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-- de Luis Carrillo y Sotomayor --
Amor, déjame; Amor, queden perdidos
tantos días en ti, por ti gastados;
queden, queden suspiros empleados,
bienes, Amor, por tuyos, ya queridos.
Mis ojos ya los dejo consumidos
y en sus lágrimas propias anegados;
mis sentidos, ¡oh Amor!, de ti usurpados
queden por tus injurias más sentidos.
Deja que sólo el pecho, cual rendido,
desnudo salga de tu esquivo fuego;
perdido quede, Amor, ya lo perdido:
¡Muévate (no podrá), cruel, mi ruego!
Más yo sé que te hubiera enternecido
si me vieras, Amor, ¡mas eres ciego!
Poema "Amor, déjame; Amor, queden perdidos" de Luis Carrillo y Sotomayor
-- de Manuel del Palacio --
Para curarme el esplín
los tomo más de una vez:
¡Rico vino es el Jerez!
¡Buena bebida es el Rhin!
Los dos, usados con calma,
dan, triunfando del dolor,
al cuerpo nuevo vigor,
nueva juventud al alma.
Y ambos, en igual porfía,
después de darnos solaz,
brindan al que duerme, paz,
y al que trabaja, alegría.
Hay quien con mala intención
ponerlos quisiera en guerra:
¿por qué? cada uno en su tierra
cumpla su grata misión.
Todo el que sabe beber
sabe también, cuando menos,
que mezclar dos vinos buenos
es echarlos a perder.
Y nunca olvidarse debe,
pues anda en libros escrito,
que es vino más exquisito
se enturbia cuando se mueve.
Queden, pues, quietos los dos,
y pasada la embriaguez,
bebamos Rhin y Jerez
en paz y en gracia de Dios.
Poema "Jerez y Rhin" de Manuel del Palacio
-- de Dulce María Loynaz --
Que la vida no vaya más allá de tus brazos.
Que yo pueda caber con mi verso en tus brazos,
que tus brazos me ciñan entera y temblorosa
sin que afuera se queden ni mi sol ni mi sombra...
Que me sean tus brazos horizonte y camino,
camino breve y único horizonte de carne:
que la vida no vaya más allá... ¡Que la muerte
se parezca a esta muerte caliente de tus brazos!...
Poema "deseo" de Dulce María Loynaz
-- de Evaristo Carriego --
Por el largo insomnio que tanto desvelo
os causó, — desvelo que tiene un testigo
en el perro amigo que como un abuelo
os compadecía... Por vosotras, digo:
San José y la Virgen, Señora Santa Ana,
con vuestras miradas fijas en la cuna,
rogad como anoche para que mañana
se despierte el niño sin dolencia alguna.
Para que se queden ellas sin la espina
de ver al marido marcharse a la esquina,
y para que libre de todo cuidado,
esta noche fría que no tiene lupa
gocen dulcemente de un sueño pesado:
Jesús Nazareno, velad por la cuna.
Poema "Por las madrecitas modestas" de Evaristo Carriego