Buscar Poemas con Padre


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Se han encontrado 77 poemas con la palabra padre

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Francisco Sosa Escalante

En la muerte de mi padre

-- de Francisco Sosa Escalante --

Como destroza el huracán bravío
Antiguo roble poderoso y fuerte,
Al golpe así de la implacable muerte
Bajaste al antro del sepulcro frío.

¡Oh padre bondadoso! ¡padre mio!
Perdon si estuve, por mi adversa suerte,
Tan distante de tí para ofrecerte
De mis ardientes lágrimas el rio.

Si es verdad que se mira desde el cielo
Lo que pasa en el mundo infortunado,
¡Oh padre de mi amor! mira mi duelo,

Y á Dios implora porque el hijo amado
Funde constante su ardoroso anhelo
En merecer llevar tu nombre honrado.

Poema En la muerte de mi padre de Francisco Sosa Escalante con fondo de libro

Pablo Neruda

el padre

-- de Pablo Neruda --

Tierra de sembradura inculta y brava,
tierra en que no hay esteros ni caminos,
mi vida bajo el sol tiembla y se alarga.
Padre, tus ojos dulces nada pueden,
como nada pudieron las estrellas
que me abrasan los ojos y las sienes.
El mal de amor me encegueció la vista
y en la fontana dulce de mi sueño
se reflejó otra fuente estremecida.
Después... Pregunta a dios por qué me dieron
lo que me dieron y por qué después
supe una soledad de tierra y cielo.
Mira, mi juventud fue un brote puro
que se quedó sin estallar y pierde
su dulzura de sangres y de jugos.
El sol que cae y cae eternamente
se cansó de besarla... Y el otoño.
Padre, tus ojos dulces nada pueden.
Escucharé en la noche tus palabras:
... Niño, mi niño...
Y en la noche inmensa
seguiré con mis llagas y tus llagas.

Poema el padre de Pablo Neruda con fondo de libro

Anónimo

Romance del conde Alemán

-- de Anónimo --

A tan alta va la luna
como el sol a mediodía,
cuando el buen conde Alemán
con esa dama dormía.
No lo sabe hombre nacido
de cuantos en la corte había,
si no sólo era la infanta,
aquesa infanta su hija.
Así su madre le hablaba,
desta manera decía:
-Cuanto viéredes tú, infanta,
cuanto vierdes, encobridlo;
daros ha el conde Alemán
un manto de oro fino.
-¡Mal fuego queme, madre,
ese manto de oro fino,
cuando en vida de mi padre
tuviese padrastro vivo!
De allí se fuera llorando;
el rey su padre la ha visto:
-¿Por qué lloráis, la infanta?
decid ¿quién llorar os hizo?
-Yo me estaba aquí comiendo,
comiendo sopas en vino,
entró el conde Alemán,
y echólas por el vestido.
-Calléis, mi hija, calléis,
no toméis de eso pesar,
que el conde es niño y muchacho,
hacerlo ha por burlar.
-¡Mal fuego quemase, padre,
tal reír y tal burlar!
Cuando me tomó en sus brazos,
conmigo quiso holgar.
-Si él os tomó en sus brazos
y con vos quiso holgar,
en antes que el sol salga
yo lo mandaré matar.

Poema Romance del conde Alemán de Anónimo con fondo de libro

José Martí

por la tumba del cortijo

-- de José Martí --

xxviii
por la tumba del cortijo
donde está el padre enterrado,
pasa el hijo, de soldado
del invasor: pasa el hijo.
El padre, un bravo en la guerra,
envuelto en su pabellón
alzase: y de un bofetón
lo tiende, muerto, por tierra.
El rayo reluce: zumba
el viento por el cortijo:
el padre recoge al hijo,
y se lo lleva a la tumba.



Roque Dalton García

el príncipe de bruces

-- de Roque Dalton García --

Era la hora de la injuria la fugaz época de la maldición
cuando mi padre recomenzó en mí otra prueba.
Yo era el único súbdito que le quedaba a su locura
y aunque hasta entonces solía abofetearme de cuando en cuando
me hizo el honor de confiarme la marca negra de la ceniza de la frente.
Era noche para el gentío sin antorchas
por el clima propicio y el olor de la selva
pero a la sazón estábamos solos y como con temor de avergonzarnos
de tal manera que mi padre fue rápido en la consagración.
Me abandonó antes de que me lavase el rostro en su presencia
con agua despaciosa del cenote sagrado.
Decidí no destruir antes del amanecer la marca mágica
decidí descubrirla a mis ojos mirándome en el agua
sabía que con ello pisaba en un terreno mortal
pero más fascinábame la ascensión a la sabiduría.
A los tres días me encontraron muerto
rodeado de aves de rapiña muertas
mi padre fue por agua al pálido cenote
y me lavó la cara sin llorar.



Amado Nervo

a la católica majestad de paul verlaine

-- de Amado Nervo --

Para rubén darío
padre viejo y triste, rey de las divinas canciones:
son en mi camino focos de una luz enigmática
tus pupilas mustias, vagas de pensar y abstracciones,
y el límpido y noble marfil de tu testa socrática.
Flota, como el tuyo, mi afán entre dos aguijones:
alma y carne; y brega con doble corriente simpática
para hallar la ubicua beldad con nefandas uniones,
y después expía y gime con lira hierática.
Padre, tú que hallaste por fin el sendero, que, arcano,
a jesús nos lleva, dame que mi numen doliente
virgen sea, y sabio, a la vez que radioso y humano.
Tu virtud lo libre del mal de la antigua serpiente,
para que, ya salvos al fin de la dura pelea,
laudemos a cristo en vida perenne. Así sea.



Amado Nervo

Cuando llueve...

-- de Amado Nervo --

-¿Ves, hija? con tenue lloro
la lluvia a caer empieza.
-Sí, padre, y cayendo reza
como una monja en el coro.

-Damiana, hija mía,
ya enciende el quinqué,
yo tengo melancolía...
-¡Yo también, no sé por qué!

-Padre, el agua me acongoja,
vagos pensares me trae.
-Damiana, la lluvia cae
como algo que se deshoja.

-¿Oyes? murmurando está
como una monja que reza...
-Damiana, ¡tengo tristeza!
-Yo también... ¿Por qué será?



Lope de Vega

Levantaréme de la seca tierra

-- de Lope de Vega --

Levantaréme de la seca tierra
que pacen estos rudos animales,
¡oh, Padre!, a tus entrañas paternales,
de donde mi locura me destierra.
Iré al palacio, dejaré la sierra,
donde estos rotos míseros sayales
me trocarán en púrpuras reales:
que a nadie que llamó las puertas cierra.
Confesaréle que perdido anduve,
y aun que temo el llegar, pues lo más verde
de mis pasados años me detuve
Para que llegue, basta que me acuerde;
que si perdí lo que de hijo tuve,
lo que tiene de padre no lo pierde.



Lope de Vega

Padre de los humanos, Amor ciego

-- de Lope de Vega --

Padre de los humanos, Amor ciego,
de quien nació la vida de dos vidas,
y por quien tantas fueron consumidas,
destierro de la paz y del sosiego.

Amor, que a un tiempo eres troyano y griego,
breve placer, tesoro del rey Midas,
divino ensalmador de tus heridas,
luna, que porque crece, mengua luego,

¿por qué te llaman padre, si no eres
como Saturno que sus hijos come?
Que, en efeto, aborreces lo que quieres.

Amor, pues no hay quien residencia tome
a la poca verdad de tus placeres,
mi muerte será Alcides que te dome.



Lope de Vega

Si el padre universal de cuanto veo

-- de Lope de Vega --

Si el padre universal de cuanto veo
en la naturaleza nuestra humana,
despreció la sentencia soberana,
obedeciendo un femenil deseo;

si un rey David y un nazareno hebreo,
a Bersabé y a Dálida tirana,
la fuerza y la vitoria rinde llana,
que no pudo el león ni el filisteo,

¿en qué valor mis ojos se fiaron,
y presumió mi ingenio saber tanto
que no le hiciera tu hermosura agravio?

Pues con fuerza, virtud y ciencia erraron
Adán el primer hombre, David santo,
Sansón el fuerte y Salomón el sabio.



Luis Cañizal de la Fuente

padre de todas las crismas

-- de Luis Cañizal de la Fuente --

Padre de todas las crismas
(paisaje pasoliniano)
se colmulga también en templos de la sordidez:
has de reconocerlos
por los ojos de arcadas aturdidos
que tienen en las plazas los patios de caballos
y, en sus puertas, montantes
con el cristal de medio real saltado
al modo guerra de la independencia
por turbas que convierten estaciones de tren abandonadas
en catedral del vómito en ayunas.
Entrado el sol en esos deambulatorios
todo lo hace el fervor,
la mano como garra piadosa sobre el pecho,
el rosario sonoro de las gotas pendientes,
la mirada ascendente,
la actitud recogida del cobarde,
la salida gloriosa del que huye por la puerta grande
a las afueras en que crece la hierba de la desconfianza,
anhelando a barrunto los trazados termómetro
y su camino alegre; y encontrarlo
cicatrizado por la violencia
en túmulos canela.
Desolación. Desnorte. Mirada circular,
y es sólo entonces cuando se despierta
el hedor del baldío de la tierra.



Luis Gonzaga Urbina

dones

-- de Luis Gonzaga Urbina --

Mi padre fue muy bueno: me donó su alegría
ingenua; su ironía
amable: su risueño y apacible candor.
¡Gran ofrenda la suya! pero tú, madre mía,
tú me hiciste el regalo de tu suave dolor.

Tú pusiste en mi alma la enfermiza ternura,
el anhelo nervioso e incansable de amar;
las recónditas ansias de creer; la dulzura
de sentir la belleza de la vida, y soñar.

Del ósculo fecundo que se dieron dos seres
-el gozoso y el triste- en una hora de amor,
nació mi alma inarmónica; pero tú, madre, eres
quien me ha dado el secreto de la paz interior.

A merced de los vientos, como una barca rota
va, doliente, el espíritu; desesperado, no.
La placidez alegre poco a poco se agota;
mas sobre la sonrisa que me dio el padre, brota
de mis ojos la lágrima que la madre me dio.



Jacinto de Salas y Quiroga

Yo te amo

-- de Jacinto de Salas y Quiroga --

Angelito, dame un beso;
dame un beso y un abrazo,
que tu padre está en la guerra
hace ya más de dos años,
y de entonces nada basta
para darme buenos ratos
sino una voz de tu boca,
sino un beso de tus labios.
¡Pobrecillo!... ¡Cuántos lloros
a mí mísera has costado!
De tu padre, ángel del cielo,
eres el vivo retrato.
Esas mejillas de rosa,
esos ojos azulados
que respiran solo amor...
Eso todo, no hay dudarlo,
eso todo es de mi Antonio...
Aprende, niño adorado,
a decir como tu madre:
«Yo te amo, yo te amo».
Mamá, mamá, ¿por qué quieres
que suspire al pronunciarlo?
-Hijo mío, dame un beso.
-Mamá mía, yo te amo.
Vino luego de la guerra
el militar suspirado,
y al darle un abrazo tierno,
fuera de sí, enajenados,
hijo y madre repetían:
«Yo te amo, yo te amo».



Jaime Sabines

xxiii

-- de Jaime Sabines --

Padre mío, señor mío, hermano mío,
amigo de mi alma,tierno y fuerte,
saca tu cuerpo viejo, viejo mío,
saca tu cuerpo de la muerte.
Saca tu corazón igual que un río,
tu frente limpia en que aprendí a quererte,
tu brazo como un árbol en el frío,
saca todo tu cuerpo de la muerte.
Amo tus canas, tu mentón austero,
tu boca firme, tu mirada abierta,
tu pecho vasto y sólido y certero.
Estoy llamando, tirándote la puerta.
Parece que yo soy el que me muero:
¡padre mío, despierta!



Jorge Luis Borges

al hijo

-- de Jorge Luis Borges --

No soy yo quien te engendra. Son los muertos.
Son mi padre, su padre y sus mayores;
son los que un largo dédalo de amores
trazaron desde adán y los desiertos
de caín y de abel, en una aurora
tan antigua que ya es mitología,
y llegan, sangre y médula, a este día
del porvenir, en que te engendro ahora.
Siento su multitud. Somos nosotros
y, entre nosotros, tú y los venideros
hijos que has de engendrar. Los postrimeros
y los del rojo adán. Soy esos otros,
también. La eternidad está en las cosas
del tiempo, que son formas presurosas.



César Vallejo

Trilce: XXVIII

-- de César Vallejo --

He almorzado solo ahora, y no he tenido
madre, ni súplica, ni sírvete, ni agua,
ni padre que, en el facundo ofertorio
de los choclos, pregunte para su tardanza
de imagen, por los broches mayores del sonido.

Cómo iba yo a almorzar. Cómo me iba a servir
de tales platos distantes esas cosas,
cuando habráse quebrado el propio hogar,
cuando no asoma ni madre a los labios.
Cómo iba yo a almorzar nonada.

A la mesa de un buen amigo he almorzado
con su padre recién llegado del mundo,
con sus canas tías que hablan
en tordillo retinte de porcelana,
bisbiseando por todos sus viudos alvéolos;
y con cubiertos francos de alegres tiroriros,
porque estánse en su casa. Así, ¡qué gracia!
Y me han dolido los cuchillos
de esta mesa en todo el paladar.

El yantar de estas mesas así, en que se prueba
amor ajeno en vez del propio amor,
torna tierra el brocado que no brinda la
MADRE,
hace golpe la dura deglución; el dulce,
hiel; aceite funéreo, el café.

Cuando ya se ha quebrado el propio hogar,
y el sírvete materno no sale de la
tumba,
la cocina a oscuras, la miseria de amor.



César Vallejo

¡de puro calor tengo frío

-- de César Vallejo --

¡de puro calor tengo frío,
hermana envidia!
lamen mi sombra leones
y el ratón me muerde el nombre,
¡madre alma mía!
¡al borde del fondo voy,
cuñado vicio!
la oruga tañe su voz,
y la voz tañe su oruga,
¡padre cuerpo mío!
¡está de frente mi amor,
nieta paloma!
de rodillas, mi terror
y de cabeza, mi angustia,
¡madre alma mía!
hasta que un día sin dos,
esposa tumba,
mi último hierro dé el son
de una víbora que duerme,
¡padre cuerpo mío!



César Vallejo

un hombre está mirando a una mujer

-- de César Vallejo --

Un hombre está mirando a una mujer,
está mirándola inmediatamente,
con su mal de tierra suntuosa
y la mira a dos manos
y la tumba a dos pechos
y la mueve a dos hombres.
Pregúntome entonces, oprimiéndome
la enorme, blanca, acérrima costilla:
y este hombre
¿no tuvo a un niño por creciente padre?
¿ y esta mujer, a un niño
por constructor de su evidente sexo?
puesto que un niño veo ahora,
niño ciempiés, apasionado, enérgico;
veo que no le ven
sonarse entre los dos, colear, vestirse;
puesto que los acepto,
a ella en condición aumentativa,
a él en la flexión del heno rubio.
Y exclamo entonces, sin cesar ni uno
de vivir, sin volver ni uno
a temblar en la justa que venero:
¡felicidad seguida
tardíamente del padre,
del hijo y de la madre!
¡instante redondo,
familiar, que ya nadie siente ni ama!
¡de qué deslumbramiento áfono, tinto,
se ejecuta el cantar de los cantares!
¡de qué tronco, el florido carpintero!
¡de qué perfecta axila, el frágil remo!
¡de qué casco, ambos cascos delanteros!



César Vallejo

Los pasos lejanos

-- de César Vallejo --

Mi padre duerme. Su semblante augusto
figura un apacible corazón;
está ahora tan dulce...
Si hay algo en él de amargo, seré yo.

Hay soledad en el hogar; se reza
y no hay noticias de los hijos hoy.
Mi padre se despierta, ausculta
la huída a Egipto, el restañante adiós.
Está ahora tan cerca;
si hay algo de él de lejos, seré yo.

Y mi madre pasea allá en los huertos
saboreando un sabor ya sin sabor.
Está ahora tan suave,
tan ala, tan salida, tan amor.

Hay soledad en el hogar sin bulla,
sin noticias, sin verde, sin niñez.
Y si hay algo quebrado en esta tarde,
y que baja y que cruje,
son dos viejos caminos blancos, curvos.
Por ellos va mi corazón a pie.



Pedro Antonio de Alarcón

General Caballero de Rodas, en el álbum de su mujer

-- de Pedro Antonio de Alarcón --

Soltero y coronel te he conocido;
de brigadier y novio te he tratado:
hoy eres, que yo sepa, diputado,
general, director, padre y marido.

En la paz y en la guerra siempre he sido
tu amigo, tu cronista, o tu soldado,
y hoy me siento en las Cortes a tu lado,
a seguirte al infierno decidido.

Pues bien (dicho inter nos aquesto sea)
jamás te hallé tan grande y tan hermoso
(ni en medio de las bombas y granadas)

como al verte, a la vuelta de Alcolea,
embelesado padre y fiel esposo,
recrearte en tus prendas adoradas.



Juan Cruz Varela

A la memoria de mi padre

-- de Juan Cruz Varela --

¡Oh Señor de la vida y de la muerte!
¿Por qué no me escuchaste? Yo humildoso
mi faz cosía con el polvo negro,
y te rogaba que el instante aciago,

señalado al morir del padre mío,
lentamente viniera, y tarde entrara
en la serie constante de las horas.
¿Por qué no me escuchaste, y en mis ojos

perenne material de amargo llanto
sin piedad has abierto? Si una sombra
de unirse había a las del reino oscuro,

¿Mi vida aquí no estaba? En flor yo hubiera
a la tumba bajado, y ningún hijo,
ninguna esposa, en mi morir pensara.



Juan Cruz Varela

A la muerte del Dr. D. Juan N. Sola

-- de Juan Cruz Varela --

¡Providencia adorable! ¿por qué dejas
en manos de la Parca fementida
a la más despreciable, hermosa vida
del pastor más amante a sus ovejas?

Insensible a su llanto ¿por qué alejas
al dulce padre, que a sus hijos cuida,
a una región en donde nunca oída
será la voz de sus sentidas quejas?

¡Oh providencia, árbitra infalible
del destino del hombre! tú lo hiciste.
Conformes recibimos el terrible

desapiadado golpe con que heriste
al pastor y al rebaño. Premio eterno
al pastor vigilante, al padre tierno.

II

Rebaño humilde, llora inconsolable
de tu amante pastor la eterna ausencia.
Su caridad, su celo, su paciencia
harán su pérdida siempre irreparable.

Su carácter suave, dulce, amable,
su apacible genial condescendencia,
su candidez con visos de inocencia,
le hicieron ejemplar inimitable.

¿Oh tú que viste dilatados días
su ejemplo, su virtud siempre en aumento,
empapa en llanto sus cenizas frías.

Víctima del dolor y el sentimiento,
clama al Eterno: Dios de bondad lleno
salva el rebaño, salva al pastor bueno.



Félix María Samaniego

El sombrerero

-- de Félix María Samaniego --

A los pies de un devoto franciscano
acudió un penitente, —Diga hermano,
¿qué oficio tiene? —Padre, sombrerero.
—¿Y qué estado? —Soltero.
—¿Y cual es su pecado dominante?
—Visitar a una moza. —¿Con frecuencia?
Padre mío, bastante.
—¿Cada mes? —Mucho más. —¿Cada semana?
—Aun todavía más. —¿La cuotidiana?
—Hago dos mil propósitos sinceros...
—Pero dígame hermano, claramente:
¿Dos veces al día? —Justamente
—¿Pues cuando diablos hace los sombreros?



Gutierre de Cetina

de la incierta salud desconfiado

-- de Gutierre de Cetina --

De la incierta salud desconfiado,
mirando cómo va turbio y furioso
betis corriendo al mar, dijo lloroso
vandalio, del vivir desesperado:
«recibe, ¡oh caro padre!, este cansado
cuerpo de un hijo tuyo, deseoso
de hallar en tus ondas el reposo
que negó la fortuna a mi cuidado.
»Haz, padre, que estos árboles que oyendo
la causa de mi muerte están atentos,
la recuenten después de esta manera:
»aquí yace un pastor que amó viviendo;
murió entregado a amor con pensamientos
tan altos, que aun muriendo, amar espera».



Vicente Gerbasi

canto xiii

-- de Vicente Gerbasi --

¿quién me llama, quién me enciende los ojos de leopardos
en la noche de los tamarindos?
callan las guitarras el soplo misterioso de la muerte,
y las voces callan, y sólo los niños aún no puedendescansar.
Ellos son los habitantes de la noche,
cuando el silencio se difunde en las estrellas,
y el animal doméstico se mueve por los corredores,
y los pájaros nocturnos visitan la iglesia de la aldea,
por donde pasan todos los muertos,
donde moran santos ensangrentados.
Por las sombras corren caballos sin cabeza,
y las arenas de la calle van hasta el confín,
donde el espanto reúne sus animales de fuego.
Y es la noche que ampara la existencia a solas,
en el niño insomne, en el buey cansado,
en el insecto que se defiende en la hojarasca,
en la curva de las colinas, en los resplandores
de las rocas y los helechos frente a los astros,
en el misterio en que te escucho
con una vasta soledad de mi corazón.
Padre mío, padre de mis sombras.
Y de mi poesía.



Anónimo

Buen Conde Fernán González...

-- de Anónimo --

-Buen conde Fernán González,
el rey envía por vos,
que vayades a las cortes
que se hacían en León;
que si vos allá vais, conde,
daros han buen galardón:
daros ha a Palenzuela
y a Palencia la mayor,
daros ha a las nueve villas,
con ellas a Carrión,
daros ha a Torquemada,
la torre de Mormojón.
Buen conde, si allá no ides
daros hían por traidor.
Allí respondiera el conde
y dijera esta razón:
-Mensajero eres, amigo,
no mereces culpa, no;
yo no he miedo al rey,
ni a cuantos con él son.
Villas y castillos tengo,
todos a mi mandar son;
de ellos me dejó mi padre,
de ellos me ganara yo;
los que me dejó el mi padre
poblélos de ricos hombres,
las que me ganara yo
poblélas de labradores;
quien no tenía más que un buey
dábale otro, que eran dos,
al que casaba su hija
dole yo muy rico don;
cada día que amanece
por mí hacen oración,
no la hacían por el rey,
que no lo merece, non,
él les puso muchos pechos
y quitáraselos yo.



Anónimo

Romance del rey don Fernando primero

-- de Anónimo --

Doliente se siente el rey,
este buen rey don Fernando;
los pies tiene hacia el oriente
y la candela en la mano.
A su cabecera tiene
arzobispos y perlados,
a su man derecha tiene
a sus hijos todos cuatro.
Los tres eran de la reina
y el uno era bastardo:
ese que bastardo era
quedaba mejor librado.
Arzobispo es de Toledo,
Maestre de Santiago,
Abad era en Zaragoza,
de las Españas primado.
-Hijo si yo no muriera
vos fuérades Padre Santo,
mas con la renta que os queda
vos bien podéis alcanzarlo.
Ellos estando en aquesto
entrara Urraca Fernando
y vuelta hacia su padre
desta manera ha hablado.



Anónimo

Romance de Bovalías el infante

-- de Anónimo --

Durmiendo está el rey Almanzor
a un sabor a tan grande,
los siete reyes de moros
no lo osaban acordare,
recordólo Bobalías,
Bobalías el infante:
-Si dormides, el mi tío,
si dormides, recordad,
mandadme dar las escalas
que fueron del rey, mi padre,
y dadme los siete mulos
que las habían de llevar,
y me deis los siete moros
que las habían de armar,
que amores de la condesa
yo no los puedo olvidar.
-Malas mañas has, sobrino,
no las puedes ya dejar:
al mejor sueño que duermo
luego me has de recordar.
Ya le dan las escalas
que fueron del rey, su padre,
ya le dan los siete mulos
que las habían de llevar,
ya le dan los siete moros
que las habían de armar.
A paredes de la condesa,
allá las fueron a echar,
allá, al pie de una torre,
y arriba subido han;
en brazos del conde Almenique
la condesa van a hallar,
el infante la tomó,
y con ella ido se han.



Evaristo Carriego

La inquietud

-- de Evaristo Carriego --

Les tiene preocupados y tristes la tardanza
de la hermana. Los niños no juegan con el gato,
ni recuerdan ahora lo de la adivinanza
que propusiera alguno, para pasar el rato.

De vez en cuando, el padre mira el reloj. Parecen
más largos los minutos. Una palabra dura
no acaba. Las muchachas, que cosen, permanecen
calladas, con los ojos fijos en la costura.

Las diez, y aún no vuelve. Ya ninguno desecha,
como al principio, aquella dolorosa sospecha...
El padre, que ha olvidado la lectura empezada

enciende otro cigarro... Cansados de esperar
los niños se levantan, y sin preguntar nada
dicen las buenas noches y se van a acostar.



Francisco de Quevedo

las tres musas últimas castellanas 66

-- de Francisco de Quevedo --

La profecía en su verdad quejarse,
la muerte en el desprecio enriquecerse,
el mar sobre sí propio enfurecerse,
y una tormenta en otra despeñarse.
Pronunciar su dolor, y lamentarse
el viento entre las peñas al romperse
desmayarse la luz, y anochecerse
es nombrar vuestro padre y declararse.
Mas veros en un leño mal pulido,
rey en sangrienta púrpura bañado,
sirviendo de martirio a vuestra madre.
Dejado de un ladrón, de otro seguido,
tan solo, y pobre a no le haber nombrado,
dudaron gran señor si tenéis padre.



José Martí

el padre suizo

-- de José Martí --

El padre suizo
little rock, arkansas, septiembre 1.
«El miércoles por la noche, cerca de parís, condado
de logan, un suizo, llamado edward schwerzmann,
llevó a sus tres hijos, de dieciocho meses el uno, y cuatro
y cinco años los otros, al borde de un pozo y los echó en
el pozo, y él se echó tras ellos. Dicen que schwerzmann
obró en un momento de locura.»



José Martí

cuando me vino el honor

-- de José Martí --

xli
cuando me vino el honor
de la tierra generosa,
no pensé en blanca ni en rosa
ni en lo grande del favor.
Pensé en el pobre artillero
que está en la tumba, callado:
pensé en mi padre, el soldado:
pensé en mi padre, el obrero.
Cuando llegó la pomposa
carta, en su noble cubierta,
pensé en la tumba desierta,
no pensé en blanca ni en rosa.



Clemente Althaus

A la muerte de D. Pío de Tristán

-- de Clemente Althaus --

Padre segundo de mi madre y mío,
que la cumbre ocupaste del Estado,
luego a lo eterno y santo consagrado,
viviste de la tierra en el desvío:

tu fin, temprano al mundo, a ti tardío,
lamenta el pobre a quien contigo el hado
quitó amparo y sustento y padre amado,
¡Oh en la virtud, como en el nombre, Pío!

Tu familia a quien fuiste muro fuerte,
y que eterna anhelara tu existencia,
su gozo en llanto perennal convierte;

y a mayor duelo el hado me sentencia,
pues dos años y dos tu acerba muerte
para mí solo adelantó la ausencia.



Clemente Althaus

A mi tío el varón don Augusto Althaus

-- de Clemente Althaus --

No expresa mi placer lenguaje humano:
al fin antiguo anhelo he satisfecho,
y entre mis brazos vuestro cuello estrecho,
¡oh de mi padre idolatrado hermano!

Pero de tanto júbilo a un insano
dolor pasa de súbito mi pecho;
y, en encendidas lágrimas deshecho,
pienso en mi padre, y le apellido en vano.

Pienso que, como a vos en este instante,
nunca abrazarle a su hijo dio la suerte
ni conocer su voz y su semblante;

pienso que, como vos, anciano fuerte,
aún hoy, consuelo de su prole amante,
¡burlar pudiera la terrible muerte!



Rosario de Acuña

Soneto escrito para ser grabado en la tumba de mi padre

-- de Rosario de Acuña --

Piedra, que serás polvo deleznable,
pues todo al paso de los años muere,
mi pensamiento en su amargura quiere
fundirse en lo que guardas implacable.

Alcanza en lo infinito y no le es dable
darse a la muerte si el dolor le hiere,
que el pensamiento en su amargura adquiere
una fuerza vital imponderable.

En los abismos de la muerte hundido
está mi padre, luz del alma mía,
y aún más allá del polvo y del olvido.

Más allá de mi noche eterna y fría
concibo su recuerdo bendecido
y la esperanza de encontrarle un día.



Abraham Valdelomar

Ofertorio (Valdelomar)

-- de Abraham Valdelomar --

Cuando el rojo crepúsculo en la aldea ponía
la silenciosa nota de su melancolía,
desde la blanca orilla iba a mirar el mar.
Todo lo que él me dijo aún en mi alma persiste:
–«mi padre era callado y mi madre era triste
y la alegría nadie me la supo enseñar»–

A veces, en la sombra, la vaguedad marina
cruzaba el blanco triángulo de una vela latina
y se esfumaba en el confín;
desgranaba las lágrimas de su espuma una ola
y una ave en el espacio se deslizaba sola
hacia la costa curva y gris.

El faro como un cíclope con el ojo encendido,
buscaba entre las sombras algún buque perdido,
–desnudo y fuerte como un pescador–,
ofreciendo su estela como un pródigo brazo
y sus férreas escalas como un duro regazo:
tal a los reyes magos la estrella del Señor...

Hoy, con mi barca débil navegando en la ignota
inmensidad brumosa, la blanca vela rota,
tu espíritu bueno me sepa guiar.
Tú, blanca, dulce, triste, pensativa, adorada,
recuerda y pon en estas palabras tu mirada
amorosa y profunda como el cielo y el mar...



Abraham Valdelomar

Tristitia

-- de Abraham Valdelomar --

Mi infancia que fue dulce, serena, triste y sola
se deslizó en la paz de una aldea lejana,
entre el manso rumor con que muere una ola
y el tañer doloroso de una vieja campana.

Dábame el mar la nota de su melancolía,
el cielo la serena quietud de su belleza,
los besos de mi madre una dulce alegría
y la muerte del sol una vaga tristeza.

En la mañana azul, al despertar, sentía
el canto de las olas como una melodía
y luego el soplo denso, perfumado del mar,

y lo que él me dijera aún en mi alma persiste;
mi padre era callado y mi madre era triste
y la alegría nadie me la supo enseñar...



Alberti

ALGUIEN

-- de Alberti --

Alguien barre
y canta
y barre
(zuecos en la madrugada).
Alguien
dispara las puertas.
¡Qué miedo,
madre!
(¡Ay, los que en andas del viento,
en un velero a estas horas
vayan arando los mares!)
Alguien barre
y canta
y barre.
Algún caballo, alejándose,
imprime su pie en el eco
de la calle.
¡Qué miedo,
madre!
¡Si alguien llamara a la puerta!
¡Si se apareciera padre
con su túnica talar
chorreando!...
¡Qué horror,
madre!
Alguien barre
y canta
y barre.



Alfonsina Storni

Peso ancestral

-- de Alfonsina Storni --

Tu me dijiste: no lloró mi padre;
Tú me dijiste: no lloró mi abuelo;
No han llorado los hombres de mi raza,
Eran de acero.

Así diciendo te brotó una lágrima
Y me cayó en la boca... Más veneno
Yo no he bebido nunca en otro vaso
Así pequeño.

Débil mujer, pobre mujer que entiende,
Dolor de siglos conocí al beberlo;
Oh, el alma mía soportar no puede
Todo su peso.



Amado Nervo

renunciación

-- de Amado Nervo --

¡oh, siddharta gautama!, tú tenías razón:
las angustias nos vienen del deseo; el edén
consiste en no anhelar, en la renunciación
completa, irrevocable, de toda posesión;
quien no desea nada, dondequiera está bien.
El deseo es un vaso de infinita amargura,
un pulpo de tentáculos insaciables, que al par
que se cortan, renacen para nuestra tortura.
El deseo es el padre del esplín, de la hartura,
¡y hay en él más perfidias que en las olas del mar!
quien bebe como el cínico el agua con la mano,
quien de volver la espalda al dinero es capaz,
quien ama sobre todas las cosas al arcano,
¡ése es el victorioso, el fuerte, el soberano...
Y no hay paz comparable con su perenne paz!



Amado Nervo

resurrección

-- de Amado Nervo --

Yo soy tan poca cosa, que ni un dolor merezco...
Mas tú, padre, me hiciste merced de un gran dolor.
Ha un año que lo sufro, y un año ya que crezco
por él en estatura espiritual, señor.
¡Oh dios, no me lo quites! él es la sola puerta
de luz que yo vislumbro para llegar a ti.
Él es la sola vida que vive ya mi muerta:
mi llanto, diariamente, la resucita en mí.



Leandro Fernández de Moratín

soneto. a clori histrionisa, en coche simón

-- de Leandro Fernández de Moratín --

Ésa que veis llegar máquina lenta,
de fatigados brutos arrastrada,
que en vano de rigor la diestra armada
vinoso auriga acelerar intenta:
no menos va dichosa y opulenta,
que la de cisnes cándidos tirada
concha de venus, cuando en la morada
celeste al padre ufana se presenta.
Clori es esta: mirad las poderosas
luces, el seno de alabastro, el breve
labio que aromas del oriente espira.
Flores al viento esparcen las hermosas
gracias, y el virgen coro de las nueve
y entorno de ella amor vuela, y suspira.



Leopoldo Lugones

La última careta

-- de Leopoldo Lugones --

La miseria se ríe con sórdida chuleta,
Su perro lazarillo le regala un festín.
En sus funambulescos calzones va un poeta,
Y en su casaca el huérfano que tiene por Delfín.

El hambre es su pandero, la luna su peseta
Y el tango vagabundo su padre nuestro. Crin
De león, la corona. Su baldada escopeta
De lansquenete impávido suda un fogoso hollín.

Va en dominó de harapos, zumba su copla irónica.
Por antifaz le presta su lienzo la Verónica.
Su cuerpo, de llagado, parece un huerto en flor.

Y bajo la ignominia de tan siniestra cáscara,
Cristo enseña a la noche su formidable máscara
De cabellos terribles, de sangre y de pavor.



Lope de Vega

El tierno niño, el nuevo Isac Cristiano

-- de Lope de Vega --

El tierno niño, el nuevo Isac cristiano,
en el arena de Tarifa mira
el mejor padre, con piadosa ira
la lealtad y el amor luchando en vano;

alta la daga en la temida mano,
glorioso vence, intrépido la tira,
ciega el sol, nace Roma, amor suspira,
triunfa España, enmudece el africano.

Bajó la frente Italia, y de la suya
quitó a Torcato el lauro en oro y bronces,
porque ninguno ser Guzmán presuma.

Y la fama principio de la tuya,
Guzmán el Bueno escribe, siendo entonces
la tinta sangre y el cuchillo pluma.



Lope de Vega

En señal de la paz que Dios hacía

-- de Lope de Vega --

En señal de la paz que Dios hacía
con el hombre, templando sus rigores,
los cielos dividió con tres colores
el arco hermoso que a la tierra envía
lo rojo señalaba el alegría,
lo verde paz y lo dorado amores;
secó las aguas, y esmaltaron flores
el pardo limo que su faz cubría,
Vos sois en esa cruz, Cordero tierno,
arco de sangre y paz que satisfizo
los enojos del padre sempiterno;
vos sois, mi buen Jesús quien los deshizo;
ya no teman los hombres el infierno,
pues sois el arco que las paces hizo.



Lope de Vega

Josef, ¿cómo podrá tener gobierno

-- de Lope de Vega --

Josef, ¿cómo podrá tener gobierno
el tiempo, de quien Padre y lumbre ha sido,
si en los brazos tenéis al Sol dormido,
pues tiene vida por su curso eterno?
Aunque sois cuna de su cuerpo tierno
del alba virginal recién nacido,
despertalde, Joséf, si tanto olvido
no le disculpa vuestro amor paterno.
Mirad, que hasta los ángeles espanta
ver que se duerma el sol resplandeciente
en la misma sazón que se levanta.
Dejad, Josef, que su carrera intente,
porque desde el pesebre a la Cruz santa
es ir desde el Oriente al Occidente.



Lope de Vega

Sentado estaba el Padre de las gentes

-- de Lope de Vega --

Sentado estaba el Padre de las gentes
a los umbrales de su casa un día,
que en la mitad del cielo el sol ardía,
cuando miró tres ángeles presentes.
Las manos, que después tan obedientes
hallaron el cuchillo y la osadía,
juntó arrojado por la tierra fría,
y dijo a los varones eminentes:
«Para, Señor, aquí come y descansa
debajo de esta sombra entre estas flores,
si con tu gracia mi humildad abonas.
Lavaos los pies, el agua corre mansa».
Mas ¿cómo Señor dijo y no señores?
Porque adoraba un Dios en tres personas.



Góngora

Poder y no poder ser

-- de Góngora --

Que esté la bella casada
bien vestida y mal calzada,
bien puede ser;

Mas que el bueno del marido
no sepa quien dió el vestido,
no puede ser.

Que olvide la hija al padre
al buscarla quien la cuadre,
bien puede ser;

Mas que se pase el invierno
sin que ella le busque yerno,
no puede ser.

Que quiera una dama esquiva
lengua muerta y bolsa viva,
bien puede ser.

Mas que halle, sin dar la puerta,
bolsa viva y lengua muerta,
no puede ser.



Líber Falco

Así fué...

-- de Líber Falco --

Arquero hoy de olvidados sueños,
he flechado tu imagen
con un dardo imprevisto del recuerdo.

Rubia muñeca de bazar de lujo,
en mis memorias de adolescente
con marco gris tu yaces displicente,
mientras tus humos tejen
en rancio novelón: héroe ficticio.

¿Y con esta complicada cocina
tú y yo doramos al amor?
Ah! el instinto. Padre Nuestro
que muerde y miente
cautelosamente.



Líber Falco

Lo inasible

-- de Líber Falco --

Qué me dio Dios para gastar,
qué?, que no entiendo.

Esta alegría, esta tristeza,
dadme para gastarla
un mar.
Dadme la vida, padre, tú,
dadme la muerte.
Dadme el tiempo ido
y dadme el que vendrá.

Dadme cantar y cantando
verterme como un río,
por estas calles
hacia el mar.



Líber Falco

Regresó al fondo, hueco y eco de la nada

-- de Líber Falco --

Regresó al fondo, hueco y eco de la nada.
Allí el dolor antiguo le esperaba.
–Hijo, tú cerraste indiferente la puerta,
pero yo te esperaba.
¿Acaso crees que no me debes tu alegría?
Un hombre nace y de su dolor toma nombre.
Y luego su alegría, también de su dolor toma nombre.
Lo que fue tuyo siempre será tuyo.
Y lo que un hombre busca olvidar amando,
ni los demás lo saben, ni apenas tú lo sabes.

Si para huir de mí pones una losa
sobre el hueco y cantas y bailas,
no olvides que yo velo.
Tuya es la embriaguez,
pero yo soy tu padre y no te olvido.



Manuel del Palacio

A un usurero

-- de Manuel del Palacio --

No me escribas ya más, porque es en vano;
Ni soy cual dices tu apreciable amigo
Ni tengo nada de común contigo.
Bárbaro azote del linaje humano.

Yo podré ser gentil, mas no pagano,
Y pongo al Padre eterno por testigo
De que prefiero el cobre del mendigo
Al oro recibido de tu mano.

Si alguna vez mis yerros juveniles
Me llevaron á tí con harta pena
Desconociendo tus instintos viles:

Hoy, si el destino á verte me condena,
Iré, pero escoltado por civiles
Como quien va á cruzar Sierra-Morena.



Manuel del Palacio

Semblanzas: XV

-- de Manuel del Palacio --

No fué por su virtud un San Antonio
Ni las aulas honró como Nebrija;
Mas para hacer papel, y no de lija,
Parece que estudió con el demonio.

Dá de buenas costumbres testimonio
Según cuentan un padre y una hija,
Y no se hace función que no dirija
Ni sin él se dispone matrimonio.

Mezcla de cenobita y calavera
Sabe el Foblás y el Kempis de memoria,
Va por la calle á pié como cualquiera.

Conserva en un arcon su ejecutoria,
Dá la mano al magnate y al hortera,
Y sueña con el juicio de la historia.



Jacinto de Salas y Quiroga

El soldado

-- de Jacinto de Salas y Quiroga --

Caballito, caballito,
el de la cola rizada,
hoy me dijo el capitán
que me puedo ir a mi casa.
Hace ya más de ocho años
que no duermo en buena cama,
que vivo sin padre y madre,
sin hermanos, sin hermanas,
que no tengo quien me cosa,
ni quien me diga: ¿qué extrañas?
Ya se acaban mis trabajos...
A Dios, caballo del alma;
cuando mi madre me abrace
le diré: «Sólo me falta
mi caballo para ser
dichoso, madre adorada».

Así decía el Soldado,
luego con dolor y calma
fue a casa del Capitán
Y recibió sin tardanza
su licencia. ¡Pobrecillo!
Quiso volver a la cuadra
a dar el último abrazo
al de la cola rizada.
Ve al caballo, y sin querer
una lágrima se escapa
de sus ojos... «Caballito,
caballito de mi alma,
no veré más a mi madre,
dormiré sobre unas tablas,
llevaré palos del cabo,
más cuidaré tu cebada.
No, no te puedo dejar...
Vales tú más que mi casa».

Dijo, y rompió la licencia.
¡Pobre! Volvió a sentar plaza.



Jaime Sabines

igual que los cangrejos...

-- de Jaime Sabines --

Igual que los cangrejos heridos
que dejan sus propias tenazas sobre la arena,
así me desprendo de mis deseos,
muerdo y corto mis brazos,
podo mis días,
derribo mi esperanza,
me arruino.
Estoy a punto de llorar.

¿En dónde me perdí, en qué momento
vine a habitar mi casa,
tan parecido a mí que hasta mis hijos me toman por su
padre
y mi mujer me dice las palabras acostumbradas?

me recojo a pedazos,
a trechos en el basurero de la memoria,
y trato de reconstruirme,
de hacerme como mi imagen.
¡Ay, nada queda!
se me caen de la mano los platos rotos,
las patas de las sillas, los calzones usados,
los huesos que desenterré
y los retratos en que se ven amores y fantasmas.

¡Apiádate de mí!
quiero pedir piedad a alguien.
Voy a pedir perdón al primero que encuentre.
Soy una piedra que rueda
porque la noche está inclinada y o se le ve el fin.

Me duele el estómago y el alma
y todo mi cuerpo está esperando con miedo
que una mano bondadosa me eche una sábana encima.



Jorge Luis Borges

la moneda de hierro

-- de Jorge Luis Borges --

Aquí está la moneda de hierro. Interroguemos
las dos contrarias caras que serán la respuesta
de la terca demanda que nadie no se ha hecho:
¿por qué precisa un hombre que una mujer lo quiera?
miremos. En el orbe superior se entretejan
el firmamento cuádruple que sostiene el diluvio
y las inalterables estrellas planetarias.
Adán, el joven padre, y el joven paraíso.
La tarde y la mañana. Dios en cada criatura.
En ese laberinto puro está tu reflejo.
Arrojemos de nuevo la moneda de hierro
que es también un espejo magnífico. Su reverso
es nadie y nada y sombra y ceguera. Eso eres.
De hierro las dos caras labran un solo eco.
Tus manos y tu lengua son testigos infieles.
Dios es el inasible centro de la sortija.
No exalta ni condena. Obra mejor: olvida.
Maculado de infamia ¿por qué no han de quererte?
en la sombra del otro buscamos nuestra sombra;
en el cristal del otro, nuestro cristal recíproco.



Jorge Luis Borges

all our yesterdays

-- de Jorge Luis Borges --

Quiero saber de quién es mi pasado.
¿De cuál de los que fui? ¿del ginebrino
que trazó algún hexámetro latino
que los lustrales años han borrado?
¿es de aquel niño que buscó en la entera
biblioteca del padre las puntuales
curvaturas del mapa y las ferales
formas que son el tigre y la pantera?
¿o de aquel otro que empujó una puerta
detrás de la que un hombre se moría
para siempre, y besó en el blanco día
la cara que se va y la cara muerta?
soy los que ya no son. Inútilmente
soy en la tarde esa perdida gente.



Jorge Luis Borges

simón carbajal

-- de Jorge Luis Borges --

En los campos de antelo, hacia el noventa
mi padre lo trató. Quizá cambiaron
unas parcas palabras olvidadas.
No recordaba de él sino una cosa:
el dorso de la oscura mano izquierda
cruzado de zarpazos. En la estancia
cada uno cumplía su destino:
éste era domador, tropero el otro,
aquél tiraba como nadie el lazo
y simón carvajal era el tigrero.
Si un tigre depredaba las majadas
o lo oían bramar en la tiniebla,
carvajal lo rastreaba por el monte.
Iba con el cuchillo y con los perros.
Al fin daba con él en la espesura.
Azuzaba a los perros. La amarilla
fiera se abalanzaba sobre el hombre
que agitaba en el brazo izquierdo el poncho,
que era escudo y señuelo. El blanco vientre
quedaba expuesto. El animal sentía
que el acero le entraba hasta la muerte.
El duelo era fatal y era infinito.
Siempre estaba matando al mismo tigre
inmortal. No te asombre demasiado
su destino. Es el tuyo y es el mío,
salvo que nuestro tigre tiene formas
que cambian sin parar. Se llama el odio,
el amor, el azar, cada momento.



Jorge Manrique

coplas por la muerte de su padre 8

-- de Jorge Manrique --

Decidme: la fermosura,
la gentil frescura y tez
de la cara,
el color y la blancura,
cuando viene la vejez,
¿cuál se para?
las mañas y ligereza
y la fuerza corporal
de juventud,
todo se torna graveza
cuando llega al arrabal
de senectud.
↑ Díganme (español latinoamericano)
↑ habilidad
↑ vejez



Jorge Manrique

coplas por la muerte de su padre 22

-- de Jorge Manrique --

Y los otros dos hermanos,
maestres tan prosperados
como reyes,
que a los grandes y medianos
trajeron tan sojuzgados
a sus leyes;
aquella prosperidad
que tan alta fue subida
y ensalzada,
¿qué fue sino claridad
que cuando más encendida
fue amatada?
↑ mandados por violencia
↑ alabada



Jorge Manrique

coplas por la muerte de su padre 40

-- de Jorge Manrique --

Así, con tal entender,
todos sentidos humanos
conservados,
cercado de su mujer
y de sus hijos y hermanos
y criados,
dio el alma a quien se la dio
(en cual la dio en el cielo
en su gloria),
que aunque la vida perdió
dejónos harto consuelo
su memoria.
↑ Nos dejó



Jorge Manrique

coplas por la muerte de su padre 24

-- de Jorge Manrique --

Las huestes innumerables,
los pendones, estandartes
y banderas,
los castillos impugnables,
los muros y baluartes
y barreras,
la cava honda, chapada,
o cualquier otro reparo,
¿qué aprovecha?
que si tú vienes airada,
todo lo pasas de claro
con tu flecha.



Jorge Manrique

coplas por la muerte de su padre 38

-- de Jorge Manrique --

«no tengamos tiempo ya
en esta vida mezquina
por tal modo,
que mi voluntad está
conforme con la divina
para todo;
y consiento en mi morir
con voluntad placentera,
clara y pura,
que querer hombre vivir
cuando dios quiere que muera
es locura.



Jorge Manrique

coplas por la muerte de su padre 28

-- de Jorge Manrique --

Antonio pío en clemencia;
marco aurelio en igualdad
del semblante;
adriano en elocuencia;
teodosio en humanidad
y buen talante;
aurelio alejandro fue
en disciplina y rigor
de la guerra;
un constantino en la fe,
camilo en el gran amor
de su tierra.



Jorge Manrique

coplas por la muerte de su padre 39

-- de Jorge Manrique --

Tú, que por nuestra maldad,
tomaste forma servil
y bajo nombre;
tú, que a tu divinidad
juntaste cosa tan vil
como es el hombre;
tú, que tan grandes tormentos
sufriste sin resistencia
en tu persona,
no por mis merecimientos,
mas por tu sola clemencia
me perdona.»



Jorge Manrique

coplas por la muerte de su padre 27

-- de Jorge Manrique --

En ventura octaviano;
julio césar en vencer
y batallar;
en la virtud, africano;
aníbal en el saber
y trabajar;
en la bondad, un trajano;
tito en liberalidad
con alegría;
en su brazo, aureliano;
marco tulio en la verdad
que prometía.



Jorge Manrique

coplas por la muerte de su padre 14

-- de Jorge Manrique --

Esos reyes poderosos
que vemos por escrituras
ya pasadas,
por casos tristes, llorosos,
fueron sus buenas venturas
trastornadas;
así que no hay cosa fuerte,
que a papas y emperadores
y prelados,
así los trata la muerte
como a los pobres pastores
de ganados.



Jorge Manrique

coplas por la muerte de su padre 34

-- de Jorge Manrique --

Diciendo: «buen caballero,
dejad el mundo engañoso
y su halago;
vuestro corazón de acero,
muestre su esfuerzo famoso
en este trago;
y pues de vida y salud
hicisteis tan poca cuenta
por la fama,
esfuércese la virtud
para sufrir esta afrenta
que os llama.



Jorge Manrique

coplas por la muerte de su padre 32

-- de Jorge Manrique --

Y sus villas y sus tierras
ocupadas de tiranos
las halló;
mas por cercos y por guerras
y por fuerza de sus manos
las cobró.
Pues nuestro rey natural,
si de las obras que obró
fue servido,
dígalo el de portugal
y en castilla quien siguió
su partido.



Jorge Manrique

coplas por la muerte de su padre 23

-- de Jorge Manrique --

Tantos duques excelentes,
tantos marqueses y condes
y varones
como vimos tan potentes,
di, muerte, ¿dó los escondes
y traspones?
y las sus claras hazañas
que hicieron en las guerras
y en las paces,
cuando tú, cruda, te ensañas,
con tu fuerza las atierras
y deshaces.
↑ Dónde



Jorge Manrique

coplas por la muerte de su padre 21

-- de Jorge Manrique --

Pues aquel gran condestable,
maestre que conocimos
tan privado,
no cumple que de él se hable,
sino sólo que lo vimos
degollado.
Sus infinitos tesoros,
sus villas y sus lugares,
su mandar,
¿qué le fueron sino lloros?
¿qué fueron sino pesares
al dejar?



Jorge Manrique

coplas por la muerte de su padre 18

-- de Jorge Manrique --

Pues el otro, su heredero,
don enrique, ¡qué poderes
alcanzaba!
¡cuán blando, cuán halaguero
el mundo con sus placeres
se le daba!
mas verás cuán enemigo,
cuán contrario, cuán cruel
se le mostró;
habiéndole sido amigo,
¡cuán poco duró con él
lo que le dio!



Jorge Manrique

coplas por la muerte de su padre 2

-- de Jorge Manrique --

Pues si vemos lo presente
cómo en un punto se es ido
y acabado,
si juzgamos sabiamente,
daremos lo no venido
por pasado.
No se engañe nadie, no,
pensando que ha de durar
lo que espera,
más que duró lo que vio
porque todo ha de pasar
por tal manera.



Jorge Manrique

coplas por la muerte de su padre 4

-- de Jorge Manrique --

Dejo las invocaciones
de los famosos poetas
y oradores;
no curo de sus ficciones,
que traen yerbas secretas
sus sabores;
a aquél sólo me encomiendo,
aquél sólo invoco yo
de verdad,
que en este mundo viviendo
el mundo no conoció
su deidad.



Jorge Manrique

coplas por la muerte de su padre 7

-- de Jorge Manrique --

Ved de cuán poco valor
son las cosas tras que andamos
y corremos,
que en este mundo traidor,
aun primero que muramos
las perdamos:
de ellas deshace la edad,
de ellas casos desastrados
que acaecen,
de ellas, por su calidad,
en los más altos estados
desfallecen.
↑ Vean (español latinoamericano)
↑ infelices
↑ suceden
↑ debilitan



Jorge Manrique

coplas por la muerte de su padre 9

-- de Jorge Manrique --

Pues la sangre de los godos,
y el linaje y la nobleza
tan crecida,
¡por cuántas vías y modos
se pierde su gran alteza
en esta vida!
unos, por poco valer,
¡por cuán bajos y abatidos
que los tienen!
otros que, por no tener,
con oficios no debidos
se mantienen.
↑ Germanos nobles



Jorge Manrique

coplas por la muerte de su padre 25

-- de Jorge Manrique --

Aquél de buenos abrigo,
amado por virtuoso
de la gente,
el maestre don rodrigo
manrique, tanto famoso
y tan valiente;
sus hechos grandes y claros
no cumple que los alabe,
pues los vieron,
ni los quiero hacer caros
pues que el mundo todo sabe
cuáles fueron.



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