias de sangre seca como niños, muchosilencio
alrededor.
La platea prefiere el film sonoro. ¿Quién hizo estapelícula? de
este lado de la pantalla, el nuestro, se oyen muertos soltando vida de
a poquito como un crujir de sueños, los torturados gritan,crepita
gente en la prisión, bajo el estruendo de las botas militares la
injusticia es un rugido infernal. Del otro lado, parece que ven pasar
fantasmas pálidos y ningún piano los anuncia.
Te amo, mary pickford, sé que ahora me amás. Entra elviento y
sacude nuestros amores de papel.
Roma17-5-80



Juan Gelman

madrugada

-- de Juan Gelman --

Jugos del cielo mojan la madrugada de la ciudad violenta.
Ella respira por nosotros.
Somos los que encendimos el amor para que dure,
para que sobreviva a toda soledad.
Hemos quemado el miedo, hemos mirado frente a frente al dolor
antes de merecer esta esperanza.
Hemos abierto las ventanas para darle mil rostros.



Julio Flórez

Humana

-- de Julio Flórez --

Poem

Hermosa y sana, en el pasado estío, murmuraba en mi oído, sin espanto: "Yo quisiera morirme, amado mío; más que el mundo me gusta el camposanto".

Y de fiebre voraz bajo el imperio, moribunda ayer tarde, me decía: "No me dejes llevar al cementerio... Yo no quiero morirme todavía..."

¡Oh, Señor... Y qué frágiles nacimos! ¡Y qué variables somos y seremos! ¡Si la tumba está lejos... La pedimos! ¡Pero si cerca está...No la queremos!



Evaristo Carriego

Hay que cuidarla mucho, hermana, mucho

-- de Evaristo Carriego --

Mañana cumpliremos
quince años de vida en esta casa.
¡Qué horror, hermana, cómo envejecemos,
y cómo pasa el tiempo, cómo pasa!
Llegamos niños y ya somos hombres,
hemos visto pasar muchos inviernos
y tenemos tristezas. Nuestros nombres
no dicen ya diminutivos tiernos,
ingenuos, maternales; ya no hay esa
infantil alegría
de cuando éramos todos a la mesa:
«— ¡Qué abuela cuente, que abuelita cuente
un cuento antes de dormir; que diga
la historia del rey indio...»
Gravemente
la voz querida comenzaba...



Francisco de Aldana

¿Cuál es la causa?

-- de Francisco de Aldana --

—¿Cuál es la causa, mi Damón, que estando
en la lucha de amor juntos, trabados,
con lenguas, brazos, pies y encadenados
cual vid que entre el jazmín se va enredando,

y que el vital aliento ambos tomando
en nuestros labios, de chupar cansados,
en medio a tanto bien somos forzados
llorar y sospirar de cuando en cuando?

—Amor, mi Filis bella, que allá dentro
nuestras almas juntó, quiere en su fragua
los cuerpos ajuntar también, tan fuerte

que no pudiendo, como esponja el agua,
pasar del alma al dulce amado centro,
llora el velo mortal su avara suerte.



Francisco de Quevedo

las tres musas últimas castellanas 69

-- de Francisco de Quevedo --

Si dávidas quebrantan peñas duras,
la de tu sangre nos quebranta y mueve,
que en larga copia de tus venas llueve
fecundo amor en tus entrañas puras.
Aunque sin alma somos criaturas
a quien por alma tu dolor se debe,
viendo que el día pasa oscuro y breve
y que el sol mira en él horas oscuras.
Sobre piedra tu iglesia fabricaste;
tanto el linaje nuestro ennobleciste,
que, dios y hombre, piedra te llamaste.
Pretensión de ser pan nos diferiste;
y si a la tentación se lo negaste,
al sacramento en ti lo concediste.



José Hierro

viento de otoño alegría (1947)

-- de José Hierro --

Hemos visto, ¡alegría!, dar el viento
gloria final a las hojas doradas.
Arder, fundirse el monte en llamaradas
crepusculares, trágico y sangriento.
Gira, asciende, enloquece, pensamiento.
Hoy da el otoño suelta a sus manadas.
¿No sientes a lo lejos sus pisadas?
pasan, dejando el campo amarillento.
Por esto, por sentirnos todavía
música y viento y hojas, ¡alegría!
por el dolor que nos tiene cautivos,
por la sangre que mana de la herida
¡alegría en el nombre de la vida!
somos alegres porque estamos vivos.



Blanca Andreu

di que querías ser caballo esbelto, nombre

-- de Blanca Andreu --

¡eh gritó will la gente corre como
si ya hubiese llegado la tormenta!
¡llegó gritó jim, la tormenta somos
nosotros!
ray bradbury
di que querías ser caballo esbelto, nombre
de algún caballo mítico,
o acaso nombre de tristán, y oscuro.
Dilo, caballo griego, que querías ser estatua desde hace diez mil años,
di sur, y di paloma adelfa blanca,
que habrías querido ser en tales cosas,
morirte en su substancia, ser columna.
Di que demasiadas veces
astrolabios, estrellas, los nervios de los ángeles,
vinieron a hacer música para rilke el poeta,
no para tus rodillas o tu alma de muro.
Mientras la marihuana destila mares verdes,
habla en las recepciones con sus lágrimas verdes,
o le roba a la luz su luz más verde,
te desconoces, te desconoces.



Carlos Pellicer

recinto XII

-- de Carlos Pellicer --

iv
vida,
ten piedad de nuestra inmensa dicha.
De este amor cuya órbita concilia
la estatuaria fugaz de día y noche.
Este amor cuyos juegos son desnudo
espejo reflector de aguas intactas.
Oh, persona sedienta que del brote
de una mirasda suspendiste
el aire del poema,
la música riachuelo que te ciñe
del fino torso a los serenos ojos
para robarse el fuego de tu cuerpo
y entibiar las rodillas del remanso.
Vida,
ten piedad del amor en cuyo orden
somos los capiteles coronados.
Este amor que ascendimos y doblamos
para ocultar lo oculto que ocultamos.
Tenso viso de seda
del horizonte labio de la ausencia,
brilla.
Salgo a mirar el valle y en un monte
pongo los ojos donde tú a esas horas
pasas junto a recuerdos y rocío
entre el mudo clamor de egregias rosas
y los activos brazos del estío.



Clemente Althaus

A media noche en chorrillos

-- de Clemente Althaus --

En hondo sueño reposa
la vasta mortal familia:
yo sólo gimo en vigilia
sempiterna y dolorosa.
Y escucho desde mi lecho
el ronco son con que el mar
no cesa de acompañar
los suspiros de mi pecho.
Somos, oh mar, parecidos:
tú de sonar nunca dejas,
ni yo de exhalar mis quejas
y mis profundos gemidos.



Ramón de Campoamor

Dos libros de memorias

-- de Ramón de Campoamor --

I. LO ESCRITO EN EL LIBRO DE EL

Así se hace uno querer.

¡Cuanto gusto a aquella fatua

con mis posturas de estatua!

Miro... Y mira... Al fin, mujer.

Escribe para hacer ver

que tiene las manos bellas.

¿Se va? Pues sigo sus huellas,

porque prueba su rubor

que ya está muerta de amor.

Esta es como todas ellas.

II. LO ESCRITO EN EL LIBRO DE ELLA

Aquel don Juan de parada

pone, para enternecerme,

los ojos como quien duerme:

cree el muy necio que me agrada.

¡Qué osadía en la mirada!

¡Qué modos tan importunos!

Me voy, me voy; hay algunos

que, amantes dignos de algunas,

creen que todas somos unas

porque ellos todos son unos.



Ramón López Velarde

El campanero

-- de Ramón López Velarde --

Me contó el campanero esta mañana
Que el año viene mal para los trigos.
Que Juan es novio de una prima hermana
Rica y hermosa. Que murió Susana.
El campanero y yo somos amigos.

Me narró amores de sus juventudes
Y con su voz cascada de hombre fuerte,
Al ver pasar los negros ataúdes
Me hizo la narración de mil virtudes
Y hablamos de la vida y de la muerte.

-¿Y su boda, señor? -Cállate, anciano.
-¿Será para el invierno? -Para entonces,
y si vives, aun cuando su mano
me dé la Muerte, campanero hermano,
haz doblar por mi ánima tus bronces.



Roque Dalton García

permiso para lavarme

-- de Roque Dalton García --

Nunca entendí lo que es un laberinto
hasta que cara a cara con mi mismo
perfil hurgara en el espejo matutino
con que me lavo el polvo y me preciso.
Porque así somos más de lo que fuimos
a la orilla del sol alado y fino:
de sangre reja y muro bien vestidos
de moho y vaho y rata amados hijos.



© Todos los derechos reservados Buscapalabra.com

Ariiba