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Se han encontrado 7 poemas con la palabra novela

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Estanislao del Campo

Epílogo

-- de Estanislao del Campo --

Ahora sí que eres mía... En el sepulcro
Puedo llorarte solo mi Lucila.
Te envenenó el gusano, rico, enfermo,
Pero tu estrella para mí rutila.

En las joyantes noches del estío,
Cuando era tu vivir una alborada
teñida cual las plumas de un flamenco
Por una luz dulcísima y rosada;

Tu amor fue mi perfume, mi esperanza,
La novela de mi alma, mi alegría,
Cuando tú me decías: Mi poeta,
Me inundabas de luz y de poesía.

Y cuando te entregaron al gusano
Yo lloré en el altar del firmamento,
Pero si a mí me mata tu partida
¡Cómo los matará el remordimiento!

Yo he pedido el perdón para tus culpas
Y pido para Ti, toda delicia...
Tú eres, entre el rayo de la luna
El plateado fulgor que me acaricia.

Poema Epílogo de Estanislao del Campo con fondo de libro

Evaristo Carriego

A la antigua

-- de Evaristo Carriego --

¡Oh, señora: gentil dama de mis noches,
¡oh, señora, mi señora, yo le ruego
que abandone esa romántica novela:
orgullosa favorita de sus dedos.

Que abandone sus historias de aventuras,
donde hay citas, donde hay dueñas y escuderos
callejuelas y sombríos embozados
y tizonas y amorosos devaneos;

acechanzas del camino y estocadas
de cadetes o gallardos mosqueteros,
y, amador noble y rendido de su reina,
algún Buckinghan lujoso y altanero.

Que abandone, le repito, su romance,
su romance mentiroso, pues confieso
que me enoja la atención que le dispensa,
con agravio de mis quejas y mis celos.

Poema A la antigua de Evaristo Carriego con fondo de libro

Evaristo Carriego

Después del olvido

-- de Evaristo Carriego --

Porque hoy has venido, lo mismo que ntes,
con tus adorables gracias exquisitas,
álguien ha llenado de rosas mi cuarto
como en los instantes de pasadas citas.

¿Te acuerdas?... Regreso de noches lejanas,
aun guardo, entre otras, aquella novela
con la que soñabas imitar, a ratos,
no sé si a Lucía, no sé si a Grazziela.

Y aquel abanico, que sentir parece
la inquieta, la tibia presión de tu mano;
aquel abanico ¿te acuerdas? Trasunto
de aquel apacible, distante verano...

Y aquellas memorias que escribiste un día!
— un libro risueño de celos y quejas. —
¡Rincón asoleado! Rincón pensativo
de cosas tan vagas, de cosas tan viejas!...

Poema Después del olvido de Evaristo Carriego con fondo de libro

Evaristo Carriego

La que se quedo para vestir santos

-- de Evaristo Carriego --

Ya tienes arrugas. ¡Qué vergüenza!... Bueno
serás abuelita sin ser madrecita.
Ayer, recordando tu pesar sereno,
me dio mucha pena tu cara marchita.

... ¿Ni siquiera una novela empezada?
Quizás el idilio que duró un verano,
hasta que una noche por buena y confiada,
se cansó la novia de aguardar en vano.

Y tu sufrirías, o no sufrirías,
nerviosas esperas, y te quedarías
como es natural,

tan indiferente que al día siguiente
ya no habría nada, nada: solamente
húmedas las puntas de tu delantal.



Evaristo Carriego

Leyendo a dumas

-- de Evaristo Carriego --

— Ya es hora, prima: las nueve.
Empieza, pues, la lectura.
Ruge el viento afuera: llueve,
y el viejo caño murmura
un son constipado... Un son...
Empieza ya, que la abuela
te ha prometido atención.
Abre la dulce novela
donde tanta bella historia
nos cuenta el novelador,
que cuando uno hace memoria
no sabe cual es mejor:
El embozado que ama
a una que no conoce
y a quien dio cita la dama
cerca del Louvre, a las doce.
La cena de la hostería...



José Martí

a adelaida baralt

-- de José Martí --

De una novela sin arte
la comisión ahí le envío:
¡bien haya el pecado mío
ya que a vd. Le deja parte!
cincuenta y cinco fue el precio:
la quinta es de vd., La quinta
de cincuenta y cinco, pinta
once, si yo no soy necio.
Para alivio de desgracias
¡sea! : de lo que yo no quiero
aliviarme es del sincero
deber de darle las gracias.



Ramón López Velarde

Una viajera

-- de Ramón López Velarde --

En mi ostracismo acerbo me alegré esta mañana
con el encuentro súbito de una hermosa paisana
que tiene un largo nombre de remota novela:
la hija del enjuto médico del lugar.
Antaño íbamos juntos de la casa a la escuela;
las tardes de los sábados, en infantil asueto,
por las calles del pueblo solíamos vagar,
y jugando aprendimos los dos el alfabeto.

Me saludó, y en medio de graciosos cumplidos,
su armonioso lenguaje me hizo reconocer
en ella a la cuentista de las horas de ayer
en la Plaza de Armas de musicales nidos.

¡Pobre amiga de entonces, pobre flor provinciana
que en metrópolis andas en ruidoso paseo;
pobre flor casadera, rosa que eres hermana
de las que se desmayan en humilde cacharro
esperando que vuelvas del viaje de recreo!

Para que no se manche tu ropa con el barro
de ciudades impuras, a tu pueblo regresa;
y sólo pido, en nombre de mi tristeza extática
que oyó tu voz ingenua, que en la nocturna plática
hagas de mí un recuerdo jovial de sobremesa.



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