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Olegario Víctor Andrade

La flor de mi esperanza (Andrade)

-- de Olegario Víctor Andrade --

Yo diviso rodando marchita
sin aroma la cándida flor
que furioso huracán precipita
resonando con triste fragor.

De mi seno se lleva la calma,
mis ensueños de gloria, de paz,
y en lugar de la dicha del alma,
solo queda un recuerdo fugaz.

En un tiempo que huyó presuroso
como el eco de triste canción,
levantando su cáliz precioso
parecía celeste visión.

Era hermosa cual nítida estrella,
que refleja su plácida luz,
cuando sola la luna descuella
de la noche en el negro capuz.

Su fragancia divina brindaba
conmovida por mágico ambiente,
y al mirarla un suspiro lanzaba
con mi llanto regando su frente.

Pero pronto el impulso violento
del terrible fatal aquilón,
sin piedad destrozó en un momento
de mi sueños la dulce ilusión.

Y nos sigue un conforme destino:
yo doblego mi altiva cerviz,
ella pierde su aroma divina,
su precioso, variado matiz.

¡Cuán sensible es el ver marchitarse
de ferviente esperanza la flor,
y en la vida fugaz deslizarse
por abismos de luto y horror!

(Uruguay, 13 de octubre de 1855)

Poema La flor de mi esperanza (Andrade) de Olegario Víctor Andrade con fondo de libro

Lope de Vega

Al viento se encomienda, al mar se entrega

-- de Lope de Vega --

Al viento se encomienda, al mar se entrega,
conjura un áspid, ablandar procura
con tiernos ruegos una peña dura,
o las rocas del mar donde navega;

pide seguridad a la fe griega,
consejo al loco y al enfermo cura,
verdad al juego, sol en noche oscura,
y fruta al polo donde el sol no llega;

que juzgue de colores pide al ciego,
desnudo y solo al salteador se atreve,
licor precioso de las piedras saca;

fuego busca en el mar, agua en el fuego,
en Libia flor, en Etiopía nieve,
quien pone su esperanza en mujer flaca.

Poema Al viento se encomienda, al mar se entrega de Lope de Vega con fondo de libro

Lope de Vega

Cubran tus aguas, Betis caudaloso

-- de Lope de Vega --

Cubran tus aguas, Betis caudaloso,
las galeras de Italia y españolas,
de Sevilla a Triana formen solas,
por una y otra margen, puente hermoso.

Las naves indias, con metal precioso
más hinchadas que de aire sus ventolas,
tu pecho opriman libre de las olas
del mar, en la Bermuda riguroso.

Apenas des lugar para los barcos,
y, en el mejor, Lucinda, sin memoria,
honre tus fiestas con igual presencia.

Diviértase en tus salvas, triunfos y arcos,
mientras que tengo yo por mayor gloria
peñas del Tajo, y soledad de ausencia.

Poema Cubran tus aguas, Betis caudaloso de Lope de Vega con fondo de libro

Lope de Vega

Un instrumento mismo sonoroso

-- de Lope de Vega --

Un instrumento mismo sonoroso
es en distintas manos diferente;
la espada en el cobarde o el valiente
hace efecto encogido o animoso.

Labran dos joyas de un metal precioso,
éste famosa, aquél impertinente,
dos diversos artífices, y siente
el oro, sin sentir, que está quejoso.

Honran una pintura o la difaman,
con las mismas colores acabada,
pinceles del discípulo o maestro.

Yo soy con el amor, que todos aman,
instrumento, pintura, joya, espada,
más afinado porque soy más diestro.



Góngora

De una dama que, quitándose una sortija, se picó con un alfiler

-- de Góngora --

Prisión del nácar era articulado
de mi firmeza un émulo luciente,
un dïamante, ingenïosamente
en oro también él aprisionado.

Clori, pues que a su dedo apremïado
de metal, aun precioso, no consiente,
gallarda un día, sobre impacïente,
lo redimió del vínculo dorado.

Mas ¡ay!, que insidïoso latón breve
en los cristales de su bella mano
sacrílego divina sangre bebe:

púrpura ilustró menos indïano
marfil, invidïosa sobre nieve
claveles deshojó la Aurora en vano.



Luis Palés Matos

la piedra

-- de Luis Palés Matos --

En su duro letargo concentrada,
redonda, como el cráneo de un gigante,
la piedra en la vereda perfumada
es verruga enigmática y punzante.

Quieta, sintió la alegre carcajada,
y el temblor de la carne rozagante,
de la muchacha frágil y cansada
que llegó con el cántaro jadeante.

La piedra suda un ansia negra y blonda.
En lo profundo de su entraña honda
un sueño se arrebuja perezoso.

¡Moisés, moisés, la turba está sedienta;
tócame con tu vara, que revienta
el manantial de liquido precioso!



Jorge Luis Borges

ewigkeit

-- de Jorge Luis Borges --

Torne en mi boca el verso castellano
a decir lo que siempre está diciendo
desde el latín de séneca: el horrendo
dictamen de que todo es del gusano.
Torne a cantar la pálida ceniza,
los fastos de la muerte y la victoria
de esa reina retórica que pisa
los estandartes de la vanagloria.
No así. Lo que mi barro ha bendecido
no lo voy a negar como un cobarde.
Sé que una cosa no hay. Es el olvido;
sé que en la eternidad perdura y arde
lo mucho y lo precioso que he perdido:
esa fragua, esa luna y esa tarde.



Diego de Torres Villarroel

a filis

-- de Diego de Torres Villarroel --

No encubras filis mía tus facciones
tus ojos apacibles y serenos,
solo en tus perfecciones se echa menos
el no comunicar tus perfecciones
no ves en las floridas estaciones
las flores en los cuadros más amenos
derramar su hermosura y dejar llenos
los sentidos rompiendo sus botones
tú eres un cuadro que el autor divino
plantó del mundo en el jardín hermoso
dando al sentido gloria en su pintura
no escondas, no, tu rostro peregrino
que le robas al mundo un bien precioso
mira que es bien ajeno la hermosura.



José Zorrilla

Ay del triste

-- de José Zorrilla --

¡Ay del triste que consume
su existencia en esperar!
¡Ay del triste que presume
que el duelo con que él se abrume
al ausente ha de pesar!

La esperanza es de los cielos
precioso y funesto don,
pues los amantes desvelos
cambian la esperanza en celos.
Que abrasan el corazón.

Si es cierto lo que se espera,
es un consuelo en verdad;
pero siendo una quimera,
en tan frágil realidad
quien espera desespera.



Juan de Arguijo

Orfeo (2-Arguijo)

-- de Juan de Arguijo --

A tí en los versos dulce y numeroso
¡Oh primer padre de la lira, Orfeo!
Lloró por largo tiempo de Nereo
Cuanto contiene el término espacioso;

A tí lloró Estrimon, á tí el fragoso
Ródope y altas cumbres de Pangeo,
A tí las ninfas del sagrado Alfeo,
Obligadas del canto generoso.

Tus divididos miembros, no estimados
Del bacanal furor, que osadamente
Los esparció por el ingrato suelo,

Como á precioso don en sus sagrados
Senos Ebro recoge, y la prudente
Cabeza Lésbos, y la lira el cielo.



Gutierre de Cetina

del más subido ardor, del más precioso

-- de Gutierre de Cetina --

Olor de gloria y del más alto grado,
nació en mi alma el mal de su cuidado,
antes no, sino el bien de su reposo.
Mi mal nació de allí fiero y rabioso,
a mi bien sin igual, igual en grado;
razón en mi dolor se ha transformado,
y el dolor sin razón está quejoso.
¿A quién se dio jamás, pues, tal tormento?
¿dónde se vio decir que un mal tan alto
venga envuelto en un bien que par no tiene?
amor, gracias te doy por lo que siento:
razón sobra al dolor, y de ella falto,
teme el honoroso mal que de ti viene.



Manuel Reina

Los rojos

-- de Manuel Reina --

Retruena el tambor; la turba avanza
terrible el rostro y la mirada fiera;
flota, teñida en sangre, la bandera;
silba el ronco fusil; cruje la lanza.

La multitud, sedienta de venganza,
crímenes va sembrando por do quiera;
convierte al pueblo en colosal hoguera
y se entrega, iracunda, a la matanza.

-¡Viva la libertad! la turba grita,
cuando, furiosa, al mar se precipita
y todo cuanto ve quema y destruye...

¡Oh libertad! ¡Oh libertad sagrada!
¡Maldita sea la hueste degradada
que tu precioso nombre prostituye.



Juan Meléndez Valdés

La humilde reconvención

-- de Juan Meléndez Valdés --

Dame, traidor Aminta, y jamás sea
tu cándida Amarili desdeñosa,
la guirnalda de flores olorosa
que a mis sienes ciñó la tierra Alcea.

¡Ay!, dámela, cruel; y si aún desea
tomar venganza tu pasión celosa,
he aquí de mi manada una amorosa
cordera; en torno fenecer la vea.

¡Ay!, dámela, no tardes, que el precioso
cabello ornó de la pastora mía,
muy más que el oro del Ofir luciente,

cuando cantando en ademán gracioso
y halagüeño mirar, merecí un día
ceñir con ella su serena frente.



Juan Nicasio Gallego

Al hijo del Duque de Frías

-- de Juan Nicasio Gallego --

Precioso niño, si al templar mi pena
basta el recuerdo de tan fausto día,
y al cielo llega la plegaria mía
en vez de lira al son de mi cadena;

dará benigno a tu niñez serena,
delicias de tu casa y su alegría,
más que soñado néctar o ambrosía
de salud y placer la copa llena.

Tu brazo un tiempo blandirá brioso
de tu padre el acero, cuando altivo
batas la ijada al alazán fogoso.

Docto cual él serás y ardiente y vivo;
cual tu madre gentil, discreto, hermoso;
cual ambos bueno, amable, compasivo.



Evaristo Ribera Chevremont

a una cubana

-- de Evaristo Ribera Chevremont --

Cubana de caña de azúcar,
cubana de rosa y clavel,
cubana de río y palmera,
con sol y salina en la piel.

Especias que pican y encienden
son menos que tú en el danzón,
cubana de dientes preciosos,
precioso y febril corazón.

Cubana, guajira y meneo
con rítmico y rápido pie,
la falda incendiada de sexo,
la boca olorosa a café.

El seno apretado y mordiente,
de brusco y carnoso temblor,
cortado de beso y mordisco,
quemado de sangre y sudor.

Cubana caliente y bonita,
bonita y caliente eres tú,
suave de hierbas y erguida
en tallo de fino bambú.

Y el dejo en la voz cariciosa,
untada de tórtolas
y sedosa de plumas y espumas
al darme los mimos a mí.

Cubana en la espesa manigua
con negro, mosquito y calor,
sonidos de huecas maracas
y truenos de congo tambor.

Cubana, guajira y refresco
de piña y de coco, y el son
batido, el tabaco veguero
y el vaso amarillo de ron.



Francisco de Aldana

De sus hermosos ojos, dulcemente

-- de Francisco de Aldana --

De sus hermosos ojos, dulcemente,
un tierno llanto Filis despedía
que por el rostro amado parecía
claro y precioso aljófar transparente.

En brazos de Damón, con baja frente,
triste, rendida, muerta, helada y fría,
estas palabras breves le decía
creciendo a su llorar nueva corriente:

«¡Oh pecho duro, oh alma dura y llena
de mil durezas!, ¿dónde vas huyendo?,
¿do vas con ala tan ligera y presta?»

Y él, soltando de llanto amarga vena,
della las dulces lágrimas bebiendo,
besola, y solo un ¡ay! fue su respuesta.



Francisco de Quevedo

las tres musas últimas castellanas 19

-- de Francisco de Quevedo --

Ondea el oro en hebras proceloso;
corre el humor en perlas hilo a hilo;
juntó la pena al tajo con el nilo,
éste creciente, cuando aquél precioso.
Tal el cabello, tal el rostro hermoso
asiste en fili al doloroso estilo,
cuando por las ausencias de batilo,
uno derrama rico, otro lloroso.
Oyó gemir con músico lamento
y mustia y ronca voz tórtola amante,
amancillando querellosa el viento.
Dijo: «si imitas mi dolor constante,
eres lisonja dulce de mi acento;
si le compites, no es tu mal bastante».



Francisco de Quevedo

las tres musas últimas castellanas 76

-- de Francisco de Quevedo --

Es la soberbia artífice engañoso;
da su fábrica pompa, y no provecho:
ve, nabuco, la estatua que te ha hecho;
advierte el edificio cauteloso.
Hizo la frente del metal precioso;
armó de plata y bronce cuello y pecho;
y por trocar con el cimiento el techo,
los pies labró de barro temeroso.
No alcanzó el oro a ver desde la altura
la guija, que rompió con ligereza
el polvo en quien fundó rica locura.
El que pusiere el barro en la cabeza
y a los pies del metal la lumbre pura,
tendrá, si no hermosura, fortaleza.



Francisco de Quevedo

las tres musas últimas castellanas 20

-- de Francisco de Quevedo --

Rizas en ondas ricas del rey midas,
lisi, el acto precioso, cuanto avaro;
arden claveles en su cerco claro,
flagrante sangre, espléndidas heridas.
Minas ardientes, al jardín unidas,
son milagro de amor, portento raro,
cuando hibla matiza el mármol paro
y en su dureza flores ve encendidas.
Esos que en tu cabeza generosa
son cruenta hermosura y son agravio
a la melena rica y victoriosa,
dan al claustro de perlas, en tu labio,
elocuente rubí, púrpura hermosa,
ya sonoro clavel, ya coral sabio.



Rubén Darío

abrojo v

-- de Rubén Darío --

Bota, bota, bella niña,
ese precioso collar
en que brillan los diamantes
como el líquido cristal
de las perlas del rocío
matinal.
Del bolsillo de aquel sátiro
salió el oro y salió el mal.
Bota, bota esa serpiente
que te quiere estrangular
enrollada en tu garganta
hecha de nieve y coral.



Rubén Darío

Abrojo V (Rubén Darío)

-- de Rubén Darío --

Bota, bota, bella niña,
ese precioso collar
en que brillan los diamantes
como el líquido cristal
de las perlas del rocío
matinal.
Del bolsillo de aquel sátiro
salió el oro y salió el mal.
Bota, bota esa serpiente
que te quiere estrangular
enrollada en tu garganta
hecha de nieve y coral.



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