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Se han encontrado 30 poemas con la palabra pastora

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Luis Gálvez de Montalvo

Pastora, tus ojos bellos

-- de Luis Gálvez de Montalvo --

Pastora, tus ojos bellos
Mi cielo puedo llamallos,
Pues en llegando á mirallos,
Se me pasa el alma á ellos.

Ojos cuya perfeccion
Desprecia humanos despojos,
Los ojos los llaman ojos,
Quel alma sabe quien son.
Pastora, la fuerza dellos
Por espejo hace estimallos,
Pues viene junto el mirallos
Y el pasarse el alma á ellos.

Desta verdad sin recelo,
Que tus ojos son el cielo,
Y su poder celestial,
Pastora, pues solo vellos
Fuerza el corazon á amallos,
Y la gloria de mirallos,
A pasarse el alma á ellos.

Poema Pastora, tus ojos bellos de Luis Gálvez de Montalvo con fondo de libro

Luis Gálvez de Montalvo

Si tanto gana, pastora

-- de Luis Gálvez de Montalvo --

Si tanto gana, pastora,
Quien mira tus ojos bellos,
¿Qué hara el mirado dellos?
Entre mirarse y mirar
La ventaja es conocida,
Como de buscar la vida,
A venir ella á buscar.
No le queda que hallar
A aquel que merece vellos,
Sino ser mirado dellos.
Aunque en su luz sin igual
No puede haber competencia,
Por oficio hay diferencia
De mas, y menos caudal;
Que si el medio principal
Del deseo es conocellos,
El fin ser mirado dellos.

Poema Si tanto gana, pastora de Luis Gálvez de Montalvo con fondo de libro

Morir debiera sin verte

-- de Gaspar Gil Polo --

Morir debiera sin verte,
Hermosísima pastora,
Pues que osé tan sola una hora
Estar vivo y no quererte.

De un dichoso amor gozára,
Dejado el tormento aparte,
Si en acordarme de amarte
De mi olvido me olvidára.

Que de morirme y perderte,
Tengo recelo, pastora,
Pues que osé tan sola una hora
Estar vivo y no quererte.

Poema Morir debiera sin verte de Gaspar Gil Polo con fondo de libro

San Juan de la Cruz

Otras canciones a lo divino

-- de San Juan de la Cruz --

Un pastorcico solo está penando
Ajeno de placer y de contento
Y en su pastora puesto el pensamiento
Y el pecho del amor muy lastimado.

No llora por haberle amor llagado
Que no le pena verse así afligido
Aunque en el corazón está herido
Mas llora por pensar que está olvidado.

Que sólo de pensar que está olvidado
De su bella pastora con gran pena
Se deja maltratar en tierra ajena
El pecho del amor muy lastimado.

Y dice el pastorcico: "¡Ay desdichado
De aquel que de mi amor ha hecho ausencia
Y no quiere gozar la mi presencia
Y el pecho por su amor muy lastimado!"

Y al cabo de un gran rato se ha encumbrado
Sobre un árbol do abrió sus brazos bellos
Y muerto se ha quedado asido de ellos
Del pecho del amor muy lastimado.



José Cadalso

Ya veis cual viene, amantes, mi pastora

-- de José Cadalso --

Ya veis cual viene, amantes, mi pastora
de bulliciosos céfiros cercada,
la rubia trenza suelta, y adornada
por manos sacras de la misma Flora.

Ya veis su blanco rostro que enamora;
su vista alegre y sonreír que agrada,
su hermoso pecho, celestial morada
del corazón a quien el mío adora.

Oís su voz y el halagüeño acento
y al ver y oír que sólo a mí me quiere,
con envidia miráis la suerte mía.

Mas si vierais el mísero tormento
con que mil veces su rigor me hiere
la envidia en compasión se trocaría.



Alejandro Arango y Escandón

Rosaura (Escando)

-- de Alejandro Arango y Escandón --

Risueña, ufana, sobre el césped blanco,
de abril en tarde plácida y serena
está Rosaura en la floresta amena,
al son de alegre tamboril bailando.

Rosas, jazmines, a su paso echando,
aplaude el pueblo y la comarca atruena,
y va la vida de donaire llena,
rosas, jazmines, a su paso hollando.

Pero ¿y mañana? al despuntar la aurora
y no bien aparezca su lucero,
tendrá ya dueño que en el alma adora.

Y si dice su señor: «No quiero»,
por más que gima la gentil pastora,
será este su bailar postrero.



Góngora

Cual parece al romper de la mañana

-- de Góngora --

Cual parece al romper de la mañana
aljófar blanco sobre frescas rosas,
o cual por manos hecha artificiosas
bordadura de perlas sobre grana,

tales de mi pastora soberana
parecían las lágrimas hermosas
sobre las dos mejillas milagrosas,
de quien mezcladas leche y sangre mana,

lanzando a vueltas de su tierno llanto
un ardiente suspiro de su pecho,
tal que el más duro canto enterneciera:

si enternecer bastara un duro canto,
mirad qué habrá con un corazón hecho,
que al llanto y al suspiro fue de cera.



Góngora

Habla con Don Luis Gaytán de Ayala

-- de Góngora --

Ya que con más regalo el campo mira,
pues del hórrido manto se desnuda,
purpúreo el sol, y aunque con lengua muda
süave Filomena ya suspira,

templa, noble garzón, la noble lira,
honren tu dulce plectro y mano aguda
lo que al son torpe de mi avena ruda
me dicta Amor, Calíope me inspira.

Ayúdame a cantar los dos extremos
de mi pastora y, cual parleras aves
que a saludar al sol a otros convidan,

yo ronco, tú sonoro, despertemos
cuantos en nuestra orilla cisnes graves
sus blancas plumas bañan y se anidan.



Pedro Soto de Rojas

Llegando de esta ausencia

-- de Pedro Soto de Rojas --

Salve, Fénix, honor de esta ribera,
bien que afrenta del sol, salve, pastora,
que haciendo pobre a la rosada aurora
enriqueces la fértil primavera.

Salve, serena luz que reverbera
cuando el nublado Acuario triste llora,
y cuando el Aries sus guedejas dora
haces piedras ceniza y bronces cera.

Salve, y perdona la tardanza mía,
perdona el tiempo que he vivido ausente,
si es que ausente de ti vivir podría,

aunque sólo pensando estar presente
el alma -como en premio a su porfía
vive en ti cuando en mí morir se siente.



Gutierre de Cetina

dórida, hermosísima pastora

-- de Gutierre de Cetina --

Cortés, sabia, gentil, blanda y piadosa,
¿cuál suerte desigual, fiera, rabiosa,
pone a mi libertad nueva señora?
el corazón que te ama y que te adora,
¿quién lo puede forzar que ame otra cosa?
¿amarílida es más sabia o hermosa
que tú? no sé. Contempla esta alma ahora.
¿Fue jamás de amarílida tratado
tan bien como de ti, tan sin fiereza?
¿no me acordabas tú si yo te amaba?
pues sin mudarme yo, ¿quién me ha mudado?
respondió el eco: «yo, que en tanta alteza
mucho tiempo tan dulce ser duraba».



Gutierre de Cetina

al príncipe de ascoli VI

-- de Gutierre de Cetina --

Quien tiene tan honrado pensamiento,
lavinio, como yo, no es tan ligero
mudar de voluntad sin que primero
pierda con el vivir todo el contento.
No fue el primero ardor el que ahora siento,
mas sé yo bien al fin será el postrero;
éste fue el muy sabroso, éste más fiero,
de este fue el bien igual con el tormento.
Si me quejo, pastor, de mi pastora,
si digo que es cruel, que es una ingrata,
a ti, que de mi ardor sabes la historia,
es la contemplación que me maltrata,
que ora el bien, ora el mal pasado llora,
según amor lo trae a la memoria.



Hernando de Acuña

Apenas el aurora había mostrado

-- de Hernando de Acuña --

Apenas el aurora había mostrado
las flores que en la noche había escondido,
cuando un pastor, de amor entristecido,
penoso estaba a un árbol arrimado.

Hablando con su hato y su cayado,
alzó con ronca voz un gran gemido,
diciendo: «¿Para qué dejas perdido
el cuerpo, pues el alma me has llevado,

pastora desleal? ¿En qué pusiste
el querer que con palabras me mostraste
en pago del amor que me ofreciste?

¿Por qué tan sin razón, di, me trocaste?
Pues otro mayor bien no pretendiste
que verme muerto aquí do me dejaste».



Hernando de Acuña

Cuando la alegre y dulce primavera

-- de Hernando de Acuña --

Cuando la alegre y dulce primavera
a partir sus riquezas comenzaba,
y de los verdes campos desterraba
aquella estéril sequedad primera,

un pastor triste y solo en la ribera
de Tesín gravemente suspiraba,
y vi que en un alto olmo que allí estaba
con un hierro escribió de esta manera:

«Si, de amor libre, por aquí pasare
acaso algún pastor, cualquier que fuere,
huya de esta ribera y de este llano,

que, cuanto más sin pena se hallare,
si a Silvia la cruel pastora viere,
por ella morirá como Silvano».



Hernando de Acuña

Pastora en quien mostrar quiso natura

-- de Hernando de Acuña --

Pastora en quien mostrar quiso natura,
a la miseria de este bajo suelo,
la más cierta señal del bien del cielo
y un claro sol en la tiniebla oscura,

si pastoral ingenio a tanta altura
pudiese levantar su corto vuelo,
que cantase Damón cuanto consuelo
es verte y no te ver cuál desventura,

desde el un polo al otro se sabría
que no yo solo, más cualquier que ausente
de tu presencia vive, oh Galatea,

debe sentir la misma pasión mía,
pues sola en ti se halla juntamente
cuanto bien se procura y se desea.



Hernando de Acuña

Pensando en su ganado, a la ribera

-- de Hernando de Acuña --

Pensando en su ganado, a la ribera
del mar, y no de amar, Silvano estaba
seguro, porque el triste no pensaba
que en él toda su fuerza Amor pusiera,

cuando vio a una pastora que pudiera,
con sólo la hermosura que alcanzaba,
hacer que, cuando el sol se nos mostraba
más claro, muy oscuro pareciera.

Quedó el pastor de sólo aquesta vista
herido de la muerte que aquí pinto,
con lágrimas los prados él bañando,

diciendo: «No hay sujeto que resista,
pastores, a mi mal, porque el distinto
que tengo se me va, triste, acabando».



Hernando de Acuña

Un novillo feroz y un fuerte toro

-- de Hernando de Acuña --

Un novillo feroz y un fuerte toro
lidian delante su becerra amada,
y mirábalos Silvia descuidada,
de gracia y de beldad rico tesoro,

cuando por la ribera un sacro coro
de ninfas ve venir, y en su llegada
fue de ellas mi pastora coronada
de flores, que eran perlas sobre el oro.

Y como el fuerte vencedor furioso
dio alegre fin a la obstinada empresa,
zampoña no quedó que no tocase,

diciendo: «¡Oh bien nacido y venturoso
Silvano, si tu llanto, que no cesa,
con fin tan venturoso se acabase».



Manuel Machado

La Lola

-- de Manuel Machado --

"La Lola se va a los Puertos.
La Isla se queda sola".
Y esta Lola, ¿quién será,
que así se ausenta, dejando
la Isla de San Fernando
tan sola cuando se va...?

Sevillanas,
chuflas, tientos, marianas,
tarantas, tonás, livianas...
Peteneras,
soleares, soleariyas,
polos, cañas, seguiriyas,
martinetes, carceleras...
Serranas, cartageneras.
Malagueñas, granadinas.
Todo el cante de Levante,
todo el cante de las minas,
todo el cante...
Que cantó tía Salvaora,
la Trini, la Coquinera,
la Pastora...,
Y el Fillo, y el Lebrijano,
y Curro Pabla, su hermano,
Proita, Moya, Ramoncillo,
Tobalo -inventor del polo-,
Silverio, Chacón, Manolo
Torres, Juanelo, Maoliyo...

Ni una ni uno
-cantaora o cantaor-,
llenando toda la lista,
desde Diego el Picaor
a Tomás el Papelista
(ni los vivos ni los muertos),
cantó una copla mejor
que la Lola...
Esa que se va a los Puertos
y la Isla se queda sola.



Marqués de Santillana

Menga de Manzanares

-- de Marqués de Santillana --

Por todos estos pinares
nin en Navalagamella,
no vi serrana más bella
que Menga de Mançanares.
Desçendiedo yelmo a yuso,
cóntral Bovalo tirando
en esse valle de suso,
vi serrana estar cantando;
saluéla, segund es uso,
e dixe: "Serrana, estando
oyendo, yo non me excuso
de fazer lo que mandares".
Respondióme con ufana:
"Bien vengades, cavallero;
¿quién vos trae de mañana
por este valle señero?,
Ca por toda aquesta llana
yo non dexo andar vaquero,
nin pastora, nin serrana,
sinon Pasqual de Bustares.
Pero ya, pues la ventura
por aquí vos ha traydo,
convién en toda figura
sin ningund otro partido,
que me dedes la çintura,
o entremos a braz partido;
ca dentro en esta espesura
vos quiero luchar dos pares".
Desque vi que non podía,
partíme dallí sin daña,
como aquel que non sabía
de luchar arte nin maña;
con muy grand malenconía,
arméle tal guardamaña,
que cayó con su porfía
çerca de unos tomellares.



Medardo Ángel Silva

Añoranzas (Silva)

-- de Medardo Ángel Silva --

Y fue en Versailles, en la dorada fiesta
—¡oh eglógica pastora deliciosa!—
que te ofrendé mi amor en una rosa,
al arrullo sonoro de la orquesta.

El alma al sueño de la dicha, presta,
abrevió su existencia dolorosa
al pronunciar tus labios la amorosa
confesión pasional, en la floresta...

Todo volvióse para mí risueña:
la luz, el lago, el parque y las canciones
de la fontana que arrulló mi ensueño.

Y cabe los perfumes de las frondas,
renacieron mis blancas ilusiones
bajo la seda de tus crenchas blondas.



Juan Meléndez Valdés

El ruego encarecido

-- de Juan Meléndez Valdés --

Deja ya la cabaña, mi pastora;
déjala, mi regalo y gloria mía;
ven, que ya en el oriente raya el día,
y el sol las cumbres de los montes dora.

Ven, y al humilde pecho que te adora,
torna con tu presencia la alegría.
¡Ay!, que tardas, y el alma desconfía;
¡ay!, ven, y alivia mi pesar, señora.

Tejida una guirnalda de mil flores
y una fragante delicada rosa
te tengo, Filis, ya para en llegando.

Darételas cantando mil amores,
darételas, mi bien; y tú amorosa
un beso me darás sabroso y blando.



Juan Meléndez Valdés

La humilde reconvención

-- de Juan Meléndez Valdés --

Dame, traidor Aminta, y jamás sea
tu cándida Amarili desdeñosa,
la guirnalda de flores olorosa
que a mis sienes ciñó la tierra Alcea.

¡Ay!, dámela, cruel; y si aún desea
tomar venganza tu pasión celosa,
he aquí de mi manada una amorosa
cordera; en torno fenecer la vea.

¡Ay!, dámela, no tardes, que el precioso
cabello ornó de la pastora mía,
muy más que el oro del Ofir luciente,

cuando cantando en ademán gracioso
y halagüeño mirar, merecí un día
ceñir con ella su serena frente.



Juan Meléndez Valdés

Ora pienso yo ver a mi señora

-- de Juan Meléndez Valdés --

Ora pienso yo ver a mi señora
de donosa aldeana, y que el cabello
libre le vaga por el alto cuello,
cantando alegre al despertar la Aurora:

Ya en pellico y callado de pastora
los corderillos guía, y suelta al vellos
por el prado brincar corre en pos de ellos;
ya en ocio blando en la cabaña mora.

Tierna ora ríe, y va cogiendo flores:
a caza ora tras ella el monte sigo;
y bailar en la fiesta ora la veo.

Así ausente me alivio en mis dolores;
y aunque sueño de amor es cuanto digo,
el alma siente un celestial recreo.



Julio Herrera Reissig

La dicha (Herrera y Reissig)

-- de Julio Herrera Reissig --

Todas -blancas ovejas fieles a su pastora-
recogidas en torno del modesto santuario,
agrúpanse las pobres casas del vecindario,
en medio de una dulce paz embelesadora.

La buena grey asiste a la misa de aurora...
Entran gentes oscuras, en la mano el rosario;
bendiciendo a los niños, pasa el pulcro vicario
y detrás la llavera, siempre murmuradora...

Se come el santuario musgoso la borrica
del doctor, que indignado un sochantre aporrea.
Transparente, en la calle principal, la botica

sugestiona a las moscas la última panacea.
Y a «ras» de su cuchillo cirujano, platica
el barbero intrigante: folletín de la aldea.



Julio Herrera Reissig

el alba

-- de Julio Herrera Reissig --

Humean en la vieja cocina hospitalaria
los rústicos candiles... Madrugadora leña
infunde una sabrosa fragancia lugareña;
y el desayuno mima la vocación agraria...

Rebota en los collados la grita rutinaria
del boyero que a ratos deja la yunta y sueña...
Filis prepara el huso. Tetis, mientras ordeña,
ofrece a dios la leche blanca de su plegaria.

Acongojando el valle con sus beatos nocturnos,
salen de los establos, lentos y taciturnos,
los ganados. La joven brisa se despereza...

Y como una pastora, en piadoso desvelo,
con sus ojos de bruma, de una dulce pereza,
el alba mira en éxtasis las estrellas del cielo.



Julio Herrera Reissig

los perros

-- de Julio Herrera Reissig --

El olivo y el pozo... Dormida una aldeana
en el brocal... A un lado la senda viajadora,
y un hombre paso a paso: todo lo que a la hora
suspira una evangélica gracia samaritana...

El sol es, miel, la brisa pluma y el cielo pana...
Y el monte, que una eterna candidez atesora,
ríe como un abuelo a la joven mañana,
con los mil pliegues rústicos de su cara pastora.

Pan y frutas: ingenuos desayunos frugales.
Mientras que los pastores huelgan de sus pradiales
fatigas o se lavan en los remansos tersos,

maniobran hacia el valle de tímpanos agudos
los celosos instintos de los perros lanudos,
de voz ancha, que integran los ganados dispersos.



Julio Herrera Reissig

la dicha

-- de Julio Herrera Reissig --

Todas -blancas ovejas fieles a su pastora-
recogidas en torno del modesto santuario,
agrúpanse las pobres casas del vecindario,
en medio de una dulce paz embelesadora.

La buena grey asiste a la misa de aurora...
Entran gentes oscuras, en la mano el rosario;
bendiciendo a los niños, pasa el pulcro vicario
y detrás la llavera, siempre murmuradora...

Se come el santuario musgoso la borrica
del doctor, que indignado un sochantre aporrea.
Transparente, en la calle principal, la botica

sugestiona a las moscas la última panacea.
Y a «ras» de su cuchillo cirujano, platica
el barbero intrigante: folletín de la aldea.



Francisco de Aldana

Alma Venus gentil, que al tierno arquero

-- de Francisco de Aldana --

Alma Venus gentil, que al tierno arquero
hijo puedes llamar, y el niño amado
madre puede llamarte, encadenado
al cuello alabastrino el brazo fiero:

yo, tu siervo Damón, pobre cabrero,
más no pudiendo dar de mi ganado,
a tus aras y altar santo y sagrado
ofrezco el corazón de este cordero;

en memoria del cual, benigna diosa,
por el Amor te pido, y juntamente
pedirte quiero Amor, por Venus tuya,

que el pecho helado y frío de mi hermosa
pastora enciendas todo en llama ardiente
tal que su curso enfrene y no más huya.



José Cadalso

idilio anacreóntico a batilo I

-- de José Cadalso --

Ya veis cuál viene, amantes, mi pastora
de bulliciosos céfiros cercada,
la rubia trenza suelta, y adornada
por sacras manos de la misma flora.
Ya veis su blanco rostro que enamora
su vista alegre y sonreír que agrada
su hermoso pecho, celestial morada
del corazón a quien el mío adora.
Oís su voz, y el halagüeño acento;
y al ver y oír que sólo a mí me quiere,
con envidia miráis la suerte mía.
Ni veis ni oís el mísero tormento
con que mil veces su rigor me hiere,
la envidia en compasión se trocaría.



Rafael Pombo

Pastorcita

-- de Rafael Pombo --

Pastorcita perdió sus ovejas
¡y quién sabe por dónde andarán!
-No te enfades, que oyeron tus quejas
y ellas mismas bien pronto vendrán.

Y no vendrán solas, que traerán sus colas,
Y ovejas y colas gran fiesta darán.
Pastorcita se queda dormida,
Y soñando las oye balar.

Se despierta y las llama enseguida,
Y engañada se tiende a llorar.
No llores, pastora, que niña que llora
Bien pronto la oímos reír y cantar.

Levantóse contenta, esperando
Que ha de verlas bien presto quizás;
Y las vio; mas dio un grito observando
Que dejaron las colas detrás.

Ay mis ovejitas ¡pobres raboncitas!
¿dónde están mis colas? ¿no las veré más?
Pero andando con todo el rebaño
Otro grito una tarde soltó,
Cuando un gajo de un viejo castaño
Cargadito de colas halló.

Secándose al viento, dos, tres, hasta ciento,
Allí unas tras otra ¡colgadas las vio!
Dio un suspiro y un golpe en la frente,
Y ensayó cuanto pudo inventar,
Miel, costura, variado ingrediente,
Para tanto rabón remendar;
Buscó la colita de cada ovejita
Y al verlas como antes se puso a bailar



Ramón López Velarde

Que adorable manía

-- de Ramón López Velarde --

¡Qué adorable manía de decir
en mi pobreza y en mi desamparo:
soy más rico, muy más que un gran visir:
el corazón que amé se ha vuelto faro!

Cuando se cansa de probar amor
mi carne, en torno de la carne viva,
y cuando me aniquilo de estupor
al ver el surco que dejó en la arena
mi sexo, en su perenne rogativa,
de pronto convertirse al mundo veo
en un enamorado mausoleo...

Y mi alma en pena bebe un negro vino,
y un sonoro esqueleto peregrino
anda cual un laúd por el camino.

Por darme el santo y seña, la viajera
se ata debajo de la calavera
las bridas del sombrero de pastora

En su cráneo vacío y aromático
trae la esencia de un eterno viático.
Y al fin, del fondo de su pecho claro,
claro de Purgatorio y de Sión,
en el sitio en que hubo el corazón
me da a beber el resplandor de un faro.



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