Buscar Poemas con Redime


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Se han encontrado 12 poemas con la palabra redime

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Manuel del Palacio

A un artista

-- de Manuel del Palacio --

¡Partes, adiós! del Sena turbulento
Ó del Arno feliz por la ribera,
Dejas la patria que en tu edad primera
Madre amorosa te enseñó su acento.

Flotando quedan en el vago viento
Los ecos de tu voz dulce ó severa,
Y el alma que tu canto conmoviera
Lágrimas dá otra vez al sentimiento.

Tal es del genio la misión sublime;
De dichas y placer raudal fecundo,
Las glorias canta, y las miserias gime:

Lo quiere Dios en su saber profundo;
El mundo por el arte se redime,
Y el arte tiene como patria el mundo!

Poema A un artista de Manuel del Palacio con fondo de libro

Manuel del Palacio

A un artista al abandonar su país

-- de Manuel del Palacio --

¿Partes? ¡adiós! Del Sena turbulento
O del Arno feliz por la ribera,
Dejas la patria que en tu edad primera
Madre amorosa te enseñó su acento.

Flotando quedan en el vago viento
Los ecos de tu voz dulce ó severa,
Y el alma que tu canto conmoviera
Lágrimas da otra vez al sentimiento.

Tal es del genio la misión sublime;
De dichas y placer raudal fecundo,
Las glorias canta, y las miserias gime:

Lo quiere Dios en su saber profundo;
El mundo por el arte se redime,
Y el arte tiene como patria el mundo!

Poema A un artista al abandonar su país de Manuel del Palacio con fondo de libro

Enrique Álvarez Henao

Los tres ladrones

-- de Enrique Álvarez Henao --

Época fue de grandes redenciones:
El mundo de dolor estaba henchido
y en Gólgota, en sombras convertido,
se hallaban en sus cruces tres ladrones.

A un lado, en espantosas contorsiones,
se encontraba un ratero empedernido;
en el otro, un ladrón arrepentido,
y en medio el robador de corazones.

De luto se cubrió la vasta esfera;
Gestas, el malo, se retuerce y gime;
Dimas, el bueno, su dolor espera.

Y el otro, el de la luenga cabellera,
que sufre, que perdona y que redime,
se robó al fin la humanidad entera.

Poema Los tres ladrones de Enrique Álvarez Henao con fondo de libro

Pedro Bonifacio Palacios

Letanías a Jesús

-- de Pedro Bonifacio Palacios --

I

Jesús de Galilea
para mí no eres Dios,
eres sólo una idea
de la que marcho en pos.

II

No me humillo ni ruego
a tus plantas Jesús,
llego a ti como un ciego
que va en busca de luz.

III

Jesucristo eres nuestro
más grande innovador,
Profeta ¡no! Maestro
de piedad y de amor.

IV

No le niegues al mundo
la gloria de tu ser,
que en su vientre fecundo
te engendró una mujer.

V

Pastor de la gleba,
sabio teorizador,
de la turba que lleva
el signo del dolor.

VI

¡Oh, si fuera divino
el destello de tu luz
que alumbró tu camino!
¿Qué valdría tu cruz?

VII

Tu doctrina redime,
de ella vamos en pos,
como hombre eres sublime,
¡Pequeño como Dios!



José Tomás de Cuellar

Vivir muriendo

-- de José Tomás de Cuellar --

¡QUÉ lentas son las horas de mi tediosa vida,
Qué amargos los instantes, ausente de mi amor!
Desgárrase sin tregua mi dolorosa herida,
Y vago cual la hoja marchita compelida
Por rápido aquilón.

Ya asome esplendorosa con mágica sonrisa
Aurora en el Oriente con nubes de carmín;
Ya sople adormecida la perfumada brisa,
Ya preste melancólica la luna luz remisa
Al cielo de zafir.

Yo llevo aquí en el pecho el dardo que me oprime
El dardo, sí, que hiere mi pobre corazón;
Natura con sus galas al triste no redime
Del torcedor eterno con que abatido gime
En su íntimo dolor.



Miguel Unamuno

¡Dime qué dices, mar!

-- de Miguel Unamuno --

¡Dime qué dices, mar, qué dices, dime!
Pero no me lo digas; tus cantares
son, con el coro de tus varios mares,
una voz sola que cantando gime.

Ese mero gemido nos redime
de la letra fatal, y sus pesares,
bajo el oleaje de nuestros azares,
el secreto secreto nos oprime.

La sinrazón de nuestra suerte abona,
calla la culpa y danos el castigo;
la vida al que nació no le perdona;

de esta enorme injusticia sé testigo,
que así mi canto con tu canto entona,
y no me digas lo que no te digo.



Francisco Sosa Escalante

A la ciencia (Sosa Escalante)

-- de Francisco Sosa Escalante --

Yo no te admiro, no, cuando la prora
Del hermoso bajel los mares hiende,
Ni cuando altiva y poderosa asciende
Las cumbres la veloz locomotora.

No ensalzo tu poder porque señora,
Eres del rayo que á tu voz desciende,
Ni me asombra saber cómo sorprende
Secretos, tu mirada indagadora.

Mas si del torpe error y la mentira
Tu luz al hombre por su bien redime
Y en la razon y en la verdad le inspira,

Entónces tu grandeza en mí se imprime,
Y el alma, ¡oh Ciencia! con fervor admira
Tu excelsa gloria y tu poder sublime.



Francisco Sosa Escalante

Al amor (Sosa Escalante)

-- de Francisco Sosa Escalante --

Amor, inmenso amor, amor sublime
Que santo y puro el universo llenas;
Dulce amor que á las almas enajenas,
Amor que al mismo criminal redime:

Llena mi corazón; tu huella imprime
En él, borrando las amargas penas;
De grato bienestar y horas serenas
¿Por qué me niegas las delicias, díme?

Fuente es mi pecho de sin par ternura,
En la virtud de la beldad yo creo,
Y culto le consagro á la hermosura.

Amor, inmenso amor, no es devaneo
Mi férvida ambición; tu llama pura
Es la que aviva mi febril deseo.



Francisco Sosa Escalante

La pecadora

-- de Francisco Sosa Escalante --

Si fuera cierto que el amor redime,
Y la angustia y dolor en paz serena
Se tornan, una vez que el alma llena
De encanto celestial pasión sublime,

Oh Laura seductora! acaso, dime
¿No serias contrita Magdalena?
Allí en tu frente blanca de azucena
¿Qué haria la mancha que el pecado imprime?

Amor te daba el corazón ardiente
Del hombre que te habia perdonado;
Mas ay! en tu alma destructor torrente

Existe contenido, no cegado,
Y á pesar de los sueños del presente
Se mira que renace tu pasado.



Francisco Sosa Escalante

Solo!

-- de Francisco Sosa Escalante --

En medio de la noche, cuando gime
El viento entre las hojas, y murmura
La mansa fuente cristalina y pura
Y duerme el orbe con quietud sublime,

¡Cómo la triste soledad imprime
En mi sér el dolor y su amargura!
El alma el cáliz del pesar apura
Y nadie del tormento la redime.

Si tú que dulce, cariñosa y buena
Halagas al que sufre y al que llora,
Me vieras en mis horas de agonía,

Dolida de mi mal, de fuego llena
Vendrias á mis brazos seductora,
Y fueras, Lélia, para siempre mía.



Clemente Althaus

A un joven

-- de Clemente Althaus --

Tú, cuyo pecho sin cesar se afana
con desvelo tan puro y tan ardiente
por el progreso y la ventura humana,
no el lauro esperes a tu noble frente.
El premio considera que tributa
a la virtud de Arístides Atenas;
de Sócrates recuerda la cicuta
y de Colón divino las cadenas.
Mira a Dante proscrito como reo,
preso al Taso entre insanos; ve el tormento
los miembros lacerar de Galileo,
atrevido Colón del firmamento.
Entre hórridas congojas dar la vida
mira del mundo al Redentor, y dime
qué pueblo no es igual al deicida,
que crucifica a aquel que le redime.
Cual culpa sin perdón, el mundo falso
castiga el beneficio recibido;
a éste da la prisión, a otro el cadalso;
su castigo menor es el olvido.
Mas, aunque sepas que a la tierra vino
a solamente padecer el bueno,
cumple, oh joven, la ley de tu destino,
de vil temor y abatimiento ajeno.
No pienses en humana recompensa,
cuya esperanza el mérito minora;
en los deleites que te brinda piensa
la virtud, de sí misma premiadora.



Ramón María del Valle Inclán

rosa del sol

-- de Ramón María del Valle Inclán --

Por el sol se enciende mi verso retórico,
que hace geometría con el español,
y en la ardiente selva de un mundo alegórico,
mi flauta preludia: do-re-mi-fa-sol.

¡Áurea matemática! ¡numen categórico!
¡logos de las formas! ¡teologal crisol!
¡salve sacro neuma! canta el pitagórico
yámbico, dorado número del sol.

El sol es la ardiente fuente que provoca
las ideas eternas en vaso mortal.
Por el encendido canto de su boca,

es la geometría ciencia teologal.
Sacro verbo métrico redime a la roca
del mundo. Su estrella trasciende al cristal.



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