Buscar Poemas con Perezoso


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Se han encontrado 12 poemas con la palabra perezoso

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Lope de Vega

Tardar en convertirse, error notable

-- de Lope de Vega --

Tardar en convertirse error notable,
y diferirlo de uno en otro día,
loca desvanecida fantasía,
esperanza del hombre miserable.
La vida corre, la ocasión mudable,
cuan presto de los ojos se desvía,
¿Cómo tendrá resolución tardía,
al mismo que ha ofendido, favorable?
Señor, quien diligente y cuidadoso
las cosas de la vida mortal mira,
si vive en las del alma perezoso,
vendrá súbitamente vuestra ira,
y al discurrir el filo poderoso,
¿qué mano le tendrá, si el cuerpo expira?

Poema Tardar en convertirse, error notable de Lope de Vega con fondo de libro

Luis Palés Matos

la piedra

-- de Luis Palés Matos --

En su duro letargo concentrada,
redonda, como el cráneo de un gigante,
la piedra en la vereda perfumada
es verruga enigmática y punzante.

Quieta, sintió la alegre carcajada,
y el temblor de la carne rozagante,
de la muchacha frágil y cansada
que llegó con el cántaro jadeante.

La piedra suda un ansia negra y blonda.
En lo profundo de su entraña honda
un sueño se arrebuja perezoso.

¡Moisés, moisés, la turba está sedienta;
tócame con tu vara, que revienta
el manantial de liquido precioso!

Poema la piedra de Luis Palés Matos con fondo de libro

Octavio Paz

sonetos ii

-- de Octavio Paz --

El mar, el mar y tú, plural espejo,
el mar de torso perezoso y lento
nadando por el mar, del mar sediento:
el mar que muere y nace en un reflejo.
El mar y tú, su mar, el mar espejo:
roca que escala el mar con paso lento,
pilar de sal que abate el mar sediento,
sed y vaivén y apenas un reflejo.
De la suma de instantes en que creces,
del círculo de imágenes del año,
retengo un mes de espumas y de peces,
y bajo cielos líquidos de estaño
tu cuerpo que en la luz abre bahías
al oscuro oleaje de los días.

Poema sonetos ii de Octavio Paz con fondo de libro

Octavio Paz

piedra de toque

-- de Octavio Paz --

Aparece
ayúdame aexistir
ayúdate a existir
oh inexistente por la que existo
oh presentida que me presiente
soñada que me sueña
aparecida desvanecida
ven vuela adviene despierta
rompe diques avanza
maleza de blancuras
marea de armas blancas
mar sin brida galopando en la noche
estrella en pie
esplendor que te clavas en el pecho
(canta herida ciérrate boca)
aparece
hoja en blancotatuada de otoño
bello astro de pausados movimientos de tigre
perezoso relámpago
águila fija parpadeante
cae pluma flecha engalanada cae
da al fin la hora del encuentro
reloj de sangre
piedra de toque de esta vida



Pedro Calderón de la Barca

Décimas a San Isidro

-- de Pedro Calderón de la Barca --

Ya el trono de luz regía
el luminoso farol,
el fénix del cielo, el sol,
cuya edad es sólo un día.
Ya desde la tumba fría
en su fuego vuelve a ser
hoy lo mismo que era ayer;
que, si en todo es de sentir
que nace para morir,
él muere para nacer.

Veloz la vida se quita,
con que más gloria se adquiere,
pues cuando en el agua muere,
en el fuego resucita.
Las aves, a quien incita
la luz de sus resplandores,
cantando dulces amores,
eran, con belleza suma,
al campo flores de pluma
cuando al viento aves de flores.

Entre las rosas cantaban
y el aura que las movía
solamente conocía
por aves las que las volaban.
Todas a Isidro esperaban,
cuando el labrador dichoso
se quedaba perezoso
de su trabajo olvidado:
¿quién vio vicioso al cuidado
y al descuido virtuoso?

Antes de labrar el suelo
(¡oh tardanza de amor llena!)
en la Virgen de Almudena
labraba piadoso el cielo;
y como su santo celo
en el sol le suspendía
de la celestial María,
divertido, no pensaba;
como siempre, al sol miraba,
que pudo pasarse el día.



Félix María Samaniego

El abad y el monje

-- de Félix María Samaniego --

Reprendía un abad a un perezoso
monje que a los maitines no asistía,
y con ásperas voces le decía:
- ¿Qué efecto, hermano, tan escandaloso

producirá en cualquiera religioso
su negligencia? Copie lo que hacía
todo un rey, un David. ¡Con qué alegría,
con qué afecto tan tierno y fervoroso

a medianoche el lecho abandonaba
para orar al Señor! —-Sí, bueno, bravo;
no hay diferencia,—— el monje replicaba.

—Y cuál?, —ninguna. ¡La pregunta alabo!
¿Cuál?, que David volvía y se encontraba
con Micol, yo me encuentro con mi nabo.



Gustavo Adolfo Bécquer

rima xl

-- de Gustavo Adolfo Bécquer --

Su mano entre mis manos,
sus ojos en mis ojos,
la amorosa cabeza
apoyada en mi hombro,
¡dios sabe cuántas veces,
con paso perezoso,
hemos vagado juntos
bajo los altos olmos
que de su casa prestan
misterio y sombra al pórtico!
y ayer... Un año apenas,
pasando como un soplo
con qué exquisita gracia
con qué admirable aplomo,
me dijo al presentarnos
un amigo oficioso:
“creo que alguna parte
he visto a usted” ¡ah, bobos
que sois de los salones
comadres de buen tono,
y andáis por allí a caza
de galantes embrollos.
¡Qué historía habéis perdido!
¡qué manjar tan sabroso!
para ser devorado
“soto voce” en un corro,
detrás de abanico
de plumas de oro!
¡discreta y casta luna,
copudos y altos olmos,
paredes de su casa,
umbrales de su pórtico,
callad, y que en secreto
no salga con vosotros!
callad; que por mi parte
lo he vivido todo:
y ella..., Ella..., ¡No hay máscara
semejante a su rostro!



Salvador Novo

el amigo ido

-- de Salvador Novo --

Me escribe napoleón:
el colegio es muy grande,
nos levantamos muy temprano,
hablamos únicamente en inglés,
te mando un retrato del edificio...

Ya no robaremos juntos dulces
de las alacenas, ni escaparemos
hacia el río para ahogarnos a medias
y pescar sandías sangrientas.

Ya voy a presentar sexto año;
después, según las probabilidades,
aprenderé todo lo que se deba,
seré médico,
tendré ambiciones, barba, pantalón largo...

Pero si tengo un hijo
haré que nadie nunca le enseñe nada.
Quiero que sea tan perezoso y feliz
como a mí no me dejaron mis padres
ni a mis padres mis abuelos
ni a mis abuelos dios.



Santiago Montobbio

collage

-- de Santiago Montobbio --

Collage
ligeras cruzan las edades, hay quien las cuenta en días,
y a través de su lluvia y su ceniza
cada vez más difícil resulta el resistirse
al perezoso vivir animal de la costumbre.
No sé por qué los versos que ahora escribo
parecen versos clásicos, y total para decir
que si después de tanto tiempo aún hoy
aprieto tu recuerdo entiendo que
estoy condenado
a naufragar todos los días
con la vejez que da el saber
que aunque me he equivocado en todo
esto es algo que especialmente he hecho
en lo que más quería.



Antonio de Zayas

Plazuela

-- de Antonio de Zayas --

OR los balcones de la antigua casa
El sol al ras, y por las rotas tejas
De las bohardillas, perezoso pasa.

No hay ni una flor en las salientes rejas
Veladas por zurcidos cortinajes
De listado percal. Flotan consejas

De hidalgos pobres de harapientos trajes
Por la angosta plazuela adonde, vanos,
Hazañas a contar de sus linajes

Fueron ayer, con las siniestras manos
El arriaz amparando del acero
Salido de los hornos toledanos.

Abre sus puertas al calor de Enero
La humilde vecindad. ¡Que el sol el hambre
Próvido aplaca cuando no el puchero!

De chiquillos famélicos enjambre
Va a apoyar la cabeza en las rodillas
De mozas que les hurgan la pelambre.

¿Dó estáis, golas de olán, negras ropillas,
Pomposas faldas y agarenos mantos.
Nubes de estrellas en las dos Castillas?

Oigo repique de campanas... Cantos
Siento de monjas escapar de un coro...
Por la vida de ayer corren sus llantos...

¡Y yo también con lágrimas la añoro!



Francisco de Quevedo

las tres musas últimas castellanas 9

-- de Francisco de Quevedo --

Pues ya tiene la encina en los tizones
más séquito que tuvo en hoja y fruto,
y el nubloso orïón manchó con luto
las (otro tiempo) cárdenas regiones;
pues perezoso arturo, y los trïones
dispensan breve el sol, y poco enjuto,
y con imperio cano y absoluto
labra el yelo las aguas en prisiones;
hoy que se busca en el calor la vida,
gracias al dueño invierno, amante ciego,
a quien desprecia amor y lisi olvida,
al yelo hermoso de su pecho llego
mi corazón, por ver si, agradecida,
se regala su nieve con mi fuego.



Ricardo Güiraldes

Siesta (Güiraldes)

-- de Ricardo Güiraldes --

Azules tus ojos. Azules y largos, como un deseo perezoso, cuando el cansancio pesa en tus párpados caídos.

¡Así!..., En el arrobo conventual de una mirada, quisiera reposar mi alma entre la sombra blanda que amontonan tus pestañas.

Mientras los postigos de nuestro cuarto se ribetean de sol.

«La Porteña», 1914.



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