Buscar Poemas con Solitaria


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Se han encontrado 54 poemas con la palabra solitaria

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Ricardo Jaimes Freyre

peregrina paloma imaginaria

-- de Ricardo Jaimes Freyre --

Peregrina paloma imaginaria
que enardeces los últimos amores;
alma de luz, de música y de flores
peregrina paloma imaginaria.

Vuele sobre la roca solitaria
que baña el mar glacial de los dolores;
haya, a tu peso, un haz de resplandores,
sobre la adusta roca solitaria...

Vuele sobre la roca solitaria
peregrine paloma, ala de nieve
como divina hostia, ala tan leve...

Como un copo de nieve; ala divina,
copo de nieve, lirio, hostia, neblina,
peregrina paloma imaginaria...

Poema peregrina paloma imaginaria de Ricardo Jaimes Freyre con fondo de libro

Fernando de Herrera

Yo voy por esta solitaria tierra

-- de Fernando de Herrera --

Yo voy por esta solitaria tierra,
de antiguos pensamientos molestado,
huyendo el resplandor del sol dorado,
que de sus puros rayos me destierra.

El paso a la esperanza se me cierra;
de una ardua cumbre a un cerro vo enriscado,
con los ojos volviendo al apartado
lugar, solo principio de mi guerra.

Tanto bien presenta la memoria,
y tanto mal encuentra la presencia,
que me desmaya el corazón vencido.

¡Oh crüeles despojos de mi gloria,
desconfïanza, olvido, celo, ausencia!;
¿por qué cansáis a un mísero rendido?

Poema Yo voy por esta solitaria tierra de Fernando de Herrera con fondo de libro

Alejandro Tapia y Rivera

A monte Edén

-- de Alejandro Tapia y Rivera --

¿Porqué al trepar la colina
que de ti fiera me aparta,
¡oh grata mansión! mis ojos
se llenan de tristes lágrimas?
¿Será que, ay de mí, no vuelva
hacia ti, mansión amada?
Quién lo sabe, que la muerte
do quier al hombre acompaña,
y acaso de este adiós tierno
un adiós eterno haga;
o tal vez quieran los cielos,
dulce mansión de mi infancia,
que allá cuando fiero el tiempo
mi cabeza vuelva cana,
venga a buscar en tu seno
una tumba solitaria.
Entonces tú, hogar querido,
con tus seibas y tus palmas
darás apacible sombra
a mi fúnebre morada-.
O quizás la dura mano
de la mísera desgracia
te haga pasar de los míos
a las manos ¡ay! extrañas,
y al volver yo peregrino
de mi fatigosa marcha,
no encuentre en ti los semblantes
que en otra edad me halagaban;
quizá el huracán impío
o el tiempo que ruinas ama,
te trueque en dolientes ruinas,
sin piedad para mi alma.
¡Ah! que entonces quiera el cielo
ya que a tu seno me traiga,
que tu nuevo posesor
o del huracán la saña,
respeten del desterrado
los recuerdos de la infancia.

(Puerto-Rico, 1849.)

Poema A monte Edén de Alejandro Tapia y Rivera con fondo de libro

Alejandro Tapia y Rivera

La plegaria de una virgen

-- de Alejandro Tapia y Rivera --

Elena

Solitaria y temerosa
pobre nave desvalida,
vago en el mar de la vida
en combate desigual.
¿Porqué, oh cielo, me robaste
el dulce materno amparo?
¿Qué seré sin su amor caro
ante el recio vendaval?

Huérfana triste del mundo
en el piélago desierto,
¿quién en bonanza hacia el puerto
generoso me guiará?
¿Qué piloto entre las rocas
que oculta la mar traidora,
de su sana malhechora,
ay de mí, me salvará?

Si tú, cielo bondadoso,
me niegas la luz del día,
y ocultas en noche umbría
la estrella de salvación;
del desastroso naufragio
¿podré libertarme, ay triste,
cuando el escollo que existe
es mi propio corazón?

Oh destino, sé piadoso
con la pobre abandonada
que sin apoyo, confiada
se entrega a merced de ti.
De la tormenta bravía,
del escollo misterioso,
líbrame, cielo amoroso,
líbrame, cielo, de mí.



Alejandro Tapia y Rivera

Un ave errante

-- de Alejandro Tapia y Rivera --

¿Hacia dónde tu vuelo
diriges, ave triste?
¿Quizá, ay de ti, perdiste
la prenda de tu amor?
¿O acaso el árbol bello
donde guardaste el nido,
el hacha ha destruido
o el fuego abrasador?

Tu canto que allá un día
sonaba placentero,
su acento hoy lastimero
al bosque llevará;
que solo es el recuerdo
de dicha ya perdida,
que un eco a voz querida
en vano pedirá.

Cual tú, también yo cruzo
los aires con mi vuelo,
cual tú también anhelo
e ignoro lo que soy;
también ha muerto el árbol
de mis queridas glorias,
de lúgubres memorias
huyendo cual tú voy.

También lloran mis ojos,
y mi palabra ansiosa
se pierde dolorosa
las nubes al cruzar,
mi mente en las tinieblas
se pierde del destino,
cual tú, yo sin camino
me entrego al vago azar.

¡Ah! nuestra noche, oh ave,
es triste y solitaria,
¡cuán vaga es la plegaria
de nuestra soledad!
¿Y qué será de entrambos
en nuestra marcha errante,
cuando su voz levante
la negra tempestad?



Amado Nervo

perlas negras - ves el sol, apagando su luz pura

-- de Amado Nervo --

¿ves el sol, apagando su luz pura
en las ondas del piélago ambarino?
así hundió sus fulgores mi ventura
para no renacer en mi camino.
Mira la luna: desgarrando el velo
de las tinieblas, a brillar empieza.
Así se levantó sobre mi cielo
el astro funeral de la tristeza.
¿Ves el faro en la peña carcomida
qu'el mar inquieto con su espuma alfombra?
así radia la fe sobre mi vida,
solitaria, purísima, escondida:
¡como el rostro de un ángel en la sombra!



Líber Falco

Volver

-- de Líber Falco --

Ya cantaban los gallos.
Ya sonaban las campanas
y él buscábase la frente
hada la madrugada.
Sobre calles y suburbios,
sobre la ciudad toda,
en un coro de gallos
levantado y triste,
él, desasido,
se buscaba la frente
hacia la madrugada.

Y ya en el día
pudo decir alegre el renacido:
Oh tierra. Oh nave solitaria,
soy tu hijo fiel
y no te olvido.



Manuel Gutiérrez Nájera

A un Triste

-- de Manuel Gutiérrez Nájera --

¿Por qué de amor la barca voladora
con ágil mano detener no quieres
y esquivo menosprecias los placeres
de Venus, la impasible vencedora?

A no volver los años juveniles
huyen como saetas disparadas
por mano de invisible Sagitario;
triste vejez, como ladrón nocturno,
sorpréndenos sin guarda ni defensa,
y con la extremidad de su arma inmensa,
la copa del placer vuelca Saturno.

¡Aprovecha el minuto y el instante!
Hoy te ofrece rendida la hermosura
de sus hechizos el gentil tesoro,
y llamándote ufana en la espesura,
suelta Pomona sus cabellos de oro.

En la popa del barco empavesado
que navega veloz rumbo a Citeres,
de los amigos el clamor te nombra,
mientras, tendidas en la egipcia alfombra,
sus crótalos agitan las mujeres.

¡Deja, por fin, la solitaria playa,
y coronado de fragantes flores,
descansa en la barquilla de las diosas!
¿Qué importa lo fugaz de los amores?
¡También expiran jóvenes las rosas!



Jorge Isaacs

A Virginia y Rufino

-- de Jorge Isaacs --

Recuerdos de infortunios y delicias
De otro mundo tal vez, llevo en el alma;
De lamentos y adioses y caricias,
De un amor infeliz memoria vaga.

Sueños o realidad, el bien perdido
Es esta sombra que mi frente empaña;
Mas al veros dichosos, al olvido
Doy el dolor y sécanse mis lágrimas.

¿Qué os dije de infortunios y dolores?
Para una eternidad, vuestro amor basta,
Y aquí en la tierra cubrirá de flores
Paterno amor la senda que os aguarda.

Si alguna vez os cuentan que leyeron
Mi nombre en una tumba solitaria,
Bajo los verdes bosques do corrieron
Los venturosos años de mi infancia...

Orad, orad por el amigo ausente;
Del bueno la oración, al cielo alcanza:
Por mí favoreced al indigente;
Es de ángeles o un Dios secar sus lágrimas.



Julián del Casal

flores

-- de Julián del Casal --

Mi corazón fue un vaso de alabastro
donde creció, fragante y solitaria,
bajo el fulgor purísimo de un astro
una azucena blanca: la plegaria.
Marchita ya esa flor de suave aroma,
cual virgen consumida por la anemia,
hoy en mi corazón su tallo asoma
una adelfa purpúrea: la blasfemia.



Julián del Casal

flor de cieno

-- de Julián del Casal --

Yo soy como una choza solitaria
que el viento huracanado desmorona
y en cuyas piedras húmedas entona
hosco búho su endecha funeraria.
Por fuera sólo es urna cineraria
sin inscripción, ni fecha, ni corona;
mas dentro, donde el cieno se amontona,
abre sus hojas fresca pasionaria.
Huyen los hombres al oír el canto
del búho que en la atmósfera se pierde,
y, sin que sepan reprimir su espanto,
no ven que, como planta siempre verde,
entre el negro raudal de mi amargura
guarda mi corazón su esencia pura.



Julián del Casal

al juez supremo

-- de Julián del Casal --

No arrancó la ambición las quejas hondas
ni el orgullo inspiró los anatemas
que atraviesan mis mórbidos poemas
cual aves negras entre espigas blondas.
Aunque la dicha terrenal me escondas
no a la voz de mis súplicas le temas,
que ni lauros, ni honores, ni diademas
turban de mi alma las dormidas ondas.
Si algún día mi férvida plegaria,
¡oh, dios mío!, en blasfemia convertida
vuela a herir tus oídos paternales,
es que no siente mi alma solitaria,
en medio de la estepa de la vida,
el calor de las almas fraternales.



Julián del Casal

el arte

-- de Julián del Casal --

Cuando la vida, como fardo inmenso,
pesa sobre el espíritu cansado
y ante el último dios flota quemado
el postrer grano de fragante incienso;
cuando probamos, con afán intenso,
de todo amargo fruto envenenado
y el hastío, con rostro enmascarado,
nos sale al paso en el camino extenso;
el alma grande, solitaria y pura
que la mezquina realidad desdeña,
halla en el arte dichas ignoradas,
como el alción, en fría noche oscura,
asilo busca en la musgosa peña
que inunda el mar azul de olas plateadas.



Rafael Obligado

ofrenda

-- de Rafael Obligado --

¡ah! yo que en torno de tu sien he visto
perennemente suspendida el alba,
y encenderse en el cielo de tus ojos
como una estrella el esplendor de tu alma,
ha querido mi ofrenda de poeta
consagrar a tu imagen solitaria,
azucena de luz, donde mi espíritu
posó un instante las ligeras alas.



Rafael Obligado

Ofrenda (Obligado)

-- de Rafael Obligado --

¡Ah! yo que en torno de tu sien he visto
Perennemente suspendida el alba,
Y encenderse en el cielo de tus ojos
Como una estrella el esplandor de tu alma,
He querido mi ofrenda de poeta
Consagrar á tu imagen solitaria,
Azucena de luz, donde mi espíritu
Posó un instante las ligeras alas.



Pablo Neruda

tiranía

-- de Pablo Neruda --

Oh dama sin corazón, hija del cielo,
auxíliame en esta solitaria hora,
con tu directa indiferencia de arma
y tu frío sentido del olvido.
Un tiempo total como un océano,
una herida confusa como un nuevo ser,
abarcan la tenaz raíz de mi alma
mordiendo el centro de mi seguridad.
Qué espeso latido se cimbra en mi corazón
como una ola hecha de todas las olas,
y mi desesperada cabeza se levanta
en un esfuerzo de salto y de muerte.
Hay algo enemigo temblando en mi certidumbre,
creciendo en el mismo origen de las lágrimas,
como una planta desgarradora y dura
hecha de encadenadas hojas amargas.



Pablo Neruda

poema 3 veinte poemas de amor y una canción desesperada (1924)

-- de Pablo Neruda --

Ah vastedad de pinos, rumor de olas quebrándose,
lento juego de luces, campana solitaria,
crepúsculo cayendo en tus ojos, muñeca,
caracola terrestre, en ti la tierra canta!
en ti los ríos cantan y mi alma en ellos huye
como tú lo desees y hacia donde tú quieras.
Márcame mi camino en tu arco de esperanza
y soltaré en delirio mi bandada de flechas.
En torno a mí estoy viendo tu cintura de niebla
y tu silencio acosa mis horas perseguidas,
y eres tú con tus brazos de piedra transparente
donde mis besos anclan y mi húmeda ansia anida.
Ah tu voz misteriosa que el amor tiñe y dobla
en el atardecer resonante y muriendo!
así en horas profundas sobre los campos he visto
doblarse las espigas en la boca del viento.



Pablo Neruda

a quién el cóndor andrajoso

-- de Pablo Neruda --

A quién el cóndor andrajoso
da cuenta de su cometido?
cómo se llama la tristeza
en una oveja solitaria?
y qué pasa en el palomar
si aprenden canto las palomas?
si las moscas fabrican miel
ofenderán a las abejas?



Pablo Neruda

madrigal escrito en invierno

-- de Pablo Neruda --

En el fondo del mar profundo,
en la noche de largas listas,
como un caballo cruza corriendo
tu callado callado nombre.
Alójame en tu espalda, ay refúgiame,
aparéceme en tu espejo, de pronto,
sobre la hoja solitaria, nocturna,
brotando de lo oscuro, detrás de ti.
Flor de la dulce luz completa,
acúdeme tu boca de besos,
violenta de separaciones,
determinada y fina boca.
Ahora bien, en lo largo y largo,
de olvido a olvido residen conmigo
los rieles, el grito de la lluvia:
lo que la oscura noche preserva.
Acógeme en la tarde de hilo
cuando el anochecer trabaja
su vestuario, y palpita en el cielo
una estrella llena de viento.
Acércame tu ausencia hasta el fondo,
pesadamente, tapándote los ojos,
crúzame tu existencia, suponiendo
que mi corazón está destruido.



Pedro Bonifacio Palacios

Ayer y hoy

-- de Pedro Bonifacio Palacios --

I

Humilde como el voto del creyente,
bendito como el ángel de mi guarda,
tímido, solitario, romancesco,
fe y esperanza.

II

Como tú, virginal y sin mancilla,
como yo, visionario y entusiasta,
era el amor que te ofrecí; inocente,
como mi alma.

III

Ignoto, como ráfaga perdida,
ardiente, como lágrima callada,
torcido, desolado, borrascoso,
amor de paria.

IV

Triste como el destello de la luna,
solo, como la luna solitaria,
es el recuerdo de ese amor maldito,
como mi alma.



Pedro Bonifacio Palacios

Mi alma

-- de Pedro Bonifacio Palacios --

Bajo la curva de la noche, fúnebre,
sobre la arena del desierto, cálida,
se conturba la mente del proscripto,
su pie desnudo, vacilante, marcha;
y allá en la curva fúnebre del cielo
la estrella solitaria;
y allá, sobre las cálidas arenas,
¡el oasis y el agua!
Bajo la curva del dolor, fatídica,
sobre el desierto de mi vida, trágica,
mi acongojada mente se conturba,
mi vacilante pie se despedaza;
y allá, en la curva del dolor, siniestra,
la luz de la esperanza;
y allá sobre el desierto de mi vida,
¡la resonante multitud de mi alma!.



José María Heredia

la cifra. romance

-- de José María Heredia --

La cifra
romance
¿aún guardas, árbol querido
la cifra ingeniosa y bella
con que adornó mi adorada
tu solitaria corteza?
bajo tu plácida sombra
me viste evitar con lesbia
del fiero sol meridiano
el ardor y luz intensa.
Entonces ella sensible
pagaba mi fe sincera
y en ti enlazó nuestros nombres
de inmortal cariño en prenda
su amor pasó, ¡y ellos duran
cual dura mi amarga pena!...
Deja que borre el cuchillo
memorias ¡ay! tan funestas.
No me hables de amor: no juntes
mi nombre con el de lesbia,
cuando la pérfida ríe
de sus mentidas promesas
y de un triste desengaño
al despecho me condena.



José María Heredia

la melancolía. letrilla

-- de José María Heredia --

La melancolía
letrilla
hoja solitaria y mustia,
que de tu árbol arrancada,
por el viento arrebatada
triste murmurando vas,
¿do te diriges? lo ignoro,
de la encina que adornaba
este prado, y me apoyaba,
los restos mirando estás.
Bajo su sombra felice
las zagalas y pastores
cantaban, y sus amores
contenta escuchaba yo,
nise; la joven más bella
que jamás ornó éste prado
tal vez pensando en su amado,
en el tronco se apoyó.
Mas contrastada la encina
por huracán inclemente
abatió su altiva frente
dejándose despojar.
Desde entonces cada día
raudo el viento me arrebata,
y aunque feroz me maltrata
ni aun oso quejarme de él.
Voy, de su impulso llevado
del valle a la selva umbrosa,
do van las hojas de rosa
y las hojas de laurel.



José María Heredia

La melancolía

-- de José María Heredia --

Hoja solitaria y mustia,
que de tu árbol arrancada,
por el viento arrebatada
triste murmurando vas,
¿do te diriges? —Lo ignoro,
de la encina que adornaba
este prado, y me apoyaba,
los restos mirando estás.

Bajo su sombra felice
las zagalas y pastores
cantaban, y sus amores
contenta escuchaba yo,
Nise; la joven más bella
que jamás ornó éste prado
tal vez pensando en su amado,
en el tronco se apoyó.

Mas contrastada la encina
por huracán inclemente
abatió su altiva frente
dejándose despojar.
Desde entonces cada día
raudo el viento me arrebata,
y aunque feroz me maltrata
ni aun oso quejarme de él.

Voy, de su impulso llevado
del valle a la selva umbrosa,
do van las hojas de rosa
y las hojas de laurel.



José Tomás de Cuellar

La samaritana

-- de José Tomás de Cuellar --

«DADME á beber del agua de la vida»
Dijo Sarai á Cristo allá en Samaria,
Incrédula tal vez y temeraria.
Jesús al ver á la mujer perdida

Delante de él con la cabeza erguida
Cabe el brocal del pozo solitaria,
Levantó, como losa funeraria,
El velo de su historia envilecida.



José Tomás de Cuellar

Lejos

-- de José Tomás de Cuellar --

EN donde estás? Como ave en el espacio
Errante y solitaria en tarde negra
Te pierdes para mí,
Y aún te siento en mi sér, y aún algo tuyo
Hay en cada latido de mi pecho
Cansado de sufrir.
¿Es que toma otro rumbo incierto y vago
Tu alma en la ausencia, y á horizontes nuevos
Que nunca conocí
Vas á buscar mi luz que aquí te sigue,
Y el amor que, cual nadie, dentro el alma
Conservo para tí?



Gustavo Adolfo Bécquer

rima lxxxvii

-- de Gustavo Adolfo Bécquer --

¡quién fuera luna,
quién fuera brisa,
quién fuera sol!
..............................
¡Quién del crepúsculo
fuera la hora,
quién el instante
de tu oración!
¡quién fuera parte
de la plegaria
que solitaria
mandas a dios!
.........................
¡Quién fuera luna
quién fuera brisa,
quién fuera sol! ...



Gustavo Adolfo Bécquer

rima lxvi

-- de Gustavo Adolfo Bécquer --

¿de dónde vengo..? El más horrible y áspero
de los senderos busca:
las huellas de unos pies ensangrentados
sobre la roca dura;
los despojos de un alma hecha jirones
en las zarzas agudas,
te dirán el camino
que conduce a mi cuna.
¿A dónde voy? el más sombrío y triste
de los páramos cruza,
valle de eternas nieves y de eternas
melancólicas brumas.
En donde esté una piedra solitaria
sin inscripción alguna,
donde habite el olvido,
allí estará mi tumba.



Gutierre de Cetina

a la princesa de molfeta I

-- de Gutierre de Cetina --

Como al rayo de sol nueva serpiente
en virtud del calor sale y se aviva,
muéstrase más lozana y más altiva
y el esfuerzo y valor doblado siente,
y como mientra el sol no es tan caliente,
la falta del calor hace que viva
tímida, solitaria, obscura, esquiva,
do ni la puede ver ni vea la gente,
tal ha sido de mí, señora mía,
que en virtud del calor de los favores
mientra el sol me duró, ledo vivía,
hasta que los helados disfavores
hicieron encoger mi fantasía,
esconderme y huir de los amores.



Vicente Huidobro

vocación de altura

-- de Vicente Huidobro --

Es inútil andar por el desprecio con el desprecio a cuestas
es inútil marchar por el cielo y con el cielo al hombro
es inútil ser mar con grandes alas como noches
nunca la verde pluma solitaria tan alta y musical
calmará sus anhelos ni las rocas violentas del planeta
el viento pasa a través del esqueleto
hace sonar marfiles al fondo del tiempo y de mi soledad
bate alturas derramadas y llantos de lejanas circunstancias
tiene tanto sabor de cielo malherido
que la voz se acaricia como la sombra de un barco muriéndose deangustia
los árboles no cantan en sus orillas deseadas
pero la noche tiene un agua suave
hay cosas puras como el muerto entre sus velas
hay cosas dulces como la aldea en sus ventanas y sus enredaderas
hay cosas tristes como la lámpara de ciertas tumbas para leer unnombre
el viento pasa a través de los hombres
y lleva el olor de su planeta



Vicente Wenceslao Querol

A un filósofo cristiano

-- de Vicente Wenceslao Querol --

Ni el bien pasado ni el dolor presente
nunca turbaron tu impasible calma,
y, en excelsa región puesta la mente,
no hay una sombra en tu serena frente
ni hay una duda que te angustie el alma.

Tal, de las nubes traspasando el velo,
para bañarse en la perpetua lumbre
del sol, huyendo del rumor del suelo,
alzan los Alpes la nevada cumbre
triste, infecunda y solitaria, al cielo.

Mas de la cima estéril se desata
el agua en hilos de bruñida plata,
para ser luego- fecundante río,
lago que el cielo espléndido retrata,
fuente que llora en ángulo sombrío.

Tal de tus labios la verdad ignota
desde tu augusta soledad desciende
sobre los pueblos que el error azota,
y el sacro fuego de la fe se enciende
y el santo amor entre los hombres brota.



Angel María Dacarrete

A ti (Dacarrete)

-- de Angel María Dacarrete --

Triste, en la noche solitaria y fria
Entre sueños te llamo;
Triste, al brillar el trabajoso dia
Le digo que te amo!

Tu seno implora mi abrasada frente
Que abaten los enojos;
Por tí preguntan con afan doliente
A cuanto ven mis ojos!



Antonio Machado

Guitarra del mesón que hoy suenas jota

-- de Antonio Machado --

Guitarra del mesón que hoy suenas jota,
mañana petenera,
según quien llega y tañe
las empolvadas cuerdas.
Guitarra del mesón de los caminos,
no fuiste nunca, ni serás, poeta.
Tú eres alma que dice su armonía
solitaria a las almas pasajeras...
Y siempre que te escucha el caminante
sueña escuchar un aire de su tierra.



Antonio Machado

La tarde todavía

-- de Antonio Machado --

La tarde todavía
dará incienso de oro a tu plegaria,
y quizás el cenit de un nuevo día
amenguará tu sombra solitaria.
Mas no es tu fiesta el Ultramar lejano,
sino la ermita junto al manso río;
no tu sandalia el soñoliento llano
pisará, en la arena del hastío.
Muy cerca está, romero,
la tierra verde y santa y florecida
de tus sueños; muy cerca, peregrino
que desdeñas la sombra del sendero
y el agua del mesón en tu camino.



Antonio Ros de Olano

El simoún

-- de Antonio Ros de Olano --

La soledad lo aborta sin destino
sobre el páramo inmenso del desierto;
a su presencia duélese el mar muerto
y gime triste el campo palestino.

Con polvorosa crin borra el camino,
y a su bochorno el caminante incierto,
el cuerpo tiende, el hábito cubierto
del raudo y abrasante remolino.

¡Pasó!... Y el tigre bota en la candente
arena, en que el león ruge erizado
y silba y se retuerce la serpiente...

¡Pasó!... Y en la quietud del despoblado
la ciudad solitaria del Oriente
llora con el Profeta su pecado.



Marilina Rébora

paz interior

-- de Marilina Rébora --

Paz interior
detrás de mis paredes, feliz a mi manera,
extraigo del azul la esencia de mi verso
y escribo entre las nubes ¡añorante quimera!,
con las letras del alma, un vocablo disperso.
Ignorando el tropel que redobla en la acera,
extraña a la vorágine que rige el universo,
no turba mi interior el bullicio de afuera
y así conmigo misma, escribiendo, converso.
Pero en el corazón no puede haber engaño,
como dentro del alma no cabe la mentira
que en solitaria paz nos vemos al desnudo,
sin vanidad ni orgullo, ajenos al cruel daño
de la simulación que hipócrita conspira
y entonces a los cielos, para inspirarme, acudo.



Nicolás Guillén

el abuelo

-- de Nicolás Guillén --

Esta mujer angélica de ojos septentrionales,
que vive atenta al ritmo de su sangre europea,
ignora que lo hondo de ese ritmo golpea
un negro al parche duro de roncos atabales.
Bajo la línea escueta de su nariz aguda,
la boca, en fino trazo, traza una raya breve,
y no hay cuervo que manche la solitaria nieve
de su carne, que fulge temblorosa y desnuda.
¡Ah, mi señora! mírate las venas misteriosas;
boga en el agua viva que allá dentro te fluye,
y ve pasando lirios, nelumbios, lotos, rosas;
que ya verás, inquieta, junto a la fresca orilla
la dulce sombra oscura del abuelo que huye,
el que rizó por siempre tu cabeza amarilla.



Juan Ramón Jiménez

yo me moriré, y la noche

-- de Juan Ramón Jiménez --

Triste, serena y callada,
dormirá el mundo a los rayos
de su luna solitaria.
Mi cuerpo estará amarillo,
y por la abierta ventana
entrará una brisa fresca
preguntando por mi alma.
No sé si habrá quien solloce
cerca de mi negra caja,
o quien me dé un largo beso
entre caricias y lágrimas.
Pero habrá estrellas y flores
y suspiros y fragancias,
y amor en las avenidas
a la sombra de las ramas.
Y sonará ese piano
como en esta noche plácida,
y no tendrá quien lo escuche
sollozando en la ventana.



Federico García Lorca

Soneto de la dulce queja

-- de Federico García Lorca --

Tengo miedo a perder la maravilla
de tus ojos de estatua y el acento
que de noche me pone en la mejilla
la solitaria rosa de tu aliento.

Tengo pena de ser en esta orilla
tronco sin ramas; y lo que más siento
es no tener la flor, pulpa o arcilla,
para el gusano de mi sufrimiento.

Si tú eres el tesoro oculto mío,
si eres mi cruz y mi dolor mojado,
si soy el perro de tu señorío,

no me dejes perder lo que he ganado
y decora las aguas de tu río
con hojas de mi otoño enajenado.



Francisco Sosa Escalante

A R...

-- de Francisco Sosa Escalante --

¿Por qué pretendes bajo negra toca
La frente asi ocultar? ¿por qué el esbelto
Talle, se mira en el sayal envuelto
Y no hay sonrisas en tu linda boca?

El blanco seno que á gozar provoca,
Del mundo alegre por el mar revuelto,
No es dado contemplar, ni aquel resuelto
Andar, que aviva la esperanza loca.

Lega á olvido capricho tan extraño,
Y pues el mundo por gentil te adora.
Desnúdate el sayal, cese el engaño;

Que en celda solitaria solo mora
O la adusta vejez, ó el desengaño;
No aquella que tus gracias atesora.



Francisco Sosa Escalante

Al año de 1884

-- de Francisco Sosa Escalante --

Jamás te olvidaré! Cuando tus dias
Empezaba á contar, volví á aquel suelo
Do abrí los ojos á la luz del cielo,
Volando en alas de las ansias mías.

Las horas de la ausencia, tristes, frías,
Mi sér llenaron de amargura y duelo,
Y á mi cuna torné con el anhelo
De gozar mis pasadas alegrías.

En vez, entónces, del placer soñado.
Para el que fuera el corazón estrecho,
Año fatal, ¿qué fué lo que me diste?

De mi madre querida el cuerpo helado
Ante mis ojos en mortuorio lecho,
Dejando á mi alma solitaria y triste!



Francisco Villaespesa

adiós a cuba

-- de Francisco Villaespesa --

Con ternuras de madre y piedades de hermana
me ofreciste un oasis de paz en esta guerra,
por eso al alejarse la errante caravana,
tu recuerdo en el fondo del corazón encierra;
y con él las tristezas de su otoño engalana...
Pupila que la muerte sin mirarte se cierra
no sabrá qué es belleza, porque tú eres, habana,
la ciudad más hermosa que floreció en la tierra.
¡En mi adiós, como ofrenda, te dejo el alma mía!...
¡Que los dioses te amparen, ciudad de encantamiento,
y que siempre contemple la pupila viajera
sobre el maravilloso cristal de tu bahía
fulgurar ondulante a la gloria del viento
la estrella solitaria que brilla en tu bandera!...



Francisco Villaespesa

los jardines de afrodita VI

-- de Francisco Villaespesa --

De la grecia y de italia bajo los claros cielos
en tu honor se entonaron los más dulces cantares,
y ofrecieron las vírgenes al pie de tus altares
las tórtolas más blancas y sus más ricos velos.
Hoy triste y solitaria, en el parque sombrío,
carcomida y musgosa, los brazos mutilados,
bajo la pesadumbre de los cielos nublados
el mármol de tu carne se estremece de frío.
¿Dónde se alzan ahora tus templos, afrodita?
ya la pánica flauta en los bosques no invita
a danzar a los sátiros danzas voluptuosas.
Ha huido la alegría, ha muerto la belleza...
No hay risas en los labios y una inmensa tristeza
cubre como un sudario las almas y las cosas.



José Eustasio Rivera

con pausados vaivenes

-- de José Eustasio Rivera --

Con pausados vaivenes refrescando el estío,
la palmera engalana la silente llanura;
y en su lánguido ensueño, solitaria murmura
ante el sol moribundo sus congojas al río.

Encendida en el lampo que arrebola el vacío,
presintiendo las sombras, desfallece en la altura;
y sus flecos suspiran un rumor de ternura
cuando vienen las garzas por el cielo sombrío.

Naufragada en la niebla, sobre el turbio paisaje
la estremecen los besos de la brisa errabunda;
y al morir en sus frondas el lejano celaje,

se abandona al silencio de las noches más bellas,
y en el diáfano azogue de la linfa profunda
resplandece cargada de racimos de estrellas.



José Martí

al buen pedro

-- de José Martí --

Al buen pedro
dicen, buen pedro, que de mí murmuras
porque tras mis orejas el cabello
en crespas ondas su caudal levanta:
diles, ¡bribón!, que mientras tú en festines
en rubios caldos y en fragantes pomas,
entre mancebas del astuto norte,
de tus esclavos el sudor sangriento,
torcido en oro, lánguido bebes,
pensativo, febril, pálido, grave,
mi pan rebano en solitaria mesa
pidiendo ¡oh triste! al aire sordo modo
de libertar de su infortunio al siervo
¡y de tu infamia a ti!
y en estos lances,
suéleme, pedro, en la apretada bolsa
faltar la monedilla que reclama
con sus húmedas manos el barbero.



Carolina Coronado

amistad de la luna

-- de Carolina Coronado --

Esa oscura enfermedad
que llaman melancolía
me trajo a la soledad
a verte, luna sombría.
Ya seas amante doncella,
ya informe, negro montón
de tierra que en forma bella
nos convierte la ilusión,
ni a sorprender tus amores
mis tristes ojos vinieron
ni a saber si esos fulgores
son tuyos o te los dieron.
Ni a mí me importa que esté
tu luz viva o desmayada,
ni cuando te miro sé
si eres roja o plateada.
Yo busco tu compañía
porque al fin, muda beldad,
es tu amistad menos fría
que otra cualquiera amistad.
Sé bien que todo el poder
de tu misterioso encanto
no alcanzará a detener
una gota de mi llanto.
Mas yo no guardo consuelos
para este mal tan profundo,
fijo la vista en los cielos
porque me importuna el mundo...
¡Vergüenza del mundo es
si tiene mi pensamiento,
que ir a buscarte al través
de las nubes y del viento,
y llevar hasta tu esfera
mi solitaria armonía
para hallar la compañera
que escuche la pena mía!
mas, pues no me da fortuna
otra más tierna amistad,
vengo con mis penas, luna,



Carolina Coronado

canción III

-- de Carolina Coronado --

Cuando la luz de la tarde
en occidente se apaga,
y la reina de las sombras
con ligero paso avanza;
en esas horas tranquilas,
inspiradoras del alma;
cuando en las alas del viento
el silencio se derrama;
cuando la tórtola dulce
lánguido suspiro exhala
con acento lastimero
recogida entre las ramas.
A aliviar voy mis cuidados
a la orilla solitaria
de un pacífico arroyuelo,
que entre fresnos se dilata.
Y vagando pensativa
por la arboleda callada,
sueño dichas venideras,
o canto las ya pasadas.
Y comparo al manso río
mi existencia sosegada.
Él rueda blando entre flores;
ella entre ilusiones blanda.



Clemente Althaus

1º de enero de 1863

-- de Clemente Althaus --

Reina en París unánime alegría:
y toda plaza y toda calle suena,
de alborozada muchedumbre llena,
que celebra del año el primer día.

Mas, solitaria en tanto el alma mía,
con el contento, y la ventura ajena,
siente aumentarse su profunda pena,
y su tedio y mortal melancolía.

En vano la esperanza me halagaba:
para mí ¡ay triste! el año nuevo empieza
tan desgraciado cual su hermano acaba:

¡aún el mal no remite su crüeza
que mi cuerpo consume, aún gime esclava
el alma del hastío y la tristeza!



Clemente Althaus

A una estrella (Althaus)

-- de Clemente Althaus --

¡Cuán hondas melancólicas ideas
despiertas en el alma dolorida,
lejana estrella que, entre mil perdida,
cual ojo soñoliento pestañeas!

¿Por qué tu luz, entre tan claras teas,
mis tristes ojos sin cesar convida?
¿Por qué lloro al mirarte? de mi vida
¡quizá la estrella misteriosa seas!

Sí: tú sola, cual cirio de agonía,
alumbrabas la noche tenebrosa
en que este triste a padecer nacía:

¡Ay! que ya cedo al hado que me acosa:
y pronto tú, como mirada pía,
alumbrarás mi solitaria losa.



Clemente Althaus

A la luna (Althaus)

-- de Clemente Althaus --

Duerme el anchuroso suelo;
mas con tristeza importuna
yo solo gimiendo velo;
y tú, solitaria luna,
velas también en el cielo.
Y me parece que, en tanto
que los ojos fijo en ti,
tú me miras desde allí,
y al ver mi copioso llanto,
te compadeces de mí.



Clemente Althaus

A Rossini

-- de Clemente Althaus --

Aún me parece que en el Cielo santo
con desusada gloria
en medio de los ángeles estuve
a donde de tu canto
la constante memoria
de nuevo el alma estremecida sube:
mas di Rossini, dime
si propicio querube,
celeste amigo que tu canto inspira,
en noche solitaria
te enseñó el más ardiente y más sublime
himno que sabe su divina lira,
en esa pura celestial plegaria;
o si tú mismo al cielo suspendido,
al angélico coro
¿la escuchaste cantar en harpas de oro,
con ella absorto el soberano oído?
Por esa hora dichosa,
por el celeste olvido
del mundo, de mí mismo, de mis males;
por el alto placer que mi alma endiosa,
a tu valor divino desiguales,
estos versos te envío agradecido,
¡oh delicia y amor de los mortales!



Ramón López Velarde

A un imposible

-- de Ramón López Velarde --

Me arrancaré, mujer, el imposible
Amor de melancólica plegaria,
Y aunque se quede el alma solitaria
Huirá la fe de mi pasión risible.

Iré muy lejos de tu vista grata
Y morirás sin mi cariño tierno,
Como en las noches del helado invierno
Se extingue la llorosa serenata.

Entonces, al caer desfallecido
Con el fardo de todos mis pesares,
Guardaré los marchitos azahares
Entre los pliegues del nupcial vestido.



Roberto Juarroz

poemas de otredad 15

-- de Roberto Juarroz --

Nos quedamos a veces detenidos
en medio de una calle,
de una palabra
o de un beso,
con los ojos inmóviles
como dos largos vasos de agua solitaria,
con la vida inmóvil
y las manos quietas entre un gesto y el que hubiera seguido,
como si no estuvieran ya en ninguna parte.
Nuestros recuerdos son entonces de otro,
a quien apenas recordamos.
Es como si prestásemos la vida por un rato,
sin la seguridad de que nos va a ser devuelta
y sin que nadie nos la haya pedido,
pero sabiendo que es usada
para algo que nos concierne más que todo.
¿No será también la muerte un préstamo,
en medio de una calle,
de una palabra
o de un beso?



Rubén Bonifaz Nuño

haz que yo pueda ser, amor, la escala...

-- de Rubén Bonifaz Nuño --

Haz que yo pueda ser, amor, la escala
en que sus pies se apoyan, el torrente
de luz para su sed, o, suavemente,
el cauce en que su vida se resbala.

Sólo soy un espejo para el ala
de un ángel dividido, que así siente
que le soy necesario, y dulcemente
a mi dolor su claridad iguala.

Y eso es todo, amor: sólo un reflejo.
No escala, luz ni cauce, en que pudiera
subir, brillar, o transcurrir ligera.

Únicamente el sueño de un espejo
mudo a veces, y opaco, en donde anida
la imagen solitaria de su vida.



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