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Se han encontrado 56 poemas con la palabra soles

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Alfonsina Storni

El sueño

-- de Alfonsina Storni --

Yo vi dos soles rojos dominando el espacio
Perlaban en sus rayos las luces de topacio
y tendí mis dos manos hambrientas de infinito
para estrujar en ellas un inefable mito.

Las dos pupilas rojas como rosas del cielo
cegaron mis pupilas, soberbias en su anhelo
de mirar cara a cara los toques de diamantes.

Después, como un crujido de nudos que se quiebran...
Tempestades soberbias que en los mares se enhebran;
parto de los dioses... Un quejido de dios...
¡Y bocas que se muerden en un supremo adiós!

Más tarde una sonata más dulce que la miel;
agonía de lirios en el jardín aquel.
Palacio de oro y oro donde habita una maga
que ha dormido cien años por maldición aciaga.

Y después manos blancas desparramando rosas
sobre el alma escondida y serena de las cosas...
Y un silencio de muerte cansado y sepulcral
donde se prende el lotus venenoso del mal.

Y después la mañana que llega a los cristales
del cuarto miserable donde muerdo mis males...
Y después otro día que se esboza en el lloro
de mis días sin sol, de mis soles sin oro!...

Poema El sueño de Alfonsina Storni con fondo de libro

Alfonsina Storni

El sueño (Storni)

-- de Alfonsina Storni --

Yo vi dos soles rojos dominando el espacio
Perlaban en sus rayos las luces de topacio
y tendí mis dos manos hambrientas de infinito
para estrujar en ellas un inefable mito.

Las dos pupilas rojas como rosas del cielo
cegaron mis pupilas, soberbias en su anhelo
de mirar cara a cara los toques de diamantes.

Después, como un crujido de nudos que se quiebran...
Tempestades soberbias que en los mares se enhebran;
parto de los dioses... Un quejido de dios...
¡Y bocas que se muerden en un supremo adiós!

Más tarde una sonata más dulce que la miel;
agonía de lirios en el jardín aquel.
Palacio de oro y oro donde habita una maga
que ha dormido cien años por maldición aciaga.

Y después manos blancas desparramando rosas
sobre el alma escondida y serena de las cosas...
Y un silencio de muerte cansado y sepulcral
donde se prende el lotus venenoso del mal.

Y después la mañana que llega a los cristales
del cuarto miserable donde muerdo mis males...
Y después otro día que se esboza en el lloro
de mis días sin sol, de mis soles sin oro!...

Poema El sueño (Storni) de Alfonsina Storni con fondo de libro

César Vallejo

tengo ahora 70 soles peruanos

-- de César Vallejo --

xlviii
tengo ahora 70 soles peruanos.
Cojo la penúltima moneda, la que suena
69 veces púnicas.
Y he aquí, al finalizar su rol,
quemase toda y arde llameante,
llameante,
redonda entre mis tímpanos alucinados.
Ella, siendo 69, dase contra 70;
luego escala 71, rebota en 72.
Y así se multiplica y espejea impertérrita
en todos los demás piñones.
Ella, vibrando y forcejeando,
pegando grittttos,
soltando arduos, chisporroteantes silencios,
orinándose de natural grandor,
en unánimes postes surgentes,
acaba por ser todos los guarismos,
la vida entera.

Poema tengo ahora 70 soles peruanos de César Vallejo con fondo de libro

Alejandra Pizarnik

anillos de ceniza

-- de Alejandra Pizarnik --

A cristina campo

son mis voces cantando
para que no canten ellos,
los amordazados grismente en el alba,
los vestidos de pájaro desolado en la lluvia.

Hay, en la espera,
un rumor a lila rompiéndose.
Y hay, cuando viene el día,
una partición de sol en pequeños soles negros.
Y cuando es de noche, siempre,
una tribu de palabras mutiladas
busca asilo en mi garganta
para que no canten ellos,
los funestos, los dueños del silencio.



Alfonsina Storni

Y tú

-- de Alfonsina Storni --

Sí, yo me muevo, vivo, me equivoco;
Agua que corre y se entremezcla, siento
El vértigo feroz del movimiento:
Huelo las selvas, tierra nueva toco.

Sí, yo me muevo, voy buscando acaso
Soles, auroras, tempestad y olvido.
¿Qué haces allí misérrimo y pulido?
Eres la piedra a cuyo lado paso.



Amado Nervo

¿qué más me da

-- de Amado Nervo --

In angello cum libello
kempis
¡con ella, todo; sin ella, nada!
para qué viajes,
cielos, paisajes,
¡qué importan soles en la jornada!
qué más me da
la ciudad loca, la mar rizada,
el valle plácido, la cima helada,
¡si ya conmigo mi amor no está!
que más me da...
Venecias, romas, vienas, parises:
bellos sin duda; pero copiados
en sus celestes pupilas grises,
¡en sus divinos ojos rasgados!
venecias, romas, vienas, parises,
qué más me da
vuestra balumba febril y vana,
si de mi brazo no va mi ana,
¡si ya conmigo mi amor no está!
qué más me da...
Un rinconcito que en cualquier parte me
preste abrigo;
un apartado refugio amigo
donde pensar;
un libro austero que me conforte;
una esperanza que sea norte
de mi penar,
y un apacible morir sereno,
mientras más pronto más dulce y bueno:
¡qué mejor cosa puedo anhelar!



Lope de Vega

Al sol que os mira, por miraros, miro

-- de Lope de Vega --

Al sol que os mira, por miraros miro,
que pienso que la luz de vos tomando,
en sus rayos la vuestra estoy mirando,
y luego de dos soles me retiro.

Águila soy, a salamandra aspiro;
este Dédalo Amor me está animando;
pero anochece y, como estoy llorando,
en el mar de mis lágrimas expiro.

Y como donde estoy sin vos, no es día,
pienso cuando anochece, que vos fuistes
por quien perdió los rayos que tenía.

Por quien si amaneció cuando le vistes,
dejándole de ver, noche sería
en el ocaso de mis ojos tristes.



Lope de Vega

Si estáis enfermos, dulces ojos claros

-- de Lope de Vega --

Si estáis enfermos, dulces ojos claros,
no os espantéis, pues tantos os desean,
que no es posible, si dejáis que os vean,
que dejen de quereros o envidiaros.

Mis pensamientos, no temiendo hallaros,
libres de la justicia se pasean;
como al sol, cuando nubes le rodean,
dicen mis ojos que podrán miraros.

Enfermos soles y nublados cielos,
hoy tomarán venganza mis enojos,
porque en la condición mudéis de estilo.

Si azules fuistes por matar con celos,
hoy como espada quedaréis, mis ojos,
que tienen de cortar gastado el filo.



Jorge Riechmann

4

-- de Jorge Riechmann --

Al individuo con sus correas ásperas
con su boca tapiada
con su triste inmunidad
aléjalo de mí.
Hemos nacido para soles más limpios.
Y no dejes de escribir
tu fiebre por las paredes.



Josefina Pla

sueño de sueños

-- de Josefina Pla --

Secreta noche herida de menguante
cae donde no hay agua ni tierra.
Marcha a cortar el filo de la luna,
mis raíces, que están donde no estuve.

...Traerán mi corazón, negra violeta
que se durmió en la orilla de otro sueño.
Lo he de llamar y no sabrá su nombre.
Me ha de cantar, y no he de comprenderle.

Y llevaré, camino en mediodía
de veinte cielos con opuestos soles,
mi angustia en veinte voces sin mi sangre.

He de llorar mil años sin mi llanto
y he de dormir mil años sin mis ojos
noche con veinte pétalos de luna.

1938



César Vallejo

Trilce: XIV

-- de César Vallejo --

Cual mi explicación.
Esto me lacera de tempranía.
Esa manera de caminar por los trapecios.
Esos corajosos brutos como postizos.
Esa goma que pega el azogue al adentro.
Esas posaderas sentadas para arriba.
Ese no puede ser, sido.
Absurdo.
Demencia.
Pero he venido de Trujillo a Lima.
Pero gano un sueldo de cinco soles.



César Vallejo

Trilce: XLVIII

-- de César Vallejo --

Tengo ahora 70 soles peruanos.
Cojo la penúltima moneda, la que suena
69 veces púnicas.
Y he aquí, al finalizar su rol,
quemase toda y arde llameante,
llameante,
redonda entre mis tímpanos alucinados.

Ella, siendo 69, dase contra 70;
luego escala 71, rebota en 72.
Y así se multiplica y espejea impertérrita
en todos los demás piñones.

Ella, vibrando y forcejeando,
pegando grittttos,
soltando arduos, chisporroteantes silencios,
orinándose de natural grandor,
en unánimes postes surgentes,
acaba por ser todos los guarismos,
la vida entera.



César Vallejo

Trilce: LXX

-- de César Vallejo --

Todos sonríen del desgaire con que voyme a fondo, celular de comer
bien y bien beber.

Los soles andan sin yantar? O hay quien
les da granos como a pajarillos? Francamente,
yo no sé de esto casi nada.

Oh piedra, almohada bienfaciente al fin. Amémonos os vivos a los
vivos, que a las buenas cosas muertas será después. Cuánto tenemos que
quererlas
y estrecharlas, cuánto. Amemos las actualidades, que siempre no
estaremos como estamos.
Que interinos Barrancos no hay en los esenciales cementerios.

El porteo va en el alfar, a pico. La jornada nos da en el cogollo, con su
docena de escaleras, escala das, en horizontizante frustración de pies,
por pávidas sandalias vacantes.

Y temblamos avanzar el paso, que no sabemos si damos con el
péndulo, o ya lo hemos cruzado.



César Vallejo

cual mi explicación

-- de César Vallejo --

xiv
cual mi explicación.
Esto me lacera de tempranía.
Esa manera de caminar por los trapecios.
Esos corajosos brutos como postizos.
Esa goma que pega el azogue al adentro.
Esas posaderas sentadas para arriba.
Ese no puede ser, sido.
Absurdo.
Demencia.
Pero he venido de trujillo a lima.
Pero gano un sueldo de cinco soles.



César Vallejo

todos sonríen del desgaire con que voyme a fondo

-- de César Vallejo --

lxx
todos sonríen del desgaire con que voyme a fondo,
celular de comer bien y bien beber.
Los soles andan sin yantar? o hay quien
les da granos como a pajarillos? francamente,
yo no sé de esto casi nada.
Oh piedra, almohada bienfaciente al fin. Amémonos los vivos alos vivos, que a las buenas cosas muertas será después. Cuánto tenemos que quererlas
y estrecharlas, cuánto. Amemos las actualidades, que
siempre no estaremos como estamos.
Que interinos barrancos no hay en los esenciales cementerios.
El porteo va en el alfar, a pico. La jornada nos da en el cogollo, con su docena de escaleras, escaladas, en horizontizante frustración de pies, por pávidas sandaliasvacantes.
Y temblamos avanzar el paso, que no sabemos si damos con el péndulo, o ya lo hemos cruzado.



Delmira Agustini

Mi musa

-- de Delmira Agustini --

Mi musa tomó un día la placentera ruta
de los campos fragantes; ornada de alboholes,
perfumando sus labios en la miel de la fruta
y dorando su cuerpo al fuego de los soles.

Vivió como una ninfa: desnuda, en fresca gruta,
engalanando espejos de lagos tornasoles.
La gran garza rosada de su forma impoluta.
Volvió a mí como el oro de luz de los crisoles.

Más pura; los cabellos emperlados de gotas
lucientes y prendidos de abrojos; trajo notas
de pájaro silvestre y en los labios más fuego.

Yo peinela y vestila sus parisinas galas,
y ella hoy grave pasea por mis lujosas salas
un gran aire salvaje y un perfume de espliego.



Delmira Agustini

Las alas

-- de Delmira Agustini --

Yo tenía... ¡Dos alas!...
Dos alas,
que del azur vivían como dos siderales
¡raíces!...
Dos alas,
con todos los milagros de la vida, la Muerte
y la ilusión. Dos alas.
Fulmíneas
como el velamen de una estrella en fuga;
dos alas
como dos firmamentos
como tormentas, con calmas y con astros...

¿Te acuerdas de la gloria de mis alas?...
El áureo campaneo
del ritmo; el inefable
matiz atesorando
el Iris todo, más un Iris nuevo
ofuscante y divino.
Que adorarán las plenas pupilas del futuro
(¡Las pupilas maduras a toda luz!)... El vuelo...

El vuelo ardiente, adorante y único,
que tanto tiempo atormentó los cielos,
despertó soles, bólidos, tormentas,
abrillantó los rayos y los astros;
y la amplitud: tenían
calor y sombra para todo el mundo,
y hasta incubar más allá pudieron.

Un día, raramente
desmayados a la tierra,
yo me adormí en las felpas profundas de este bosque...
¡Soñe divinas cosas!...
Una sonrisa tuya me despertó, paréceme...
¡Y no siento mis alas!
¿Mis alas?...

-Yo las vi deshacerse entre mis brazos...
¡Era como un deshielo!



Octavio Paz

primavera y muchacha

-- de Octavio Paz --

En su tallo de calor se balancea
la estación indecisa
abajo
un gran deseo de viaje remueve
las entrañas heladas del lago
cacerías de reflejos allá arriba
la ribera ofrece guantes de musgo a tu blancura
la luz bebe luz en tu boca
tu cuerpo se abre como una mirada
como una flor al sol de una mirada
te abres
belleza sin apoyo
basta un parpadeo
todo se precipita en un ojo sin fondo
basta un parpadeo
todo reaparece en el mismo ojo
brilla el mundo
tú resplandeces al filo del agua y de la luz
eres la hermosa máscara del día
aunque la nieve caiga en racimos maduros
nadie sacude ramas allá arriba
el árbol de la luz no da frutos de nieve
aunque la nieve se disperse en polen
no hay semillas de nieve
no hay naranjas de nieve no hay claveles
no hay cometas ni soles de nieve
aunque vuele en bandadas no hay pájaros de nieve
en la palma del sol brilla un instante y cae
apenas tiene cuerpo apenas peso apenas nombre
y ya lo cubre todo con su cuerpo de nieve
con su peso de luz con su nombre sin sombra



Pablo Neruda

i

-- de Pablo Neruda --

Odas y germinaciones
el sabor de tu boca y el color de tu piel,
piel, boca, fruta mía de estos días veloces,
dímelo, fueron sin cesar a tu lado
por años y por viajes y por lunas y soles
y tierra y llanto y lluvia y alegría
o sólo ahora, sólo
salen de tus raíces
como a la tierra seca el agua trae
germinaciones que no conocía
o a los labios del cántaro olvidado
sube en el agua el gusto de la tierra?
no sé, no me lo digas, no lo sabes.
Nadie sabe estas cosas.
Pero acercando todos mis sentidos
a la luz de tu piel, desapareces,
te fundes como el ácido
aroma de una fruta
y el calor de un camino,
el olor del maíz que se desgrana,
la madreselva de la tarde pura,
los nombres de la tierra polvorienta,
el perfume infinito de la patria:
magnolia y matorral, sangre y harina,
galope de caballos,
la luna polvorienta de la aldea,
el pan recién nacido:
ay todo de tu piel vuelve a mi boca,
vuelve a mi corazón, vuelve a mi cuerpo,
y vuelvo a ser contigo
la tierra que tú eres:
eres en mi profunda primavera:
vuelvo a saber en ti cómo germino.



Pedro Bonifacio Palacios

Vade Retro

-- de Pedro Bonifacio Palacios --

Tu eres joven, como un lirio de los valles,
que recién abre su cáliz,
¡que recién!
los cendales candorosos de sus pétalos de seda
suelta al viento de la aurora...
¡Yo soy el trágico laurel!.
Yo soy viejo, carcomido, lamentable,
como un roble centenario,
¡que cayó!
que cayó para in eternum, para nunca más alzarse
por los siglos de los siglos,
¡bajo el látigo de Dios!.
Son tus carnes, azucenas y jazmines
sonrojados a los besos
!de la luz!;
de la luz de cien incendios pavorosos,
de cien soles fulgurantes...
¡Más tu carne, no eres tú!.
Tu eres sombra, sombra enorme, sombra misma,
sombra llena de ansias
¡de gozar!.
Tus deseos se retuercen como sierpes iracundas,
insaciadas, insaciables...
¡Pubertades de satán!.



Pedro Salinas

la concha

-- de Pedro Salinas --

Tersa, pulida, rosada
¡cómo la acariciarían,
sí, mejilla de doncella!
entreabierta, curva, cóncava,
su albergue, encaracolada,
mi mirada se hace dentro.
Azul, rosa, malva, verde,
tan sin luz, tan irisada,
tardes, cielos, nubes, soles,
crepúsculos me eterniza.
En el óvalo de esmalte
rectas sutiles, primores
de geometría en gracia,
la solución le dibujan,
sin error, a aquel problema
propuesto
en lo más hondo del mar.
Pero su hermosura, inútil,
nunca servirá. La cogen,
la miran, la tiran ya.
Desnuda, sola, bellísima
la venera, eco de mito,
de carne virgen, de diosa,
su perfección sin amante
en la arena perpetúa.



Rafael María Baralt

A Dios I

-- de Rafael María Baralt --

Perlas son de tu manto las estrellas;
tu corona los soles que al vacío
prendió tu mano, y de tu imperio pío
espada y cetro al par son las centellas.

Por el éter y el mar andas sin huellas;
y cuando el huracán suelta bravío
sus mil voces de un polo al otro frío,
con tu voz inmortal sus labios sellas.

Doquiera estás; doquier llevan tu nombre
mares, desiertos, bosques y palacios,
cielos y abismos, el animal, el hombre.

Aunque estrechos la mente y los espacios
te llevan, ¡oh Señor!, sin contenerte;
te adoran, ¡oh Señor!, sin conocerte.



Gabriela Mistral

doña primavera

-- de Gabriela Mistral --

Doña primavera
viste que es primor,
viste en limonero
y en naranjo en flor.
Lleva por sandalias
unas anchas hojas,
y por caravanas
unas fucsias rojas.
Salid a encontrarla
por esos caminos.
¡Va loca de soles
y loca de trinos!
doña primavera
de aliento fecundo,
se ríe de todas
las penas del mundo...
No cree al que le hable
de las vidas ruines.
¿Cómo va a toparlas
entre los jazmines?
¿cómo va a encontralas
junto de las fuentes
de espejos dorados
y cantos ardientes?
de la tierra enferma
en las pardas grietas,
enciende rosales
de rojas piruetas.
Pone sus encajes,
prende sus verduras,
en la piedra triste
de las sepulturas...
Doña primavera
de manos gloriosas,
haz que por la vida
derramemos rosas:
rosas de alegría,
rosas de perdón,
rosas de cariño,
y de exultación.



Salvador Novo

hoy no lució la estrella de tus ojos

-- de Salvador Novo --

Hoy no lució la estrella de tus ojos.
Náufrago de mí mismo,
húmedo del brazo de las ondas,
llego a la arena de tu cuerpo
en que mi propia voz nombra mi nombre,
en que todo es dorado y azul como un día nuevo
y como las espigas herméticas, perfectas y calladas.
En ti mi soledad se reconcilia para pensar en ti.

Toda ha mudado
el sereno calor de tus miradas
en fervorosa madurez mi vida.
Alga y espumas frágiles, mis besos
cifran el universo en tus pestañas,
-playa de desnudez, tierra alcanzada
que devuelve en miradas tus estrellas.

¿A qué la flor perdida
que marchitó tu espera,
que dispersó el destino?
mi ofrenda es toda tuya en la simiente
que secaron los rayos de tus soles.
Al poema confío la pena de perderte.
He de lavar mis ojos de los azules tuyos,
faros que prolongaron mi naufragio.

He de coger mi vida deshecha entre tus manos,
leve jirón de niebla
que el viento entre sus alas efímeras dispersa.
Vuelva la noche a mí, muda y eterna,
del diálogo privada de soñarte,
indiferente a un día
que ha de hallarnos ajenos y distantes.



Tomás de Iriarte

Al ver yo mil poetas zalameros

-- de Tomás de Iriarte --

Al ver yo mil poetas zalameros
que a sus damas llamaban serafines,
claveles, azucenas y jazmines,
diamantes, perlas, soles y luceros,

al ver cómo sus versos lisonjeros
de nácares llenaban y carmines,
los llamaba salvajes y rocines,
los trataba de locos y embusteros.

Hoy Cupido esta burla vengar quiere
mandando que de Orminta me apasione,
y con las armas que yo herí me hiere.

Que hable yo igual idioma ya dispone;
mas si hay quien mi flaqueza vitupere,
Amor, haz que de Orminta se aficione.



Vicente Gallego

el olivo

-- de Vicente Gallego --

En su hábito oscuro, con los brazos abiertos,
como un monje que al cielo le dirige
su plegaria obstinada por la vida del alma,
el olivo difunto permanece de pie
mientras la tarde dobla sus rodillas.
Enhebrado en la luz que se adelgaza,
su severo perfil
cose el cielo a la tierra,
vertebra el espinazo de la tarde.
Y un saber de lo nuestro
en su reserva humilde sospechamos.
Encallecida mano codiciosa
cuyos dedos se tuercen arrancándole al aire
un pellizco de vuelo,
algo extraño nos hurta el viejo olivo:
un secreto inminente, temperatura extrema
de un decirse que clama en su lenguaje mudo.
Y el hombre le dirige su pregunta.
Con su carga de hormigas y de soles,
con el misterio a cuestas
que buscamos cifrar en su oficio sencillo,
este tronco orgulloso es sólo eso:
sugestión arraigada de las cosas
que quedarán aquí cuando partamos,
contundente respuesta
que a la luz de la luna nos aturde el oído
con su seco zarpazo de silencio.



Vicente Huidobro

paquebot

-- de Vicente Huidobro --

He visto una mujer hermosa
sobre el mar del norte
todas las aguas eran su cabellera
y en su mirada vuelta hacia las playas
un pájaro silbaba
las olas truenan tan roncas
que mis cabellos han caído
recostada sobre la lejanía
su vientre y su pecho no latían
sin embargo sus lágrimas vivían
inclinado sobre mis días
bajo tres soles
miraba allá lejos
el paquebot errante que cortó en dos el horizonte



Vicente Huidobro

Viajero

-- de Vicente Huidobro --

Qué clima es éste de arenas movedizas y fuera de su edad
Qué país de clamores y sombreros húmedos
En vigilancia de horizontes
Qué gran silencio por la tierra sin objeto
Preferida sólo de algunas palabras
Que ni siquiera cumplen su destino
No es cambiar la tristeza por una ventana o una flor razonable
Ni es un mar en vez de un recuerdo
Es una aspiración adentro de su noche
Es la vida con todas sus semillas
Explicándose sola y decorada como montaña que se despide
Es la lucha de las horas y las calles
Es el aliento de los árboles invadiendo las estrellas

Son los ríos derrochados
Es el hecho de ser amado y sangrar entre las alas
De tener carne y ojos hacia toda armonía
Y bogar de fondo a fondo entre fantasmas reducidos
Y volar como muertos en torno al campanario
Andar por el tiempo huérfano de sus soles
De sueño a realidad y realidad a visión enredada de noche
Y siempre en nombre en diálogo secreto
En salto de barreras siempre en hombre



Vicente Wenceslao Querol

A la luz (Querol)

-- de Vicente Wenceslao Querol --

De las blancas estrellas,
de los ardientes soles,
bajan al suelo, pálidas y bellas,
las luces con brillantes resplandores;
cruzan por el espacio
alumbrando con rápida carrera
los astros de topacio,
y de la tierra, la ignorada esfera;
llegan hasta mis ojos,
y en sus reflejos rojos
miro esconderse la naciente vida
que en todo germen brota
ante fuerza escondida
que nunca el tiempo con su curso agota.



Antonio Machado

¿Eres tú, Guadarrama, viejo amigo

-- de Antonio Machado --

¿Eres tú, Guadarrama, viejo amigo,
la sierra gris y blanca,
la sierra de mis tardes madrileñas
que yo veía en el azul pintada?
Por tus barrancos hondos
y por tus cumbres agrias,
mil Guadarramas y mil soles vienen,
cabalgando conmigo, a tus entrañas.

Camino de Balsaín, 1911



Manuel Reina

Morendo

-- de Manuel Reina --

Hermosa, ya tus pupilas
que soles radiantes fueron,
perdiendo van sus fulgores,
su viveza van perdiendo;
tu provocativa boca,
trono del amor y el beso,
palidece, y huyen de ella
la gracia, el clavel y el fuego;
ya en la cascada de oro
de tus brillantes cabellos,
algunos rayos de luna
aparecen indiscretos,
y en tu nacarada frente
de nítido terciopelo,
un hada un surco ha trazado
con su alabastrino dedo;
las flores de tu semblante
se han marchitado y deshecho,
y las flores de tu alma,
hermosa, también han muerto.



Marilina Rébora

mar de vidrio

-- de Marilina Rébora --

Mar de vidrio
dijiste: «mar de vidrio», señor, y es lo que quiero;
un mar que te refleje en toda tu grandeza,
por sobre el cual camines tu lámpara, el lucero
para ver, al trasluz, del mundo la tristeza.
Dijiste mar de vidrio, un cristal sin bisel
ni resquebrajaduras, sólo un único trozo,
en cuya superficie se reproduzca fiel
el que ríe feliz o el que ahoga un sollozo.
Y el mar tuyo, señor, ése al que te refieres,
¿tendrá, al igual que el nuestro, arenas, caracoles?
¿ondularáse en olas, si es así que lo quieres?
¿revolarán gaviotas por verse en sus espejos?
¿dormirá en él un sol o acaso muchos soles,
también vidrio sus crestas, de coral, con reflejos?
apocalipsis:
4, 6 y delante del trono había como un mar de vidrio semejante alcristal...
15, 2 Y vi así como un mar de vidrio mezclado con fuego...



Mauricio Bacarisse

Junio

-- de Mauricio Bacarisse --

¡Bajo el cangrejo de estrellas se extasiarán las llanuras!
Hacen fecundas promesas a las campiñas los soles;
en los sidéreos trigales lucen espigas maduras
y en el agro hay una roja constelación de ababoles.

El guadañil que hace siega en matemáticas puras,
como Copérnico o Newton igual que dos girasoles
dirigirá sus pupilas hacia algebraicas lecturas
en los cielos recamados que giran cual facistoles.

Todo el misterio de Eleusis ondula en los amarillos
campos humildes al son de albogues y caramillos;
modulaciones gozosas de un hierofante jocundo.

Una oración balbucean los tartamudos cuclillos
y anaxagóricamente la glosan múltiples grillos...
¡Pasa un deleite de ciencia por la vagina del mundo!



Meira Delmar

soneto marinero

-- de Meira Delmar --

Digo tu nombre, mar, tu nombre ardido
de soles y de júbilo creciente,
y el corazón enamorado siente
más clara la presencia del latido.
Velero que navega repetido
por los quietos espejos de la frente,
regresa tu paisaje lentamente
como si retornara del olvido.
Y surge tu comarca marinera
con una trashumante primavera
de espumas en la mano de cristal.
Y tu voz de colores, y tu alada
corona de blancura trabajada
en gaviotas y pétalos de sal.
!--Img



Miguel Hernández

al soldado internacional caído en españa

-- de Miguel Hernández --

Si hay hombres que contienen un alma sin fronteras,
una esparcida frente de mundiales cabellos,
cubierta de horizontes, barcos y cordilleras,
con arena y con nieve, tú eres uno de aquellos.
Las patrias te llamaron con todas sus banderas,
que tu aliento llenara de movimientos bellos.
Quisiste apaciguar la sed de las panteras,
y flameaste henchido contra sus atropellos.
Con un sabor a todos los soles y los mares,
españa te recoge porque en ella realices
tu majestad de árbol que abarca un continente.
A través de tus huesos irán los olivares
desplegando en la tierra sus más férreas raíces,
abrazando a los hombres universal, fielmente.



Miguel Unamuno

Luciérnaga celeste

-- de Miguel Unamuno --

Luciérnaga celeste, humilde estrella
de navegante guía: la Boquilla
de la Bocina que a hurtadillas brilla,
violeta de luz, pobre centella

del hogar del espacio; ínfima huella
del paso del Señor; gran maravilla
que broche del vencejo en la gavilla
de mies de soles, sólo ella los sella.

Era al girar del universo quicio
basado en nuestra tierra; fiel contraste
del Hombre Dios y de su sacrificio.

Copérnico, Copérnico, robaste
a la fe humana su más alto oficio
y diste así con su esperanza al traste.



Miguel Unamuno

La estrella polar

-- de Miguel Unamuno --

Luciérnaga celeste, humilde estrella
de navegante guía: la Boquilla
de la Bocina que a hurtadillas brilla,
violeta de luz, pobre centella

del hogar del espacio; ínfima huella
del paso del Señor; gran maravilla
que broche del vencejo en la gavilla
de mies de soles, sólo ella los sella.

Era al girar del universo quicio
basado en nuestra tierra; fiel contraste
del Hombre Dios y de su sacrificio.

Copérnico, Copérnico, robaste
a la fe humana su más alto oficio
y diste así con su esperanza al traste.



Miguel Unamuno

Ruit Hora

-- de Miguel Unamuno --

Mira que van los días volanderos
y con ellos las lunas y los soles
susurrando cual huecos caracoles
marinos los susurros pasajeros

del mar del infinito; son luceros
de misteriosa procesión faroles
y á una esperanza ciega nunca inmoles
la realidad que cruza los senderos.



Nicasio Álvarez de Cienfuegos

Por su carrera el sol iba corriendo

-- de Nicasio Álvarez de Cienfuegos --

Por su carrera el sol iba corriendo
cual acostumbra a hacer todos los días
y salido, mi Files, aún no habías
para irte con tus soles encubriendo.

Yo me estaba allá adentro consumiendo
al ver que tú de casa no salías
y por lo mismo el sol no oscurecías
antes bien le dejabas ir luciendo.

Mas al fin advertí ya venturoso
que ibas por la escalera ya bajando.
Saliste pues al fin con traje airoso,

quédeme al sol atento yo mirando
y noto ¡caso raro y prodigioso!
que como antes seguí iluminando.



Juan Gelman

el pájaro se desampara en su...

-- de Juan Gelman --

El pájaro se desampara en su
vueloquiere olvidar las alas
subir de la nada al vacío donde será materia y se acuesta
como luz en el soles
lo que no es todavíaigual al sueño
del que viene y no saletraza
la curva del amor con muerteva
de la coincidencia al mundose encadena
a los trabajos de su vezretira
el dolor del dolordibuja
su claro delirio
con los ojos abiertoscanta
incompletamente



Juan Meléndez Valdés

de lo que es amor oda vii

-- de Juan Meléndez Valdés --

Pensaba cuando niño
que era tener amores
vivir en mil delicias,
morar entre los dioses.
Mas luego rapazuelo
dorila cautivome,
muchacha de mis años,
envidia de dïone,
que inocente y sencilla,
como yo lo era entonces,
fue a mis ruegos la nieve
del verano a los soles.
Pero cuando aguardaba
no hallar ansias ni voces
que a la gloria alcanzasen
de una unión tan conforme,
cual de dos tortolitas
que en sus ciegos hervores
con sus ansias y arrullos
ensordecen el bosque,
probé desengañado
que amor todo es traiciones
y guerras y martirios
y penas y dolores.



Juan Meléndez Valdés

De lo que es amor: Oda VII

-- de Juan Meléndez Valdés --

Pensaba cuando niño
que era tener amores
vivir en mil delicias,
morar entre los dioses.

Mas luego rapazuelo
Dorila cautivome,
muchacha de mis años,
envidia de Dïone,

que inocente y sencilla,
como yo lo era entonces,
fue a mis ruegos la nieve
del verano a los soles.

Pero cuando aguardaba
no hallar ansias ni voces
que a la gloria alcanzasen
de una unión tan conforme,

cual de dos tortolitas
que en sus ciegos hervores
con sus ansias y arrullos
ensordecen el bosque,

probé desengañado
que amor todo es traiciones
y guerras y martirios
y penas y dolores.



Juan Ramón Molina

Súrsum

-- de Juan Ramón Molina --

Ya no nos separemos ni un momento,
porque –cuando se extingan nuestras vidas–
nuestras dos almas cruzarán unidas
el éter, en continuo ascendimiento.

Ajenas al humano sufrimiento,
de las innobles carnes desprendidas,
serán en una llama confundidas
en la región azúl del firmamento.

Sin dejar huellas ni visibles rastros,
más allá de la gloria de los astros,
entre auroras de eternos arreboles,

a obedecer iremos la divina
ley, fatal y suprema que domina
los espacios, las almas y los soles.



Julio Flórez

tus ojos

-- de Julio Flórez --

Ojos indefinibles, ojos grandes,
como el cielo y el mar hondos y puros,
ojos como las selvas de los andes:
misteriosos fantásticos y oscuros.
Ojos en cuyas místicas ojeras
se ve el rastro de incógnitos pesares,
cual se ve en la aridez de las riberas
la huella de las ondas de los mares.
Miradme con amor, eternamente,
ojos de melancólicas pupilas,
ojos que semejáis bajo su frente,
pozos de aguas profundas y tranquilas.
Miradme con amor, ojos divinos,
que adornáis como soles su cabeza,
y, encima de sus labios purpurinos,
parecéis dos abismos de tristeza.
Miradme con amor, fúlgidos ojos,
y cuando muera yo, que os amo tanto
verted sobre mis lívidos despojos,
el dulce manantial de vuestro llanto.
Julio flórez



Julio Flórez

Tus ojos (Julio Flórez)

-- de Julio Flórez --

Poem

Ojos indefinibles, ojos grandes, como el cielo y el mar hondos y puros, ojos como las selvas de los Andes: misteriosos, fantásticos y oscuros.

Ojos en cuyas místicas ojera se ve el rostro de incógnitos pesares, cual se ve en la aridez de las riberas la huella de las ondas de los mares.

Miradme con amor, eternamente, ojos de melancólicas pupilas, ojos que semejáis bajo su frente, pozos de aguas profundas y tranquilas.

Miradme con amor, ojos divinos, que adornáis como soles su cabeza, y, encima de sus labios purpurinos, parecéis dos abismos de tristeza.

Miradme con amor, fúlgidos ojos, y cuando muera yo, que os amo tanto verted sobre mis lívidos despojos, el dulce manantial de vuestro llanto!



Julio Flórez

Tú no sabes amar

-- de Julio Flórez --

Poem

Tú no sabes amar; ¿acaso intentas darme calor con tu mirada triste? El amor nada vale sin tormentas, ¡sin tempestades... El amor no existe!

Y sin embargo, ¿dices que me amas? No, no es el amor lo que hacia mí te mueve: el Amor es un sol hecho de llamas, y en los soles jamás cuaja la nieve.

¡El amor es volcán, es rayo, es lumbre, y debe ser devorador, intenso, debe ser huracán, debe ser cumbre... Debe alzarse hasta Dios como el incienso!

¿Pero tú piensas que el amor es frío? ¿Que ha de asomar en ojos siempre yertos? ¡Con tu anémico amor... Anda, bien mío, anda al osario a enamorar los muertos!



Evaristo Carriego

A Juan José de Soiza Reilly

-- de Evaristo Carriego --

Al astrólogo Ensueño, sus novias: las estrellas,
contáronle el secreto de unas cosas tan bellas
que un ruiseñor lunático, que cantaba a las rosas,
puso en sus sinfonías esas extrañas cosas.

Era un noble pronóstico, que, enigmáticamente,
irradiaba su Verbo, como un límpido Oriente
en gestación de soles. (Quizá una profecía
de los magos geniales en blanca Epifanía).

Eran graves promesas. Era un coro de stros
que dejaba en la pauta sus luminosos rastros:
Yo, en mi musa salvaje, los evoqué, y entonces
hablaron las estrellas con la voz de los bronces.

Y así ritmo un saludo. Si hallas la canción dura,
es porque cada estrofa tiene algo de armadura,
que al corazón resguarda de la flecha amistosa:
la que, al clavarse, a veces se vuelve ponzoñosa.



Evaristo Ribera Chevremont

el tamarindo

-- de Evaristo Ribera Chevremont --

El verde tamarindo bríndale al patio estrecho,
sin hierbas y arenoso, sombra ceñida y mansa;
y, dulce de amistades y años, en el techo
de zinc de la vivienda su ramaje descansa.

De los soles blancuzcos, rígidos, no se cansa
el árbol oleoso, tremador y derecho;
junto a él, el extático rumiador se remansa,
distante del propósito, del afán y del hecho.

El patio reducido goza su compañía
en la uniforme y lenta seguridad del día,
persistente en un ritmo despejado de lutos.

Me exalto cuando el árbol, en su mejor momento,
esparce por el patio caliente y polvoriento,
donde el lagarto inflámase, sus agridulces frutos.



Evaristo Ribera Chevremont

baila manuel

-- de Evaristo Ribera Chevremont --

Un farol y dos velas. Baila manuel. La bomba.
Se voltea en el fondo su tostada figura;
y, a los golpes del cuero primitivo, se comba.
Ardor de animal joven descubre su cintura.

Resalta su finura de estilo en el conjunto
de ágiles bailadores. Vigor el de su traza.
Su piel oscura y lisa tiene brillos de unto.
Cuanto hay en él, denuncia su calidad de raza.

Surge canto de niñas tras el brusco sonido
de la bomba. Hervorean de etíopes los senderos.
El cielo, de azul puro, fieramente mordido
de soles. En los campos, cocales, limoneros.

El aire está cargado dcl aroma caliente
de la tierra y los hombres. Baila manuel. Sus manos,
sus pies dicen todo lo que es él. Raudamente,
cruzan en la noche sombras de cuadrumanos.



Evaristo Ribera Chevremont

noche de san juan

-- de Evaristo Ribera Chevremont --

Esta noche coruscan soles despavoridos
entre nubes monstruosas y en amontonamiento.
En la ciudad, cortada de voces y de ruidos,
vense irradiar los focos con enardecimiento.

Los buques aparecen negruzcos, irreales,
febriles, sonambólicas sus iluminaciones,
en el fuliginoso betún de los canales.
Las luces en el agua con finas reflexiones.

Su amplio fanal proyecta la farola del fuerte
sobre el mar, donde cárvase la endemoniada ola.
De orillas a horizontes, hervor blanco se advierte.
Alumbra las espumas la luz de la farola.

Música de otro tiempo desparrama la orquesta.
Ebulle el populacho, vivaz la fantasía.
Irrumpen en la noche de bullaje y de fiesta
los fuegos de artificio -fuego y policromía.



Federico García Lorca

La monja gitana

-- de Federico García Lorca --

Silencio de cal y mirto.
Malvas en las hierbas finas.
La monja borda alhelíes
sobre una tela pajiza.
Vuelan en la araña gris,
siete pájaros del prisma.
La iglesia gruñe a lo lejos
como un oso panza arriba.
¡Qué bien borda! ¡Con qué gracia!
Sobre la tela pajiza,
ella quisiera bordar
flores de su fantasía.
¡Qué girasol! ¡Qué magnolia
de lentejuelas y cintas!
¡Qué azafranes y qué lunas,
en el mantel de la misa!
Cinco toronjas se endulzan
en la cercana cocina.
Las cinco llagas de Cristo
cortadas en Almería.
Por los ojos de la monja
galopan dos caballistas.
Un rumor último y sordo
le despega la camisa,
y al mirar nubes y montes
en las yertas lejanías,
se quiebra su corazón
de azúcar y yerbaluisa.
¡Oh!, qué llanura empinada
con veinte soles arriba.
¡Qué ríos puestos de pie
vislumbra su fantasía!
Pero sigue con sus flores,
mientras que de pie, en la brisa,
la luz juega el ajedrez
alto de la celosía.



Francisco de Quevedo

las tres musas últimas castellanas 27

-- de Francisco de Quevedo --

Lisi, en la sombra no hallarás frescura,
tú, que con dos ardientes luminares
a la sombra la traes caniculares
que dieran a los alpes calentura.
Del antiguo recato y compostura
han olvidado a dafne estos lugares,
pues de dos soles tuyos, singulares,
quien huyó de uno solo se asegura.
Mas viéndole en tus ojos dividido,
para poder estar en ti dos veces,
otras tantas le mira en ti vencido.
Y siente que, como ella, le aborreces,
pues a su sombra y tronco has retraído
los rayos que le niegas y le ofreces.



José Martí

pinta mi amigo el pintor

-- de José Martí --

xl
pinta mi amigo el pintor
sus angelones dorados,
en nubes arrodillados,
con soles alrededor.
Pínteme con sus pinceles
los angelitos medrosos
que me trajeron, piadosos,
sus dos ramos de claveles.



Carlos Pellicer

recinto XVIII

-- de Carlos Pellicer --

vi
con cuánta luz camino
junto a la noche a fuego de los días.
Otros soles no dieron sino ocasos,
sino puertas sin dueño, soledades.
En ti está la destreza de mis actos
y la sabiduría de las voces
del buen nombrar; lo claro del acento
que nos conduce al vértice del ámbito
que gobierna las cosas.
Gracias a ti soy yo quien me descubre
a mi mismo, después de haber pasado
el serpentino límite que dios
puso a su gran izquierda. Sólo tú
has sabido decirme y escucharme.
Sólo tu voz es ave de la mía,
sólo en tu corazón hallé la gloria
de la batalla antigua.
¡Ten piedad
de nuestro amor y cuídalo, oh vida!



Ramón María del Valle Inclán

vitrales

-- de Ramón María del Valle Inclán --

¡rosaleda de oro,
selva del sonoro
ruiseñor del coro!

¡rosas inocentes,
formas transparentes
conceptos lucientes!

¡sois en los vitrales
de las catedrales,
soles musicales!

¡teologal diseño,
rosas del ensueño
de un cielo abrileño!

¡voluntades bélicas!
¡coyundas angélicas!
¡paces evangélicas!

¡rosas del anhelo,
voces del consuelo,
amores del cielo!

¡escalas por donde
al alma responde
el que se me esconde!

¡mística oración!
¡dulce posesión!
¡tetragrámaton!



Ramón María del Valle Inclán

rosas astrales

-- de Ramón María del Valle Inclán --

¡eternos imperios! ¡dorados sagrarios!
¡claves del gran todo! ¡rezo en sus laúdes!
¡voluntades quietas! ¡solemnes virtudes!
¡entrañas del mundo! ¡ardientes ovarios!

¡encendidos ritos de celestes lames!
¡sellados destinos del humano coro!
¡soles que las normas guardan del tesoro
¡demiúrgico! ¡arcanas rosas estelares!

arcano celeste, agnóstico arcano
donde los enigmas alzó el trymegisto:
por querer leerte abrió juliano

en su imperio el cisma, y se hizo anticristo,
exégeta, gnóstico del cielo pagano
una metamórfosis solar vio en el cristo.



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