Buscar Poemas con Sombríos


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Se han encontrado 20 poemas con la palabra sombríos

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Alfonsina Storni

Ruego a Prometeo

-- de Alfonsina Storni --

Agrándame tu roca, Prometeo;
entrégala al dentado de la muela
que tritura los astros de la noche
y hazme rodar en ella, encadenada.

Vuelve a encender las furias vengadoras
de Zeus y dame látigo de rayos
contra la boca rota, mas guardando
su ramo de verdad entre los dientes.

Cubre el rostro de Zeus con las gorgonas;
a sus perros azuza y los hocicos
eriza en sus sombríos hipogeos:

He aquí a mi cuerpo como un joven potro
piafante y con la espuma reventada
salpicando las barbas del Olimpo.

Poema Ruego a Prometeo de Alfonsina Storni con fondo de libro

Dolores Veintimilla

Quejas (Veintimilla)

-- de Dolores Veintimilla --

¡Y amarle pude....Al sol de la existencia
Se abría apenas soñadora el alma.....
Perdió mi pobre corazón su calma
Desde el fatal instante en que le hallé.
Sus palabras sonaron en mi oído
Como música blanda y deliciosa;
Subió a mi rostro el tinte de la rosa;
Como la hoja en el árbol vacilé.

Su imagen en el sueño me acosaba
Siempre halagüeña, siempre enamorada:
Mil veces sorprendiste, madre amada,
En mi boca un suspiro abrasador;
Y era él quien arrancaba de mi pecho,
El, la fascinación de mis sentidos;
El, ideal de mis sueños más queridos;
El, mi primero, mi ferviente amor.

Sin él, para mí, el campo placentero
En vez de flores me obsequiaba abrojos:
Sin él eran sombríos a mis ojos
Del sol los rayos en el mes de abril.
Vivía de su vida aprisionada;
Era el centro de mi alma el amor suyo;
Era mi aspiración, era mi orgullo....
¿Por qué tan presto me olvidaba el vil?

Poema Quejas (Veintimilla) de Dolores Veintimilla con fondo de libro

Enrique González Martínez

porque ya mis tristezas...

-- de Enrique González Martínez --

Porque ya mis tristezas son como los matices
sombríos de los cuadros en que la luz fulgura;
porque ya paladeo la gota de la amargura
en el dorado néctar de las horas felices;

porque sé abandonarme, con la santa inconsciencia
de una tabla que flota, sobre el mar de la vida,
y aparté de mis labios la manzana prohibida
con que tentarme quiso el árbol de la ciencia;

porque supe vestirme con el albo ropaje
de mi niñez ingenua, aspirar el salvaje
aroma de los campos, embriagarme de sol,
y mirar como enantes el pájaro y la estrella
(el pájaro que un día me contó su querella;
la estrella que una noche conmigo sonrió),

y porque ya me diste la calma indeficiente,
vida, y el don supremo de la sonrisa franca,
sobre la piedra blanca voy a posar mi frente
y marcaré este día con otra piedra blanca. . .

Poema porque ya mis tristezas... de Enrique González Martínez con fondo de libro

Julián del Casal

en un hospital

-- de Julián del Casal --

Tabernáculo abierto de dolores
que ansía echar el mundo de su seno,
como la nube al estruendoso trueno
que la puebla de lóbregos rumores;
plácenme tus sombríos corredores
con su ambiente impregnado del veneno
que dilatan en su ámbito sereno
los males de tus tristes moradores.
Hoy que el dolor mi juventud agosta
y que mi enfermo espíritu intranquilo
ve su ensueño trocarse en hojarasca,
pienso que tú serás la firme costa
donde podré encontrar seguro asilo
en la hora fatal de la borrasca.



Pablo Neruda

soneto xxviii cien sonetos de amor (1959) mañana

-- de Pablo Neruda --

Soneto xxviii
amor, de grano a grano, de planeta a planeta,
la red del viento con sus países sombríos,
la guerra con sus zapatos de sangre,
o bien el día y la noche de la espiga.
Por donde fuimos, islas o puentes o banderas,
violines del fugaz otoño acribillado,
repitió la alegría los labios de la copa,
el dolor nos detuvo con su lección de llanto.
En todas las repúblicas desarrollaba el viento
su pabellón impune, su glacial cabellera
y luego regresaba la flor a sus trabajos.
Pero en nosotros nunca se calcinó el otoño.
Y en nuestra patria inmóvil germinaba y crecía
el amor con los derechos del rocío.



Pablo Neruda

soneto xxx cien sonetos de amor (1959) mañana

-- de Pablo Neruda --

Tienes del archipiélago las hebras del alerce,
la carne trabajada por los siglos del tiempo,
venas que conocieron el mar de las maderas,
sangre verde caída de cielo a la memoria.
Nadie recogerá mi corazón perdido
entre tantas raíces, en la amarga frescura
del sol multiplicado por la furia del agua,
allí vive la sombra que no viaja conmigo.
Por eso tú saliste del sur como una isla
poblada y coronada por plumas y maderas
y yo sentí el aroma de los bosques errantes,
hallé la miel oscura que conocí en la selva,
y toqué en tus caderas los pétalos sombríos
que nacieron conmigo y construyeron mi alma.



José María Eguren

el andarín de la noche

-- de José María Eguren --

El oscuro andarín de la noche
detiene el pasa junto a la torre,
y al centinela
le anuncia roja, cercana la guerra.

Le dice al viejo de la cabaña
que hay batidores en la sabana;
sordas linternas
en los juncales y oscuras sendas.

A las ciudades capitolinas
va el pregonero de la desdicha;
y en la tiniebla
del extramuro, tardo se aleja.

En la batalla cayó la torre;
siguieron ruinas, desolaciones;
canes sombríos
buscan los muertos en los caminos.

Suenan los bombos y las trompetas
y las picotas y las cadenas;
y nadie ha visto, por el confín;
nadie recuerda
al andarín.



José María Eguren

el caballo

-- de José María Eguren --

Viene por las calles,
a la luna parva,
un caballo muerto
en antigua batalla.

Sus cascos sombríos...
Trepida, resbala;
da un hosco relincho,
con sus voces lejanas.

En la plúmbea esquina
de la barricada,
con ojos vacíos
y con horror, se para.

Más tarde se escuchan
sus lentas pisadas,
por vías desiertas
y por ruinosas plazas.



Garcilaso de la Vega

SONETO XV

-- de Garcilaso de la Vega --

Si quejas y lamentos pueden tanto,
que enfrenaron el curso de los ríos,
y en los diversos montes y sombríos
los árboles movieron con su canto;

si convertieron a escuchar su llanto
los fieros tigres, y peñascos fríos;
si, en fin, con menos casos que los míos
bajaron a los reinos del espanto,

¿por qué no ablandará mi trabajosa
vida, en miseria y lágrimas pasada,
un corazón conmigo endurecido?

Con más piedad debría ser escuchada
la voz del que se llora por perdido
que la del que perdió y llora otra cosa.



Garcilaso de la Vega

Si quejas y lamentos pueden tanto

-- de Garcilaso de la Vega --

Si quejas y lamentos pueden tanto,
que enfrenaron el curso de los ríos,
y en los diversos montes y sombríos
los árboles movieron con su canto;

si convertieron a escuchar su llanto
los fieros tigres, y peñascos fríos;
si, en fin, con menos casos que los míos
bajaron a los reinos del espanto,

¿por qué no ablandará mi trabajosa
vida, en miseria y lágrimas pasada,
un corazón conmigo endurecido?

Con más piedad debría ser escuchada
la voz del que se llora por perdido
que la del que perdió y llora otra cosa.



Antonio Machado

Cante hondo

-- de Antonio Machado --

Yo meditaba absorto, devanando
los hilos del hastío y la tristeza,
cuando llegó a mi oído,
por la ventana de mi estancia, abierta
a una caliente noche de verano,
el plañir de una copla soñolienta,
quebrada por los trémolos sombríos
de las músicas magas de mi tierra.
...Y era el Amor, como una roja llama...
-Nerviosa mano en la vibrante cuerda
ponía un largo suspirar de oro,
que se trocaba en surtidor de estrellas-.
...Y era la Muerte, al hombro la cuchilla,
el paso largo, torva y esquelética.
-Tal cuando yo era niño la soñaba-.
Y en la guitarra, resonante y trémula,
la brusca mano, al golpear, fingía
el reposar de un ataúd en tierra.
Y era un plañido solitario el soplo
que el polvo barre y la ceniza avienta.



Antonio Machado

En abril, las aguas mil

-- de Antonio Machado --

Son de abril las aguas mil.
Sopla el viento achubascado,
y entre nublado y nublado
hay trozos de cielo añil.
Agua y sol. El iris brilla.
En una nube lejana,
zigzaguea
una centella amarilla.
La lluvia da en la ventana
y el cristal repiquetea.
A través de la neblina
que forma la lluvia fina,
se divisa un prado verde,
y un encinar se esfumina,
y una sierra gris se pierde.
Los hilos del aguacero
sesgan las nacientes frondas,
y agitan las turbias ondas
en el remanso del Duero.
Lloviendo está en los habares
y en las pardas sementeras;
hay sol en los encinares,
charcos por las carreteras.
Lluvia y sol. Ya se oscurece
el campo, ya se ilumina;
allí un cerro desparece,
allá surge una colina.
Ya son claros, ya sombríos
los dispersos caseríos,
los lejanos torreones.
Hacia la sierra plomiza
van rodando en pelotones
nubes de guata y ceniza.



Antonio Machado

Un loco

-- de Antonio Machado --

Es una tarde mustia y desabrida
de un otoño sin frutos, en la tierra
estéril y raída
donde la sombra de un centauro yerra.
Por un camino en la árida llanura,
entre álamos marchitos,
a solas con su sombra y su locura,
va el loco hablando a gritos.
Lejos se ven sombríos estepares,
colinas con malezas y cambrones,
y ruinas de viejos encinares
coronando los agrios serrijones.
El loco vocifera
a solas con su sombra y su quimera.
Es horrible y grotesca su figura;
flaco, sucio, maltrecho y mal rapado,
ojos de calentura
iluminan su rostro demacrado.
Huye de la ciudad... Pobres maldades,
misérrimas virtudes y quehaceres
de chulos aburridos, y ruindades
de ociosos mercaderes.
Por los campos de Dios el loco avanza.
Tras la tierra esquelética y sequiza
—rojo de herrumbre y pardo de ceniza—
hay un sueño de lirio en lontananza.
Huye de la ciudad. ¡El tedio urbano!
—¡carne triste y espíritu villano!—.
No fue por una trágica amargura
esta alma errante desgajada y rota;
purga un pecado ajeno: la cordura,
la terrible cordura del idiota.



Nicolás Fernández de Moratín

Un alto y generoso pensamiento

-- de Nicolás Fernández de Moratín --

Un alto y generoso pensamiento,
inspiración del cielo soberano,
me puso la áurea cítara en la mano
para cantar el dulce mal que siento.

Y fue tan grato mi sonoro acento,
que la ancha vega, el apacible llano
y el cavernoso monte carpetano
mostraron compasión de mi tormento.

Turbose el río de cerúleo manto,
oculto entre los álamos sombríos,
al ver su cisne lamentarse tanto.

Moviéronse los brutos más impíos
y los ásperos troncos a mi llanto;
y no la que causó los males míos.



Julio Flórez

el poder del canto

-- de Julio Flórez --

Tañe orfeo su cítara y avanza
con pie seguro hacia el remoto oriente;
canta y su voz desbórdase en torrente
de fe y amor, de vida y esperanza.
Camina... Y la brumosa lontananza
despéjase ante el lírico potente,
cuyo canto retumbaba en el ambiente
rindiendo todo cuanto a herir alcanza.
Al vasto azul se asoman los querubes...
El mago mira en torno , y sus sombríos
ojos le advierten que a distancia corta,
hombres, fieras, reptiles, aves, nubes,
montes y valles, piélagos y ríos
lo van siguiendo en procesión absorta.
Julio flórez



Evaristo Carriego

A la antigua

-- de Evaristo Carriego --

¡Oh, señora: gentil dama de mis noches,
¡oh, señora, mi señora, yo le ruego
que abandone esa romántica novela:
orgullosa favorita de sus dedos.

Que abandone sus historias de aventuras,
donde hay citas, donde hay dueñas y escuderos
callejuelas y sombríos embozados
y tizonas y amorosos devaneos;

acechanzas del camino y estocadas
de cadetes o gallardos mosqueteros,
y, amador noble y rendido de su reina,
algún Buckinghan lujoso y altanero.

Que abandone, le repito, su romance,
su romance mentiroso, pues confieso
que me enoja la atención que le dispensa,
con agravio de mis quejas y mis celos.



Evaristo Carriego

Bajo la angustia

-- de Evaristo Carriego --

Dijo anoche, su canto de muerte
la canción de la tos en tu pecho,
y, al mojarse en las notas rojizas,
mostró flores de sangre el pañuelo.
— ¡Pobrecitas las carnes pacientes,
consumidas por fiebres de fuego:
para ellas las buenas, las tristes,
tiene un blanco sudario el invierno!...
...Mira: abrígate bien, hermanita,
mira, abrígate bien, yo no quiero
ver que cierre tus ojos la Bruja
de los flacos y frígidos dedos...
Hermanita ¡me viene una pena!
si te escucho gemir, que presiento
las nocturnas postreras heladas:
las temidas del árbol enfermo.
¡Si supieras!... Blandones sombríos,
me parecen tus ojos ¡tan negros!
y tu lívida faz taciturna
un fatídico heraldo de duelo.



Evaristo Carriego

La muerte del cisne (Evaristo Carriego)

-- de Evaristo Carriego --

En un largo alarido de tristeza
los heraldos, sombríos, la anunciaron,
y las faunas errantes se aprontaron
a dejar el amor de la aspereza.

Con el Genio del bosque a la cabeza,
una noche y un día galoparon,
y cual corceles épicos llegaron
en un tropel de bárbara grandeza.

Y ahí están. Ya salvajes emociones,
rugen coros de líricos leones...
Cuando allá, en los remansos de lo Inerte.

Como surgiendo de una pesadilla,
¡grazna un ganso alejado de la orilla
la bondad provechosa de la Muerte!



José Martí

para aragón, en españa

-- de José Martí --

vii
para aragón, en españa,
tengo yo en mi corazón
un lugar todo aragón,
franco, fiero, fiel, sin saña.
Si quiere un tonto saber
por qué lo tengo, le digo
que allí tuve un buen amigo,
que allí quise a una mujer.
Allá, en la vega florida,
la de la heroica defensa,
por mantener lo que piensa
juega la gente la vida.
Y si un alcalde lo aprieta
o lo enoja un rey cazurro,
calza la manta el baturro
y muere con su escopeta.
Quiero a la tierra amarilla
que baña el ebro lodoso:
quiero el pilar azuloso
de lanuza y de padilla.
Estimo a quien de un revés
echa por tierra a un tirano:
lo estimo, si es un cubano;
lo estimo, si aragonés.
Amo a los patios sombríos
con escaleras bordadas;
amo las naves calladas
y los conventos vacíos.
Amo la tierra florida,
musulmana o española,
donde rompió su corola
la poca flor de mi vida.



Carlos Pellicer

al dejar un alma

-- de Carlos Pellicer --

Agua crepuscular, agua sedienta,
se te van como sílabas los pájaros tardíos.
Meciéndose en los álamos el viento te descuentan
la dicha de tus ojos bebiéndose en los míos.
Alié mi pensamiento a tus goces sombríos
y gusté la dulzura de tus palabras lentas.
Tú alargaste crepúsculos en mis manos sedientas:
yo devolveré en el pan tus trágicos estíos.
Mis manos quedarán húmedas de tu seno.
De mis obstinaciones te quedará el veneno,
flotante flor de angustia que bautizó el destino.
De nuestros dos silencios ha de brotar un día
el agua luminosa que dé un azul divino
al fondo de cipreses de tu alma y de la mía.



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