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Se han encontrado 30 poemas con la palabra sombrero

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César Vallejo

despedida recordando un adiós

-- de César Vallejo --

Al cabo, al fin, por último,
tomo, volví y acábome y os gimo, dándoos
la llave, mi sombrero, esta cartita para todos.
Al cabo de la llave está el metal en que aprendiéramos
a desdorar el oro, y está, al fin
de mi sombrero, este pobre cerebro mal peinado,
y, último vaso de humo, en su papel dramático,
yace este sueño práctico del alma.
¡Adiós, hermanos san pedros,
heráclitos, erasmos, espinosas!
¡adiós, tristes obispos bolcheviques!
¡adiós, gobernadores en desorden!
¡adiós, vino que está en el agua como vino!
¡adiós, alcohol que está en la lluvia!
¡adiós también, me digo a mí mismo,
adios, vuelo formal de los milígramos!
¡también adiós, de modo idéntico,
frío del frío y frío del calor!
al cabo, al fin, por último, la lógica,
los linderos del fuego,
la despedida recordando aquel adiós.

Poema despedida recordando un adiós de César Vallejo con fondo de libro

Pablo Neruda

qué pensarán de mi sombrero

-- de Pablo Neruda --

Qué pensarán de mi sombrero,
en cien años más, los polacos?
qué dirán de mi poesía
los que no tocaron mi sangre?
cómo se mide la espuma
que resbala de la cerveza?
qué hace una mosca encarcelada
en un soneto de petrarca?

Poema qué pensarán de mi sombrero de Pablo Neruda con fondo de libro

Pablo Neruda

por qué el sombrero de la noche

-- de Pablo Neruda --

Por qué el sombrero de la noche
vuela con tantos agujeros?
qué dice la vieja ceniza
cuando camina junto al fuego?
por qué lloran tanto las nubes
y cada vez son más alegres?
para quién arden los pistilos
del sol en sombra del eclipse?
cuántas abejas tiene el día?

Poema por qué el sombrero de la noche de Pablo Neruda con fondo de libro

Alberti

CUBA DENTRO DE UN PIANO

-- de Alberti --

Cuando mi madre llevaba un sorbete de fresa por sombrero
y el humo de los barcos aun era humo de habanero.
Mulata vuelta bajera.
Cádiz se adormecía entre fandangos y habaneras
y un lorito al piano quería hacer de tenor.
Dime dónde está la flor que el hombre tanto venera.
Mi tío Antonio volvía con su aire de insurrecto.
La Cabaña y el Príncipe sonaban por los patios del Puerto.
(Ya no brilla la Perla azul del mar de las Antillas.
Ya se apagó, se nos ha muerto).
Me encontré con la bella Trinidad.
Cuba se había perdido y ahora era verdad.
Era verdad, no era mentira.
Un cañonero huido llegó cantándolo en guajiras.
La Habana ya se perdió. Tuvo la culpa el
dinero...
Calló, cayó el cañonero.
Pero después, pero ¡ah! después...
Fue cuando al SÍ lo hicieron YES.



Alberti

EN EL DÍA DE SU MUERTE A MANO ARMADA

-- de Alberti --

Decidme de una vez si no fue alegre todo aquello
5 x 5 entonces no eran todavía 25
ni el alba había pensado en la negra existencia de los malos cuchillos.
Yo te juro a la luna no ser cocinero,
tú me juras a la luna no ser cocinera,
él nos jura a la luna no ser siquiera humo de tan tristísima cocina.
¿Quién ha muerto?
La oca está arrepentida de ser pato,
el gorrión de ser profesor de lengua china,
el gallo de ser hombre,
yo de tener talento y admirar lo desgraciada
que suele ser en el invierno la suela de un zapato.
A una reina se le ha perdido su corona,
a un presidente de república su sombrero,
a mí...
Creo que a mí no se me ha perdido nada,
que a mí nunca se me ha perdido nada,
que a mí...
¿Qué quiere decir buenos días?



Alfonsina Storni

Encuentro

-- de Alfonsina Storni --

Lo encontré en una esquina de la calle Florida
Más pálido que nunca, distraído como antes,
Dos largos años hubo poseído mi vida...
Lo miré sin sorpresa, jugando con mis guantes.

Y una pregunta mía, estúpida, ligera,
De un reproche tranquilo llenó sus transparentes
Ojos, ya que le dije de liviana manera:
-¿Por qué tienes ahora amarillos los dientes?

Me abandonó. De prisa le vi cruzar la calle
Y con su manga oscura rozar el blanco talle
De alguna vagabunda que andaba por la vía.

Perseguí por un rato su sombrero que huía...
Después fue, ya lejana, una mancha de herrumbre.
Y lo engulló de nuevo la espesa muchedumbre.



Alfonsina Storni

Encuentro (Storni)

-- de Alfonsina Storni --

Lo encontré en una esquina de la calle Florida
Más pálido que nunca, distraído como antes,
Dos largos años hubo poseído mi vida...
Lo miré sin sorpresa, jugando con mis guantes.

Y una pregunta mía, estúpida, ligera,
De un reproche tranquilo llenó sus transparentes
Ojos, ya que le dije de liviana manera:
-¿Por qué tienes ahora amarillos los dientes?

Me abandonó. De prisa le vi cruzar la calle
Y con su manga oscura rozar el blanco talle
De alguna vagabunda que andaba por la vía.

Perseguí por un rato su sombrero que huía...
Después fue, ya lejana, una mancha de herrumbre.
Y lo engulló de nuevo la espesa muchedumbre.



Alfonsina Storni

Playa

-- de Alfonsina Storni --

Parado contra la balaustrada,
de espaldas,
el anciano de sombrero amarillo
está ya muerto.

Le cantan responsos
en ondas monótonas
las masas de agua verde
que me mojan los pies.

Horizonte lejano:
no puedo tocarte.
Las gaviotas sobre mi cabeza
se aman todavía...



Luis Cañizal de la Fuente

en el trasmundo tiembla una bombilla

-- de Luis Cañizal de la Fuente --

I
¡valtellina aprendida de memoria
hace diez años, sobre los papeles,
en figura cambiante de lo que nunca fuiste!:
ni pergamino casi transparente,
ni ternilla de un blanco repulsivo
ni trémula cuajada para fauces.
Ii
valtellina bufanda sin sombrero,
malhumor ascendente desde el amanecer,
humor agrio de sol entre las barbas,
minuto centelleante carretera abajo.
Iii
y cuando nada importas a tirios ni a troyanos,
y trescientos deshielos han comido
la melena de piedra del león de tu historia,
y cuando ya tus hombres
no queman, ya no bregan
ni obedecen a dios ni se sublevan
a lo sumo, sestean
ante un vaso de blanco
y dicen en dialecto que regalan un gato
al español que pasa y curiosea,
entonces encontrar el pecho de san pablo
en tu valle zurrado de peleas,
ya sólo cicatrices recubiertas de hierba.
Iv
descubrirlo esta tarde, cuando nadie hace caso;
descubrirlo pulido
por la lluvia, entre el barro resbalado.
Y entonces abrazarse
contra el pecho de tabla de san pablo
en figura de pueblo y desconcierto de animales mojados
entre establos cerrados
y bombilla penosa y apenada



Góngora

Por una negra señora

-- de Góngora --

Por una negra señora
un negro galán doliente
negras lágrimas derrama
de un negro pecho que tiene.

Hablóla un negra noche,
y tan negra que parece
que de su negra pasión
el negro luto le viene.

Lleva una negra guitarra,
negras las cuerdas que tiene,
negras también las clavijas,
pues negro es el que las tuerce.

--"Negras pascuas me dé Dios,
si más megros no me tienen
los negros amores tuyos
que el negro color de allende.

Un negro favor te pido,
si negros favores vendes,
y sí con negros favores
un negro pagarse debe."

La negra señora entonces,
entafada del negrete,
con estas negras razones
al galán negro entristece:

--"Vaya muy en hora negra
el negro que tal pretende,
que para galanes negros
se hicieron negros desdenes."

El negro señor entonces,
no queriendo ennegrecerse
más de lo negro, quitóse
el negro sombrero y fuese.



Luis Lloréns Torres

pancho íbero (a antonio pérez pierret)

-- de Luis Lloréns Torres --

¡pancho ibero! tronco de honda raíz ibérica
y encarnación de la américa española.
Una ola te trajo a las playas de américa.
¡Pancho ibero! ¡bendita sea la ola!

tramas la dictadura, pero armas la revolución;
que eres a un tiempo pulpero y soñador.
Y sabes llevar con arte el clac...
Pero prefieres tu sombrero de panamá.

Y mientras el tío sam en su águila cabalga
acaricias de tu cóndor las alas
y afilas en la piedra el cuchillo y la azada;

porque una noche sueñas en la vía láctea
y otra noche en la res que en la pampa destazas...
Que no en vano nos vienes de quijote y de panza.



Manuel de Zequeira

El petimetre

-- de Manuel de Zequeira --

Un sombrero con visos de nublado,
ungirse con aroma el cutis bello,
recortarse a la Titus el cabello
y el cogote a manera de donado:

un monte por patilla bien poblado,
donde pueda ocultarse un gran camello,
en mil varas de olán envuelto el cuello,
y en la oreja un pendiente atumbagado.

Un coturno por bota, inmenso sable,
ajustarse el calzón desde el sobaco,
costumbres sibaritas, rostro afable,

con Venus, tedio a Marte, gloria a Baco;
todo esto y mucho más no es comparable
con la imagen novel de un currutaco.



César Vallejo

sombrero, abrigo, guantes

-- de César Vallejo --

Enfrente a la comedia francesa, está el café
de la regencia; en él hay una pieza
recóndita, con una butaca y una mesa.
Cuando entro, el polvo inmóvil se ha puesto ya de pie.
Entre mis labios hechos de jebe, la pavesa
de un cigarrillo humea, y en el humo se ve
dos humos intensivos, el tórax del café,
y en el tórax, un óxido profundo de tristeza.
Importa que el otoño se injerte en los otoños,
importa que el otoño se integre de retoños,
la nube, de semestres; de pómulos, la arruga.
Importa oler a loco postulando
¡qué cálida es la nieve, qué fugaz latortuga,
el cómo qué sencillo, qué fulminante elcuándo!



César Vallejo

y no me digan nada

-- de César Vallejo --

Y no me digan nada,
que uno puede matar perfectamente,
ya que, sudando tinta,
uno hace cuanto puede, no me digan..
Volveremos, señores, a vernos con manzanas;
tarde la criatura pasará,
la expresión de aristóteles armada
de grandes corazones de madera,
la de heráclito injerta en la de marx,
la del suave sonando rudamente...
Es lo que bien narraba mi garganta:
uno puede matar perfectamente.
Señores,
caballeros, volveremos a vernos sin paquetes;
hasta entonces exijo, exijiré de mi flaqueza
el acento del día, que,
según veo, estuvo ya esperándome en mi lecho.
Y exijo del sombrero la infausta analogía del recuerdo,
ya que, a veces, asumo con éxito mi inmensidad llorada,
ya que, a veces, me ahogo en la voz de mi vecino
y padezco
contando en maíces los años,
cepillando mi ropa al son de un muerto
o sentado borracho en mi ataúd...



Emilio Bobadilla

A oscuras

-- de Emilio Bobadilla --

En la mano un espejo con marco malaquita;
vestida de princesa oriental; otra viste
de oro con sombrero de plata; la marchita
cara bajo el reflejo de un cansancio muy triste...

De terciopelo verde Veronés, otra surge,
cenefa piel de lobo al ras de los tobillos;
apurando se aduerme capitoso menjurge
que de piedras preciosas tiene los verdes brillos...

De pronto cae una bomba y los violines callan
y luego cae otra bomba y horrísonas, sangrientas
en medio de la orgía delicuecente estallan;

a las risas histéricas sucede la congoja,
y se apagan las luces y París anda a tientas
guiado de su torre por la pupila roja...



Enrique Lihn

rimbaud

-- de Enrique Lihn --

Él botó esta basura
yo le envidio su no a este ejercicio
a esta masturbacion desconsolada
me importa un trueno la belleza
con su chancro
ni la perversión ni la conversión interesan
no a la magia. Si de siempre a la siempre decepcionante evidencia de loque es
y que las palabras rasguñan, y eso
le poetizo también
este es un vicio al que solo se escapa como él
desdeñosamente
y pudo, en realidad, bloquearse en su neurosis
perder la lengua a manos de la peste
y ese no ser un sí a la lujuria de la peste
por todos los caminos llego a lo impenetrable
a lo que sirve de nada
poesía culpable quizás de lo que existe
cuánta palabra en cada cosa
qué exceso de retórica hasta en la última hormiga
pero en definitiva el botó esta basura
su sombrero feroz en el bosque.



Rafael Obligado

laetitia

-- de Rafael Obligado --

Con tu sonrisa embelleces
y haces tus quince lucir;
te lo habrán dicho mil veces:
blanco pimpollo pareces
que comienza a entreabrir.

Sobre tu seno palpitan
no sé qué lumbres dudosas;
cuando tus formas se agitan,
a respirarlas incitan
como un manojo de rosas.

En tu infantil hermosura,
llena de vivos sonrojos,
hay tal hechizo y frescura,
que hasta la luz es más pura
en el cristal de tus ojos.

Cuando caminas, tu traje
hace susurro de espumas;
y, por rendirte homenaje,
de tu sombrero en las plumas
canta la brisa salvaje.

Los que te miran pasar
con esa audacia triunfante
y esa sonrisa sin par,
juran, al ver tu semblante,
que tú no sabes llorar.

Juran verdad. ¡Pues mejor!
¡fuera pesares y engaños,
y no contraiga el dolor
esos dos labios en flor
donde sonríen quince años!



Pablo Neruda

soneto lxxxvi cien sonetos de amor (1959) noche

-- de Pablo Neruda --

Oh cruz del sur, oh trébol de fósforo fragante,
con cuatro besos hoy penetró tu hermosura
y atravesó la sombra y mi sombrero:
la luna iba redonda por el frío.
Entonces con mi amor, con mi amada, oh diamantes
de escarcha azul, serenidad del cielo,
espejo, apareciste y se llenó la noche
con tus cuatro bodegas temblorosas de vino.
Oh palpitante plata de pez pulido y puro,
cruz verde, perejil de la sombra radiante,
luciérnaga a la unidad del cielo condenada,
descansa en mí, cerremos tus ojos y los míos.
Por un minuto duerme con la noche del hombre.
Enciende en mí tus cuatro números constelados.



Rafael de León

muerto de amor

-- de Rafael de León --

No lo sabe mi brazo, ni mi pierna,
ni el hilo de mi voz, ni mi cintura,
ni lo sabe la luna que está interna
en mi jardín de amor y calentura.

Y yo estoy muerto, sí, como una tierna
rosa, o una gacela en la llanura,
como un agua redonda en la cisterna
o un perro de amarilla dentadura.

Y hoy que es corpus, señor, he paseado
mi cadáver de amor iluminado,
como un espantapájaros siniestro.

La gente, sin asombro, me ha mirado
y ninguno el sombrero se ha quitado
para rezarme un triste padrenuestro.



Salvador Díaz Mirón

Entre dos lentes

-- de Salvador Díaz Mirón --

Bruno el sombrero que a lucir campea
Con alto moño y superior plumaje.
Faz que vela su olímpico linaje
Y que de negro el tul raya y puntea.

Azabache tejido el noble traje;
Y al cuello en un listón rica presea:
Adamantino aljófar que chispea
En dos aros que intrincan maridaje.

Al pecho y relumbrando en el ropaje,
Áurica soga. La beldad ladea
El torso; mas no elude mi espionaje.

Y con gesto hermosísimo florea
Faz que vela su olímpico linaje
¡Y que de negro el tul raya y puntea!



Vicente Huidobro

Fatiga

-- de Vicente Huidobro --

Marcho día y noche
como un parque desolado.
Marcho día y noche entre esfinges caídas de mis ojos;
miro el cielo y su hierba que aprende a cantar;
miro el campo herido a grandes gritos,
y el sol en medio del viento.

Acaricio mi sombrero lleno de luz especial;
paso la mano sobre el lomo del viento;
los vientos, que pasan como las semanas;
los vientos y las luces con gestos de fruta y sed de sangre;
las luces, que pasan como los meses;
cuando la noche se apoya sobre las casas,
y el perfume de los claveles gira en torno de su eje.

Tomo asiento, como el canto de los pájaros;
es la fatiga lejana y la neblina;
caigo como el viento sobre la luz.

Caigo sobre mi alma.
He ahí el pájaro de los milagros;
he ahí los tatuajes de mi castillo;
he ahí mis plumas sobre el mar, que grita adiós.

Caigo de mi alma.
Y me rompo en pedazos de alma sobre el invierno;
caigo del viento sobre la luz;
caigo de la paloma sobre el viento.



Mario Benedetti

después

-- de Mario Benedetti --

El cielo de veras que no es éste de ahora
el cielo de cuando me jubile
durará todo el día
todo el día caerá
como lluvia de sol sobre mi calva.
Yo estaré un poco sordo para escuchar los árboles
pero de todos modos recordaré que existen
tal vez un poco viejo para andar en la arena
pero el mar todavía me pondrá melancólico
estaré sin memoria y sin dinero
con el tiempo en mis brazos como un recién nacido
y llorará conmigo y lloraré con él
estaré solitario como una ostra
pero podré hablar de mis fieles amigos
que como siempre contarán desde europa
sus cada vez más tímidos contrabandos y becas.
Claro estaré en la orilla del mundo contemplando
desfiles para niños y pensionistas
aviones
eclipses
y regatas
y me pondré sombrero para mirar la luna
nadie pedirá informes ni balances ni cifras
y sólo tendré horario para morirme
pero el cielo de veras que no es éste de ahora
ese cielo de cuando me jubile
habrá llegado demasiado tarde.



Julio Herrera Reissig

La casa de la montaña

-- de Julio Herrera Reissig --

Ríe estridentes glaucos el valle; el cielo franca
risa de azul; la aurora ríe su risa fresa;
y en la era en que ríen granos de oro y turquesa,
exulta con cromático relincho una potranca...

Sangran su risa flores rojas en la barranca;
en sol y cantos ríe hasta una oscura huesa;
en el hogar del pobre ríe la limpia mesa,
y allá sobre las cumbres la eterna risa blanca...

Mas nada ríe tanto, con risas tan dichosas.
Como aquella casuca de corpino de rosas
y sombrero de teja, que ante el lago se aliña...

¿Quién la habita...? Se ignora. Misteriosa y huraña
se está lejos del mundo sentada en la montaña,
y ríe de tal modo que parece una niña.



Julio Herrera Reissig

Neurastenia (Reissig)

-- de Julio Herrera Reissig --

Huraño el bosque muge su rezongo,
y los ecos llevando algún reproche
hacen rodas su carrasqueño coche
y hablan la lengua de un extraño Congo.

Con la expresión estúpida de un hongo,
clavado en la ignorancia de la noche,
muere la Luna. El humo hace un fantoche
de pies de sátiro y sombrero oblongo.

¡Híncate! Voy a celebrar la misa.
Bajo la azul genuflexión de Urano
adoraré cual hostia tu camisa.:

"¡Oh, tus botas, los guantes, el corpiño...!"
Tu sueño expresará sobre mi mano
la metempsícosis de un astro niño.



Evaristo Carriego

El silencioso que va a la trastienda

-- de Evaristo Carriego --

Francanrénte, es huraña la actitud de ese obrero
que, de la alegre rueda casi siempre apartado,
se pasa así las horas muertas, con el sombrero
sobre la pensativa frente medio inclinado.

Sin asegurar nada, dice el almacenero
que, por momentos, muchas veces le ha preocupado
ver con qué aire tan raro se queda el compañero
contemplando la copa que apenas ha probado.

Como a las indirectas se hace el desentendido,
el otro día el mozo, que es un entrometido,
y de lo más cargoso que se pueda pedir,

se acercó a preguntarle no sabe qué zoncera
y le clavó los ojos, pero de una manera
que tuvo que alejarse sin volver a insistir.



Federico García Lorca

Es verdad

-- de Federico García Lorca --

¡Ay qué trabajo me cuesta
quererte como te quiero!

Por tu amor me duele el aire,
el corazón
y el sombrero.

¿Quién me compraría a mí
este cintillo que tengo
y esta tristeza de hilo
blanco, para hacer pañuelos?

¡Ay qué trabajo me cuesta
quererte como te quiero!



José Martí

yo visitaré anhelante

-- de José Martí --

iv
yo visitaré anhelante
los rincones donde a solas
estuvimos yo y mi amante
retozando con las olas.
Solos los dos estuvimos,
solos, con la compañía
de dos pájaros que vimos
meterse en la gruta umbría.
Y ella, clavando los ojos,
en la pareja ligera,
deshizo los lirios rojos
que le dio la jardinera.
La madreselva olorosa
cogió con sus manos ella,
y una madama graciosa,
y un jazmín como una estrella.
Yo quise, diestro y galán,
abrirle su quitasol;
y ella me dijo: «¡qué afán!
¡si hoy me gusta ver el sol!
»nunca más altos he visto
estos nobles robledales:
aquí debe estar el cristo,
porque están las catedrales.
»Ya sé dónde ha de venir
mi niña a la comunión;
de blanco la he de vestir
con un gran sombrero alón».
Después, del calor al peso,
entramos por el camino,
y nos dábamos un beso
en cuanto sonaba un trino.
¡Volveré, cual quien no existe,
al lago mudo y helado:
clavaré la quilla triste:
posaré el remo callado!



Carlos Pezoa Véliz

Nada

-- de Carlos Pezoa Véliz --

Era un pobre diablo que siempre venía
cerca de un gran pueblo donde yo vivía;
joven, rubio y flaco, sucio y mal vestido,
siempre cabizbajo... ¡Tal vez un perdido!
Un día de invierno lo encontraron muerto
dentro de un arroyo próximo a mi huerto,
varios cazadores que con sus lebreles
cantando marchaban... Entre sus papeles
no encontraron nada... Los jueces de turno
hicieron preguntas al guardían nocturno:
éste no sabía nada del extinto;
ni el vecino Pérez, ni el vecino Pinto.
Una chica dijo que sería un loco
o algún vagabundo que comía poco,
y un chusco que oía las conversaciones
se tentó de risa... ¡Vaya, unos simplones!
Una paletada le echó el panteonero;
luego lió un cigarro, se caló el sombrero
y emprendió la vuelta... Tras la paletada,
nadie dijo nada, nadie dijo nada...



Ramón López Velarde

Que adorable manía

-- de Ramón López Velarde --

¡Qué adorable manía de decir
en mi pobreza y en mi desamparo:
soy más rico, muy más que un gran visir:
el corazón que amé se ha vuelto faro!

Cuando se cansa de probar amor
mi carne, en torno de la carne viva,
y cuando me aniquilo de estupor
al ver el surco que dejó en la arena
mi sexo, en su perenne rogativa,
de pronto convertirse al mundo veo
en un enamorado mausoleo...

Y mi alma en pena bebe un negro vino,
y un sonoro esqueleto peregrino
anda cual un laúd por el camino.

Por darme el santo y seña, la viajera
se ata debajo de la calavera
las bridas del sombrero de pastora

En su cráneo vacío y aromático
trae la esencia de un eterno viático.
Y al fin, del fondo de su pecho claro,
claro de Purgatorio y de Sión,
en el sitio en que hubo el corazón
me da a beber el resplandor de un faro.



Roberto Juarroz

una red de mirada

-- de Roberto Juarroz --

Una red de mirada
mantiene unido al mundo,
no lo deja caerse.
Y aunque yo no sepa qué pasa con los ciegos,
mis ojos van a apoyarse en una espalda
que puede ser de dios.
Sin embargo,
ellos buscan otra red, otro hilo,
que anda cerrando ojos con un traje prestado
y descuelga una lluvia ya sin suelo ni cielo.
Mis ojos buscan eso
que nos hace sacarnos los zapatos
para ver si hay algo más sosteniéndonos debajo
o inventar un pájaro
para averiguar si existe el aire
o crear un mundo
para saber si hay dios
o ponernos el sombrero
para comprobar que existimos.



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