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Lope de Vega

¿Cómo puede, Señor, justificarse

-- de Lope de Vega --

¿Cómo puede, Señor, justificarse
con Vos el hombre, habiéndoos ofendido,
parecer limpio de mujer nacido,
ni el polvo al que es eterno compararse?
¿Cómo puede la nada levantarse,
pues el más estimado y preferido
se ve en tan breve término caído,
que puede hasta la envidia lastimarse?
El bálsamo en los huesos no compone
segunda vez del hombre la armonía,
por más oro que el túmulo corone.
Si no es limpio con Vos el sol, el día,
¿qué será el hombre vil, que a Dios se opone,
resuelto en polvo y en ceniza fría?

Poema ¿Cómo puede, Señor, justificarse de Lope de Vega con fondo de libro

Lupercio Leonardo de Argensola

No fueron tus divinos ojos, Ana

-- de Lupercio Leonardo de Argensola --

No fueron tus divinos ojos, Ana,
los que al yugo amoroso me han rendido;
ni los rosados labios, dulce nido
del ciego niño, donde néctar mana;

ni las mejillas de color de grana;
ni el cabello, que al oro es preferido;
ni las manos, que a tantos han vencido;
ni la voz, que está en duda si es humana.

Tu alma, que en todas tus obras se trasluce,
es la que sujetar pudo la mía,
porque fuese inmortal su cautiverio.

Así todo lo dicho se reduce
a solo su poder, porque tenía
por ella cada cual su ministerio.

Poema No fueron tus divinos ojos, Ana de Lupercio Leonardo de Argensola con fondo de libro

José Ángel Buesa

te acordarás un día

-- de José Ángel Buesa --

Te acordarás un día de aquel amante extraño
que te besó en la frente para no hacerte daño.
Aquel que iba en la sombra con la mano vacía,
porque te quiso tanto que no te lo decía.
Aquel amante loco que era como un amigo,
y que se fue con otra para soñar contigo.
Te acordarás un día de aquel extraño amante,
profesor de horas lentas, con alma de estudiante.
Aquel hombre lejano que volvió del olvido
sólo para quererte como nadie ha querido.
Aquel que fue ceniza de todas las hogueras,
y te cubrió de rosas, sin que tú lo supieras.
Te acordarás un día del hombre indiferente
que en las tardes de lluvia te besaba en la frente;
viajero silencioso de las noches de estío,
que sembraba en la arena su corazón tardío.
Te acordarás un día de aquel hombre lejano,
del que más te ha querido, porque te quiso en vano.
Quizás, así, de pronto, te acordarás un día
de aquel hombre que a veces callaba y sonreía.
Tu rosal preferido se secará en el huerto,
como para decirte que aquel hombre se ha muerto.
Y él andará en la sombra, con su sonrisa triste.
Y únicamente entonces sabrás que lo quisiste.

Poema te acordarás un día de José Ángel Buesa con fondo de libro

Nicolás Guillén

problemas del subdesarrollo

-- de Nicolás Guillén --

Monsieur dupont te llama inculto,
porque ignoras cuál era el nieto
preferido de víctor hugo.
Herr müller se ha puesto a gritar,
porque no sabes el día
(exacto) en que murió bismark.
Tu amigo mr. Smith,
inglés o yanqui, yo no lo sé,
se subleva cuando escribes shell.
(Parece que ahorras una ele,
y que además pronuncias chel.)
Bueno ¿y qué?
cuando te toque a ti,
mándales decir cacarajícara,
y que donde está el aconcagua,
y que quién era sucre,
y que en qué lugar de este planeta
murió martí.
Un favor:
que te hablen siempre en español.



Evaristo Carriego

Como en los buenos tiempos

-- de Evaristo Carriego --

A veces, miro un poco entristecido
la fiel evocación de ese retrato
donde estás viva, aunque mucho rato,
digo bien, mucho rato ha que te has ido.

¡Y apenas la impresión que nada deja!
Tal vez he preferido más perderte
que haber seguido amándote, hasta verte
con la vergüenza de sentirte vieja.

Y, sin embargo, acaso mentiría,
si quisiera decir que todavía
no he cesado de oirte junto al piano

que nadie ha vuelto a abrir, como en ninguna
emoción de aquel tiempo tan lejano
cuando aún eras prima de la luna.



Francisco Sosa Escalante

A Carlos

-- de Francisco Sosa Escalante --

Necio! de orgullo y vanidad te llena
Mirarte de Lucila preferido;
De la hechicera jóven que al olvido
Los juramentos del amor condena.

De aquella que atrayendo cual sirena,
Si el capricho falaz mira cumplido
Se lanza de otro en pos, y no ha sentido
Latir su pecho ante la angustia ajena

Como tú, se ostentaron vencedores
Mil y mil que conservo en la memoria,
Y sin ser, en verdad, que tú mejores.

Nadie te envidia tu fugaz victoria,
Ni puede ser feliz con tus amores
Quien siempre ambicionó más alta gloria.



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