Buscar Poemas con Solar


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Se han encontrado 28 poemas con la palabra solar

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Alejandra Pizarnik

madrugada

-- de Alejandra Pizarnik --

Desnudo soñando una noche solar.
He yacido días animales.
El viento y la lluvia me borraron
como a un fuego, como a un poema
escrito en un muro.

Poema madrugada de Alejandra Pizarnik con fondo de libro

Alfonsina Storni

Faro en la noche

-- de Alfonsina Storni --

Esfera negra el cielo
y disco negro el mar.

Abre en la costa, el faro,
su abanico solar.

¿A quién busca en la noche
que gira sin cesar?

Si en el pecho me busca
el corazón mortal.

Poema Faro en la noche de Alfonsina Storni con fondo de libro

Amós de Escalante

La casona

-- de Amós de Escalante --

La ponderosa torre fulminada
se yergue al cabo del sendero rudo,
y el firme estribo y hazañoso escudo
dentro de la sonora portalada;

brocal roto, capilla destejada,
altar sin santo, campanario mudo,
y el tronco de un ciprés negro y desnudo,
guardián de aquella ruina desolada.

¿Dónde están, oh solar, los que surgieron
del oscuro linaje y te fundaron
y ser y nombre y majestad te dieron?

Luz de breve crepúsculo pasaron,
como niebla montés se deshicieron,
como ruido en el aire se apagaron.

Poema La casona de Amós de Escalante con fondo de libro

Jaime Torres Bodet

naranjas

-- de Jaime Torres Bodet --

Naranjitas de china,
naranjitas doradas
que caían, maduras,
al corral de mi casa
de una casa vecina,
rodando, por las tapias...
Naranjitas de oro
que trae, en su canasta,
una niña que viene
cantando desde el alba:
naranjitas de china,
¿no me compra naranjas?...
¡Ay, cómo me recuerdan
el solar de mi casa,
con el color alegre
de sus hojitas agrias!
¡cuántas cosas me dice
de mi vida lejana
esa niña que viene
vendiendo unas naranjas!
naranjitas de china,
¿no me compra naranjas?...
Sol... Provincia... Canciones...
¡Esa niña que pasa
no comprende que, a gritos,
va vendiendo mi infancia!



César Vallejo

el libro de la naturaleza

-- de César Vallejo --

Profesor de sollozo he dicho a un árbol
palo de azogue, tilo
rumoreante, a la orilla del mame, un buen alumno
leyendo va en tu naipe, en tu hojarasca,
entre el agua evidente y el sol falso,
su tres de copas, su caballo de oros.
Rector de los capítulos del cielo,
de la mosca ardiente, de la calma manual que hay en los asnos;
rector de honda ignorancia, un mal alumno
leyendo va en tu naipe, en tu hojarasca,
el hambre de razón que le enloquece
y la sed de demencia que le aloca. .
Técnico en gritos, árbol consciente, fuerte,
fluvial, doble, solar, doble, fanático,
conocedor de rosas cardinales, totalmente
metido, hasta hacer sangre, en aguijones, un alumno
leyendo va en tu naipe, en tu hojarasca,
su rey precoz, telúrico, volcánico, de espadas.
¡Oh profesor, de haber tánto ignorado!
¡oh rector, de temblar tánto en el aire!
¡oh técnico, de tánto que te inclinas!
¡oh tilo! ¡oh palo rumoroso junto al marne!



César Vallejo

algo te identifica con el que se aleja de ti

-- de César Vallejo --

Algo te identifica con el que se aleja de ti, y es la facultadcomún de volver: de ahí tu más grande pesadumbre.
Algo te separa del que se queda contigo, y es la esclavitudcomún de partir: de ahí tus más nimios regocijos.
Me dirijo, en esta forma, a las individualidades colectivas, tanto comoa las colectividades individuales y a los que, entre unas y otras,yacen marchando al son de las fronteras o, simplemente, marcan el pasoinmóvil en el borde del mundo.
Algo típicamente neutro, de inexorablemente neutro,interpónese entre el ladrón y su víctima. Esto,así mismo, puede discernirse tratándose del cirujano ydel paciente. Horrible medialuna, convexa y solar, cobija a unos yotros. Porque el objeto hurtado tiene también su pesoindiferente, y el órgano intervenido, también su grasatriste.
¿Qué hay de más desesperante en la tierra, que laimposibilidad en que se halla el hombre feliz de ser infortunado y elhombre bueno, de ser malvado?
¡alejarse! ¡quedarse! ¡volver! ¡partir! toda lamecánica social cabe en estas palabras.



César Vallejo

tengo un miedo terrible de ser un animal

-- de César Vallejo --

Tengo un miedo terrible de ser un animal
de blanca nieve, que sostuvo padre
y madre, con su sola circulación venosa,
y que, este día espléndido, solar y arzobispal,
día que representa así a la noche,
linealmente
elude este animal estar contento, respirar
y transformarse y tener plata.
Sería pena grande
que fuera yo tan hombre hasta ese punto.
Un disparate, una premisa ubérrima
a cuyo yugo ocasional sucumbe
el gonce espiritual de mi cintura.
Un disparate... En tanto,
es así, más acá de la cabeza de dios,
en la tabla de locke, de bacon, en el lívido pescuezo
de la bestia, en el hocico del alma.
Y, en lógica aromática,
tengo ese miedo práctico, este día
espléndido, lunar, de ser aquél, éste talvez,
a cuyo olfato huele a muerto el suelo,
el disparate vivo y el disparate muerto.
¡Oh revolcarse, estar, toser, fajarse,
fajarse la doctrina, la sien, de un hombro al otro,
alejarse, llorar, darlo por ocho
o por siete o por seis, por cinco o darlo
por la vida que tiene tres potencias.



Pablo Neruda

poema 9 veinte poemas de amor y una canción desesperada (1924)

-- de Pablo Neruda --

Poema 9
ebrio de trementina y largos besos,
estival, el velero de las rosas dirijo,
torcido hacia la muerte del delgado día,
cimentado en el sólido frenesí marino.
Pálido y amarrado a mi agua devorante
cruzo en el agrio olor del clima descubierto,
aún vestido de gris y sonidos amargos,
y una cimera triste de abandonada espuma.
Voy, duro de pasiones, montado en mi ola única,
lunar, solar, ardiente y frío, repentino,
dormido en la garganta de las afortunadas
islas blancas y dulces como caderas frescas.
Tiembla en la noche húmeda mi vestido de besos
locamente cargado de eléctricas gestiones,
de modo heroico dividido en sueños
y embriagadoras rosas practicándose en mí.
Aguas arriba, en medio de las olas externas,
tu paralelo cuerpo se sujeta en mis brazos
como un pez infinitamente pegado a mi alma
rápido y lento en la energía subceleste.



Vicente Gallego

oda

-- de Vicente Gallego --

Tú eres canto de amor
bajo la piel traslúcida del día,
circulación del alma en las vistosas alas
de las formas terrestres,
destello que delata, jubiloso,
la condición solar de la materia.
Tú has sembrado en la noche
tu plateada flor iridiscente,
y es la muerte por ti una perla negra.
Tú eres alta embajada
del subterráneo fruto,
y está arriba tu sitio, en la fugaz
superficie lograda de las cosas:
brillo eterno del mundo,
rocío del mirar enamorado.



Vicente Gallego

¿dónde

-- de Vicente Gallego --

A franciso díaz de castro
donde ya no hay palabras,
donde sopla el silencio su cristal
y lo afina en la copa del consuelo;
donde el llanto se rinde, desoído en su fe,
a su duro esqueleto de alegría;
donde el hueso y la carne,
donde el dolor y el miedo callan sordos;
donde se vio atendida
un instante en su afán nuestra plegaria.
Sobre la misma muerte,
en su podrida turba, en su fermento oscuro,
donde arraiga, carnívora,
la fiera flor solar de estar con vida.
En el ciego entusiasmo, en la pureza:
donde tan sólo fuimos
¿dónde?
pobres almas de dios,
sólo polvo feliz
que la tormenta eleva sobre el mundo,
suplicante
relámpago
de amor,
eléctrica belleza sin custodio.



Medardo Ángel Silva

Aparición (Silva)

-- de Medardo Ángel Silva --

Lloraba perlas la fonta harmónica
las dalias descubrían sus sonrojos,
cuando pasó triunfal y salomónica
la Emperetriz de los celestes ojos.

Tornaba en mi divino clavileño
de una excursión solar hollando abrojos;
y me sonrió en un éxtasis de ensueño,
la Emperatriz de los celestes ojos.

Rimaba un grillo su sonata abstrusa,
agria a la luz de los ponientes rojos.
Y era Diosa y Esfinge, Lira y Musa,
la Emperatriz de los celestes ojos.

Iba hacia su blancura de alabastro
cuando me victimaron sus enojos...
Y se desvaneció en la luz del astro
la Emperatriz de los celestes ojos.



Medardo Ángel Silva

La respuesta

-- de Medardo Ángel Silva --

Muda a mis ruegos, impasible y fría,
en el sofá de rojo terciopelo
un pálido jazmín hecho de hielo
tu enigmático rostro parecía.

La hostia solar, en roja eucaristía,
se ocultaba en el mar; y, al dulce cielo,
el divino Chopin su desconsuelo
en un sollozo trémulo decía.

Y cuando, por oír esa palabra
que eternos lutos o venturas labra,
te hablé de tu desdén y mi agonía,

con ademán de reina mancillada
me clavaste el puñal de tu mirada,
muda a mis ruegos, impasible y fría.



Miguel Hernández

12

-- de Miguel Hernández --

12
una querencia tengo por tu acento
una apetencia por tu compañía
y una dolencia de melancolía
por la ausencia del aire de tu viento.
Paciencia necesita mi tormento,
urgencia de tu garza galanía,
tu clemencia solar mi helado día,
tu asistencia la herida en que lo cuento.
¡Ay querencia, dolencia y apetencia!:
tus sustanciales besos, mi sustento,
me faltan y me muero sobre mayo.
Quiero que vengas, flor, desde tu ausencia.
A serenar la sien del pensamiento
que desahoga en mí su eterno rayo.



Miguel Hernández

3

-- de Miguel Hernández --

3
guiando un tribunal de tiburones,
como con dos guadañas eclipsadas,
con dos cejas tiznadas y cortadas
de tiznar y cortar los corazones,
en el mío has entrado, y en él pones
una red de raíces irritadas,
que avariciosamente acaparadas
tiene en su territorio sus pasiones.
Sal de mi corazón, del que me has hecho
un girasol sumiso y amarillo
al dictamen solar que tu ojo envía:
un terrón para siempre insatisfecho,
un pez embotellado y un martillo
harto de golpear en la herrería.



Nicanor Parra

yo jehová decreto

-- de Nicanor Parra --

Yo jehová decreto
que se termine todo de una vez
hago la cruz al sistema solar
hay que volver al útero materno
doy por finiquitada la cosa
que no se escape nadie
que se termine todo de golpe
para qué vamos a andar con rodeos
está muy bien la guerra de viet-nam
está muy bien la operación a la próstata
yo jehová decreto la vejez
ustedes me dan risa
ustedes me ponen los nervios de punta
sólo un cretino de nacimiento
se arrodilla a venerar una estatua
francamente no sé qué decirles
estamos al borde de la tercera guerra mundial
y nadie parece darse cuenta de nada
si destruyen el mundo
¿creen que yo voy a volver a crearlo?



Nicolás Guillén

josé ramón cantaliso

-- de Nicolás Guillén --

José ramón cantaliso,
¡canta liso!, canta liso,
josé ramón.
Duro espinazo insumiso:
por eso es que canta liso
josé ramón cantaliso,
josé ramón.
En bares, bachas, bachatas,
a los turistas a gatas,
y a los nativos también,
a todos, el son preciso
josé ramón cantaliso
les canta liso, muy liso,
para que lo entiendan bien.
Voz de cancerosa entraña.
Humo de solar y caña,
que es nube prieta después:
son de guitarra madura,
cuya cuerda ronca y dura
no se enreda en la cintura,
ni prende fuego en los pies.
El sabe que no hay trabajo,
que el pobre se pudre abajo.
Y que tras tanto luchar,
el que no perdió el resuello,
o tiene en la frente un sello,
o está con el agua al cuello
sin poderlo remediar.
Por eso de fiesta en fiesta
con su guitarra protesta,
que es su corazón también,
y a todos el son preciso,
josé ramón cantaliso
les canta liso, muy liso,
para que lo entiendan bien.



Evaristo Ribera Chevremont

ellos

-- de Evaristo Ribera Chevremont --

La tierra de las cumbres en su barro los cuaja.
Esplenden por el sobrio valor de sus figuras.
Muestran líneas del río, del matojo y la laja.
Ajustan sus espíritus a sus musculaturas.

Huelen a hierbas propias del solar. ¿Quién los guía?
¿quién los defiende? nadie. Pero, ¡qué resistencias
las de estos hombres! tienen intacta la energía.
Sanas, como sus cuerpos, mantienen sus conciencias.

Como en la altura moran, de altura es su legado.
Dan lo que recibieran de los mejores cielos.
La precisión gozosa del día soleado
se capta en sus pupilas, que excluyen los recelos.

Suavizan su asperezas las sabias mansedumbres.
Bajo la piel quemada la sangre es generosa,
como es de generosa la vida de las cumbres,
donde la luz alcanza tonos de blanco y rosa.



Evaristo Ribera Chevremont

lengua castellana

-- de Evaristo Ribera Chevremont --

La lengua que arropara de vocablos mi cuna
es la lengua brotada del solar de castilla.
Del romancero a lope, sin dejadez ninguna,
ofrécese en romance, soneto y redondilla.

Ni un átomo en mi forma corporal es reacio
al toque rutilante, musical y perfecto
de la lengua que en libro, cuartilla o cartapacio
le da, por su pureza, vigores al concepto.

Levántase la lengua de clásicos sabores
en los pergeñadores ciertos de la belleza.
Los doctores del canto, los puristas mayores,
me la sirven en cláusulas de altitud y justeza.

La lengua -voz de siglos-. A mi verbo se enlaza.
No habrán de destruirla, porque es la mejor parte
-lo substancial, lo eterno- del todo de mi raza.
Y mi raza es, en todo, fe, dolor, amor, arte.



Francisco de Quevedo

parnaso español 46

-- de Francisco de Quevedo --

Solar y ejecutoria de tu abuelo
es la ignorada antigüedad sin dolo;
no escudriñes al tiempo el protocolo,
ni corras al silencio antiguo el velo.
Estudia en el osar de este mozuelo,
descaminado escándalo del polo:
para probar que descendió de apolo,
probó, cayendo, descender del cielo.
No revuelvas los huesos sepultados;
que hallarás más gusanos que blasones,
en testigo de nuevo examinados.
Que de multiplicar informaciones,
puedes temer multiplicar quemados,
y con las mismas pruebas, faetones.



Francisco Villaespesa

canción del recuerdo X

-- de Francisco Villaespesa --

En la penumbra se destaca el lecho
donde la luz solar la sorprendía,
apoyada la sien sobre mi pecho
y dormida su mano entre la mía.
Brillan las trenzas largas y castañas...
Vela sus formas el ropaje blanco...
Duermen los ojos bajo sus pestañas,
y descansa su mano sobre el flanco...
«Duerme y sueña conmigo... No está... Muerta.
Ya la alondra cantó... ¡Mi amor, despierta!
¡alza tu frente sobre la almohada!»
ahoga el silencio el ansia de mi ruego...
Y palpo entre las sombras, como un ciego
que abre los ojos y no mira nada.



José Asunción Silva

Edenia

-- de José Asunción Silva --

Melancólica y dulce cual la huella
que un sol poniente deja en el azul
cuando baña a lo lejos los espacios
con los últimos rayos de su luz
mientras tiende la noche por los cielos
de la penumbra el misterioso tul.

Süave como el canto que el poeta
en un suspiro involuntario da,
pura como las flores entreabiertas
de la selva en la agreste oscuridad
do detenido en las musgosas ramas
no filtra un rayo de la luz solar.

Mujer, toda mujer ardiente, casta
alumbrada con luz de lo ideal...
Radiante de virtud y de belleza
como mi alma la llegó a soñar,
¿en sus sueños de cándida ternura
así la encontrará?



Ramón López Velarde

la mancha de púrpura

-- de Ramón López Velarde --

La mancha de púrpura
me impongo la costosa penitencia
de no mirarte en días y días, porque mis ojos
cuando por fin te miren, se aneguen en tu esencia
como si naufragasen en un golfo de púrpura,
de melodía y de vehemencia.
Pasa el lunes, y el martes, y el miércoles... Yo sufro
tu eclipse, ¡oh creatura solar!, mas en mi duelo
el afán de mirarte se dilata
como una profecía; se descorre cual velo
paulatino; se acendra como miel; se aquilata
como la entraña de las piedras finas;
y se aguza como el llavín
de la celda de amor de un monasterio en ruinas.
Tú no sabes la dicha refinada
que hay en huirte, que hay en el furtivo gozo
de adorarte furtivamente, de cortejarte
más allá de la sombra, de bajarse el embozo
una vez por semana, y exponer las pupilas,
en un minuto fraudulento,
a la mancha de púrpura de tu deslumbramiento.
En el bosque de amor, soy cazador furtivo;
te acecho entre dormidos y tupidos follajes,
como se acecha un ave fúlgida; y de estos viajes
por la espesura, traigo a mi aislamiento
el más fúlgido de los plumajes:
el plumaje de púrpura de tu deslumbramiento.



Ramón López Velarde

La mancha púrpura

-- de Ramón López Velarde --

Me impongo la costosa penitencia
de no mirarte en días y días, porque mis ojos,
cuando por fin te miren, se aneguen en tu esencia
como si naufragasen en un golfo de púrpura,
de melodía y de vehemencia.

Pasa el lunes, y el martes, y el miércoles... Yo sufro
tu eclipse ¡oh criatura solar! mas en mi duelo
el afán de mirarte se dilata
como una profecía; se descorre cual velo
paulatino; se acendra como miel; se aquilata
como la entraña de las piedras finas;
y se aguza como el llavín
de la celda de amor de un monasterio en ruinas.

Tú no sabes la dicha refinada
que hay en huirte, que hay en el furtivo gozo
de adorarte furtivamente, de cortejarte
más allá de la sombra, de bajarse el embozo
una vez por semana, y exponer las pupilas,
en un minuto fraudulento,
a la mancha de púrpura de tu deslumbramiento.

En el bosque de amor, soy cazador furtivo;
te acecho entre dormidos y tupidos follajes,
como se acecha un ave fúlgida; y de estos viajes
por la espesura, traigo a mi aislamiento
el más fúlgido de los plumajes:
el plumaje de púrpura de tu deslumbramiento.



Ramón López Velarde

Mi corazón amerita

-- de Ramón López Velarde --

Mi corazón leal, se amerita en la sombra.
Yo lo sacara al día, como lengua de fuego
que se saca de un ínfimo purgatorio a la luz;
y al oírlo batir su cárcel, yo me anego
y me hundo en ternura remordida de un padre
que siente, entre sus brazos, latir un hijo ciego.

Mi corazón, leal, se amerita en la sombra.
Placer, amor, dolor... Todo le es ultraje
y estimula su cruel carrera logarítmica
sus ávidas mareas y su eterno oleaje.

Mi corazón, leal, se amerita en la sombra.
Es la mitra y la válvula... Yo me lo arrancaría
para llevarlo en triunfo a conocer el día,
la estola de violetas en los hombros del alba,
el cíngulo morado de los atardeceres,
los astros, y el perímetro jovial de las mujeres.

Mi corazón, leal, se amerita en la sombra.
Desde una cumbre enhiesta yo lo he de lanzar
como sangriento disco a la hoguera solar.
Asi extirparé el cáncer de mi fatiga dura,
seré impasible por el Este y el Oeste,
asistiré con una sonrisa depravada
a las ineptitudes de la inepta cultura,
y habrá en mi corazón la llama que le preste
el incendio sinfónico de la esfera celeste.



Ramón María del Valle Inclán

rosa panida

-- de Ramón María del Valle Inclán --

¡cómo me hablaste en las rosas
cuando rosas segó mi hoz,
voz de las cosas,
lejana voz!

¡cuántas victorias me contaste,
con cuántas divinas batallas
mi alma alumbraste,
voz que callas!

¡cómo encendiste mis deseos,
cómo me hablaste del placer
con tus trofeos
de mujer!

¡verso dorado y pitagórico
como el verso que dice el mar!
¡verso eufórico!
¡verso solar!

¡rosa! ¡divina flor del rito
de amar, cantar y adormecer!
¡amor en grito!
¡boca de mujer!

flor tu enigma reminiscente
pasa el recuerdo venusino
del beso ardiente
como el vino.

Rosa ungida, ¿por qué no exuda
la carne que amamos, tu olor,
cuando es desnuda
para el amor?



Ramón María del Valle Inclán

rosas astrales

-- de Ramón María del Valle Inclán --

¡eternos imperios! ¡dorados sagrarios!
¡claves del gran todo! ¡rezo en sus laúdes!
¡voluntades quietas! ¡solemnes virtudes!
¡entrañas del mundo! ¡ardientes ovarios!

¡encendidos ritos de celestes lames!
¡sellados destinos del humano coro!
¡soles que las normas guardan del tesoro
¡demiúrgico! ¡arcanas rosas estelares!

arcano celeste, agnóstico arcano
donde los enigmas alzó el trymegisto:
por querer leerte abrió juliano

en su imperio el cisma, y se hizo anticristo,
exégeta, gnóstico del cielo pagano
una metamórfosis solar vio en el cristo.



Ricardo Güiraldes

Tarde

-- de Ricardo Güiraldes --

En la indiferencia silente del atardecer pampeano, un vasco canta.

Recuerda cuestas y pendientes rocosas y valles quietos o aldeas pueriles.

La voz es mala, el afinamiento orillea. El ritmo de la guadaña descogota la canción, a cada cadencia ondulosa, que nada es, en la indiferencia llana del atardecer pampeano.

Las ovejas balan volviendo al encierro, el vasco sigue cantando. ¡Nada!... El reflejo en las almas, del morir solar.

«La Porteña» 1914.



Ricardo Jaimes Freyre

los antepasados

-- de Ricardo Jaimes Freyre --

Hijo soy de mi raza; corre en mis venas
sangre de los soberbios conquistadores.
Alzaron mis abuelos torres y almenas;
celebraron su gloria los trovadores.

En esa sangre hay ondas rojas y azules;
es de un solar mi escudo lustre y decoro.
(En cambo de sinople, faja de gules
engolada de fieros dragantes de oro).

Despiertan en mi mente, con los halagos
de su tosca hidalguía, los cronicones,
brumosos atavismos, recuerdos vagos
y un tropel de confusas evocaciones.

Me iluminan de pronto, con fugaz brillo,
relámpagos que quiero fijar, en vano... ¿En
qué lid, en qué claustros, en qué castillo
espada, cruz o lira tuve en mi mano. . .?



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Ariiba