Buscar Poemas con Prometido


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Se han encontrado 13 poemas con la palabra prometido

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Adelardo López de Ayala

A mi hermana Josefa

-- de Adelardo López de Ayala --

¡Un año más!... No mires con desvelo
la carrera veloz del tiempo alado,
que un año más en la virtud pasado
un paso es más que te aproxima al cielo.

Llora, sí, con amargo desconsuelo
(pues bastante jamás lo habrás llorado)
el año que al morir te haya dejado
de alguna falta el interior recelo...

Que el tiempo que bien obres no es perdido;
pues los años de paz, hermana mía,
que en la santa virtud habrás vivido

se convierten en siglos de alegría
en el eterno edén que hay prometido
al alma justa que en su Dios confía.

Poema A mi hermana Josefa de Adelardo López de Ayala con fondo de libro

Amado Nervo

la cita

-- de Amado Nervo --

Llamaron quedo, muy quedo,
a la puerta de tu casa...
Villaespesa
¿has escuchado?
tocan la puerta...
La fiebre te hace
desvariar.
Estoy citado
con una muerta,
y un día de éstos ha de llamar...
Llevarme pronto me ha prometido;
a su promesa no ha de faltar...
Tocan la puerta. Qué, ¿no has oído?
la fiebre te hace desvariar.

Poema la cita de Amado Nervo con fondo de libro

Lope de Vega

Si de piel asperísima vestido

-- de Lope de Vega --

Si de piel asperísima vestido,
el cabello revuelto y erizado,
al gran Bautista en el Jordán sagrado,
si es Cristo, le preguntan, prometido.
A vos, aunque también con piel ceñido,
pero en manos, costado y pies llagado,
en Cristo por amores transformado,
y a Cristo en cuerpo sangre y parecido,
¿cómo os llamara, si Israel os viera?.
Y porque la humildad vuestra se arguya,
¿qué dijérades vos, después de visto?
¿Quién duda que Francisco respondiera:
«No soy yo Cristo, soy estampa suya,
ni vivo como yo: vive en mí Cristo?»

Poema Si de piel asperísima vestido de Lope de Vega con fondo de libro

Jorge Manrique

canción es una muerte escondida

-- de Jorge Manrique --

I
es una muerte escondida
este mi bien prometido,
mas no puedo ser querido
sin peligro de mi vida.
Ii
mas sólo porque me quiera
quien en vida no me quiere,
yo quiero sufrir que muera
mi vivir, pues siempre muere;
y en perder vida perdida
no me cuento por perdido,
pues no puedo ser querido
sin peligro de mi vida.



Octavio Paz

crepúsculos de la ciudad iv (cielo)

-- de Octavio Paz --

(cielo)
frío metal, cuchillo indiferente,
páramo solitario y sin lucero,
llanura sin fronteras, toda acero,
cielo sin llanto, pozo, ciega fuente.
Infranqueable, inmóvil, persistente,
muro total, sin puertas ni asidero,
entre la sed que da tu reverbero
y el otro cielo prometido, ausente.
Sabe la lengua a vidrio entumecido,
a silencio erizado por el viento,
a corazón insomne, remordido.
Nada te mueve, cielo, ni te habita.
Quema el alma raíz y nacimiento
y en sí misma se ahonda y precipita.



Juan de Tassis y Peralta

de cera son las alas cuyo vuelo

-- de Juan de Tassis y Peralta --

Gobierna incautamente el albedrío,
y llevadas del propio desvarío
con vana presunción suben al cielo.
No tiene ya el castigo, ni el recelo
fuera eficaz, ni sé de qué me fío,
si prometido tiene el hado mío
hombre a la mar como escarmiento al suelo.
Mas si a la pena, amor, el gusto igualas,
con aquel nunca visto atrevimiento
que basta a acreditar lo más perdido,
derrita el sol las atrevidas alas,
que no podrá quitar el pensamiento
la gloria, con caer, de haber subido.



Salvador Díaz Mirón

Vigilia y sueño

-- de Salvador Díaz Mirón --

La moza lucha con el mancebo
-su prometido y hermoso efebo-
y vence a costa de un traje nuevo.

Y huye sin mancha ni deterioro
en la pureza y en el decoro,
y es un gran lirio de nieve y oro.

Y entre la sombra solemne y bruna,
yerra en el mate jardín, cual una
visión compuesta de aroma y luna.

Y gana el cuarto, y ante un espejo,
y con orgullo de amargo dejo,
cambia sonrisas con un reflejo.

Y echa cerrojos, y se desnuda,
y al catre asciende blanca y velluda,
y aún desvestida se quema y suda.

Y a mal pabilo, tras corto ruego,
sopla y apaga la flor de fuego,
y a la negrura pide sosiego.

Y duerme a poco. Y en un espanto,
y en una lumbre, y en un encanto,
forja un suceso digno de un canto.

¡Sueña que yace sujeta y sola
en un celaje que se arrebola,
y que un querube llega y la viola!



Anónimo

A Cristo crucificado (Anónimo)

-- de Anónimo --

No me mueve, mi Dios, para quererte
el cielo que me tienes prometido;
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.

Tú me mueves, Señor; muéveme el verte
clavado en una cruz y escarnecido;
muéveme ver tu cuerpo tan herido;
muévenme tus afrentas y tu muerte.

Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera
que aunque no hubiera cielo, yo te amara,
y aunque no hubiera infierno, te temiera.

No me tienes que dar porque te quiera,
pues aunque cuanto espero no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera.



Anónimo

Romance del rey don Sancho

-- de Anónimo --

-¡Rey don Sancho, rey don Sancho!, no digas que no te aviso,

que de dentro de Zamora un alevoso ha salido;

llámase Vellido Dolfos, hijo de Dolfos Vellido,

cuatro traiciones ha hecho, y con ésta serán cinco;

si gran traidor fue el padre, mayor traidor es el hijo.

Gritos dan en el real: -¡A don Sancho han mal herido,

muerto le ha Vellido Dolfos, gran traición ha cometido!

Desque le tuviera muerto, metiose por un postigo;

por las calle de Zamora va dando voces y gritos:

-Tiempo era, doña Urraca, de cumplir lo prometido.



Evaristo Carriego

La muchacha que siempre anda triste

-- de Evaristo Carriego --

Así anda la pobre, desde la fecha
en que, tan bruscamente, como es sabido,
aquel mozo que fuera su prometido
la abandonó con toda la ropa hecha.

Si bien muchos lo achacan a una locura
del novio que oponía sobrados peros...
Todavía se ignoran los verdaderos
motivos admisibles de la ruptura.

Sin embargo, en los chismes, casi obligados,
de los pocos momentos desocupados,
una de las que cosen en el taller

dice,— y esto lo afirma la propia abuela, —
que desde que ella estuvo con la viruela
él, ni una vez siquiera, la ha vuelto a ver.



Evaristo Carriego

Leyendo a dumas

-- de Evaristo Carriego --

— Ya es hora, prima: las nueve.
Empieza, pues, la lectura.
Ruge el viento afuera: llueve,
y el viejo caño murmura
un son constipado... Un son...
Empieza ya, que la abuela
te ha prometido atención.
Abre la dulce novela
donde tanta bella historia
nos cuenta el novelador,
que cuando uno hace memoria
no sabe cual es mejor:
El embozado que ama
a una que no conoce
y a quien dio cita la dama
cerca del Louvre, a las doce.
La cena de la hostería...



Francisco de Quevedo

parnaso español 29

-- de Francisco de Quevedo --

Si de un delito propio es precio lido
la horca, y en menandro la dilema,
¿quién pretendes, ¡oh júpiter!, que tema
el rayo a las maldades prometido?
cuando fueras un pobre endurecido,
y no del cielo majestad suprema,
gritaras, tronco, a la injusticia extrema,
y, dios de mármol, dieras un gemido.
Sacrilegios pequeños se castigan;
los grandes en los triunfos se coronan,
y tienen por blasón que se los digan.
Lido robó una choza, y le aprisionan;
menandro un reino, y su maldad obligan
con nuevas dignidades que le abonan.



Cristóbal de Castillejo

el mismo

-- de Cristóbal de Castillejo --

El navidad es pasado,
y reyes otro que sí;
mas del copla que le di
ya le tienes olvidado.

Prometido pues'me había
el aguinaldo, señor,
mande vuestra señoría
que la cumpla todavía
con machín, su servidor.



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