Buscar Poemas con Regando


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Se han encontrado 9 poemas con la palabra regando

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Enrique González Martínez

el sembrador de estrellas

-- de Enrique González Martínez --

Y pasarás, y al verte se dirán: ¿qué camino
va siguiendo el sonámbulo?.... Desatento al murmullo
irás, al aire suelta la túnica de lino,
la túnica albeante de desdén y de orgullo.

Irán acompañándote apenas unas pocas
almas hechas de ensueño. . . .Mas al fin de la selva,
al ver ante sus ojos el murallón de rocas,
dirán amedrentadas: esperemos que vuelva.

Y treparás tú solo los agrietados senderos;
vendrá luego el fantástico desfile de paisajes,
y llegarás tú solo a descorrer celajes
allá donde las cumbres besan a los luceros.

Bajarás lentamente una noche de luna
enferma, de dolientes penumbras misteriosas,
sosteniendo tus manos y regando una a una,
con un gesto de dádiva, las lumínicas rosas.

Y mirarán absortos el claror de tus huellas,
y clamará la jerga de aquel montón humano:
es un ladrón de estrellas... Y tu pródiga mano
seguirá por la vida desparramando estrellas. . . .

Poema el sembrador de estrellas de Enrique González Martínez con fondo de libro

Olegario Víctor Andrade

La flor de mi esperanza (Andrade)

-- de Olegario Víctor Andrade --

Yo diviso rodando marchita
sin aroma la cándida flor
que furioso huracán precipita
resonando con triste fragor.

De mi seno se lleva la calma,
mis ensueños de gloria, de paz,
y en lugar de la dicha del alma,
solo queda un recuerdo fugaz.

En un tiempo que huyó presuroso
como el eco de triste canción,
levantando su cáliz precioso
parecía celeste visión.

Era hermosa cual nítida estrella,
que refleja su plácida luz,
cuando sola la luna descuella
de la noche en el negro capuz.

Su fragancia divina brindaba
conmovida por mágico ambiente,
y al mirarla un suspiro lanzaba
con mi llanto regando su frente.

Pero pronto el impulso violento
del terrible fatal aquilón,
sin piedad destrozó en un momento
de mi sueños la dulce ilusión.

Y nos sigue un conforme destino:
yo doblego mi altiva cerviz,
ella pierde su aroma divina,
su precioso, variado matiz.

¡Cuán sensible es el ver marchitarse
de ferviente esperanza la flor,
y en la vida fugaz deslizarse
por abismos de luto y horror!

(Uruguay, 13 de octubre de 1855)

Poema La flor de mi esperanza (Andrade) de Olegario Víctor Andrade con fondo de libro

Pablo Neruda

soneto xxxix cien sonetos de amor (1959) mediodía

-- de Pablo Neruda --

Pero olvidé que tus manos satisfacían
las raíces, regando rosas enmarañadas,
hasta que florecieron tus huellas digitales
en la plenaria paz de la naturaleza.
El azadón y el agua como animales tuyos
te acompañan, mordiendo y lamiendo la tierra,
y es así cómo, trabajando, desprendes
fecundidad, fogosa frescura de claveles.
Amor y honor de abejas pido para tus manos
que en la tierra confunden su estirpe transparente,
y hasta en mi corazón abren su agricultura,
de tal modo que soy como piedra quemada
que de pronto, contigo, canta, porque recibe
el agua de los bosques por tu voz conducida.

Poema soneto xxxix   cien sonetos de amor (1959) mediodía de Pablo Neruda con fondo de libro

Juan Abel Echeverría

A Julio Zaldumbide

-- de Juan Abel Echeverría --

¡Pasó... Como un lucero en su carrera,
alumbrando del arte el puro cielo...!
¡Pasó... Regando flores en el suelo,
como pasa gentil la primavera...!

¡Pasó... Abrazado a su arpa lastimera
cantando, como el ángel del consuelo,
por temperar el hondo, humano duelo,
en su ascensión a la eternal esfera...

Luz de verdad, de la belleza flores
y armonías del bien fueron su vida,
¡nido que abandonaron ruiseñores...!

¡Mas, los cándidos rayos de la Gloria,
que en su tumba se deja ver erguida,
salvan de olvido su inmortal memoria!



Garcilaso de la Vega

SONETO XXXIII

-- de Garcilaso de la Vega --

Boscán, las armas y el furor de Marte,
que con su propria fuerza el africano
suelo regando, hacen que el romano
imperio reverdezca en esta parte,

han reducido a la memoria del arte
y el antiguo valor italïano,
por cuya fuerza y valerosa mano
África se aterró de parte a parte.

Aquí donde el romano encendimiento,
donde el fuego y la llama licenciosa
sólo el nombre dejaron a Cartago,

vuelve y revuelve amor mi pensamiento,
hiere y enciende el alma temerosa,
y en llanto y en ceniza me deshago.



Garcilaso de la Vega

Boscán, las armas y el furor de Marte

-- de Garcilaso de la Vega --

Boscán, las armas y el furor de Marte,
que con su propia fuerza el africano
suelo regando, hacen que el romano
imperio reverdesca en esta parte,

han reducido a la memoria el arte
y el antiguo valor italiano,
por cuya fuerza y valerosa mano
África se aterró de parte a parte.

Aquí donde el romano encendimiento,
donde el fuego y la llama licenciosa
sólo el nombre dejaron a Cartago,

vuelve y revuelve Amor mi pensamiento,
hiere y enciende el alma temerosa,
y en llanto y en ceniza me deshago.



Antonio Machado

Eran ayer mis dolores

-- de Antonio Machado --

Eran ayer mis dolores
como gusanos de seda
que iban labrando capullos;
hoy son mariposas negras.
¡De cuántas flores amargas
he sacado blanca cera!
¡Oh tiempo en que mis pesares
trabajaban como abejas!
Hoy son como avenas locas,
o cizaña en sementera,
como tizón en espiga,
como carcoma en madera.
¡Oh tiempo en que mis dolores
tenían lágrimas buenas,
y eran como agua de noria
que va regando una huerta!
Hoy son agua de torrente
que arranca el limo a la tierra.
Dolores que ayer hicieron
de mi corazón colmena,
hoy tratan mi corazón
como a una muralla vieja:
quieren derribarlo, y pronto,
al golpe de la piqueta.



Juana Rosa de Amézaga

A una amiga que envidia a los poetas

-- de Juana Rosa de Amézaga --

¿Sabes la suerte de los que cantan
goces y penas del corazón?
Son hortelanos que un huerto plantan,
do jamás gustan fruto en sazón.

Son peregrinos que nunca encuentran
en su camino dicha ni paz,
y dondequiera que habitan ó entran,
ven la injusticia de torva faz.

Viven buscando luz y consuelo,
viven ansiando grandeza y bien;
pero sólo hallan en este suelo
duras espinas para su sien.

Nadie comprende los sinsabores,
que para ellos en todo están;
aunque regando de bellas flores
siempre un camino de abrojos van.

No los envidies: tú eres dichosa
sin ese triste, nulo poder
con que ellos cantan la dicha hermosa
que nunca llegan á poseer.



Ramón López Velarde

A una pálida

-- de Ramón López Velarde --

Vos una claridad y yo una sombra

E. ROSTAND

Dama de las eternas palideces,
con tu mirar tranquilo me pareces,
irradiando destellos de pureza
el hada del país de la tristeza.

Eres la imagen del dolor que implora,
y por eso mi pecho que te adora,
al mirar tu expresión contemplativa
te juzga una madona pensativa.

Tú despertaste mi pasión temprana,
y de mi juventud en la mañana
como un ensueño bondadoso fuiste
regando flores en mi senda triste.

Únjame la caricia de tu mano
y tus ojos que buscan el arcano
báñenme con tu luz, mientras me abismo
en sueños de inefable misticismo.

Pero ¡ay! que no podrá mi idolatría
tener la suerte de llamarte mía,
y seguiré tu amor a los reflejos
de una esperanza que me mira lejos.

Mas nunca te daré la despedida,
que en el rudo combate de la vida
me quedará, si tu cariño pierdo,
la amorosa penumbra del recuerdo.



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