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Se han encontrado 44 poemas con la palabra principio

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Amado Nervo

unidad

-- de Amado Nervo --

No, madre, no te olvido;
mas apenas ayer ella se ha ido,
y es natural que mi dolor presente
cubra tu dulce imagen en mi mente
con la imagen del otro bien perdido.
Ya juntas viviréis en mi memoria
como oriente y ocaso de mi historia,
como principio y fin de mi sendero,
como nido y sepulcro de mi gloria;
¡pues contigo nací, con ella muero!
ya viviréis las dos en mis amores
sin jamás separaros;
pues, como en un matiz hay dos colores
y en un tallo dos flores,
¡en una misma pena he de juntaros!

Poema unidad de Amado Nervo con fondo de libro

Lope de Vega

El tierno niño, el nuevo Isac Cristiano

-- de Lope de Vega --

El tierno niño, el nuevo Isac cristiano,
en el arena de Tarifa mira
el mejor padre, con piadosa ira
la lealtad y el amor luchando en vano;

alta la daga en la temida mano,
glorioso vence, intrépido la tira,
ciega el sol, nace Roma, amor suspira,
triunfa España, enmudece el africano.

Bajó la frente Italia, y de la suya
quitó a Torcato el lauro en oro y bronces,
porque ninguno ser Guzmán presuma.

Y la fama principio de la tuya,
Guzmán el Bueno escribe, siendo entonces
la tinta sangre y el cuchillo pluma.

Poema El tierno niño, el nuevo Isac Cristiano de Lope de Vega con fondo de libro

Lope de Vega

Esta cabeza, cuando viva, tuvo

-- de Lope de Vega --

Esta cabeza, cuando viva, tuvo
sobre la arquitectura destos huesos
carne y cabellos, por quien fueron presos
los ojos que mirándola, detuvo.
Aquí la rosa de la boca estuvo,
marchita ya con tan helados besos;
aquí los ojos, de esmeralda impresos,
color que tantas almas entretuvo.
Aquí la estimativa, en quien tenía
el principio de todo movimiento;
aquí de las potencias la armonía.
¡Oh hermosura mortal, cometa al viento!,
¿donde tan alta presunción vivía
desprecian los gusanos aposento?.

Poema Esta cabeza, cuando viva, tuvo de Lope de Vega con fondo de libro

Lope de Vega

Fugitivo cristal, el curso enfrena

-- de Lope de Vega --

Fugitivo cristal, el curso enfrena
en tanto que te cuento mis pesares;
pero ¿cómo te digo que te pares,
si lloro y creces por la blanda arena?

Ya de la sierra que de nieves llena
te da principio humilde Manzanares,
por dar luz al que tiene tantos mares,
mi sol hizo su ocaso en la Morena.

Ya del Betis la orilla verde adorna
en otro bosque de árboles desnudos,
que en aire dan por fruto plata en barras.

Yo, triste, en tanto que a tu margen torna,
de aquestos olmos, a mis quejas mudos,
nidos deshago y desenlazo parras.



Lope de Vega

Hombre mortal mis padres me engendraron

-- de Lope de Vega --

Hombre mortal mis padres me engendraron,
aire común y luz de los cielos dieron,
y mi primera voz lágrimas fueron,
que así los reyes en el mundo entraron.
La tierra y la miseria me abrazaron,
paños, no piel o pluma, me envolvieron,
por huésped de la vida me escribieron,
y las horas y pasos me contaron.
Así voy prosiguiendo la jornada
a la inmortalidad el alma asida:
que el cuerpo es nada, y no pretende nada.
Un principio y un fin tiene la vida;
porque de todos es igual la entrada,
y conforme a la entrada la salida.



Lope de Vega

Si es el instante fin de lo presente

-- de Lope de Vega --

Si es el instante fin de lo presente,
y el principio también de lo futuro,
y en un instante al riguroso y duro
golpe tengo de ver la vida ausente.
¿Adónde voy con paso diligente?
¿Qué intento? ¿Qué pretendo? ¿Que procuro?
¿Sobre qué privilegios aseguro
esto que ha de vivir eternamente?
No es bien decir que el tiempo que ha pasado
es el mejor, que la opinión condeno
de aquellos ciegos de quien es culpado.
Ya queda el que pasó por tiempo ajeno,
haciéndole dichoso o desdichado,
los vicios malo, y las virtudes bueno.



Jaime Torres Bodet

soledad

-- de Jaime Torres Bodet --

...sent to be a moment's ornament...
Wordsworth
si das un paso más te quedas sola...
En el umbral de un tiempo
que no es el tuyo aún y no es ya el mío.
Sobre el primer peldaño
de una escalera rápida que nadie
podrá jamás decir si baja o sube.
En el principio de una primavera
que, para tu patético hemisferio,
nunca resultará
sino el reverso casto de un otoño...
Porque la frágil hora
en que tu pie se apoya es un espejo,
si das un paso más te quedas sola.



Jorge Luis Borges

buenos aires, 1899

-- de Jorge Luis Borges --

Buenos aires, 1899
el aljibe. En el fondo la tortuga.
Sobre el patio la vaga astronomía
del niño. La heredada platería
que se espeja en el ébano. La fuga
del tiempo, que al principio nunca pasa.
Un sable que ha servido en el desierto.
Un grave rostro militar y muerto.
El húmedo zaguán. La vieja casa.
En el patio que fue de los esclavos
la sombra de la parra se aboveda.
Silba un trasnochador por la vereda.
En la alcancía duermen los centavos.
Nada. Sólo esa pobre medianía
que buscan el olvido y la elegía.



Jorge Luis Borges

elegía de un parque

-- de Jorge Luis Borges --

Se perdió el laberinto. Se perdieron
todos los eucaliptos ordenados,
los toldos del verano y la vigilia
del incesante espejo, repitiendo
cada expresión de cada rostro humano,
cada fugacidad. El detenido
reloj, la entretejida madreselva,
la glorieta, las frívolas estatuas,
el otro lado de la tarde, el trino,
el mirador y el ocio de la fuente
son cosas del pasado. ¿Del pasado?
si no hubo un principio ni habrá un término,
si nos aguarda una infinita suma
de blancos días y de negras noches,
ya somos el pasado que seremos.
Somos el tiempo, el río indivisible,
somos uxmal, cartago y la borrada
muralla del romano y el perdido
parque que conmemoran estos versos.



Jorge Luis Borges

la busca

-- de Jorge Luis Borges --

Al término de tres generaciones
vuelvo a los campos de los acevedo,
que fueron mis mayores. Vagamente
los he buscado en esta vieja casa
blanca y rectangular, en la frescura
de sus dos galerías, en la sombra
creciente que proyectan los pilares,
en el intemporal grito del pájaro,
en la lluvia que abruma la azotea,
en el crepúsculo de los espejos,
en un reflejo, un eco, que fue suyo
y que ahora es mío, sin que yo lo sepa.
He mirado los hierros de la reja
que detuvo las lanzas del desierto,
la palmera partida por el rayo,
los negros toros de aberdeen, la tarde,
las casuarinas que ellos nunca vieron.
Aquí fueron la espada y el peligro,
las duras proscripciones, las patriadas;
firmes en el caballo, aquí rigieron
la sin principio y la sin fin llanura
los estancieros de las largas leguas.
Pedro pascual, miguel, judas tadeo...
Quién me dirá si misteriosamente,
bajo este techo de una sola noche,
más allá de los años y del polvo,
más allá del cristal de la memoria,
no nos hemos unido y confundido,
yo en el sueño, pero ellos en la muerte.



Oliverio Girondo

destino

-- de Oliverio Girondo --

Destino
y para acá o allá
y desde aquí otra vez
y vuelta a ir de vuelta y sin aliento
y del principio o término del precipicio íntimo
hasta el extremo o medio o resurrecto resto de éste a aquelloo de lo opuesto
y rueda que te roe hasta el encuentro
y aquí tampoco está
y desde arriba abajo y desde abajo arriba ávido asqueado
por vivir entre huesos
o del perpetuo estéril desencuentro
a lo demás
de más
o al recomienzo espeso de cerdos contratiempos y destiempos
cuando no al burdo sino de algún complejo herniado en plenovuelo
cálido o helado
y vuelta y vuelta
a tanta terca tuerca
para entregarse entero o de tres cuartos
harto ya de mitades
y de cuartos
al entrevero exhausto de los lechos deshechos
o darse noche y día sin descanso contra todos los nervios delmisterio
del más allá
de acá
mientras se rota quedo ante el fugaz aspecto sempiterno de lo aparenteo lo supuesto
y vuelta y vuelta hundido hasta el pescuezo
con todos los sentidos sin sentido
en el sofocatedio
con uñas y con piensos y pellejo
y porque sí nomás



Pedro Salinas

el poema

-- de Pedro Salinas --

Y ahora, aquí está frente a mí.
Tantas luchas que ha costado,
tantos afanes en vela,
tantos bordes de fracaso
junto a este esplendor sereno
ya son nada, se olvidaron.
Él queda, y en él, el mundo,
la rosa, la piedra, el pájaro,
aquéllos , los del principio,
de este final asombrados.
¡Tan claros que se veían,
y aún se podía aclararlos!
están mejor; una luz
que el sol no sabe, unos rayos
los iluminan, sin noche,
para siempre revelados.
Las claridades de ahora
lucen más que las de mayo.
Si allí estaban, ahora aquí;
a más transparencia alzados.
¡Qué naturales parecen,
qué sencillo el gran milagro!
en esta luz del poema,
todo,
desde el más nocturno beso
al cenital esplendor,
todo está mucho más claro.



Rafael María Arízaga

In principio

-- de Rafael María Arízaga --

Lanzaron Ella y Él a lo infinito
de su ansiedad suprema los clamores,
y llevaron los vientos gemidores
de Oriente a Ocaso el lastimero grito.

Hostil la tierra aparejó al proscrito
inclemencias, penurias y dolores,
de la pasión la fiebre y los rencores
y el perpetuo aguijón del apetito.

Gimieron Ella y Él en el oscuro
abismo de su mal, y ante el futuro
repleto en ignominias de la suerte.

La incurable dolencia de la vida
encontró compasión, y conmovida
la Infinita Piedad creó la Muerte!...



Juan de Arguijo

Narciso

-- de Juan de Arguijo --

Crece el insano amor, crece el engaño
Del que en las aguas vió su imágen bella;
Y él, sola causa en su mortal querella,
Busca el remedio y acrecienta el daño.

Vuelve á ver en la fuente ¡caso extraño!
Que della sale el fuego; mas en ella
Templario piensa, y la enemiga estrella
Sus ojos cierra al fácil desengaño.

Fallecieron las fuerzas y el sentido
Al ciego amante amado; que á su suerte
La belleza fatal cayó rendida;

Y ahora, en flor purpúrea convertido,
La agua, que fué principio de su muerte,
Hace que crezca, y prueba á darle vida.



La muerte es la vida

-- de Gabriel Álvarez de Toledo --

Esto que vive en mí, por quien yo vivo,
es la mente inmortal, de Dios criada
para que en su principio transformada,
anhele al fin de quien el ser recibo.

Mas del cuerpo mortal al peso esquivo
el alma en un letargo sepultada,
es mi ser en esfera limitada
de vil materia mísero cautivo.

En decreto infalible se prescribe
que al golpe justo que su lazo hiere
de la cadena terrenal me prive.

Luego con fácil conclusión se infiere
que muere el alma cuando el hombre vive,
que vive el alma cuando el hombre muere.



Garcilaso de la Vega

SONETO VI

-- de Garcilaso de la Vega --

Por ásperos caminos he llegado
a parte que de miedo no me muevo;
y si a mudarme a dar un paso pruebo,
y allí por los cabellos soy tornado.

Mas tal estoy, que con la muerte al lado
busco de mi vivir consejo nuevo;
y conozco el mejor y el peor apruebo,
o por costumbre mala o por mi hado.

Por otra parte, el breve tiempo mío,
y el errado proceso de mis años,
en su primer principio y en su medio,

mi inclinación, con quien ya no porfío,
la cierta muerte, fin de tantos daños,
me hacen descuidar de mi remedio.



Garcilaso de la Vega

Por ásperos caminos he llegado

-- de Garcilaso de la Vega --

Por ásperos caminos he llegado
a parte que de miedo no me muevo;
y si a mudarme a dar un paso pruebo,
y allí por los cabellos soy tornado.

Mas tal estoy, que con la muerte al lado
busco de mi vivir consejo nuevo;
y conozco el mejor y el peor apruebo,
o por costumbre mala o por mi hado.

Por otra parte, el breve tiempo mío,
y el errado proceso de mis años,
en su primer principio y en su medio,

mi inclinación, con quien ya no porfío,
la cierta muerte, fin de tantos daños,
me hacen descuidar de mi remedio.



Gutierre de Cetina

a doña magina siguriosa

-- de Gutierre de Cetina --

Vuestro nombre, señora, que asigura
cuanto vuestra beldad hace dudoso,
demás de aquel mirar dulce y piadoso
han sido la ocasión de mi tristura.
Temía, y con razón, esta aventura,
puesto que fue el principio venturoso;
no era por mi parte temeroso,
mas de parte de vuestra hermosura.
El alma, en el tormento ejercitada,
de nueva sujeción quería librarse,
del antiguo error escarmentada.
Pero ¿cómo podía decir salvarse
quien tanto del primero mal se agrada
y no quiere de vos saber guardarse?



Gutierre de Cetina

al duque de alba

-- de Gutierre de Cetina --

Señor, mientra el valor que en vos contemplo,
el ánimo, el saber, alabar quiero,
con el bajo decir, torpe y grosero,
del alto desear la furia templo.
Vuestras obras serán, pues, vuestro ejemplo;
vos vuestro coronista verdadero;
vuestra virtud será el más cierto homero
que a la inmortalidad os abre el templo.
No dejéis, señor, ser alabado;
mas al principio que lleváis tan alto
dad en lo por venir alegre efeto:
que si el triunfo del mundo es pobre y falto,
si corresponde mal con tal sujeto,
allá os le tiene el cielo aparejado.



Gutierre de Cetina

si os amo, si os he amado y si he de amaros

-- de Gutierre de Cetina --

Más que es o fue mujer ni será amada,
no me lo agradezcáis, ni os pido nada,
ni vale el ardor mío para obligaros.
Aquel que tantas partes quiso daros
cubiertas de beldad tan extremada,
a solo aquel podéis ser obligada
que puso tanto en vos para adoraros.
No pudo yo llamarme en esto a engaño:
muy claro vi el camino de perderme,
tanto que agora me paresce extraño.
Lo que vos no podéis negar deberme
es que entendí al principio el desengaño
y no quise, aunque pude, defenderme.



Gutierre de Cetina

ira y amor me están dentro en el pecho

-- de Gutierre de Cetina --

Y cada cual me causa un mal extraño;
el amor fue principio del engaño;
después, del mismo amor nació el despecho.
Deseo aborrecer por mi provecho,
visto que del amor me viene el daño;
mas no basta la ira en mal tamaño
el nudo deshacer que amor ha hecho.
Ira me mueve a ser vuestro enemigo
y muéstrame razón por que lo sea;
mas ¿qué vale, si amor a amar me tira?
y así mientras los dos tratan conmigo,
es fuerza que la triste alma se vea,
siendo esclava de amor, sujeta de ira.



Hernando de Acuña

Al Rey nuestro Señor

-- de Hernando de Acuña --

Ya se acerca, señor, o es ya llegada
la edad gloriosa en que promete el cielo
una grey y un pastor solo en el suelo,
por suerte a vuestros tiempos reservada.

Ya tan alto principio, en tal jornada,
os muestra el fin de vuestro santo celo
y anuncia al mundo, para más consuelo,
un monarca, un imperio y una espada.

Ya el orbe de la tierra siente en parte,
y espera en todo, vuestra monarquía,
conquistada por vos en justa guerra:

que a quien ha dado Cristo su estandarte
dará el segundo más dichoso día
en que, vencido el mar, venza la tierra.



Tomás de Iriarte

Ay de ti, si proféticos amores

-- de Tomás de Iriarte --

¡Ay de ti, si proféticos amores
manteniendo de verdes esperanzas,
ausencias sufres, y desconfianzas,
hecho el ánimo a prueba de rigores!

¡Ay de ti, si después que los favores
de tu hermosura idolatrada alcanzas,
empiezas a inferir de sus mudanzas
que se ha cansado ya de que la adores!

El que de amor la tiranía siente,
ya al principio, ya al fin, es desgraciado;
sólo es feliz quien goza el bien presente,

sin que a su idea sirvan de cuidado
los males que pasó de pretendiente,
ni los que pasará de jubilado.



Marilina Rébora

consolación

-- de Marilina Rébora --

Consolación
¿quién habló de que un día hubiera de perderte?
¿quién dijo que tu sombra, al fin, quedará quieta?
¿es que ignoras acaso lo que aprendió a quererte
el alma ennoblecida de ternura secreta?
un amor que es amor no termina en la muerte,
pues no tiene principio ni término ni meta;
sometido al don mágico que todo lo convierte,
y todo lo transforma, y todo lo interpreta.
Teniéndote a mi lado, la vida es vida-vida,
pero sin ti transcurre en tiempo de amarguras;
mi lámpara no arde, ¿a qué estar encendida?
y en el balcón el viento siempre gime por triste,
que a tientas tras tu imagen, por voluntad a oscuras,
en tu recuerdo sólo, el corazón subsiste.



Mario Benedetti

semántica práctica

-- de Mario Benedetti --

Sabemos que el alma como principio de la vida
es una caduca concepción religiosa e idealista
pero que en cambio tiene vigencia en su acepción segunda
o sea hueco del cañón de las armas de fuego
hay que reconocer empero que el lenguaje popular no está rigurosamente al día
y que cuando el mismo estudiante que leyó en konstantinov que la idea del alma es fantástica e ingenua
besa los labios ingenuos y fantásticos de la compañerita que no conoce la acepción segunda
y a pesar de ello le dice te quiero con toda el alma



Mario Benedetti

de lo prohibido

-- de Mario Benedetti --

Soy un caso perdido
prohibidos los silencios y los gritos unánimes
las minifaldas y los sindicatos
artigas y gardel
la oreja en radio habana
el pelo largo la condena corta
josé pedro varela y la vía láctea
la corrupción venial el pantalón vaquero
los perros vagos y los vagabundos
también los abogados defensores
que sobrevivan a sus defendidos
y los pocos fiscales con principio de angustia
prohibida sin perdón la ineficacia
todo ha de ser eficaz como un cepo
prohibida la lealtad y sobretodo la tristeza
esa que va de sol a sol
y claro la inquietante primavera
prohibidas las reuniones
de más de una persona
excepto las del lecho conyugal
siempre y cuando hayan sido
previa y debidamente autorizadas
prohibidos el murmullo de las tripas
el padrenuestro y la internacional
el bajo costo de la vida y la muerte
las palabritas y las palabrotas
los estruendos molestos el jilguero los zurdos
los anticonceptivos pero quién va a nacer.



Mario Benedetti

defensa de la alegría

-- de Mario Benedetti --

A trini
defender la alegría como una trinchera
defenderla del escándalo y la rutina
de la miseria y los miserables
de las ausencias transitorias
y las definitivas
defender la alegría como un principio
defenderla del pasmo y las pesadillas
de los neutrales y de los neutrones
de las dulces infamias
y los graves diagnósticos
defender la alegría como una bandera
defenderla del rayo y la melancolía
de los ingenuos y de los canallas
de la retórica y los paros cardiacos
de las endemias y las academias
defender la alegría como un destino
defenderla del fuego y de los bomberos
de los suicidas y los homicidas
de las vacaciones y del agobio
de la obligación de estar alegres
defender la alegría como una certeza
defenderla del óxido y la roña
de la famosa pátina del tiempo
del relente y del oportunismo
de los proxenetas de la risa
defender la alegría como un derecho
defenderla de dios y del invierno
de las mayúsculas y de la muerte
de los apellidos y las lástimas
del azar
y también de la alegría



Miguel Unamuno

La palabra

-- de Miguel Unamuno --

Llave del ser, fué en un principio el verbo
por el que se hizo todo cuanto muda
y el verbo es la cadena con que anuda
Dios los dispersos granos de su acervo.

Por él el hombre deja de ser siervo,
se vale de él en la batalla ruda
y en él la apaga cuando su alma suda
como en la fuente tras de acoso el ciervo.



Julio Herrera Reissig

el consejo

-- de Julio Herrera Reissig --

El astrónomo, el vate y el mentor se han reunido...
La montaña recoge la polémica agreste;
y en el aire sonoro de campana celeste,
las tres voces retumban como un solo latido.

Conjeturan fiebrosos del principio escondido...
Luego el mago predice la miseria y la peste;
el poeta improvisa, mientras, vuelto al oeste,
el astrónomo anuncia que en hispania ha llovido.

Ebrios de la divina majestad del tramonto,
los discursos se agravan.,. Es ya noche. De pronto,
arde en fuga una estrella... Interrogan sus rastros

cual mil ojos abiertos al enigma infinito:
se hace triple el silencio del consejo erudito...
Dedos entre la sombra se alzan hacia los astros.



Evaristo Carriego

La inquietud

-- de Evaristo Carriego --

Les tiene preocupados y tristes la tardanza
de la hermana. Los niños no juegan con el gato,
ni recuerdan ahora lo de la adivinanza
que propusiera alguno, para pasar el rato.

De vez en cuando, el padre mira el reloj. Parecen
más largos los minutos. Una palabra dura
no acaba. Las muchachas, que cosen, permanecen
calladas, con los ojos fijos en la costura.

Las diez, y aún no vuelve. Ya ninguno desecha,
como al principio, aquella dolorosa sospecha...
El padre, que ha olvidado la lectura empezada

enciende otro cigarro... Cansados de esperar
los niños se levantan, y sin preguntar nada
dicen las buenas noches y se van a acostar.



Fernando de Herrera

El Sátiro qu' el fuego vio primero

-- de Fernando de Herrera --

El Sátiro qu' el fuego vio primero,
de su vivo esplendor todo vencido,
llegó a tocallo; mas provó, encendido,
qu' era, cuanto hermoso, ardiente y fiero.

Yo, que la pura luz do ardiendo muero,
mísero vi, engañado y ofrecido
a mi dolor, en llanto convertido
acabar no pensé, como ya espero.

Belleza, y claridad antes no vista,
dieron principio al mal de mi deseo,
dura pena y afán a un rudo pecho.

Padesco el dulce engaño de la vista;
mas si me pierdo con el bien que veo,
¿cómo no estoy ceniza todo hecho?



Fernando de Herrera

Un tiempo, aunque fue breve, osé atrevido

-- de Fernando de Herrera --

Un tiempo, aunque fue breve, osé atrevido,
por ventura atendiendo la victoria,
quejarme, y de mi afán mostrar la historia
a quien me trae en ciego error perdido.

Ahora, o con más lástima ofendido,
o cierto de la falta de mi gloria,
no hago de mis males más memoria
que si yacieran solos en olvido.

Pero el silencio al fin no puede tanto,
que en soledad no rompa, y lo que impide
su vista escribo, del dolor forzado.

Comienza el día, y doy principio al canto
y llanto que en la noche amor despide,
y llanto y canto avivan mi cuidado.



Fernando de Herrera

Voy por esta desierta, estéril tierra

-- de Fernando de Herrera --

Voy por esta desierta, estéril tierra,
de antiguos pensamientos molestado,
huyendo el resplandor del sol dorado,
que de sus puros rayos me destierra.

El paso a la esperanza se me cierra,
de una ardua cumbre a un cerro do enriscado,
con los ojos volviendo al apartado
lugar, sólo principio de mi guerra.

Tanto bien representa la memoria
y tanto mal encuentra la presencia,
que me desmaya el corazón vencido.

¡Oh crueles despojos de mi gloria!
desconfianza, olvido, celo, ausencia,
¿por qué cansáis a un mísero rendido?



Fernando de Herrera

Yerto y doblado monte, y tú, luciente

-- de Fernando de Herrera --

Yerto y doblado monte, y tú, luciente
río de mi zampoña conocido,
cuando de los pastores el gemido
canté y mi mal con cítara doliente;

si nunca en vuestra cima y pura fuente
de oír se deja mi dolor crecido,
y si por el camino que han seguido
otros, su afán llorando, voy presente,

dos bellos ojos y un semblante honesto
son causa; que cantar bien deseara
el principio y los fines de las cosas.

El tiempo a todo pone en ser perfeto;
espero pues -si me es la edad no avara-
mostrar cuán varias son y cuán hermosas.



Fernando de Herrera

Yo voy por esta solitaria tierra

-- de Fernando de Herrera --

Yo voy por esta solitaria tierra,
de antiguos pensamientos molestado,
huyendo el resplandor del sol dorado,
que de sus puros rayos me destierra.

El paso a la esperanza se me cierra;
de una ardua cumbre a un cerro vo enriscado,
con los ojos volviendo al apartado
lugar, solo principio de mi guerra.

Tanto bien presenta la memoria,
y tanto mal encuentra la presencia,
que me desmaya el corazón vencido.

¡Oh crüeles despojos de mi gloria,
desconfïanza, olvido, celo, ausencia!;
¿por qué cansáis a un mísero rendido?



Francisco de Quevedo

las tres musas últimas castellanas 40

-- de Francisco de Quevedo --

Esta color de rosa, y azucena,
y este mirar sabroso, dulce, honesto,
y este hermoso cuello blanco, inhiesto,
y boca de rubís, y perlas llena.
La mano alabastrina, que encadena
al que más contra amor está dispuesto;
y el más libre, y tirano presupuesto
destierra de las almas, y enajena.
Esta rica, y hermosa primavera,
cuyas flores de gracias, y hermosura
ofenderlas no puede el tiempo airado.
Son ocasión que viva yo, y que muera,
y son de mi descanso, y mi ventura
principio, y fin, y alabo del cuidado.



José de Diego

maría de pacheco

-- de José de Diego --

Aun flotaba, en la atmósfera sangrienta
de los batidos campos de castilla,
el último suspiro de padilla
el último rumor de la tormenta.

De muerte herida, la viuda alienta
y a los verdugos de la patria humilla...
¡Fue un rayo aquel que todavía brilla,
del pueblo gloria, del tirano afrenta!

villalar dio principio al desenfreno
y, cuando todo es aparente calma,
la aristocracia se juzgó triunfante...

¡Guardaba iberia, en el materno seno,
para un emperador, hombre sin alma,
una mujer con alma de gigante!



José Martí

con letras de astros

-- de José Martí --

Con letras de astros
con letras de astros el horror que he visto
en el espacio azul grabar querría
en la llanura, muchedumbre: en lo alto
mientras que los de abajo andan y ruedan
y sube olor de frutas estrujadas,
olor de danza, olor de lecho, en lo alto
de pie entre negras nubes, y en los hombros
cual principio de alas se descuelgan,
como un monarca sobre un trono, surge
un joven bello, pálido y sombrío.
Como estrella apagada, en el izquierdo
lado del pecho vésele abertura
honda y boqueante, bien como la tierra
cuando de cuajo un árbol se le arranca
abalánzanse, apriétanse, recógense,
ante él, en negra tropa, toda suerte
de fieras, anca al viento, y bocas juntas
en una inmensa boca, y en bordado
plato de oro bruñido y perlas finas
su corazón el bardo les ofrece.



Blas de Otero

en el principio

-- de Blas de Otero --

Si he perdido la vida, el tiempo, todo
lo que tiré, como un anillo, al agua,
si he perdido la voz en la maleza,
me queda la palabra.
Si he sufrido la sed, el hambre, todo
lo que era mío y resultó ser nada,
si he segado las sombras en silencio,
me queda la palabra.
Si abrí los labios para ver el rostro
puro y terrible de mi patria,
si abrí los labios hasta desgarrármelos,
me queda la palabra.



Carolina Coronado

en un álbum donde hartzenbusch había escrito

-- de Carolina Coronado --

«quiero escribir mi insuficiencia toco
principio y ceso de lo malo poco».
Y yo que no sé hacer dos versos buenos
aún debo escribir menos.



Carolina Coronado

la página en blanco

-- de Carolina Coronado --

Una tan sola reservó el destino
página en blanco para mí guardada;
y en dejar a mi musa limitada
la intención de los hados adivino.
Dice el sabio hartzenbusch, a quien invoco
siempre que de consejos necesito,
en cierto verso por su mano escrito,
principio y ceso de lo malo poco.
Menos modesta que hartzenbusch, acaso,
supliendo a su talento mi osadía,
seis páginas del álbum llenaría
si no atajaran a mi musa el paso.
Basta con ésta; y aun a ser borrada
yo la condeno, por mi orgullo loco,
pues, si debe hartzenhusch escribir poco,
yo no debo en conciencia escribir nada.



Claudio Rodríguez

don de la ebriedad ii

-- de Claudio Rodríguez --

ii
yo me pregunto a veces si la noche
se cierra al mundo para abrirse o si algo
la abre tan de repente que nosotros
no llegamos a su alba, al alba al raso
que no desaparece porque nadie
la crea: ni la luna, ni el sol claro.
Mi tristeza tampoco llega a verla
tal como es, quedándose en los astros
cuando en ellos el día es manifiesto
y no revela que en la noche hay campos
de intensa amanecida apresurada
no en germen, en luz plena, en albos pájaros.
Algún vuelo estar quemando el aire,
no por ardiente sino por lejano.
Alguna limpidez de estrella bruñe
los pinos, bruñir mi cuerpo al cabo.
¿Qué puedo hacer sino seguir poniendo
la vida a mil lanzadas del espacio?
y es que en la noche hay siempre un fuego oculto,
un resplandor areo, un día vano
para nuestros sentidos, que gravitan
hacia arriba y no ven ni oyen abajo.
Como es la calma un yelmo para el río
así el dolor es brisa para el lamo.
Así yo estoy sintiendo que las sombras
abren su luz, la abren tanto,
que la mañana surge sin principio
ni fin, eterna ya desde el ocaso.



Ricardo Güiraldes

El principio

-- de Ricardo Güiraldes --

Era el caos. Decir no y pensar cero.

En el eterno negar, fue brevemente la voluntad de ser. Origen del Sol.

El sol, en asombro de su luz, fue goce de existir; tanto amó su mirada, que pulularon las condensaciones de obscuridad; los astros.

Y los astros giraron de amor ante la gran pupila quieta.

Es el canto eterno en el caos sordo.

La tierra rueda, envuelta en hilachas de oro. Es esclava y amante. Su piel sensible tiene un escalofrío, pulsado por noches y días.

Y nosotros pasamos, como sobre un cutis que ama al contacto de una caricia, corre un tropel de mil vidas sensitivas, que nacen, gozan, sufren y mueren.

«La Porteña», 1914.



Ricardo Güiraldes

Lucero

-- de Ricardo Güiraldes --

Proa del sol.

Ojo potente.

Vanguardia del día.

Perforador de cobalto, que asciendes, voraz de espacio, a monopolizar las glorias siderales.

Prefacio de luz.

Iniciador.

Suicida cotidiano.

Orgulloso pavo real, que abochornas estrellas.

Breve es tu vida. El sol te mata, pero eres el principio.

Heraldo de luz,

ésa es tu cruz.

«La Porteña», 1915.



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