Buscar Poemas con Pasmo


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Se han encontrado 11 poemas con la palabra pasmo

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Pedro Salinas

el contemplado

-- de Pedro Salinas --

Tema
de mirarte tanto y tanto,
de horizonte a la arena,
despacio,
del caracol al celaje,
brillo a brillo, pasmo a pasmo,
te he dado nombre; los ojos
te lo encontraron, mirándote.
Por las noches,
soñando que te miraba,
al abrigo de los párpados
maduró, sin yo saberlo,
este nombre tan redondo
que hoy me descendió a los labios.
Y lo dicen asombrados
de lo tarde que lo dicen.
¡Si era fatal el llamártelo!
¡si antes de la voz, ya estaba
en el silencio tan claro!
¡si tú has sido para mí,
desde el día
que mis ojos te estrenaron,
el contemplado, el constante
contemplado!

Poema el contemplado de Pedro Salinas con fondo de libro

Amado Nervo

escamoteo...

-- de Amado Nervo --

Con tu desaparición
es tal mi estupefacción,
mi pasmo, que a veces creo
que ha sido un escamoteo,
una burla, una ilusión;
que tal vez sueño despierto,
que muy pronto te veré,
y que me dirás: ¡no es cierto,
vida mía, no me he muerto;
ya no llores..., Bésame!

Poema escamoteo... de Amado Nervo con fondo de libro

Luis Rosales

la transfiguración

-- de Luis Rosales --

Siento tu cuerpo entero junto al mío;
tu carne
es
como un ascua,
fresca e imprescindible
que está fluyendo hacia
mi cuerpo, por un puente
de miel lenta y silábica.
Hay un solo momento en que se junta
el cuerpo con el alma,
y se sienten recíprocos,
y viven
su trasfiguración,
y se adelantan
el uno al otro en una misma entrega,
desde su mismo origen deseada.
Siento tus labios en mis labios, siento
tu piel desnuda y ávida,
y siento,
¡al fin!
esa frescura súbita
como una llamarada
de eternidad, en que la carne deja
de serlo y se desata,
se dispersa en el vuelo,
y va cayendo
en la tierra sonámbula
de tu cuerpo que cede interminable-
mente cediendo,
hasta
que el vuelo acaba y ya la carne queda
quieta, milagreada,
y me devuelve al cuerpo,
y todo ha sido
un pasmo, un rebrillar y luego nada.

Poema la transfiguración de Luis Rosales con fondo de libro

Manuel de Zequeira

A Carmelina

-- de Manuel de Zequeira --

Con la sonora trompa
De caliope divina,
Cantaba yo de Aquiles
Las bélicas conquistas:

El furor de los griegos,
Las fúnebres cenizas
Del Ilion, y la suerte
De Andrómaca afligida.

Tan hórridos acentos
Los ecos repetían,
Cuando un pasmo amoroso
Dejó mi sangre tibia;

Poco a poco el aliento
De mí se despedía,
Negándose la trompa
Al soplo que la anima.

Perdí en fin los compases,
Creció más mi fatiga;
Hasta que vino Erato
Cediéndome su lira:

"Canta, me dijo, toca
En ésta, que yo misma
Te animaré si cantas
La dulce Carmelina:

No cantes de Belona,
Ni de Marte las iras;
Canta, sí, las de Venus
Y de tu amor reliquias".

Yo tomé el instrumento,
Y a tiempo que la ninfa
Me dictaba los sones
En las cuerdas divinas.

Entonces se aparece
La tierna Carmelina,
Circundada de amores,
De gracias y de risas.

Y al verla, de las manos
Se desprendió mi lira,
Quedándose suspensa,
Erato, y yo sin vida.



José María Blanco White

Muerte y vida

-- de José María Blanco White --

Al ver la noche Adán por vez primera
que iba borrando y apagando el mundo,
creyó que, al par del astro moribundo,
la creación agonizaba entera.

Mas, luego, al ver lumbrera tras lumbrera
dulce brotar y hervir en un segundo
universo sin fin..., Vuelto en profundo
pasmo de gratitud, ora y espera.

Un sol velaba mil: fue un nuevo Oriente
su ocaso, y pronto aquella luz dormida
despertó al mismo Adán pura y fulgente.

...¿Por qué la muerte al ánimo intimida?
Si así engaña la luz tan dulcemente,
¿por qué no ha de engañar también la vida?



Rafael María Baralt

A S. M. la reina doña Isabel II

-- de Rafael María Baralt --

Vierte tu sangre con furor insano
horrendo crimen, y al trocar la tierra
fecundiza tu sangre cuanto encierra
de sublime y heroico el pueblo hispano.

Te protege el Señor; por él, en vano
tu cuna de oro contrastó la guerra;
y del puñal, que a tu valor no aterra,
más grande y bella te guardó tu mano.

Así tras noche tenebrosa y fría
al sol más puro que el rosado Oriente
con acrecido amor saluda el hombre;

Y la belleza al contemplar del día,
del sumo Dios con pasmo reverente
saluda humilde el infernal renombre.



Juan Abel Echeverría

El avión

-- de Juan Abel Echeverría --

Águila real que en el cenit admiro,
pasmo del genio creador, invento
que en ti llevas, como alma, el pensamiento,
que al éter te lanzó con raudo giro;

lumbre de ciencias en tus alas miro,
que te hacen navegar señor del viento,
y eres bajo el cerúleo firmamento,
cruz de nácar en fondo de zafiro.

Se encumbra, al par de ti, la inteligencia,
y al corazón agita tu presencia,
con temblor de ansias y bullir de anhelos,

y en éxtasis el alma, a lo infinito
vuela de adoración su ardiente grito:
¡Gloria a Dios en la altura de los cielos!



Gutierre de Cetina

de error en error, de daño en daño

-- de Gutierre de Cetina --

De una desdicha en otra desventura,
de un desvío en otra gran locura,
de un viejo engaño en otro viejo engaño,
de un grave mal en otro mal extraño,
de una necesidad a otra yactura,
me ha traído el amor y mi ventura
a que huya mi propio desengaño.
Conozco que me ofende el pensamiento,
y sólo de pensar me pasmo y vivo;
en él hallo el descanso y el tormento.
¡Oh nuevo padecer extraño, esquivo,
que nacen de una causa el mal que siento
y el bien que me hace ir soberbio, altivo!



José Alcalá Galiano

En el álbum de la señorita de Gaviria

-- de José Alcalá Galiano --

En el salón dorado resplandece
en tiesto lindo de soberbia china,
rica en gala y olor, flor peregrina
que al pasmo universal su dueño ofrece.

Y allá distante pobrecilla crece
en el prado que el sol claro ilumina
entre la hierba inculta y tosca espina,
bella aunque humilde flor que el aire mece.

Laura, del salón regio que admiramos
en hora buena gocen los primores,
pues suyos son sus opulentos amos.

Pero amemos al prado con sus flores
si nuestro fue y entre ellos nos criamos
gozando sus perfumes y colores.



Mario Benedetti

defensa de la alegría

-- de Mario Benedetti --

A trini
defender la alegría como una trinchera
defenderla del escándalo y la rutina
de la miseria y los miserables
de las ausencias transitorias
y las definitivas
defender la alegría como un principio
defenderla del pasmo y las pesadillas
de los neutrales y de los neutrones
de las dulces infamias
y los graves diagnósticos
defender la alegría como una bandera
defenderla del rayo y la melancolía
de los ingenuos y de los canallas
de la retórica y los paros cardiacos
de las endemias y las academias
defender la alegría como un destino
defenderla del fuego y de los bomberos
de los suicidas y los homicidas
de las vacaciones y del agobio
de la obligación de estar alegres
defender la alegría como una certeza
defenderla del óxido y la roña
de la famosa pátina del tiempo
del relente y del oportunismo
de los proxenetas de la risa
defender la alegría como un derecho
defenderla de dios y del invierno
de las mayúsculas y de la muerte
de los apellidos y las lástimas
del azar
y también de la alegría



Julio Zaldumbide Gangotena

América y Bolívar - de primer centenario de Simón Bolívar

-- de Julio Zaldumbide Gangotena --

Himnos no canta América este día
a un crudo engendro de la horrenda guerra,
en quien no tiene qué admirar la tierra,
sino la ira de Dios, que se lo envía.

Sea en buena hora pasmo y ufanía
de un mundo siervo aquel que al orbe aterra
con su ambición, hasta que el Cielo atierra
en él de otro Luzbel la alta osadía.

Que la América libre es templo inmenso
que sólo al alma Libertad endiosa,
purgada el ara de servil incienso.

Hoy de la ardiente llama esplendorosa
perfume eleva, de loores denso,
al mayor hijo de la altiva Diosa.



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