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Se han encontrado 25 poemas con la palabra roba

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Roberto Juarroz

pensar nos roba el mirar

-- de Roberto Juarroz --

Pensar nos roba el mirar.
¿Dónde está entonces la visión,
su hebra de música sin variaciones de sonido,
su coincidencia de ojo y sueño,
su espacio donde sólo el pasar encuentra espacio?
¿dónde está el pensamiento que no roba nada?
aunque menor que otras,
pensar también es una ausencia.
Y un olvido que crece.
Y además quedarse solo
y abrir la puerta para desaparecer.

Poema pensar nos roba el mirar de Roberto Juarroz con fondo de libro

Adelardo López de Ayala

El olvido

-- de Adelardo López de Ayala --

¿Por qué me has olvidado? ¿Por qué, ingrata,
niegas tu corazón a mi gemido,
y, afligiendo mi pecho comprimido,
tu inhumano silencio se dilata?

No le roba la muerte al que arrebata,
ni el nombre ni el recuerdo agradecido...-
¡Tumba sin epitafio es el olvido,
que traga al muerto y hasta el nombre mata!-

¡Háblame, por piedad; aunque al hablarme
destruyas mi esperanza y sea mi suerte
vivir llorando tu rigor eterno!...

Acuérdate siquiera de matarme;
que odio más el olvido que la muerte,
y más temo la nada que el infierno.

Poema El olvido de Adelardo López de Ayala con fondo de libro

Leopoldo Lugones

El chingolo

-- de Leopoldo Lugones --

Cuando el campo está más solo
y la casa, en paz, abierta,
aparece por la puerta,
muy sí señor, el chingolo.

Viene en busca de una miga
o una paja de la escoba,
que, ciertamente, no roba,
porque la gente es su amiga.

Salta, confiado, al umbral
y solicita permiso,
con un gritito conciso,
como pizca de cristal.

Poema El chingolo de Leopoldo Lugones con fondo de libro

Lope de Vega

¿Cómo es posible que de bueno den

-- de Lope de Vega --

¿Cómo es posible que de bueno den
nombre a un ladrón, si el bueno se ha de dar
al más sutil en escalar y entrar
lo más guardado que sus ojos ven?
Pues Dimas, no contento de que estén
las manos y los pies de par en par,
otra puerta mayor quiere aguardar,
y por la principal entrar más bien.
Si dijo el mismo Dios que no es ladrón
quien entra por la puerta, claro está
que no lo es ya, pues cinco puertas son.
Ladrón por lo pasado se dirá,
que por subir al cielo no es razón,
pues no se roba aquello que se da.



Mientras que bebe el regalado aliento

-- de Luis Carrillo y Sotomayor --

Mientras que bebe el regalado aliento
de tu divina boca, ¡oh Laura mía!;
mientras asiste al Sol que roba al día,
por más hermosa luz, luz y contento,

tu dueño; o ya repose —¡oh blando asiento!—
su cuello en ése que a la nieve fría
prestar color, prestar beldad podría,
vuelve, si no la vista, el pensamiento.

¡Ay, si acaso, ay de mí, lucha amorosa
la lengua oprime! ¡Oh bien dichoso amante,
si no más, si oprimiere desdeñosa!

No olvides a tu ausente, a tu constante,
que es ave el pensamiento, ¡oh Laura hermosa!
y llegará a tu Fabio en un instante.



César Vallejo

un hombre pasa con un pan al hombro

-- de César Vallejo --

Un hombre pasa con un pan al hombro
¿voy a escribir, después, sobre mi doble?
otro se sienta, ráscase, extrae un piojo de su axila,mátalo
¿con qué valor hablar del psicoanálisis?
otro ha entrado en mi pecho con un palo en la mano
¿hablar luego de sócrates al médico?
un cojo pasa dando el brazo a un niño
¿voy, después, a leer a andré bretón?
otro tiembla de frío, tose, escupe sangre
¿cabrá aludir jamás al yo profundo?
otro busca en el fango huesos, cáscaras
¿cómo escribir, después del infinito?
un albañil cae de un techo, muere y ya no almuerza
¿innovar, luego, el tropo, la metáfora?
un comerciante roba un gramo en el peso a un cliente
¿hablar, después, de cuarta dimensión?
un banquero falsea su balance
¿con qué cara llorar en el teatro?
un paria duerme con el pie a la espalda
¿hablar, después, a nadie de picasso?
alguien va en un entierro sollozando
¿cómo luego ingresar a la academia?
alguien limpia un fusil en su cocina
¿con qué valor hablar del más allá?
alguien pasa contando con sus dedos
¿cómo hablar del no-yó sin dar un grito?



Diego de Torres Villarroel

la casa de un grande

-- de Diego de Torres Villarroel --

Un rodrigón que siempre está en pelea
con la de pajes lamerona junta
un pobre mayordomo que se unta
y un contador maldito que lardea
una señora a quien el ocio asea
y otras que siempre están de blanco en punta
una dueña arrugada y cejijunta
que rellena de chismes la asamblea
un conjurador que riñe roba y miente
un cocinero de esta misma masa
gran chusma de libreas insolente
envidia mucha adulación sin tasa
y el gran señor que sirve solamente
de testigo del vicio de su casa.



Pedro Bonifacio Palacios

intima

-- de Pedro Bonifacio Palacios --

Ayer te vi... No estabas bajo el techo
de tu tranquilo hogar,
ni doblando la frente arrodillada
delante del altar,
ni reclinando la gentil cabeza
sobre el augusto pecho maternal.
Te vi... Si ayer no te siguió mi sombra
en el aire, en el sol,
es que la maldición de los amantes
no la recibe dios,
o acaso, el que roba tus caricias,
tiene en el cielo mas poder que yo!

otros te digan palma del desierto,
otros te llamen flor de la montaña,
otros quemen incienso a tu hermosura:
yo te diré mi amada!
ellos buscan un pago a sus vigilias,
ellos compran tu amor con sus palabras,
ellos son elocuentes porque esperan;
¡y yo no espero nada!

¡yo sé que la mujer es vanidosa,
yo sé que la lisonja la desarma,
y yo se que un esclavo de rodillas
más que todos alcanza!...

Otros te digan palma del desierto,
otros compren tu amor con sus palabras;
yo seré más audaz, pero más noble:
¡yo te diré mi amada!



Pedro Bonifacio Palacios

Íntima

-- de Pedro Bonifacio Palacios --

Ayer te vi... No estabas bajo el techo
de tu tranquilo hogar
ni doblando la frente arrodillada
delante del altar,
ni reclinando la gentil cabeza
sobre el augusto pecho maternal.
Te vi...Si ayer no te siguió mi sombra
en el aire, en el sol,
es que la maldición de los amantes
no la recibe Dios,
o acaso el que me roba tus caricias
tiene en el cielo más poder que yo!

Otros te digan palma del desierto,
otros te llamen flor de la montaña,
otros quemen incienso a tu hermosura,
yo te diré mi amada.

Ellos buscan un pago a sus vigilias,
ellos compran tu amor con sus palabras;
ellos son elocuentes porque esperan,
¡y yo no espero nada!
Yo sé que la mujer es vanidosa,
yo sé que la lisonja la desarma,
y sé que un hombre esclavo de rodillas
más que todos alcanza...

Otros te digan palma del desierto,
otros compren tu amor con sus palabras,
yo seré más audaz pero más noble:
¡yo te diré mi amada!



Salvador Díaz Mirón

A un pescador

-- de Salvador Díaz Mirón --

En buen esquife tu afán madruga,
el firmamento luce arrebol;
grata la linfa no tiene arruga;
la blanca vela roba en su fuga
visos dorados al nuevo sol.

Pero prorrumpes en canturía
que inculta y tosca mueve a llorar;
oigo la ingenua melancolía
¡del que inseguro del pan del día
surca y arrostra pérfido mar!

Tímida y mustia por los recelos
tu mujercita dirá: -Señor,
une las aguas, limpia los cielos;
cuida y conduce, por los chicuelos,
¡la navecilla del pescador!



Vicente García de la Huerta

En la ausencia

-- de Vicente García de la Huerta --

Si es muerte, si es infierno, Lisi mía,
el punto que me roba a tu presencia,
del vulgo la mordaz impertinencia
o de mi hado infeliz la tiranía,

¡cuánta habrá sido, Lisi, mi agonía,
mi confusión, mi pena, mi dolencia,
considerada bien la eterna ausencia
de las eternas horas de este día!

¡Ay, dulce prenda mía, si el no verte
un breve tiempo tiene tanta parte
de sentimiento, que me da la muerte!

¡cuánta será mi pena al contemplarte
capaz, por mi desdicha, de perderte,
incapaz por mi mal, de recobrarte!



Vicente Wenceslao Querol

El genio (Querol)

-- de Vicente Wenceslao Querol --

«Quien coja audaz el fruto de la ciencia
perderá el Paraíso.»
Tal fue del cielo eterna la sentencia.
¡Ay!, ¡infeliz de aquel a quien consume
la llama de su genio! ¡Ay de quien quiso
ceñir laurel amargo y sin perfume!
Que hoy no evita la frente que lo lleva,
cual otro tiempo, el rayo; hoy es la fama
un crimen: ¡ay del que a su altar se atreva!
Quien roba el fuego a Dios, gime protervo
atado a estéril roca: en él se ceba,
buitre voraz, el infortunio acerbo.
¡Funesto don! ¡Llorad los que en el alma
ansia sentís de tan fugaz victoria!
Cuerdos los hombres dieron igual palma,
que al martirio, a la gloria.



Rosalía de Castro

Cuido que una planta bella

-- de Rosalía de Castro --

Cuido que una planta bella
Que ama y busca la sombra,
Como la busca el alma
Huérfana, triste, enamorada y sola,
Y allí donde jamás la luz del día
Llega sino a través de las umbrosas
Ramas de un mirto y los cristales turbios
De una ventana angosta,
Ella vive tan fresca y perfumada,
Y se torna más bella y más frondosa,
Y languidece y se marchita y muere
Cuando un rayo de sol besa sus hojas.



Para el pájaro el aire, para el musgo la roca,
Los mares para el alga, mayo para las rosas;
Que todo ser o planta va buscando
Su natural atmósfera,
Y sucumbe bien pronto si es que a ella
Oculta mano sin piedad la roba.



Medardo Ángel Silva

Rondel

-- de Medardo Ángel Silva --

Bailas: grácil y fino, sobre la alfombra,
tu cuerpo adolescente rápido rueda;
y el alma siente anhelos de ser tu sombra
para morir besando tu pie de seda.

Lo rojo de tu veste la muerte incita
y el beso que en tus labios suspenso queda
roba el aire oloroso que fresco agita
tu cabello ondulante de nardo y seda...

Mi espíritu doliente sigue los trazos
de tu planta que un albo lirio remeda
tus mejillas enciende sus rojos rasos
y el corazón quisiera ser mil pedazos
para que lo triture tu pie de seda!



Miguel Unamuno

La parra de mi balcón

-- de Miguel Unamuno --

El sol de otoño ciernes de mi alcoba
en el ancho balcón, rectoral parra
que de zarcillos con la tierna garra
prendes su hierro. Y rimo alguna trova

en ratos que el oficio no me roba
á tu susurro, de esta tierra charra
viejo eco de canción. No irán á jarra
cual las que sufren del lagar la soba,



Juan Gelman

el ladrón

-- de Juan Gelman --

En la noche silenciosa y oscura,
huyendo de toda presencia humana o animal,
evitando los ruidos, furtivamente roba
fuego de las palabras y palabras del fuego
para sí, para todos, para el amor que no conocerá
algún día
y la ceniza fría le castiga las manos.



Evaristo Carriego

Tu risa

-- de Evaristo Carriego --

Cuando escucho el rojo violín de tu risa,
en el que olvidados acordes evocas,
un cálido vino — licor de bohemia —
me llena el cerebro de músicas locas.

Un vino que moja tu noble garganta...
— Una húmeda jaula de finos cristales,
cuyas orquestales invisibles rejas,
aprisionan raros divinos zorzales. —

Y cuando lo escancias, cordiales de un ritmo
que roba caricias a los terciopelos,
caen en mi copa, de espumas amargas,
cual lluvia de estrellas de líricos cielos.

¡Tu risa!.. Me encanta, me obseda el oído,
como un intangible sonoro teclado
sobre el que han volcado los duendes amables
un rico y bullente champaña dorado!



Federico García Lorca

Los cuatro muleros

-- de Federico García Lorca --

1

De los cuatro muleros
que van al campo,
el de la mula torda,
moreno y alto.

2

De los cuatro muleros
que van al agua,
el de la mula torda
me roba el alma.

3

De los cuatro muleros
que van al río,
el de la mula torda
es mi marío.

4

¿A qué buscas la lumbre
la calle arriba,
si de tu cara sale
la brasa viva?



Francisco Sosa Escalante

La partida (Sosa Escalante)

-- de Francisco Sosa Escalante --

Del mar azul en la extensión la luna
Su luz difunde placentera y grata;
Como en espejo de luciente plata
Se mira reflejar sin mancha alguna.

En tanto, de la mísera fortuna
La rueda siempre veleidosa, ingrata,
Prosigue su girar, y me arrebata
A la beldad que amé como á ninguna.

Hiende las olas la velera nave
Que al alma roba su mejor tesoro,
A la que canta como trina el ave.

Y al ver que párte la mujer que adoro,
El dardo siento de la pena grave
Y el mar aumento con mi triste lloro.



José Joaquín de Mora

Imitación de Lord Byron

-- de José Joaquín de Mora --

Luzbel creyó que el orbe de la tierra
su personal esmero requería;
sube y observa la demencia impía
que arma a los hombres en nefanda guerra.

Sangre a ríos inunda valle y sierra;
roba el cañón la claridad del día;
muere en los brazos de la madre pía
la prenda cara que su dicha encierra.

Y en tan atroz desorden y locura,
al homicida, al robador exalta
gloria falaz, con alabanza impura.

Luzbel de un brinco al horno averno salta;
«nuestra victoria (dice) está segura;
arriba, por ahora, no hago falta».



Blanca Andreu

di que querías ser caballo esbelto, nombre

-- de Blanca Andreu --

¡eh gritó will la gente corre como
si ya hubiese llegado la tormenta!
¡llegó gritó jim, la tormenta somos
nosotros!
ray bradbury
di que querías ser caballo esbelto, nombre
de algún caballo mítico,
o acaso nombre de tristán, y oscuro.
Dilo, caballo griego, que querías ser estatua desde hace diez mil años,
di sur, y di paloma adelfa blanca,
que habrías querido ser en tales cosas,
morirte en su substancia, ser columna.
Di que demasiadas veces
astrolabios, estrellas, los nervios de los ángeles,
vinieron a hacer música para rilke el poeta,
no para tus rodillas o tu alma de muro.
Mientras la marihuana destila mares verdes,
habla en las recepciones con sus lágrimas verdes,
o le roba a la luz su luz más verde,
te desconoces, te desconoces.



Carolina Coronado

al jazmín

-- de Carolina Coronado --

Orgullo de la enramada,
blanca y leve florecilla,
más que todas delicada,
y más que todas sencilla.
Muestra el lirio temblorosa
la faz cristalina y pura;
y ostenta encendida rosa
la peregrina hermosura.
Alza bella la azucena
la copa tersa y nevada
de ricos ámbares llena,
de mil abejas cercada.
Pero ¿quién tu brillo iguala,
viva flor del cano estío,
que luces entre su gala,
como espuma en claro río?
por sencilla y delicada,
en el jardín entre ciento
fijas tú, flor, la mirada,
y fijas el pensamiento.
Y por el seno argentino
que blando perfume expira,
do bebe néctar divino
la abeja que en ti respira.
¡Flor graciosa y nacarada,
la más tierna de las flores!
¡oh mil veces bienhadada
la que roba tus amores!
¡bienhadada mariposa
que tu pétalo estremece,
cuando a tu lado reposa,
y en tu aliento se embebece!
por delicada y sencilla,
en el jardín entre ciento
se fija en ti, florecilla,
mi vista y mi pensamiento.



Carolina Coronado

La rosa blanca

-- de Carolina Coronado --

¿Cuál de las hijas del verano ardiente,
cándida rosa, iguala a tu hermosura,
la suavísima tez y la frescura
que brotan de tu faz resplandeciente?

La sonrosada luz de alba naciente
no muestra al desplegarse más dulzura,
ni el ala de los cisnes la blancura
que el peregrino cerco de tu frente.

Así, gloria del huerto, en el pomposo
ramo descuellas desde verde asiento;
cuando llevado sobre el manso viento

a tu argentino cáliz oloroso
roba su aroma insecto licencioso,
y el puro esmalte empaña con su aliento.



Clemente Althaus

Adela a Carlos

-- de Clemente Althaus --

Apenas el billete
recibas, Carlos, de tu amante Adela,
incansable jinete,
clava la aguda espuela
a tu caballo y a mis brazos vuela.
Siglos me son las horas,
de tu lado distante; considera
que, si venir demoras,
de congoja tan fiera
es fuerza, es fuerza que tu Adela muera.
Que enferma estoy de muerte,
y mi remedio el físico no sabe;
mi remedio es el verte,
y tu beso süave
será el elixir que mi mal acabe.
Ni un punto a tu violento
curso descanso des, brutos desboca;
sus alas roba al viento;
a mi impaciencia loca
mira que toda rapidez es poca.



Ramón López Velarde

La estrofa que danza

-- de Ramón López Velarde --

Ya brotas de la escena cual guarismo
tornasol, y desfloras el mutismo
con los toques undívagos de tu planta certera
que fiera se amanera al marcar hechicera
las multánimes giros de una sola quimera.

Ya tus ojos entraron al combate
como dos uvas de un goloso uvate;
bajo tus castañuelas se rinden los destinos
y se cuelgan de ti los sueños masculinos,
cual de la cuerda endeble de una lira, los trinos.
Ya te adula la orquesta con servil
dejo libidinoso de reptil,
y danzando lacónica, tu reojo me plagia;
y pisas mi entusiasmo con una cruel magia
como estrofa danzante que pisa una hemorragia.

Ya vuelas como un rito por los planos
limítrofes de todos los arcanos;
las almas que tu arrullo va limpiando de escoria
quisieran renunciar su futuro y su historia,
por dormirse en la tersa amnistía de tu gloria.

Guarismo, cuerda, y ejemplar figura:
tu rítmica y eurítmica cintura
nos roba a todos nuestra flama pura;
y tus talones tránsfugas, que se salen del mundo
por la tangente dócil de un celaje profundo,
se llevan mis holgorios el azul pudibundo.



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